FANTASMA DE AGAR---GEORGE OTIS - EL SÍNDROME HEBREO
FANTASMA DE AGAR---GEORGE OTIS
Cont. cap.5
EL SÍNDROME HEBREO
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976,
allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news
reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational
or personal use tips the balance in favor of fair use
Y en verdad nuestros corazones
arden de deseos de compartir con ellos al Mesías-Jesús. ¿Cómo, oh, cómo
Podríamos aún esconder de ellos este amor?
Pero los cristianos tenemos
también una responsabilidad. De algún modo hemos fallado en corregir este
concepto satánico, permitiendo que el verdadero cristianismo, definido como tal
según la Biblia, se entremezcle sin esperanzas en sus mentes con el resto de la
humanidad gentil del globo. Y
hemos fallado en levantarnos y álzar la voz para que este síndrome sea curado.
Ha sido una falta de
los cristianos no amar a los judíos en forma tan manifiesta que ablandara sus corazones.
Fallamos en no provocarlos a celos por no demostrar el fruto y el poder
del Espíritu Santo. Y quiero decirle esto: los judíos, -Que por tanto tiempo
han sido atormentados, son vulnerables al genuino amor cristiano.
Han sentido odio por tanto tiempo
que están maduros para el amor. Pero son sensibles
también al amor espúreo, a cosas tales como los misioneros que cuelgan
limosnas eomo una "zanahoria” para darles testimonio de su fe, y otras
tácticas semejantes.
Ningún cristiano puede,
aisladamente, hacer mucho por sí mismo. Pero si todos pensaran de este modo,
nunea se corregiría nada. "¿Qué podemos hacer?", pensé.
Debe empezar alguna vez la
remoción de esta estúpida brecha privativa entre cristianos y judíos. Han de hacerlo los cristianos que se
levanten en cada oportunidad a manifestar la verdad y luego respaldarla con su
amor en acción.
Entonces pensé: "Quizás una
pequeña oportunidad acaba de volar a mi balcón de Tel Aviv. ¡Gracias,
'Jerusalem Post'!"
Regresé a mi cuar.to y levanté el
auricular. Le pedí a la operadora del Hilton que tratara de comunicarme con el
Director del "Jerusalem Post". A los pocos minutos, me tenía a uno de
los ejecutivos al teléfono.
-Me llamo George Otis -le dije-.
Soy escritor norteamerieano. Vine a Israel y creo que voy a escribir un libro
sobre la "Guerra de Oetubre”- .
'Lo llamo _continué diciendo- por
el artículo que aparece en su "Post” de la mañana intitulado "No se puede confiar en el Crístianismo en épocas de
necesidad". Estaba
leyéndolo en el preciso instante en que uno de nuestros aviones de carga pasaba
por delante de mi hotel. Cada hora oigo dos o tres de éstos. Esta ayuda norteamericana significará que
en algunas casas pasarán frío este invierno, cuando los ofendidos árabes nos suspendan
el suministro de petróleo. La ayuda que estos aviones traen para Israel puede
también sacar de su cargo a un valiente dirigente norteamericano.
"¿ Sabía usted
-le dije- que el hombre que tomó la decisión de despachar esta ayuda es un
confeso cristiano que ha renacido por el Espíritu Santo? Ha cometido errores y tiene
dificultades, pero ¿no coincidiría usted en que ha demostrado ser digno de
confianza en esta hora de necesidad de los judíos? Como cristiano norteamerieano, estoy aquf porque los amo a
ustedes los judíos y quiero ayudar en algo. Pero estoy bastante desilusionado
con ese injusto artículo que aparece en el "Post” de hoy”
Y para terminar, le dije:
-Si escribo un breve artículo
sobre esto,¿lo publicarían?
Hubo un silencio al otro extremo.
Finalmente, me dijo:
-¿Sabe qué? Si lo escribe Y es
algo bueno, ¡lo publicaremos !
-Bien -le conteste. Escribiré
rápidamente algo y lo depositaré hoy al mediodía en el buz6n de su
"Jerusalem Post" en el edificio de la Prensa Sokolov. ¿ Está bien?
-Esperamos su artículo -me dijo
el periodista.
Al día siguiente compré el
diario. Entre otras noticias, el "Jerusalem
Post" traía un artículo que habían intitulado "Cristiano ultrajado". En parte, decía:
"Como
norteamericano me. siento profundamente molesto por ese artíeulo inexacto,
perjudicial e incompleto que traía el "Post" de ayer y que se
intitulaba "No se puede confiar en el
Cristianismo en épocas de necesidad". He oldo y observado que grandes aviones de carga norteamericanos se posan uno
tras otro en el aeropuerto de Lod, trayendo ayuda que se necesita con urgencia para la defensa
de Israel. Los Estados Unidos, que tienen
millones de verdaderos cristianos entre sus ciudadanos, se levantaron junto a
ustedes, los judíos, en la presente necesidad.
Esto les costará a
los cristianos norteamericanos no sólo dólares, sino también incomodidades y
amigos. ¡Pero creemos que ustedes se lo
merecen ! Ahora bien, por favor,
no vuelvan a decir que no se puede confiar en los cristianos en épocas de
necesidad.
"Muchos misioneros
cristianos que están aquí", seguía diciendo mi artículo, "nosólo
están orando por Israel y demostrándole su amor, sino también trabajando en su
favor. Los cristianos creemos en combatir por el
pueblo de Dios, los judíos, así como en orar por ellos. Ustedes le dieron al
cristianismo su mismo fundamento ¡y jamás lo olvidaremos ! ¿ Cuándo, ¡ oh ! cuándo comprenderán
ustedes francamente que los amamos?
"Todos
los verdaderos cristianos que aman la Biblia están sinceramente con
Israel,
"¡ Si ustedes
dejan de llamar cristiano a Adolfo Hitler, no los culparemos de que Carlos
Marx fuera judío !"
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976,
allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news
reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational
or personal use tips the balance in favor of fair use
iEl gatillo!
EL FANTASMA DE AGAR
GEORGE OTIS
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act
1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted
by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit,
educational or personal use tips the balance in favor of fair us
Pags. 85-92
Helena de Troya, nos dicen los libros de
historia, era una delicada joven de gran magnetismo personal. Estos le
esculpieron un nicho permanente en las piedras de la historia: "¡ El
rostro que echó mil barcos a la mar !"
La Guerra de Troya no fue la primera ni será la
última que se inicie por causa de una mujer.
Pero la historia demostrará (con todo el debido
respeto a las damas) que las chicas bonitas han sido cicateras cuando se las
compara con La conquista del poder como el gatillo No. 1 dE las guerras.
Durante mil años los dirigentes
sedientos de poder han justificado la conquista tanto para sí mismos como para
sus secueces. Durante milenios el Archiengañador ha podido
hablar al oído de los dirigentes que tienen el potencial para lanzar las masas
de la humanidad unas contra otras.
¿Por qué Satanás tendría que "hurtar y matar y
destruir", haciéndolo todo por sí mismo, si puede incitar a los hombres a actuar salvájemente unos
contra otros?
Este. es el tipo de palabras que pone en movimiento
los artefactos bélicos:
, "La pobre gente de la nación enemiga está
tán oprimida. Sus líderes son malos y su sistema, injusto.
Por tanto, por el bien de esa gente maltratada, así
como por el nuestro, debemos hacer el sacrificio de ir a libertarlos, a
cualquier costo, de la tiranía. Es justo que lo hagamos. Por
el bien de todos, se debe instalar nuestra justa dirección y mejor gobierno.
Ningún medio será demasiado riguroso para conseguir este sublime objetivo. El
fin justificará, cualquier medió que tengamos que utilizar. Al fin, nuestra
guerra traerá paz. ¡Hacemos esta Guerra Santa
en nombre del derecho y la justicia humanos !"
La mayor parte de las guerras se hace para ejercer
el poder. Para conquistar el poder o para impedir que otro lo conquiste.
Probemos este principio en varias guerras desatadas
en este siglo . . .
La Primera Guerra Mundial del Kaiser Guillermo se inició en el pequeño polvorín de los Balcanes y
por la conquista de poder y territorio. El loco Adolfo Hitler
encendió la chispa de la Segunda Guerra Mundial por el lebensraum (espacio
vital).
Japón efectuó su propia conquista de poder a través
de Asia. El ataque de Corea del Norte a Corea del Sur procurando mantener la
dominación comunista.
El ataque interno de los comunistas chinos para
dominar Indonesia en el régimen de Sukarno. La terrible guerra de Vietnam del
Norte contra Vietnam del Sur. Las cuatro guerras de
los árabes para recobrar el territorio y el poder de gobernar sobre el Israel
de la actualidad.
Y así sucesivamente.
El PODER atrae a hombres y naciones: ya
sea el oro, los cañones, las tierras o los pueblos. Y esto no cambiará hasta.
que el gran reloj del Cielo indique que ha llegado la hora del . . . ¡ MILENIO !
Tal vez sea provechoso que tratemos de identificar
EL GATILLO que iniciará el super-rápido, explosivo y espantoso final de esta
era. Será una serie de eventos que, precipitándose uno
tras otro, culminarán en los llanos de
Meguido. ¡Y
me temo que el petróleo sea el viscoso gatillo !
¿Qué es lo que enciende las lámparas del mundo?
¿Qué hace que sigan ronroneando suavemente los motores? ¿Qué refresca. al calor
del día y calienta en las noches frías? ¿Qué es lo que
pone asfalto en nuestras carreteras y combustible en nuestras máquinas de
guerra? ¿Cuál es la materia prima de 3.000 productos de nuestra sociedad
moderna? ¿Qué energías movilizan a la humanidad a través de las nubes? ¡ Oh !,
sí; es ese feo y pegajoso légamo llamado petróleo. Los
residuos de trillones y trillones de seres que vivieron en épocas remotas . . .
el petróleo.
El hombre del siglo XX, en su extravagancia y miope
planificación tecnológica, se ha estado ahogando en
esta sustancia. Pero en estos días no oímos tantas voces chillonas que
protesten por la contaminación
producida por el petróleo,
¿verdad?
Poco después de la "Guerra de Expiación"
el mundo comenzó a moverse a paso de tortuga cuando los árabes (incitados por
un jubiloso Kremlin) cerraron la válvula del petróleo. En
pocos días, el mundo organizado industrialmente, sediento de petróleo, se inclinaba hacia La Meca. Pero ¿por qué?
Bajo las arenas del Medio Oriente yace un enorme 53 por ciento de las reservas
de petróleo del mundo.
Dios identificó la herencia de los hijos de Israel
con "toda la tierra de Canaán",
En otra parte de la Escritura, con el territorio
que se extiende "desde el río de Egipto . hasta el río grande, el río
Eufrates.
Dios escondió bajo las dunas árabes un tesoro de
energía para una civilización tan remota como la nuestra. Pero el FANTASMA DE AGAR y sus múltiples bisnietos, como eI
rey Feisal y el resto del Islam, todavía caminan sobre esas arenosas colinas
impregnadas de energía.
Leamos algo que sobre este mismo petróleo
Leamos algo que sobre este mismo petróleo escribió
Dios a sus amados hijos ( Los judíos )3500 años atrás ". ..
Por lo cual chuparán la abundancia de los mares y los tesoros escondidos de la
arena" (Deuteronomio cap 33).
¿Cómo se extrae el "tesoro" petrolero?
Desde luego, se extrae mayormente por medio de
tubos que lo succionan.
Solía pensar principalmente en la
negación de alimento euando leía sobre el control que ejercerá el Falso Profeta
durante la tribulación, usando su infamante "marca de la bestia": el
número 666. Antes, parecía que esta maligna presión se podría aplicar
principalmente al control de las compras de alimentos. Pero a medida que se acerca ese día podemos ver que
también podría ser un cruel factor de presión la negación de energía.
Se les negaría la calefacción a los que vivieran en
climas muy fríos y rehusaran cooperar. Se les negaría la refrigeración a los
que vivieran en los trópicos. Se les negaría la
electricidad para las luces y utensilios de los que rehusaran llevar la marca.
Se les negaría el combustible a los vehículos. Bien se podrían
presentar estos problemas junto con los de la alimentación.
En el libro de Apocalipsis, durante el período del
Caballo Negro y en la apertura del Tercer Sello -hambre- leemos:
"Y oí una voz de en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de
cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino." (Apocalipsis
6).
¿ Podría significar esto que hay que tomar las
medidas necesarias para evitar que se dañe el petróleo proveniente de las
arenas del que tanto ha llegado a depender la civilización moderna? Todavía se necesitará el petróleo durante Ia tribulación,
¿verdad?
Pero ¿no se alegra de que en medio de la crisis
mundial de energía no haya eseasez de poder en el reino espiritual?
¡ Creo que ahora estamos en medio del más grande
derramamiento de "Poder de lo Alto" que haya habido en los 6.000 años
de historia de la humanidad !Todavía fluye
abundantemente el aceite del Espíritu Santo y no se ha alzado su precio.
Sin embargo, sabemos que en el reino natural la
crisis del petróleo es real. Ya ha afectado a cada hogar. Y los árabes todavía tienen bastante de esta especie de
energía negra para aplacar por un tiempo más la intensa sed de nuestra
civilización.
El petróleo es, por así decirlo, una 'joya energética",
tentadoramente ubicada en el casi indefenso Medio Oriente.
Hasta los árabes, pueblo políticamente
sencillo, han demostrado poseer la capacidad de ganar, jugando con su as
petrolero en este "poker" mundial.
Imaginémonos, entonces, qué podría hacer el astuto
oso, políticamente hablando, si tan sólo pudiera obtener esta carta dé
"triunfo". Creo que podemos concluir que el petróleo es EL GATILLO
que disparará la Tercera Guerra Mundial. ¡y es probable que esta gigantesca
conflagración desemboque directamente en la del Armagedón !
Antes de dejar este delieado asunto, podríamos
tocar ligeramente varios otros que se relacionan entre sí por nexos políticos y
espirituales. Me siento orgulloso del pueblo
norteamericano por rehusar abandonar a Israel durante su pesadilla del
"Yom Kippur". Sabíamos que
los árabes
usarían, en consecuencia, su garrote petrolero para vapulearnos. El garrote funcionó bien y la mayoría de las otras naciones que dependían del
petróleo saltaron junto a los árabes cuando esos jeques
les dijeron: "¡ Salten !"
Pero ahora debemos cobrar ánimos frente a una gran campaña para liquidar a Israel a medida
que se agudiza la crisis del petróleo. Durante las primeras etapas
de la conservación de la energía, no fue demasiado malo apagar los létreros luminosos y cerrar las gasolineras los
domingos
.Llegará la prueba de nuestra disposición
de bendeccr a los judíos a medida que dejen de ser novedad los sacrificios de
energía, Guardaos de los sentimientos
antisemiticos.
El "efecto diseminador" de la escasez de
petróleo ha traído más inconvenientes: pérdida de
empleos, escasez, alzas de precios y una pequeña depresión.
¡ Si podemos
mantenernos firmes, veremos la salvación del Señor !
aching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
viernes, 18 de marzo de 2016
EL REPARADOR DEL MUNDO --EL FANTASMA DE AGAR JORGE OTIS
EL FANTASMA DE
AGAR
JORGE OTIS
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the
Copyright Act 1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
CAP.12
El reparador del mundo
Despidiendo
bocanadas de humo, los brillantes neumáticos del reactor rechinaron al
tocar la larga pista del aeropuerto de El Cairo.
Es
sólo uno de los muchos y elegantes aterrizajes de la alfombra
mágica" plateada y azul.
Lleva el más complicado dispositivo de comunicaciones del
globo: un instantáneo ,revoltijo" de canales mundiales.
El
avión aterrizo en tantos lugares en esa gira particular, que su
jadeante Equipo de prensa lo llamó "el Expreso Yo-Yo".
EI
lujoso Boeing es la imprescindible herramienta de un maestro sastre. Es
el taller de Henry Kissinger, vistiendo ajado traje y llevando anteojos
con marco de hueso, daba otra puntada vital allá en Egipto, lo que
resultaría, por algún tiempo, un remiendo en el harapiento paño de la paz
del mundo. En un asombroso período de diez días, el avión de este
gran diplomático aterrizaría en algunos sitios muy singulares. Una
secuencia imposible de realizar por ningún otro estadista del mundo.
Washington, Moscú, Londres, Berlín, Roma, El Cairo, Tel Aviv,
Amman, Riyad, SeúI, Pekín, Tokio y otros. . .¡increíble!
Antes
que este hombre extraordinario, aclamado por algunos como "el Apóstol de la Paz", atrriizara
nuevamente en Washington, se habían enfriado los cañones de la
"Guerra de Expiación". ¡Qué hombre !
Por
su milagro de Paz, los árabes habían evitado la aniquilación de su Tercer
Ejército Egipcio. Y mediante sus esfuerzos pacificadores, Israel, pudo reparar
sus daños y asimilar las ganancias de la batalla.
¿Quién
es, entonces, este misterioso hombre? Una romántica figura de la que el
mundo obtiene provocativas miradas. Un ardoroso galán.de París que
acompaña a una encantadora belleza.
A
este hombre de agudo ingenio hace poco le tomaron el pelo afirmando que
es "la lengua más ágil del oeste". Cuando el avión se
aproximaba al aeropuerto de El Cairo, Henry les dijo bromeando a sus
ayudantes:
-¿
Dónde está esa escolta de MIGS que me prometieron?
Más
tarde, en la capital de Jordania, Henry posó jocosamente junto a una
hermosa "limousine" Bentley de color crema y dijo:
-Es
agradable saber que algunos países saben tratarme en la forma a que estoy
acostumbrado. -
Cuando
el Rey Hussein, d. Jordania, invitó a Kissinger a volar a su palacio en
un helicóptero piloteado por el rey mismo, Henry dijo:
-Si
no fuera por el honor, preferiria caminar._
Quizá
la relación de amor-odio favorita de Henry es con los medios noticiosos.
Una
vez, bromeando sobre lo que realmente quería para su próxima misión en el
extranjero, dijo:
. -Un
avión nuevo . . . ¡con un compartimiento separable para la prensa !
Es
evidente que tiene un "carisma" junto con todo ese brillo, ¿verdad?
¿Qué veríamos si pudiéramos mirar a este desconcertante Superestadista
con la ventaja de unos anteojos espirituales?
¿Dónde
encajaría nuestro amado Henry en el rompecabezas bíblico del planeta Tierra?
Soñemos
un minuto. . .
¡De
repente aparece un hombre fascinante en el escenario mundial ! Nacido en
Alemania, que es parte del antiguo Imperio Romano. . .¡ de linaje judío
(MedioOriente). En pocos años sale del anonimato para
hacerse visible, como el místico genio que salió de su frasco. Con dos golpes
de su vara. ¡ Pronto ! Se resolvieron inmediatamente, no uno, sino DOS, DOS
dilemas imposibles de la guerra violenta.
Primero, Vietnam en el que tres presidentes y centenares de
hábiles estadistas habían trabajado inútilmente durante años. Luego, la asombrosa Pez, terminando con la "Guerra
de Expiación" de Israel.
Gana junto con otro estadista el Premio
Nobel de 1973 como el principal pacificador del mundo.
Un
hombre sabio encantador y misterioso. Considerado como individuo es hoy probablemente el hombre más
influyente del mundo. La única figura que tiene pronto acceso a todo palacio
real. ¿Quién más podría en pocos meses tomar té con Mao Tse Tung, Indira
Ghandi, el Rey Feisal, Anwar Sadat, Golda Meir, Le Duc Tho, Georges Pompidou,
Edward Heath, Willie Brandt, Kakuei, Tanaka y Pham Van Dang? ¿Quién más podría
orquestar tan brillantemente las Naciones Unidas, la OTAN, las
diferencias internacionales, la política del poder y la diplomacia?
Por
su extraordinaria disposición para alegrar el mundo, a Henry Kissenger le han
puesto diversos apodos, como “El Comando Solitario", "Sr.
Remendón", "El Niño Bonito del Occidente", "Superestrella”y
"Kohoutek”
Serios
estadistas del mundo se esfuerzan por hallar figuras históricas apropiadas con
las cuales se pueda comparar a este realmente brillante Secretario de Estado:
Metternich, Talleyrrand y uno de los mismos héroes de Kissinger, el legendario
Bismarek.
La
revista "Time" ha dicho: "Cuando se trasladó al Departamento de
Estado, se especuló que Kissinger institucionalizaría su política. En cambio,
él se ha convertido en la institución."
Se
dice también que Kissinger es un hombre algo religioso. John Givens escribió
que una vez discutió sobre esto con Kissinger. Refería que después de un día de
16 horas de trabajo y antes de acostarse, Henry elevaba una oración para tener
fortaleza, valor y perseverancia.
Entonces
Henry dijo que siempre le pdía a Dios si había algo "que yo pueda hacer
por ti”
La Biblia nos
dice que pronto surgirá un atractivo personaje que
resolverá los problemas del mundo. El rápido ascenso de Henry sirve solamente para
ilustrar con qué rapidez puede aparecer hoy una nueva estrella Política.
El
capítulo 13 de Apocalipsis revela que no habrá seguridad sobre la
identidad del Anticristo ni la del Falso Profeta hasta 42 meses antes del
retorno físico del Señor Jesucristo para establecer su reino milenario. Justo a
la mitad del terrible período de siete años de tribulación, el
"maravilloso" nuevo líder mundial recibirá una herida fatal en
Ia cabeza.
Para
asombro del mundo, la herida mortal sanará milagrosamente. No será sino en esta etapa que todos conocerán la
identidad del Anticristo.
Así
que por ahora es inútil especular demasiado sobre la identidad de este
siniestro personaje. De todos modos, los que hayan recibido el don de la vida
eterna por medio de Jesucristo se habrán ido cuando
el Anticristo se quite la máscara.
A
través de la historia cristiana ha habido especulaciones erróneas que
involucran a personalidades como Nerón, Rasputín, Hitler y,
especialmente, Benito Mussolini. Sin embargo, nunca antes los
engranajes de la profecía se han engranado tan bien con los hechos
contemporáneos como ahora. A medida que se acerca el tiempo, se
aclara el cuadro profético.
En un
foco cada vez más preciso, estamos viendo el gigantesco impacto mundial
de esa mística judía. El maravilloso Henry es uno de los grandes actores judíos
del escenario mundial. Vivimos en una sociedad cada vez más influida por
figuras judías del pasado y de la actualidad.
Por
ejemplo, todo el mundo mide el tiempo desde el trascendental nacimiento
de ese Judío de judíos en un establo de Belén. Casi todas las tensiones de la
conducta humana se consideran todavía según
las torcidas teorías de un psiquiatra judío llamado Sigmund
Freud. Luego vino ese bondadoso judío de ojos tristes que
reveló el potencial del Armagedón con su fórmula, aparentemente inocente, E =
MC2. Desde entonces, el mundo nunca ha sido el mismo . . .
Hay
tantos otros; pero quizás uno más servirá para ayudarnos a comprender la
creciente influencia judía en la humanidad a medida
que el tiempo vuela hacia su encuentro con la eternidad . . . Hoy
más de la mitad de los cuatro mil millones de habitantes de este planeta viven
en una sociedad maquinal, impersonal y carente de gozo cuyo nombre es
comunismo.
¿ Su
arquitecto? Sí ; usted lo adivinó . . . Karl Marx, un judío.
Sin
embargo, es más emocionante aún reflexionar en la maravillosa contribución
cultural, espiritual, científica y humanitaria de millares de otros
judíos. ¡ Y conmueve el alma el
estar continuamente consciente de que pronto el
Principal Judío, Jesucristo, pondrá en orden este mundo durante mil gloriosos
años !
Recordemos,
además, eü€ la Biblia menciona 144.000 "super-evangelistas" judíos
que proclamrán las Buenas Nuevas durante los siete años más caóticos de la
historia del mundo. Pero antes de la tribulación vemos que se hacen más densas
las tinieblas de este mundo. Satanás está
revolviendo su mezcla de bullente humanidad hasta que tenga la consistencia
adecuada antes de presentar sus "obras maestras estereotipadas":
¡ el Falso Profeta y el Anticristo I
Ya está casi en su pleno hervor el amargo guisado humano del viejo
Lucifer; pero todavía le añade una asquerosa pizca de esto y un pestilente
condimento de aquello. A fin de tenerlo en su
punto, echa en la olla un poquito más de odio, de ánarquía, lujuria, temor,
hambre, guerra, €nfermedad, decadencia, desorden, muerte,locura y confusión.
Es
de tal caso y desesperación humanos que ha surgido todo dictador de la
historia. Así será otra vez EL
iernes, 18 de marzo de 2016
EL MESÍAS PLÁSTICO-- Por Georger Otis..
CAP. 13
EL MESÍAS
PLÁSTICO
El fantasma sde Agar
Por Geoge Otis
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the
Copyright Act 1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
El
Dr. Arnold Toynbee,,eminente historiador y filósofo, dice que la humanidad está
ahora al borde de un abismo y que nuestro
mundo está maduro para la aparición de cualquier nuevo César que pueda darle
unidad y paz.
La Biblia identifica a los
impíos Como "el mar en tempestad" y nos dice que la Bestia (el
Anticristo) saldrá de este mismo mar en tempestad:
la angustia y la confusión de las naciones.
Sería interesante tratar de
esbozar un vago perfil de ese infame dúo de futuros
"salvadores del mundo", el Anticristo y el Falso Profeta. En
Apocalipsis cap. 13 se puede ver uno de los retrátos más claros de la
personalidad llamada eI Falso Profeta. Ahora bien, recordemos que al Falso
Profeta también se la llama otra bestia. En este retrato se
reconocerá al Anticristo mismo como la "primera bestia" o
simplemente, "la bestia”.
Leamos juntos el Pasaje
bíblico:
11 Después
vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de
un cordero, pero hablaba como dragón.
2 Y ejerce toda la autoridad
de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores
de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra
delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores de
la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la
bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia
que tiene la herida de espada, y vivió.
15 Y se le permitió infundir
aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a
todo el que no la adorase.
16 Y hacía que a todos,
pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca
en la mano derecha, o en la frente;
17 y que ninguno pudiese
comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el
número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que
tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y
su número es seiscientos sesenta y seis.
Y así hemos visto que
también el Falso Profeta es una figura muy notable.
Y yo creo que puede ser de
raza judía. Indudablemente tendrá una habilidad extraordinaria para ejercer la
magia satánica.
Uno de sus principales
milagros será la "resurrección" del Anticristo herido.
Entonces el Falso Profeta
dirigirá personalmente la deificación y adoración del Anticristo.
Es también el Falso Profeta
quien asumirá el control de los sistemas económicos
del mundo para presionar a todos los que rehúsen cooperar. Es él
quien utilizará, el "sistema 666".'
Este número 666, es, en sí
mismo, bastante interesante. Tres símbolos, que imitan al tres de la
Santa Trinidad. También utiliza los seis, el número bíblico del hombre.
El hombre deificado. ¿Lo v€ usted
?
Satanás siempre trata de usar los planes de Dios;
pero sus
productos finales siempre salen plásticos.
El Falso Profeta será un
socio menor del gran dictador mundial, el Anticristo, y estará.estrechamente
ligado a él. Durante la tribulación, engañará a los habitantes de la tierra por
medio de esos milagros satánicos que realizará,. Es
bastante claro, ¿verdad? ¡Casi demasiado claro !
Hagamos ahora un tosco
boceto del Anticristo mismo. Podemos ver que tiene algunas semejanzas con
su Falso Profeta, pero también ciertas diferencias bien precisas. El Anticristo
será el vaso humano que Satanás mismo poseerá completamente durante los tres
años y medio de la era de la tribulación. El poder y el
"carisma" que manifestará durante los primeros tres años y medio
procederán solamente de una engañosa "unción" satánica.
La Biblia describe al
Anticristo como un personaje que al principio
se presentará como un líder brillante y benévolo.
Tanto lo será, en efecto,
Qu€ otros líderes lo presionarán a que asuma cada vez más autoridad, hasta tener el dominio
del mundo.
-El Anticristo
será un brillante táctico militar.
". . .pero su herida
mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y
adoraron al dragón que habla dado autoridad a la bestia, y adoraron a la
bestia, diciendo: '¿Quién como la bestia, y quién podra, luchar contra
ella?'"
(Apocalipsis cap. 13:3, 4.)
El Anticristo
estará intrincadamente implicado en la religión:
"Me dijo también: Las
aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos,muchedumbres,
naciones y lenguas" (Apocalipsis
cap. 17).
Las
rameras se apropian del amor correspondiente a quien debiera recibirlo.
Un
cuidadoso estudio de la
Palabra nos revela que el Anticristo asumirá la dirección de una
confederación
política de diez de las entidades del antiguo Imperio Romano (diez
cuernos). Probablemente asumirá, andando el tiempo, el control de la
actual Confederación del Mercado Común Europeo. El MCE, como se sabe, y
está proyectado para acomodar exactamente a diez países.
Pero finalmente tres de las diez naciones se resistirán y harán la guerra al
Anticristo. Pero él las vencerá y asumirá todo el control de
la confederación.
Las
conquistas guerreras del Anticristo serán rápidas y decisivas. Será poderoso, altivo y
seguro de sí mismo. Será también un obrador de milagros. 2 Tesalonieenses 2
indica sus muchos milagros, señales y maravillas.
Al principio,
agradará a la gente con sus maravillosas soluciones para los problemas
mundiales. Dirá "¡Paz y
seguridad !" Por algún tiempo favorecerá a
los judíos, pero finalmente se volverá y
profanará el Templo mismo de Dios. Durante el último período de tres
años y medio de su reinado se quitará, la
máscara de la benevolencia y se dedicará con todas sus fuerzas a dirigir la
espantosa y sangrienta pesadilla que será el último acto de esta
era. El Anticristo será el cabecilla del final de una macabra época de
tribulación.
¡Un pavoroso período en que monstruos aparentemente de ficción, pero muy reales,herirán
y picarán a los moradores de la tierra durante la agonía de esta época !
Sólo
Jesucristo, cuando regrese en poder y gloria, vencerá a esta Bestia
totalmente
poseída por Satanás. Por fin Jesús le quitará la fuente de su poder. ¡Atará a
Satanás por mil años ! Es bueno saber cómo terminará" esta pesadilla. Y
será un glorioso final . . . no; un
glorioso PRINCIPIO, ¿verdad que sí?
lunes, 24 de diciembre de 2018
24 DICIEMBRE BOSQUE DE HÜRTGEN-2 GUERRA MUNDIAL
POR FRITZ VINCKEN
READER'S DIGEST Diciembre
1967
CUANDO
llamaron a la puerta en aquella Nochebuena de 1944, ni mi madre ni yo
sospechamos que eso era el comienzo del sereno milagro en que íbamos a
ser ambos actores y testigos.
Tenía yo en ese entonces 12 años. Hacía poco que vivíamos en las Ardenas, cerca de la frontera de Alemania con Bélgica, en la cabaña donde, antes de la guerra, se alojaba mi padre durante las cacerías de fines de sernana. Al quedar nuestra casa de Aquisgrán hecha escombros por los bombardeos de los Aliados, nos instaló él en esa cabaña, que distaba solo seis kilómetros de Monschau, la población fronteriza a que lo habían llamado a prestar servicio en la brigada cívica de incendios.
—Estaréis más seguros en el bosque —me dijo mi padre al dejarnos en la cabaña—. Y a ver cómo cuidas de tu madre, ahora que tú eres el hombre de la casa.
La última y desesperada ofensiva iniciada hacía una semana por el mariscal von Rundstedt, colocó a la cabaña en el teatro mismo de la batalla de las Ardenas. Aquel 24 de diciembre, en los momentos en que iba yo a ver quién llamaba a la puerta, seguía oyéndose el incesante tronar de la artillería, el zumbido de los aviones; y rasgaba la oscuridad de la noche el haz de los reflectores. Miles de soldados alemanes y aliados combatían y morían en las inmediaciones de la cabaña.
Lo primero que hizo mi madre al oír que llamaban fue apagar las velas para dejar la habitación a oscuras. En seguida, adelantándose a mí, abrió la puerta. Frente a nosotros, como dos fantasmas, se recortaron contra la blancura de los nevados árboles las siluetas de dos hombres con cascos de guerra. Uno de ellos habló en lenguaje que no entendimos, a la vez que señalaba hacia un tercer hombre que, a corta distancia de él y de su compañero, yacía en la nieve. Mientras yo estaba preguntándome iquiénes serían aquellos hombres, mi madre se había dado cuenta de lo que significaban para nosotros. Eran estadounidenses ... ¡Soldados enemigos!
Me atrajo hacia ella apoyando una mano en mi hombro y quedó frente a los soldados, silenciosa e inmóvil. Aunque, de quererlo, habrían podido entrar en la cabaña,
los dos soldados, sin dar un paso, imploraban con la mirada. El herido parecía más muerto que vivo.
Tenía yo en ese entonces 12 años. Hacía poco que vivíamos en las Ardenas, cerca de la frontera de Alemania con Bélgica, en la cabaña donde, antes de la guerra, se alojaba mi padre durante las cacerías de fines de sernana. Al quedar nuestra casa de Aquisgrán hecha escombros por los bombardeos de los Aliados, nos instaló él en esa cabaña, que distaba solo seis kilómetros de Monschau, la población fronteriza a que lo habían llamado a prestar servicio en la brigada cívica de incendios.
—Estaréis más seguros en el bosque —me dijo mi padre al dejarnos en la cabaña—. Y a ver cómo cuidas de tu madre, ahora que tú eres el hombre de la casa.
La última y desesperada ofensiva iniciada hacía una semana por el mariscal von Rundstedt, colocó a la cabaña en el teatro mismo de la batalla de las Ardenas. Aquel 24 de diciembre, en los momentos en que iba yo a ver quién llamaba a la puerta, seguía oyéndose el incesante tronar de la artillería, el zumbido de los aviones; y rasgaba la oscuridad de la noche el haz de los reflectores. Miles de soldados alemanes y aliados combatían y morían en las inmediaciones de la cabaña.
Lo primero que hizo mi madre al oír que llamaban fue apagar las velas para dejar la habitación a oscuras. En seguida, adelantándose a mí, abrió la puerta. Frente a nosotros, como dos fantasmas, se recortaron contra la blancura de los nevados árboles las siluetas de dos hombres con cascos de guerra. Uno de ellos habló en lenguaje que no entendimos, a la vez que señalaba hacia un tercer hombre que, a corta distancia de él y de su compañero, yacía en la nieve. Mientras yo estaba preguntándome iquiénes serían aquellos hombres, mi madre se había dado cuenta de lo que significaban para nosotros. Eran estadounidenses ... ¡Soldados enemigos!
Me atrajo hacia ella apoyando una mano en mi hombro y quedó frente a los soldados, silenciosa e inmóvil. Aunque, de quererlo, habrían podido entrar en la cabaña,
los dos soldados, sin dar un paso, imploraban con la mirada. El herido parecía más muerto que vivo.
—Komm' rein —dijo al fin mi madre, invitándoles a entrar con un ademán.
Levantaron los soldados al herido, entraron con él en la cabaña y lo acostaron en mi cama.
Viendo que ninguno de los dos sabía palabra de alemán, mi madre les habló en francés. Uno de ellos chapurreaba este idioma. Así pudieron entenderse. Antes de ir a cuidar del herido, me dijo ella:
—Estos dos tienen entumecidos los dedos de las manos. Ayúdales a quitarse las guerreras y las botas, y anda a traer un cubo con nieve.
Obedecí; y poco después estaba friccionándoles a los dos los amoratados pies.
Nos fuimos enterando de sus nombres. El de cuerpo algo achaparrado y cabellos negros se llamaba Jim; su compañero, cenceño y de buena estatura, Robin. El herido, cuyo nombre era Harry, dormía a esas horas en mi cama. Tenía la cara más blanca que la nieve que seguía cayendo afuera. Los tres habían perdido contacto con su batallón y llevaban tres días vagando por esos bosques, en busca de los estadounidenses y procurando ocultarse de los alemanes. Aunque tenían crecida la barba, al verlos sin la guerrera parecían unos niños grandes. Y como si en efecto lo hubiesen sido, empezó a tratarlos mi madre, quien, volviéndose a mi, dijo luego:44 SELECCIONES DEL
—Tráeme a Hermann ... y también media docena de patatas.
Esto significaba un cambio radical en nuestros planes para la Navidad. Hermann era un gallo hermosote (mi madre le puso ese nombre por Hermann Goering, al que ella no quería mucho que digamos). Lo estaba engordando desde hacía semanas, con la esperanza de servirlo en la Nochebuena, si mi padre venía a pasarla con nosotros. Pocas horas antes, perdida esa esperanza, le concedió al gallo unos días más de vida, para echarlo entonces en la cazuela el día de Año Nuevo, si lo festejábamos con mi padre. Pero, según lo que yo barruntaba ahora, Hermann estaba destinado a más urgente e inminente cometido.
Mientras Jim y yo ayudábamos en la cocina, y Robin cuidaba de Harry —cuyo estado era grave por la mucha sangre que la herida del muslo le había hecho perder—, mi madre sacaba tiras de una sábana para preparar vendas.
Llegaba ya a la habitación el apetitoso olorcillo del asado y procedía yo a poner la mesa, cuando llamaron de nuevo a la puerta. Calculando que serían otros estadounidenses, fui a abrir en seguida. Frente a mí surgieron cuatro soldados cuyo uniforme conocía de sobra al cabo de cinco años de guerra. Eran hombres de la Wehrmacht . . . ¡soldados de los nuestros!
Quedé helado de espanto. Aunque casi niño, estaba enterado de la implacable severidad de la ley:
dar asilo al enemigo era delito de alta traición. ¡Podrían fusilarnos! También mi madre estaba asustada. La vi ponerse mortalmente pálida. Pero dando un paso hacia los soldados, dijo:
—Fr¿ihliche Weihnachten.
Respondieron ellos deseándole también felices pascuas. El que estaba al mando, un cabo, explicó después:
—Nos hemos extraviado de nuestro regimiento y querríamos descansar hasta que amanezca. ¿Podemos entrar?
—Claro que sí —respondió mi madre con esa tranquilidad que a veces da el mismo pánico—. Pueden entrar, descansar y compartir con nosotros el rico asado que está en el horno.
Al oír esto y percibir el olorcillo que salía por la entornada puerta de la cabaña, sonrieron los alemanes con la boca hecha agua.
—Pero debo advertirles que tenemos aquí otros invitados que tal vez no sean del agrado de ustedes —les dijo mi madre; y añadió con una severidad completamente nueva en ella—. De todos modos, esta noche es Nochebuena y no quiero tiros en mi casa.
—¿Quiénes tiene usted ahí dentro ... estadounidenses? —preguntó el cabo.
Miró ella de hito en hito los helados semblantes del cabo y de sus compañeros, y dijo recalcando las palabras:
—Hablemos claro. Vosotros, lo mismo que los que están ahí dentro, podríais ser hijos míos. A uno de ellos lo trajeron aquí herido y más muerto que vivo. Los otros dos andaban perdidos en el bosque, lo mismo que vosotros; y, como vosotros, muertos de hambre y de cansancio. Esta noche —alzó aquí la voz al quedarse mirando fijamente al cabo—, sí, esta noche es Nochebuena y tendremos la fiesta en paz.
Sostuvo el cabo la mirada. Hubo dos, tres angustiosos, interminables instantes de silencio.
—¡Ea! Basta con lo dicho —gritó mi madre dando unas palmadas—Vais a hacerme el favor de dejar vuestras armas ahí, en la leñera. ¡Y daos prisa, no sea que los otros os dejen sin asado!
Los cuatro alemanes obedecieron como autómatas; entraron en la cabaña y fueron dejando en la leñera, a un lado de la puerta, todas sus armas: dos pistolas, tres carabinas, una metralleta y dos Panzerfüuste (tubos lanzacohetes antitanques). Entre tanto, Jim, al que mi madre dijo apresuradamente algo en francés, habló en inglés con el otro estadounidense; y vi con sorpresa que ambos le entregaban a ella las armas.
Al quedar alemanes y estadounidenses juntos, pero también penosamente distanciados en espíritu, a pesar de hallarse casi codo con codo por lo reducido de la habitación en que estábamos, fue cuando el don de gentes de mi madre rayó más alto. Con imperturbable amabilidad, sonriente la expresión, buscó manera de acomodarlos a todos.
Había solo tres sillas, pero improvisó a tal fin su propia cama, en la cual hizo que tomasen asiento, al lado de Jim y Robin, dos alemanes.
Desentendiéndose de lo tenso del ambiente, se ocupó luego en disponerlo todo para la cena. Pero Hermann no podía dar de sí más de lo que tenía; y eran ahora cuatro bocas más para alimentar.
—Ve corriendo a la despensa por más patatas y unos puñados de avena —me dijo al oído—. Estos muchachos están hambrientos, y el hambre es mala consejera.
Desde la despensa oí que Harry había empezado a quejarse. Al volver a la habitación, vi que uno de los alemanes tenía puestas las gafas y estaba examinando la herida de Harry.
—¿Es usted médico militar? —le preguntó mi madre.
—No, señora, Pero hasta hace pocos meses era estudiante de medicina en Heidelberg —respondió él. Y en lo que, al parecer, era bastante buen inglés explicó que, gracias al frío, no se había infectado la herida.
—Pero ha perdido mucha sangre y está muy extenuado. Necesita reposo y buena alimentación —concluyó diciendo.
La recelosa tirantez que reinó al principio iba siendo remplazada por una confiada tranquilidad. Hasta a mí, al verlos sentados con nosotros, me parecían los soldados unos muchachos. Heinz y Willi, ambos de Colonia, tenían 16 años. El cabo, que era el de más edad, solamente 23. Sacó del morral una botella de vino tinto. Heinz, después de rebuscar en el suyo, encontró un pan de centeno. Mi madre partió el pan en pequeñas porciones para servirlo con la cena. De la botella de vino guardó la mitad, diciendo:
—Esto es para el herido.
Cuando, sentados a la mesa, rezó la acción de gracias, noté que le quebraba el llanto la voz al llegar a la parte que dice "Komm, Herr lesus, sé nuestro invitado". Los soldados que habían visto de cerca la muerte en los campos de batalla, lloraban también. En esos momentos, los de los Estados Unidos lo mismo que los de Alemania eran sólo muchachos que se sentían muy lejos de su hogar.
Al filo de medianoche se asomó mi madre a la puerta de la cabaña y nos llamó para que viésemos la estrella de Belén. Acudimos en seguida. El único que faltó fue Harry, que dormía apaciblemente. En muda contemplación de Sirio, la estrella más brillante de todo el cielo, la guerra se trocaba para nosotros en algo lejanísimo, casi inexistente.
El armisticio pactado por nuestra cuenta y riesgo seguía vigente al amanecer. Harry, que despertó en mitad de la noche murmurando frases incoherentes, volvió a quedarse dormido después de tomar la taza de caldo que le llevó mi madre, y estaba mejor. Preparó ella ahora para él una bebida confortante compuesta de azúcar, el vino que había dado el cabo y el último huevo que se encontró en la despensa. Los demás nos desayunamos con
Levantaron los soldados al herido, entraron con él en la cabaña y lo acostaron en mi cama.
Viendo que ninguno de los dos sabía palabra de alemán, mi madre les habló en francés. Uno de ellos chapurreaba este idioma. Así pudieron entenderse. Antes de ir a cuidar del herido, me dijo ella:
—Estos dos tienen entumecidos los dedos de las manos. Ayúdales a quitarse las guerreras y las botas, y anda a traer un cubo con nieve.
Obedecí; y poco después estaba friccionándoles a los dos los amoratados pies.
Nos fuimos enterando de sus nombres. El de cuerpo algo achaparrado y cabellos negros se llamaba Jim; su compañero, cenceño y de buena estatura, Robin. El herido, cuyo nombre era Harry, dormía a esas horas en mi cama. Tenía la cara más blanca que la nieve que seguía cayendo afuera. Los tres habían perdido contacto con su batallón y llevaban tres días vagando por esos bosques, en busca de los estadounidenses y procurando ocultarse de los alemanes. Aunque tenían crecida la barba, al verlos sin la guerrera parecían unos niños grandes. Y como si en efecto lo hubiesen sido, empezó a tratarlos mi madre, quien, volviéndose a mi, dijo luego:44 SELECCIONES DEL
—Tráeme a Hermann ... y también media docena de patatas.
Esto significaba un cambio radical en nuestros planes para la Navidad. Hermann era un gallo hermosote (mi madre le puso ese nombre por Hermann Goering, al que ella no quería mucho que digamos). Lo estaba engordando desde hacía semanas, con la esperanza de servirlo en la Nochebuena, si mi padre venía a pasarla con nosotros. Pocas horas antes, perdida esa esperanza, le concedió al gallo unos días más de vida, para echarlo entonces en la cazuela el día de Año Nuevo, si lo festejábamos con mi padre. Pero, según lo que yo barruntaba ahora, Hermann estaba destinado a más urgente e inminente cometido.
Mientras Jim y yo ayudábamos en la cocina, y Robin cuidaba de Harry —cuyo estado era grave por la mucha sangre que la herida del muslo le había hecho perder—, mi madre sacaba tiras de una sábana para preparar vendas.
Llegaba ya a la habitación el apetitoso olorcillo del asado y procedía yo a poner la mesa, cuando llamaron de nuevo a la puerta. Calculando que serían otros estadounidenses, fui a abrir en seguida. Frente a mí surgieron cuatro soldados cuyo uniforme conocía de sobra al cabo de cinco años de guerra. Eran hombres de la Wehrmacht . . . ¡soldados de los nuestros!
Quedé helado de espanto. Aunque casi niño, estaba enterado de la implacable severidad de la ley:
dar asilo al enemigo era delito de alta traición. ¡Podrían fusilarnos! También mi madre estaba asustada. La vi ponerse mortalmente pálida. Pero dando un paso hacia los soldados, dijo:
—Fr¿ihliche Weihnachten.
Respondieron ellos deseándole también felices pascuas. El que estaba al mando, un cabo, explicó después:
—Nos hemos extraviado de nuestro regimiento y querríamos descansar hasta que amanezca. ¿Podemos entrar?
—Claro que sí —respondió mi madre con esa tranquilidad que a veces da el mismo pánico—. Pueden entrar, descansar y compartir con nosotros el rico asado que está en el horno.
Al oír esto y percibir el olorcillo que salía por la entornada puerta de la cabaña, sonrieron los alemanes con la boca hecha agua.
—Pero debo advertirles que tenemos aquí otros invitados que tal vez no sean del agrado de ustedes —les dijo mi madre; y añadió con una severidad completamente nueva en ella—. De todos modos, esta noche es Nochebuena y no quiero tiros en mi casa.
—¿Quiénes tiene usted ahí dentro ... estadounidenses? —preguntó el cabo.
Miró ella de hito en hito los helados semblantes del cabo y de sus compañeros, y dijo recalcando las palabras:
—Hablemos claro. Vosotros, lo mismo que los que están ahí dentro, podríais ser hijos míos. A uno de ellos lo trajeron aquí herido y más muerto que vivo. Los otros dos andaban perdidos en el bosque, lo mismo que vosotros; y, como vosotros, muertos de hambre y de cansancio. Esta noche —alzó aquí la voz al quedarse mirando fijamente al cabo—, sí, esta noche es Nochebuena y tendremos la fiesta en paz.
Sostuvo el cabo la mirada. Hubo dos, tres angustiosos, interminables instantes de silencio.
—¡Ea! Basta con lo dicho —gritó mi madre dando unas palmadas—Vais a hacerme el favor de dejar vuestras armas ahí, en la leñera. ¡Y daos prisa, no sea que los otros os dejen sin asado!
Los cuatro alemanes obedecieron como autómatas; entraron en la cabaña y fueron dejando en la leñera, a un lado de la puerta, todas sus armas: dos pistolas, tres carabinas, una metralleta y dos Panzerfüuste (tubos lanzacohetes antitanques). Entre tanto, Jim, al que mi madre dijo apresuradamente algo en francés, habló en inglés con el otro estadounidense; y vi con sorpresa que ambos le entregaban a ella las armas.
Al quedar alemanes y estadounidenses juntos, pero también penosamente distanciados en espíritu, a pesar de hallarse casi codo con codo por lo reducido de la habitación en que estábamos, fue cuando el don de gentes de mi madre rayó más alto. Con imperturbable amabilidad, sonriente la expresión, buscó manera de acomodarlos a todos.
Había solo tres sillas, pero improvisó a tal fin su propia cama, en la cual hizo que tomasen asiento, al lado de Jim y Robin, dos alemanes.
Desentendiéndose de lo tenso del ambiente, se ocupó luego en disponerlo todo para la cena. Pero Hermann no podía dar de sí más de lo que tenía; y eran ahora cuatro bocas más para alimentar.
—Ve corriendo a la despensa por más patatas y unos puñados de avena —me dijo al oído—. Estos muchachos están hambrientos, y el hambre es mala consejera.
Desde la despensa oí que Harry había empezado a quejarse. Al volver a la habitación, vi que uno de los alemanes tenía puestas las gafas y estaba examinando la herida de Harry.
—¿Es usted médico militar? —le preguntó mi madre.
—No, señora, Pero hasta hace pocos meses era estudiante de medicina en Heidelberg —respondió él. Y en lo que, al parecer, era bastante buen inglés explicó que, gracias al frío, no se había infectado la herida.
—Pero ha perdido mucha sangre y está muy extenuado. Necesita reposo y buena alimentación —concluyó diciendo.
La recelosa tirantez que reinó al principio iba siendo remplazada por una confiada tranquilidad. Hasta a mí, al verlos sentados con nosotros, me parecían los soldados unos muchachos. Heinz y Willi, ambos de Colonia, tenían 16 años. El cabo, que era el de más edad, solamente 23. Sacó del morral una botella de vino tinto. Heinz, después de rebuscar en el suyo, encontró un pan de centeno. Mi madre partió el pan en pequeñas porciones para servirlo con la cena. De la botella de vino guardó la mitad, diciendo:
—Esto es para el herido.
Cuando, sentados a la mesa, rezó la acción de gracias, noté que le quebraba el llanto la voz al llegar a la parte que dice "Komm, Herr lesus, sé nuestro invitado". Los soldados que habían visto de cerca la muerte en los campos de batalla, lloraban también. En esos momentos, los de los Estados Unidos lo mismo que los de Alemania eran sólo muchachos que se sentían muy lejos de su hogar.
Al filo de medianoche se asomó mi madre a la puerta de la cabaña y nos llamó para que viésemos la estrella de Belén. Acudimos en seguida. El único que faltó fue Harry, que dormía apaciblemente. En muda contemplación de Sirio, la estrella más brillante de todo el cielo, la guerra se trocaba para nosotros en algo lejanísimo, casi inexistente.
El armisticio pactado por nuestra cuenta y riesgo seguía vigente al amanecer. Harry, que despertó en mitad de la noche murmurando frases incoherentes, volvió a quedarse dormido después de tomar la taza de caldo que le llevó mi madre, y estaba mejor. Preparó ella ahora para él una bebida confortante compuesta de azúcar, el vino que había dado el cabo y el último huevo que se encontró en la despensa. Los demás nos desayunamos con
El
armisticio pactado por nuestra cuenta y riesgo seguía vigente al
amanecer. Harry, que despertó en mitad de la noche murmurando frases
incoherentes, volvió a quedarse dormido después de tomar la taza de
caldo que le llevó mi madre, y estaba mejor. Preparó ella ahora para él
una bebida confortante compuesta de azúcar, el vino que había dado el
cabo y el último huevo que se encontró en la despensa. Los demás nos
desayunamos con avena hecha en agua. Al concluir el desayuno, trajo mi
madre el mejor de sus manteles, con el cual y un par de palos se
improvisó una camilla para Harry.
Con la ayuda del estudiante de medicina, que servía de intérprete, el cabo indicó a Jim y a Robin el mejor camino para llegar a las líneas estadounidenses (en esos días del fluctuante frente de la batalla de las Ardenas los alemanes estaban asombrosamente bien informados). En el mapa que llevaba Jim señaló el cabo un arroyo y dijo:
—Siguiendo a lo largo de él, aguas arriba encontrarán el lugar donde está reagrupándose el Primer Ejército.
Cuando le tradujeron lo dicho por el cabo, pidió Jim que le preguntasen:
—¿No sería mejor, ir a Monschau ?
—Um Himineis Willen! Nein! —exclamó el cabo—. Monschau es nuestro otra vez.
Al devolverles a los soldados las armas, les dijo mi madre:
—Y ahora, muchachos, andad con cuidado. Quiero que volváis algún día sanos y salvos a vuestras casas, que es donde hacéis falta. ¡Que Dios os lleve con bien!
Alemanes y estadounidenses se estrecharon la mano al despedirse. Luego se alejaron cada cual por su lado, mientras nosotros los seguíamos con la mirada. Después, mi madre entró en la cabaña.
Cuando, pasados unos minutos, fui a reunirme con ella, la encontré con la vista fija en el libro que tenía en las manos, absorta al parecer en la lectura. Me acerqué a ella para mirar por encima del hombro. La antigua Biblia de la familia estaba abierta por el pasaje en que se habla del nacimiento de Jesús en Belén y de cómo los magos llegados de Oriente le adoraron y ofrecieron presentes. Mi madre me señaló lo que leía deslizando el índice a lo largo de las líneas que dicen: ". .. regresaron a su país por otro camino".
Con la ayuda del estudiante de medicina, que servía de intérprete, el cabo indicó a Jim y a Robin el mejor camino para llegar a las líneas estadounidenses (en esos días del fluctuante frente de la batalla de las Ardenas los alemanes estaban asombrosamente bien informados). En el mapa que llevaba Jim señaló el cabo un arroyo y dijo:
—Siguiendo a lo largo de él, aguas arriba encontrarán el lugar donde está reagrupándose el Primer Ejército.
Cuando le tradujeron lo dicho por el cabo, pidió Jim que le preguntasen:
—¿No sería mejor, ir a Monschau ?
—Um Himineis Willen! Nein! —exclamó el cabo—. Monschau es nuestro otra vez.
Al devolverles a los soldados las armas, les dijo mi madre:
—Y ahora, muchachos, andad con cuidado. Quiero que volváis algún día sanos y salvos a vuestras casas, que es donde hacéis falta. ¡Que Dios os lleve con bien!
Alemanes y estadounidenses se estrecharon la mano al despedirse. Luego se alejaron cada cual por su lado, mientras nosotros los seguíamos con la mirada. Después, mi madre entró en la cabaña.
Cuando, pasados unos minutos, fui a reunirme con ella, la encontré con la vista fija en el libro que tenía en las manos, absorta al parecer en la lectura. Me acerqué a ella para mirar por encima del hombro. La antigua Biblia de la familia estaba abierta por el pasaje en que se habla del nacimiento de Jesús en Belén y de cómo los magos llegados de Oriente le adoraron y ofrecieron presentes. Mi madre me señaló lo que leía deslizando el índice a lo largo de las líneas que dicen: ". .. regresaron a su país por otro camino".
lunes, 24 de diciembre de 2018
.martes, 25 de diciembre de 2018
¿DÓNDE ESTARÁ RUTH AHORA?-TRISTE NAVIDAD
EN UNA NOCHE LEJANA
Por TIMOTHY WIGHT
CURSABA\YO EL QUINTO GRADO de prímaría,y vivía en un pequeño poblado de Utah. Al inicio del año escolar, mis amigos y yo vimos llegar a una desconocida. Era una niña llamada Ruth, y desde el primer día se hizo evidente que no íbamos a aceptarla en nuestro círculo.
Su padre era obrero y la familia vivía en un barrio muy poco elegante. Ruth iba vestida todos los días con el mismo vestido rojizo desteñido y unos tenis azules que le venían muy grandes. "¿Dónde encontraste ese disfraz?", le preguntábamos. "¿En la basura?"
En su bolsa del almuerzo siempre había una rebanada de pan, una zanahoria o una papa sin pelar y una pequeña botella de leche cruda. Como ésa era la misma comida que les habíamos dado a unas ratas en el laboratorio, cuando pasábamos junto a ella en la cafetería soltábamos unos chillidos burlones. A raíz de eso Ruth empezó a almorzar en el patio, aun en los ventosos y fríos meses del otoño.
CADA AÑO, a fines de noviembre, se realizaban audiciones para la obra de teatro navideña de la escuela, a la que asistía casi todo el pueblo. Otros grupos cantaban y representaban cuadros sueltos, pero la obra teatral estaba reservada para los alumnos de quinto grado. Los papeles principales eran los de María y José. Cuando llegó mi turno de hacer la prueba, pronuncié mi parlamento con la voz más alta que pude.
—Venid conmigo, María —dije—, debemos marchar a Belén.
Fui a sentarme, sin hacerme muchas ilusiones de que iba a interpretar al protagonista.
Al día siguiente, llenos de ansiedad, mis amigos y yo escuchamos al maestro Russon leer la lista de los actores elegidos. Por fin anunció:
—Timothy hará el papel de José.
Casi grité de alegría, pero en seguida volvía ponerme tenso: ¿a cuál de las niñas más simpáticas del grupo le iba a tocar ser mi esposa?
—Y el papel de María es para... Ruth.
¿ Ruth? Hasta donde yo sabía, ella ni siquiera había participado en las audiciones. ¡Eso era un insulto!
Decidimos que si ella iba a ser María, nos encargaríamos de que ésa fuera la peor obra de Navidad jamás vista en la escuela. En los ensayos declamábamos los versos de las canciones en desorden, pronunciábamos los parlamentos con sarcasmo y hacíamos caso omiso de las indicaciones del director. Cada error provocaba carcajadas. Cuando los maestros se volvían, le hacíamos muecas a Ruth. Queríamos que abandonara la obra.
Luego vino el ensayo con vestuario. Los días previos Ruth se había puesto a practicar su canción mientras los demás jugábamos en el recreo. Esta vez, cuando empezó a entonarla, uno de los pastores le dio un golpe en la espalda. La voz se le quebró al quedarse sin aliento. Reímos con más ganas que nunca. El maestro de música detuvo al pianista y nos dijo que éramos el peor grupo de quinto grado que había tenido y que iba a suspender la obra.
LEGÓ LA NOCHEBUENA y, con ella, la función escolar. Como siempre, primero cantaron los alumnos del jardín de niños y luego siguieron los otros grados. Cuando por fin llegó nuestro turno de subir al escenario, yo estaba retorciéndome en el asiento, preocupado por lo que el maestro Russon iba a decir de nosotros.
—En lugar de la tradicional obra de teatro —anunció—, una de las alumnas de quinto grado cantará un solo.
Nos quedamos perplejos, mirándonos unos a otros.
Se alzó el telón y apareció Ruth. Llevaba puesto un vestido de raso blanco con un cinto rojo. El rostro se le iluminó cuando empezó a cantar con una limpia voz de soprano que inundó el auditorio:
¿Quién es esa tierna criatura que duerme en el regazo de María? ¿A quién saludan los ángeles con dulces cánticos mientras los pastores velan su sueño?
Al principio fijó la vista en sus padres, que estaban en una fila de adelante y vestían ropa raída, pero poco a poco empezó a cantar con más soltura y a mirar a los concurrentes. Luego nos miró a nosotros, sus compañeros, mientras entonaba el siguiente verso:
Ese niño, a quien los pastores cuidan y los ángeles cantan, es Cristo Rey. ¡Venid presurosos a alabar al niño, el hijo de María!
De pronto calló y, después de una tensa pausa, dio media vuelta y abandonó el escenario. El hombre que estaba sentado al piano siguió tocando, pero al darse cuenta de que nadie cantaba dejó de hacerlo. Los padres de Ruth salieron corriendo.
Por unos instantes nadie se movió; luego, alguien empezó a aplaudir, y entonces todos se pusieron de pie e hicieron lo mismo.
Regresamos a clases en enero, pero Ruth no se presentó. Supimos que se había ido a vivir a otro sitio y nunca volvimos a pronunciar su nombre.
HAN PASADO 20 AÑOS. ¿Dónde estará Ruth ahora? ¿Cómo habrán afectado su vida nuestras mofas? Sin duda, jamás lo sabré. Sólo sé que del arrepentimiento más profundo puede surgir la compasión más sincera. Hoy en día soy maestro y consejero escolar y procuro alentar a la gente a ser honesta consigo misma y tolerante con quienes son diferentes. Y cada Navidad, la oración que digo en mi interior es la estrofa que Ruth no terminó de cantar:
¿Por qué duerme él en tan humilde lecho, el pesebre del buey y el asno? ¡Temed, buen cristiano: el Verbo divino ruega por los pecadores!
Por TIMOTHY WIGHT
CURSABA\YO EL QUINTO GRADO de prímaría,y vivía en un pequeño poblado de Utah. Al inicio del año escolar, mis amigos y yo vimos llegar a una desconocida. Era una niña llamada Ruth, y desde el primer día se hizo evidente que no íbamos a aceptarla en nuestro círculo.
Su padre era obrero y la familia vivía en un barrio muy poco elegante. Ruth iba vestida todos los días con el mismo vestido rojizo desteñido y unos tenis azules que le venían muy grandes. "¿Dónde encontraste ese disfraz?", le preguntábamos. "¿En la basura?"
En su bolsa del almuerzo siempre había una rebanada de pan, una zanahoria o una papa sin pelar y una pequeña botella de leche cruda. Como ésa era la misma comida que les habíamos dado a unas ratas en el laboratorio, cuando pasábamos junto a ella en la cafetería soltábamos unos chillidos burlones. A raíz de eso Ruth empezó a almorzar en el patio, aun en los ventosos y fríos meses del otoño.
CADA AÑO, a fines de noviembre, se realizaban audiciones para la obra de teatro navideña de la escuela, a la que asistía casi todo el pueblo. Otros grupos cantaban y representaban cuadros sueltos, pero la obra teatral estaba reservada para los alumnos de quinto grado. Los papeles principales eran los de María y José. Cuando llegó mi turno de hacer la prueba, pronuncié mi parlamento con la voz más alta que pude.
—Venid conmigo, María —dije—, debemos marchar a Belén.
Fui a sentarme, sin hacerme muchas ilusiones de que iba a interpretar al protagonista.
Al día siguiente, llenos de ansiedad, mis amigos y yo escuchamos al maestro Russon leer la lista de los actores elegidos. Por fin anunció:
—Timothy hará el papel de José.
Casi grité de alegría, pero en seguida volvía ponerme tenso: ¿a cuál de las niñas más simpáticas del grupo le iba a tocar ser mi esposa?
—Y el papel de María es para... Ruth.
¿ Ruth? Hasta donde yo sabía, ella ni siquiera había participado en las audiciones. ¡Eso era un insulto!
Decidimos que si ella iba a ser María, nos encargaríamos de que ésa fuera la peor obra de Navidad jamás vista en la escuela. En los ensayos declamábamos los versos de las canciones en desorden, pronunciábamos los parlamentos con sarcasmo y hacíamos caso omiso de las indicaciones del director. Cada error provocaba carcajadas. Cuando los maestros se volvían, le hacíamos muecas a Ruth. Queríamos que abandonara la obra.
Luego vino el ensayo con vestuario. Los días previos Ruth se había puesto a practicar su canción mientras los demás jugábamos en el recreo. Esta vez, cuando empezó a entonarla, uno de los pastores le dio un golpe en la espalda. La voz se le quebró al quedarse sin aliento. Reímos con más ganas que nunca. El maestro de música detuvo al pianista y nos dijo que éramos el peor grupo de quinto grado que había tenido y que iba a suspender la obra.
LEGÓ LA NOCHEBUENA y, con ella, la función escolar. Como siempre, primero cantaron los alumnos del jardín de niños y luego siguieron los otros grados. Cuando por fin llegó nuestro turno de subir al escenario, yo estaba retorciéndome en el asiento, preocupado por lo que el maestro Russon iba a decir de nosotros.
—En lugar de la tradicional obra de teatro —anunció—, una de las alumnas de quinto grado cantará un solo.
Nos quedamos perplejos, mirándonos unos a otros.
Se alzó el telón y apareció Ruth. Llevaba puesto un vestido de raso blanco con un cinto rojo. El rostro se le iluminó cuando empezó a cantar con una limpia voz de soprano que inundó el auditorio:
¿Quién es esa tierna criatura que duerme en el regazo de María? ¿A quién saludan los ángeles con dulces cánticos mientras los pastores velan su sueño?
Al principio fijó la vista en sus padres, que estaban en una fila de adelante y vestían ropa raída, pero poco a poco empezó a cantar con más soltura y a mirar a los concurrentes. Luego nos miró a nosotros, sus compañeros, mientras entonaba el siguiente verso:
Ese niño, a quien los pastores cuidan y los ángeles cantan, es Cristo Rey. ¡Venid presurosos a alabar al niño, el hijo de María!
De pronto calló y, después de una tensa pausa, dio media vuelta y abandonó el escenario. El hombre que estaba sentado al piano siguió tocando, pero al darse cuenta de que nadie cantaba dejó de hacerlo. Los padres de Ruth salieron corriendo.
Por unos instantes nadie se movió; luego, alguien empezó a aplaudir, y entonces todos se pusieron de pie e hicieron lo mismo.
Regresamos a clases en enero, pero Ruth no se presentó. Supimos que se había ido a vivir a otro sitio y nunca volvimos a pronunciar su nombre.
HAN PASADO 20 AÑOS. ¿Dónde estará Ruth ahora? ¿Cómo habrán afectado su vida nuestras mofas? Sin duda, jamás lo sabré. Sólo sé que del arrepentimiento más profundo puede surgir la compasión más sincera. Hoy en día soy maestro y consejero escolar y procuro alentar a la gente a ser honesta consigo misma y tolerante con quienes son diferentes. Y cada Navidad, la oración que digo en mi interior es la estrofa que Ruth no terminó de cantar:
¿Por qué duerme él en tan humilde lecho, el pesebre del buey y el asno? ¡Temed, buen cristiano: el Verbo divino ruega por los pecadores!
SELECCIONES DEL READER´S DIGEST
DICIEMBRE DE 1998
________________________________________________________________
________________________________________________________________
ANTE TODO, ESCRIBIR
Sin su obra, la vida de un escritor es común y desordenada. Pero la vida no importa. La tarea de escribir exige tanto carácter, esfuerzo y energía emocional que la vida del autor queda relegada a un segundo plano. Un escritor jamás va a organizar su vida de manera brillante porque no es allí donde respira. Escritor es aquel que se siente más feliz cuando está solo.
-MARTIN AMIS, citado por VALERTE GROVE, The Times (LONDRES)
Sin su obra, la vida de un escritor es común y desordenada. Pero la vida no importa. La tarea de escribir exige tanto carácter, esfuerzo y energía emocional que la vida del autor queda relegada a un segundo plano. Un escritor jamás va a organizar su vida de manera brillante porque no es allí donde respira. Escritor es aquel que se siente más feliz cuando está solo.
-MARTIN AMIS, citado por VALERTE GROVE, The Times (LONDRES)
NOCHE BUENA Una familia inolvidable Por Paul Schubert
MIERCOLES, 11 de noviembre de 2015 UNA FAMILIA INOLVIDABLE Por Paul Schubert
Una familia inolvidable
Por Paul Schubert
Fui por primera vez a la cabaña
campesina del tejado rojo que llevaba el número 24 de la Calle de Krtiny una
mañana veraniega de mil novecientos treinta y
tantos. Mi mujer y yo estábamos buscando alojamiento barato donde
vivir hasta que yo terminase de escribir un
libro, y aquella encantadora aldea checoeslovaca, perdida en el corazón
de la montuosa selva morava, nos pareció la más apropiada.
Salió a la puerta un aldeano de revueltas
greñas. Era José Dvorak, el dueño de casa. Detrás del hombre, en el amplio
zaguán que dividía la vivienda en dos partes, estaba su esposa, María, de pie y
en jarras. María apenas intervino en la conversación porque correspondía al jefe
de familia tratar del alquiler; pero me -sentí atraído por su cara inteligente
y alegre. La cabellera de azabache ceñía la hermosa frente, bajo la cual
brillaban unos ojos maravillosos—ojos de aldeana tan cercanos a la vida que
parecían penetrar a través de los misterios del nacimiento y la muerte hasta
los dominios de la fe. Mientras hablábamos con el marido, dos chiquillos se arrimaron a María, como buscando su
abrigo. Más tarde supimos que María tenía otros tres hijos trabajando
fuera de la casa.
Alquilamos la mitad de la casa número
24 en 2500 coronas checoeslovacas, que equivalían a unos 75 dólares, por la temporada.
Pregunté hasta cuándo duraba la temporada. «Oh—repuso enfáticamente el señor
Dvorak—hasta el otoño. Pero, por mi parte pueden ustedes quedarse hasta la
Navidad... o hasta el verano que viene. Con
sacar las 2500 coronas por la temporada me doy por satisfecho.»
Cerrado el trato nos instalamos en la
casa, empezamos a teclear en la máquina de escribir y muy pronto nos sentimos
envueltos en la vida hogareña de los Dvorak. Para ellos la jornada comenzaba a las tres de la madrugada,
cuando María se levantaba para atender a su hijo mayor que marchaba al
trabajo. Durante el día entero llenaban la casa rumores de actividad
doméstica—cocinar, hornear, limpiar, cavar el huerto. María tenía además un
taller de lavado en un gran cobertizo a espaldas de la casa, donde lavaban y
planchaban siete mujeres.
El alegre canto de María impregnaba el
ambiente doméstico mientras ella atendía afanosa a las diversas labores. No
tardé en descubrir que aquella aldeana tenía ánimo y corazón de gran dama.
Lo que
pasó con el mendigo que tocaba el organillo me reveló
el tacto de María Todas las mañanas se llegaba a la puerta de la
casa un viejo pordiosero que armaba el organillo (regalado por la aldea para
que se «ganase» la mendicante existencia) y tocaba la misma pieza una y otra
vez por espacio de 20 minutos.
Por regla general me encontraba en la
cama cuando llegaba el músico. Trabajaba en mi libro con ahínco y era frecuente que al sonar el despertador
de María a las tres de la madrugada, me encontrase todavía en la tarea.
Aquel importuno me sacaba de quicio.
Me irritaba despertándome con su infernal
tonadilla. Estaba convencido de que su ardid consistía en tocar y tocar hasta
que yo le pagara para que se marchase.
Pero me propuse ser más terco que él.
Un día se decidiría a no volver por nuestra casa en vista de que no hacía
negocio.
Más
adelante supe que María me había estado protegiendo para que no tuviese por qué
avergonzarme. Todos los días daba al músico ambulante cinco heller como limosna
suya, y cincuenta heller (y a veces hasta una corona, moneda equivalente a
tres centavos) en nombre de los forasteros, como
correspondía a personas de nuestra posición. Si el músico tocaba con tanto entusiasmo ante nuestra
puerta era por pura gratitud.
Creo que María comprendía que yo no
era rico. Por muy cómodamente que mi esposa y yo viviésemos en comparación con
los vecinos de la aldea, nos sosteníamos en realidad con un presupuesto de 50 dólares al mes. El libro no parecía acabarse nunca y la dilación hacía
alarmante mella en mis reservas metálicas. La llegada del invierno me
sorprendió enfrascado todavía en el trabajo y sin que pudiera decir cuándo iba
a terminarlo.
La Navidad amenazaba ser triste. Aun
en las mejores circunstancias no es agradable encontrarse en tierras extrañas
durante aquella festividad. Cierto que me encantaban la aldea de Krtiny y los
grandes bosques de las inmediaciones; pero Moravia estaba muy distante de mi
tierra natal, que era donde yo hubiese querido pasar la Navidad.
En la parte de la casa que ocupaban
los Dvorak se hacían grandes preparativos para la fiesta. ¡Qué de secretos y
paquetes escondidos! ¡Y qué hermoso árbol de Navidad habían traído del bosque
para adornarlo con luces y presentes!
Mi esposa y yo
habíamos decidido hacernos los ascetas, trabajar durante todas las vacaciones sin prestar
atención a las festividades, y acabar el libro. También habíamos prescindido de hacernos mutuos regalos pero,
naturalmente, queríamos comprar algunas cosillas para los Dvorak, a quienes
habíamos llegado a admirar y querer.
Los presentes fueron tan buenos como
lo permitían nuestros medios: una bufanda de abrigo para el hijo mayor, medias
para los dos siguientes, un vistoso perifollo que ocultaba un frasco de
perfume para la chiquilla de 11 años y una navaja de monte para el chico más
pequeño. Al señor Dvorak le compramos una pipa y tabaco y a María una fuerte
chaqueta de punto de lana para sus largas excursiones invernales a la ciudad,
donde iba a entregar la ropa.
En aquel país se celebra la víspera de
Navidad, o sea la Nochebuena. A eso de las tres de la tarde llevé los regalos
al otro lado del zaguán y los dejé sobre la mesa de la cocina.
María sonrió y me dijo sencillamente
Dekuji vam, que significa muchas gracias. Pero las verdaderas gracias le
centelleaban en los ojos.
Volví a mi trabajo. Aquello no marchaba. Si he de decir verdad, la
máquina de escribir y el libro mismo me parecían detestables.
Cuando cerró la oscuridad, las ventanas
iluminadas de la aldea cortaban sobre el fondo de la noche cuadros de radiante
alegría. Al otro lado del pasillo la fiesta se animaba más y más, en tanto que
nosotros nos sentíamos cada vez más deprimidos. Entonces sonó un golpe en la
puerta.
Uno de los chicos venía a preguntarnos
si no queríamos ir a ver el árbol iluminado. La timidez hizo que las palabras
de invitación se le atropellasen en la boca. Aquello era ya demasiado. ¿Cómo
podía mantener mi espartana entereza, si tenía que asistir al gozo de la
familia Dvorak? Entré y dije a mi esposa: «No me gusta ir, pero creo que es
inevitable. ¡Lo agradecerán tanto!»
Al otro lado del zaguán, el señor Dvorak
encendía solemne y cuidadosamente las velas una por una—el árbol era precioso.
María permanecía aún en la cocina. La cena estaba dispuesta en la mesa con
manteles blancos... ¡Espléndida
mesa agobiada bajo el peso de los manjares—sopa, pescado, carnes, aves,
legumbres, dulces, vistosas tartas y una esbelta botella de vino! Y
los paquetes de regalos, todavía sin abrir, al pie del árbol.
Aquel cuadro era el más adecuado para
que un extraño se sintiese infinitamente distante de la tierra natal. Se me
atravesó un nudo en la garganta. Después de cambiar felicitaciones con
todos, nos volvimos a nuestra media casa sin adornos navideños, sintiéndonos más desventurados que
antes.
Abrí la puerta resignado pero me quedé
atónito.
Había ocurrido algo increíble. Mientras
mi mujer y yo estábamos al otro lado del zaguán, María ¡que Dios la bendiga! se había llegado a nuestra cocina
para traernos la Navidad. Nuestra mesa estaba cubierta con un mantel blanco,
como la suya. Lucían
en ella plantas y velas de Navidad, platos y cubiertos, la misma cena suculenta del
otro lado del zaguán, hasta igual esbelta botella de vino María nos había contado a nosotros los extranjeros entre
su familia para compartir lo mejor y más suyo que podía dar.
Aquella noche no trabajé más. Fue una de las cenas de Navidad
más felices de que he gozado en la vida
Sábado, 29 de diciembre de 2018
EL BUEN PASTOR- Por Pierre van Paassen- 1941
_______________ La persona más inolvidable que he conocido—XII.
El Buen Pastor
Por Pierre
van Paassen
Notable periodista, autor del éxito de
librería «Days of Our Years»
1941
ENDEREZABA yo mis pasos cierta
tarde gris de otoño, en medio de la ventisca, hacia Bourg-en-Foret. Al levantar
los ojos, vi en la cumbre de la última colina que me separaba del villorrio,
destacándose sobre el fondo oscuro del cielo, la
silueta de un viejo alto y ergido, en torno del cual movianse los flotantes
paños de una sotana y ondeaba una negra faja. Sujetábase
con una mano el sombrero de teja; agarraba firmemente con la otra un descomunal
y vetusto paraguas verde. Los rayos
de sol poniente arrancaban vívidos reflejos a las hebillas de sus zapatos.
Cuando, por fin, estuve frente a él, pude admirar su magnífica testa gala, sus ojos negros y profundos, su nariz aquilina de enérgica traza, su mentón ligeramente pronunciado. La mirada de aquellos ojos hacía olvidar la raída sotana ¡tal era de dominadora y majestuosa, aunque un toque de tristeza velase su brillo!
Delgadas hebras de plata revolotearon en torno de su frente, cuando se quitó el sombrero para saludarme. Hablóme del fuerte viento. «Al principio, tuve que esforzarme por marchar contra él», me dijo con su voz de grave timbre. «Ahora casi me lleva en volandas». Y añadió, como un eco de sus pensamientos: «Tal vez el viento sepa por qué lo hace. Acaso hay alguien en la casa rectoral que me necesita. Debo darme prisa».
Así ocurrió mi primer encuentro con Arsenio de la Roudáire, párroco de la aldea francesa en que acababa yo de avecindarme.
Claro está que ya había yo oído hablar de él. El oficioso y locuaz boticario solía regalarme en su tienda con historietas de los notables de la localidad. La mayor parte de las anécdotas carecían de interés; no así la que me contó del cura, la cual embargó mi atención por entero.
En septiembre de 1914, cuando el Ejército alemán avanzó casi hasta las puertas de París, quedó la aldea por algún tiempo en la Tierra de Nadie. La mitad de los habitantes había huido; la otra mitad se había ocultado en los sótanos. El señor cura prosiguió, sin embargo, sus visitas de pastor de almas, como si nada hubiese ocurrido. Un día, caminando por un atajo del bosque, dió de manos a boca con un ulano de Von Kluck que yacía herido en ambos pulmones. Volvió el cura al pueblo por una carretilla y en ella condujo al tudesco a su propia casa, donde le prodigó los más solícitos cuidados hasta verlo sano y salvo.
Duró la cura varios meses y el párroco no dió cuenta a las autoridades de la presencia del ulano en su casa. Empezaron a rezongar los aldeanos, y el cura protestó con vehemente caridad: «Está muy débil. Si lo mandan a un campamento de concentración, tendrá una recaída. No quiero echarme su muerte sobre la conciencia ».
El alemán permaneció en la casa rectoral durante casi dos años. Al cabo de ellos, y cuando la policía se preparaba a echarle el guante, desapareció. Sólo mucho después supieron los aldeanos que el soldado había estado oculto durante el resto de la guerra en una finca que el sacerdote había heredado de sus padres y dedicado, antes du la guerra, a colonia de vacaciones para niños.
«Usted puede convencerse de todo ello con sus propios ojos», concluyó el parlanchín del pildorista. «Todos los años viene el alemán a pasar una temporada aquí con su familia... ¡Excelentes personas, a fe mía!... Nos han ayudado no poco a reparar nuestra antigua y hermosa iglesia ».
Con el andar de los días, nos hicimos íntimos amigos el cura y yo, a pesar de ciertas discrepancias de doctrina, en las que nos mantuvimos irreductibles. Cuando, después de largas ausencias en excursiones periodísticas que me llevaban a los ensangrentados riscos del indómito Rif o al teatro de inhumanas atrocidades que era la guerra de Etiopía, volvía yo a mi refugio aldeano con el alma abatida y sin una sola ilusión en el pecho, era el cura quien me devolvía la fe en la humanidad. Nada lograba quebrantar su ardiente esperanza en una grande y amorosa patria universal que habría de levantarse, radiante y acogedora, de entre las lágrimas y la sangre de los siglos...
«Tardará aún», solía decir, «pero el día de la paz y la justicia llegará. No se deje usted inocular el veneno del odio. Todas las razas y naciones pertenecen a una sola, inmensa familia. No lo olvide nunca, hijo mío».
No había nada de revelador ni apocalíptico en sus palabras. Era el modo de decirlas lo que me conmovía profundamente: aquella su infinita bondad, aquella sinceridad de su amor entrañable por la humanidad.
La vida del cura de la Roudaire era un esfuerzo incesante y abnegado por adlantar el advenimiento de esos días inefbles
preparando para ellos los corazones humanos. Para él, el cristianismo era un sueño que había que convertir en realidad aquí abajo, en los días de ahora, en el seno de los humildes de la tierra. De día y de noche, aquel hombre, que había cumplido ya los setenta años, estaba dispuesto a acudir en auxilio de todo el que lo necesitase. Llamábanlo sus feligreses «Nuestro Buen Pastor ». Cierta noche se declaró un incendio en una granja, y cuando los que formábamos el cuerpo voluntario de bomberos llegamos allí, encontramos al cura que, con toda calma y sin aspavientos, sacaba a las aterrorizadas vacas del establo envuelto en llamas, mientras el labrador y su mujer se retorcían las manos. «únicamente la voz del señor cura puede tranquilizar a los animales», nos dijeron al oído.
Cuando, por fin, estuve frente a él, pude admirar su magnífica testa gala, sus ojos negros y profundos, su nariz aquilina de enérgica traza, su mentón ligeramente pronunciado. La mirada de aquellos ojos hacía olvidar la raída sotana ¡tal era de dominadora y majestuosa, aunque un toque de tristeza velase su brillo!
Delgadas hebras de plata revolotearon en torno de su frente, cuando se quitó el sombrero para saludarme. Hablóme del fuerte viento. «Al principio, tuve que esforzarme por marchar contra él», me dijo con su voz de grave timbre. «Ahora casi me lleva en volandas». Y añadió, como un eco de sus pensamientos: «Tal vez el viento sepa por qué lo hace. Acaso hay alguien en la casa rectoral que me necesita. Debo darme prisa».
Así ocurrió mi primer encuentro con Arsenio de la Roudáire, párroco de la aldea francesa en que acababa yo de avecindarme.
Claro está que ya había yo oído hablar de él. El oficioso y locuaz boticario solía regalarme en su tienda con historietas de los notables de la localidad. La mayor parte de las anécdotas carecían de interés; no así la que me contó del cura, la cual embargó mi atención por entero.
En septiembre de 1914, cuando el Ejército alemán avanzó casi hasta las puertas de París, quedó la aldea por algún tiempo en la Tierra de Nadie. La mitad de los habitantes había huido; la otra mitad se había ocultado en los sótanos. El señor cura prosiguió, sin embargo, sus visitas de pastor de almas, como si nada hubiese ocurrido. Un día, caminando por un atajo del bosque, dió de manos a boca con un ulano de Von Kluck que yacía herido en ambos pulmones. Volvió el cura al pueblo por una carretilla y en ella condujo al tudesco a su propia casa, donde le prodigó los más solícitos cuidados hasta verlo sano y salvo.
Duró la cura varios meses y el párroco no dió cuenta a las autoridades de la presencia del ulano en su casa. Empezaron a rezongar los aldeanos, y el cura protestó con vehemente caridad: «Está muy débil. Si lo mandan a un campamento de concentración, tendrá una recaída. No quiero echarme su muerte sobre la conciencia ».
El alemán permaneció en la casa rectoral durante casi dos años. Al cabo de ellos, y cuando la policía se preparaba a echarle el guante, desapareció. Sólo mucho después supieron los aldeanos que el soldado había estado oculto durante el resto de la guerra en una finca que el sacerdote había heredado de sus padres y dedicado, antes du la guerra, a colonia de vacaciones para niños.
«Usted puede convencerse de todo ello con sus propios ojos», concluyó el parlanchín del pildorista. «Todos los años viene el alemán a pasar una temporada aquí con su familia... ¡Excelentes personas, a fe mía!... Nos han ayudado no poco a reparar nuestra antigua y hermosa iglesia ».
Con el andar de los días, nos hicimos íntimos amigos el cura y yo, a pesar de ciertas discrepancias de doctrina, en las que nos mantuvimos irreductibles. Cuando, después de largas ausencias en excursiones periodísticas que me llevaban a los ensangrentados riscos del indómito Rif o al teatro de inhumanas atrocidades que era la guerra de Etiopía, volvía yo a mi refugio aldeano con el alma abatida y sin una sola ilusión en el pecho, era el cura quien me devolvía la fe en la humanidad. Nada lograba quebrantar su ardiente esperanza en una grande y amorosa patria universal que habría de levantarse, radiante y acogedora, de entre las lágrimas y la sangre de los siglos...
«Tardará aún», solía decir, «pero el día de la paz y la justicia llegará. No se deje usted inocular el veneno del odio. Todas las razas y naciones pertenecen a una sola, inmensa familia. No lo olvide nunca, hijo mío».
No había nada de revelador ni apocalíptico en sus palabras. Era el modo de decirlas lo que me conmovía profundamente: aquella su infinita bondad, aquella sinceridad de su amor entrañable por la humanidad.
La vida del cura de la Roudaire era un esfuerzo incesante y abnegado por adlantar el advenimiento de esos días inefbles
preparando para ellos los corazones humanos. Para él, el cristianismo era un sueño que había que convertir en realidad aquí abajo, en los días de ahora, en el seno de los humildes de la tierra. De día y de noche, aquel hombre, que había cumplido ya los setenta años, estaba dispuesto a acudir en auxilio de todo el que lo necesitase. Llamábanlo sus feligreses «Nuestro Buen Pastor ». Cierta noche se declaró un incendio en una granja, y cuando los que formábamos el cuerpo voluntario de bomberos llegamos allí, encontramos al cura que, con toda calma y sin aspavientos, sacaba a las aterrorizadas vacas del establo envuelto en llamas, mientras el labrador y su mujer se retorcían las manos. «únicamente la voz del señor cura puede tranquilizar a los animales», nos dijeron al oído.
¡Y CUÁN CUÁN BIEN conocía
el cura a su grey! Cuando se paseaba al atardecer por las calles, no necesitaba
preguntar nada. Los ojos hinchados y enrojecidos de la señora de Lagrin le
revelaban que el incorregible de su consorte había dejado una vez más el jornal
en el mostrador de la taberna. La cara tristona de Rosalía 1c probaba de modo
asaz elocuente que el escurridizo Mario no había cumplido todavía su promesa de
hablar con el papa de la muchacha. Las manos temblorosas del tío Rognon
pregonaban bien a las claras que el perillán de su vástago tenía de nuevo
alguna deuda pendiente con la justicia.
Para cada cual tenía el cura una palabra oportuna y consoladora; todos los rostros se iluminaban a su paso. No debían de ser, después de todo, tan graves aquellos cuidados, cuando de la persona del señor cura emanaba aquella dulce serenidad... La fortaleza del anciano era comunicativa; lo hacía sentir a uno vergüenza de su propia debilidad.
Para cada cual tenía el cura una palabra oportuna y consoladora; todos los rostros se iluminaban a su paso. No debían de ser, después de todo, tan graves aquellos cuidados, cuando de la persona del señor cura emanaba aquella dulce serenidad... La fortaleza del anciano era comunicativa; lo hacía sentir a uno vergüenza de su propia debilidad.
También yo impetré una vez el
auxilio del cura.
Dirk van Duynen, gallardo mozo y primo mío, hijo de acaudalada familia de Amsterdam, había ido a París a estudiar el violoncelo. Cayó repentinamente enfermo. Y lo que es peor aún: cierto destemplado especialista le soltó brutalmente, a boca de jarro, la noticia de que viviría, a lo sumo, un año más. Dirk, desolado, vino a verme a Bourg. ¿Qué haría? ¿Retornaría a Amsterdam, comunicaría la fatal nueva a sus padres y se sentaría a esperar el inevitable desenlace? Se esforzaba en hablar con valerosa entereza... pero sus ojos delataban miedo y angustia.
«Yo le hablaré», me dijo el cura. Hízose Dirk compañero asiduo del párroco en aquellos paseos a la suave hora crepuscular. Cuando volvían a casa, Dirk subía a su cuarto y se ponía a tocar el violoncelo. De sus ojos había huido la llamita lívida del miedo; de sus labios había desaparecido el rictus sardónico. Al poco tiempo se fué a casa de sus padres.
Dirk van Duynen, gallardo mozo y primo mío, hijo de acaudalada familia de Amsterdam, había ido a París a estudiar el violoncelo. Cayó repentinamente enfermo. Y lo que es peor aún: cierto destemplado especialista le soltó brutalmente, a boca de jarro, la noticia de que viviría, a lo sumo, un año más. Dirk, desolado, vino a verme a Bourg. ¿Qué haría? ¿Retornaría a Amsterdam, comunicaría la fatal nueva a sus padres y se sentaría a esperar el inevitable desenlace? Se esforzaba en hablar con valerosa entereza... pero sus ojos delataban miedo y angustia.
«Yo le hablaré», me dijo el cura. Hízose Dirk compañero asiduo del párroco en aquellos paseos a la suave hora crepuscular. Cuando volvían a casa, Dirk subía a su cuarto y se ponía a tocar el violoncelo. De sus ojos había huido la llamita lívida del miedo; de sus labios había desaparecido el rictus sardónico. Al poco tiempo se fué a casa de sus padres.
Eso currió hace unosmeses. La
últinia vez que vi al cura le pregunté de qué mágicos medios se había valido.
«Nada de magia», contestóme sonriendo. «No hicimos sino discurrir por las calles desiertas de hombres, calles de amargura, en que madres y novias cumplen sus deberes cotidianos mientras sus hijos y prometidos se encaran con la muerte en las trincheras. Tal vez se dió cuenta .Dirk de que hay almas más atormentadas que la suya...»
Los niños eran el principal objeto de la preocupación del cura. Rara vez se le veía pasear sin uno o dos de ellos asidos de su mano. Figúrome que había en Bourg docenas de chiquillos vestidos con la ropa que el cura había mendigado para ellos. A la vista saltaba que más de una de las chaquetillas que lucían los pequeñuelos de la aldea estaban hechas con sotanas viejas.
«Son la esperanza de Europa», acostumbraba decir de aquellos Míseros. «Si no conseguimos infundir sentimientos de generosidad y de amor en estos pequeñuelos, Europa fenecerá en una orgía de sangre».
« ¡Ah! Si amáranis menos a la humanidad y más a los hombres... », proseguía tristemente. «Es tan fácil alardear de amor a la humanidad, pero ¡cuán difícil es para casi todos nosotros amar a los desharrapados, y mal olientes individuos que constituyen esa humanidad!».
Trabajaba con todas las energías de su grande espíritu por crear aquella Europa de sus sueños. Se enorgullecía de haber compuesto para la escuela parroquial un manualito de historia del que había suprimido cuidadosamente toda alusión al odio entre los pueblos.
«Enseñarles a estos niños que los alemanes son los enemigos jurados de los franceses, valdría tanto como derramar hirviente veneno en sus almitas puras», argüía a sus críticos. «Todos queremos la paz, ¿no es cierto? Pues bien, no puede haber paz donde se predica el odio».
Entre los niños a quienes el cura consagraba los desvelos de su tierno corazón figuraban los huérfanos de un hospicio que había en los alrededores de Bourg. Albergábanse aquellos desventurados expósitos en unos barracones revestidos de imponentes rejas. «Es un ludibrio, un estercolero desde el doble punto de vista higiénica y moral», tronaban los periódicos escandalizados; «los niños viven allí hacinados... Aquello está igual que en los días bárbaros de la Edad Media ».
«Nada de magia», contestóme sonriendo. «No hicimos sino discurrir por las calles desiertas de hombres, calles de amargura, en que madres y novias cumplen sus deberes cotidianos mientras sus hijos y prometidos se encaran con la muerte en las trincheras. Tal vez se dió cuenta .Dirk de que hay almas más atormentadas que la suya...»
Los niños eran el principal objeto de la preocupación del cura. Rara vez se le veía pasear sin uno o dos de ellos asidos de su mano. Figúrome que había en Bourg docenas de chiquillos vestidos con la ropa que el cura había mendigado para ellos. A la vista saltaba que más de una de las chaquetillas que lucían los pequeñuelos de la aldea estaban hechas con sotanas viejas.
«Son la esperanza de Europa», acostumbraba decir de aquellos Míseros. «Si no conseguimos infundir sentimientos de generosidad y de amor en estos pequeñuelos, Europa fenecerá en una orgía de sangre».
« ¡Ah! Si amáranis menos a la humanidad y más a los hombres... », proseguía tristemente. «Es tan fácil alardear de amor a la humanidad, pero ¡cuán difícil es para casi todos nosotros amar a los desharrapados, y mal olientes individuos que constituyen esa humanidad!».
Trabajaba con todas las energías de su grande espíritu por crear aquella Europa de sus sueños. Se enorgullecía de haber compuesto para la escuela parroquial un manualito de historia del que había suprimido cuidadosamente toda alusión al odio entre los pueblos.
«Enseñarles a estos niños que los alemanes son los enemigos jurados de los franceses, valdría tanto como derramar hirviente veneno en sus almitas puras», argüía a sus críticos. «Todos queremos la paz, ¿no es cierto? Pues bien, no puede haber paz donde se predica el odio».
Entre los niños a quienes el cura consagraba los desvelos de su tierno corazón figuraban los huérfanos de un hospicio que había en los alrededores de Bourg. Albergábanse aquellos desventurados expósitos en unos barracones revestidos de imponentes rejas. «Es un ludibrio, un estercolero desde el doble punto de vista higiénica y moral», tronaban los periódicos escandalizados; «los niños viven allí hacinados... Aquello está igual que en los días bárbaros de la Edad Media ».
El anciano sacerdote iba a
aquella infecta pocilga a decir mentiras...
«Sí, les digo mentiras» me contaba alzando los hombros. «Les digo a los niños que viven en aquel horrendo lugar, que la vida es hermosa, que llegarán a ser dignos y respetados ciudadanos. A algunos hasta les afirmo que he conocido a sus padres y les aseguro que eran hombres, intachables y estimados, vigorosos y arrogantes. Sé demasiado bien que lo contrario es, probablemente, la verdad: que fueron unos borrachos despreciables y unos guiñapos humanos».
PERO la cólera del cura podía elevarse a terribles alturas, como lo pudieron apreciar en Bourg-en-Foret cierto día tristemente memorable.
Era Ugolino, el jorobado de la Rue du Vieil-Abreuvoir, un ser de tan repulsiva estampa que volvía uno instintivamente la cabeza cuando lo divisaba. Los aldeanos daban largos rodeos para evitar el encontrarse con él, frente a frente.
Si se embarcaba uno para París en el primer tren, se topaba con Ugolino en la estación. Si volvía uno a altas horas de la noche, no le costaba trabajo distinguir la contrahecha figura del jiboso al pie de algún mechero de gas. Pagaba unos cuantos centavos a la semana por dormir en un desván. Má s se le obligaba levantarse y marcharse antes de rayar el día, y se le prohibía regresar a su empolvado escondrijo antes de media noche para que su vista no sobresaltase a los vecinos.
Como Ugolino se aventurase a pasar por los aledaños de la Plaza de Thiers, donde solían reunirse los jovenzuelos del pueblo a piropear a las muchachas, era de rigor que algún chistoso corriese en pos de él y le diese un papirotazo en la corcova.
«¡Fuera, hijo del chápiro!» gritábanle los desalmados, y el pobre Ugolino se escapaba al trote de sus canijas piernas.
Una noche me ayudó a traer el equipaje de la estación. Díle de comer y hablé con él. Poco a poco, con premiosa lentitud, fué haciéndome la historia de su vida. Su madre había muerto de alcoholismo; a su padre no lo había conocido. Su hermana, a los trece años, entró a servir en una granja. En venganza por haberse negado a sus pretensiones indecorosas, acusóla de hurto el amo, y la metieron en la cárcel. Abandonado, sin nadie que lo cuidara, coutrajo Ugolino un agudo raquitismo y una dolencia espinal que degeneró en su deformidad. Cuando la hermana salió del encierro, fuéle imposible encontrar trabajo, a causa de sus antecedentes cancelarios, por lo que, desesperada, viendo la horrible necesidad del pequeño, se acogió, como único puerto de salvación, a una de las casas infamadas de la Rue Danes Desde aquel día no faltó lo necesario para el puchero.
Ugolino venía con frecuencia a mi casa. Encargábale pequeños trabajos en mi jardín. Descaecía, sin embargo, a ojos vistas. Una noche, como se quejara de gran cansancio, le rogué que se quedase.
«Non, merci, Monsieur», me dijo el desgraciado. «Es usted muy bondadoso, pero yo tengo mi casa. También tengo mi dignidad... no crea usted».
No volví a verlo vivo. Al salir a la calle rayó en medio de un grupo que vociferaba en divertida parranda. Parece ser que aquellos hombres estaban borrachos: es la unica explicación que cabe al horrible suceso.
Alguien le echó a Ugolino una zancadilla que dió, con él en tierra. Los alegres compadres formaron un corro y empezaron a bailar y gesticular descompasadamente alrededor del caído que, a gatas, intentaba levantarse. Le pisaban los dedos y le propinaban un puntapié cada vez que lo veían a punto de enderezar el desmedrado cuerpecillo. Por último, uno lo puso en pie, pero se tambaleaba de manera tan extraña que los del corro creyeron que estaba también borracho. Para que no se viniera al suelo, lo ataron aun poste del alumbrado. Y tornaron a brincar y danzar en torno de Ugolino, canturreando: «¡Los novios de mi hermana pagan a franco por cabeza!» Le arrancaron la ropa hasta dejarlo enteramente desnudo.
—Fué el cura quien lo soltó al fin—me contaba uno de los testigos presenciales—. Cortó las ligaduras y se lo llevó a cuestas.
— ¿A cuestas... el señor cura... un hombre que frisa en los ochenta?
— Sí, señor; Ugolino había perdido el conocimiento. El cura lo llevó a su propia casa. Esta mañanía, mientras decía su misa, Ugolino se levantó, se encaminó al río y se arrojó al agua. Acaban de encontrar su cadáver.
— ¡Pero eso es horrible... exclamé yo.
— Realmente horrible. Pero ahí no acaba la tragedia. La hermana de Ugolino se dió un tiro esta mañana. El juez está ahora instruyendo el sumario. ¡Oh, qué incorregibles bárbaros somos! Todos somos culpables. No se trata de averiguar dónde estaban y qué hacían los gendarmes anoche, mientras aquellos salvajes escarnecían al pobre Ugolino. Todos somos colectivamente culpables, y, colectivamente, debiera castigársenos.
«Sí, les digo mentiras» me contaba alzando los hombros. «Les digo a los niños que viven en aquel horrendo lugar, que la vida es hermosa, que llegarán a ser dignos y respetados ciudadanos. A algunos hasta les afirmo que he conocido a sus padres y les aseguro que eran hombres, intachables y estimados, vigorosos y arrogantes. Sé demasiado bien que lo contrario es, probablemente, la verdad: que fueron unos borrachos despreciables y unos guiñapos humanos».
PERO la cólera del cura podía elevarse a terribles alturas, como lo pudieron apreciar en Bourg-en-Foret cierto día tristemente memorable.
Era Ugolino, el jorobado de la Rue du Vieil-Abreuvoir, un ser de tan repulsiva estampa que volvía uno instintivamente la cabeza cuando lo divisaba. Los aldeanos daban largos rodeos para evitar el encontrarse con él, frente a frente.
Si se embarcaba uno para París en el primer tren, se topaba con Ugolino en la estación. Si volvía uno a altas horas de la noche, no le costaba trabajo distinguir la contrahecha figura del jiboso al pie de algún mechero de gas. Pagaba unos cuantos centavos a la semana por dormir en un desván. Má s se le obligaba levantarse y marcharse antes de rayar el día, y se le prohibía regresar a su empolvado escondrijo antes de media noche para que su vista no sobresaltase a los vecinos.
Como Ugolino se aventurase a pasar por los aledaños de la Plaza de Thiers, donde solían reunirse los jovenzuelos del pueblo a piropear a las muchachas, era de rigor que algún chistoso corriese en pos de él y le diese un papirotazo en la corcova.
«¡Fuera, hijo del chápiro!» gritábanle los desalmados, y el pobre Ugolino se escapaba al trote de sus canijas piernas.
Una noche me ayudó a traer el equipaje de la estación. Díle de comer y hablé con él. Poco a poco, con premiosa lentitud, fué haciéndome la historia de su vida. Su madre había muerto de alcoholismo; a su padre no lo había conocido. Su hermana, a los trece años, entró a servir en una granja. En venganza por haberse negado a sus pretensiones indecorosas, acusóla de hurto el amo, y la metieron en la cárcel. Abandonado, sin nadie que lo cuidara, coutrajo Ugolino un agudo raquitismo y una dolencia espinal que degeneró en su deformidad. Cuando la hermana salió del encierro, fuéle imposible encontrar trabajo, a causa de sus antecedentes cancelarios, por lo que, desesperada, viendo la horrible necesidad del pequeño, se acogió, como único puerto de salvación, a una de las casas infamadas de la Rue Danes Desde aquel día no faltó lo necesario para el puchero.
Ugolino venía con frecuencia a mi casa. Encargábale pequeños trabajos en mi jardín. Descaecía, sin embargo, a ojos vistas. Una noche, como se quejara de gran cansancio, le rogué que se quedase.
«Non, merci, Monsieur», me dijo el desgraciado. «Es usted muy bondadoso, pero yo tengo mi casa. También tengo mi dignidad... no crea usted».
No volví a verlo vivo. Al salir a la calle rayó en medio de un grupo que vociferaba en divertida parranda. Parece ser que aquellos hombres estaban borrachos: es la unica explicación que cabe al horrible suceso.
Alguien le echó a Ugolino una zancadilla que dió, con él en tierra. Los alegres compadres formaron un corro y empezaron a bailar y gesticular descompasadamente alrededor del caído que, a gatas, intentaba levantarse. Le pisaban los dedos y le propinaban un puntapié cada vez que lo veían a punto de enderezar el desmedrado cuerpecillo. Por último, uno lo puso en pie, pero se tambaleaba de manera tan extraña que los del corro creyeron que estaba también borracho. Para que no se viniera al suelo, lo ataron aun poste del alumbrado. Y tornaron a brincar y danzar en torno de Ugolino, canturreando: «¡Los novios de mi hermana pagan a franco por cabeza!» Le arrancaron la ropa hasta dejarlo enteramente desnudo.
—Fué el cura quien lo soltó al fin—me contaba uno de los testigos presenciales—. Cortó las ligaduras y se lo llevó a cuestas.
— ¿A cuestas... el señor cura... un hombre que frisa en los ochenta?
— Sí, señor; Ugolino había perdido el conocimiento. El cura lo llevó a su propia casa. Esta mañanía, mientras decía su misa, Ugolino se levantó, se encaminó al río y se arrojó al agua. Acaban de encontrar su cadáver.
— ¡Pero eso es horrible... exclamé yo.
— Realmente horrible. Pero ahí no acaba la tragedia. La hermana de Ugolino se dió un tiro esta mañana. El juez está ahora instruyendo el sumario. ¡Oh, qué incorregibles bárbaros somos! Todos somos culpables. No se trata de averiguar dónde estaban y qué hacían los gendarmes anoche, mientras aquellos salvajes escarnecían al pobre Ugolino. Todos somos colectivamente culpables, y, colectivamente, debiera castigársenos.
Fuí aquella tarde a ver al cura.
Halléle pálido y entristecido.
— He venido a traer unas monedas — dIJe —. Le debo a Ugolino la soldada de la semana.
— La aplicaremos a decir una misa por su alma —contestó el cura.
— ¿Recibirán ambos sepultura en sagrado?
- - Sí, señor: esas pobres criaturas no son suicidas. Los ha asesinado la sociedad, una sociedad sin entrañas.
Nunca he visto una muchedumbre tal en la iglesia como la que allí se reunió el día de las exequias. La mitad de las tiendas del pueblo habían cerrado. Junto a la balaustrada del altar estaban los dos sarcófagos, rodeados por candelabros de plata. Un rico paño funeral los cubría, uniéndolos. El órgano plañía el Miserere.
Después de la absolución, el cura subió al púlpito. Guardó silencio un momento y paseó lentamente la mirada de derecha a izquierda del sobrecogido concurso como si se propusiera reconocer a cada uno de los presentes. Entonces dijo:
«¡Cristianos!» , y la palabra restalló en el aire como un latigazo. Y otra vez: «¡Cristianos!... Cuando el Señor de la vida y la muerte me pregunte el Día del Juicio Final: Pastor de la Roudaire, ¿dónde están tus ovejas?, no despegaré mis labios. Y cuando el Señor vuelva a preguntar una segunda vez: Pastor de la Roudaire, ¿dónde están tus ovejas?... no le contestaré estaré tampoco. Mas cuando el Señor me pregunte por tercera vez: Pastor... de... la... Rotidaire... ¿dónde... están... tud... ovejas?, yo inclinaré la cabeza avergonzado y contestaré: ¡No eran ovejas, Señor... Eran una manada de lobos!» . POCO ANTES de salir de Francia el otoño pasado, fuí a despedirme del cura. Habíase impuesto el deber de acompañar a la estación a los campesinos que iban al frente. Caminaba confundido entre las mujeres y los niños tratando de hacer la partida lo menos triste posible. No sonreía, sin embargo, como antaño, ni hablaba con la fluencia,y la confianza de otros días. Dábame la impresión de un hombre fatigado y desengañado.
Púseme al paso con él cierta vez que volvíamos de una de esas jornadas a la estación. Noté que le costaba trabajo hablar.
— He venido a traer unas monedas — dIJe —. Le debo a Ugolino la soldada de la semana.
— La aplicaremos a decir una misa por su alma —contestó el cura.
— ¿Recibirán ambos sepultura en sagrado?
- - Sí, señor: esas pobres criaturas no son suicidas. Los ha asesinado la sociedad, una sociedad sin entrañas.
Nunca he visto una muchedumbre tal en la iglesia como la que allí se reunió el día de las exequias. La mitad de las tiendas del pueblo habían cerrado. Junto a la balaustrada del altar estaban los dos sarcófagos, rodeados por candelabros de plata. Un rico paño funeral los cubría, uniéndolos. El órgano plañía el Miserere.
Después de la absolución, el cura subió al púlpito. Guardó silencio un momento y paseó lentamente la mirada de derecha a izquierda del sobrecogido concurso como si se propusiera reconocer a cada uno de los presentes. Entonces dijo:
«¡Cristianos!» , y la palabra restalló en el aire como un latigazo. Y otra vez: «¡Cristianos!... Cuando el Señor de la vida y la muerte me pregunte el Día del Juicio Final: Pastor de la Roudaire, ¿dónde están tus ovejas?, no despegaré mis labios. Y cuando el Señor vuelva a preguntar una segunda vez: Pastor de la Roudaire, ¿dónde están tus ovejas?... no le contestaré estaré tampoco. Mas cuando el Señor me pregunte por tercera vez: Pastor... de... la... Rotidaire... ¿dónde... están... tud... ovejas?, yo inclinaré la cabeza avergonzado y contestaré: ¡No eran ovejas, Señor... Eran una manada de lobos!» . POCO ANTES de salir de Francia el otoño pasado, fuí a despedirme del cura. Habíase impuesto el deber de acompañar a la estación a los campesinos que iban al frente. Caminaba confundido entre las mujeres y los niños tratando de hacer la partida lo menos triste posible. No sonreía, sin embargo, como antaño, ni hablaba con la fluencia,y la confianza de otros días. Dábame la impresión de un hombre fatigado y desengañado.
Púseme al paso con él cierta vez que volvíamos de una de esas jornadas a la estación. Noté que le costaba trabajo hablar.
– Nunca creí que hubiéramos de
presenciar esto otra vez— me dijo—. No sé qué decirle a mi rebaño.
— ¡Pero si son cruzados de la Libertad, señor cura!—me aventuré a insinuar tras largo silencio.
— ¡Oh! — suspiró —. ¿Cruzados?—. Y la tristeza de su voz puso de relieve la vanidad de mi observación.
Al cabo de un minuto prosiguió:
—Adivino las preguntas que no se atreven a hacerme... « ¿Por qué tenemos que ir al frente? Y estos muchachos por cuya seguridad combatimos en la última guerra, ¿por qué tienen que ir?». ¿Qué puedo yo responderles? ¿Puedo decirles acaso que Dios se apiadará... se apiadará de las madres? ¿De todas ellas, lo mismo si sus hijos se llaman John, que Jacques, que Fritz, que Ladislao? ¿Satisfará esa respuesta, también, a las madres que se formulan interiormente la misma pregunta cuando ven a sus hijos en marcha hacia el infierno de la trinchera, hacia la muerte, hacia los mares de sangre?
No olvidaré nunca al cura de Bourg-enForet. Y durante muchos años escucharé claro y desgarrador, el grito de agonía y tortura que le arrancaban las madres... todas las madres del mundo.
— ¡Pero si son cruzados de la Libertad, señor cura!—me aventuré a insinuar tras largo silencio.
— ¡Oh! — suspiró —. ¿Cruzados?—. Y la tristeza de su voz puso de relieve la vanidad de mi observación.
Al cabo de un minuto prosiguió:
—Adivino las preguntas que no se atreven a hacerme... « ¿Por qué tenemos que ir al frente? Y estos muchachos por cuya seguridad combatimos en la última guerra, ¿por qué tienen que ir?». ¿Qué puedo yo responderles? ¿Puedo decirles acaso que Dios se apiadará... se apiadará de las madres? ¿De todas ellas, lo mismo si sus hijos se llaman John, que Jacques, que Fritz, que Ladislao? ¿Satisfará esa respuesta, también, a las madres que se formulan interiormente la misma pregunta cuando ven a sus hijos en marcha hacia el infierno de la trinchera, hacia la muerte, hacia los mares de sangre?
No olvidaré nunca al cura de Bourg-enForet. Y durante muchos años escucharé claro y desgarrador, el grito de agonía y tortura que le arrancaban las madres... todas las madres del mundo.
FANTASMA DE AGAR---GEORGE OTIS - EL SÍNDROME HEBREO
FANTASMA DE AGAR---GEORGE OTIS
Cont. cap.5
EL SÍNDROME HEBREO
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976,
allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news
reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational
or personal use tips the balance in favor of fair use
Y en verdad nuestros corazones
arden de deseos de compartir con ellos al Mesías-Jesús. ¿Cómo, oh, cómo
Podríamos aún esconder de ellos este amor?
Pero los cristianos tenemos
también una responsabilidad. De algún modo hemos fallado en corregir este
concepto satánico, permitiendo que el verdadero cristianismo, definido como tal
según la Biblia, se entremezcle sin esperanzas en sus mentes con el resto de la
humanidad gentil del globo. Y
hemos fallado en levantarnos y álzar la voz para que este síndrome sea curado.
Ha sido una falta de
los cristianos no amar a los judíos en forma tan manifiesta que ablandara sus corazones.
Fallamos en no provocarlos a celos por no demostrar el fruto y el poder
del Espíritu Santo. Y quiero decirle esto: los judíos, -Que por tanto tiempo
han sido atormentados, son vulnerables al genuino amor cristiano.
Han sentido odio por tanto tiempo
que están maduros para el amor. Pero son sensibles
también al amor espúreo, a cosas tales como los misioneros que cuelgan
limosnas eomo una "zanahoria” para darles testimonio de su fe, y otras
tácticas semejantes.
Ningún cristiano puede,
aisladamente, hacer mucho por sí mismo. Pero si todos pensaran de este modo,
nunea se corregiría nada. "¿Qué podemos hacer?", pensé.
Debe empezar alguna vez la
remoción de esta estúpida brecha privativa entre cristianos y judíos. Han de hacerlo los cristianos que se
levanten en cada oportunidad a manifestar la verdad y luego respaldarla con su
amor en acción.
Entonces pensé: "Quizás una
pequeña oportunidad acaba de volar a mi balcón de Tel Aviv. ¡Gracias,
'Jerusalem Post'!"
Regresé a mi cuar.to y levanté el
auricular. Le pedí a la operadora del Hilton que tratara de comunicarme con el
Director del "Jerusalem Post". A los pocos minutos, me tenía a uno de
los ejecutivos al teléfono.
-Me llamo George Otis -le dije-.
Soy escritor norteamerieano. Vine a Israel y creo que voy a escribir un libro
sobre la "Guerra de Oetubre”- .
'Lo llamo _continué diciendo- por
el artículo que aparece en su "Post” de la mañana intitulado "No se puede confiar en el Crístianismo en épocas de
necesidad". Estaba
leyéndolo en el preciso instante en que uno de nuestros aviones de carga pasaba
por delante de mi hotel. Cada hora oigo dos o tres de éstos. Esta ayuda norteamericana significará que
en algunas casas pasarán frío este invierno, cuando los ofendidos árabes nos suspendan
el suministro de petróleo. La ayuda que estos aviones traen para Israel puede
también sacar de su cargo a un valiente dirigente norteamericano.
"¿ Sabía usted
-le dije- que el hombre que tomó la decisión de despachar esta ayuda es un
confeso cristiano que ha renacido por el Espíritu Santo? Ha cometido errores y tiene
dificultades, pero ¿no coincidiría usted en que ha demostrado ser digno de
confianza en esta hora de necesidad de los judíos? Como cristiano norteamerieano, estoy aquf porque los amo a
ustedes los judíos y quiero ayudar en algo. Pero estoy bastante desilusionado
con ese injusto artículo que aparece en el "Post” de hoy”
Y para terminar, le dije:
-Si escribo un breve artículo
sobre esto,¿lo publicarían?
Hubo un silencio al otro extremo.
Finalmente, me dijo:
-¿Sabe qué? Si lo escribe Y es
algo bueno, ¡lo publicaremos !
-Bien -le conteste. Escribiré
rápidamente algo y lo depositaré hoy al mediodía en el buz6n de su
"Jerusalem Post" en el edificio de la Prensa Sokolov. ¿ Está bien?
-Esperamos su artículo -me dijo
el periodista.
Al día siguiente compré el
diario. Entre otras noticias, el "Jerusalem
Post" traía un artículo que habían intitulado "Cristiano ultrajado". En parte, decía:
"Como
norteamericano me. siento profundamente molesto por ese artíeulo inexacto,
perjudicial e incompleto que traía el "Post" de ayer y que se
intitulaba "No se puede confiar en el
Cristianismo en épocas de necesidad". He oldo y observado que grandes aviones de carga norteamericanos se posan uno
tras otro en el aeropuerto de Lod, trayendo ayuda que se necesita con urgencia para la defensa
de Israel. Los Estados Unidos, que tienen
millones de verdaderos cristianos entre sus ciudadanos, se levantaron junto a
ustedes, los judíos, en la presente necesidad.
Esto les costará a
los cristianos norteamericanos no sólo dólares, sino también incomodidades y
amigos. ¡Pero creemos que ustedes se lo
merecen ! Ahora bien, por favor,
no vuelvan a decir que no se puede confiar en los cristianos en épocas de
necesidad.
"Muchos misioneros
cristianos que están aquí", seguía diciendo mi artículo, "nosólo
están orando por Israel y demostrándole su amor, sino también trabajando en su
favor. Los cristianos creemos en combatir por el
pueblo de Dios, los judíos, así como en orar por ellos. Ustedes le dieron al
cristianismo su mismo fundamento ¡y jamás lo olvidaremos ! ¿ Cuándo, ¡ oh ! cuándo comprenderán
ustedes francamente que los amamos?
"Todos
los verdaderos cristianos que aman la Biblia están sinceramente con
Israel,
"¡ Si ustedes
dejan de llamar cristiano a Adolfo Hitler, no los culparemos de que Carlos
Marx fuera judío !"
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976,
allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news
reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational
or personal use tips the balance in favor of fair use
iEl gatillo!
EL FANTASMA DE AGAR
GEORGE OTIS
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act
1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted
by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit,
educational or personal use tips the balance in favor of fair us
Pags. 85-92
Helena de Troya, nos dicen los libros de
historia, era una delicada joven de gran magnetismo personal. Estos le
esculpieron un nicho permanente en las piedras de la historia: "¡ El
rostro que echó mil barcos a la mar !"
La Guerra de Troya no fue la primera ni será la
última que se inicie por causa de una mujer.
Pero la historia demostrará (con todo el debido
respeto a las damas) que las chicas bonitas han sido cicateras cuando se las
compara con La conquista del poder como el gatillo No. 1 dE las guerras.
Durante mil años los dirigentes
sedientos de poder han justificado la conquista tanto para sí mismos como para
sus secueces. Durante milenios el Archiengañador ha podido
hablar al oído de los dirigentes que tienen el potencial para lanzar las masas
de la humanidad unas contra otras.
¿Por qué Satanás tendría que "hurtar y matar y
destruir", haciéndolo todo por sí mismo, si puede incitar a los hombres a actuar salvájemente unos
contra otros?
Este. es el tipo de palabras que pone en movimiento
los artefactos bélicos:
, "La pobre gente de la nación enemiga está
tán oprimida. Sus líderes son malos y su sistema, injusto.
Por tanto, por el bien de esa gente maltratada, así
como por el nuestro, debemos hacer el sacrificio de ir a libertarlos, a
cualquier costo, de la tiranía. Es justo que lo hagamos. Por
el bien de todos, se debe instalar nuestra justa dirección y mejor gobierno.
Ningún medio será demasiado riguroso para conseguir este sublime objetivo. El
fin justificará, cualquier medió que tengamos que utilizar. Al fin, nuestra
guerra traerá paz. ¡Hacemos esta Guerra Santa
en nombre del derecho y la justicia humanos !"
La mayor parte de las guerras se hace para ejercer
el poder. Para conquistar el poder o para impedir que otro lo conquiste.
Probemos este principio en varias guerras desatadas
en este siglo . . .
La Primera Guerra Mundial del Kaiser Guillermo se inició en el pequeño polvorín de los Balcanes y
por la conquista de poder y territorio. El loco Adolfo Hitler
encendió la chispa de la Segunda Guerra Mundial por el lebensraum (espacio
vital).
Japón efectuó su propia conquista de poder a través
de Asia. El ataque de Corea del Norte a Corea del Sur procurando mantener la
dominación comunista.
El ataque interno de los comunistas chinos para
dominar Indonesia en el régimen de Sukarno. La terrible guerra de Vietnam del
Norte contra Vietnam del Sur. Las cuatro guerras de
los árabes para recobrar el territorio y el poder de gobernar sobre el Israel
de la actualidad.
Y así sucesivamente.
El PODER atrae a hombres y naciones: ya
sea el oro, los cañones, las tierras o los pueblos. Y esto no cambiará hasta.
que el gran reloj del Cielo indique que ha llegado la hora del . . . ¡ MILENIO !
Tal vez sea provechoso que tratemos de identificar
EL GATILLO que iniciará el super-rápido, explosivo y espantoso final de esta
era. Será una serie de eventos que, precipitándose uno
tras otro, culminarán en los llanos de
Meguido. ¡Y
me temo que el petróleo sea el viscoso gatillo !
¿Qué es lo que enciende las lámparas del mundo?
¿Qué hace que sigan ronroneando suavemente los motores? ¿Qué refresca. al calor
del día y calienta en las noches frías? ¿Qué es lo que
pone asfalto en nuestras carreteras y combustible en nuestras máquinas de
guerra? ¿Cuál es la materia prima de 3.000 productos de nuestra sociedad
moderna? ¿Qué energías movilizan a la humanidad a través de las nubes? ¡ Oh !,
sí; es ese feo y pegajoso légamo llamado petróleo. Los
residuos de trillones y trillones de seres que vivieron en épocas remotas . . .
el petróleo.
El hombre del siglo XX, en su extravagancia y miope
planificación tecnológica, se ha estado ahogando en
esta sustancia. Pero en estos días no oímos tantas voces chillonas que
protesten por la contaminación
producida por el petróleo,
¿verdad?
Poco después de la "Guerra de Expiación"
el mundo comenzó a moverse a paso de tortuga cuando los árabes (incitados por
un jubiloso Kremlin) cerraron la válvula del petróleo. En
pocos días, el mundo organizado industrialmente, sediento de petróleo, se inclinaba hacia La Meca. Pero ¿por qué?
Bajo las arenas del Medio Oriente yace un enorme 53 por ciento de las reservas
de petróleo del mundo.
Dios identificó la herencia de los hijos de Israel
con "toda la tierra de Canaán",
En otra parte de la Escritura, con el territorio
que se extiende "desde el río de Egipto . hasta el río grande, el río
Eufrates.
Dios escondió bajo las dunas árabes un tesoro de
energía para una civilización tan remota como la nuestra. Pero el FANTASMA DE AGAR y sus múltiples bisnietos, como eI
rey Feisal y el resto del Islam, todavía caminan sobre esas arenosas colinas
impregnadas de energía.
Leamos algo que sobre este mismo petróleo
Leamos algo que sobre este mismo petróleo escribió
Dios a sus amados hijos ( Los judíos )3500 años atrás ". ..
Por lo cual chuparán la abundancia de los mares y los tesoros escondidos de la
arena" (Deuteronomio cap 33).
¿Cómo se extrae el "tesoro" petrolero?
Desde luego, se extrae mayormente por medio de
tubos que lo succionan.
Solía pensar principalmente en la
negación de alimento euando leía sobre el control que ejercerá el Falso Profeta
durante la tribulación, usando su infamante "marca de la bestia": el
número 666. Antes, parecía que esta maligna presión se podría aplicar
principalmente al control de las compras de alimentos. Pero a medida que se acerca ese día podemos ver que
también podría ser un cruel factor de presión la negación de energía.
Se les negaría la calefacción a los que vivieran en
climas muy fríos y rehusaran cooperar. Se les negaría la refrigeración a los
que vivieran en los trópicos. Se les negaría la
electricidad para las luces y utensilios de los que rehusaran llevar la marca.
Se les negaría el combustible a los vehículos. Bien se podrían
presentar estos problemas junto con los de la alimentación.
En el libro de Apocalipsis, durante el período del
Caballo Negro y en la apertura del Tercer Sello -hambre- leemos:
"Y oí una voz de en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de
cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino." (Apocalipsis
6).
¿ Podría significar esto que hay que tomar las
medidas necesarias para evitar que se dañe el petróleo proveniente de las
arenas del que tanto ha llegado a depender la civilización moderna? Todavía se necesitará el petróleo durante Ia tribulación,
¿verdad?
Pero ¿no se alegra de que en medio de la crisis
mundial de energía no haya eseasez de poder en el reino espiritual?
¡ Creo que ahora estamos en medio del más grande
derramamiento de "Poder de lo Alto" que haya habido en los 6.000 años
de historia de la humanidad !Todavía fluye
abundantemente el aceite del Espíritu Santo y no se ha alzado su precio.
Sin embargo, sabemos que en el reino natural la
crisis del petróleo es real. Ya ha afectado a cada hogar. Y los árabes todavía tienen bastante de esta especie de
energía negra para aplacar por un tiempo más la intensa sed de nuestra
civilización.
El petróleo es, por así decirlo, una 'joya energética",
tentadoramente ubicada en el casi indefenso Medio Oriente.
Hasta los árabes, pueblo políticamente
sencillo, han demostrado poseer la capacidad de ganar, jugando con su as
petrolero en este "poker" mundial.
Imaginémonos, entonces, qué podría hacer el astuto
oso, políticamente hablando, si tan sólo pudiera obtener esta carta dé
"triunfo". Creo que podemos concluir que el petróleo es EL GATILLO
que disparará la Tercera Guerra Mundial. ¡y es probable que esta gigantesca
conflagración desemboque directamente en la del Armagedón !
Antes de dejar este delieado asunto, podríamos
tocar ligeramente varios otros que se relacionan entre sí por nexos políticos y
espirituales. Me siento orgulloso del pueblo
norteamericano por rehusar abandonar a Israel durante su pesadilla del
"Yom Kippur". Sabíamos que
los árabes
usarían, en consecuencia, su garrote petrolero para vapulearnos. El garrote funcionó bien y la mayoría de las otras naciones que dependían del
petróleo saltaron junto a los árabes cuando esos jeques
les dijeron: "¡ Salten !"
Pero ahora debemos cobrar ánimos frente a una gran campaña para liquidar a Israel a medida
que se agudiza la crisis del petróleo. Durante las primeras etapas
de la conservación de la energía, no fue demasiado malo apagar los létreros luminosos y cerrar las gasolineras los
domingos
.Llegará la prueba de nuestra disposición
de bendeccr a los judíos a medida que dejen de ser novedad los sacrificios de
energía, Guardaos de los sentimientos
antisemiticos.
El "efecto diseminador" de la escasez de
petróleo ha traído más inconvenientes: pérdida de
empleos, escasez, alzas de precios y una pequeña depresión.
¡ Si podemos
mantenernos firmes, veremos la salvación del Señor !
aching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
viernes, 18 de marzo de 2016
EL REPARADOR DEL MUNDO --EL FANTASMA DE AGAR JORGE OTIS
EL FANTASMA DE
AGAR
JORGE OTIS
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the
Copyright Act 1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
CAP.12
El reparador del mundo
Despidiendo
bocanadas de humo, los brillantes neumáticos del reactor rechinaron al
tocar la larga pista del aeropuerto de El Cairo.
Es
sólo uno de los muchos y elegantes aterrizajes de la alfombra
mágica" plateada y azul.
Lleva el más complicado dispositivo de comunicaciones del
globo: un instantáneo ,revoltijo" de canales mundiales.
El
avión aterrizo en tantos lugares en esa gira particular, que su
jadeante Equipo de prensa lo llamó "el Expreso Yo-Yo".
EI
lujoso Boeing es la imprescindible herramienta de un maestro sastre. Es
el taller de Henry Kissinger, vistiendo ajado traje y llevando anteojos
con marco de hueso, daba otra puntada vital allá en Egipto, lo que
resultaría, por algún tiempo, un remiendo en el harapiento paño de la paz
del mundo. En un asombroso período de diez días, el avión de este
gran diplomático aterrizaría en algunos sitios muy singulares. Una
secuencia imposible de realizar por ningún otro estadista del mundo.
Washington, Moscú, Londres, Berlín, Roma, El Cairo, Tel Aviv,
Amman, Riyad, SeúI, Pekín, Tokio y otros. . .¡increíble!
Antes
que este hombre extraordinario, aclamado por algunos como "el Apóstol de la Paz", atrriizara
nuevamente en Washington, se habían enfriado los cañones de la
"Guerra de Expiación". ¡Qué hombre !
Por
su milagro de Paz, los árabes habían evitado la aniquilación de su Tercer
Ejército Egipcio. Y mediante sus esfuerzos pacificadores, Israel, pudo reparar
sus daños y asimilar las ganancias de la batalla.
¿Quién
es, entonces, este misterioso hombre? Una romántica figura de la que el
mundo obtiene provocativas miradas. Un ardoroso galán.de París que
acompaña a una encantadora belleza.
A
este hombre de agudo ingenio hace poco le tomaron el pelo afirmando que
es "la lengua más ágil del oeste". Cuando el avión se
aproximaba al aeropuerto de El Cairo, Henry les dijo bromeando a sus
ayudantes:
-¿
Dónde está esa escolta de MIGS que me prometieron?
Más
tarde, en la capital de Jordania, Henry posó jocosamente junto a una
hermosa "limousine" Bentley de color crema y dijo:
-Es
agradable saber que algunos países saben tratarme en la forma a que estoy
acostumbrado. -
Cuando
el Rey Hussein, d. Jordania, invitó a Kissinger a volar a su palacio en
un helicóptero piloteado por el rey mismo, Henry dijo:
-Si
no fuera por el honor, preferiria caminar._
Quizá
la relación de amor-odio favorita de Henry es con los medios noticiosos.
Una
vez, bromeando sobre lo que realmente quería para su próxima misión en el
extranjero, dijo:
. -Un
avión nuevo . . . ¡con un compartimiento separable para la prensa !
Es
evidente que tiene un "carisma" junto con todo ese brillo, ¿verdad?
¿Qué veríamos si pudiéramos mirar a este desconcertante Superestadista
con la ventaja de unos anteojos espirituales?
¿Dónde
encajaría nuestro amado Henry en el rompecabezas bíblico del planeta Tierra?
Soñemos
un minuto. . .
¡De
repente aparece un hombre fascinante en el escenario mundial ! Nacido en
Alemania, que es parte del antiguo Imperio Romano. . .¡ de linaje judío
(MedioOriente). En pocos años sale del anonimato para
hacerse visible, como el místico genio que salió de su frasco. Con dos golpes
de su vara. ¡ Pronto ! Se resolvieron inmediatamente, no uno, sino DOS, DOS
dilemas imposibles de la guerra violenta.
Primero, Vietnam en el que tres presidentes y centenares de
hábiles estadistas habían trabajado inútilmente durante años. Luego, la asombrosa Pez, terminando con la "Guerra
de Expiación" de Israel.
Gana junto con otro estadista el Premio
Nobel de 1973 como el principal pacificador del mundo.
Un
hombre sabio encantador y misterioso. Considerado como individuo es hoy probablemente el hombre más
influyente del mundo. La única figura que tiene pronto acceso a todo palacio
real. ¿Quién más podría en pocos meses tomar té con Mao Tse Tung, Indira
Ghandi, el Rey Feisal, Anwar Sadat, Golda Meir, Le Duc Tho, Georges Pompidou,
Edward Heath, Willie Brandt, Kakuei, Tanaka y Pham Van Dang? ¿Quién más podría
orquestar tan brillantemente las Naciones Unidas, la OTAN, las
diferencias internacionales, la política del poder y la diplomacia?
Por
su extraordinaria disposición para alegrar el mundo, a Henry Kissenger le han
puesto diversos apodos, como “El Comando Solitario", "Sr.
Remendón", "El Niño Bonito del Occidente", "Superestrella”y
"Kohoutek”
Serios
estadistas del mundo se esfuerzan por hallar figuras históricas apropiadas con
las cuales se pueda comparar a este realmente brillante Secretario de Estado:
Metternich, Talleyrrand y uno de los mismos héroes de Kissinger, el legendario
Bismarek.
La
revista "Time" ha dicho: "Cuando se trasladó al Departamento de
Estado, se especuló que Kissinger institucionalizaría su política. En cambio,
él se ha convertido en la institución."
Se
dice también que Kissinger es un hombre algo religioso. John Givens escribió
que una vez discutió sobre esto con Kissinger. Refería que después de un día de
16 horas de trabajo y antes de acostarse, Henry elevaba una oración para tener
fortaleza, valor y perseverancia.
Entonces
Henry dijo que siempre le pdía a Dios si había algo "que yo pueda hacer
por ti”
La Biblia nos
dice que pronto surgirá un atractivo personaje que
resolverá los problemas del mundo. El rápido ascenso de Henry sirve solamente para
ilustrar con qué rapidez puede aparecer hoy una nueva estrella Política.
El
capítulo 13 de Apocalipsis revela que no habrá seguridad sobre la
identidad del Anticristo ni la del Falso Profeta hasta 42 meses antes del
retorno físico del Señor Jesucristo para establecer su reino milenario. Justo a
la mitad del terrible período de siete años de tribulación, el
"maravilloso" nuevo líder mundial recibirá una herida fatal en
Ia cabeza.
Para
asombro del mundo, la herida mortal sanará milagrosamente. No será sino en esta etapa que todos conocerán la
identidad del Anticristo.
Así
que por ahora es inútil especular demasiado sobre la identidad de este
siniestro personaje. De todos modos, los que hayan recibido el don de la vida
eterna por medio de Jesucristo se habrán ido cuando
el Anticristo se quite la máscara.
A
través de la historia cristiana ha habido especulaciones erróneas que
involucran a personalidades como Nerón, Rasputín, Hitler y,
especialmente, Benito Mussolini. Sin embargo, nunca antes los
engranajes de la profecía se han engranado tan bien con los hechos
contemporáneos como ahora. A medida que se acerca el tiempo, se
aclara el cuadro profético.
En un
foco cada vez más preciso, estamos viendo el gigantesco impacto mundial
de esa mística judía. El maravilloso Henry es uno de los grandes actores judíos
del escenario mundial. Vivimos en una sociedad cada vez más influida por
figuras judías del pasado y de la actualidad.
Por
ejemplo, todo el mundo mide el tiempo desde el trascendental nacimiento
de ese Judío de judíos en un establo de Belén. Casi todas las tensiones de la
conducta humana se consideran todavía según
las torcidas teorías de un psiquiatra judío llamado Sigmund
Freud. Luego vino ese bondadoso judío de ojos tristes que
reveló el potencial del Armagedón con su fórmula, aparentemente inocente, E =
MC2. Desde entonces, el mundo nunca ha sido el mismo . . .
Hay
tantos otros; pero quizás uno más servirá para ayudarnos a comprender la
creciente influencia judía en la humanidad a medida
que el tiempo vuela hacia su encuentro con la eternidad . . . Hoy
más de la mitad de los cuatro mil millones de habitantes de este planeta viven
en una sociedad maquinal, impersonal y carente de gozo cuyo nombre es
comunismo.
¿ Su
arquitecto? Sí ; usted lo adivinó . . . Karl Marx, un judío.
Sin
embargo, es más emocionante aún reflexionar en la maravillosa contribución
cultural, espiritual, científica y humanitaria de millares de otros
judíos. ¡ Y conmueve el alma el
estar continuamente consciente de que pronto el
Principal Judío, Jesucristo, pondrá en orden este mundo durante mil gloriosos
años !
Recordemos,
además, eü€ la Biblia menciona 144.000 "super-evangelistas" judíos
que proclamrán las Buenas Nuevas durante los siete años más caóticos de la
historia del mundo. Pero antes de la tribulación vemos que se hacen más densas
las tinieblas de este mundo. Satanás está
revolviendo su mezcla de bullente humanidad hasta que tenga la consistencia
adecuada antes de presentar sus "obras maestras estereotipadas":
¡ el Falso Profeta y el Anticristo I
Ya está casi en su pleno hervor el amargo guisado humano del viejo
Lucifer; pero todavía le añade una asquerosa pizca de esto y un pestilente
condimento de aquello. A fin de tenerlo en su
punto, echa en la olla un poquito más de odio, de ánarquía, lujuria, temor,
hambre, guerra, €nfermedad, decadencia, desorden, muerte,locura y confusión.
Es
de tal caso y desesperación humanos que ha surgido todo dictador de la
historia. Así será otra vez EL
iernes, 18 de marzo de 2016
EL MESÍAS PLÁSTICO-- Por Georger Otis..
CAP. 13
EL MESÍAS
PLÁSTICO
El fantasma sde Agar
Por Geoge Otis
Copyright Disclaimer Under Section 107 of the
Copyright Act 1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment,
news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by
copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal
use tips the balance in favor of fair use
El
Dr. Arnold Toynbee,,eminente historiador y filósofo, dice que la humanidad está
ahora al borde de un abismo y que nuestro
mundo está maduro para la aparición de cualquier nuevo César que pueda darle
unidad y paz.
La Biblia identifica a los
impíos Como "el mar en tempestad" y nos dice que la Bestia (el
Anticristo) saldrá de este mismo mar en tempestad:
la angustia y la confusión de las naciones.
Sería interesante tratar de
esbozar un vago perfil de ese infame dúo de futuros
"salvadores del mundo", el Anticristo y el Falso Profeta. En
Apocalipsis cap. 13 se puede ver uno de los retrátos más claros de la
personalidad llamada eI Falso Profeta. Ahora bien, recordemos que al Falso
Profeta también se la llama otra bestia. En este retrato se
reconocerá al Anticristo mismo como la "primera bestia" o
simplemente, "la bestia”.
Leamos juntos el Pasaje
bíblico:
11 Después
vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de
un cordero, pero hablaba como dragón.
2 Y ejerce toda la autoridad
de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores
de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra
delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores de
la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la
bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia
que tiene la herida de espada, y vivió.
15 Y se le permitió infundir
aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a
todo el que no la adorase.
16 Y hacía que a todos,
pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca
en la mano derecha, o en la frente;
17 y que ninguno pudiese
comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el
número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que
tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y
su número es seiscientos sesenta y seis.
Y así hemos visto que
también el Falso Profeta es una figura muy notable.
Y yo creo que puede ser de
raza judía. Indudablemente tendrá una habilidad extraordinaria para ejercer la
magia satánica.
Uno de sus principales
milagros será la "resurrección" del Anticristo herido.
Entonces el Falso Profeta
dirigirá personalmente la deificación y adoración del Anticristo.
Es también el Falso Profeta
quien asumirá el control de los sistemas económicos
del mundo para presionar a todos los que rehúsen cooperar. Es él
quien utilizará, el "sistema 666".'
Este número 666, es, en sí
mismo, bastante interesante. Tres símbolos, que imitan al tres de la
Santa Trinidad. También utiliza los seis, el número bíblico del hombre.
El hombre deificado. ¿Lo v€ usted
?
Satanás siempre trata de usar los planes de Dios;
pero sus
productos finales siempre salen plásticos.
El Falso Profeta será un
socio menor del gran dictador mundial, el Anticristo, y estará.estrechamente
ligado a él. Durante la tribulación, engañará a los habitantes de la tierra por
medio de esos milagros satánicos que realizará,. Es
bastante claro, ¿verdad? ¡Casi demasiado claro !
Hagamos ahora un tosco
boceto del Anticristo mismo. Podemos ver que tiene algunas semejanzas con
su Falso Profeta, pero también ciertas diferencias bien precisas. El Anticristo
será el vaso humano que Satanás mismo poseerá completamente durante los tres
años y medio de la era de la tribulación. El poder y el
"carisma" que manifestará durante los primeros tres años y medio
procederán solamente de una engañosa "unción" satánica.
La Biblia describe al
Anticristo como un personaje que al principio
se presentará como un líder brillante y benévolo.
Tanto lo será, en efecto,
Qu€ otros líderes lo presionarán a que asuma cada vez más autoridad, hasta tener el dominio
del mundo.
-El Anticristo
será un brillante táctico militar.
". . .pero su herida
mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y
adoraron al dragón que habla dado autoridad a la bestia, y adoraron a la
bestia, diciendo: '¿Quién como la bestia, y quién podra, luchar contra
ella?'"
(Apocalipsis cap. 13:3, 4.)
El Anticristo
estará intrincadamente implicado en la religión:
"Me dijo también: Las
aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos,muchedumbres,
naciones y lenguas" (Apocalipsis
cap. 17).
Las
rameras se apropian del amor correspondiente a quien debiera recibirlo.
Un
cuidadoso estudio de la
Palabra nos revela que el Anticristo asumirá la dirección de una
confederación
política de diez de las entidades del antiguo Imperio Romano (diez
cuernos). Probablemente asumirá, andando el tiempo, el control de la
actual Confederación del Mercado Común Europeo. El MCE, como se sabe, y
está proyectado para acomodar exactamente a diez países.
Pero finalmente tres de las diez naciones se resistirán y harán la guerra al
Anticristo. Pero él las vencerá y asumirá todo el control de
la confederación.
Las
conquistas guerreras del Anticristo serán rápidas y decisivas. Será poderoso, altivo y
seguro de sí mismo. Será también un obrador de milagros. 2 Tesalonieenses 2
indica sus muchos milagros, señales y maravillas.
Al principio,
agradará a la gente con sus maravillosas soluciones para los problemas
mundiales. Dirá "¡Paz y
seguridad !" Por algún tiempo favorecerá a
los judíos, pero finalmente se volverá y
profanará el Templo mismo de Dios. Durante el último período de tres
años y medio de su reinado se quitará, la
máscara de la benevolencia y se dedicará con todas sus fuerzas a dirigir la
espantosa y sangrienta pesadilla que será el último acto de esta
era. El Anticristo será el cabecilla del final de una macabra época de
tribulación.
¡Un pavoroso período en que monstruos aparentemente de ficción, pero muy reales,herirán
y picarán a los moradores de la tierra durante la agonía de esta época !
Sólo
Jesucristo, cuando regrese en poder y gloria, vencerá a esta Bestia
totalmente
poseída por Satanás. Por fin Jesús le quitará la fuente de su poder. ¡Atará a
Satanás por mil años ! Es bueno saber cómo terminará" esta pesadilla. Y
será un glorioso final . . . no; un
glorioso PRINCIPIO, ¿verdad que sí?
No hay comentarios:
Publicar un comentario