IRMA IDA ILSE GRESE
“THE BEAUTIFUL BEAST”
“LA BELLA BESTIA”
“LA HIENA”
Ilse Grese a los 18 años ya era una guardiana de un campo de concentración. Murio jovencisima a sus escasos 22 años, ahorcada en los juicios de Nuremberg. Sus últimos 4 años fueron abundantes de lujuria sexual. orgías lesbicas, torturas crueles y asesinatos a sangre fria para sus victimas.
"La belleza de Grese se había trastocado en una mujer de rasgos endurecidos por la crueldad."
“Era una de las mujeres más bellas que he visto en mi vida. Su cuerpo era perfecto en cada línea . Su rostro era claro y angelical. Y sus ojos azules eran los más alegres e inocentes que uno pueda imaginar, Sin embargo Irma Grese era la pervertida más depravada , cruel e imaginativa con la que me he cruzado” Gisella Perl – Ginecóloga judía húngara.
“…cunado llegaba el momento de seleccionar a las mujeres para la cámara de gas, escogía a propósito a las prisioneras más bellas por celos y despecho.” “celebraba orgías lésbicas en los cuarteles” Greese tuvo números romances con prisioneras , pero, cuando se aburría de ellas, las seleccionaba para matarlas en la cámara de gas,
también propinaba palizas a sus parejas sexuales. En una ocasión, cuando un apuesto georgiano rechazó las insinuaciones de Greese , éste tuvo que ver cómo Irma arrastraba por el pelo a su novia desnuda por todo el campo, para, a continuación, azotarla. Tras torturar a la mujer que amaba, Grese ordenó fusilar al hombre, y enviar a la mujer al burdel del campo. Cuando Mengele descubrió que Grese se acostaba con reclusas judías---puso fin a su relación con ella. En Auschwit, Irma se enamoró de Franz hatzinger ---Grese tuvo tantos amantes ---contrajo numerosas enfermedades de transmisión sexual, ---sufrió numerosos abortos. La doctora Giselle Perl le realizó uno de estos abortos. –la única preocupación de Irma era” el dolor” que sentiría.
Gisella Perl, médico de los prisioneros, confesó: «Grese gustaba de azotar con su fusta en los senos a jóvenes bien dotadas, con el objeto de que las heridas se infectaran. Y cuando esto ocurría, yo tenía que ordenar la amputación del pecho de la prisionera, que se realizaba sin anestesia. Entonces, ella se excitaba sexualmente con el sufrimiento de la mujer». Grese, en efecto, utilizaba a las prisioneras como objetos sexuales, practicando todo tipo de mutilaciones y vejaciones para satisfacer sus propias fantasías eróticas y sádicas.
Mantenía relaciones con hombres y mujeres por igual… y no dudaba en hacerlo con prisioneros. Otras supervivientes, Isabella Leitner y Olga Lengyel, revelaron que «Irma Grese tenía aventuras bisexuales y en los últimos tiempos había mantenido romances homosexuales con algunas internas. Cuando se quedaba embarazada de algún hombre, recurría a otro prisionero un médico húngaro para que le practicase un aborto».
Otros testigos contaron a su vez que una de sus especialidades era echar perros hambrientos sobre sus víctimas para que estos las devoraran. Así lo confirma la prisionera Luba Triszinska: «Cuando las mujeres caían, rendidas por el trabajo, Grese no lo dudaba y solía lanzarles sus perros. Muchas no sobrevivían a estos ataques». Varios testimonios relatan también que a Grese le encantaba dar palizas sádicas con su famoso látigo.
Irma Grese se adelantaba hacia las prisioneras con su andar ondulante y sus caderas en movimiento. Los ojos de las cuarenta mil desventuradas mujeres, mudas e inmóviles, se clavaban en ella. Era de estatura mediana, estaba elegantemente ataviada y tenía el cabello impecablemente arreglado.
El terror mortal inspirado por su presencia la complacía indudablemente y la deleitaba. Porque aquella muchacha veinteañera carecía en absoluto de entrañas. Con mano segura escogía a sus víctimas, no sólo de entre las sanas, sino de entre las enfermas, débiles e incapacitadas.
Las que, a pesar de su hambre y penalidades, seguían manifestando un poco de su belleza física anterior, eran las primeras en ser seleccionadas. Constituían los blancos especiales de la atención de Irma Grese.
Durante las "selecciones", el "ángel rubio de Belsen", como más adelante había de llamarla la prensa, manejaba con liberalidad su látigo. Sacudía fustazos adonde se le antojaba, y a nosotras no nos tocaba más que aguantar lo mejor que pudiésemos. Nuestras contorsiones de dolor y la sangre que derramábamos la hacían sonreír.
¡Qué dentadura más impecable tenía! ¡Sus dientes parecían perlas!
Cierto día de junio del año 1944, eran empujadas a los lavabos 315 mujeres "seleccionadas". Ya las pobres desventuradas habían sido molidas a puntapiés y latigazos en el gran vestíbulo. Luego Irma Grese mandó a los guardianes de las SS que claveteasen la puerta
“Los hornos de Hitler”- Olga Lengyel
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