CHARLIE COULSON
EL MUCHACHITO QUE TOCABA EL TAMBOR
M. L. ROSSVALLY (1828-1892)
¡Oh! El empedernido odio del corazón humano por el evangelio de Dios6. La conclusión
Poco después de su conversión a Dios, el Dr. Rossvally renunció a su puesto en el ejército de los Estados Unidos, y abrió una misión para la conversión de sus hermanos judíos.
Al principio tuvo que enfrentar mucha oposición, pero perseveró y finalmente tuvo el gozo de ver un buen número—judíos ricos y pobres, ancianos y jóvenes—exclamar como aquel exclamó en la antigüedad: “Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (Jn.
1:41).
Más adelante hizo un prolongado viaje evangelístico, y visitó muchas ciudades en Europa, Estados Unidos y Canadá, y muchas otras tierras predicando en su estilo convincente las buenas nuevas de salvación gratuita y completa a numerosos públicos, siendo su ministerio usado por Dios, para llevar a no pocos—tanto gentiles como judíos—de la oscuridad a la luz y del poder de Satanás a Dios.
Después de varios años de servicio feliz, y unos pocos meses de intenso sufrimiento, M. L. Rossvally fue llamado a un servicio más alto en el cielo, en octubre de 1892.
“Aunque muerto, habla todavía”, porque varios millones de ejemplares de “Charlie Coulson, el muchacho que tocaba el tambor” y otros de sus tratados, han sido diseminados por los Estados Unidos, Gran Bretaña, India, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Suiza, Rusia, y otros países, llevando a muchos a “conocer a Aquél que es vida eterna”.
Ciertamente esta narración verídica y conmovedora de la vida real reafirma en nuestra propia época las palabras del judío convertido más famoso; Saulo de Tarso, quien dijo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rm. 1:16).
Es de notar que no es el evangelio del cristianismo o del judaísmo, el evangelio de alguna iglesia, credo o grupo, sino el evangelio de Cristo, el evangelio acerca de la incomparable
persona del Señor Jesucristo, quien “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4). “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
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en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11).
La gran pregunta que cada uno ha de considerar es: ¿He percibido como individuo, así como el muchacho que tocaba el tambor y el doctor, mi estado de perdición como “muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1) y aceptado al Señor Jesucristo como mi propio Salvador personal? ¿Y sé que “Dios, por medio de Jesucristo, ha perdonado mis pecados”?
Si no, ¿por qué no, como el judío y el gentil mencionado aquí, pone a prueba la cuestión? Contemple “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29) y podrá usted decir: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5).
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).
“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Rm. 10:9-10).
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Todo aquel que escuche, id a dar las nuevas,
Las benditas nuevas del mundo hasta el fin,
Llevad las noticias de Cristo a los hombres;
Decid que “el que quiera puede a Él venir,
Todo aquel que quiera, todo aquel que quiera”.
Por valles, colinas, la nueva esparcid,
Que el Padre amoroso al pródigo espera,
Y todo aquel que quiera puede a Él venir.
Todo aquel que venga no debe tardarse,
La puerta está abierta, entrad, compartid
Con Cristo quien es la Verdad, y quien dice
Que todo el que quiera puede a Él venir.
“Todo aquel que quiera”, es la fiel promesa;
“Todo aquel que quiera”, nunca tendrá fin;
“Todo aquel que quiera”, tendrá vida eterna,
Y todo aquel que quiera puede a Él venir.
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Debido a que me han preguntado con frecuencia si todos los detalles de esta narración son totalmente ciertos, aprovecho esta oportunidad para afirmar que cada incidente en particular ocurrió exactamente como ha sido relatado. —M. L. R.