4 PUERTAS
CHIRIVISCOS POETICOS
EFRAIN DE LOS RIOS
GUATEMALA 1969
Escritor y Periodista, nacido en la ciudad de Huehuetenango
EPISTOLARIO POLITICOCHIRIVISCOS POETICOS
EFRAIN DE LOS RIOS
GUATEMALA 1969
Escritor y Periodista, nacido en la ciudad de Huehuetenango
"Ni este 25 de junio, ni el otro ... ni el otro". Carta, sin sobre, para el expresidente Arbenz ...
Ciudad de Guatemala, julio de 1954.
A coronel Jacobo Arbenz Guzmán, exresidente de la República.
Su refugio.
Nunca olvidado coronel Arbenz:
Siento la urgente necesidad de escribir a usted una carta similar a la que dirigí al general Ubico, de la ciudad
de
México en el año 1945. En aquella carta dije al general que creí
necesario decirle; lo que ya le había dicho personalmente y él ha de
haberme oído. En esta carta que estoy escribiendo a usted, voy a
decirle, en circunstancias bastante difíciles, lo que usted no hubiera
querido oir, si me propongo decírselo cuando era el orgulloso presidente de Guatemala.
"Cuando los dioses quieren perder a un hombre, lo enloquecen con el poder", decían los griegos. Y yo creo, coronel Arbenz, que usted enloqueció en la altura.
Usted no pudo resistir la embriaguez que producen las alturas. Y con
esa euforia que el poder produce, cometió una larga seriede insensateces
que por hoy no me propongo puntualizarle, sino que irán pasando poco a
poco ante sus ojos, en la cinta del recuerdo. Porque usted,ya sea en
el silencio del encierro o del destierro, recordará estoy seguro. Y
recordar, en ciertas ocasiones, es como volver a vivir lo que se ha
vivido...
Mi carta no tiene ningún rencor para usted, ese rencor que sería muy natural y muy humano en el hombre que ve la ruina de su patria. Mi carta no tiene más queverdad y sinceridad; y no tiene más objeto que recoger un breve reflejo de la opinión pública, aquella misma que coincide con mi manera de sentir y de pensar, y que usted tan olímpicamente despreció cuando era presidente de Guatemala.
No voy a recordar a usted nada de lo que debe recordar muy bien, ni voy a reprochar a usted ninguno de los desaciertos que cometió y que ojalá hubieran producido idetrimento únicamente en su persona. Sólo le señalaré muy a la ligera, los errores más de bulto que cometió y que fueron fueron la ruina del país.
Recordará bien que usted llegó a la presidencia de la República, como producto de un legítimo fraude electoral. El primer día de elecciones, creo que el viernes 10 de noviembre de 1950, hubo en la ciudadanía efervescencia por concurrir a las mesas electorales, pero el segundo y tercer días, todo entusiasmo decayó. ¿Por qué? Porque los partidos políticos que lo apoyaban inflaron de tal manera las cifras, se echaron tanto capote, como se dice o la jerga billarística, que los que venían atrás ya no se, preocuparon por alcanzarlos, ni ellos corrieron más por que sabían que no había quién los alcanzara. Yo mismo tuve oportunidad de hablar con muchos de sus partidarios, quienes se jactaban en un alarde de suma inconsciencia, comosi hubiesen realizado una hazaña heroica, de haber votado once y doce veces por el mismo candidato —usted— en distintas mesas electorales. La verdad de esta gran mentíra -¿no produce desaliento indefectiblemente en cualquier ciudadano honrado?
Mi carta no tiene ningún rencor para usted, ese rencor que sería muy natural y muy humano en el hombre que ve la ruina de su patria. Mi carta no tiene más queverdad y sinceridad; y no tiene más objeto que recoger un breve reflejo de la opinión pública, aquella misma que coincide con mi manera de sentir y de pensar, y que usted tan olímpicamente despreció cuando era presidente de Guatemala.
No voy a recordar a usted nada de lo que debe recordar muy bien, ni voy a reprochar a usted ninguno de los desaciertos que cometió y que ojalá hubieran producido idetrimento únicamente en su persona. Sólo le señalaré muy a la ligera, los errores más de bulto que cometió y que fueron fueron la ruina del país.
Recordará bien que usted llegó a la presidencia de la República, como producto de un legítimo fraude electoral. El primer día de elecciones, creo que el viernes 10 de noviembre de 1950, hubo en la ciudadanía efervescencia por concurrir a las mesas electorales, pero el segundo y tercer días, todo entusiasmo decayó. ¿Por qué? Porque los partidos políticos que lo apoyaban inflaron de tal manera las cifras, se echaron tanto capote, como se dice o la jerga billarística, que los que venían atrás ya no se, preocuparon por alcanzarlos, ni ellos corrieron más por que sabían que no había quién los alcanzara. Yo mismo tuve oportunidad de hablar con muchos de sus partidarios, quienes se jactaban en un alarde de suma inconsciencia, comosi hubiesen realizado una hazaña heroica, de haber votado once y doce veces por el mismo candidato —usted— en distintas mesas electorales. La verdad de esta gran mentíra -¿no produce desaliento indefectiblemente en cualquier ciudadano honrado?
Hago a usted este breve recuerdo para demostrarle que su gobierno, asentado sobre bases falsas, no fue producto de la opinión unánime de su pueblo ;
de ahí que, por temor a la repulsa, jamás se haya atrevido a mostrarse
en público ni menos atender a los que le pedían audiencia. Su sistema de gobierno, llamado democrático a puerta cerrada,
fue peor que el despotismo atribuido al general Ubico ... Y a
propósito, antes de seguir escribiendo, quiero declararle, con absoluta
lealtad —lealtad con la que el hombre se debe conducir ante la virtud o
el pecado—, que si bien es cierto que fui enemigo del general Ubico durante los últimos siete años de su gobierno,
frente al panorama de la historia, tengo que absolver, como lo he
absuelto ya, a aquel gobernante, en vista de los daños causados a los
guatemaltecos durante los últimos dos meses, los cuales han superado a
los que aquel gobernante pudo ocasionar en catorce años de ejercicio
gubernamental.
La persuasión acerca de estos hechos me ha dejado anonadado. Ningún director de Policía, desde la independencia hasta nuestros días, cometió tantos crímenes como el suyo. ¿En dónde encontró usted este raro espécimen de criminalidad? Y lo peor del caso es que la responsabilidad de su amigo Rogelio Cruz Wer, debe compartirla usted, pues, que toleraba la comisión de aquellos atropellos.
Ningún gobernante dividió tanto a la familia guatemalteca como usted... i Qué hermoso hubiera sido que usted, sin plegarse a doctrinas exóticas, se hubiera propuesto hacer un gobierno nacionalista buscando una armoniosa relación entre todos los ciudadanos ! Nuestra patria es tan chiquita, que tan sólo con un poco de buena voluntad y sana intención de los gobernantes, se puede trabajar y vivir con tranquilidad en ella convirtiéndola en un risueño jardín. Nuestro territorio tiene de todo, para producir lo que consumimos. Con cierta habilidad, nuestras relaciones de importación y exportación hubieran aumentado de volumen y no hubiéramos sufrido ningún deplorable entorpecimiento. Los Estados Unidos de América del Norte han sido los que han suministrado a estos pequeños pueblo de Latinoamérica todo lo que necesitan para sus industria y paras su consumo. Son también los que les compran las materias primas que ellos necesitan. Entonces, ¿para qué ofendederlos como fueron ofendidos a sabiendas de que, tarde temprano, tomarían una represalia? La valentía (?) con que se produjo en las conferencias de Caracas el embajador Toriello, defendiendo a capa y espada, como un buen torero, la postura de Guatemala, fue una puntilla asestada directamente a usted en aquella famosa plaza de toros ¿No hubo quién le señalara esto? Ahora, muchos se preuntan si Toriello fue leal a su gobierno, o ya estaba de acuerdo con lo que ustedes llamaban imperialismo. La sonrisa de Foster Dulles, en aquella conferencia en la que se insultó y se desafió de lo lindo a su país, pasará a la historia. . .
De aquel tiempo para acá, todo está muy fresco, como para que pretenda hacer evocaciones. La huelga bantti(~i!, de Honduras, problema recién terminado, a mi juicio, contrtribuyó en mucho a la invasión del ejército libertador. ¿Cuántos hombres atravesaron la frontera? Un puñado de valientes nada más, como los descamisados de Pizarro. Y estos pocos hombres, decididos y valientes, apoyados por dos viejos avioncillos de guerra, fueron suficientes para desconcertar a las filas del ejército guatemalteco ... ! Ah, pero me olvidaba que una de las consignas fundamentales del mismo comunismo, es la sistemática destrucción de los ejércitos! Y usted, coronel Arbenz, agente de Moscú, comisionado en América como presidente de una república. cumplió fielmente aquella consigna. Pero no tuvo eltino de calcular las consecuencias. Tomó muy a pecho su cometido y se encegueció. Ahora la historia, al hacerle justicia será inflexible y le condenará irremisiblemente por traidor a la patria. Y, ¿qué dirán del desastre sus correligionarios?
Ningún gobernante, a menos que yo sepa, se retiró del mando de una manera tan cobarde como usted. Recuerde de que le apellidaban "El Soldado del Pueblo", sin por su cooperación en el movimiento armado de 1944; pero ahora se cree que aquella cooperación suya fue como la de aquel espectador que en la piscina de un baño público, fue arrojado al agua y de casualidad sirvió de tabla salvadora a una niña que se estaba ahogando. Y cuando preguntaban por el héroe para premiarlo, él buscaba al que lo había empujado...
Y aquí, frente a mi mesa, todavía estoy viendo los costales de arena que se hicieron subir a las terrazas del palacio y de la casa presidencial para protección contra las balas enemigas. Todavía estoy oyendo las frases de usted trasmitidas por la radio nacional: "¡Ni un paso atrás... !" "¡ Ni hoy, ni mañana, ni nunca!" (se refería al almuerzo del coronel Castillo Armas prometido para el 25 de junio); "Palmo a palmo defenderemos como un solo hombre, el territorio nacional, hollado por el architraidor Castillo Armas"; "Si la guerra quieren, la guerra tendrán" ... Y esas promesas hechas al pueblo, contribuyeron a hacer más aparatoso su derrumbe. Porque usted se derrumbó, lo derrumbaron, "lo rempujaron", coronel Arbenz, como a un maniqui inservible. Sus obreros y sus campesinos, únicos a quienes usted reconocía como el pueblo de Guatemala, lo dejaron solo a la hora de las tempestades. ¿Ya ve lo que es buscar apoyo en las masas populares? En la hora de ¡hora, ni para remedio —como dicen las viejas— se encuentra un solo arbencista en Guatemala...
Yo no niego que la intención de usted ha de haber sido buscar el bienestar de las clases trabajadoras; pero debió de buscarlo por otros caminos que no fueran los del menosprecio a las otras clases y el de la intransigencia loctrinaria. Su dogmatismo en materia política fue su perdición y, lo peor, que los pocos valores que forman la conciencia de un pueblo, fueron pisoteados por usted y sus partidarios.
Los últimos gobernantes que hemos tenido no tenían hijos. Usted los tiene y ni siquiera pensó en ellos cuando cometía o toleraba crímenes. ¿No recuerda la sentencia de Moisés?: "La iniquidad de los padres se castigará en los hijos, hasta la cuarta o quinta generación." Horrible ¿verdad? Sin embargo, creo que usted ha prestado un servicio a la patria. Su caso ha de servir de ejemplo.Como es natural, usted y sus partidarios alimentarán la risueña esperanza de que el régimen que ahora empieza a estrtucturarse, se derrumbe de repente. Esto es posible, pero paarán muchos años, quizás un centenar o más ... Los blos que pretenden dominar al mundo y logran ha —como nos lo señala la historia—, tardan más o ni quinientos años, y nosotros, en América, todavía somos masiado jóvenes como para entregarnos a una dominación ultramarina.
Usted debe reconocer que los principios en que se inspiro la Revolución de Octubre del 44 —sanos principios para la época en que nacieron—, fueron pisoteados groseramente y que el desvío operado en aquella trayec luminosa, fue provocado y aprovechado por elementos izquierdistas que lograron infiltrarse en sus filas, por tolerancia punible del primer mandatario de la revolución. usted hubiera sido patriota, no hubiera pretendido entregar su patria a la dominación extraña. Su apellido, como el de los otros dos más sanguinarios de sus colaboradores suena a teutón. Y quizá por un cruel atavismo, por una sangrienta burla racial, se reflejó en ambos a la hora de poder.
En un libro que ya no anda por ahí —y que por cierto fue sensacional en los primeros años de la revolució describí someramente los crímenes cometidos por el ubiquismo. Y usted me ha dado; no la ocasión de rectificar sino la oportunidad de establecer un paralelo. Usted y sus colaboradores, en catorce días de arbencismo —llamaré a su sistema de gobierno—, cometieron crímenes mucho más horrendos que el ubiquismo en catorce años de duración. Esta confesión es dura, pero es efectiva. No podemos sustraernos a una evidencia palpitante. El silencio o la tolerancia, serían complicidad. El general Ubico mandaba matar, no lo niego, pero por hechos legítimamente comprobados y con la sana intención de ejemplarizar. Perseguía a sus enemigos políticos, los encarcelaba y a los pocos años los soltaba.
Además, Ubico y sus colaboradores eran responsables de sus actos. Jamás ordenaron secuestros.
Y las familias no fueron inútilmente castigadas con el horrible tormento de la incertidumbre. El prisionero, cuando así convenía a las intenciones del dictador, era encontrado en los cuarteles o en la penitenciaría ; pero nunca desaparecido definitivamente, ni menos desnudo y flagelado más allá de las fronteras. . .
Pero matar, como lo hizo su amigo el coronel Rogelio Cruz Wer,y sus secuaces por el solo hecho de pensar opuestamente al comunismo, eso jamás... Se lo dice en esta hora suprema, de una amargura singular, un enemigo del general Ubico, que no tiene interés en defender la memoria de aquel hombre, ni menos ofenderla estableciendo una repugnante comparación.
Yo no fui enemigo suyo ni opositor de relieve a su política de gobierno. Durante la campaña electoral de 1950, fui redactor y marginalista del diario "E¡ Pueblo", vocero del partido del mismo nombre que propiciaba la candidatura del licenciado Jorge García Granados para presidente de la República. Como literato y hombre libre, debía escoger al candidato que me pareciera mejor. Y nadie, si es honrado, me negará que García Granados, entre los seis o siete candidatos que se lanzaron al palenque electoral, era el más capaz. Y este excandidato y el general Ydígoras Fuentes, deben de tener en su conciencia la convicción de que los votos que obtuvieron en las urnas electorales, fueron hermosamente legítimos, espontáneos, sinceros, cabales, redondos ... En cambio usted, coronel Arbenz, debe haber tenido siempre la molesta convicción de que los diez o doce votos que individualmente emitió cada uno de sus inconsecuentes y perversos turiferarios, tras de conculcar los más bellos principios de la democracia, sirvieron para elevarlo y colocarlo sobre una base falsa. Pero de eso no tuvo usted la culpa, sino su juventud y su inexperiencia. Si usted hubiera conocido, aunque superficialmente, la psicología del pueblo guatemalteco, no hubiera cometido tanto error; ni se hubiera visto obligado a huir del poder, como lo hizo. Hubo patriotas desinteresados que a tiempo le señalaron esos errores, para que los enmendara—porque podía hacerlo— y nunca quiso oírles ni atenderleles. Si usted tuvo la intención de evitar el mal y no pudo, era impotente; si no quiso, era perverso. Y es dolorono pasar a la historia con estos calificativos.
La persuasión acerca de estos hechos me ha dejado anonadado. Ningún director de Policía, desde la independencia hasta nuestros días, cometió tantos crímenes como el suyo. ¿En dónde encontró usted este raro espécimen de criminalidad? Y lo peor del caso es que la responsabilidad de su amigo Rogelio Cruz Wer, debe compartirla usted, pues, que toleraba la comisión de aquellos atropellos.
Ningún gobernante dividió tanto a la familia guatemalteca como usted... i Qué hermoso hubiera sido que usted, sin plegarse a doctrinas exóticas, se hubiera propuesto hacer un gobierno nacionalista buscando una armoniosa relación entre todos los ciudadanos ! Nuestra patria es tan chiquita, que tan sólo con un poco de buena voluntad y sana intención de los gobernantes, se puede trabajar y vivir con tranquilidad en ella convirtiéndola en un risueño jardín. Nuestro territorio tiene de todo, para producir lo que consumimos. Con cierta habilidad, nuestras relaciones de importación y exportación hubieran aumentado de volumen y no hubiéramos sufrido ningún deplorable entorpecimiento. Los Estados Unidos de América del Norte han sido los que han suministrado a estos pequeños pueblo de Latinoamérica todo lo que necesitan para sus industria y paras su consumo. Son también los que les compran las materias primas que ellos necesitan. Entonces, ¿para qué ofendederlos como fueron ofendidos a sabiendas de que, tarde temprano, tomarían una represalia? La valentía (?) con que se produjo en las conferencias de Caracas el embajador Toriello, defendiendo a capa y espada, como un buen torero, la postura de Guatemala, fue una puntilla asestada directamente a usted en aquella famosa plaza de toros ¿No hubo quién le señalara esto? Ahora, muchos se preuntan si Toriello fue leal a su gobierno, o ya estaba de acuerdo con lo que ustedes llamaban imperialismo. La sonrisa de Foster Dulles, en aquella conferencia en la que se insultó y se desafió de lo lindo a su país, pasará a la historia. . .
De aquel tiempo para acá, todo está muy fresco, como para que pretenda hacer evocaciones. La huelga bantti(~i!, de Honduras, problema recién terminado, a mi juicio, contrtribuyó en mucho a la invasión del ejército libertador. ¿Cuántos hombres atravesaron la frontera? Un puñado de valientes nada más, como los descamisados de Pizarro. Y estos pocos hombres, decididos y valientes, apoyados por dos viejos avioncillos de guerra, fueron suficientes para desconcertar a las filas del ejército guatemalteco ... ! Ah, pero me olvidaba que una de las consignas fundamentales del mismo comunismo, es la sistemática destrucción de los ejércitos! Y usted, coronel Arbenz, agente de Moscú, comisionado en América como presidente de una república. cumplió fielmente aquella consigna. Pero no tuvo eltino de calcular las consecuencias. Tomó muy a pecho su cometido y se encegueció. Ahora la historia, al hacerle justicia será inflexible y le condenará irremisiblemente por traidor a la patria. Y, ¿qué dirán del desastre sus correligionarios?
Ningún gobernante, a menos que yo sepa, se retiró del mando de una manera tan cobarde como usted. Recuerde de que le apellidaban "El Soldado del Pueblo", sin por su cooperación en el movimiento armado de 1944; pero ahora se cree que aquella cooperación suya fue como la de aquel espectador que en la piscina de un baño público, fue arrojado al agua y de casualidad sirvió de tabla salvadora a una niña que se estaba ahogando. Y cuando preguntaban por el héroe para premiarlo, él buscaba al que lo había empujado...
Y aquí, frente a mi mesa, todavía estoy viendo los costales de arena que se hicieron subir a las terrazas del palacio y de la casa presidencial para protección contra las balas enemigas. Todavía estoy oyendo las frases de usted trasmitidas por la radio nacional: "¡Ni un paso atrás... !" "¡ Ni hoy, ni mañana, ni nunca!" (se refería al almuerzo del coronel Castillo Armas prometido para el 25 de junio); "Palmo a palmo defenderemos como un solo hombre, el territorio nacional, hollado por el architraidor Castillo Armas"; "Si la guerra quieren, la guerra tendrán" ... Y esas promesas hechas al pueblo, contribuyeron a hacer más aparatoso su derrumbe. Porque usted se derrumbó, lo derrumbaron, "lo rempujaron", coronel Arbenz, como a un maniqui inservible. Sus obreros y sus campesinos, únicos a quienes usted reconocía como el pueblo de Guatemala, lo dejaron solo a la hora de las tempestades. ¿Ya ve lo que es buscar apoyo en las masas populares? En la hora de ¡hora, ni para remedio —como dicen las viejas— se encuentra un solo arbencista en Guatemala...
Yo no niego que la intención de usted ha de haber sido buscar el bienestar de las clases trabajadoras; pero debió de buscarlo por otros caminos que no fueran los del menosprecio a las otras clases y el de la intransigencia loctrinaria. Su dogmatismo en materia política fue su perdición y, lo peor, que los pocos valores que forman la conciencia de un pueblo, fueron pisoteados por usted y sus partidarios.
Los últimos gobernantes que hemos tenido no tenían hijos. Usted los tiene y ni siquiera pensó en ellos cuando cometía o toleraba crímenes. ¿No recuerda la sentencia de Moisés?: "La iniquidad de los padres se castigará en los hijos, hasta la cuarta o quinta generación." Horrible ¿verdad? Sin embargo, creo que usted ha prestado un servicio a la patria. Su caso ha de servir de ejemplo.Como es natural, usted y sus partidarios alimentarán la risueña esperanza de que el régimen que ahora empieza a estrtucturarse, se derrumbe de repente. Esto es posible, pero paarán muchos años, quizás un centenar o más ... Los blos que pretenden dominar al mundo y logran ha —como nos lo señala la historia—, tardan más o ni quinientos años, y nosotros, en América, todavía somos masiado jóvenes como para entregarnos a una dominación ultramarina.
Usted debe reconocer que los principios en que se inspiro la Revolución de Octubre del 44 —sanos principios para la época en que nacieron—, fueron pisoteados groseramente y que el desvío operado en aquella trayec luminosa, fue provocado y aprovechado por elementos izquierdistas que lograron infiltrarse en sus filas, por tolerancia punible del primer mandatario de la revolución. usted hubiera sido patriota, no hubiera pretendido entregar su patria a la dominación extraña. Su apellido, como el de los otros dos más sanguinarios de sus colaboradores suena a teutón. Y quizá por un cruel atavismo, por una sangrienta burla racial, se reflejó en ambos a la hora de poder.
En un libro que ya no anda por ahí —y que por cierto fue sensacional en los primeros años de la revolució describí someramente los crímenes cometidos por el ubiquismo. Y usted me ha dado; no la ocasión de rectificar sino la oportunidad de establecer un paralelo. Usted y sus colaboradores, en catorce días de arbencismo —llamaré a su sistema de gobierno—, cometieron crímenes mucho más horrendos que el ubiquismo en catorce años de duración. Esta confesión es dura, pero es efectiva. No podemos sustraernos a una evidencia palpitante. El silencio o la tolerancia, serían complicidad. El general Ubico mandaba matar, no lo niego, pero por hechos legítimamente comprobados y con la sana intención de ejemplarizar. Perseguía a sus enemigos políticos, los encarcelaba y a los pocos años los soltaba.
Además, Ubico y sus colaboradores eran responsables de sus actos. Jamás ordenaron secuestros.
Y las familias no fueron inútilmente castigadas con el horrible tormento de la incertidumbre. El prisionero, cuando así convenía a las intenciones del dictador, era encontrado en los cuarteles o en la penitenciaría ; pero nunca desaparecido definitivamente, ni menos desnudo y flagelado más allá de las fronteras. . .
Pero matar, como lo hizo su amigo el coronel Rogelio Cruz Wer,y sus secuaces por el solo hecho de pensar opuestamente al comunismo, eso jamás... Se lo dice en esta hora suprema, de una amargura singular, un enemigo del general Ubico, que no tiene interés en defender la memoria de aquel hombre, ni menos ofenderla estableciendo una repugnante comparación.
Yo no fui enemigo suyo ni opositor de relieve a su política de gobierno. Durante la campaña electoral de 1950, fui redactor y marginalista del diario "E¡ Pueblo", vocero del partido del mismo nombre que propiciaba la candidatura del licenciado Jorge García Granados para presidente de la República. Como literato y hombre libre, debía escoger al candidato que me pareciera mejor. Y nadie, si es honrado, me negará que García Granados, entre los seis o siete candidatos que se lanzaron al palenque electoral, era el más capaz. Y este excandidato y el general Ydígoras Fuentes, deben de tener en su conciencia la convicción de que los votos que obtuvieron en las urnas electorales, fueron hermosamente legítimos, espontáneos, sinceros, cabales, redondos ... En cambio usted, coronel Arbenz, debe haber tenido siempre la molesta convicción de que los diez o doce votos que individualmente emitió cada uno de sus inconsecuentes y perversos turiferarios, tras de conculcar los más bellos principios de la democracia, sirvieron para elevarlo y colocarlo sobre una base falsa. Pero de eso no tuvo usted la culpa, sino su juventud y su inexperiencia. Si usted hubiera conocido, aunque superficialmente, la psicología del pueblo guatemalteco, no hubiera cometido tanto error; ni se hubiera visto obligado a huir del poder, como lo hizo. Hubo patriotas desinteresados que a tiempo le señalaron esos errores, para que los enmendara—porque podía hacerlo— y nunca quiso oírles ni atenderleles. Si usted tuvo la intención de evitar el mal y no pudo, era impotente; si no quiso, era perverso. Y es dolorono pasar a la historia con estos calificativos.
Pero
no hablemos ya del pasado. Vamos al presente ¿Qué será de usted y de
los suyos en el porvenir? A dorad, quiera que vayan, llevarán un
estigma. Los ojos de Ante rica —como el bíblico ojo de Caín—, están
fijos y observadores en ustedes. En el ajedrez internacional de la
político. Rusia perdió su mejor posición en América. Si usted los suyos
no eran comunistas, resultan, en el análisis,traidores a su propia
patria, entreguistas voluntarios, falaz rara e inconsecuentes. Si
efectivamente lo eran, han sido traidores a la causa, y conforme con el
dogmatismo del programa soviético, merecedores de la muerte. Porque los
comunistas, a los que se muestran tibios o vacilantes, les atan una
bala de cañón al pie y los arrojan de cabeza al Volga, Volitilcuando son
atrapados en la órbita de las estepas ... Pero cuando son derrotados en
otras partes, entonces suelen matarlos... ¿Dónde? ¿Cómo? Sólo ellos lo
saben y lo hacen . Sobran los ejemplos para que me proponga señalarllos.
De ahí que, dada la negativa de los gobiernos de muchos países amigos de Guatemala en Latinoamérica paraadmitirlos, cuando el respectivo salvoconducto les sea tendido, caso de serlo a saber de aquí a cuándo, tendrán que refugiarse en la propia Rusia o ende los países sometidos a su dominación; mas, en todos estos pueblos prevalece con toda su intensidad el precepto dogmático del programa comunista, tendrán ustedes que ser condenados a muerte o confinados a la Siberia, para morir en los trabajos forzados, porque los comunistas, los del Kremlin, sólo toleran a los vencedores, jamás a los vencidos. Y ustedes, ¿qué dirían a los dirigentes rusos el día que arribaran a sus estepas? Estoy viendo los semblantes de los unos y de los otros. . . Nuestro pueblo, de suyo chispeante y burlón, se solaza divulgando chistes ingeniosos alusivos al desmoronamiento de su gobierno.
Eso del milloncito de quetzales extraído arbitrariamente de la Tesorería Nacional, dinero de este pueblo pobre, con la complicidad del mayor Alfonso Martínez Estévez, del coronel Carlos Enrique Díaz y de otros exfuncionarios conocidos, ha enojado profundamente a la ciudadanía y pide que "a como dé lugar", centavo por centavo, sea reintegrado al lugar de donde lo sacaron. Lo que ya no será posible reintegrar, serán las vidas de muchos cristianos guatemaltecos.
Recuerde usted que el 22 de marzo de 1952, dos años atrás, las distintas agrupaciones anticomunistas de Guatemala, en documento que pasará a I historia, pidieron a tisted: I, la disolución del partido comunista, con base en el artículo 32 de la Constitución; II, la separación de los elementos nacionales o extranjeros que, infiltrados en su gobierno —como las molestas niguas—, apoyaban y defendían la doctrina comunista; III, la expulsión de los agitadores extranjeros; IV, rectificación de la política internacional, retirando a los diplomáticos imprudentes que con su actuación estaban comprometiendo la soberanía nacional.
No era mucho lo que estos patriotas pedían. Pero usted, con un olímpico desprecio, ni siquiera les acusó recibo de su queja. Concluían pidiendo a Dios que no permitiera que su gobierno desoyera el clamor del pueblo guateinalteco, que se compendiaba en los cuatro puntos de aquella petición, a fin de evitar una guerra civil que, tarde o temprano, ensangrentaría el suelo patrio; y usted y los suyos tio quisieron oír aquel aviso oportuno. Lejos de ello, usted y su ministro de Relaciones Exteriores, el garrido canciller Toriello, dijeron: "La, batalla de Guatemala ha comenzado', y todos creímos que en' el horizonte se perfilaban las llamas de un incendio como el de Corea. Pero lo cierto del caso es que sí se derramó sangre guatemalteca, y Dios hizo-su voluntad atendiendo los ruegos del pueblo de Guatemala.
Si usted hubiera podido darse cuenta que el comunismo estaba dislocando la moral cristiana y que la Iglesia, por medio de sus prelados, condenaría aquellos pasos —condenación que sería recibida en el alma popular con distintas reacciones, una de ellas, la lucha material—, quizá hubiera dado o, por lo menos, intentado dar un leve sesgo en la política de su gobierno, viraje que le hubiera sostenido por algunos años más, evitándole 'amarguras, incomodidades y humillaciones como las que debe estar padeciendo hoy.
Dicen las gentes que la soberbia de su esposa, especialmente con las damas cultas de Guatemala, esas que usted desdeñosamente calificaba de "reaccionarias", le conquistó numerosas antipatías. Que en un baile del Club Guatemala —y esto lo publicó la prensa de aquel entonces—, ella dijo a un corresponsal de prensa extranjera, que cuando conoció a usted "era un muchacho tímido" y que ella le había enseñado de todo, hasta bailar...
Es muy peligrosa la influencia de las mujeres sobro-la vida de un hombre, especialmente si éste gobierna un pueblo. Ya lo dijo Pericles, hace muchos siglos. Generalmente, los hombres dotados de, mayor inteligencia concluyen haciendo lo que sus mujeres tontas quisieron que hicieran. Y ahora, si la mujer es más decidida y abachillera que el hombre...
Recordemos a aquella bellísima; austriaca que se llamó María Antonieta y al infortunado Luis XVI. Me refiero a la influencia de ella sobre él, no al fin que tuvieron. ¿qué se hicieron los amigos de Guatemala, especialmente los de México, qu ele enviaban melifluos mensajes de simaptía? ¿Qué s ehicieron aquéllos que decían y le consideraban a usted "el más heroico de los paladines de América, capaz de emprender hazañas extraordinarias, como jamás las habían visto los siglos, ¡caballero de la dignidad!"?
Todas las personas que formaron esos grupos, amigos del diente al labio, lejos de ofrecer sus buenos servicios a la República —cosa que seguirían haciendo hoy, si hubieran sido sinceras—, sólo ofreciap, apoyarlo a usted y a su gobierno, como si usted y los suyos hubieran sido Guatemala. Por eso hay que desconfiar de esos grupos de personas amigas en el exterior. ¿Dónde están los treinta mil simpatizantes del Uruguay? ¿Los de'México? ¿Los de Cuba? ¿Los de Chile?...
Y los partidos políticos que lo apoyaban, los "mayoritarios", ¿qué se hicieron, coronel Arbenz? ¿Ve usted lo inútiles que son los partidos políticos a la hora en que deben defender al gobernante a quien en todo el tiempo dicen apoyar? El fomento de esos grupos ha sido y seguirá siendo lesivo a los intereses nacionales, especialmente en un medio tan singular como el nuestro...
Números abstractos, lirismos, alucinamiento, ilusión, espejismo, sueño...
Recuerde usted que cuando los militares del Estado Mayor le invitaron para cambiar impresiones sobre la política interna, usted les dio respuestas ambiguas y el cuestionario, conteniendo veintidós puntos, usted lo dejó sin respuesta categórica. Si en esos momentos usted hubiera podido ver más allá de la cortina de hierro que frente a sus ojos tendían sus falsos amigos para desorientarlo, era tiempo todavía de salvarse. Sorprende que siendo usted militar haya desconocido el hecho de que, cuando el ejército toma cartas en un asunto, especialmente de suma gravedad como ese, es muy difícil ya salir del atolladero. Y todo esto sucedía quince días antes de su derrumbe. Si hubiera atendido a sus compañeros de armas, a estas horas todavía estaría usted cómoda y tranquilamente sentado en la silla ambicionada y el pueblo entregado a sus labores como siempre. Y ¡ quién sabe si no hubiera aplaudido sinceramente su conducta! Pero, coronel Arbenz, por pura fatalidad, se mostró ciego y sordo ante las reiteradas indi cationes de sus conciudadanos.
El destierro es, a mi juicio, el más benigno de los castigos. Porque el encierro en la penitenciaría o en un camp de concentración, es amargo ; se lo dice alguien que lo ha sufrido, y no por pocos años.
El entierro, ese sí no tiene ya remedio. Y usted y lo suyos se hallan amenazados por el más benigno de los castigos. Y ese castigo, ¿por qué? Por el capricho, por la terquedad, por la insensatez, por la voluntaria sordera de; no querer oir el rumor del río humano que amenaza salir-; se de madre si no se le abre el dique con que torpemente' se le quiere detener.
No podría creer nunca que los terribles asesinatos cometidos en los últimos tiempos hubieran tenido por mira el mejoramiento de Guatemala. Si usted, como el genera Ubico, hubiera visitado los pueblos y, mejor, si hubier visitado alguna vez los barrios de la capital, habría comprobado la miseria de. sus habitantes, y si hubiera tenid corazón, algo habría hecho por mejorar sus deplorable condiciones. Porque no es posible suponer que su crueldad haya llegado hasta el extremo de mostrar indiferencia an el dolor de los necesitados. Ese gesto le hubiera evita muchísimas antipatías. Para gobernar a Guatemalalo dije otra vez—, sólo falta un poco de buena voluntad sana intención ; y allá, de vez en cuando, como ahora, por las circunstancias, un poquitín de mano dura. El pueblo es dúctil y le gusta el trabajo y la paz. Pero no hay q llevarlo por senderos equivocados, porque entonces resol lo mismo que acabamos de ver...
Creo, por lo que veo, que usted, coronel Arbenz, leyó mi libro "Ombres contra Hombres" ; ahora, el conido de ese libro es pura literatura infantil
Usted nunca me dispensó el más simple favor como gobernante, ni yo le serví jamás; fuimos completamente indiferentes. Luego, ningún sentimiento, a no ser el patriótico, ha sido el impulsor de estos renglones.
Yo no conozco a usted, ni usted me conoce a mí. Nunca estreché su mano, ni su voz oí. No hubo entre nosotros ni siquiera la simple relación de gobernante a gobernado. Ni la sencillez del saludo callejero...
Quizá algún día nos encontremos en el camino de la vida. Y mientras tanto, sólo me queda repetir la misma frase que en otra carta dije otro dictador: Sic transit gloria mundi.
(Tomado del periódico La Idea, No. 13, de 2 de julio de 1954.) Imprenta "La República". Tiraje: 85,000
De ahí que, dada la negativa de los gobiernos de muchos países amigos de Guatemala en Latinoamérica paraadmitirlos, cuando el respectivo salvoconducto les sea tendido, caso de serlo a saber de aquí a cuándo, tendrán que refugiarse en la propia Rusia o ende los países sometidos a su dominación; mas, en todos estos pueblos prevalece con toda su intensidad el precepto dogmático del programa comunista, tendrán ustedes que ser condenados a muerte o confinados a la Siberia, para morir en los trabajos forzados, porque los comunistas, los del Kremlin, sólo toleran a los vencedores, jamás a los vencidos. Y ustedes, ¿qué dirían a los dirigentes rusos el día que arribaran a sus estepas? Estoy viendo los semblantes de los unos y de los otros. . . Nuestro pueblo, de suyo chispeante y burlón, se solaza divulgando chistes ingeniosos alusivos al desmoronamiento de su gobierno.
Eso del milloncito de quetzales extraído arbitrariamente de la Tesorería Nacional, dinero de este pueblo pobre, con la complicidad del mayor Alfonso Martínez Estévez, del coronel Carlos Enrique Díaz y de otros exfuncionarios conocidos, ha enojado profundamente a la ciudadanía y pide que "a como dé lugar", centavo por centavo, sea reintegrado al lugar de donde lo sacaron. Lo que ya no será posible reintegrar, serán las vidas de muchos cristianos guatemaltecos.
Recuerde usted que el 22 de marzo de 1952, dos años atrás, las distintas agrupaciones anticomunistas de Guatemala, en documento que pasará a I historia, pidieron a tisted: I, la disolución del partido comunista, con base en el artículo 32 de la Constitución; II, la separación de los elementos nacionales o extranjeros que, infiltrados en su gobierno —como las molestas niguas—, apoyaban y defendían la doctrina comunista; III, la expulsión de los agitadores extranjeros; IV, rectificación de la política internacional, retirando a los diplomáticos imprudentes que con su actuación estaban comprometiendo la soberanía nacional.
No era mucho lo que estos patriotas pedían. Pero usted, con un olímpico desprecio, ni siquiera les acusó recibo de su queja. Concluían pidiendo a Dios que no permitiera que su gobierno desoyera el clamor del pueblo guateinalteco, que se compendiaba en los cuatro puntos de aquella petición, a fin de evitar una guerra civil que, tarde o temprano, ensangrentaría el suelo patrio; y usted y los suyos tio quisieron oír aquel aviso oportuno. Lejos de ello, usted y su ministro de Relaciones Exteriores, el garrido canciller Toriello, dijeron: "La, batalla de Guatemala ha comenzado', y todos creímos que en' el horizonte se perfilaban las llamas de un incendio como el de Corea. Pero lo cierto del caso es que sí se derramó sangre guatemalteca, y Dios hizo-su voluntad atendiendo los ruegos del pueblo de Guatemala.
Si usted hubiera podido darse cuenta que el comunismo estaba dislocando la moral cristiana y que la Iglesia, por medio de sus prelados, condenaría aquellos pasos —condenación que sería recibida en el alma popular con distintas reacciones, una de ellas, la lucha material—, quizá hubiera dado o, por lo menos, intentado dar un leve sesgo en la política de su gobierno, viraje que le hubiera sostenido por algunos años más, evitándole 'amarguras, incomodidades y humillaciones como las que debe estar padeciendo hoy.
Dicen las gentes que la soberbia de su esposa, especialmente con las damas cultas de Guatemala, esas que usted desdeñosamente calificaba de "reaccionarias", le conquistó numerosas antipatías. Que en un baile del Club Guatemala —y esto lo publicó la prensa de aquel entonces—, ella dijo a un corresponsal de prensa extranjera, que cuando conoció a usted "era un muchacho tímido" y que ella le había enseñado de todo, hasta bailar...
Es muy peligrosa la influencia de las mujeres sobro-la vida de un hombre, especialmente si éste gobierna un pueblo. Ya lo dijo Pericles, hace muchos siglos. Generalmente, los hombres dotados de, mayor inteligencia concluyen haciendo lo que sus mujeres tontas quisieron que hicieran. Y ahora, si la mujer es más decidida y abachillera que el hombre...
Recordemos a aquella bellísima; austriaca que se llamó María Antonieta y al infortunado Luis XVI. Me refiero a la influencia de ella sobre él, no al fin que tuvieron. ¿qué se hicieron los amigos de Guatemala, especialmente los de México, qu ele enviaban melifluos mensajes de simaptía? ¿Qué s ehicieron aquéllos que decían y le consideraban a usted "el más heroico de los paladines de América, capaz de emprender hazañas extraordinarias, como jamás las habían visto los siglos, ¡caballero de la dignidad!"?
Todas las personas que formaron esos grupos, amigos del diente al labio, lejos de ofrecer sus buenos servicios a la República —cosa que seguirían haciendo hoy, si hubieran sido sinceras—, sólo ofreciap, apoyarlo a usted y a su gobierno, como si usted y los suyos hubieran sido Guatemala. Por eso hay que desconfiar de esos grupos de personas amigas en el exterior. ¿Dónde están los treinta mil simpatizantes del Uruguay? ¿Los de'México? ¿Los de Cuba? ¿Los de Chile?...
Y los partidos políticos que lo apoyaban, los "mayoritarios", ¿qué se hicieron, coronel Arbenz? ¿Ve usted lo inútiles que son los partidos políticos a la hora en que deben defender al gobernante a quien en todo el tiempo dicen apoyar? El fomento de esos grupos ha sido y seguirá siendo lesivo a los intereses nacionales, especialmente en un medio tan singular como el nuestro...
Números abstractos, lirismos, alucinamiento, ilusión, espejismo, sueño...
Recuerde usted que cuando los militares del Estado Mayor le invitaron para cambiar impresiones sobre la política interna, usted les dio respuestas ambiguas y el cuestionario, conteniendo veintidós puntos, usted lo dejó sin respuesta categórica. Si en esos momentos usted hubiera podido ver más allá de la cortina de hierro que frente a sus ojos tendían sus falsos amigos para desorientarlo, era tiempo todavía de salvarse. Sorprende que siendo usted militar haya desconocido el hecho de que, cuando el ejército toma cartas en un asunto, especialmente de suma gravedad como ese, es muy difícil ya salir del atolladero. Y todo esto sucedía quince días antes de su derrumbe. Si hubiera atendido a sus compañeros de armas, a estas horas todavía estaría usted cómoda y tranquilamente sentado en la silla ambicionada y el pueblo entregado a sus labores como siempre. Y ¡ quién sabe si no hubiera aplaudido sinceramente su conducta! Pero, coronel Arbenz, por pura fatalidad, se mostró ciego y sordo ante las reiteradas indi cationes de sus conciudadanos.
El destierro es, a mi juicio, el más benigno de los castigos. Porque el encierro en la penitenciaría o en un camp de concentración, es amargo ; se lo dice alguien que lo ha sufrido, y no por pocos años.
El entierro, ese sí no tiene ya remedio. Y usted y lo suyos se hallan amenazados por el más benigno de los castigos. Y ese castigo, ¿por qué? Por el capricho, por la terquedad, por la insensatez, por la voluntaria sordera de; no querer oir el rumor del río humano que amenaza salir-; se de madre si no se le abre el dique con que torpemente' se le quiere detener.
No podría creer nunca que los terribles asesinatos cometidos en los últimos tiempos hubieran tenido por mira el mejoramiento de Guatemala. Si usted, como el genera Ubico, hubiera visitado los pueblos y, mejor, si hubier visitado alguna vez los barrios de la capital, habría comprobado la miseria de. sus habitantes, y si hubiera tenid corazón, algo habría hecho por mejorar sus deplorable condiciones. Porque no es posible suponer que su crueldad haya llegado hasta el extremo de mostrar indiferencia an el dolor de los necesitados. Ese gesto le hubiera evita muchísimas antipatías. Para gobernar a Guatemalalo dije otra vez—, sólo falta un poco de buena voluntad sana intención ; y allá, de vez en cuando, como ahora, por las circunstancias, un poquitín de mano dura. El pueblo es dúctil y le gusta el trabajo y la paz. Pero no hay q llevarlo por senderos equivocados, porque entonces resol lo mismo que acabamos de ver...
Creo, por lo que veo, que usted, coronel Arbenz, leyó mi libro "Ombres contra Hombres" ; ahora, el conido de ese libro es pura literatura infantil
Usted nunca me dispensó el más simple favor como gobernante, ni yo le serví jamás; fuimos completamente indiferentes. Luego, ningún sentimiento, a no ser el patriótico, ha sido el impulsor de estos renglones.
Yo no conozco a usted, ni usted me conoce a mí. Nunca estreché su mano, ni su voz oí. No hubo entre nosotros ni siquiera la simple relación de gobernante a gobernado. Ni la sencillez del saludo callejero...
Quizá algún día nos encontremos en el camino de la vida. Y mientras tanto, sólo me queda repetir la misma frase que en otra carta dije otro dictador: Sic transit gloria mundi.
(Tomado del periódico La Idea, No. 13, de 2 de julio de 1954.) Imprenta "La República". Tiraje: 85,000
¿RUINA ROJA PARA GUATEMALA?
POR MICHAEL SCULLY
UNA MINORIA DIRIGIDA POR MOSCÚ DOMINA A TODO UN PAÍS ANTICOMUNISTA
Guatemala es una tierra serena, de montes de esmeralda y lagos de zafir, con campos tachonados del rojo cereza del café maduro, habitada en gran parte por indios pequeños y tímidos que entretejen el arco iris en la trama de sus vestiduras. Allí el vuelo de las aves del trópico borda coloreadas filigranas sobre las selvas, en tanto que la luz solar rocía la fronda de blancor, en caprichosa fantasía de lunares; y allí Antigua, la ex-capital, aún se muestra como la más encantadora reliquia colonial del hemisferio.
Sin embargo, la vida de Guatemala hoy no es seductora ni' serena. Hay asesinatos, motines y una cínica suplantación de la voluntad popular. Los comunistas, explotando mañosamente la inocencia política y el ardiente patriotismo de los guatemaltecos, han hecho de la nación un campo de batalla, pequeño pero vital, entre las fuerzas del mundo libre, puestas a estimular el progreso de estas regiones todavía poco desarrolladas, Y el designio comunista de precipitarlas en el caos en que sólo prospera el comunismo.
El inmediato objetivo comunista es la intervención de las inversiones norteamericanas: las de la United Fruit Co. (que ya parece definitivamente sentenciada), por valor de $50.000.000; los $15.- 000.000 de la Empresa Eléctrica de Guatemala, sucursal de la American Foreign Power; los $60.000.000 de la International Railways of Central America.
Estos no son sino movimientos iniciales. El comunismo está utilizando a Guatemala como base desde la cual impeler una reacción en cadena, de atentados contra los 5000 millones de dólares que importan las inversiones de capital estadounidense en Hispanoamérica, y después contra sus análogas en el mundo entero. El éxito de semejante programa, aunque sólo fuera parcial, tendría incalculable valor para Moscú.
Lo irónico es que Guatemala no es comunista. Entre los tres millones de habitantes del país, el partido cuenta, a lo más, con 3,000 afiliados (una décima del uno por ciento). Sin embargo, el comunismo manda. El presidente de la República, coronel Arbenz, ha declarado subversiva toda oposición que se le haga. Sus tropas disuelven a balazos las manifestaciones anticomunistas. Las consignas comunistas se airean en la prensa'subvencionada por el gobierno. La radio oficial, dirigida por un miembro del partido, chilla pertinazmente contra el «imperialismo yanqui.» Tanto el extremista nuevo Código del Trabajo como la Ley de Reforma Agraria se han convertido en herramientas de la política roja.
Esta desconcertante contradicción (la de un pueblo anticomunista sujeto a una política enraizada en Moscú) constituye un ejemplo excelente para entender la guerra político-económica de nuestros días. Residiendo. en Guatemala hace nueve años presencié la aparición de este fenómeno, y he seguido su desarrollo desde entonces con atención asidua.
Hasta 1944 Guatemala venía siendo regida por dictadores duraderos. El último de ellos, el general Jorge Ubico, duro y sagaz, hizo del país un modelo de orden y prosperidad fiscal; pero mantuvo los salarios a nivel lastimoso, prohibió los sindicatos obreros, sometió a los campesinos a la condición de peones casi irredimibles. En junio del año citado estalló una revuelta popular. El general Ubico entregó el poder a una junta y escapó.
El período caótico subsiguiente, que incluye una revolución sangrienta (la del 20 de octubre), se caracterizó por el retorno a Guatemala de un hombre hacia el cual todos los ojos se volvían como a un salvador, el profesor Juan José Arévalo, de 42 años, a quien Ubico desterrara por sus escritos idealistas y fogosos. Arévalo cautivaba a las masas con su sola presencia. Al celebrarse las elecciones presidenciales, triunfó por una mayoría de 22 a 1.
El Arévalo de los comienzos, con quien yo me entrevisté antes que tomase posesión de la presidencia, mostrábase como un hombre de buena voluntad, anhelante de serlo todo para todos los guatemaltecos; mas su política era cándida y nebulosa. «Yo soy—declaraba—un socialista antimarxista y antimaterialista, que cree en la básica exaltación del poder espiritual en la vida colectiva.»
Mientras discurseaba Arévalo, un extranjero empezaba, con planes más positivos, a trazar el futuro de Guatemala: Vicente Lombardo Toledano, quien había ya empujado el movimiento obrero de su país, México, hasta.el borde del comunismo. Aunque negaba suavemente su filiación comunista, Lombardo visitaba periódicamente a Moscú desde hacía mucho tiempo y era el más fuerte instrumento del Kremlin en Hispanoamérica. Al iniciarse la segunda guerra mundial, había empezado Lombardo su «lucha contra el fascismo» mediante la formación de la CTRL (Confederación de Trabajadores de la América Latina), un supersindicato obrero que se extendía por 14 países. Guatemala no estaba incluida en este organismo; Ubico había negado la entrada en el país a Lombardo Toledano.
Con todo, Guatemala figuraba en los planes de Lombardo: en su Universidad de los Trabajadores, con sede en la Ciudad de México, se había adiestrado durante años a muchos jóvenes izquierdistas hispanoamericanos, guatemaltecos inclusive, para la misión de futuros dirigentes obreros en sus respectivas naciones. Poco después de la huida de Ubico, ya estaban en Guatemala Lombardo y su plana mayor organizando sindicatos, escogiendo dirigentes y forjando con maña un instrumento consistente y práctico para el «socialismo espiritual» de Arévalo. Era la cuña de entrada del comunismo.
Arévalo tenía en su contra dos desventajas. De un lado, su «socialismo» y el programa de reformas que patrocinaba ante el nuevo Congreso Nacional le concitaron pronto la enemiga de los ricos cafeteros del país. Además, como cabeza civil de un estado tradicionalmente regido por dictadores militares, no podía confiar en el apoyo del ejército. Desde su incómoda situación, Arévalo divisaba un solo puntal efectivo en que apoyarse, y ese puntal únicamente Lombardo se lo podía proporcionar: el concurso de los trabajadores, a quienes era fácil congregar y exhibir en impresionantes desfiles, y cuyas exigencias podían resonar convincentemente, en el Congreso al menos, como expresión de las ansias populares. En la fecha actual, unos 30.000 obreros de la ciudad y 75.000 del campo están bajo las órdenes de la Confederación Guatemalteca del Trabajo, y ésta a su vez está dominada por Lombardo y por Moscú.
Sin embargo, la vida de Guatemala hoy no es seductora ni' serena. Hay asesinatos, motines y una cínica suplantación de la voluntad popular. Los comunistas, explotando mañosamente la inocencia política y el ardiente patriotismo de los guatemaltecos, han hecho de la nación un campo de batalla, pequeño pero vital, entre las fuerzas del mundo libre, puestas a estimular el progreso de estas regiones todavía poco desarrolladas, Y el designio comunista de precipitarlas en el caos en que sólo prospera el comunismo.
El inmediato objetivo comunista es la intervención de las inversiones norteamericanas: las de la United Fruit Co. (que ya parece definitivamente sentenciada), por valor de $50.000.000; los $15.- 000.000 de la Empresa Eléctrica de Guatemala, sucursal de la American Foreign Power; los $60.000.000 de la International Railways of Central America.
Estos no son sino movimientos iniciales. El comunismo está utilizando a Guatemala como base desde la cual impeler una reacción en cadena, de atentados contra los 5000 millones de dólares que importan las inversiones de capital estadounidense en Hispanoamérica, y después contra sus análogas en el mundo entero. El éxito de semejante programa, aunque sólo fuera parcial, tendría incalculable valor para Moscú.
Lo irónico es que Guatemala no es comunista. Entre los tres millones de habitantes del país, el partido cuenta, a lo más, con 3,000 afiliados (una décima del uno por ciento). Sin embargo, el comunismo manda. El presidente de la República, coronel Arbenz, ha declarado subversiva toda oposición que se le haga. Sus tropas disuelven a balazos las manifestaciones anticomunistas. Las consignas comunistas se airean en la prensa'subvencionada por el gobierno. La radio oficial, dirigida por un miembro del partido, chilla pertinazmente contra el «imperialismo yanqui.» Tanto el extremista nuevo Código del Trabajo como la Ley de Reforma Agraria se han convertido en herramientas de la política roja.
Esta desconcertante contradicción (la de un pueblo anticomunista sujeto a una política enraizada en Moscú) constituye un ejemplo excelente para entender la guerra político-económica de nuestros días. Residiendo. en Guatemala hace nueve años presencié la aparición de este fenómeno, y he seguido su desarrollo desde entonces con atención asidua.
Hasta 1944 Guatemala venía siendo regida por dictadores duraderos. El último de ellos, el general Jorge Ubico, duro y sagaz, hizo del país un modelo de orden y prosperidad fiscal; pero mantuvo los salarios a nivel lastimoso, prohibió los sindicatos obreros, sometió a los campesinos a la condición de peones casi irredimibles. En junio del año citado estalló una revuelta popular. El general Ubico entregó el poder a una junta y escapó.
El período caótico subsiguiente, que incluye una revolución sangrienta (la del 20 de octubre), se caracterizó por el retorno a Guatemala de un hombre hacia el cual todos los ojos se volvían como a un salvador, el profesor Juan José Arévalo, de 42 años, a quien Ubico desterrara por sus escritos idealistas y fogosos. Arévalo cautivaba a las masas con su sola presencia. Al celebrarse las elecciones presidenciales, triunfó por una mayoría de 22 a 1.
El Arévalo de los comienzos, con quien yo me entrevisté antes que tomase posesión de la presidencia, mostrábase como un hombre de buena voluntad, anhelante de serlo todo para todos los guatemaltecos; mas su política era cándida y nebulosa. «Yo soy—declaraba—un socialista antimarxista y antimaterialista, que cree en la básica exaltación del poder espiritual en la vida colectiva.»
Mientras discurseaba Arévalo, un extranjero empezaba, con planes más positivos, a trazar el futuro de Guatemala: Vicente Lombardo Toledano, quien había ya empujado el movimiento obrero de su país, México, hasta.el borde del comunismo. Aunque negaba suavemente su filiación comunista, Lombardo visitaba periódicamente a Moscú desde hacía mucho tiempo y era el más fuerte instrumento del Kremlin en Hispanoamérica. Al iniciarse la segunda guerra mundial, había empezado Lombardo su «lucha contra el fascismo» mediante la formación de la CTRL (Confederación de Trabajadores de la América Latina), un supersindicato obrero que se extendía por 14 países. Guatemala no estaba incluida en este organismo; Ubico había negado la entrada en el país a Lombardo Toledano.
Con todo, Guatemala figuraba en los planes de Lombardo: en su Universidad de los Trabajadores, con sede en la Ciudad de México, se había adiestrado durante años a muchos jóvenes izquierdistas hispanoamericanos, guatemaltecos inclusive, para la misión de futuros dirigentes obreros en sus respectivas naciones. Poco después de la huida de Ubico, ya estaban en Guatemala Lombardo y su plana mayor organizando sindicatos, escogiendo dirigentes y forjando con maña un instrumento consistente y práctico para el «socialismo espiritual» de Arévalo. Era la cuña de entrada del comunismo.
Arévalo tenía en su contra dos desventajas. De un lado, su «socialismo» y el programa de reformas que patrocinaba ante el nuevo Congreso Nacional le concitaron pronto la enemiga de los ricos cafeteros del país. Además, como cabeza civil de un estado tradicionalmente regido por dictadores militares, no podía confiar en el apoyo del ejército. Desde su incómoda situación, Arévalo divisaba un solo puntal efectivo en que apoyarse, y ese puntal únicamente Lombardo se lo podía proporcionar: el concurso de los trabajadores, a quienes era fácil congregar y exhibir en impresionantes desfiles, y cuyas exigencias podían resonar convincentemente, en el Congreso al menos, como expresión de las ansias populares. En la fecha actual, unos 30.000 obreros de la ciudad y 75.000 del campo están bajo las órdenes de la Confederación Guatemalteca del Trabajo, y ésta a su vez está dominada por Lombardo y por Moscú.
Y es lo singular que ni un dos por ciento de esos 105.000 trabajadores entienden la ideología comunista; aunque, como es muy humano, todos ellos ansían lo que les prometen sus líderes rojos: jornales más altos, buena vivienda, tierra propia. En su inmensa mayoría analfabetos o semianalfabetos, esos trabajadores se dejan conducir con simple inocencia por personas que saben ocultar habilidosamente sus verdaderos fines;
y, secundados de sus familias, aseguran al gobierno la mayoría, en los
comicios de un país cuyo mayor número de votantes hasta la fecha ha sido
de 375.501.
Con ayuda tal, Arévalo sobrevivió en el poder a las 28 revueltas y conspiraciones habidas durante su sexenio presidencial. La constitución guatemalteca de 1945 prohibía la reelección; por lo que, cuando el mandato presidencial de Arévalo iba llegando a su término, surgieron dos ambiciosos jefes militares que empezaron a maquinar para adueñarse del mando. Uno, el teniente coronel Jacobo Arbenz, izquierdista; el otro, el coronel Francisco Arana, conservador.
La candidatura de Arana pronto quedó suprimida. El 18 de julio de 1949, al regresar este candidato a la capital de la República, de su inspección en automóvil a un arsenal próximo, tuvo que detenerse ante otro auto que le cerraba el paso de un estrecho puente. En el momento en que se echó afuera para ver qué ocurría, el fuego de unas ametralladoras ocultas rasgó el silencio del mediodía ... Los más de los guatemaltecos convienen en que los asesinos de Arana fueron unos jefes subalternos del ejército, partidarios de Arbenz.
Inmediatamente los militares amigos de Arana se lanzaron a la insurrección. Arbenz les hizo frente a la cabeza de las fuerzas leales al gobierno, y una vez más, el factor decisivo en la contienda fue alguien que no aspiraba a puestos políticos en Guatemala. En la precisa coyuntura en que los rebeldes se acercaban ya al Palacio Nacional, comenzaron a llegar a los puntos estratégicos camiones llenos de obreros, adiestrados para «la defensa de la revolución.» Este refuerzo aseguró a Arbenz el acceso a la presidencia. En las elecciones, el candidato izquierdista obtuvo el 65 por ciento de los sufragios.
Desde que Arbenz subió al poder (marzo de 1951), la posición política de Lombardo Toledano viene siendo el más seguro indicador del rumbo de Guatemala. Tan pronto como apareció clara la identificación de Lombardo con Moscú, perdió este hombre la adhesión de las masas de México. En otros países su Confederación ha ido quedando diezmada, hasta el punto de que hoy en día
sólo tiene ya importancia en cuatro o cinco naciones. En Guatemala, por el contrario, la CTAL lo puede todo, y allí aparece Lombardo frecuentemente como agasajado huésped y consejero. Es más, el presidente Arbenz ha establecido un enlace permanente con el jefe de la CTAL nombrando cónsul en la Ciudad de México a Manuel Pinto Usaga, discípulo de Lombardo y su colaborador en la organización del movimiento obrero de Guatemala.
Con todo y su rojo fulgor, el gobierno de Arbenz en sus más altas esferas no es abiertamente comunista. Es el producto de un movimiento juvenil. Los cabecillas de la revolución de 1944 andaban entre los 20 y los 30 años de edad; los legisladores de 1945 tenían por término medio 28 años; Arbenz tiene ahora 39, y la mayoría de sus ministros le ganan en juventud. Impetuosos, inexpertos en la política y en el ejercicio del poder, estos jóvenes se han dejado fácilmente inducir por hombres tan listos como Lombardo, a una acción en que se confunden los legítimos postulados del nacionalismo con programas que sirven a los fines comunistas.
Pocos guatemaltecos sostienen que la situación de 1944 no exigiera reformas; y en verdad, las bosquejadas en la constitución de 1945 pudieron conducir, tanto a la justicia económica como a la paz política. Mas, en su afán de deshacer agravios, los jóvenes exaltados que gobiernan a Guatemala permitieron que, en desarrollo de la constitución, se dictaran una ley de Reforma Agraria y un Código del Trabajo que, aunque parezcan proteger al trabajador, responden en realidad a tres designios comunistas:
Expulsar del país a la United Fruit Co., la International Railways y la Empresa Eléctrica de Guatemala, y dar al gobierno el manejo de las propiedades de dichas empresas cuyo valor asciende a $125.000.000.
Hacer de todo trabajador guatemalteco, cualquiera sea su religión o filiación política, un hombre que deba su vivir, y su voto por lo tanto, a un gobierno guiado por los comunistas.
Crear, para la administración de las propiedades nacionalizadas, una burocracia que tenga a sueldo a millares de personas que serán firme apoyo del gobierno.
La Ley Agraria, uno de los brazos de la tenaza comunista, proclama primero que los terrenos sin cultivar se repartirán a los campesinos a fin de que cada uno de éstos, cultivando su pequeña parcela, pueda hacerse independiente; pero después la ley, cuyo autor principal fue Víctor Gutiérrez (el camarada comunista que figura al frente de la confederación obrera), previene que:
1. La tierra es de la nación. Los campesinos tendrán derecho al uso vitalicio de ella, siempre que paguen como arrendamiento el tres por ciento de las cosechas; acepten la dirección gubernativa encomendada al comité agrario local; paguen al gobierno «precios justos» por los animales, semillas y herramientas que les venda; y produzcan en forma que el comité considere «racional.»
2. El comité local se compone de cinco miembros, de los cuales tres han de representar a los sindicatos (dirigidos por los rojos).
Semejante método permite que dos o tres comunistas bien adiestrados dicten su norma a un número hasta de 100 familias no comunistas.
Al amparo de esta ley se lleva a cabo la expropiación de los terrenos de la United Fruit Co.
El Código del Trabajo, el otro brazo de la tenaza comunista, concede a cualquier grupo hasta de tres obreros quejosos el derecho a declarar una huelga. Por endeble que sea la razón en que la huelga se funde, nunca podrá perderse porque la ley obliga al patrono a pagar los jornales devengados durante el paro. De otra parte, el código hace poco menos que imposible el despido de un obrero por falta de honradez o por incompetencia.
Este código se viene utilizando constantemente, no para mejorar la suerte de los trabajadores sino para hostilizar y arruinar a las compañías extranjeras. El 8 de octubre de 1953, después de una huelga muy bien organizada de 6000 obreros, el gobierno se incautó «temporalmente»,de la International Railways, el 4~ por ciento de cuyas acciones pertenece a la United Fruit.
En julio último, los obreros de la Empresa Eléctrica (los de salario más alto en Guatemala) se lanzaron a la huelga. Al cesar la producción de energía, el gobierno declaró el estado de emergencia, nombró su propio gerente interino y encargó a unos interventores el examen de los libros de la compañía. La «emergencia» continuó en tanto que el gerente gubernativo instruía un expediente de expropiación, actualmente en curso.
Estos no son más que algunos de los hechos de todo un lapso de tres años de huelgas, embargos, sabotajes y propaganda «anti-imperialista.» Las consecuencias han sido: pérdidas de valiosas propiedades, descenso agudo del rendimiento del trabajo, retraimiento absoluto en las inversiones de capital extranjero, y una evasión de capitales nacionales en cantidad que, según los comunistas mismos, asciende a 24.000.000 de dólares. La elevación lograda en los jornales ha quedado anulada por una rápida inflación; y en tanto que en 1946 visitaron esta tierra encantadora 45.000 turistas que gastaron 20.000.000 de dólares, en 1953 el número de turistas no llegó a 5,000.
¿Tiene aún solución el problema? Los guatemaltecos han hecho esfuerzos repetidos y valerosos para romper los grillos comunistas. Al conocerse la sustitución del director y las monjas del hospicio católico por empleados notoriamente comunistas, se produjo una manifestación tumultuosa de mujeres del mercado y de estudiantes que irrumpieron en el local del orfanato y pusieron en fuga al nuevo personal. Luego la multitud, engrosada hasta el número de 10.000 personas, se dirigió al Palacio Nacional tremolando carteles anticomunistas. No habiéndose detenido los manifestantes al toque de atención de la policía, los guardias hicieron fuego: resultaron cinco muertos y 60 heridos.
En abril próximo pasado el gobierno hubo de sofocar en tres ciudades de provincias una revuelta dirigida por oficiales expulsados del ejército. En los últimos meses han venido surgiendo choques esporádicos entre grupos de campesinos y algunos de sus presuntos bienhechores, los comités agrarios adiestrados por los comunistas. La actitud del pueblo aparece más diáfana de día en día. Queda sólo esperar que esa actitud encuentre los medios de prevalecer.
Con ayuda tal, Arévalo sobrevivió en el poder a las 28 revueltas y conspiraciones habidas durante su sexenio presidencial. La constitución guatemalteca de 1945 prohibía la reelección; por lo que, cuando el mandato presidencial de Arévalo iba llegando a su término, surgieron dos ambiciosos jefes militares que empezaron a maquinar para adueñarse del mando. Uno, el teniente coronel Jacobo Arbenz, izquierdista; el otro, el coronel Francisco Arana, conservador.
La candidatura de Arana pronto quedó suprimida. El 18 de julio de 1949, al regresar este candidato a la capital de la República, de su inspección en automóvil a un arsenal próximo, tuvo que detenerse ante otro auto que le cerraba el paso de un estrecho puente. En el momento en que se echó afuera para ver qué ocurría, el fuego de unas ametralladoras ocultas rasgó el silencio del mediodía ... Los más de los guatemaltecos convienen en que los asesinos de Arana fueron unos jefes subalternos del ejército, partidarios de Arbenz.
Inmediatamente los militares amigos de Arana se lanzaron a la insurrección. Arbenz les hizo frente a la cabeza de las fuerzas leales al gobierno, y una vez más, el factor decisivo en la contienda fue alguien que no aspiraba a puestos políticos en Guatemala. En la precisa coyuntura en que los rebeldes se acercaban ya al Palacio Nacional, comenzaron a llegar a los puntos estratégicos camiones llenos de obreros, adiestrados para «la defensa de la revolución.» Este refuerzo aseguró a Arbenz el acceso a la presidencia. En las elecciones, el candidato izquierdista obtuvo el 65 por ciento de los sufragios.
Desde que Arbenz subió al poder (marzo de 1951), la posición política de Lombardo Toledano viene siendo el más seguro indicador del rumbo de Guatemala. Tan pronto como apareció clara la identificación de Lombardo con Moscú, perdió este hombre la adhesión de las masas de México. En otros países su Confederación ha ido quedando diezmada, hasta el punto de que hoy en día
sólo tiene ya importancia en cuatro o cinco naciones. En Guatemala, por el contrario, la CTAL lo puede todo, y allí aparece Lombardo frecuentemente como agasajado huésped y consejero. Es más, el presidente Arbenz ha establecido un enlace permanente con el jefe de la CTAL nombrando cónsul en la Ciudad de México a Manuel Pinto Usaga, discípulo de Lombardo y su colaborador en la organización del movimiento obrero de Guatemala.
Con todo y su rojo fulgor, el gobierno de Arbenz en sus más altas esferas no es abiertamente comunista. Es el producto de un movimiento juvenil. Los cabecillas de la revolución de 1944 andaban entre los 20 y los 30 años de edad; los legisladores de 1945 tenían por término medio 28 años; Arbenz tiene ahora 39, y la mayoría de sus ministros le ganan en juventud. Impetuosos, inexpertos en la política y en el ejercicio del poder, estos jóvenes se han dejado fácilmente inducir por hombres tan listos como Lombardo, a una acción en que se confunden los legítimos postulados del nacionalismo con programas que sirven a los fines comunistas.
Pocos guatemaltecos sostienen que la situación de 1944 no exigiera reformas; y en verdad, las bosquejadas en la constitución de 1945 pudieron conducir, tanto a la justicia económica como a la paz política. Mas, en su afán de deshacer agravios, los jóvenes exaltados que gobiernan a Guatemala permitieron que, en desarrollo de la constitución, se dictaran una ley de Reforma Agraria y un Código del Trabajo que, aunque parezcan proteger al trabajador, responden en realidad a tres designios comunistas:
Expulsar del país a la United Fruit Co., la International Railways y la Empresa Eléctrica de Guatemala, y dar al gobierno el manejo de las propiedades de dichas empresas cuyo valor asciende a $125.000.000.
Hacer de todo trabajador guatemalteco, cualquiera sea su religión o filiación política, un hombre que deba su vivir, y su voto por lo tanto, a un gobierno guiado por los comunistas.
Crear, para la administración de las propiedades nacionalizadas, una burocracia que tenga a sueldo a millares de personas que serán firme apoyo del gobierno.
La Ley Agraria, uno de los brazos de la tenaza comunista, proclama primero que los terrenos sin cultivar se repartirán a los campesinos a fin de que cada uno de éstos, cultivando su pequeña parcela, pueda hacerse independiente; pero después la ley, cuyo autor principal fue Víctor Gutiérrez (el camarada comunista que figura al frente de la confederación obrera), previene que:
1. La tierra es de la nación. Los campesinos tendrán derecho al uso vitalicio de ella, siempre que paguen como arrendamiento el tres por ciento de las cosechas; acepten la dirección gubernativa encomendada al comité agrario local; paguen al gobierno «precios justos» por los animales, semillas y herramientas que les venda; y produzcan en forma que el comité considere «racional.»
2. El comité local se compone de cinco miembros, de los cuales tres han de representar a los sindicatos (dirigidos por los rojos).
Semejante método permite que dos o tres comunistas bien adiestrados dicten su norma a un número hasta de 100 familias no comunistas.
Al amparo de esta ley se lleva a cabo la expropiación de los terrenos de la United Fruit Co.
El Código del Trabajo, el otro brazo de la tenaza comunista, concede a cualquier grupo hasta de tres obreros quejosos el derecho a declarar una huelga. Por endeble que sea la razón en que la huelga se funde, nunca podrá perderse porque la ley obliga al patrono a pagar los jornales devengados durante el paro. De otra parte, el código hace poco menos que imposible el despido de un obrero por falta de honradez o por incompetencia.
Este código se viene utilizando constantemente, no para mejorar la suerte de los trabajadores sino para hostilizar y arruinar a las compañías extranjeras. El 8 de octubre de 1953, después de una huelga muy bien organizada de 6000 obreros, el gobierno se incautó «temporalmente»,de la International Railways, el 4~ por ciento de cuyas acciones pertenece a la United Fruit.
En julio último, los obreros de la Empresa Eléctrica (los de salario más alto en Guatemala) se lanzaron a la huelga. Al cesar la producción de energía, el gobierno declaró el estado de emergencia, nombró su propio gerente interino y encargó a unos interventores el examen de los libros de la compañía. La «emergencia» continuó en tanto que el gerente gubernativo instruía un expediente de expropiación, actualmente en curso.
Estos no son más que algunos de los hechos de todo un lapso de tres años de huelgas, embargos, sabotajes y propaganda «anti-imperialista.» Las consecuencias han sido: pérdidas de valiosas propiedades, descenso agudo del rendimiento del trabajo, retraimiento absoluto en las inversiones de capital extranjero, y una evasión de capitales nacionales en cantidad que, según los comunistas mismos, asciende a 24.000.000 de dólares. La elevación lograda en los jornales ha quedado anulada por una rápida inflación; y en tanto que en 1946 visitaron esta tierra encantadora 45.000 turistas que gastaron 20.000.000 de dólares, en 1953 el número de turistas no llegó a 5,000.
¿Tiene aún solución el problema? Los guatemaltecos han hecho esfuerzos repetidos y valerosos para romper los grillos comunistas. Al conocerse la sustitución del director y las monjas del hospicio católico por empleados notoriamente comunistas, se produjo una manifestación tumultuosa de mujeres del mercado y de estudiantes que irrumpieron en el local del orfanato y pusieron en fuga al nuevo personal. Luego la multitud, engrosada hasta el número de 10.000 personas, se dirigió al Palacio Nacional tremolando carteles anticomunistas. No habiéndose detenido los manifestantes al toque de atención de la policía, los guardias hicieron fuego: resultaron cinco muertos y 60 heridos.
En abril próximo pasado el gobierno hubo de sofocar en tres ciudades de provincias una revuelta dirigida por oficiales expulsados del ejército. En los últimos meses han venido surgiendo choques esporádicos entre grupos de campesinos y algunos de sus presuntos bienhechores, los comités agrarios adiestrados por los comunistas. La actitud del pueblo aparece más diáfana de día en día. Queda sólo esperar que esa actitud encuentre los medios de prevalecer.
'Por servicios prestados ...
CUANDO su hijito de seis años llegó a la casa con una moneda de 25 centavos, la mamá le preguntó dónde la había conseguido. —Me la dio Guillermito porque le hice un favor—contestó el niño.
— ¿Qué favor le hiciste?
—Yo le estaba propinando una paliza ... y él me pidió que parara.
—Colaboración de V. E. H.
SELECCIONES DELREADER'S DIGEST Febrero 1954CUANDO su hijito de seis años llegó a la casa con una moneda de 25 centavos, la mamá le preguntó dónde la había conseguido. —Me la dio Guillermito porque le hice un favor—contestó el niño.
— ¿Qué favor le hiciste?
—Yo le estaba propinando una paliza ... y él me pidió que parara.
—Colaboración de V. E. H.
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