EN LOS CAMPOS DE FLANDES
POR BERNARD RAGNER
El más bello poema en lengua
inglesa inspirado por la primera guerra mundial
Condensado del suplemento dominical del "Times" de Nueva York
EN 1915, durante la segunda batalla de de Ypres (Francia), el coronel John McCrae, oficial de sanidad militar del Ejército canadiense, escribió con lápiz las tres inmortales estrofas de In Flanders Fields ("En los campos de Flandes") en una hoja arrancada dr un cuaderno de despachos. Envió el poema anónimamente a la revista londinense Punch, cuyo director, reconociendo su valor literario, lo publicó. Como por arte de mágia, aquellos versos se leían poco tiempo después en todos los confines la Tierra.
"Este poema nació literalmente del fuego y la sangre durante la etapa más encarnizada de la batalla , escribe el mayor general E.W. B. Morrison, jefe de McCrae.
"Mi cuartel general estaba en una trinchera, en lo alto de una de las márgenes del canal de Ypres, y el puesto de primeros auxilios de John se hallaba instalado en otra, al pie de la misma orilla. Ambos habíamos visto muchas veces, en los 16 días que duró la batalla, a los capellanes en el acto de enterrar a los muertos cada vez que había una pausa en el fuego. A menudo oíamos por la mañana a las alondras cantar en las alturas, entre el estallido de las granadas y el tronar de los cañones de la batería que teníamos al lado. Y veíamos que las cruces iban formando filas y más filas, hasta formar un cementerio bastante grande".
Después de 1915, las cruces de madera fueron remplazadas por lápidas de granito. Cerca de ellas se alza un monumento en que aparecen tallados algunos versos del poema. El mismo McCrae está sepultado en Wimereux, en Pas-de Calais (Francia). Cada año, el 11 de noviembre, Día del Armisticio, los funcionarios del municipio y el vicecónsul británico efectúan una breve ceremonia junto a su tumba, sobre la que desparraman amapolas rojas.
EN LOS CAMPOS DE FLANDES
En los campos de Flandes crecen las amapolas fila tras fila,
entre las cruces que marcan nuestras tumbas,
y en el cielo aún
vuela y canta la valiente alondra
su voz, apagada por el fragor de los cañones.
Somos los muertos.
Hace pocos días vivíamos, palpábamos auroras, el rojo del crepúsculo, amábamos, éramos amados;
Y ahora yacemos en los campos de Flandes.
Contra el enemigo proseguid nuestra lucha;
tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos exangües:
¡Es vuestra para que la alcéis bien alto!
Si faltáis a la fe de nosotros los muertos nunca descansaremos, aunque florezcan en los campos de Flandes las amapolas.
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