sábado, 3 de septiembre de 2022

ENFRÉNTESE A SATANAS - “…CUANDO HUYE SATANÁS” C.S.LOVETT

 “…CUANDO HUYE SATANÁS”

C.S.LOVETT

Covina, California.

1969

 

ENFRÉNTESE A SATANAS

Cuando las sugestiones de Satanás llenan la vida pensante del cristiano, el crecimiento espiritual se estan­ca. Por lo tanto, es la voluntad de Dios que nos enfrente­mos al diablo para hacerlo huir. La salvación NO produce victoria automática sobre Satanás. La buena nueva de que "Mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo," hace posible la victoria. Posible sí ; automática no. Nadie escapa del ataque satánico. Al contrario, el Nuevo Testamento enseña que somos altamente vulnera­bles a él.

Si no lo fuéramos, Cristo no habría tenido que adver­tirnos "VELAD Y ORAD;" ni el Apóstol se habría to­mado el trabajo de enlistar "Las armas de nuestra mil¡cia." Clara y definitivamente, estamos en guerra. Guerra sin cuartel para conseguir que nuestras vidas sean útiles al Señor. Nadie nos ha asegurado que triunfaremos en el mundo. Lo que se nos ha garantizado es que tendremos lucha.

¿No es burlarse de la Biblia leer en ella que tenemos un arsenal de armas y luego no usarlas? Seguro que sí. El cristiano que no toma armas contra Satanás, está ya de­rrotado. La ausencia de resistencia es invitación automá­tica al control satánico. En la vida cristiana no hay vic­toria sin lucha:

"Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (la. Juan 5: 4).

La primera impresión del versículo es que basta con tener fe para dominar a Satanás. Pero leyendo cuidado­samente se ve que la fe es en sí un arma. Pablo la com­para a un escudo. Y un escudo es inútil, como arma, si no se usa. Usarlo quiere decir alzarlo a tiempo. Pero para que pueda usted alzar el escudo de la fe NECESITA VER VENIR los "dardos de fuego del maligno."

·         Esta es toda una campaña militar. Como tal, necesita un plan definido. Guerra sin plan es risible. La derrota es segura si no existe un plan efectivo para enfrentarse al diablo. No hay que tener en poco esta derrota, sólo por­que hallamos el tiempo presente de la salvación. Muchos se echan a dormir, seguros de que están libres de la CULPA del pecado. Pero tienen imperiosa necesidad de librarse del PODER del pecado, pues de él darán cuenta ante el Tribunal de Cristo. Si dejamos que el enemigo inutilice nuestras vidas, en aquel día tendremos que responder de ello. Las consecuencias del Juicio del Señor serán ETERNAS.

Me causa tristeza ver a tantos que consideran a Satanás sólo como curiosidad doctrinal. Pocos piensan que tiene experiencia de siglos controlando e influyendo vidas. Ya dije antes, que me sublevó ver al pueblo de Dios sin un método Escritura) para enfrentarse a Satanás y hacerlo huir. Me sentí sumamente irritado. Bendito sea El que me irritó, hasta producir este plan tan claro. Quiera El usarlo para, que hasta los recién convertidos. puedan

"Resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes" (Ef. 6: 13).

 Pocos sospechan el poder que tiene nuestro poderoso adversario.

CAPITULO TRES

GUERRA EN LA MENTE

Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros" (Rom. 7: 23).

Dios usó uno de sus métodos siempre tan amorosos, para enseñarme quién es Satanás y cómo actúa en nues­tras vidas. Le contaré. Meses atrás, dos inspectores muni­cipales nos visitaron y recorrieron la capilla y anexos, pudiendo observar las facilidades con que nos ha provisto el Señor. Después de algunas meneadas de cabeza y de gestos faciales, nos dieron su veredicto:

"Vaya, vaya. Nunca pensamos que hubiera aquí algo de este calibre. Ni el municipio cuenta con talleres de imprenta como los de ustedes. Lamentablemente, están ustedes ope­rando en una zona prohibida para estas instalaciones. Ya les comunicaremos la decisión final."

i Qué cosa! Después de tantos años aquí, se presentan estos empleados de gobierno amenazando sorpresivamen­te nuestro ministerio. Por nuestra parte, habíamos co­rrido todos los trámites con la Comisión de Planifica­ción, para obtener su aprobación y hasta habíamos apelado a las audiencias públicas. Y, ahora, aquí estaba estaa amenaza muy real.

De todas maneras, durante el día no presté mayor atención al asunto pues ojos y manos estaban muy ocu­pados. Pero en la noche, ya en cama, sin actividad, la la fue muy diferente. Sólo quedaba una cosa: PENSAR. Eso hice. Mi mente pronto me llevó a la visita de los inspectores y a considerar todas las posibilidades que había en su amenaza. ¿Si esto .. . ? ¿Si aquello .. . ? ¿Si . . . ? por todos lados y vuelta a examinar consecuencias y temores.

PREOCUPACION

Si usted pudiera haber imaginado que soy hombre Sin preocupaciones, debía usted haberme visto aquella noche. Me sacudía, me encogía, me volteaba y acomodaba mientras la escena de la mañana y todos sus detalles pasaban una y otra vez, por mi imaginación. Al fin, me convencí de que no había nada que yo pudiera hacer. Cristo se encargaría del problema y yo decidí dejarlo totalmente en sus manos. Sólo tomando El la carga podría yo conciliar el sueño. Mi propósito parecía bien firme, pero es el caso que la preocupación no desaparecía. Tomé la cosa tan en serio que me bajé de la cama, me arro­dillé en entrega total, y recordé al Señor su palabra de que echara en El mis preocupaciones. Repito, yo iba en serio.

Pues dicho y hecho. Yo que vuelvo a la cama y yo que vuelvo a la preo­cupación. Mi mente comenzó a funcio­nar como máquina de escribir des­controlada y con vida propia. Usted sabe lo que quiero decir. Las teclas corren para terminar el renglón ; re­gresa el carro, comienza nueva línea, las teclas sin freno; vuelve el carro, nuevo comienzo, nueva línea y, así, sin respirar un momento. Analizaba la situación, veía mi incapacidad, se la entregaba al Señor y vuelta a comenzar. Usted me entiende. Era como escribir una línea a máquina. i Bang! el timbre. Otra línea, bang. . . .

En realidad, no era tan grave la amenaza. No tenía por qué pasarme la noche en blanco, dando vuelta y vuelta inútilmente al asunto. Por fe, yo me daba cuenta de que el Señor tenía ya la solución adecuada. Pero el proceso de preocupación continua siguió por horas. Llegó un momento en que se me calentó la cabeza, las ideas eran cada vez menos razonables y, de pronto, la chispita luminosa que surge en la oscuridad. .. .

"¡Rocórcholis! ¡Alguien más tiene que estar metido en esto! ¡Hay alguien manejándome desde fuera! ¡Normal­mente no soy así!"

Allí estuvo la solución. El Espíritu Santo obró en mi interior y repentinamente recordé la escena en la Funda­ción (Ver Introducción). Una vez más, allí estaba la diferencia entre doctrina y práctica. Usted ve que yo estaba alerta a la realidad de Satanás, pero ahora habíaque demostrar prácticamente la doctrina. ¡ Qué momento, amigo!

"¡Seguro! ¿C6mo es que no lo vi antes?"

• La mayoría de los sicólogos cristianos están de acuerdo en que la fe tiende a disipar nuestra preocupación. Eso me parece aceptable si es que la fe se dirige tanto a Dios como a satanás. No puedo aceptar que la preocupa­ción desaparezca con sólo poner la fe en Dios. Yo expe­rimenté lo que es poner en Dios mi carga y estar listo a olvidarla, pero la preocupación recurría una y otra vez a la mente. No era asunto de mi fe en Dios sino que había que contar con el intruso adentro, agitando mi mente. ¡ Un intruso tan real como Dios mismo ! ¡ Mi fe en Cristo no bastó para espantar a Satanás!

ACCION

Tampoco me sirvió de nada la doctrina sobre el diablo. Aunque acudí a ella, los ataques del diablo continuaron. En esa incertidumbre, la Palabra de Dios surgió de las profundidades de mi espíritu, a manera de submarino que emerge a la superficie :

"Resistid al diablo, y huirá de vosotros" (Sant. 4: 7).

Sentí el llamado del Espíritu Santo que me incitaba a obrar. Ahora veía claramente que no es lo mismo re­sistir al diablo que resistir la tentación. Por años venía yo resistiendo la tentación. Pero resistir al diablo como persona era algo completamente nuevo para mí. Me sentí entonces como se habrá sentido usted al comenzar algo nuevo por primera vez y sin precedentes para guiarlo. Yo estaba temblando en ese momento. Realizar que estaba yo frente al dios de este mundo me puso "la carne de gallina" y a tragar saliva.

Lo único claro es que, con este conocimiento tan vívido, no me quedaba más remedio que actuar. Actuar de manera abierta y bien definida. Mientras tanto, co­menzaba a sentirme aterrorizado por la presencia satá­nica al grado que hasta creí sentir su fétido aliento gol­peándome la nuca. Vi que mis manos se volvían fuente de sudor. Así atemorizado, me volví al Señor para decirle que esta prueba era demasiado para mí; que por favor me auxiliara y defendiera. Recuerdo que mencioné casos de personas que habían acudido a El en tales trances. Sin embargo, de inmediato quedó muy claro en mi cora­zón cuál era la voluntad del Señor

"Yo ya me enfrenté a Satanás. Ahora te toca a ti. Pero hazlo sin afanarte. Recuerda que es un enemigo ven­cible. El diablo huirá si lo resistes en mi nombre."

No es que haya oído precisamente estas palabras. Lo que digo es que este fue el mensaje que vino de mi inte­rior. Dejaba muy claro que ahora era mi turno para actuar. ¿Pero qué curso de acción tomar? A manera de respuesta, me acudió a la mente la escena cuando Satanás tentó a Cristo. Cristo le habló. Le dijo : "¡ Vete de mí, Satanás!" Posiblemente el equivalente a nuestro "¡ Lár­gate !" Luego agregó una cita bíblica.

Si ese era un procedimiento seguido por Cristo, no veía por qué podría equivocarme siguiendo su ejemplo. Esto me dio valor para intentarlo.

·         Como Mague tenía ya horas de estar durmiendo, no oyó cuando dejé escapar las palabras. . . .

"¡Satanás! En el Nombre de Cristo VETE DE MI, porque está escrito, por nada estéis afanosos, mas dad gracias en todo, porque esa es la voluntad de Dios."

Entonces, con un movimiento rápido, me tapé hasta la cabeza. Todo esto era tan nuevo para mí que, real­mente, nada me hubiera sorprendido ya. Tal vez espe­raba que me cayera el techo encima o que Satanás me golpeara. Pero no sucedió nada de eso. Así que le di las gracias al Señor y le dije : "¡Lo hice Señor! Tal como tú me lo dijiste."

¿Sabe usted que pasó después? Quedé profundamente dormido.

A la mañana siguiente

Desperté fresquecito. Pero tremendamente impresio­nado. iHabía tenido la maravillosa experiencia de hacer huir a Satanás! El poder sobre el diablo me hizo sentir como embriagado. Pero al recordar que no era a mí a quien temía, sino al bendito Nombre de nuestro Señor Jesucristo, recuperé la humildad. ¡ Oh que Nombre tan más precioso ! Y un nuevo respeto por la autoridad efec­tiva del Nombre de Cristo invadió mi conciencia.

Yo acababa de experimentar lo que es la victoria en esta guerra de mentes. Con plena libertad, el enemigo había podido guiar mis pensamientos y convertir mi an­siedad normal en arma a su favor. El diablo me había mantenido en ansiedad frenética a pesar de que yo no quería estar ansioso y de que yo sabía que no tenía por qué estarlo. Además, yo había entregado todo mi problema al Señor. Si alguien pensara que tal vez mi entrega no había sido real, yo le aseguraría que sí lo fue totalmente. Esa no fue mi falla. ¡Mi falla estuvo en no resistir al que podía atacarme con entrega o sin ella! Ahora sabía que la presencia de Cristo no aleja la presencia de Satanás.

·      Qué palabra tan más simple : resistir. A mí no me tocaba conquistar nada, competir con nadie o, ni siquiera, ser inteligente. Sólo resisitir. Así fue como Satanás salió de huida. Con esto yo había adquirido nuevo concepto de Cristo.

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