Las palabras apropiadas, en el momento oportuno, obran maravillas. Sencillas
SENCILLAS PALABRAS DE ALIENTO
POR MARK LITTLETON
TENÍA yo 26 años de edad y era presa de la mala salud y de la depresión. Necesitaba ayuda, y la conseguí en la biblioteca local: por extraño que parezca, en una antología de discursos de Winston Churchill.
"No flaquearemos ni desfalleceremos. Combatiremos en Francia, en los mares y en los océanos; combatiremos con creciente confianza y con creciente fuerza en el aire".
Casi podía imaginarme a mí mismo en Inglaterra, aquel nefasto día de junio de 1940, a raíz de la derrota de Inglaterra en la batalla de Dunquerque, cuando aquella gran voz resonante --contenida, pausada, potente— hablaba ante la Cámara de los Comunes. Estas palabras de Churchill me levantaron el ánimo, como lo habían hecho con millones de sus compatriotas.
"Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste; combatiremos en las playas; combatiremos en los sitios de desembarque; combatiremos en los campos y en las calles; combatiremos en las colinas". Al leer esto, podía yo ver su enorme cara de bulldog y sus ojos centelleantes. ,,Jamás nos rendiremos!"
Con sólo la expresión de fe de este hombre en el poder del individuo para enfrentarse a un reto y superarlo, yo me sentí fortificado. Churchill sabía que sus compatriotas tenían esa fuerza en su interior. Y yo sabía que el mismo poder alentaba dentro de mí.
Alguien me dijo en cierta ocasión: "Sé bondadoso. Todo individuo que conocemos está librando una enconada batalla". Por doquier hay personas que necesitan amables palabras de aliento; un cumplido estimulante para reanimar sus sueños y esperanzas.
Permítaseme presentar cuatro maneras de expresar verdaderas palabras de aliento:
Sea sincero y sencillo. Mark Twain aseveró una vez que él podía vivir dos meses con un buen cumplido. ¡Y cuán cierto es esto! ¿Acaso no hemos repetido muchas veces en nuestro interior las palabras de encomio que nos ha dirigido alguien, sin que mengüe su calidad estimulante?
Un cumplido de aprobación, sin embargo, no significa adular. Los halagos insinceros endulzan el habla, pero arnargan el estómago, y la frase muy adornada resulta, a menudo, superflua. La expresión de aprecio más sencilla puede ser la más profunda.
Trabajo en una empresa donde mi jefe es parco en su expresión sobre la calidad de nuestro trabajo. Pero todavía conservo un memorando que escribí referente a ideas para crear mejores relaciones con los clientes. ¿Por qué se me grabó ese memorando, entre cientos de otros que he redactado? Por estas dos pequeñas palabras que él garabateó arriba: "¡Buena idea!"
Sea sensible al tiempo y al lugar del elogio. Reza el proverbio bíblico de Salomón: "Manzanas de oro sobre fuente de plata, tal es la palabra dicha a su tiempo".
Durante una de las últimas grandes ofensivas de la Segundá Guerra Mundial, el general Dwight Eisenhower caminaba cerca del Rin, y se topó con un soldado que parecía deprimido.
—¿Cómo te sientes, hijo? —le preguntó.
—General, estoy muy nervioso.
—Bueno —prosiguió Eisenhower—, tú y yo formamos entonces un buen par, porque yo también estoy nervioso. Tal vez si caminamos juntos nos podremos ayudar mutuamente.
Nótese que no hubo sermón, ni consejo alguno. ¡Pero qué buenas palabras de estímulo!
Recuerde ejemplos de personas que luchan. Es propio de la naturaleza humana creer que las personas que han triunfado en la vida jamás cometieron errores. Pero esto dista mucho de la verdad. Quien arrostre dificultades necesita que se le recuerden los retos y fracasos a los que todos estamos expuestos.
Decidí asistir a cierto seminario, porque enseñaba allí el maestro Howard Hendricks. Su personalidad, sencillez, inteligencia y seguridad en sí mismo brillaban en cuanto decía. Resultó ser el mejor maestro que haya yo tenido.
Después de algún tiempo, sin embargo, me desanimé al ver que yo nunca podría igualar lo que él había logrado.
Un día Hendricks detectó este sentimiento mío, y tal vez este mismo estado mental en todo el grupo de alumnos. Suspendió su exposición a la mitad, y comenzó a hablarnos de corazón a corazón. Se refirió con calma a sus fracasos y a las varias ocasiones en que había estado a punto de renunciar al magisterio. Por un momento nos hizo reír, y en seguida nos inspiró tristeza y compasión. Comprendí que era un ser humano imperfecto, como todos los demás. "La vida no es una carrera de 100 metros", nos dijo. "Es un maratón, y quienes lo ganan son a menudo individuos comunes, tenaces, trabajadores, como somos ustedes y yo".
Tómese el tiempo necesario. No dan buen resultado los elogios estereotipados. Los cumplidos más triviales y gastados, como "Tiene usted buen aspecto", o "me gusta su estilo", carecen de poder motivante, aunque sean sinceros. La verdadera expresión alentadora es como una carta bien redactada; por cierto, hasta podría ser una carta.
Walt Whitman luchó durante años para lograr que a alguien le interesara su poesía. Estaba desanimado, cuando recibió esta nota: "Estimado señor: No soy insensible a la valía del maravilloso don poético que creó Briznas de hierba. Considero este poema la obra más extraordinaria de ingenio y sabiduría que Norteamérica haya dado al mundo hasta hoy. Lo saludo en el comienzo de una gran carrera literaria". La firmaba Ralph Waldo Emerson.
Aquellas palabras no eran improvisadas. Emerson las pulió hasta dar con la expresión apropiada. No sólo era su intención estimular a Whitman; deseaba hacerlo en forma inolvidable.
EL ARTE de alentar es sencillo. Bastan unas cuantas palabras, una anécdota, un cumplido, una breve plática animadora, o una visita. Mire a su alrededor. Elija a alguien para darle lo mejor que hay en usted. No lo deje para después: ¡hágalo ahora mismo! SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Abril de 1990
No hay comentarios:
Publicar un comentario