Viorel Trifa sostenía que era hombre de Dios. Sin embargo,Charlie Kremer estaba enterado de lo contrario: que Trifa era un satán con vestiduras religiosas. Y, durante 30 largos años, luchó por demostrarlo.
POR PEGGY MANN
EL DENTISTA Y EL FALSO OBISPO
UNA HELADA mañana invernal de 1941, el Dr. Charles Kremer, dentista de 44 años, alto, bien parecido y de aspecto imponente, se detuvo ante el buzón de su casa en la Ciudad de Nueva York. En el interior del buzón encontró una carta en la que se le informaba que aquella noche habría una junta de urgencia del comité ejecutivo de la Congregación de Judíos Rumanos de Estados Unidos.
Al llegar a la sede del comité, le asombró el hecho de que los integrantes —habitualmente parlanchines e inquietos—permanecieran sentados, en absoluto silencio.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—Léanselo—indicó alguien.
—Charlie —le dijo el presidente del comité—, nos acaba de llegar este informe de la Agencia Telegráfica Judía. El informante tuvo que escapar a Bulgaria antes de poder enviarlo.
Mientras el presidente leía, le temblaban la voz y la mano. El mensaje rezaba:
Este es el primer relato, hecho por un testigo presencial, que llega al mundo exterior acerca de los horrores que cometió la Guardia de Hierro en Rumania. Irrumpiendo en el barrio judío en una loca orgía de asesinato y destrucción, las pandillas armadas de la Guardia mataron o golpearon a toda persona que les pareció judía. En la matanza perdieron la vida no menos de 1.000 iudíos, en Bucarest. Acaso el m ás, horripilante episodio haya sido ...
Al no poder continuar la lectura, el presidente del comité le pasó el papel a Kremer, quien siguió leyendo, petrificado:
..la "carnicería de Pascua", de que fueron víctimas más de 200 judios en el rastro municipal. Los Camisas Verdes los obligaron a desvestirse y los llevaron hasta los mataderos, donde les cortaron la garganta, en una horrible parodia de los métodos judíos tradicionales de sacrificar las aves y el ganado ...
Después se leyeron los nombres de aquellos que, se sospechaba, habían ordenado la matanza: Horia Sima, jefe de la Guardia de hierro, o "Legión"; Dimitry Groza, líder de los Trabajadores Legionarios, y Viorel Trifa, cabecilla del Moví-miento Estudiantil Legionario. La Guardia de Hierro era el equivalente rumano de los nazis. Sus miembros vestían, por lo general, camisas de color verde, de ahí el apodo con que se les conocía: "Camisas Verdes".
Todos los que formaban el comité ejecutivo tenían parientes en Rumania. La hermana menor de Charlie Kremer, Etty, aún radicaba allí. ¿Habría sido ella una de las víctimas? Kremer pidió quedarse con el informe de prensa. En cuanto estuvo de regreso en su apartamento, volvió a leerlo, y luego trazó, con furia, un círculo alrededor de los nombres de Sima, Groza y Trifa.
"El obispo rojo". En agosto de 1947, el Dr. Kremer fue el primer norteamericano que arribó a Rumania después de la Segunda Guerra Mundial. Llevaba cajas de penicilina donadas por la Organización Rumano-estadounidense de Asistencia Médica. En el aeropuerto lo esperaba su hermana Etty. Ella le informó que de los 850.000 judíos que había en Rumania, murieron 425.000, incluso 77 integrantes de la familia de su padre, en el exterminio masivo de judíos. Se calculó que la cantidad de los sacrificados durante la horripilante matanza de los tres días, oscilaba entre 4.000 y 6.000 tan sólo en Bucarest. Una y otra vez, Kremer oía mencionar los nombres de Horia Sima y Viorel Trifa. Sima vivía a la sazón en Madrid; de Trifa se pensaba que había muerto.
Pero cuatro años después, Kremer se enteró de algo muy diferente. Dos clérigos rumano-estadounidenses, el obispo Andrei Moldovan y el padre Glicherie Morara, le pidieron que hablara ante el comité ejecutivo de la Congregación de Judíos Rumanos de Estados Unidos. El obispo Moldovan era un caballero fornido, de aspecto venerable, de larga casaca oscura y barba negra recortada. El padre Morara era alto, delgado, vehemente. Pronunciaba las palabras con frenética urgencia: se había fomentado un complot para destituir al obispo Moldovan como jefe de las Iglesias ortodoxas rumanas que existían en Estados Unidos y Canadá; el complot era promovido por un sacerdote llamado John Trutza.
—Trutza proyecta hacer obispo a su hombre de paja dijo Morara, visiblemente agitado— El mismo se nombraría sí pudiera; pero, según las leyes de la Iglesia, para ser obispo, el candidato debe ser soltero o viudo. Y Trutza es casado; por tanto, se ha conseguido a un pelele, ¡un hombre que ni siquiera ha sido jamás miembro del clero!
—Padre, dispense usted la pregunta, pero, ¿por qué acude a nosotros, judíos, con todas esas complicaciones de su Iglesia cristiana? replicó un miembro del comité.
El obispo Moldovan dio un paso hacia adelante, y expresó:
—Hemos acudido a ustedes porque el hombre que ha escogido Trutza para sustituirme es Viorel Trifa.
—¿Trifa? ¡Imposibic! --exclamó Kremer, poniéndose en píe de un salto.
Moldovan les explicó que no era imposible. Trutza era presidente del consejo eclesiástico que controlaba los fondos y el órgano informativo de la Iglesia, Solia. Tenía amigos entre políticos, dirigentes de empresas, jueces y periodistas.
—Trutza es de esa clase de personas que no pueden soportar que alguien esté por encima de ellas. Sabe perfectamente que yo jamás seré su hombre de paja. Por tanto, tiene que deshacerse de mí y poner a alguien a quien pueda controlar —continuó Moldovan.
—Pero, ¿por qué escogió precisamente a Viorel Trifa? —preguntó Kremer.
—Quizá porque esos dos hombres están hechos el uno para el otro —contestó el obispo . Trutza le tramitó a Trifa su internación en Estados Unidos; aunque, utilizando su astucia, hizo que otro sacerdote firmara los documentos necesarios. Esto dio a Trutza el poder que necesitaba sobre su candidato a obispo. Le dijo: "Harás lo que te ordene, o te desenmascararé".
--Entonces, ¿por qué no denuncia usted a Trifa? —inquirió otro integrante del comité.
La respuesta estaba en una palabra: comunista. El macartismo estaba entonces en su máximo esplendor. El senador Joseph McCarthy había convencido a los norteamericanos de que estaban en peligro de verse derrumbados desde dentro; que los debilitaría la infestación de Comunistas que roían insidiosamente las partes vitales de su democracia. Con sólo susurrar la palabra "comunista", se perdían empleos y se arruinaban vidas.
El día que Moldovan salió para Rumania a que lo consagraran, Trutza inició su bien organizada campaña. Un encabezado del periódico News, de Cleveland (Ohio), decía: "Se acusa a los rojos de conspirar para apoderarse de las Iglesias". Al volver Moldovan, pocas semanas después, se encontró con que era el centro de la atención de los medios de comunicación: ¡habían mandado a un espía comunista para apoderarse de la Iglesia Ortodoxa Rumana en Estados Unidos!
Moldovan trató de explicar que él no era comunista, sino ciudadano estadounidense desde 30 años atrás. Nadie quiso escucharlo. Varias familias jóvenes se retiraron de su iglesia, temerosas de perder sus empleos o su posición dentro de la comunidad si se dejaban dirigir por un "obispo rojo".
El obispo explicó todo esto a los directivos del comité. Al final, comentó: "Cuando hablo de Trifa, nadie me hace caso. Pero si hablan ustedes, en calidad de judíos, sí los escucharán".
No obstante, el comité ejecutivo, que no deseaba "verse envuelto en esto como asociación", votó 19 contra 1 para negar respaldo al obispo. El que votó en favor, el Dr. Kremer, fue a ver a Moldovan y le aseguró: "Señor, puede usted contar con Charlie Kremer: haré todo lo que esté de mi parte".
San Valeriano. Primero, Kremer lanzó su campaña para que lo eligieran presidente de la Congregación de Judíos Rumanos de Estados Unidos. Luego, ya elegido, con el impresionante nuevo membrete en su papel de correspondencia, escribió a los congresistas y a los columnistas, y les envió copias de un informe de prensa de 1941, en el que se identificaba a Trifa como a uno de los cabecillas de la matanza de los tres días. También recalcó en su carta que Trifa seguramente había cometido perjurio al entrar en Estados Unidos, ya que desde 1948 el Decreto sobre Personas Expatriadas prohibía la entrada en el país a "cualquier individuo que hubiera apoyado o colaborado en la persecución de personas por motivos raciales, religiosos o de nacionalidad". Noche tras noche, Kremer mecanografiaba cartas, sentado ante su vieja máquina de escribir.
Pero a nadie parecía interesarle el asunto, aunque unos cuantos respondieron que ya habían remitido las cartas recibidas al Servicio de Inmigración y Naturalización ( SIN ), del Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Luego, el 23 de abril de 1952, Kremer recibió una desesperada llamada telefónica de un sacerdote, de parte del obispo Moldovan: para la mañana del siguiente domingo se planeaba ordenar a Trifa, ilegalmente, obispo rumano ortodoxo. Kremer envió inmediatamente un telegrama al SIN, informando de los infames antecedentes de Viorel Trifa. La respuesta fue: "Este Servicio no puede intervenir en asuntos religiosos".
Mientras tanto, los abogados de Moldovan obtuvieron una orden de suspensión de la ordenación hasta que se celebrara una audiencia judicial sobre el caso. No obstante, Trifa fue ordenado tal como se había proyectado, en deliberada violación de las disposiciones del tribunal federal. Como resultado de esto, Trifa fue obligado a comparecer ante el juez bajo el cargo de desacato, pero este fue sobreseído.
De este modo, había sólo una cosa que Moldovan podía hacer: seguir ejerciendo su ministerio en las parroquias que permanecieran fieles a él. Por su parte, la mancuerna Trutza-Trifa ejercería en las suyas. Por vez primera, había dos ramas de la Iglesia Ortodoxa rumana en Estados Unidos.
Trutza murió en 1954, y Trifa entró en acción por su cuenta. De especial significación fue el nombre del santo que eligió para sí mismo. Hay santos para cada día del afio; Trifa disponía de cientos para escoger, pero adoptó el nombre de Valeriano, cuya festividad se celebra el 21 de enero, día en que comenzó la matanza de los tres días.
Deuda de gratitud. Mientras esto sucedía, el Dr. Charlie Kremer había seguido escribiendo cartas de indignación a todo el mundo: del presidente de Estados Unidos para abajo.
"Pero nadie me creía. Por último, me di cuenta de que tendría que ir a Rumania y a Israel para obtener pruebas de que Trifa era un satán en ropas de obispo—, comenta el Dr. Kremer.
En el verano de 1956, luego de pasar largas horas en medio de un calor sofocante en los archivos de los diarios de Bucarest, Kremer consiguió fotocopias de proclamaciones antisemíticas firmadas por Trifa, y obtuvo recortes de noticias y fotografías en las que aparecía vestido con el uniforme de la Guardia de Hierro. También. copió los expedientes del proceso llevado a cabo en 1941, en el que se le condenó a prisión perpetua y a trabajos forzados por su participación en la revuelta de la Guardia, que concluyó con la matanza. ( Trifa fue procesado y condenado in absentia, pues había escapado a Alemania. )
Le dieron a Kremer los nombres de testigos presenciales que vieron a Trifa durante la carnicería. Algunos de ellos vivían en Israel. Sin embargo, el dentista se había quedado sin fondos. Volvió a Estados Unidos y trabajó arduamente los siete días de la semana, con el fin de ahorrar para poder ir en avión a Israel. Una vez allí, encontró a los testigos oculares necesarios.
Ya con más confianza, envió por correo una nueva oleada de cartas, cada una acompañada de una selección de los documentos que había reunido. La mayoría de los que recibieron estas misivas, remitieron los documentos al SIN. Cada persona obtuvo una respuesta del Servicio, en la que se manifestaba que, con las pruebas presentadas, "no podía instruirse un juicio de deportación". Kremer consideró que había dos posibles explicaciones a esa respuesta: o un personaje encumbrado estaba protegiendo a Trifa, o algún funcionario del Servicio había sido sobornado.
El 14 de mayo de 1957, Kremer recibió una llamada telefónica desde Detroit (Michigan): "Trifa fue declarado ayer ciudadano estadounidense". El dentista recuerda: " ¡Por poco me da un ataque!-Al pasar los años, Trifa siguió apuntalando su posición: se sentó entre los miembros de la Junta de Gobierno del Consejo Nacional de Iglesias; pronunció la oración de apertura de las actividades del Senado estadounidense; consagró los alimentos en la comida que se ofreció en la toma de posesión de un gobernador de Michigan; en 1960 figuró en las listas de Who is Who in America ("Quién es quién en Estados Unidos"), y en 1970 fue ordenado arzobispo de la Iglesia Ortodoxa rusa.
En todo este tiempo, hubo amenazas de muerte para Charlie Kremer; por las noches, a menudo, lo despertaba el timbrazo del teléfono y una voz le advertía: "Deja en paz a Trifa, o correrás la misma suerte que los judíos en el rastro". Pero el dentista insistió en continuar su correspondencia. Incluso clavó encima de la cabecera de su cama una foto del arzobispo Trifa —hombre calvo, fornido, de rostro serio, de anteojos muy gruesos con armazón negro—, "para que me recordara a los judíos asesinados que no podían hablar por sí mismos".
Posteriormente, en 1972, en una ceremonia conmemorativa del Levantamíento del Ghetto de Varsovia, que se llevó a cabo en la Ciudad de Nueva York, el Dr. Kremer se vio de pronto sentado junto a Robert Morse, abogado norteamericano que se ocupaba entonces del caso de extradición de otro antiguo nazi. El dentista recitó un largo monólogo acerca de Trifa, y Morse dijo, por último: "Está bien; venga a mi despacho y hablaremos ..." Kremer se presentó con dos maletas, que contenían más de 200 documentos. -
Al telefonear, dos días después, el abogado le dijo: "¡Por supuesto que tiene usted las pruebas para un caso! Estamos en espera de que nos envíen el expediente de Trifa desde Washington. Creo que podremos hacer algo".
Pero trascurrieron varios años sin que se entrevistara a las personas mencionadas en la lista de Kremer. ¿Qué estarán esperando?, se preguntó el dentista. ¿Que mueran todos los testigos? ¿Que muera yo? ¿Que Trifa ría al último?
Durante dos decenios, en cada aniversario de la matanza de Bucarest, el Dr. Kremer había ido a diversas estaciones de radio a hablar de Trifa. En 1979, decidió hacer algo mejor: alquiló un autobús, y él y algunos integrantes de su Comité para Presentar a Criminales de Guerra Nazis ante la Justicia en Estados Unidos, viajaron hasta Washington. Algunos llevaban cadenas y esposas.
Relata Kremer: "Era el día más frío del año. Caminamos en el hielo, calle arriba y calle abajo, con pancartas, enfrente de la Casa Blanca. Luego, nos encadenamos a la reja que la rodea, y nos detuvieron bajo el cargo de conducta desordenada. Aquella noche aparecimos en la televísión y, a la mañana siguiente, en los periódicos. La historia de Trifa se oyó así en todo el país".
Después, el Departamento de Justicia de Estados Unidos anuncio que el arzobispo Trifa sería llevado ante los Tribunales para despojarlo de su ciudadanía norteamericana, primer requisito antes de instruirle un juicio de deportación. La audiencia se llevó a cabo en Detroit (Michigan ), el 3 de septiembre de 1980. Trifa no se presentó. El juicio —en el cual se privó formalmente de su ciudadanía al arzobispo— fue breve. Uno de los pocos criminales de guerra nazis seguido durante 30 años por un solo individuo, había caído por fin.
Después del proceso, Charlie Kremer, ya de 82 años de edad, bajó calmadamente la escalinata de la sede del tribunal, satisfecho de que la justicia, al fin, hubiera prevalecido' El abogado John Vintilla, quien desde el principio fue aliado del obispo Moldovan, declara: "Este caballero, el Dr. Kremer, perseveró en su propósito durante todos esos años, solo. Con sus esfuerzos, denodados e inexorables, hizo que la maquinaria de la justicia funcionara eficazmente. Si él no se hubiera interpuesto, Trifa habría llegado a la cumbre. Todos tenemos con Kremer una gran deuda de gratitud, y no me refiero sólo a los rumanos o a los judíos, sino a todos los estadounidenses".
Después de haber perdido un recurso de apelación ante la Sexta Corte de Circuitos de Apelaciones, Trifa solicitó a la Corte Suprema la revisión de su caso.
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Octubre 1982
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