jueves, 25 de diciembre de 2025

EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO *SCOVEL*1-9

 EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO

POR FLORENCE SCOVEL SHINN

MARINA DEL REY, CALIFORNIA

1925

EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO *SCOVEL*1-9

EL JUEGO

Mucha gente considera la vida una batalla, pero no lo es, es un juego.

 Sin embargo, es un juego que no se puede jugar con éxito sin el conocimiento de la ley espiritual, y el Antiguo y el Nuevo Testamento establecen las reglas del juego con maravillosa claridad.

 Jesucristo enseñó que era un gran juego de dar y recibir. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará".

 Esto significa que todo lo que el hombre envíe, ya sea de palabra o de obra, le será devuelto; lo que dé, lo recibirá. Si da odio, recibirá odio; si da amor, recibirá amor; si critica, recibirá críticas; si miente, le mentirán; si engaña, será engañado.

 También se nos enseña que la capacidad de imaginar juega un papel fundamental en el juego de la vida. "Cuida tu corazón (o tu imaginación) con toda diligencia, porque de él mana la vida." (Proverbios 4:23).

 Esto significa que lo que el hombre imagina, tarde o temprano lo exterioriza en sus asuntos.

Conozco a un hombre que temía cierta enfermedad. Era una enfermedad muy rara y difícil de contraer, pero la imaginaba continuamente y leía sobre ella hasta que se manifestó en su cuerpo y murió, víctima de una imaginación distorsionada. Así pues, para jugar con éxito el juego de la vida, debemos entrenar la facultad de imaginar.

Una persona con una facultad de imaginar entrenada para imaginar solo el bien, trae a su vida "todos los deseos justos de su corazón": salud, riqueza, amor, amigos, autoexpresión perfecta, sus ideales más elevados.

La imaginación ha sido llamada "Las tijeras de la mente", y siempre corta, corta, día tras día, las imágenes que uno ve en ella, y tarde o temprano se encuentra con sus propias creaciones en el mundo exterior.

 Para entrenar la imaginación con éxito, uno debe comprender el funcionamiento de su mente. Los griegos decían: "Conócete a ti mismo".

 Hay tres departamentos de la mente: el subconsciente, el consciente y el supraconsciente.

El subconsciente es simplemente poder, sin dirección. Es como el vapor o la electricidad, y hace lo que se le indica; no tiene poder de inducción. Todo lo que uno siente profundamente o imagina con claridad, se imprime en la mente subconsciente y se ejecuta con el más mínimo detalle. Por ejemplo: una mujer que conozco, de niña, siempre fingía ser viuda. Se vestía de negro y usaba un largo velo negro, y la gente pensaba que era muy inteligente y divertida. Creció y se casó con un hombre rofundamente enamorada. Al poco tiempo, él murió y ella vistió de negro y un velo amplio durante muchos años.

La imagen de sí misma como viuda quedó grabada en su subconsciente y, a su debido tiempo, se resolvió, a pesar de los estragos causados.

LA DEUDA CON DIOS * AITCHISDON* 1-4

 LA DEUDA DEL AMOR CON DIOS

JOHN AITCHISON

NO APARECE LUGAR NI AÑO

LA DEUDA CON DIOS * AITCHISDON* 1-4

PRÓLOGO

Este discurso se publica por solicitud para satisfacer una necesidad específica en la actualidad. No solo existe la profunda convicción de que se debe poner énfasis en el punto específico en el que lo hemos enfocado, sino que también existe la demanda de un tratamiento breve, pero a la vez completo, de este tema para su difusión general en nuestras iglesias a un precio simbólico.

El Autor.

LA DEUDA DEL AMOR CON DIOS

Al final del servicio, varios se acercaron para recibir a los oradores de la noche. El escritor resultó ser uno de estos últimos, pues había hablado sobre la "Mayordomía Cristiana". El presidente de la Junta Directiva de una de las principales iglesias del estado dijo: “Cuando llegues a casa, quiero que me escribas y me digas cómo poner en práctica esos principios en esta iglesia. Estás demasiado ocupado aquí para que hablemos de ello esta noche; pero recuerda, quiero saber cómo lograr que nuestra iglesia adopte este plan de donación cristiana, y si lo olvidas, te escribiré al respecto”.

Recordé que había mantenido correspondencia con este hombre, y la forma en que me habló demostró que hablaba en serio. “Una de las señales esperanzadoras de los tiempos”, me he repetido una y otra vez desde aquella noche.

Pero también recuerdo que algunos presentes que escucharon el discurso se opusieron firmemente a la idea de que la ley del diezmo, vigente en los tiempos del Antiguo Testamento, sigue vigente para la iglesia.

No son pocos los que se han acostumbrado a la idea de que “no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia”. Dicen: “El sistema del diezmo ha sido reemplazado por ‘bajo la gracia’ y la iglesia ahora debe dar según el impulso del amor”.

Presentemos la pregunta de inmediato. ¿Hay alguien tan atrevido como para afirmar que la ley de Dios respecto al diezmo, tan claramente declarada, como generalmente se admite, en el Antiguo Testamento, ha sido reemplazada por la gracia del Evangelio, y que en su lugar Dios se ha propuesto que se sustituya el método actual, aleatorio, impredecible, dado a voluntad, sin ley ni amor, de apoyar la causa que más ama el Hijo de Dios?

 ¿Será posible que haya quienes estén dispuestos a argumentar seriamente que, en lugar de la sabia y justa ley de Dios vigente en la dispensación anterior, mediante la cual el Señor podía obtener lo necesario para el sostenimiento de su reino entre los hombres, tenemos el privilegio de sustituir, con el propósito y deseo de nuestro Dios, el actual sistema de finanzas de la iglesia, que es fuente de desánimo y problemas para el pastor, de preocupación y molestia para la junta directiva, de impaciencia, vergüenza y, a menudo, de irritación para los miembros de la iglesia y la congregación en general?

Si los hay, lamentarán que les diga con tanta vehemencia que creo que la iglesia de Cristo se ha apartado tanto de la voluntad de Dios en lo que respecta a nuestras obligaciones financieras que hemos traído un gran reproche a la causa de Cristo.

Hemos permitido que el mundo vea cuán egoístas y egocéntricos podemos llegar a ser, hemos convertido nuestras iglesias en instituciones de mendicidad y hemos permitido que nuestra obra misionera sea vergonzosamente descuidada por no haber cumplido con nuestro deber de llevar los diezmos al almacén.

 Y nos hemos excusado con el pretexto de que no estamos bajo la ley, sino bajo el amor y la gracia. Que el Señor nos perdone por habernos atribuido en exceso la gracia o el amor al administrar nuestro dinero para el apoyo del Evangelio.

EL ORO DEL CRISTIANO *LOVEJOY* 1-7

 EN ESTA ERA DEL “TRATO JUSTO”, NO OLVIDEMOS QUE DIOS TAMBIÉN ESTÁ INTERESADO”.

EL ORO DEL CRISTIANO Y LA RIQUEZA DEL REINO

 UNA LLAMADA A LA DONACIÓN

INTELIGENTE, DELIBERADA Y SISTEMÁTICA

POR LUTHER ELLSWORTH LOVEJOY, D.D

MICHIGAN

NO APARECE AÑO.

EL ORO DEL CRISTIANO *LOVEJOY* 1-7

“Traed todo el diezmo al alfolí para que haya alimento en mi casa, y probadme ahora en esto —dice el Señor de los ejércitos— si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.

 “El primer día de la semana, cada uno de vosotros guarde algo aparte, según haya prosperado, para que no se recojan colectas cuando yo llegue.” 1 Corintios 16:2.

EL ORO DEL CRISTIANO Y LAS RIQUEZAS DEL REINO

 En cuanto a las cosas materiales, hay dos preguntas constantes en la mente de los cristianos sinceros. ¿Qué medios debemos emplear para el sustento adecuado de la iglesia, siempre necesitada? —pregunto—. ¿Cuánto debo dar a la iglesia y a sus obras de beneficencia, y en qué principio debo basar mis contribuciones?

Estas preguntas se encuentran entre las más serias que debemos afrontar, y hasta que ambas sean respondidas, no habrá paz firme ni para la Iglesia ni para los cristianos. Deseo sugerir un método de finanzas eclesiásticas que he practicado personalmente durante años con la mayor satisfacción, y que ha sido probado en muchas iglesias con éxito infalible dondequiera que se le haya dado una prueba justa y completa.

 Este método de donación cristiana que estoy a punto de sugerir bien podría llamarse un "atajo" hacia la prosperidad eclesiástica, pues estoy convencido de que, de universalizarse, revolucionaría nuestras condiciones temporales.

 Todos los atajos son difíciles y requieren sacrificio y esfuerzo heroicos. El mío no es la excepción. Pero es antiguo y tiene autoridad. Es "el Camino Real". El hombre más sabio de la antigüedad lo aprobó: "Honra al Señor  con tus bienes y con las primicias de tus ganancias".

 El último profeta de la dispensación mosaica resonó con su aplicación:

 "Traed todos los diezmos al alfolí". Esta es la clave de todo el problema. Para la parte temporal de nuestro culto, Dios pide que reservemos al menos una décima parte de nuestros ingresos y la dediquemos a su servicio.

Permítanme tranquilizarlos desde el principio diciendo que no es mi propósito imponer esta regla como una obligación a esta iglesia ni a ninguno de sus miembros.

 Que no creo que sea provechoso para nosotros entrar en una controversia prolongada sobre el tema, pero que si algún cristiano está perplejo en cuanto a su deber personal en este asunto, o si algún converso desea ayuda para adaptar las obligaciones de su nueva vida a la conducta práctica, este método se ofrece como uno que ha dado satisfacción universal a quienes lo han probado honestamente.

Me encontraré de inmediato con esta pregunta: "¿No es la ley del diezmo una ley judía, que ya no es vinculante para el pueblo de Dios?" Pero ¿acaso no soy tan bueno como un judío? ¿Debería mi lealtad al reino de Dios ser menor que la suya? ¿Debe un hijo ser menos generoso que un siervo? Pero el principio del diezmo no es solo la ley judía.

Es un principio religioso antiguo y universal.

Cuatrocientos años antes de que Dios hablara a Moisés, Abraham ofrendó diezmos a Melquisedec.

Unos años más tarde, el joven Jacob, huyendo de un hogar donde ya no era bienvenido, con un manto y un bastón como únicas posesiones, se encontró con Dios en el camino, en una visión nocturna, y le prometió:

si me alimentas y me vistes, y me haces volver, de todo lo que me has dado, ciertamente te daré el diezmo.

 «Entonces, cuando Moisés llegó, incorporó este principio a la ley judía, y para siempre fue deber del pueblo elegido pagar a Dios diezmos, la mayoría de las veces pagando dos décimas, y en algunos años tres».

EL DERECHO DE DIOS * MRS. HOSTERMAN* 1-9

 DONACIÓN SISTEMÁTICA.

CONSIDERADO BAJO DOS TÍTULOS,

EL DERECHO DE DIOS COMO SOBERANO, SEÑOR Y CREADOR

 COMPROBADO POR LAS ESCRITURAS.

1.      EL DERECHO DE DIOS COMO SOBERANO, SEÑOR Y CREADOR.

2.       2. LA RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE COMO RECEPTOR DE LAS BENDICIONES DE DIOS

CHARLOTTE  HOSTERMAN

HALIFAX

1888

Con un profundo sentido de la grandeza del tema y una convicción profunda de su importancia vital para el bienestar del mundo en general, y de su componente religioso en particular, el autor presenta este trabajo en forma de un "Ensayo sobre la donación sistemática".

EL DERECHO DE DIOS *  MRS. HOSTERMAN* 1-9

En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, Gén.1.1

 El nombre de Dios, que expresa poder omnipotente. En hebreo significa fuerte y poderoso. El salmista prorrumpe en cánticos de alabanza al contemplar la gloria de las obras de Dios. “Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú no formaste, ¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre, para que lo visites?”, preguntó.

 Las alusiones en el tercer versículo llevan a la idea de que este Salmo fue escrito por David en su juventud, cuando sus vigilias de pastor le brindaban frecuentes y recurrentes oportunidades de observar la gloria y la majestad de Dios, como se muestra en la extraordinaria belleza y brillo del astro. Salmo 8, 3-4: “Alabadle, sol y luna; alabadle, vosotras todas, estrellas y luz”. Salmo 148, 3. Que el sol, fuente de luz y alegría, precioso emblema de la “Luz que ilumina a todo hombre”; que la luna, que gobierna la noche y es tipo de la iglesia que da al mundo la luz recibida del Sol de Justicia; que las estrellas, por tanto, vastas en número y hermosas en su brillo, alaben siempre a Aquel que las creó y las bendijo en el principio. “Los cielos declaran la gloria de Dios; y el firmamento anuncia la obra de sus manos”, Salmo 19, 1. Volviendo al Salmo 8, el dulce Cantor de Israel contempla al hombre, la última y más noble obra de todas: las dignidades y capacidades que le fueron otorgadas, la posición que le fue asignada, a saber, la gloria, el honor y el dominio, tal como era antes de la caída, y tal como volverá a ser cuando sea restaurado por Cristo, a quien, como el único y perfecto hombre, las expresiones de este Salmo son especialmente aplicables.

Tuyos son los cielos; tuyos; tú fundaste el mundo y todo lo que hay en él”. “Tú hiciste el norte y el sur: Tabor y Hermón se regocijarán en tu nombre”. Él creó los cielos, y la tierra, el norte y el sur, las colinas nevadas del Líbano, los desiertos áridos y resecos de África y Arabia, la altura del Hermón al este del Jordán, cerca de donde Jesús fue bautizado, y el Tabor al oeste, donde se transfiguró, son suyos, porque Él los hizo; y sin Él nada de lo que fue hecho fue hecho. Él ha creado todas las cosas con sabiduría y las llenará de su amor.

 La prerrogativa soberana y creadora de Dios queda plenamente demostrada por los versículos ya citados y tratados, y las referencias marginales* merecen una lectura atenta y una comparación entre sí, pues todas sustentan la misma enseñanza y señalan a Dios como el gran "Yo soy" tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y están llenas de expresiones de la gloriosa majestad del Dios Trino. De entre muchas otras, cerraré este capítulo con algunas observaciones sobre los siguientes versículos: "Regocíjese Israel en su Hacedor, y los hijos de Sión se regocijen en su Rey". Este Salmo, lleno de gozo y júbilo, no tiene otro título en hebreo que... “Aleluya”, toda alabanza y todo gozo, esperando con ansias el momento en que Cristo venga y entre en Jerusalén, manso y humilde, pero reconocido por Pilato en la hora de su más profunda humillación como “Rey de los judíos”, y más allá del sufrimiento y la muerte, hasta ese momento en que el Señor Jesús reinará en majestad sobre el mundo radiante, y sus santos lo alabarán con un solo corazón y una sola voz, como el Creador de todo y el Rey visible y reconocido de todo. Dirán: “Aleluya al Señor Dios omnipotente que reina”.

Alaben al Señor! Es bueno elevar sus corazones y voces en Su alabanza; Su naturaleza y Sus obras nos invitan a hacer de este deber nuestro deleite. Él formó las estrellas, esas llamas celestiales, Él cuenta su número, llama sus nombres, Su sabiduría es vasta y no conoce límites, Un abismo donde se ahogan todos nuestros pensamientos. ° Canta al Señor, exáltalo, Quien extiende Sus nubes por el cielo, Allí prepara la lluvia fructífera, No deja que las gotas desciendan en vano, Él hace que la hierba adorne las colinas, Y viste los campos sonrientes de maíz, A las bestias con alimento sus manos provee, ' Y a los cuervos jóvenes cuando mueren,

- John 1: 1,2. Heb. 1: 10, Psalm 102: 25. ‘Isaiah 44: 24. Jer, 10; 12, Qo); 2; 16,17. Heb, 11:3, Zech. 12; 1, Psalm 149: 2.

 

EL PODER DEL DINERO -1-5

  EL PODER CREATIVO DEL DINERO.

NO APARECE AUTOR, AÑO Y PAÍS.

EL PODER DEL DINERO -1-5

Los reflectores de la guerra han revelado muchos misterios, iluminando mucho de lo que era oscuro en el pasado, buscando posibilidades insospechadas, peligros, guiando y dirigiendo el futuro. Quizás la luz ha revelado, como nunca antes, el poder casi insospechado y las extraordinarias posibilidades del dinero. Hace cuatro años, los presupuestos y gastos actuales habrían superado la imaginación; no nos dimos cuenta de que la riqueza existía, ya fuera en forma de crédito o moneda; habríamos negado la posibilidad de usarla, de ponerla en circulación.

¡El dinero de la guerra! Ahora toma la forma de la bala de plata, un arma ofensiva y defensiva; ahora aparece como el medio de la misericordia, la sanación, la salvación, la restauración; ahora es el "gran chelín", un signo y símbolo de la especulación. Sin embargo, en cualquier forma, ha demostrado su poder de destrucción o construcción, para uno mismo o para los demás.

 No es de extrañar, entonces, que en la antigüedad los hombres reconocieran el dinero como de origen sobrenatural.

 No se trata de metal inerte, argumentaban, sino de algo con vida y fuerza propia, capaz de crear, capaz de destruir; así que acuñaron su dinero en un templo y lo bautizaron con el nombre de una diosa.

Podemos imaginar a la diosa en su trono, con el flujo de metal rompiéndose en una lluvia de monedas a sus pies, mientras miraba con ojos ansiosos y preocupados a la multitud de fieles, pues su templo nunca podría haber carecido de devotos. ¿Fue para bien o para mal que la corriente de riqueza fluyó, para la felicidad o la tristeza, la crueldad o la bondad, la codicia o el amor, la división o la unidad?  Y aun así, la maravillosa corriente continuó fluyendo, como siempre fluye por las arterias del mundo, para la salud o el veneno, con un movimiento veloz que se representa en palabras como circulación, moneda corriente, el dinero.

La Nueva Guerra nos ha enseñado que el acaparamiento es antisocial, aunque pocos tienen el poder de detener la corriente y acumular; pasa, como es, demasiado rápido de nuestras manos.

 Sin embargo, el acaparamiento no se limita a esconder reservas de mermelada y harina guardadas en un ático alto, ni a piezas de oro enterradas en el jardín.

Todo poder otorgado para el uso del mundo y desviado al interés propio o a objetivos individualistas es poder acumulado

 La servilleta en la que se esconde el talento puede ser el envoltorio del lujo moderno, y el entierro bien puede estar en la tierra profunda del yo.

 Dios comparte con nosotros todos los grandes poderes que determinan la experiencia humana, y quiere que los compartamos a su vez. Recibimos nuestra porción como un padre le da una asignación a su hijo, no solo para hacer con ella lo que queramos, sino para permitirnos asumir nuestra parte de una responsabilidad común.

Ya sea intelecto o posición, dinero o la vida misma, es nuestro para gastar o ahorrar, desperdiciar o acumular, usar.

 Para nuestro propio beneficio como especuladores, o para el bien común. Por supuesto, los dones son divinos; por supuesto, deben usarse divinamente, con una participación tan generosa como la que Dios mismo muestra en la Naturaleza, o, en una ilustración más humilde, al compartir en las trincheras, amigos y prisioneros por igual. La Guerra de los Cuatro Años, hace cuatro, en un momento crítico de gran peligro y gran temor, una nación llamó al mundo: //Inglaterra//y el mundo respondió.

Desde los ideales de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, hombres de todos los credos, de diferente color, de circunstancias muy diversas, acudieron apresuradamente al rescate de la libertad, del honor, de la civilización. Las razas, aún incivilizadas, eran una con nosotros en ideales que solo podían leer como en un espejo oscuro.

Vida, dinero, tesoros, se ofrecieron a nuestro servicio, y, bajo el mando de Dios, amaneció la victoria. El llamado de Ahora el mundo llama de nuevo a Inglaterra. La súplica de personas civilizadas e incivilizadas por nuestra ayuda, aunque Todavía tienen una vaga percepción del mundo. "¿Van a acaparar su comercio", gritan, "explotándonos a nosotros y a nuestros productos para su propio beneficio? ¿Van a acaparar su educación, contentos con desprecio de que permanezcamos en la ignorancia? ¿Van a acaparar su curación, apáticos ante nuestros sufrimientos, pero clamorosos por sus propios dolores de dedo?". Hubo una vez, cuando las exigencias del mundo se presentaban ante los ingleses, usaban frases simplistas como "La caridad empieza por casa". Pero el mundo exterior tenía una filosofía de vida más refinada, por la que hoy podemos agradecer a Dios, pues sin ella no habríamos alcanzado la victoria.

SAN AGUSTIN -LOS FRANCESES EVANGELICOS EN FLORIDA *MUSICK* 57-63

 SAN AGUSTIN

LOS FRANCESES EVANGELICOS EN FLORIDA

BY JOHN R. MUSICK

NEW YORK LONDON AND TORONTO

1895

SAN AGUSTIN -LOS FRANCESES EVANGELICOS EN FLORIDA

*MUSICK* 57-63

 En consecuencia, fueron enviados río arriba en compañía de Saturiova mientras Laudonniére esperaba su regreso en su tienda. Demostró un ingenio más miliciano que sus predecesores y pronto consideró a los indios poco fiables y traicioneros. Al cabo de siete días, Ottigny y D'Erlac regresaron. "¿Qué han descubierto?", preguntó Laudonniére. "Un jefe de doscientos cincuenta años", respondió D'Erlac. Laudonniére, con expresión de incredulidad, preguntó: "¿No han descubierto nada más?" "Un hermoso país, vasto en extensión, con famosos ríos y lagos y cubierto por el bosque más denso que jamás haya visto." "¿Han encontrado alguna ciudad?" "No, solo descubrimos aldeas; pero oímos hablar de grandes ciudades más al interior." "¿Han encontrado alguna mina de oro o plata?" Laudonnière pronto se contagió de la fiebre del oro, una enfermedad que había incitado a los españoles a cometer tales actos de crueldad. D'Erlac respondió: "No hemos encontrado minas; pero Saturiova nos asegura que hay minas ricas en oro y plata". "¿Dónde?" "No en su país, sino en la lejana tierra gobernada por un tal Timagoa, su enemigo, y BUSCANDO HOGARES Y PAZ. 65 si le ayudas a someter a este enemigo, te dará todo el oro y la plata de ese país". Laudonnière, que una vez llegó tarde a Saturiova, y ese astuto salvaje se apresuró a ir a la tienda del comandante francés. Saturiova era un astuto político si no un gran general. Su plan había sido, desde el principio, asegurar a estos poderosos aliados con sus armas invencibles para que lo ayudaran a derrotar a su enemigo, Timagoa. Entró ante Laudonniere con muchas manifestaciones de amor y amistad. "¿Puede decirme dónde voy a encontrar las minas de oro y plata?", preguntó el francés. "Es producto de una tierra lejana gobernada por Timagoa", respondió el astuto jefe. "Timagoa es un hombre muy malo, y si los franceses con sus cañones de trueno me acompañan a someterlo, les daré todo el oro y la plata a los hombres blancos. Solo quiero vengarme de Timagoa."

La principal arma corta de los franceses en aquella época era lo que se llamaba el arcabuz, una mejora del antiguo arcabuz: el primer mosquete. El arcabuz de rueda ya se había inventado, pero aún no se había generalizado. El arcabuz de rueda era un arma con un cazoleta donde se encontraba la pólvora de cebado, que se conectaba con la pólvora del cañón mediante un orificio. Esta cazoleta se abría mediante un resorte. Se disparaba con una mecha, que solía llevarse en la mano, encendida por ambos extremos. Una sola mecha ardía durante horas. Para disparar el arma, se soplaba la mecha de forma que se eliminaran las cenizas, luego se abría la cazoleta y se aplicaba la mecha al cebado. El arma era pesada y difícil de manejar, por lo que, al igual que el arcabuz, se disparaba desde un soporte o soporte, un camino debajo. Estas armas, por toscas que parezcan en estos tiempos modernos, eran formidables para los indígenas. Laudonniére prometió su apoyo al jefe; pero, tras considerarlo detenidamente, concluyó que no podía permitirse sumergir a su joven colonia en una guerra civil y decidió descubrir las minas sin la ayuda de la astuta Saturiova. Consultó con D'Erlac y le preguntó qué opinaba del plan. Es lo mejor, señor. Deberíamos evitar una guerra con cualquiera de estas personas. He oído que Timagoa es un jefe muy poderoso y está dispuesto a ser amistoso con nosotros. "No hemos tenido ningún problema con él, y puede que nos dé las minas sin luchar por ellas." Esa noche, Laudonniere se marchó sin agradecerle a Saturiova su confianza y navegó río arriba, donde se encontró con el jefe de la provincia, su esposa y sus cuatro hijas, quienes lo atendieron hospitalariamente.

 Entre los regalos, el comandante francés recibió una pequeña bola de plata, BUSCANDO HOGAR Y PAZ. 6?, lo que le confirmó en la creencia de que se encontraba cerca de ricas minas. Reuniendo a sus hombres cerca de la desembocadura del río May, dijo:

Hemos llegado a un hermoso país rodeado de salvajes amistosos y cerca de minas ricas en plata y oro. La tierra es fértil, produce sus frutos sin necesidad de trabajo, y la considero un lugar propicio para la fundación de nuestra colonia. Todos consintieron, y al día siguiente se ordenó al escuadrón dirigirse a la desembocadura del río May*, y comenzaron la construcción del fuerte que se bañaría en sangre inocente: Fort Carolinia. Saturiova, el jefe, se acercó a ellos y quedó tan complacido que envió indígenas para ayudar en la construcción del fuerte. Los indígenas también les trajeron oro, plata y perlas, que Laudonnière ordenó que se depositaran en el fondo común. Tan pronto como se construyó Fort Carolinia, Laudonnière envió uno de sus barcos a Francia en busca de reclutas y suministros.

Ahora parece que los franceses se habían apoderado del Nuevo Mundo en serio. Día a día, los ecos del hacha del leñador y el estruendo de los árboles al caer anunciaban que la mano del trabajo había comenzado a hacer florecer el desierto. Se erigieron casas más allá del fuerte y se proyectó una futura ciudad. * Ahora San Juan. *68 SAN AGUSTÍN. Ottigny fue infatigable en su búsqueda de oro y plata. A su regreso de una expedición, uno de sus soldados trajo consigo varias libras de plata. Al verlas, Laudonnière le preguntó al soldado

UN GUERRERO DEL MAÑANA *DAWSON* 70-75

 UN GUERRERO DEL MAÑANA

 POR WILLIAM J. DAWSON

NUEVA YOR -TORONTO

1908

UN GUERRERO DEL MAÑANA *DAWSON* 70-75

No", dijo West lentamente, "Supongo que no. Nada sagrado se valora mucho hoy en día, excepto el marco." "Así es", dijo Hume alegremente. "El marco es lo principal en cuadros como ese. Aunque a veces he pensado que esa cabeza era una pieza de color bastante decente." "Sí", pensó West con amargura. "A eso nos ha llegado a todos. El marco y el color, eso es todo lo que valoramos en el cristianismo. A Cristo ya no lo vemos." Pero no expresó su pensamiento: sabía que sería ininteligible para Payson Hume. Salió apresuradamente de la casa, con más remordimiento que nunca en su vida anterior. La sorpresa de este extraño sabbat aún no era completa.

West predicó de nuevo por la noche, con aún más humillación que la que había sentido por la mañana. Vio la expresión de afligida sorpresa en el rostro de su esposa y percibió una fría mirada inquisitiva y escrutadora en muchos otros rostros. En cuanto concluyó el servicio, se dispuso a salir de la iglesia, pero parecía que había más gente de la habitual esperando para hablar con él.

 Los fue despidiendo uno a uno, hasta que solo quedó uno. Parecía un trabajador de origen extranjero. Vestía ropas muy desgastadas, pero se comportaba con serena hombría y dignidad. Al avanzar hacia el círculo de luz que brillaba desde el púlpito, West notó que tenía el ceño alto y pálido, los ojos oscuros e inquisitivos, y el rostro de un pensador más que de un artesano.

 "Quería hacerle algunas preguntas", dijo, si me lo permite, señor.

 "¿Qué tipo de preguntas?", preguntó West.

 Imaginó que el hombre necesitaba dinero, probablemente, y metió la mano en el bolsillo buscando una moneda.

"No, no quiero dinero", dijo el hombre. "Lo que quiero es conocimiento." "¿Sobre qué tema?", dijo West con impaciencia. "Sobre usted, sobre este edificio, sobre lo que sucede en él", dijo el hombre con serena dignidad. "Bueno, continúe", dijo West. "Pero, por favor, recuerde que estoy cansado." "Yo también estoy cansado", respondió. "Hay pocas personas en el mundo más cansadas que yo." West miró al hombre con renovado interés. Ciertamente parecía cansado. "Si puedo hacer algo por usted", comenzó. El hombre negó con la cabeza. —No, no pido nada para mí, nada que tú estés dispuesto a dar o que yo esté dispuesto a recibir ahora mismo —dijo.

"Por eso quería verte", continuó, "para hacerte algunas preguntas. He recorrido un largo camino hoy y he visitado muchas iglesias. Por último, vine a la tuya. Quiero saber para qué sirve una iglesia.

" "Pues para promover el bien espiritual de la gente", dijo West con impaciencia. Ahora empezaba a estar seguro de que el hombre era un excéntrico, uno de esos monomaníacos persistentes que entran y salen de las iglesias para atormentar al ministro con acertijos teológicos. "¿Y crees que hace esto?", dijo el hombre. No te impacientes conmigo, sé que quieres que me vaya. Pero tengo una razón para preguntarte. He visitado muchas iglesias hoy, como te dije, por último, vine a la tuya. Todas llevan el nombre de Cristo: pensé que podría encontrar a Cristo en ellas. ¿Sabes lo que encontré?"

"No", dijo West secamente. "Pero la mayoría de la gente encuentra lo que busca. "No es buena idea. Sí, eso es cierto, a veces maravillosamente cierto. Para el corazón piadoso, supongo que todos los lugares son templos. Pero no me refiero a eso." "Bueno, ¿entonces qué?", ​​dijo West. Busqué a Cristo, o a alguien como Él, en las moradas que llevan Su nombre. Era pobre, sencillo, juguetón, humilde, muy cariñoso. Así es, ¿no? Todos los pobres lo amaban, porque sabían que Él los amaba. Pero esto es lo que encontré en estas moradas que llevan Su nombre: a nadie como Él.

Vi gente orgullosa en las bancas, orgullosa de su vestimenta y lugar, y a un hombre orgulloso en el púlpito, orgulloso de su conocimiento; y el predicador hablaba un lenguaje especial que no era para los pobres y humildes. Escuché música fina y a la gente cantar, pero había una expresión en sus rostros que me mostraba que no sabían lo que cantaban. Una mujer dijo: «Fue despreciado y rechazado por los hombres», pero no había lágrimas en su voz, y cuando terminó, sonrió levemente y miró a su alrededor en busca de aprobación. Escuché a toda una congregación cantar: «Todos aclaman el poder del nombre de Jesús», pero cantaban con asombro, solo con los labios. Nadie me habló, algunos me miraron con frialdad, otros con desprecio. «Solo soy un trabajador». No me importó eso por mí, pero me dieron pena, porque vi que no tenían compasión. Y así, todo el día, este pensamiento me ha rondado. Me preocupaba; ¿para qué sirven realmente estas iglesias? ¿Por qué existen? ¿Qué tiene que ver Cristo con ellas? "Las iglesias tienen defectos, pero hacen lo mejor que pueden", dijo West. "Pero ¿hacen lo que deberían hacer? ¿Lo que Cristo quería que hicieran?

Si Jesús viniera como yo he venido esta noche, tan solo un pobre trabajador, como lo era, ¿lo recibirían estas moradas que llevan su nombre?" La pregunta fue formulada en voz muy baja, pero pareció estremecer el aire.

La iglesia estaba ahora vacía, solo unas pocas luces encendidas, y el gran edificio estaba lleno de sombras.

ENTRADA DESTACADA

EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO *SCOVEL*1-9

  EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO POR FLORENCE SCOVEL SHINN MARINA DEL REY, CALIFORNIA 1925 EL JUEGO DE LA VIDA Y CÓMO JUGARLO *S...