19-6-20
Aquí tienen ustedes al cuervo...
(Condensado de
«Nature Magazine»)
Por Alan Devoe
AVE DE TRETAS... DE PLUMAS PRIETAS
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Mayo de 1948
Estas mutuas raterías son probablenente un juego más que otra cosa; pues, en realidad, los cuervos se llevan muy sien unos con otros. He sido testigo en repetidas ocasiones del modo como se conduelen del compañero lastimado o herido, al cual procuran alimentar Para que luego se restablezca. El ornitólogo Edward Forbush refiere el caso siguiente. Un cuervo incapacitado de volar cayó en mitad de un río. A los lastimeros y penetrantes graznidos con que pedía auxilio acudieron varios cuervos que se turnaron para sostenerlo a flote e irlo llevando poco a poco hasta la orilla.
Individualistas y un tanto rebeldes a todo yugo, estos pájaros suelen ser víctimas-durante el celo de las complicaciones del eterno triángulo amoroso.
Raro es, sin embargo, que resulten de ello peleas. Los tres interesados
acaban por arreglárselas para vivir en paz y concordia. No
hay nada de extraño en que dos machos alimenten la misma nidada; y me
ha tocado ver dos hembras que empollaban en compañía y compartían las
atenciones de un solo cuervo.
Los polluelos permanecen en
el nido alrededor de tres semanas, durante las cuales engullen
diariamente una cantidad de alimento igual a su propio peso. Trascurrido
ese tiempo empiezan a ejercitarse en mover las alas y en ensayar los
diversos movimientos del vuelo bajo la mirada vigilante de los cuervos
machuchos, que los instruyen en las leyes de la comunidad corvina.
Los corvatos se aprovechan del período de aprendizaje para sacar la
tripa de mal año, comiendo de gorra todo lo más que pueden. Aunque
perfectamente capaces de procurarse el alimento por sí mismos, acosan a
los padres pidiéndoles a chillidos que les den de comer, y a veces se fingen enfermos a fin de lograrlo.
El
cuervo se alimenta principalmente de verduras, frutas, y nueces. Pero
llegado el caso come cualquier otra cosal avispas, ratones, sapos,
carroña, todo, en fin, lo que halla al alcance de su pico. Como ejemplo
curioso merece citarse el del cuervo perteneciente a un naturalista. Este voraz pajarraco devoró en cierta ocasión un bote de pintura... y sobrevivió a tan peregrino festín.
Las
estratagemas que emplean los cuervos para proporcionarse algunos de sus
bocados favoritos no tienen cuenta. Como cazar ratones es bastante
cansado, hallan más cómodo subirse en el lomo de un cerdo
que ande hozando por el campo. Cuando el cerdo desencueva un ratón,
maese cuervo lo atrapa y echa a volar lanzando alegres graznidos. Si ve
un zorro que va con su presa, grazna y grazna para que acudan cuantos
cuervos se hallan e las cercanías, los cuales revolotean hostigando al
zorro, que al cabo opta por soltar lo que lleva en la boca y salir
huyendo. »
Todos los cuervos poseen, en grado mayor o menor, el don de imitar la voz de otros animales. Los que más sobresale en esto remedan a maravilla el cacareo de la gallina, el canto del gallo, el gañido del perro. Vi un cuervo que astutamente oculto en un corral
cloqueaba y cacareaba sin descanso tratando de alejar a una clueca del
nido. Al convencerse de que no lo conseguiría, salió de su escondite y empezó a pasar y repasar, con desesperante insistencia, frente a la gallina, que al fin acabó por embestirle. Mientras él esquivaba ágilmente los picotazos, otros dos cuervos que había al acecho cayeron sobre el nido y se llevaron un pollito cada uno.
El buho grande, llamado también gran duque, visita en una que otra de sus nocturnas correrías los nidos de los cuervo, y mata al que sorprende dormido.
En justa correspondencia, cuando los cuervos tropiezan durante el día
con un gran duque le caen *encima todos a una acompañando el ataque con
insultantes graznidos. En igual forma se lanzan sobre gavilanes,
mapaches, mofetas, gatos monteses o cualquiera otros animales capaces de
causar daño a sus nidadas.
Pájaros tan precavidos y marrulleros como
éstos pueden reírse hasta del mismo rey de la creación. Mientras come
la bandada, varios de ellos apostados en lo más alto de un árbol pueden
ver a diez cuadras de distancia si el hombre que se acerca trae en la
mano un bastón, una caña de pescar o la temible escopeta. En este último
caso, a la señal de alarma, la bandada levanta el vuelo en el más completo silencio y huye a una velocidad de 72 kilómetros por hora. El cuervo parece poseer un lenguaje compuesto hasta de 25 sonidos o conjunto de sonidos
que le sirve para comunicarse con sus semejantes. Dotado de finísimo
oído, percibe el ruidillo más leve, como el crujir de una rama, con
mayor prontitud que ningún otro animal, salvo el venado.
Poco
expuesto a morir por falta de alimento o víctima de enemigos, vive por
término medio unos 25 años, de los cuales emplea la casi totalidad en
retozos y bromas. Una de sus diversiones predilectas es el picaresco
juego de «Despiertadormidos.» En los mediodías calurosos, échase a volar
a ras de tierra por los campos, y aquí se abate sobre un conejo
adormilado para darle un picotazo en la cabeza, y allá se posa
sigilosamente en el lomo de una vaca que está sesteando, a la cual
asusta con súbitos y ensordecedores graznidos.
Otro juego es el
escondite. Un cuervo joven, oculto en el hueco de un tronco, grazna
pidiendo auxilio. Acude la bandada, busca inútilmente, se aleja. Grazna
de nuevo el que dio la alarma, y de nuevo torna la bandada a buscar, sin
ningún resultado. Ocasiones hay en que esto se repite hasta doce veces.
A la última, sale el que estaba escondido y grazna como burlándose de
los demás, que en vez de enojarse, graznan también ruidosamente celebrando la broma.
Los
cuervos son aficionadísimos a reunir conchitas y guijas blancas, ya
para regodearse en ellas como avaro en sus monedas, ya para emplearlas
en una especie de juego de pelota. El que da comienzo a la partida se
desprende de la rama donde estaba posado llevando en el pico la guija o
la conchita. Los otros cuervos lo acosan tratando de obligarlo a que la
suelte. Cuando lo consiguen, uno de ellos la atrapa en el aire y huye
perseguido por los demás, que lo acosarán como al anterior a fin de que
deje caer lo que lleva en el pico y continúe así el retozo.
La más extraordinaria de las costumbres de estos pájaros es el «juicio» que le siguen al cuervo que falta a las leyes de la bandada. En tanto que el culpado permanece a cierta distancia, los demás deliberan reunidos, a veces durante horas enteras.
De súbito cesa la discusión; y tras unos instantes de silencio, la
bandada alza el vuelo, bien para alejarse de allí, bien para caer en
masa sobre el delincuente, al que sacan los ojos a picotazos y golpean hasta que muere.
En
el otoño, las pequeñas bandadas de los meses de verano van agrupándose
en otras mayores que emigran a los lugares donde pasarán el invierno. Un
naturalista del Instituto de Johns Hopkins calcula en 230.000 los
cuervos que invernara anualmente cerca de Baltimore; según otro
naturalista, no bajan de too.000 los que acuden todos los años a las
inmediaciones de la ciudad de Perú, en el estado de Indiana. Los
relatos de los primeros colonizadores demuestran que la antigüedad de
algunos de esos cuarteles de invierno de los cuervos se remonta a la
época del descubrimiento de América.
Muchos son los casos curiosos que se cuentan de los cuervos domesticados. El naturalista William Crowder tenía uno que contrajo la mala costumbre de jugar con los fósforos de la cocina. No queriendo ver la casa incendiada el día menos pensado, Crowder reemplazó la caja de fósforos corrientes por otra de fósforos de seguridad. Un día, al entrar en la cocina, halló al cuervo muy atareado en tirar uno por uno esos fósforos. Al ver a su amo, el pájaro, sin interrumpir la faena, ladeó la cabeza y empezó a gritar: «Ja, ja, ja!»
Estas
hazañas del cuervo no pueden, naturalmente, atribuirse a nada que se
asemeje a la inteligencia del hombre; son cosa de astucia instintiva y
travesura innata, pero constituyen para quien las observa una fuente de diversión y sorpresa.
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