jueves, 3 de julio de 2025

AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO PARA LOS HIJOS

 miércoles, 21 de abril de 2021

AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO

 El conocimiento de la valía personal puede Proporcionarles la fortaleza interior necesaria parasuperar los infortunios durante el crecimiento

AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO PARA LOS HIJOS

POR JAMES DOBSON

SELECCIONES DEL READER'S DIGEST         JULIO DE 1986

BLAKE nunca obtiene buenas notas en matemáticas ni en sus trabajos. de lectura. Sus condiscípulos le dicen que es tonto, y Blake no lo discute; está conven­cido de que tienen razón, de que él va a fracasar en todo lo que intente hacer. A sus nueve años, para Blake la vida carece de sentido.

Janet es una niña obesa que cur­sa el quinto año de primaria; no tiene amigos y carga con el apodo de "Porky"; sus compañeros, por burlarse cuando hablan de ella, tar­tamudean e imitan los roncos soni­dos del famoso cerdito de los dibujos animados y de las historietas. Janet aborrece al mundo... y a sí misma.

Un niño de siete años le escribió una vez al doctor Richard Gardner, especialista en psicoterapia:

Querido doctor Gardner:

Lo que me molesta mucho es que uno de los muchachos me llamó tortuga, y ya sé que me dijo así porque me hicieron la cirugía plástica. Yo creo que Dios me aborrece por el labio que tengo.

Cariñosamente,               Chris

Niños como estos son víctimas de las deficientes normas que la socie­dad aplica para juzgar la valía de los niños. No a todos se les acepta fa­vorablemente ni se les considera dignos. Por lo contrario, se reser­van las alabanzas y la admiración para los contados niños que desde su nacimiento tuvieron la buena fortuna de mostrar las caracterís­ticas que los adultos, erróneamente, más apreciamos: la belleza, la inteligencia y las riquezas. Es un siste­ma defectuoso, y debemos contra­rrestar sus nocivos efectos ayudando a los niños y a los jóvenes a cultivar la autoestima.

Todo niño es apreciable y se le debe reconocer su derecho al respe­to y a la dignidad personales. Pero, ¿cómo podremos, en nuestra condi­ción de padres de familia, forjar un ego fuerte y un espíritu indomable en nuestros hijos, a pesar de las fuer­zas sociales predominantes?  Existen estrategias por medio de las cuales podemos infundir confianza y conciencia de la valía personal, aun en los chicos a quienes sus compa­ñeros hacen menos.

Estrategia 1

Analicemos nuestros propios va­lores. ¿Nos sentimos secretamente defraudados porque nuestro hijo es común y corriente? ¿Lo hemos re­chazado a veces por carecer de gra­cia o por desmañado? ¿Lo conside­ramos estúpido?

Buena parte forma  del concepto que de sí mismo se forma el niño es pro­ducto de la idea que tiene él de cómo lo juzgamos, y llega incluso a interpretar correctamente nuestras actitudes silenciosas. Sí está conven­cido de que sus padres lo quieren y lo respetan, tiende a reconocer lo que vale como persona.

Muchos niños se saben queridos de sus padres, pero no creen que los tengan en gran estima. Bien puede un chico saber que daríamos la vida por él y, sin embargo, percibir nues­tras dudas acerca de la aceptación que puede tener: nos mostramos ner­viosos al hablar él con alguna visita; nos da por interrumpirlo para expli­car lo que trata de expresar, o por reír cuando sus comentarios nos pa­recen tontos.

Los padres deben tener cuidado con lo que dicen en presencia de sus hijos. En mi carácter de psicólogo, es frecuente que alguien me consul­te respecto al problema de un hijo. Mientras la madre describe los de­talles desagradables, el niño tema de esta conversación se halla a corta distancia, escuchando una franca re­lación de todos sus defectos.

Los padres deben también darse tiempo para hacer conocer a sus hi­jos las buenas lecturas, para volar cometas y jugar a la pelota con ellos, escuchar con atención el episodio en que uno de ellos se raspó la rodilla, charlar acerca del pájaro que tenía un ala rota. Estas actitudes son los materiales que forman la estimación.

Estrategia 2

Enseñemos a los hijos a "no ha­cerse menos". Cosa característica de la persona que se siente inferior es que suele hablar de sus deficiencias con todo el que esté dispuesto a oírle. Mientras parlotea de sus inep­titudes, el que escucha se va forman­do una impresión. Más adelante ha­brá de tratar a esa persona según las pruebas que le ha proporcionado. Si uno expresa con palabras sus sentimientos, aquellas acaban por solidificarse en la mente y convertirse en realidad.

Por tanto, deberemos enseñar a los hijos a que no se hagan menos. La autocrítica constante puede tras­formarse en hábito derrotista.

Estrategia 3

Ayudemos a los hijos a compen­sar. Nuestra misión de padres de fa­milia consiste en servir a nuestros hijos como confidentes y aliados su­yos, y alentarlos cuando se mues­tren descorazonados, intervenir me­nos cuando las amenazas resulten abrumadoras y proporcionarles los medios para superar los obstáculos.

Uno de tales medios es la com­pensación. El individuo compensa sus debilidades explotando sus pun­tos fuertes. A los padres nos toca ayudar a nuestros hijos a descubrir cuáles son sus puntos fuertes.

Quizá un niño pueda conquistarse un sitio en el campo de la música; acaso sea capaz de construir modelos de aviones, criar conejos o destacar en el basquetbol. Nada hay más arriesgado que permitir que un niño inicie la adolescencia desprovisto de alguna habilidad, de un conocimien­to especial, de todo medio de com­pensación. Al llegar a esa edad, deberá hallarse en condiciones de decir: "Tal vez no sea yo el alumno más popular de la escuela, ¡pero soy el mejor trompetista de la banda!"

Por mi parte, recomiendo que los padres de familia analicen los pun­tos fuertes de cada uno de sus hijos y determinen luego cuál de sus apti­tudes es la que mejor oportunidad le dará de alcanzar el éxito. Debe­rán cuidar de que rebasen la prime­ra etapa. Premien los esfuerzos del hijo, estimúlenlo, recurran al sobor­no si es necesario, pero háganlo aprender esa primera etapa. Si des­cubrimos que nos equivocamos, pro­curemos que el chico emprenda otra cosa. ¡Pero nunca permitamos que la inercia nos impida impulsar a nuestros hijos a que cultiven alguna aptitud!

Estrategia 4

Ayudemos a los hijos a competir. El padre de familia que se opone a la importancia que se da a la belle­za, al vigor físico y a la inteligencia, sabe muy bien que su hijo se ve for­zado a competir en un mundo que venera tales atributos. ¿Deberá ayu­dar a su hijo a volverse físicamente tan atractivo como sea posible? ¿De­berá alentar a su hijo, de inteligen­cia ordinaria, a que destaque en los estudios?

Yo no puedo dar al lector otra cosa que mi opinión. Me considero obligado a ayudar a mi hijo a com­petir lo mejor que pueda en el mun­do que le rodea. Si tiene torcida la dentadura, veré que se la enderecen. Si reprueba en la escuela, le buscaré un profesor particular. Mi hijo y yo somos aliados en su lucha diaria por sobrevivir.

Pero, a la vez que lo ayudo a com­petir, también lo instruyo en lo que se refiere a los verdaderos principios de la vida: el amor por la humani­dad, la integridad, la autenticidad y la devoción a Dios.

 Estrategia 5

Disciplina y respeto. ¿El castigo, y en particular una zurra, quebranta el temple de un niño? La respuesta a esta pregunta depende de la acti­tud y la intención de los padres. Una zurra como reacción a un obs­tinado desafío del niño es un medio apropiado, pero creer en el castigo corporal no es excusa para desaho­gar nuestras frustraciones en el pe­queño, ni nos da licencia para castigarlo delante de otras personas ni a tratarlo irrespetuosamente.

Sin embargo, resulta importante reconocer que prescindir por com­pleto de toda disciplina es un modo de menoscabar la autoestima. Los padres son símbolos del orden y la justicia, y el niño se preguntará por qué sus progenitores, si en verdad lo quieren, le permiten salirse con la suya al cometer una mala acción.

Estrategia 6

Atendamos a sus estudios. Los padres deberán asegurarse de que su hijo ha aprendido a leer al ter­minar su segundo año escolar. Se ha arruinado la autoestima a causa de problemas de lectura más que por cualquier otro aspecto de la vida escolar.

La ayuda de un profesor particu­lar puede sacar adelante al niño que se vea en situación apurada. A ve­ces, un cambio de escuela (o de maestro en la misma escuela) resul­ta benéfico para el chico.

El niño tardo en aprender será el que más probablemente pase por problemas en lo que hace a la auto­estima. ¿Qué pueden hacer enton­ces los padres? Restar importancia a los logros académicos. A cualquier cosa que nuestro hijo no pueda lo­grar a pesar de que haga sus mejo­res esfuerzos, se le deberá restar importancia. Nunca se nos ocurriría exigirle a un chico lisiado que se convierta en estrella del atletismo; no obstante, muchos padres insisten en que sus hijos de inteligencia "nor­mal" lleguen a distinguirse en los estudios.

Estrategia 7

Evítese la protección excesiva. La preparación para una edad adul­ta responsable se deriva de la edu­cación recibida en la infancia. Al niño ha de animársele a progresar de acuerdo con un programa orde­nado y en un nivel de responsabili­dad apropiado a su edad.

Cada año, el pequeño deberá ser capaz de tomar por sí mismo más y más decisiones. Por ejemplo, a los siete años ya es apto, generalmente, para seleccionar sin ayuda la ropa que vestirá ese día. Ya deberá de arreglar su cama y de conservar en orden su habitación.

El padre excesivamente protector permite que su hijo se retrase en su programa normal. A los diez años, al niño le resulta difícil tomar decí­sienes o practicar la autodisciplina. Pocos años después se iniciará tra­bajosamente en la adolescencia, sin estar preparado para la libertad y la responsabilidad que tendrá en tal etapa de su vida.

UN BUEN número de estudios ha confirmado lo valioso del papel de los padres en el desarrollo de la autoestima en los niños. En uno se establecieron tres importantes carac­terísticas que distinguen a los niños con el más alto grado de autoesti­mación: 1) gozan en casa de mayor cariño y comprensión; 2) sus pa­dres les fijan normas de conducta; 3) su hogar se caracteriza por la franqueza y el espíritu democrático.,

Las estrategias descritas son los medios para enseñar al niño a esti­mar su genuina significación, sin te­ner en cuenta la forma de su nariz, el tamaño de sus orejas o su eficien­cia mental. Todo chico tiene dere­cho a llevar alta la cabeza, con segu­ridad y confianza en sí mismo. ¡Es algo que puede lograrse!

CONDENSADO DE 'HIDE OR SEEK, POR EL DOCTOR JAMES DOBSON. (0 1974. 1979 POR FLEMING H. REVELE COMPANY: PUBLICADO POR LIFE PUBLISHERS INTERNATIONAL. MIAMI. FLORIDA. ILUSTRACIÓN: C. S. EWIN

FRANCIA *FELICE* 82-87

 HISTORIA DE LOS PROTESTANTES DE FRANCIA

DESDE EL COMIENZO DE LA REFORMA HASTA LA ACTUALIDAD.

 Por GUILLERME DE FELICE

FRANCIA

.  LONDRES:

1853.

82-87

Hubo algo peor en 1560. El Caedinal reservó a los jefes para después de cenar, como nos cuenta Régnier de la Planche, para ofrecer un pasatiempo a las damas, a quienes percibía cansadas de su larga estancia en esta fortaleza. La reina madre y los cortesanos se asomaron a las ventanas, como si estuvieran a punto de presenciar alguna farsa o un espectáculo de malabarismo. «Y el cardenal les señaló a los sufrientes, con todos los signos de un hombre muy complacido, para así animar aún más al príncipe contra sus súbditos**. La Planohe, Histoire ds France sons Francois II. p. 214.**

EL BARÓN DE CASTLENAU. 83

Muchos de los condenados demostraron una firmeza admirable. Un caballero llamado Villemongis, tras mojar sus manos en la sangre de sus compañeros, las elevó al cielo, clamando: "Señor, esta es la sangre de tus hijos derramada injustamente: tú la vengarás".

 El Barón de Castelnau, quien, tras ser apresado por los españoles en las guerras flamencas, había pasado, como el almirante Coligny, los largos días de su cautiverio leyendo la Biblia, fue interrogado en la prisión de Amboise por los Guisa y el canciller Oliver. Este último le preguntó, burlonamente, ¿qué había hecho de un soldado un teólogo tan erudito.?

 «Cuando fui a verte a mi regreso de Flandes», dijo Castelnau, «te conté cómo había pasado el tiempo. Lo aprobaste entonces, y éramos buenos amigos. ¿Por qué no lo somos ahora? Es que, estando entonces yo deshonrado y en desgracia, hablaste con sinceridad. Hoy, para complacer a un hombre al que desprecias, eres un traidor a tu Dios y a tu conciencia». El cardenal quiso ayudar al canciller, diciendo que era él quien lo había fortalecido en la fe, y se dispuso a exponer una tesis controvertida. Castelnau apeló al duque Francisco de Guisa, quien respondió que no entendía nada al respecto. «¡Ojalá fuera de otra manera!», exclamó el prisionero; «pues te estimo lo suficiente como para pensar que si fueras tan ilustrado como tu hermano, seguirías caminos mejores». Tras ser condenado a muerte por traición: «Debería, entonces», dijo con amargura, «haber dicho que los Guisa eran reyes de Francia». E inclinando la cabeza ante el hacha, apeló de la injusticia humana a la justicia de su Creador.

Estas bárbaras ejecuciones inflamaron el odio de los partidos y abrieron la puerta a la guerra civil. La conspiración de Amboise se popularizó entre los reformadores. Brantôme relata que muchos decían: «Ayer no pertenecíamos a la conspiración, y no habríamos sido parte de ella ni por todo el oro del universo; hoy lo seríamos por la más mínima moneda, y decimos que la empresa fue buena y santa”

 qu sin embargo, los reyes de Francia se esforzaron por cambiar los asuntos de Amboise en beneficio de su ambición. El 17de Marzo marzo, el duque de Guisa se hizo nombrar teniente general del reino. Francisco II prometió cumplir con todo lo que su tío hiciera, ordenara y ejecutara. Esto equivalía a abdicar del trono; o, dicho con más precisión, a sustituir la ficción por la realidad. El cardenal de Lorena incluso se aventuró a reintentar su proyecto predilecto de establecer la Inquisición en Francia, como en España. Ya había obtenido la adhesión del consejo privado y el consentimiento, a regañadientes, de la reina madre. Pero el golpe fue evitado por el canciller Miguel del Hospital, quien logró, en mayo de 1560, la adopción del edicto de Romorantin, por el cual restablecía a los obispos el conocimiento del delito de herejía. Este edicto estaba plagado de las penas más crueles; pero, al menos, la influencia del inquisidor no contaminó el suelo francés.

 XII. Ese mismo año, 1560, tan lleno de violencia y sangre, se presenció un nuevo paso de la Reforma francesa: el establecimiento del culto público. Esto era natural. Cuando pueblos y casi provincias enteras abrazaron la fe de los reformadores, las reuniones secretas se hicieron imposibles. Un pueblo entero no se encierra en bosques y cavernas para invocar a su Dios. ¿De quién, además, debería esconderse? ¿De sí mismo? La idea es absurda.

No solo la necesidad obligó a los reformadores a dar este paso, sino que también se vieron obligados a hacerlo por las calumnias con las que se atacaban sus reuniones secretas. ¿Qué mejor manera tenían de convencer a sus enemigos de falsedad que reunirse a la luz del día y decir: «Venid a ver»? Así, los primitivos cristianos habían salido de las Catacumbas, a pesar de los edictos de los emperadores, tan pronto como se hicieron numerosos. Las mismas causas producen siempre los mismos efectos.

Calvino y otros hombres prudentes, sin desaprobar completamente estas manifestaciones, previeron con mayor claridad los resultados y aconsejaron cautela. Pero el impulso popular fue demasiado fuerte. Nimes, Montpellier, Aigues-Mortes,  , siguieron el ejemplo, y el culto público pronto se extendería aún más y alrededores, a través de, Languedoc, Dauphiny, Provence, Beam, Guienne, Saintonge, Poitou, and Normandy.

 Informados de esta decisión por el conde de Villars, el mariscal de Termes y los demás gobernadores de las provincias, los Guisa respondieron que los predicadores debían ser ahorcados sin juicio, que se debían tomar medidas criminales contra los hugonotes que asistían a las predicaciones, y que «el país debía ser barrido de esta multitud de gentuza, que vivía como los ginebrinos». Estas órdenes no se cumplieron estrictamente, ni podían serlo. Los lorenses no reconocieron la diferencia de los tiempos: lo que era posible contra unos pocos miles de sectarios oscuros y sin crédito, ya no era posible ante millones de prosélitos, entre los que se contaban más de la mitad de las grandes familias del reino.

 En algunos lugares del Delfinado, en Valence, en Montelimart, en Roma, los fieles se apropiaron de las iglesias católicas romanas para su uso; otra imitación de los antiguos cristianos, que habían invadido los templos del paganismo. Esto también era inevitable en los lugares donde la población había cambiado por completo su doctrina. Las piedras del santuario pertenecen a una religión solo mientras se cree en ella; si el pueblo deja de darle crédito, esas piedras vuelven a ser de su propiedad y el pueblo las reconsagra a su nuevo culto.

El duque de Guisa se sintió mucho más decepcionado por la situación en el Delfinado, pues era el gobernador de esa provincia. Las empresas de los herejes eran, a sus ojos, otras tantas afrentas personales, y envió a un tal Maugiron, quien sorprendió las ciudades de Valence y Roma, las entregó al saqueo, ahorcó a los principales habitantes y decapitó a dos ministros, con esta inscripción colgada del cuello: «Estos son los jefes de los rebeldes».

 Estas atrocidades provocaron represalias. Dos caballeros religiosos, Montbrun y Mourans, incursionaron en el Delfinado y Provenza al frente de bandas armadas, saquearon las iglesias, maltrataron a los sacerdotes que habían incitado a la masacre de los reformadores y celebraron su culto con la espada en la mano.

 Tal estado de cosas no podía durar mucho. No era ni paz ni guerra, ni la libertad de (las dos) religiones, ni el dominio absoluto de una sola. Debía encontrarse un remedio, o todo el reino sería entregado a la anarquía total, y por lo tanto, el consejo del rey resolvió convocar la Asamblea de Notables en Fontainebleau.

 Los Guisa consintieron a esta medida con reticencia; pero, alarmados por los peligros de una situación que ya no podían controlar directamente, cedieron a la influencia de los políticos, o del tercer partido, que había comenzado a formarse bajo la dirección del canciller L'Hospitale. El 21 de agosto de 1560 se había fijado para la apertura de la asamblea. El joven rey se sentó en el trono, en el gran salón del palacio de Fontainebleau, rodeado de su esposa, María de Escocia, la reina madre, y sus hermanos. Cardenales, obispos, miembros del consejo privado, caballeros de la orden, maestros de las peticiones, los duques de Guisa y Aumale, el condestable, el almirante, el canciller; todos estaban allí, excepto los príncipes Borbones, quienes, temiendo una trampa, se habían negado a estar presentes. El duque de Guisa informó sobre la administración del ejército, el cardenal de Lorena sobre la de las finanzas. Pero, a pesar de la importancia de estos asuntos, los notables les prestaron poca atención: sentían que el único gran asunto del momento era la cuestión religiosa.

Coligny había prometido a los reformadores dar la señal. De repente, se levantó, se acercó al trono, hizo una reverencia respetuosa y presentó dos peticiones, una al rey y la otra a la reina madre, con esta inscripción: «La súplica de quienes, en diversas provincias, invocan el nombre de Dios según la regla de la piedad». Todos los presentes quedaron asombrados ante tal audacia, pues la pena de muerte siempre pendía sobre los herejes. Pero el rey Francisco II, que no pudo haber dado su lección de antemano, en esta emergencia recibió amablemente las peticiones y las entregó a su secretario para que las leyera. Los fieles atestiguaron que su fe era la del credo de los Apóstoles, que siempre habían actuado como leales súbditos del rey y que habían sido vergonzosamente calumniados bajo la acusación de ser autores de disturbios y sedición. «El Evangelio que profesamos nos enseña justo lo contrario», dijeron, «y ni siquiera dudamos en confesar que nunca hemos comprendido tan bien nuestro deber hacia Su Majestad como lo hemos entendido por medio de la santa doctrina que se nos predica». En conclusión, pidieron permiso para reunirse en público y se sometieron a ser tratados como rebeldes si, a partir de entonces, se les encontraba reuniéndose de noche o ilegalmente. Se observó que estos documentos no estaban firmados. «Es cierto», respondió el Almirante; "Pero permítannos reunirnos, y en un día traeré cincuenta mil firmas solo de la provincia de Normandía." "Y yo", interrumpió el duque de Guisa con tono arrogante, "encontraré cien mil que firmen el reverso con su sangre."

ENTRADA DESTACADA

AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO PARA LOS HIJOS

  miércoles, 21 de abril de 2021 AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO   El conocimiento de la valía personal puede ...