Sam era
un águila excepcional y la gente de Melbourne del Sur nunca olvidará su
presencia
UN AGUILA EXTRAORDINARIA
POR JOHN POWERS
BRIAN Carter,
administrador de parques y jardines urbanos en Melbourne del Sur (Australia),
se sentía frustrado. En uno de los barrios había estado tratando de interesar a
los residentes para embellecer un vecindario descuidado y populoso, con 22.000
personas hacinadas en 15,5 kilómetros cuadrados; pero
nadie respondió: "Aquí no conseguirás a nadie que haga algo", se le
advirtió una y otra vez cuando buscaba ayuda en calles y tabernas. "A
ninguno le importa".
De pronto, desde los cielos, llegó la respuesta a sus sueños.
En octubre de 1975, Carter, de 33 años, acababa de llegar a sus oficinas
después de un viaje de negocios cuando un jardinero irrumpió en ella.
—¿Qué vamos a hacer con esa águila sanguinaria? —inquirió.
—¿Cuál águila? —preguntó Carter.
El jardinero señaló afuera de la ventana un lugar,del Saint Vincent Place, el
mismo parque de dos hectáreas donde se hallaba ubicada la oficina.
—Esa águila —dijo—, la que está en el árbol. La hemos tenido allí durante casi cuatro días.
Con zancadas largas, Carter cruzó el parque, atravesando la cancha de bolos
construida por la aristocracia colonial durante el tiempo de grandeza en
Melbourne del Sur. No perdía de vista la asombrosa
visión. Arrogante, y en señal de desafío, un águila australiana se
encontraba en una rama alta del pino. Era un pájaro
regio y gigantesco de color negro.
Al observarla, Carter se convenció de que esa
águila era un don del cielo, un símbolo de la pradera, del aire limpio, de la
libertad. Tal vez podría inspirar a los apáticos residentes de
Melbourne del Sur a redescubrir los valores que habían perdido.
Pero primero, Carter tenía que asegurarse de que
el águila se quedaría. Para hacerla sentirse como en su hogar,
Carter consiguió la ayuda de George Dean, un sereno jubilado que vivía frente a
Saint Vincent Place. Desde el día en que el pájaro llegó, Dean lo había estado
alimentando con patas frescas de conejo y corazones de oveja. También hacía correr el agua de una fuente para que
el águila pudiera bañarse.
Desde luego no todos recibieron con gusto a Sam ( nombre que Carter dio al
águila). Lo bombardeaban gaviotas, cuervos y aguzanieves. Los gatos lo
acechaban. Y algunos residentes de la zona,
temerosos, lo declaraban una amenaza para sus bebés y exigían su muerte.
Pero Sam se quedó. Armado con garras, pico y alas no tenía nada que temer, al
menos de las porfiadas gaviotas. Sólo precisaba estirar sus garras, pescar al
más gordo de sus verdugos y después pararse en un tejado o en la rama de un
árbol para disfrutar de una excelente cena.
¿Por qué una gran ave de presa, reina de los cielos australianos, eligió vivir
en un parque de dos hectáreas rodeado por 8.000 casas y 50 tabernas, a menos de
dos kilómetros del bullente centro de negocios de Melbourne? Quizá, razonó un
funcionario, Saint Vincent tenía similitud con algún lugar donde vivió Sam, ya
sea en cautiverio o como mascota.
Cualesquiera
que hayan sido sus orígenes, Sam se convirtió
muy pronto en la atracción de la zona. Con amigos como Dean, se hizo
el amo de los prados saltando con desganados brincos para pescar ramitas que
caían cerca de él. Los empleados de la oficina,
reflexivamente, dejaban de lado sus bolígrafos cuando pasaba frente a sus
ventanas. Los niños corrían hasta Saint
Víncent Place para mirar asombrados a este símbolo supremo de lo
salvaje que vivía en su barrio. En cuanto la
prensa, la radio y la televisión descubrieron a Sam, las familias comenzaron a llegar de todas partes
de Melbourne para observar sus vuelos o sólo
para mirarlo parado en su rama de pino favorita.
Y lo más
importante, tal como Carter lo había esperado, Sam
se convirtió en el catalizador de un programa de embellecimiento para
Melbourne del Sur. La reforestación se aprobó de
inmediato, además hubo una participación inesperada y entusiasta de la
comunidad. En el año escolar de 1977 a 1978 cada estudiante de Melbourne del Sur plantó por lo menos un
árbol. Dos años después había más árboles que personas en la ciudad.
Todos los
árboles que se plantaron eran originarios de Australia, no los europeos
exóticos que hasta entonces habían constituido la mayor parte de la escasa
vegetación del barrio. Estos árboles nuevos primero
trajeron de regreso a los insectos que sirven de alimento a los pájaros; a
continuación llegaron los grandes pájaros que viven de la caza de
los menores. Como resultado, se unieron a Sam
pájaros que no se habían visto en la zona durante generaciones.
Ahora,
lleno de pájaros, el parque que
antes no atraía a más de 20 o 30 personas por semana, era visitado por 1.000 personas durante cada fin de
semana. Los adultos venían a descansar. Los niños jugaban a las escondidas
entre los numerosos arbustos recién plantados. Los ornitólogos se congregaban para contar el creciente
número de aves nativas.
La
presencia de Sam impulsó a Carter y al Ayuntamiento a realizar funciones
artísticas en Saint Vincent Place para unir más aún a la comunidad.
Inmediatamente pusieron en escena una serie de conciertos y se establecieron
tardes deportivas.
Los programas
para estas ocasiones prometían un sobrevuelo de
Sam a las 3 de la tarde. Siempre alrededor de esa hora, el águila se elevaba
por encima de los árboles, hacía un par de piruetas sobre la multitud y
luego se quedaba en su pino para escudriñar lo que ocurría abajo.
Se fijó el 15
de octubre como el cumpleaños de Sam porque fue ese día cuando llegó a
Melbourne. Cada año, un grupo pequeño pero
entusiasta llegaba a Saint Vincent Place a las 6 horas con vino para su consumo
y carne fresca para Sam, cantándole Feliz cumpleaños.
En octubre de
1976 Sam se vio envuelto en un pequeño escándalo.
Sintiéndose protector del parque, agarró a un perro chihuahueño de casta, lo
levantó por el aire y luego lo dejó caer. Furioso por haber gastado 200 dólares
en el veterinario, el dueño del perro pidió la expulsión de Sam. Pero
los residentes enviaron cartas defendiendo al águila. "¿Cómo puede
comparar 200 dólares que gastó para curar a su perro, con el lujo de tener un águila australiana?", preguntó
un niño. El Ayuntamiento rechazó la petición y decidió conservar a Sam.
Los jardineros estaban
felices con la resolución de las autoridades. Desde hacía mucho tiempo, se
sentían indignados porque los perros corrían sueltos en el parque y estropeaban
las flores. La severa vigilancia de Sam logró
que los perros sin dueño anduvieran raras veces en Saint Víncent Place y las flores comenzaron a brotar mejor que antes.
Hubo algo que
impresionó sobremanera a la gente que observaba y amaba a Sam. La búsqueda de
compañera. Después de dos años en Melbourne del Sur, Sam concluyó que había
estado solo demasiado tiempo. Comenzó a buscar novia. La empresa se inició con
la construcción del nido ( tarea tradicional del águila macho). Sam atoró varas
largas en la unión de las ramas de un árbol durante varios días, hasta que el
nido estuvo listo.
Entonces comenzó
a realizar vuelos de acoplamiento, se remontaba y se clavaba desde una altura
de 3.000 metros; hacía espectaculares acrobacias destinadas a llamar la
atención de un águila hembra; sin embargo, ninguna respondió.
Sam perseveró
en su ritual durante meses, extendió el área de su exploración e iba desde
Hobson's Bay hasta más allá de las montañas Dandenong. Una vez desapareció
cuatro días y volvió hambriento pero sin su pareja. El área cubierta durante su
búsqueda de acoplamiento sería incalculable, porque las águilas son capaces de
volar, con toda facilidad, cerca de 300 kilómetros diarios.
Pero, al fin,
tuvo que aceptar que no había otra águila viviendo en zonas ocupadas por sus
amigós humanos y dejó de realizar sus espectaculares acrobacias resignándose a su
soledad forzada. Sam nunca voló ya a las altas regiones del espacio.
En torno de él,
el Ayuntamiento continuaba trabajando en forma incesante. Las calles de
Melbourne del Sur fueron remodeladas para limitar el flujo de tráfico por el
barrio. Se plantaron más árboles y arbustos, y
los que ya estaban empezaron a florecer en forma abundante. Se amplió el
viejo mercado. El calor que Sam generaba también hizo desaparecer
parte de la soledad que había en Melbourne del Sur. La gente se reunía en los
parques, conversaba y se reía. El barrio se convirtió en un lugar más amistoso.
En menos de cuatro años Sam había ayudado en la
trasformación de la zona.
Para muchas
personas Sam simbolizaba tanto, que su desaparición,
tres semanas antes de su cuarto aniversario, provocó un enorme impacto
emocional. La gente auscultaba los cielos, y los días pasaban. George
Dean quería creer que Sam por fin había encontrado una compañera y que andaba
de luna de miel en las Dandenong.
El 15 de
octubre de 1979, cumpleaños de Sam, Brian Carter
despertó lleno de fe. Seguro que hoy regresa, pensaba. Bajó al parque a las 6
de la mañana, como de costumbre, con su botella de vino y carne para el águila.
Carter recuerda: "Vagué por los jardines durante media hora
dando algunos sorbos al vino, pero Sam no estaba.
Me fui a casa muy triste".
Al mediodía,
sonó el teléfono de Brian. Era Dean tratando de conservar la voz firme. "Sam está muerto", dijo. "Fue atropellado
por un automóvil". Conmocionado, Carter colgó el auricular
lentamente. Minutos después, este volvió a sonar. Bob Rogers, de Radio 3UZ
estaba en la línea, y le dijo al administrador: "Quisiéramos
que participara en un programa que trasmitiremos mañana en memoria de
Sam".
Al día
siguiente, durante el programa, Carter leyó un
poema que había escrito acerca de Sam. Después, la estación recibió cerca de
600 llamadas telefónicas de todo el país. Muchos de los que llamaron estaban
llorando.
El Ayuntamiento
reclamó el cuerpo de Sam e hizo los preparativos para disecarlo. Los
estudiantes de la Escuela Técnica de Melbourne del Sur hicieron una caja de
vidrio para su exhibición en la escuela, dándole
un nicho
permanente en la historia de la zona. Sin embargo, el verdadero monumento a Sam
es el ambiente remodelado de ese rincón de la ciudad que él convirtió en su
reino, los árboles ( ahora más de 40.000) cuya
plantación él inspiró y la alegre cacofonía de pájaros en un
lugar donde las calles y los parques estuvieron antes envueltos por el
silencio.
Tal vez el
resumen más elocuente de lo que Sam significó para la gente entre la cual
decidió vivir provenga del hombre que se sintió inspirado por él mientras
luchaba para convertir en realidad su sueño de
la reforestación: Brian Carter.
"¡Todo esto se logró en una zona donde decían que no se podría
hacer nada!", dice Carter victorioso. "Creo que Sam vino aquí
por una razón, para enseñarnos algo. En verdad así lo creo. Era el momento oportuno, se ajustaba a la perfección,
demasiado perfecto para ser simple casualidad. Nos enseñó a tener
conciencia del ambiente que nos rodea, y en lo que puede convertir, se. Nos mostró que se pueden tener árboles en la ciudad.
Que uno puede salir y conversar con su vecino. Y que hay momentos de paz que
uno puede crear en la ciudad. A través de él la gente se percató de algo salvaje,
pero singularmente nuestro.
"Pero lo
esencial para todos nosotros es que Sam estuvo aquí . . . y que fue maravilloso. Ustedes habrán visto volar un
águila ... no agita sus alas, sólo planea ... haciendo círculos. Un águila es
libre, increíblemente libre. ¡Majestuosa! "
Carter hablaba,
haciendo esfuerzos por encontrar la forma apropiada para describir el milagro de un águila en vuelo. Su cara
expresaba, mejor que sus palabras, lo que siempre tendrá presente al recordar a
Sam: admiración y gratitud.
Selecciones del
R.D. Octubre de 1981