LAS ÚLTIMAS 24 HORAS DE LA VIDA DEL MESÍAS
EL ÚLTIMO DÍA DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR
WILLIAM HANNA
NEW YORK
1864
LAS ÚLTIMAS 24 HORAS DEL MESÍAS *HANNA* 1-11
PREFACIO.
Este volumen contiene una narración de todos los incidentes del último día de la vida cruel de nuestro Señor; siguiéndolo desde sus primeros momentos en el huerto hasta su sepultura en la tumba de José.
Está compuesto por conferencias escritas durante la preparación habitual para el púlpito. Con la ayuda de los mejores instrumentos de análisis crítico, el autor se esforzó, en primero, por leer correctamente y armonizar los relatos de los diferentes evangelistas. A partir de ellos, se ha propuesto construir una narración continua y extensa, con el fin de plasmar, de la manera más vívida posible, no solo la secuencia de los incidentes, sino también los caracteres, motivos y sentimientos de los diferentes actores y espectadores de los acontecimientos descritos. Se ha abstenido de toda discusión crítica o doctrinal, por considerarla ajena al propósito que tenía en mente. Tampoco ha considerado necesario sobrecargar las páginas siguientes con referencias a todas las autoridades consultadas.
El lector de habla inglesa se encontrará en los escritos de Alford, Stier o Ellicott, fundamento de la mayoría de las lecturas de los documentos originales e inspirados en los que se basa la siguiente narración.
Edimburgo, 3 de mayo de 1862.
LA TRAICIÓN Y EL TRAIDOR
“La noche en que fue traicionado” —esa larga, insomne, llena de altibajos, turbulenta noche—la última noche de la vida de sufrimiento de nuestro Señor —esa única noche en la que podemos seguirlo a lo largo de toda su vida y seguir sus pasos hora tras hora
—¡qué extrañas vicisitudes de escena e incidentes, de pensamiento y sentimiento, vivió nuestro Salvador en aquella noche!
El encuentro en el aposento alto, el lavamiento de los pies de los discípulos, la celebración de la Pascua hebrea; la nube que se cernía sobre su frente, las tristes advertencias a Pedro y las terribles a Judas; la institución de su propia Cena, * Mateo xxvi. 47-56; Marcos xiv 43-50; Lucas xxii. 47-53; Juan xviii.
Y el tierno discurso de consuelo, la sublime oración de intercesión; el Huerto; sus breves y entrecortadas oraciones, su profunda y terrible agonía; la llegada del Sumo Sacerdote, el arresto, la deserción de todos, las negaciones de uno; el interrogatorio privado ante Anás, la comparecencia pública ante el Sanedrín; el silencio respecto a todos los cargos menores, la gran confesión, la condena final y formal a muerte; todo esto entre el momento en que el sol de aquella tarde de jueves se puso y el sol del viernes amaneció sobre Jerusalén. Todos estamos, quizás, más familiarizados con los incidentes de la primera mitad de aquella noche que con los de la segunda. De sus múltiples penas, la agonía en el Huerto constituyó el apropiado clímax.
Tanto exterior como interiormente, fue para el gran Sufriente su hora más oscura, Su más profunda medianoche. Acompañémoslo ahora cuando levanta su último aliento en Getsemaní, y sigamos su camino hasta verlo sepultado en el sepulcro de José.
El asombro inicial ha pasado. Alguna voz ha dicho a las aguas turbulentas de su espíritu: ¡Silencio, cálmense!
En lugar de agitar el tumulto del alma, hay una calma y dignidad serenidad que no lo abandona ni una sola vez, hasta que la misma extraña agonía interna vuelve a sobrevenirle en la cruz. «Levántense», dice Jesús, como por tercera y última vez que se inclina sobre los discípulos dormidos en el Huerto, «Levántense, vamos, ¡la traición está cerca!». Despierto como ha estado, mientras los demás dormían, ¿ha oído el ruido de pasos que se acercan? ¿Ha visto las sombras de figuras que avanzan, la luz parpadeante de antorchas y faroles que brillan entre las hojas de olivo? No era necesario que ni la vista ni el oído le advirtieran de la llegada.
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