viernes, 16 de julio de 2021

LA HEROÍNA MÁS MORTÍFERA, QUE NUNCA

Estos adictos son los hijos de nuestros vecinos... o quizá nuestros propios hijos.
LA HEROÍNA MÁS MORTÍFERA, QUE NUNCA

Por HENRY PIERSON CURTIS

SELECCIONES DEL READER'S DIGEST  SEPTIEMBRE 1998

EN UN CENTRO nocturno donde estaba celebrándose una de esas fiestas conocidas como raves, Sarah—Jenkins,* •Su nombre se ha cambiado para proteger su vida privada.muchacha de 16 años, alta y rubia, sentía retumbar la pista de baile con el ritmo de la música. Mientras bailaba entre la multitud, sentía que se le iban agudizando los sentidos. Tenía los ojos clavados en el espectáculo de luices, que hacía fulgurar destellos de vivos colores en el techo y en las paredes.
Los raves como éste, en Orlando, Florida, están de moda entre los adolescentes de comunidades suburbanas, como Sarah. A primera vista parecen inofensivos, pero en muchos existe un grave peligro: la pista de baile está asediada por traficantes que ofrecen a los chicos mariguana, cocaína, heroína y alucinógenos como el "éxtasis".
Esa noche de 1995, Sarah terminó en un cuarto de hotel alquilado por un traficante al que conocía. Sobre una mesa vio un polvo blanco dispuesto en finas líneas y supuso que era cocaína. No fue hasta que inhaló varias de las líneas cuando le dijeron que era heroína.
Ella nunca había probado esta droga, a diferencia de muchos compañeros de fiesta que la consumían inhalada. Según ellos, producía una euforia más intensa que cualquier otra sustancia. Sarah ya fumaba mariguana y consumía cocaína y éxtasis"; en su afán de conseguir un efecto estimulante, estaba dispuesta a probarlo todo.
Pero después de inhalar la droga sintió náuseas. Ése no era el efecto que le habían descrito. Luego empezó a vomitar. Mientras la cabeza le daba vueltas, sintió que se moría, y acabó por desmayarse.

LA HEROÍNA HA VUELTO y está atrapando en sus redes a una (nueva generación. Sólo en Estados Unidos, el número de chicos de entre 13 y 17 años que habían probado la droga se duplicó de 1991 a 1997.
Entre los muchachos de esa edad,, la heroína tiene una nueva imagen. Ya no se percibe como exclusiva de los adictos pobres que han quedado de su apogeo, en los años 60. Ellos se la inyectaban, mientras que los consumidores de hoy la inhalan o la fuman, lo que la hace parecer menos peligrosa.
En realidad, la heroína es más potente y mortífera en la actualidad que hace 30 años, advierten los expertos. Quienes la inhalan o la fuman corren el riesgo de sufrir lesiones respiratorias o cardiacas, o los efectos en ocasiones letales de una sobredosis. Los que optan por el método tradicional de inyectársela se arriesgan, además, a infectarse con el virus de la hepatitis o del sida si no usan jeringas esterilizadas. Pero sea cual sea el medio de administración, "la heroína es sumamente adictiva", advierte el doctor Herbert Kleber, director médico del Centro de Estudios de Drogadicciones de la Universidad Columbia, en Nueva York.
Sin embargo, parece que los adolescentes no se dan cuenta del peligro. En 1996, una encuesta efectuada en Estados Unidos reveló que apenas 50 por ciento de los chicos de entre 12 y 17 años consideraban que la heroína representaba "un riesgo grave", a diferencia de 90 por ciento de los mayores de 35 años.
JULIE DEAN, muchacha de 18 años, vivía con su madre, Mary Scattergood, en una población pequeña de la costa este de Florida. Madre e hija tenían una relación muy estrecha, pero, como tantos adolescentes, Julie se quejaba de que allí no había nada que hacer. "Este pueblo es aburrido y Orlando es muy divertido", escribió en su diario a principios de 1995. Le encantaba ir a bailar a los raves, y le aseguraba a su madre que no había ningún peligro en ellos. "No son más que música y luces", le dijo en cierta ocasión.
Sin embargo, en su diario contaba una historia muy distinta. En él escribió que en los raves había probado "éxtasis" y Rohypnol, un sedante del mismo grupo químico que el Valium. Aunque le preocupaba un poco estar experimentando con drogas, se creía capaz de controlar su uso. El 20 de marzo de 1995 escribió: "El hecho de ir a los centros nocturnos no me hace una perdedora. Todavía tengo empleo y voy bien en la escuela. Soy responsable. Sé usar las drogas y no abusar de ellas".
El 26 de septiembre del mismo año, Julie le dijo a su madre que iba a un centro nocturno. Salió de casa acompañada de dos amigas. Nunca se sabrá exactamente lo que ocurrió, pero a la mañana siguiente la encontraron muerta de una sobredosis de heroína.
La señora Scattergood sigue preguntándose por qué no se enteró a tiempo de que su hija consumía heroína. "Quisiera haber leído su diarío o haber revisado sus cosas", dice. "He aprendido de la manera más amarga que debía haber estado al tanto de los pasos en que andaba mi hija".
A MUERTE de Julie Dean fue el primer deceso por consumo de heroína registrado entre los adolescentes de esa región en 20 años. En muchas otras partes del mundo, los jóvenes que experimentan con la heroína difieren, al igual que Julie, del típico heroinómano de los años 60. Las actuales víctimas de la droga corresponden a un modelo muy diferente: casi todos son, como en el caso de Julie, muchachos que cuentan con la confianza de sus padres, y la mayoría ya han probado otras drogas antes de dar el paso hacia la heroína.
PARA MICHAEL APPLE, el 14 de mayo de 1996, último día de clases, era el primer día de un halagüeño porvenir. Acababan de nombrarlo el chico mejor parecido de la generación 1996 de la Escuela de Enseñanza Media Colonial, de Orlando. Llevaba un excelente promedio de calificaciones que lo hacía uno de los alumnos más prometedores de la escuela, y también destacaba en el futbol. Al terminar las prácticas de entrenamiento trabajaba en un restaurante, y de allí iba a estudiar al apartamento de su madre, en un suburbio de la ciudad. Sus arduas jornadas le rindieron frutos: todas las universidades a las que solicitó ingreso lo aceptaron.
Sin embargo, Michael también tenía malos hábitos. En cierta ocasión su madre, Debi Gillman, llegó a casa y lo encontró bajo los efectos de la mariguana. Cuando le reprochó su conducta, él se disculpó y reconoció que había cometido un error.
—Mamá, no te preocupes —le dijo—. Tengo todo bajo control.
Ella se tranquilizó pensando que fumar mariguana suele ser una etapa pasajera entre muchos adolescentes, y supuso que Michael terminaría por dejarla. Ni por un momento le pasó por la cabeza que su hijo sería capaz de probar sustancias más peligrosas. Sin embargo, cuando tenía 18 años, Michael comenzó a inhalar heroína y, poco tiempo después, a consumirla en cantidades cada vez mayores y a mezclarla con otras drogas para hacer más intenso el efecto estimulante.
La noche del 14 de mayo salió de casa para celebrar su inminente graduación con su amigo Ben Barroca, también de 18 años. Los muchachos se divirtieron en grande y se pusieron a inhalar heroína en el coche de un traficante de drogas. Más tarde fueron al apartamento de Ben junto con otros adolescentes. Nadie se dio cuenta de que Michael y Ben tenían dificultad para respirar. Repentinamente, Michael vomitó y perdió el conocimiento. Cuando por fin llamaron al número de emergencias y llegó una ambulancia, hacía rato que ambos chicos habían muerto. Michael Apple era el cuarto adolescente que moría en Orlando a causa de la heroína en menos de un año. "Estos jóvenes creen que pueden dejar la droga cuando quieran", declaró Thomas Constantine, agente de la Administración Ejecutora de Leyes sobre Drogas (DEA), de Estados Unidos. "Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Hemos observado que la adicción se está extendiendo".
"Muchos padres ni siquiera se han puesto a pensar que la heroína puede representar un riesgo para sus hijos", añade Ginna Marston, vicepresidenta ejecutiva de una agrupación de lucha contra las drogas. "Ahora estamos viendo las fatales consecuencias de este error. Los padres deben ser más enérgicos y advertir a sus hijos: 'Esta droga te puede matar—.
EL MODO MÁS EFICAZ de evitar el consumo de heroína es la prevención, pues se trata de una droga de gran poder adictivo, como lo averiguó en carne propia Sarah Jenkins. Los efectos de sobredosis que la muchacha padeció la primera vez que probó la heroína deberían haberle servido de escarmiento, pero por desgracia no fue así. A pesar de haberse encontrado a las puertas de la muerte, volvió a probarla.
Finalmente, cuando empezó a tener dificultades en la escuela y a robar para mantenerse el hábito, sus padres la hicieron aprehender por hurto, y tuvo que pasar cinco meses en un centro de rehabilitación para drogadictos.
Hoy en día Sarah tiene 19 años y lleva más de un año sin consumir heroína. Tiene deseos de volver a llevar una vida normal, pero la carrera universitaria para la cual habían ahorrado sus padres tendrá que esperar, pues el dinero se gastó en el tratamiento de rehabilitación.
A pesar de todo, Sarah se considera bastante afortunada. La mayoría de los 40 adolescentes que estuvieron en rehabilitación con ella han vuelto a consumir drogas. En la actualidad, Sarah no sabría decir si su futuro es promisorio, pero de una cosa está segura: "Me alegro de estar todavía con vida", comenta. "Otros chicos no pueden decir lo mismo

 

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