domingo, 31 de marzo de 2024

FIN- MUCHACHO DEL TAMBOR

CHARLIE COULSON

EL MUCHACHITO QUE TOCABA EL TAMBOR

M. L. ROSSVALLY (1828-1892)

¡Oh! El empedernido odio del corazón humano por el evangelio de Dios

 6. La conclusión

Poco después de su conversión a Dios, el Dr. Rossvally renunció a su puesto en el ejército de los Estados Unidos, y abrió una misión para la conversión de sus hermanos judíos.

Al principio tuvo que enfrentar mucha oposición, pero perseveró y finalmente tuvo el gozo de ver un buen número—judíos ricos y pobres, ancianos y jóvenes—exclamar como aquel exclamó en la antigüedad: “Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” (Jn.

1:41).

Más adelante hizo un prolongado viaje evangelístico, y visitó muchas ciudades en Europa, Estados Unidos y Canadá, y muchas otras tierras predicando en su estilo convincente las buenas nuevas de salvación gratuita y completa a numerosos públicos, siendo su ministerio usado por Dios, para llevar a no pocos—tanto gentiles como judíos—de la oscuridad  a la luz y del poder de Satanás a Dios.

Después de varios años de servicio feliz, y unos pocos meses de intenso sufrimiento, M. L. Rossvally fue llamado a un servicio más alto en el cielo, en octubre de 1892.

“Aunque muerto, habla todavía”, porque varios millones de ejemplares de “Charlie Coulson, el muchacho que tocaba el tambor” y otros de sus tratados, han sido diseminados por los Estados Unidos, Gran Bretaña, India, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Suiza, Rusia, y otros países, llevando a muchos a “conocer a Aquél que es vida eterna”.

Ciertamente esta narración verídica y conmovedora de la vida real reafirma en nuestra propia época las palabras del judío convertido más famoso; Saulo de Tarso, quien dijo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rm. 1:16).

Es de notar que no es el evangelio del cristianismo o del judaísmo, el evangelio de alguna iglesia, credo o grupo, sino el evangelio de Cristo, el evangelio acerca de la incomparable

persona del Señor Jesucristo, quien “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4). “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están

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en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el

Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11).

La gran pregunta que cada uno ha de considerar es: ¿He percibido como individuo, así como el muchacho que tocaba el tambor y el doctor, mi estado de perdición como “muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef. 2:1) y aceptado al Señor Jesucristo como mi propio Salvador personal? ¿Y sé que “Dios, por medio de Jesucristo, ha perdonado mis pecados”?

Si no, ¿por qué no, como el judío y el gentil mencionado aquí, pone a prueba la cuestión? Contemple “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29) y podrá usted decir: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24).

“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Rm. 10:9-10).

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Todo aquel que escuche, id a dar las nuevas,

Las benditas nuevas del mundo hasta el fin,

Llevad las noticias de Cristo a los hombres;

Decid que “el que quiera puede a Él venir,

Todo aquel que quiera, todo aquel que quiera”.

Por valles, colinas, la nueva esparcid,

Que el Padre amoroso al pródigo espera,

Y todo aquel que quiera puede a Él venir.

Todo aquel que venga no debe tardarse,

La puerta está abierta, entrad, compartid

Con Cristo quien es la Verdad, y quien dice

Que todo el que quiera puede a Él venir.

“Todo aquel que quiera”, es la fiel promesa;

“Todo aquel que quiera”, nunca tendrá fin;

“Todo aquel que quiera”, tendrá vida eterna,

Y todo aquel que quiera puede a Él venir.

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Debido a que me han preguntado con frecuencia si todos los detalles de esta narración son totalmente ciertos, aprovecho esta oportunidad para afirmar que cada incidente en particular ocurrió exactamente como ha sido relatado. —M. L. R.

LA MADRE DEL JOVEN DEL TAMBOR

CHARLIE COULSON

EL MUCHACHITO QUE TOCABA EL TAMBORM.

 L. ROSSVALLY (1828-1892

 Falta contar la secuela de la historia de Charlie Coulson. Unos dieciocho meses después de mi conversión, asistí una noche a una reunión de oración en la ciudad de Brooklyn.

Era una de esas reuniones en que los creyentes testifican de la bondad y el amor de su Salvador. Después de que varios hubieran hablado, una anciana se puso de pie y dijo:  Queridos amigos, quizá esta sea la última vez que tengo el privilegio de testificar de Cristo. El médico me dijo ayer que mi pulmón derecho está prácticamente deteriorado y que el pulmón izquierdo está muy afectado, por lo que, en el mejor de los casos, tengo poco tiempo para estar con ustedes, pero lo que me queda pertenece a Jesús.

 ¡Oh, qué gozo es saber que encontraré a mi muchacho con Jesús en el cielo! Mi hijo no sólo fue un soldado de su patria, sino de Cristo. Recibió heridas en la batalla de Gettysburg, y cayó en manos de un doctor judío quien le amputó el brazo y la pierna, pero falleció cinco días después de la operación. El capellán del regimiento me escribió una carta y me envió la Biblia de mi hijo. En aquella carta me informaba que mi Charlie, en la hora de su muerte, mandó llamar al doctor judío y le dijo: “Doctor, antes de morir quiero contarle que cinco días atrás, mientras me amputaba el brazo y la pierna, oré pidiendo al Señor Jesucristo que salvara su alma”.

Al oír el testimonio de esta dama no pude seguir sentado. Me levanté de mi asiento, crucé la habitación y, tomándola de la mano le dije:

Dios le bendiga, mi querida hermana. La oración de su hijo fue oída y contestada. Yo soy el doctor judío por quien Charlie oró, y su Salvador es ahora mi Salvador.

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Un fervor celestial cundió por toda la reunión ante el emocionante cuadro de un judío

y un gentil hechos “uno en Cristo Jesús”. Y vieron Su maravilloso poder en el hecho de utilizar a un muchacho moribundo, que tocaba el tambor, para manifestar el Espíritu de su Señor orando por los enemigos de la cruz; en la maravillosa respuesta a la oración del jovencito, en su lecho de muerte, y en la gloriosa esperanza de reunión de la gran multitud de redimidos que nadie puede contar, de toda raza, y lengua, y pueblo, y nación.

Y entre los que por fin fueron salvos,

Para siempre felizmente bendecidos,

La madre amada y el médico con el Salvador

Se encontrarán con el niño del tambor

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