FABULOSO TESORO DEL GALEON ESPAÑOL SANTA MARGARITA
EL TESORO DEL GALEON FANTASMA
Condensado de "NATIONAL GEOGRAPHIC"
POR EUGENE LYON
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST
Noviembre 1982
Llevaba más de 300 años perdido
en el fondo del mar
EL DOMINGO 4 de septiembre de 1622, un convoy de naves españolas zarpó del puerto de La Habana. Se hallaba entonces en su apogeo la temporada de huracanes, por lo que resultaba sumamente peligroso cruzar el Atlántico. Sin embargo, como en España urgía recibir el cargamento de la flota-oro, plata y productos agrícolas del Nuevo Mundo—, el almirante decidió correr el riesgo.
Entre los 28 bajeles de esa flota iba un galeón de 630 toneladas, el Santa Margarita, en cuyo manifiesto de carga aparecían 419 lingotes de plata, 118,000 monedas del mismo metal, 42 kilos de oro en 34 barras y discos, objetos de plata y cobre, tabaco y añil. Los 14 pasajeros de la nave llevaban consigo una gran variedad de joyas de uso personal, como cadenas de oro, anillos de esmeralda, broches y medallones religiosos; y, oculta a bordo, había también una cantidad considerable de plata y oro de contrabando. En otras palabras, el Santa Margarita era, al salir de La Habana, un tesoro flotante.
Si bien el convoy partió con cielo despejado, no tardaron en entrar por'e1 estrecho de Florida los vientos, de corto alcance pero potentes, de un huracán imprevisto,
Al amanecer del lunes, los ventarrones azotaron la flota. Al príncípío los buques pudieron conservar su orden de navegación, pero al paso de las horas el aire cobró la fuerza de un huracán e hizo que se perdieran de vista unos a otros en medio del violento oleaje. A merced del viento y del mar, los galeones fueron arrojados hacia los arrecifes y bajíos de los cayos de Florida. Al caer la noche, la tempestad ya había dispersado las naves. Tripulación y pasajeros estuvieron en vigilia, orando por su vida.
El alba dejó ver un espectáculo aterrador: las olas, gigantescas y encrespadas, pasaban espumosas sobre los arrecifes de Florida para crecer aun más en los bajíos. Un capitán que iba a bordo del Santa Margarita miró en torno suyo y pudo ver, bregando entre las olas, al galeón Nuestra Señora de Atocha, que habría de zozobrar poco después ante sus ojos.
De pronto, el Santa Margarita chocó violentamente contra el bajío. Los que iban a bordo se sujetaron a las barandas y los puntales, en tanto que las olas destrozaban el casco de roble. Al amainar el viento y calmarse el mar, 68 sobrevivientes flotaban entre los despojos. Una nave que, procedente de Jamaica, pasaba por tullí ese día, los recogió a casi todos; sin embargo, perecieron más de 120 personas.
La tormenta había destruido ocho navíos en un área de 80 kilómetros. El Margarita y el Atocha yacían en los cayos bajos de Florida, unos diez y dieciséis kilómetros, respectivamente, al sudoeste de un grupo poco profundo de islas cubiertas de mangle y bárridas por el viento.
Tesoros en el fondo del mar. De inmediato se iniciaron los esfuerzos por recuperar el tesoro, aunque en su mayoría resultaron vanos, hasta que Francisco Núñez Melián, influyente político de La Habana, obtuvo de la Corona española un contrato que lo autorizaba para localizar a los galeones y rescatar su cargamento. Con la ayuda de una campana de buceo hecha de bronce, Melián y su gente encontraron a principios de junio de 1626 el lastre principal del Santa Margarita, y sacaron 199 ligotes de plata y más de 30,000 monedas del mismo metal.
Melián se retiró para eludir la hostilidad de las naves holandesas, pero poco después recobró otros 151 lingotes de plata, más monedas de este metal, una gran ancla, ocho cañones de bronce y varios objetos de cobre y de plata. En 1628 se recuperaron 37 lingotes de plata y unas 3,000 monedas del mismo metal. Sin embargo, aún quedaba en el fondo una buena parte del tesoro.
Antes de que empezara la temporada de 1629, Melián recibió el nombramiento de gobernador de Venezuela, con sede en Caracas, y hubo de dejar el asunto de los galeones en otras manos, menos afortunadas que las suyas. La relación del rescate del Santa Margarita fue enviada a la península ibérica a reposar en los Archivos de Indias. Con el trascurso del tiempo y la decadencia de España, la arena y el olvido sepultaron los restos de aquellos navíos y gran parte de sus riquezas.
Gracias a alguna información obtenida en los archivos españoles, Melvin Fisher, especialista en rescates, localizó en 1971 el ancla y algunos artefactos del Atocha. La Compañía Treasure Salvors, Inc., propiedad de Fisher, buscó también al Santa Margarita, al que las leyendas populares de Florida llamaban "Galeón Fantasma", y cuya zona de hundimiento era motivo de polémicas. Los documentos eran ambiguos: uno situaba al Margarita un poco más de tres millas marinas al oeste del Atocha; otro, en cambio, decía que se hallaba al este.
Removedor de oro. En enero de 1980 Fisher convocó a una junta en Cayo Hueso para trazar la estrategia de rescate. Debía darse pues un competidor bien provistode fondos había iniciado operaciones cerca de donde él estaba sacando algunos restos dispersos del Atocha. Fisher concertó un contrato con Robert Jordan perito como él en rescates, para que lo ayudara en la exploración.
A pesar de que el invierno suele ser turbulento en los cayos, el de 1980 no creó problemas. Tras unos cuantos días de inútil búsqueda al oeste del lugar de naufragio del Atocha, Jordan llevó su nave, el Castilian, a la zona oriental, aproximadamente nueve kilómetros al oeste de Cayo Hueso. Poco después en la orilla de un ancho banco de arena, el magnetómetro —que traza en el papel líneas caracteristicas al detectar la presencia de metales ferrosos— registró una serie de blancos.Jordan puso su nave en possición y los buzos encontraron un arpeo y una caldera de cobre de dos metros de diámetro.
Un rastro electrónico los condujo hacia el norte, a un lugar donde la piedra de lastres cubría el fondo del mar. Allí encontraron cerámica española, vestigios de añil y un terrón de cuatro monedas de plata
A lo largo de un crestón rocodo al noroeste de los primero descubrimientos, aparecieron tres barrasde oro grandes y pesadas, una de las cuales medía unos veintiocho centímetros de longitud y pesaba más de dos kilos. De ¡egreso en el muelle, los buzos abrieron varias botellas de champaña y emplearon una de las barras de oro para remover el vino. ¿Sería aquella nave el Santa Margarita?, se preguntaban todos.
El 12 de abril descubrieron otras dos barras de oro. Los
barcos de Fisher, el Virgalona y el Swordfish, redoblaron los esfuerzos
en vista de que empezaban a aparecer residuos de cerámica, huesos y
revestiminto de plomo. El 9 de mayo, el Castilian entregó gran variedad de objetos: alfarería
rota, centenares de monedas de plata, una campana de plata de cuatro
kilos, cubiertos de plata, una espada y fragmentos de un astrolabio de
marinero.Condensado de "NATIONAL GEOGRAPHIC"
POR EUGENE LYON
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST
Noviembre 1982
Llevaba más de 300 años perdido
en el fondo del mar
EL DOMINGO 4 de septiembre de 1622, un convoy de naves españolas zarpó del puerto de La Habana. Se hallaba entonces en su apogeo la temporada de huracanes, por lo que resultaba sumamente peligroso cruzar el Atlántico. Sin embargo, como en España urgía recibir el cargamento de la flota-oro, plata y productos agrícolas del Nuevo Mundo—, el almirante decidió correr el riesgo.
Entre los 28 bajeles de esa flota iba un galeón de 630 toneladas, el Santa Margarita, en cuyo manifiesto de carga aparecían 419 lingotes de plata, 118,000 monedas del mismo metal, 42 kilos de oro en 34 barras y discos, objetos de plata y cobre, tabaco y añil. Los 14 pasajeros de la nave llevaban consigo una gran variedad de joyas de uso personal, como cadenas de oro, anillos de esmeralda, broches y medallones religiosos; y, oculta a bordo, había también una cantidad considerable de plata y oro de contrabando. En otras palabras, el Santa Margarita era, al salir de La Habana, un tesoro flotante.
Si bien el convoy partió con cielo despejado, no tardaron en entrar por'e1 estrecho de Florida los vientos, de corto alcance pero potentes, de un huracán imprevisto,
Al amanecer del lunes, los ventarrones azotaron la flota. Al príncípío los buques pudieron conservar su orden de navegación, pero al paso de las horas el aire cobró la fuerza de un huracán e hizo que se perdieran de vista unos a otros en medio del violento oleaje. A merced del viento y del mar, los galeones fueron arrojados hacia los arrecifes y bajíos de los cayos de Florida. Al caer la noche, la tempestad ya había dispersado las naves. Tripulación y pasajeros estuvieron en vigilia, orando por su vida.
El alba dejó ver un espectáculo aterrador: las olas, gigantescas y encrespadas, pasaban espumosas sobre los arrecifes de Florida para crecer aun más en los bajíos. Un capitán que iba a bordo del Santa Margarita miró en torno suyo y pudo ver, bregando entre las olas, al galeón Nuestra Señora de Atocha, que habría de zozobrar poco después ante sus ojos.
De pronto, el Santa Margarita chocó violentamente contra el bajío. Los que iban a bordo se sujetaron a las barandas y los puntales, en tanto que las olas destrozaban el casco de roble. Al amainar el viento y calmarse el mar, 68 sobrevivientes flotaban entre los despojos. Una nave que, procedente de Jamaica, pasaba por tullí ese día, los recogió a casi todos; sin embargo, perecieron más de 120 personas.
La tormenta había destruido ocho navíos en un área de 80 kilómetros. El Margarita y el Atocha yacían en los cayos bajos de Florida, unos diez y dieciséis kilómetros, respectivamente, al sudoeste de un grupo poco profundo de islas cubiertas de mangle y bárridas por el viento.
Tesoros en el fondo del mar. De inmediato se iniciaron los esfuerzos por recuperar el tesoro, aunque en su mayoría resultaron vanos, hasta que Francisco Núñez Melián, influyente político de La Habana, obtuvo de la Corona española un contrato que lo autorizaba para localizar a los galeones y rescatar su cargamento. Con la ayuda de una campana de buceo hecha de bronce, Melián y su gente encontraron a principios de junio de 1626 el lastre principal del Santa Margarita, y sacaron 199 ligotes de plata y más de 30,000 monedas del mismo metal.
Melián se retiró para eludir la hostilidad de las naves holandesas, pero poco después recobró otros 151 lingotes de plata, más monedas de este metal, una gran ancla, ocho cañones de bronce y varios objetos de cobre y de plata. En 1628 se recuperaron 37 lingotes de plata y unas 3,000 monedas del mismo metal. Sin embargo, aún quedaba en el fondo una buena parte del tesoro.
Antes de que empezara la temporada de 1629, Melián recibió el nombramiento de gobernador de Venezuela, con sede en Caracas, y hubo de dejar el asunto de los galeones en otras manos, menos afortunadas que las suyas. La relación del rescate del Santa Margarita fue enviada a la península ibérica a reposar en los Archivos de Indias. Con el trascurso del tiempo y la decadencia de España, la arena y el olvido sepultaron los restos de aquellos navíos y gran parte de sus riquezas.
Gracias a alguna información obtenida en los archivos españoles, Melvin Fisher, especialista en rescates, localizó en 1971 el ancla y algunos artefactos del Atocha. La Compañía Treasure Salvors, Inc., propiedad de Fisher, buscó también al Santa Margarita, al que las leyendas populares de Florida llamaban "Galeón Fantasma", y cuya zona de hundimiento era motivo de polémicas. Los documentos eran ambiguos: uno situaba al Margarita un poco más de tres millas marinas al oeste del Atocha; otro, en cambio, decía que se hallaba al este.
Removedor de oro. En enero de 1980 Fisher convocó a una junta en Cayo Hueso para trazar la estrategia de rescate. Debía darse pues un competidor bien provistode fondos había iniciado operaciones cerca de donde él estaba sacando algunos restos dispersos del Atocha. Fisher concertó un contrato con Robert Jordan perito como él en rescates, para que lo ayudara en la exploración.
A pesar de que el invierno suele ser turbulento en los cayos, el de 1980 no creó problemas. Tras unos cuantos días de inútil búsqueda al oeste del lugar de naufragio del Atocha, Jordan llevó su nave, el Castilian, a la zona oriental, aproximadamente nueve kilómetros al oeste de Cayo Hueso. Poco después en la orilla de un ancho banco de arena, el magnetómetro —que traza en el papel líneas caracteristicas al detectar la presencia de metales ferrosos— registró una serie de blancos.Jordan puso su nave en possición y los buzos encontraron un arpeo y una caldera de cobre de dos metros de diámetro.
Un rastro electrónico los condujo hacia el norte, a un lugar donde la piedra de lastres cubría el fondo del mar. Allí encontraron cerámica española, vestigios de añil y un terrón de cuatro monedas de plata
A lo largo de un crestón rocodo al noroeste de los primero descubrimientos, aparecieron tres barrasde oro grandes y pesadas, una de las cuales medía unos veintiocho centímetros de longitud y pesaba más de dos kilos. De ¡egreso en el muelle, los buzos abrieron varias botellas de champaña y emplearon una de las barras de oro para remover el vino. ¿Sería aquella nave el Santa Margarita?, se preguntaban todos.
Lingote número 4,718. Kane, el espigado y pelirrojo hijo de Fisher, se dirigió a la zona de trabajo en el Virgalona —que tenía fama como descubridor de tesoros—, se puso la escafandra autónoma y saltó al agua. Grande fue su asombro al ver seis lingotes de plata, espaciados a distancias iguales en dos filas sobre un lecho de roca, y una gran sección de un buque de madera. Esta última tenía siete metros de longitud, y sus cuadernas y tablazones estaban coronados por piedras de lastre, cobre y muchos artefactos incrustados.
En los alrededores se descubrió una barra de oro, dos lingotes grandes de plata, otro pequeño, varias escudillas de plata, un tintero, una criba para arena, un candelero y una espuela de plata. A duras penas izaron una masa de 48 kilos de monedas de plata, adheridas aún a la madera del cofre.
Al comparar las marcas de los lingotes de plata con las del manifiesto del Margarita, cinco resultaron ser las mismas, Por ejemplo, el número 4,718 había sido embarcado en Portobelo (Panamá) con destino a Sevilla y la Hermandad de la Santa Cruz; lo enviaba el comerciante Gaspar de Rojas, con la marca -"Rx" de Rojas en relieve, y una "S" rematada por la cruz de Jerusalén. Treasure Salvors acababa de encontrar al Santa Margarita.
En la misma zona, el 25 de mayo de 1980 el Castilian dio nada menos que con once grandes barras de oro, cuatro más pequeñas y parte de un gran disco, también de oro: veinticinco kilos en total!, amén de cinco monedas de oro de dos escudos, seis lingotes de plata, dos barras de cobre cubano y 581 monedas de plata.
Bien podría aquel 8 de julio pasar a la Historia como "el día de las cadenas de oro". Cuando el buzo Pat Clyne escudriñaba en torno de un lingote, encontró una gran cadena de oro y después otra y otra hasta quince, embrolladas todas en una especie de mazacote. La mayor constaba de 149 eslabones labrados. Luego, el Virgalona descubrió cerca de allí seis barras y un disco de oro.
Según R. Duncan Mathewson, nieto, arqueólogo marino de Treasure Salvors, el hallazgo más notable fue el de la sección restante del mismo navío, pues figuraba entre los vestigios más antiguos y grandes de
un barco español hundido en el Hemisferio Occidental.
A fines del otoño de 1981, el Sanla Margarita había devuelto un gran tesoro, disperso en un área de más de 1,220 metros. Tan sólo las 16 barras, discos y trozos de oro pesaron entre 50 y 60 kilos. Además, se recobraron 55 metros de cadenas y 56 monedas de oro, Nunca, en nuestros tiempos, se había rescatado semejante cantidad de oro de un galeón español.
Por si fuera poco, los buzos recuperaron unas 15,000 moneda; plata y dieciocho lingotes de metal.
El valor del tesoro andará por lo sveinte millones de dólares cuancdo se venzan los obstáculos jurídicos para su distribución. Pero lo que ello aprendimos en cuanto a determinar la fecha de la cerámica, en cuanto a construcción naval y a cultura hispánica, acaso tenga un valor más perdurable que el del oro.
"NATIONAL GFPGRAPHIC - (FEBRERO DE 1982). ú 1982 POR NATIONAL GEOGRAPHIC SOCIET)
DE WASHINGTON. D. C.
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