Sabias palabras
de un tímido confeso
CÓMO ESCRIBIR
UNA CARTA ENTRAÑABLE
POR GARRISON KEILLOR
1NOSOTROS, los tímidos, necesitamos de cuando en cuando escribir una carta, o nos marchitaremos hasta desaparecer. Es verdad, y yo hablo como alguien a quien le encanta hacer llamadas telefónicas. El teléfono es para la timidez lo que Hawai para el invierno; es un modo de salir de una situación difícil. Y, sin embargo: escribir cartas es mejor que telefonear.
Resulta un don estupendo: una plana manuscrita, en un sobre que no contiene ninguna factura, que espera a nuestra amiga cuando ella vuelve a casa tras un largo día entre personas hostiles, día que nuestras palabras ayudarán a reparar. No tienen que ser inmortales: tan sólo sinceras. Ella podrá leerlas dos veces, y otras más, mañana: Me importas mucho, Corinne; pienso en ti a menudo, y cada vez que pienso en ti, sonrío.
Necesitamos escribir; si no, nadie sabrá quiénes somos. Sólo tendrán una vaga impresión de nosotros, esa "Persona Agradable", porque, francamente, no brillamos como conversadores; nos falta el aplomo necesario para decir con desfachatez: "¡Hola! Soy Fulano de Tal; te contaré cómo me fue en esta semana". Casi siempre nos limitamos a comentar: "Ajá" y "¡Ah!, ¿de veras?" La persona sonríe y mira sobre nuestro hombro, buscando a alguien más con quien charlar.
Así pues, el tímido se sienta a escribir una carta. Para que otra persona lo conozca en realidad; para encontrarse y hablar libremente en la hoja de papel; para estar cerca, a pesar de la lejanía. Para escapar del anonimato y ser nosotros mismos, y expresar la música de nuestras almas.
Queremos que nuestra querida tía Eleanor se entere de que nos hemos enamorado; de que hemos cambiado de empleo y estamos trasladándonos a otra gran ciudad; y deseamos comunicar algo que no exteriorizaríamos en una conversación casual: ¡Gracias por todo lo que significas para mí! Ahora, me siento muy feliz.
El primer paso para redactar una carta es superar el sentido de culpabilidad por no escribir. No le "debemos" una carta a nadie. Las cartas son un don. La vergüenza lacerante que sentimos cuando vemos las misivas que no hemos contestado dificulta más aún tomar la pluma y, cuando por fin lo hacemos, el resultado es deprimente. Me siento mal por no haberte escrito, pero he estado muy ocupado, etcétera. Esto sale sobrando. Pocas respuestas son obligatorias, y rezarían así: Gracias por tu maravilloso regalo, o bien, Lamento mucho saber que George ha muerto. Escriba y envíe pronto estas expresiones, si quiere conservar a sus amigos. No se preocupe por contestar pronto las otras cartas, salvo, por supuesto, las cartas de amor. Cuando su verdadero amor escribe Adorada Luz de mi Vida, Alegría de Mi Alma, se impone la respuesta inmediata .. .
Algunas de las mejores cartas se redactan apresuradamente, en un arranque de inspiración; por ello, conviene tener a la mano lo necesario en un lugar en que pueda sentarse, y en unos cuantos minutos expresar, por ejemplo: Querido Roy, estoy ocupado haciendo un ensayo, pero deseo escribirte aunque sea un renglón. Saludos a tu novia:
he ahí una nota a un amigo, apresuradamente garabateada. Sobres, estampillas, libreta de direcciones; todo deberá estar en un cajón, a su alcance, para que pueda usted escríbir a toda prisa cuando le llegue la inspiración.
Una hoja en blanco, de 20 por 28 centímetros, puede parecer del tamaño del estado de Montana, si la inspiración brilla por su ausencia. Pruebe con una hoja más pequeña y escriba sin vacilaciones. Coja una pluma fina que pueda hacer trazos sinuosos, consígase una máquina de escribir cómoda, o una servicial procesadora de palabras ... Cualquier medio que le acomode.
Permanezca sentado unos cuantos minutos con la hoja en blanco frente a usted, y deje que su amiga o amigo acuda a su mente. Recuerde la última vez que se vieron, qué aspecto tenía y qué le dijo usted, y tal vez lo que no se dijeron. Cuando su amiga o amigo se vuelva una presencia real, empiece a escribir.
Primero, el saludo: Querida A. Aspire profundamente, y ¡manos a la obra! Una simple frase declarativa servirá, seguida por otra, y otra más. Como si usted nos estuviera hablando a nosotros. No piense en la gramática; no piense en el estilo; limítese a dar noticias. ¿Dónde fue usted, qué vio, qué dijeron los demás, qué piensa usted?
Si no sabe por dónde empezar, diga, por ejemplo: Estoy ante la mesa de la cocina, una lluviosa mañana de sábado. Todos se han ido y la casa está tranquila. Deje quela carta fluya. La carta más difícil de escribir es la que pretende impresionar, como todos lo sabemos por haber escrito solicitudes de empleo; si resulta difícil escribirle a un amigo, tal vez esté usted ansioso de impresionarlo. Una carta no es más que un informe a alguien que ya nos quiere por razones distintas de nuestra inteligencia. ¡Tómelo con calma!
Que no le preocupe la forma; no es un examen. Cuando llegue usted al final de un episodio, simplemente empiece un nuevo párrafo. Puede empezar por unos cuantos renglones acerca del triste estado del rock'n'roll, y seguir con el pleito que tuvo con su madre, luego con sus caros recuerdos de México, para terminar con el fregadero de la cocina y lo que hay en él. Cuanto más escriba usted, más fácil le resultará; y cuando tiene usted un verdadero amigo fiel a quien escribir, un hermano del alma, entonces es como conducir un auto automático; simplemente, no hay que levantar el pie del acelerador.
No arranque la hoja y empiece otra cuando le salga mal un renglón: trate de abrirse paso, escribiendo más. Sí comete errores, no importa; siga adelante. Deje que la -carta vaya adquiriendo sabor propio, y sea audaz. Escándalo, confusión, amor: lo que se le ocurra, plásmelo en el papel. Escribir es un modo de descubrir, siempre, y cuando llega usted al final y escribe Afectuosamente o Abrazos y besos, sabrá algo que ignoraba cuando comenzó diciendo: Querido amigo.
Es probable que su amigo deje la carta arrumbada y vuelva a leerla dentro de algunos años ... y la misiva habrá mejorado con el paso del tiempo.
Y dentro de 40 años, los nietos de su amigo la exhumarán del desván, y la leerán, como grata e inapreciable reliquia de los años ochentas, que les dará un súbito y claro atisbo del mundo que nosotros, los viejos, vivimos. Habrá usted creado, entonces, un objeto de arte.
Sus más sencillos renglones sobre dónde fue usted, a quién vio, qué dijeron, hablarán a esos niños, y ellos sentirán en sus corazones la humanidad de nuestro tiempo.
No puede usted descolgar el teléfono y llamar al futuro para hablar a sus nietos acerca de nuestra época. Si quiere hacerlo, tendrá que tomar una hoja de papel.
CONDENSADO DE "LEAVING HOME A COLLECTION OF
LAKE WOBEGON STORIES—.
POR
GARRISON KEILLOR, (D 1987 POR INTERNATIONAL PAPER CO., DE. NUEVA YORK, NUEVA YORK.
SELECCIONES DEL READER´s DIGEST
Febrero de 1987
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