miércoles, 2 de marzo de 2016
Dos mundos frente a la infancia
Golosinas nazistas
(Condensado
del semanario «The New Republic»)
Por Bruce Bliven
Por Bruce Bliven
El siguiente apunte está inspirado
en una información cablegráfica que se publicó en The New York Times.
MAYO DE 1943
ESTA MAÑANA de
octubre barren las calles de
Amsterdam ráfagas de un viento cortante que sopla del Mar del Norte. Los transeúntes tiemblan de frío. También hace frío en las
casas de altos tejados puntiagudos. ¡Escasean
tanto la leña y el carbón!
Tambiénlos
alimentos escasean. Camino
de Alemania, a
la cual se va todo en estos
tiempos, han desaparecido las reses
opulentas de Holstein. Camino de Alemania se han ido de igual modo los grandes
quesos redondos con sus fundas escarlatas,
las largas longanizas pálidas, los
gruesos panes de tostada corteza... ¡todo!
A pesar del viento, hoy hace más
calor al aire libre, donde alumbra el sol,
que en las casas. Algunos chicos se
han echado a la calle, enfundados en sus trajecillos llenos de
remiendos. Con pasividad de famélicos se agrupan quietecitos
en los sitios donde caliente más el sol.
Suenan al fondo de la calle acordes
de música marcial. A su compás desfilan tropas
de asalto alemanas. Marchan lentamente. Los chiquillos comienzan a seguir a los soldados. Al fin y al cabo, una
banda siempre es una atracción.
Cuando el
séquito de niños es bastante numeroso,
la tropa hace alto. El jefe dirige la palabra
a la chíquilleria.
Se expresa en excelente holandés.
Probablemente es uno de los niños alemanes
refugiados a quienes estas buenas gentes de Holanda
dieron pan y albergue durante el período de hambre que siguió a la
guerra anterior.
«¡Niños!»
grita. «Hoy es un gran día. Vamos a
repartir chocolates, pastas y dulces». Saca
de una bolsa de papel una pastilla de
chocolate y la muestra. La chiquillería
aprieta el cerco. Hace meses que nadie ha visto
chocolate.
«El que quiera
chocolate, no tiene sino que acercarse mientras
nuestros soldados cantan y marchan» continúa el
jefe. « ¡Ah! otra cosa. Nada de caritas tristes»
les advierte. «El que no se ría se
quedará sin chocolate. Vamos, vengan ya, mientras cantan los soldados».
Un ansia de lograr los dulces, que solamente pueden comprender quienes se hayan visto privados de ellos por largo tiempo, vence al miedo en la mayoría de los niños. Los soldados van sacando chocolates, pasteles, dulces. Se los
ofrecen a los chicos que, tras breve vacilación, avanzan decididos. Pero los
soldados mantienen las codiciadas golosinas en alto, fuera del
alcance de los pequeños.
«¡A reír!» les dicen en voz baja.
«¡A reír, y a alcanzarlos!»
Un locutor describe la escena en el
camión del micrófono. Sus comentarios se entremezclan con la música de la banda, el canto
de los soldados y la risa de los niños.
«En estos
momentos», perora, «son los niños
quienes asaltan a los soldados de las tropas de
asalto. Se les cuelgan de los brazos; se les
trepan por el cuerpo. La escena es conmovedora: demuestra la fraternidad que reina entre las tropas de asalto alemanas y el pueblo de Holanda».
¡Trepa, Jan! ¡Sube, Wilhelmina!
Apodérate de tu chocolate, pobre holandesito; y agárralo bien fuerte y corre a buscar un escondite seguro, niño infeliz al cual ha convertido la liberalidad de la «raza señora» en un animalito ¡asustadizo
y famélico...
Sin embargo,
puedes considerarte dichoso. Los soldados no correrán a
darte alcance.
Podrás devorar en paz tu
chocolate. Aquí, en Holanda, no ocurre como en Grecia. En Grecia distribuyen pan a la
hambrienta multitud ante una cámara
cinematográfica. Apenas han tomado la película, les arrebatan
el pan y salen para otro lugar de la ciudad a repetir la escena.
,¡Ríe, Pieter!
¡Rie Katrina! Ríe en pago de tu
chocolate. A tu risa, en
la cual siente uno el miedo, se une un
eco, muy tenue para que tú alcances a oírlo; un eco que viene de los campamentos
de\tortura de Noruega, de los atestados cementerios de Atenas, de los negros escombros de Varsovia, de las ruinas
humeantes de Rotterdam, de las tumbas en que se ha convertido todo el pueblo de
Lidice. Es un eco muy tenue, pero
que aún seguirá resonando dentro de un millar de años...
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