ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA
EN mi carácter de fotógrafo al servicio del estado mayor del general McArthur, participé en los arreglos que se hicieron para tomar las películas de la rendición japonesa a bordo del Missouri. Se convino entre los fotógrafos de las naciones aliadas que aquélla sería una cuestión de «todos para uno y uno para todos», y que formaríamos una especie de fondo común para uso mundial. Las películas se enviarían todas a Wáshington por la vía aérea, y allí las distintas embajadas—la inglesa, la rusa, la francesa, la china, etc.—recibirían no sólo las tomadas por sus propios fotógrafos sino, también, las de los otros países. Pero después de la ceremonia, un coronel ruso se acercó a mí para decirme:
—Tengo que enviar nuestras películas a Vladivostok.
—Pero así no tendrán ustedes sino una vigésima parte de lo que se tomó. Nuestra idea es dar a cada uno todas las películas del fondo común.
—Lo sé, pero ésa es la orden que he recibido—contestó.
Meses después, cuando tuve ocasión de conocer a un famoso corresponsal estadounidense que acababa de regresar de Moscú, comprendí por qué los rusos no quisieron dar sus películas para el fondo común. Según aquél me contó,
al pueblo ruso se le estaba exhibiendo una película de la victoria en la cual los soviets tomaban a Berlín y ganaban la guerra europea sin el auxilio de nadie.
Luego la misma película mostraba la invasión de Manchuria—y al general Derevyanko recibiendo la rendición japonesa a bordo de un barco de guerra cuyo nombre no se mencionaba.
Los comentarios implicaban que los soviets habían ganado también esa guerra sin la ayuda de nadie.
Aparentemente los fotógrafos rusos a bordo del Missouri tomaron solamente las películas de Derevyanko y la delegación japonesa, arreglando sus cámaras de tal manera que todo lo demás aparecía como un fondo fuera de foco.
Colaboración de Bertrana Kalish
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