miércoles, 5 de noviembre de 2025

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID**KINGSLEY**1-9

 EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID

CHARLES  KINGSLEY

LONDRES

1879

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID**KINGSLEY**1-3

DIOS EN CRISTO.

 (Domingo de la Septuaginta.)

Génesis 1.1.

 EN EL PRINCIPIO CREÓ DIOS LOS CIELOS Y LA TIERRA.

 «Este domingo he comenzado a leer el libro del Génesis. Confío en que lo escucharán como corresponde: con especial respeto y reverencia, por ser la parte más antigua de la Biblia y, por lo tanto, la más antigua de todas las obras conocidas; el primer pensamiento humano que nos ha sido transmitido.

 ¿Y cuál es el primer pensamiento escrito que nos ha sido transmitido por la Providencia del Dios Todopoderoso?

 «En el principio creó Dios los cielos y la tierra».

 Cuántas otras cosas, cuántos cientos de otras cosas, los hombres podrían haber considerado oportuno escribir para aquellos que vendrían después; y decir://por ejemplo podría haber comenzado el primer verso de la Biblia de esta manera //

—“Este es el primer conocimiento que un hombre debería tener; // Aquí encontrarás //Esta es la raíz de toda sabiduría, todo poder, toda riqueza.”

Pero Dios inspiró a Moisés y a los Profetas a escribir como escribieron.

 No debían decirles // escribir// a los hombres que lo primero que debían aprender era cómo ser ricos; ni cómo ser fuertes; ni siquiera cómo ser felices: sino que lo primero que debían aprender era que Dios creó los cielos y la tierra.

 ¿Y por qué lo primero?

 Porque la primera pregunta que se hace el hombre —la pregunta que demuestra que es un hombre y no una bestia—// comiendo pasto, y habitando un potrero//  siempre ha sido, y siempre será:

—¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué a este mundo? ¿Y cómo llegó este mundo aquí también?—

Y si uno se enfrenta a una respuesta errónea a esa pregunta, entonces el hombre mismo seguramente se equivocará, en todo sentido.

Porque una mentira nunca puede hacer otra cosa que daño, ni engendrar otra cosa que daño.

 Y las mentiras se reproducen con la misma rapidez que la plaga en los árboles, o el tizón en el maíz; solo que, al no ser conformes a la naturaleza ni a las leyes de Dios, no se reproducen como las cosas naturales, según su especie; sino que, perteneciendo al caos, al reino del desorden y la anarquía, engendran nuevas mentiras, distintas a sí mismas, //como virus mutantes, engendrando nuevas cepas// de formas extrañas e inesperadas; así también que cuando un hombre se aferra a una mentira, no hay límite para qué otra mentira no tenga barrera para aferrarse además.

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID

CHARLES  KINGSLEY

LONDRES

1879

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID**KINGSLEY*3-4

Por lo tanto, lo primero que un hombre debe aprender es la verdad acerca de la primera pregunta humana:

—¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí? ¿Y cómo llegó este mundo?

A lo que la Biblia responde en su primer versículo:

— «En el principio creó Dios los cielos y la tierra»—

 Cómo creó Dios, la Biblia no nos lo dice. Si creó (como sin duda podría haberlo hecho si hubiera querido) este mundo repentinamente de la nada, ya desarrollado y completo; o si lo creó (como nos crea a ti y a mí, y a todos los seres vivos y a los seres que crecen ahora) a partir de cosas que habían existido antes, eso la Biblia no nos lo dice. Quizás si nos lo hubiera dicho, habría apartado nuestras mentes de pensar en las cosas naturales y en lo que ahora llamamos ciencia, en lugar de mantener nuestras mentes fijas, como ahora lo hace, en las cosas espirituales, y sobre todo en el Espíritu de todos los espíritus; aquel de quien está escrito: «Dios es espíritu»

Porque la Biblia es simplemente la revelación, o el desvelamiento de Dios. No es un libro de ciencias naturales. No es meramente un libro de preceptos santos y virtuosos. No es meramente un libro donde podamos encontrar un plan de salvación para nuestras almas.

Es un libro de la revelación, o el desvelamiento del Señor Dios, Jesucristo; lo que fue, lo que es, y lo que será para siempre.

¿De Jesucristo? ¿Cómo//podemos comprender lo que//  se revela en el texto: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra»?

Así pues:

Si observan el primer capítulo de Génesis y el comienzo del segundo, verán que Dios es llamado allí con un nombre diferente al que se le da después. Se le llama Dios, Elohim, el Altísimo o Poderoso o Poderosos. Después se le llama el Señor Dios, Jehová Elohim, que significa propiamente «El Altísimo» o «Poderoso Yo Soy», o Jehová, palabra que les explicaré más adelante.

 Esta palabra se traduce generalmente en nuestra Biblia, como en el griego, como «El Señor»; porque los judíos posteriores tenían una profunda reverencia por el nombre de Jehová, que no les gustaba escribirlo ni pronunciarlo, sino que llamaban a Dios simplemente Adonai, el Señor. De modo que tenemos tres nombres para Dios en el Antiguo Testamento.

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID

CHARLES  KINGSLEY

LONDRES

1879

EL EVANGELIO DEL PENTATEUCO Y DAVID**KINGSLEY*4-9

Primero, El, o Elohim, el Poderoso: por el cual, según Moisés, Dios fue conocido por los judíos antes de su tiempo, y que manifiesta el poder y la majestad de Dios; lo primero que los hombres pensarían al pensar en Dios.

 Luego, Jehová. El Yo Soy, el Eterno y Autoexistente, por el cual Dios se revela a Moisés en la zarza ardiente; un nombre más profundo y amplio que el anterior.

 Y finalmente, Adonai, el Señor, el Soberano viviente y Dueño del mundo y de los hombres, por el cual se reveló a los judíos posteriores, y finalmente a toda la humanidad en la persona de nuestro Señor Jesucristo.

 Ahora bien, no necesito abrumarlos con argumentos sobre cómo estos tres nombres diferentes llegaron a la Biblia.

 Eso es asunto de crítica, de erudición, con lo cual no tienen nada que ver: y pueden dar gracias a Dios por no tener que hacerlo, en tiempos como estos.

 Lo que debe interesarte, no es cómo llegaron allí los nombres, lo cual es motivo de crítica, sino por qué han sido dejados allí por la providencia de Dios, lo cual es cuestión de simple religión; y puedes dar gracias a Dios, repito, porque así es.

Porque la erudición es la parte de Marta, que debe realizarse, y que, sin embargo, sobrecarga al hombre con mucho servicio; pero la religión sencilla del corazón es la mejor parte, la que María escogió; y de la cual el Señor ha dicho que no le será quitada, ni a aquellos que, como ella, se sientan humildemente a los pies del Señor y oyen su voz, sin perturbar sus almas con cuestiones de palabras y genealogías interminables, que consumen los corazones de los hombres.

 Por lo tanto, todo lo que diré al respecto es que el primer capítulo del Génesis y los primeros tres versículos del segundo, pueden ser escritos por ejemplo por el mismo Adán, por Enoc, por Matusalen, por Noe, por Jafeth, por Sem, etcporque llaman a Dios Elohim, que era su nombre antes de la época de Moisés; y que Moisés pudo haberlos usado y los integró en el libro del Génesis. Mientras que él, en la parte que escribió, llamó a Dios Jehová Elohim, el Señor Dios, para mostrar que Jehová y Elohim eran el mismo Dios, y no dos diferentes; // así como Jesús, Nazareno, hijo de David, El galileo, Mesías, Cristo, Jesucristo, entendemos que hacen referencia al mismo ser del hijo de Dios Eterno// y después de haber hecho comprender esto a los judíos, pasó a llamar a Dios simplemente Jehová, y a usar los dos nombres, como se usan en el resto del Antiguo Testamento, indistintamente: como cuando decimos a veces Dios, a veces el Señor, a veces la Deidad, etc.; refiriéndonos, por supuesto, siempre al mismo Ser.

 // En cuanto a la “Biblia” (=Libro”), también nos referimos como La Santa Biblia, La Sagra Escritura, La Palabra Divina, los Registros Sagrados, Las Escrituras judeo-cristianas, etc…//

Esa, creo, es la explicación más probable y sencilla que concuerda con mayor exactitud con la Biblia.

En cuanto a los primeros cinco libros de la Biblia, el Pentateuco, habiendo sido escritos por Moisés, o al menos la mayor parte de ellos, no veo la menor razón para dudarlo. La Biblia misma no lo dice; y por lo tanto, no es una cuestión de fe, y los hombres pueden tener sus propias opiniones al respecto, sin pecado ni falsa doctrina. Pero que Moisés escribió al menos una parte de ellos, nuestro Señor y sus Apóstoles lo dicen expresamente. La tradición de los judíos (quienes realmente deberían saberlo mejor) siempre ha sido que Moisés escribió la totalidad o la mayor parte. Moisés es, con mucho, el hombre más probable de haberlos escrito, de entre todos los que leemos en las Escrituras. No tenemos la menor prueba, y, lo que es más, nunca la tendremos ni podremos tener, de que no los escribió. Por lo tanto, les aconsejo que crean, como yo, que la tradición universal tanto de judíos como de cristianos tiene razón al llamar a estos libros los libros de Moisés.*

**Debo decir que todos los intentos de datar posteriormente estos libros // como pretenden los escépticos e incrédulos, según ellos en tiempos de los reyes de Israel,cpn objertivo  para desprestigiar la veracidad de la biblia//  me parecen fracasar simplemente por falta de pruebas. Debo decir, también, que todos los intentos de distinguir entre documentos «jehovistas» y «elohistas» (con la excepción, quizá, del primer capítulo del Génesis) me parecen igualmente infundados; y que la teoría de una secta elohísta y otra jehovista ha alcanzado un absurdo aún mayor en cierta crítica reciente de los Salmos.***

Pero basta ya de estos asuntos:

 pensaremos en algo infinitamente más importante, y es que,

— ¿quién es este Dios que la Biblia nos revela, desde el primer versículo del Génesis?

 Al menos, es un mismo Ser. Ya sea que se le llame El, Jehová o Adonai, es el mismo Señor.

Es el Señor quien creó los cielos y la tierra, el Señor que coloca al hombre en un Paraíso, le impone un mandamiento y se le aparece en forma visible.

Es el Señor quien habla con Abraham, aunque Abraham solo lo conocía como El-Shaddai, el Dios Todopoderoso. Es el Señor quien saca a los israelitas de Egipto, quien les da la ley en el Sinaí. Es el Señor quien habla con Samuel, con David, con todos los profetas, y se aparece a Isaías, mientras su gloria llena el Templo. En cualesquiera que sean las diversas maneras y las «muchas porciones», como dice San Pablo en la Epístola a los Hebreos, les hable, es el mismo Ser.

Y los salmistas y los profetas se esmeran en decirnos que él es el Dios, no solo de los judíos, sino también de los gentiles; de toda la humanidad, como en efecto, debe serlo, siendo Jehová, el Yo Soy, el único Ser autoexistente y eterno; desde su trono, Él observa y juzga a todas las naciones de la tierra, formando los corazones de todos, estableciéndoles sus límites y los tiempos de su morada, por si acaso lo buscan y lo hallan, aunque no está lejos de ninguno de ellos porque en él viven, se mueven y tienen su ser.

Este es el mensaje de Moisés, de los Salmistas y de los Profetas, así como también el de San Juan Bautista. Pablo en el Areópago de Atenas. Así comienza y así termina el Antiguo Testamento, revelando a lo largo de él al Señor

 ¿Y cómo comienza el Nuevo Testamento? Contándonos que un Niño nació en Belén, y fue llamado Jesús, el Salvador. ¿Pero quién es este Niño bendito? Él también es el Señor

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