Esta planta, de rápido crecimiento, útil como leña, material de construcción, forraje y alimento, ha ayudado a iniciar una revolución agrícola que puede impedir la erosión y volver a enriquecer la Tierra.
PRÓDIGO ÁRBOL‑PARA ENRIQUECER
AL TERCER MUNDO
POR JOHN HUBBELL
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Agostode 1988
EL. MUNDO está quedándose rápidamente sin árboles…y los efectos son consternantes. Un tercio de la superficie de la Tierra es árida, y los bosques tropicales están desapareciendo al ritmo de casi 1200 hectáreas por hora. Haití está desgastándose por efecto de la erosión; el rico humus de Nepal está desapareciendo y dejando desnudas las laderas montañosas, lo cual provoca inundaciones que destruyen los sembradíos en la India vecina.
En la actualidad, hasta el 90 por ciento de los habitantes del Tercer Mundo cocinan sus alimentos y se calientan con leña. (En las zonas rurales, las mujeres dedican hasta 300 días al año a recoger y trasportar leña.) Alrededor del año 2000, si esta situación subsiste, 2500 millones de personas, principalmente en África, Asia y América Latina, serán incapaces de encontrar madera, o la consumirán con mayor rapidez de la que necesita para producirse.
¿Qué hacer
para impedir tal catástrofe? Aquí entra en acción un notable árbol
de la familia de las mimosáceas
llamado Leucaena leucocephala. Una de sus variedades, que produce una madera densa, sumamente eficaz como
leña, alcanza más de 18 metros de altura en cinco años y vuelve a crecer en cuanto se le corta. El ganado disfruta al
ramonear las
nutritivas hojas de este árbol, las vainas, las semillas,
las flores y hasta las ramas.
Las
hojas pueden utilizarse para la alimentación humana como ensaladas, sopas y aderezos, y sus
semillas, tostadas y molidas, son un aceptable sucedáneo del
café. Este vegetal rejuvenece la tierra, y estimula el desarrollo de cualquier otra
planta, desde tomates hasta bosques de teca. Es útil para la fabricación de rayón, celofán, papel, pisos de
madera, muebles y materiales
de construcción.
En Filipinas, por ejemplo, se están construyendo centrales de energía a base de vapor originado por la combustión de la Leucaena leucocephala para suministrar electricidad a las zonas rurales.
Taiwán ha plantado 10,000 hectáreas de este árbol para producir papel y rayón. En la India, la Fundación Agroindustrias Bharatiya ha distribuido 40 toneladas de semillas del árbol por todo el país. Y en relación con la Leucaena leucocephala se han lanzado importantes programas en Sri Lanka, Indonesia, Tailandia, Kenia, Malawi, Haití, República Dominicana y México.
Este árbol por fin está ocupando el lugar que merece en el mundo gracias, en gran parte, a los esfuerzos de tres hombres: Mark Hutton, de Australia, especialista en forrajes; Michael Benge, agrosilvicultor, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (AID), y James Brewbaker, agrónomo norteamericano.
A Hutton le atrajo por primera vez la Leucaena leucocephala cuando era director del Laboratorio Cunningham, de Brisbane, Australia, parte de la Organización de Investigación Científica e Industrial de la Mancomunidad Británica especializada en la investigación agrícola tropical. En busca de leguminosas que pudieran desarrollarse en las tierras semiáridas de pastoreo del norte de Australia, Hutton empezó a trabajar con un arbusto leñoso que era una variante de la Leucaena leucocephala. Descubrió que sus raíces se arraigaban profundamente y que, como la mayoría de las leguminosas, al reaccionar con las bacterias formaba nódulos en su superficie.
Estos nódulos asimilan nitrógeno —elemento importantísimo de los fertilizantes— y con él alimentan a las hojas. Una vez recogidas y enterradas estas hojas, ricas en nutrientes, vigorizan la tierra y aportan una continua fuente de fertilizantes para los campesinos pobres.
El ganado engulle las hojas de este árbol con la misma gula de los niños al comer dulces. Hutton descubrió que cuando a los animales se les permite pacer antes de que en el árbol se desarrollen los troncos leñosos, la enorme fuerza de desarrollo de la planta produce nuevas grandes masas de follaje sumamente nutritivo, con alto contenido de proteínas y fácil de digerir; un campo yermo puede estar listo otra vez para el pastoreo en dos semanas.
Este árbol singular también proporciona energía con facilidad. Su madera se quema lentamente y produce mucho calor. Al derribar uno de estos árboles, el tocón empieza inmediatamente a echar nuevos brotes, y su desarrollo es rápido. ¡Una de estas cepas crecerá hasta nueve metros en dos años!
Al plantar este árbol en hileras, alternado con otros vegetales para fertilizar las plantas y erradicar las malas yerbas, se mejoraron mucho las cosechas de maíz, quinina, cacao, vainilla y té. En las plantaciones de teca de Indonesia, la cosecha de los sembradíos en que se habían intercalado hileras de Leucaena leucocephala superó la producción de otros campos en casi el 100 por ciento.
Hutton estaba convencido de que este árbol era la clave para mejorar la producción de carne y leche en los trópicos. Pero casi nunca nadie compartió su entusiasmo, y sufrió burlas por el tiempo y la atención que dedicaba al árbol. Sus colegas se negaban a creer que un árbol pudiese dar alimento para el ganado. Pero Hutton persistió, y, aun ya jubilado, siguió trabajando en sus investigaciones en Colombia y Brasil, donde desarrolló una cepa capaz de crecer en suelos ácidos.
Quizá la empresa más ardua —la de convencer sobre la utilidad de la Leucaena leucocephala y la de crear una revolución en la agricultura--recayó sobre Mike Benge. Tras graduarse en agricultura, Benge se había incorporado a los Servicios Internacionales Voluntarios, precursores del Cuerpo de Paz, y en enero de 1963 fue enviado a Vietnam a trabajar con los campesinos de las regiones montañosas del centro de ese país.
Estos campesinos practicaban la técnica agrícola de tala y quema: talaban bosques, quemaban la maleza y en los terrenos así resultantes sembraban. En pocos años, los campos perdían su vitalidad, y los campesinos montañeses tenían que trasladarse y deforestar otras zonas. Este sistema agrícola de tala y quema destruye casi cinco millones de hectáreas anuales de los bosques del mundo.
Mientras buscaba una solución a los problemas de los campesinos, Benge halló una variedad de la Leucaena leucocephala similar a un arbusto. Crecía en las tierras montañosas. Un australiano, colega suyo y discípulo de Hutton, la identificó como una leguminosa de rápido crecimiento, buena como forraje, y convenció a Benge de que era la respuesta a las necesidades de los montañeses vietnamitas`.
En enero de 1968 ocurrió la Ofensiva de Tet, y Benge, ya incorporado a la AID en Ban Me Thuot, capital de provincia, fue capturado, mientras trataba de rescatar a un grupo de misioneros. Acusado de "rudo, belicoso y odioso", pasó casi la mitad de sus cinco años de cautiverio en confinamiento solitario, meditando cómo podrían aplicarse los riquísimos atributos de la Leucaena leucocephala para remediar la crisis cada vez peor de la deforestación en el mundo subdesarrollado.
Después de ser liberado de una prisión de Hanoi, a Benge se le concedió un año de licencia por razones de salud, para recuperarse del beriberi y el paludismo. En lugar de reponerse trinquilamente, volvió a Vietnam, pagándose él mismo el viaje, y averiguó cómo iba su plan de investigación de la Leucaena leucocephala. Se encontró con que muchos de los campesinos habían sido asesinados y que los sobrevivientes habían convertido la zona en un cementerio. A petición del Gobierno de Vietnam del Sur, presentó detalladas propuestas para una docena de nuevos programas, que iban desde la atención a niños amerasiáticos hasta un centro de desarrollo del ganado en las tierras altas del país.
En 1975, Benge fue asignado a la misión de la AID en Manila. Su tarea era estudiar la deforestación en Filipinas, donde se han perdido millones de hectáreas de bosques, y buscar soluciones prácticas.
Benge organizó un seminario de la AID en Manila, en el cual James Brewbaker, agrónomo y geneticista botánico de la Universidad de Hawai, habló de una gigantesca cepa de la Leucaena leucocephala que había descubierto en Centroamérica. Brewbaker había llevado semillas a Hawai, y había cultivado grandes grupos de árboles gigantes, demostrando que se les podía desarrollar en cualquier parte de los trópícos, ¡y rápidamente, pues algunos alcanzaban una talla de casi seis metros en un año! El árbol (lo que es notable en especies de rápido crecimiento) es de madera densa, de mediana dureza.
Luego, Benge editó un manual técnico intitulado "Bayani", que en Filipinas significa "salvador" o "héroe". Y obtuvo de una organización agrícola taiwanesa, la Junta Asiática y del Pacífico, el boceto y la tipografía del libro. La Agencia de Información de Estados Unidos publicó el manual y Benge envió 3000 ejemplares a embajadas, a empresas privadas, y a organizaciones agrícolas, ganaderas y silvicultoras de todo el mundo.
En 1978, Benge enfocó su atención a los problemas de la deforestación y la erosión de las tierras de Haití. Compró y embarcó, a costa de su propio bolsillo, semillas de Leucaena leucocephala para enviarlas a la-misión de la AID en Puerto Príncipe; luego escribió a las organizaciones de voluntarios, urgiéndoles a ir a dicha misión para pedir semillas e información. Un año después, Benge fue a Haití, en busca de alguien capaz de llevar a cabo un programa para desarrollar ahí el árbol.
Encontró a un hombre extraordinario, llamado Aart van Wingerden, que había ido a Haití para establecer la "Operación Cosecha Doble", a través de la cual el propio Van Wingerden proporciona a los campesinos emprendedores el equipo, las semillas y los conocimientos necesarios para trabajar con el suficiente éxito para emplear a otros haitianos y obtener dos cosechas al año. Las ganancias de la operación derivan hacia un fondo de desarrollo para ayudar a otros campesinos.
Benge deleitó a Van Wingerden con anécdotas y narraciones acerca de la Leucaena leucocephala, alternadas con súplicas y exigencias para que organizara de inmediato un programa. "Yo soy un campesino", le dijo Van Wingerden. "Quiero producir alimentos, dar de comer a la gente. No me interesa hacer crecer árboles". Benge le preguntó de qué servía producir alimentos sí la gente no tenía leña para cocinarlos. Finalmente, Van Wingerden aceptó plantar algunos árboles para proteger contra el viento una cosecha de tomates. Y pronto quedó convencido de la gran utilidad de la Leucaena leucocephala.
"¡En cuatro años, teníamos árboles de un perímetro de 86 centímetros! ", exclama Wingerden, que desde entonces ha plantado tres míllones de estos singulares árboles y está convencido de que desempeñarán un papel importante en la salvación de Haití.
La cruzada de Benge ha estado dando frutos también en otros lugares. Ha convencido a docenas de países del Tercer Mundo de que hagan pruebas con el árbol. Varias de estas naciones ya han empezado a desarrollar importantes programas de reforestación con esta especie.
En junio de 1986, el rey Carlos Gustavo XVI de Suecia otorgó a Benge, Brewbaker y Hutton el primer Premio Internacional para Inventores, en materia de silvicultura, como reconocimiento a las innovaciones que están ayudando a resolver los problemas sociales y económicos del mundo. Los tres hombres han desencadenado una revolución del cultivo de los bosques en los países en vías de desarrollo.
La Leucaena leucocephala es sólo el principio; una precursora que abre nuevas posibilidades para que un mundo que ha perdido una parte importante de su vegetación quede reforestado con árboles capaces de captar el nitrógeno, y cuyo gran valor hasta hoy ha pasado en gran parte inadvertido. La obra de estos tres "cruzados" bien podrá ser la salvación de gran parte de la tierra, el ganado y los pueblos del mundo.
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