ESAS MANOS GENTILES
JOANNA RHODES HALL
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Por años yo había dejado
de pensar en esa joven enfermera de ojos azules, hasta ese domingo en la tarde
cuando mi nieto Brandon. deseaba conocer sobre su ángel guardián.
La conversación comenzó
debido a un regalo que yo le había hecho el cuadro de un ángel suspendido sobre
un niñito y una niñita que están cruzando un puente viejo de madera que parece
muy peligroso. Yo compartí con él Hebreos I : l4 (BD)
"Porque
los ángeles son tan sólo espíritus mensajeros que Dios envía a ayudar y a
cuidar a los que han de recibir la salvación".
"Tú tienes un ángel
cuidándote", le dije. Brandon realrnente se emocionó e inmediatamente
deseaba darle a su ángel un nombre. Mientras manejaba para llevarlo a su casa
esa tarde, él sostuvo fuertemente su "cuadro del ángel", como le llamaba,
y corrió hacia la casa para decirle a su rnamá que él tenía un ángel que le
guardaba, que cuidaba sus pasos.
Más tarde esa noche yo
pensé en mi ángel y recordé la sensación de unas manos que suavemente y con
gentileza se posaron sobre mi cara
-la primera vez hace
casi veinte años-. Yo iba a dar a luz a mi sexto hijo. Teníamos cinco hijas
preciosas y estábamos orando por un varón.
Había sido un parto
largo y difícil para una mujer de treinta y cinco años de edad, y había llegado
el momento de ser llevada a la habitación de parto, donde me transfirieron con
cuidado a la cama con unos artefactos para poner los pies.
" ¿ Por Qué
estoy tan sensible?"', recuerdo haber pensado. "Yo he pasado
por esto cinco veces, así que esto no es nuevo para mí. ¿,Por qué está la
habitación de parto tan fría"'Todas las luces brillantes estaban
puestas sobre mí, pero ellas daban sólo luz, no calor. Las enfermeras bien
entrenadas y el personal del hospital estaban apurados preparándose para el
nacimiento de mi hijo. Pero yo tenía miedo.
Cerré mis ojos
fuertemente con la esperanza de detener el dolor y el temor y sentí un
paño frío que caía sobre mi frente y una palmadita suave en el costado de mi
cabeza-. Yo nunca había sentido tanta gentileza en toda mi vida. Lentamente
abrí los ojos y contemplé un rostro enmascarado con los oios azules más claros
que haya visto en mi vida. Durante el parto, ella nunca se movió de la cabecera de mi cama. Cuando el dolor se
intensificó sus manos frías
golpeaban suavemente mi rostro o mi cabeza. Ella nunca habló una palabra y yo nunca vi su rostro sin la
máscara.
. A la I :30 P.M. del
día l3 de marzo de 1971, di a luz a un varón de nueve libras y tres onzas. Pero
mi gozo fue por corto tiempo. Mientras la enfermera ponía a mi hijo en mis
brazos, yo vi un rostro rojo que no estaba perfectamente formado. Su pequeña
nariz. Estaba completamente aplastada y su labio superior tenía un hueco
grande en él. . Este precioso don de Dios había nacido con un labio y paladar
leporino. A medida que me salían las lágrirnas por el borde de mis ojos , sentí unas lágrimas tibias cayendo en mi
cabeza. Pero esta vez sentí unas palmaditas,como una madre cuando toca
suavemente a su hijo para consolarlo cuando éste, está a punto
de quedarse dormido.
Mientras me sacaban del
salón de parto. , miré hacia atrás, haciendo un rápido inventario de la habitación.
Deseaba escribirle una nota dando las gracias a mi
nueva amiga tan especial. Pero no pude verla.
Como tampoco pude ver a la enfernera con los oios azules de nuevo.
Le pregunté a todo el mundo quién era ella, pero nadie parecía recordar a una enfermera en la cabecera de mi cama. inclusive pedí ver la
enfermera encargada del turno ese día en el salón de parto. Ella dijo que con lo escaso de personal que estaban en en
ese turno, era imposible que una enfermera estuviese de pie sin hacer
nada. Quizás ella no fue visible para nadie más, pero yo sé que
ella estaba allí conmigo ese día. Aunque nunca más la he vuelto a ver, he
sentido su prescencia. Mi hjo Neal, tuvo muchas operaciones para corregir
su labio y paladar leporino.
Tuvo numerosas infecciones
de oído, fiebre alta. y muchas noches sin dormir. En las noches que yo mecía y
cantaba a mi hijo, sentí esas mismas manos suaves en mi cabeza.
Hace unos meses tuve que
ser operada. Una vez más tuve ese sentimiento de inquietud mientras me llevaban
silenciosamente por el corredor hacia la sala de cirugía. A medida que la
anestesia comenzó a hacer efecto, y cuando me estaba quedando dormida, sentí esas manos suaves en mi cabeza. Traté fuertemente de
abrir los ojos, deseando ver esos ojos claros y azules una vez más,
pero ya estaba muy soñolienta, y mis ojos no se abrieron.
En el salón de
recuperación, mi primer pensamiento consciente fue el de mi amiga. ¿Recuerda
haber tenido alguna vez una pesadilla y tener miedo de abrir los ojos? Y luego
su madre le toma en sus brazos, le mece, y le sostiene cerca de ella. Así fue
como yo me sentí ese día, mientras despertaba del sueño de la anestesia. Mi
amiga estaba aún allí.
Estoy tan feliz de haber
encontrado ese cuadro del ángel guardián cuidando al niño y la niña y también
de haber podido dárselo a mi nieto mayor. Porque para un niño despierto, de
cinco años, una foto vale mil
palabras.
Y para mí, trae a mi memoria el recuerdo de unas manos suaves
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