viernes, 2 de julio de 2021

LOS OTROS "DESCUBRIDORES" DE AMÉRICA

LOS OTROS "DESCUBRIDORES" DE AMÉRICA

POR JAY STULLER

SELECCIONES DEL READER'S DIGEST         Octubre de 1983

Parece probable que unos visitantes del Lejano Oriente se adelantaron mucho a los europeos que "descubrieron" el Nuevo Mundo.

 EN EL invierno de 1975, en las oscuras aguas frente a la costa de Palos Verdes (en el estado norteamericano de California ), Bob Meistrell, buceador deportivo, des­cubrió y sacó una enorme piedra re­donda con un agujero en el centro. Llevó aquel objeto de 138 kilos a su tienda de equipo para buceo, donde la vio Wayne Baldwin, instructor de buceo, quien indicó a Meistrell ha­ber encontrado una piedra semejan­te, casi en el mismo lugar. Ambos exploraron aquella zona y hallaron unas 35 piedras más. Subieron cinco a la superficie.

Entre tanto, una fotografía toma­da en la tienda de Bob llegaba a ma­nos de James Moriarty, profesor de historia y arqueología en la Univer­sidad de San Diego, California, y estudiante de técnicas de navegación antiguas. Al cabo de cinco años de investigación, Moriarty y su ayudan­te, Larry Pierson, se convencieron de que lo más probable era que las piedras fueran anclas u otros arte­factos, restos de un nufragio ocurri­do hace mucho; quizá 2,000 años.

No se hallaron otros vestigios del supuesto naufragio; pero, a juzgar por el peso del ancla mayor (de más de media tonelada), Moriarty y Pier­son calcularon que el navío superaba los treinta metros de eslora y lleva­ba una dotación de por lo menos cincuenta hombres. Más lejos de la costa se encontraron dos piedras y las identificaron como anclas de po­pa. Tal vez los infortunados nave­gantes, en sus intentos por capear una tempestad, arrojaron las anclas para luchar contra el viento y las olas, hasta que la nave encalló y se hundió.

¿Quiénes fueron aquellos aventu­reros? Los indicios que reunieron los científicos señalaron a un país como el punto de procedencia más probable de los marinos: ¡China!

Los eruditos, en general, admi­ten que los viajeros escandinavos y otros, como los celtas y quizá hasta los romanos y los fenicios, precedie­ron a Colón en las costas atlánticas de América. Las anclas de piedra encontradas en Palos Verdes se su­man a un conjunto de pruebas, cada vez mayor, en el sentido de que los navegantes asiáticos atravesaron el océano Pacífico en épocas aun más remotas. Acaso algunos de sus na­víos fueron llevados por los vientos y las corrientes, y tal vez otros los siguieron en busca de mercados.

Stephen Jett, profesor de geo­grafía en la Universidad de Califor­nia, en Davís, es una autoridad en lo referente a los posibles visi­tantes precolombinos. "El sudeste de Asia", explica, "parece haber si­do el centro del desarrollo primi­tivo de la navegación; hasta los tiempos modernos, le llevó la delan­tera a Occidente en ese aspecto". Algunos especialistas descartan por completo la posibilidad de esos via­jes precolombinos a través del Pací­fico, pero Jett afirma que exageran las dificultades; sostiene: "Viajar por mar era mucho más fácil y rápi­do que por tierra".

Las pruebas de estas primeras tra­vesías por el Pacífico consisten en una tentadora acumulación de datos, pero ninguno es convincente de por sí. Hay claves en algunas leyendas chinas de los viajes a tierras distan­tes, en informes de extrañas naves, orientales en apariencia, avistadas por las primeras expediciones espa­ñolas a las costas occidentales de América del Norte, y en objetos de evidente origen asiático descubiertos en diversos sitios, desde Columbia Británica hasta Ecuador. Lo más im­presionante son las grandes y miste­riosas similitudes entre Asia y las antiguas civilizaciones de Mesoamé­rica.

Edwin Doran, especialista en las técnicas de navegación antigua, co­menta: "No existen pruebas firmes, obtenidas de un centro arqueológico puro y controlado". Sin embargo, añade que las probabilidades de que hayan ocurrido esos contactos pre­colombinos a través del Pacífico "son enormes. Hay cientos de datos que apuntan en esa dirección, y abarcan un periodo de varios milenios". Al juntar todos los hitos dispersos, se puede integrar una teoría bastante convincente.

Un bajel de fines del siglo xiii, descubierto cerca de Kwanchow (Cantón), en la República Popular China, demuestra que los marinos usaban timones axiales y otros ele­mentos tecnológicos que los barcos europeos no tuvieron sino hasta me­diados del xv. Los estudios de anti­guos tratados chinos de geografía revelan también que conocían mares distantes y la navegación "celeste"; el trazado de rutas tomando como puntos de referencia las estrellas se menciona en textos chinos que datan del siglo ti a. de C. Las agujas mag­netizadas no se utilizaron, al pare­cer, hasta después del año 850 de nuestra era.

Si tenían barcos tan buenos y conocimientos tan vastos, es muy po­sible que realizaran un viaje de Chi­na a Norteamérica. Un marino po­dría seguir siempre a menos de 160 kilómetros de la costa, si navegara a lo largo de las islas Kuriles y las Aleutianas y bajara por la costa oc­cidental de América. Es muy proba­ble que aprovechara la serie de corrientes que pasan frente a las costas de Asia, de las Kuriles y las Aleutia­nas, y que bañan las de América del Norte, hacia el sur, hasta México, y que regresan a Asia, pasando por el sur de Hawai. Durante la temporada de los monzones, los vientos suelen desviar de su rumbo a marinos descuidados y los llevan hacia dichas corrientes.

Hay más pruebas en las leyendas chinas. Un interesante relato, si bien debatible, encontrado en una histo­ria de la dinastía Liang, habla de Huixian, monje budista que llegó a China en el año 499 de nuestra era. Se refiere a una tierra a la que llamó Fusang, situada unos 40,000 lis o sea, 21,000 kilómetros, al este de China. Huixian compareció ante el emperador y lo interrogó un señor feudal llamado Yu-Kie, quien con­signó por escrito el relato del mon­je, añadiendo expresiones de su co­secha.

Huixian informó: "Hay una gran cantidad de árboles fusang, y de ellos toma su nombre aquel país. Al prin­cipio, sus hojas parecen vástagos de bambú. Tienen un fruto comestible, en forma de pera". También descri­bió la domesticación de ciervos y vacas, e hizo notar que estas "tienen largos cuernos". Huixian visitó, además, una civilización de la cual Yu- Kie escribió que estaba a unos 550 kilómetros al oriente de Fusang, y llamaba el Reino de las Mujeres. En años recientes la escritora es­tadunidense Henriette Mertz ha in­tentado trazar de nuevo la supuesta ta de Huixian. Afirma que, a partir del sur de China, "un viaje de aproximadamente 21,000 kilóme­tros habría llevado al monje budis­ta" a California meridional. Señala las semejanzas entre la civilización de Fusang y las muy desarrolladas culturas de México en el siglo v, y supuso que la planta fusang era el maíz. Sugiere que el Reino de las Mujeres fue una sociedad matriar­cal, posiblemente predecesora de los aborígenes del sudoeste de Estados Unidos.

Otros fragmentos de historia agre­gan piezas al rompecabezas. El his­toriador Maurice Holmes diserta sobre documentos españoles que contienen descripciones de barcos orientales, recogidos en 1576 en las islas Marías, frente a la costa occi­dental de México. Antes, una de las partidas de Coronado se aventuró por el Pacífico para investigar los in­formes de los indios referentes a "casas en el mar".

Pero, ¿qué pruebas existen en el Nuevo Mundo de la influencia asiática?

Pero, ¿qué pruebas existen en el Nuevo Mundo de la influencia asiática?

• A principios de los años sesen­ta, los arqueólogos Clifford Evans y Betty Meggers, de la Institución Smithsoniana, junto con el arqueó­logo aficionado Emilio Estrada, en­contraron fragmentos de cerámica en Valdivia, Ecuador, que datan de 4,000 años a. de C. y son muy seme­jantes a los modelos (de la misma antigüedad) de los centros arqueo­lógicos correspondientes al periodo Jomon, en la isla japonesa de Kyu­shu. La elaboración de esta cerámica se remonta a unos 12,000 años, y la de Valdivia es de las más antiguas encontradas hasta la fecha en el Nuevo Mundo.

·       Richard Daugherty, profesor de antropología en la Universidad Esta­tal de Washington, ha descubierto cinceles y cuchillos, hechos de acero con alto contenido de carbón, en Ozette, aldea indígena del Pacífico Noroeste sepultada por varios de­rrumbes hace unos cuatrocientos años. Daugherty explica que el alto contenido (le carbón en los objetos metálicos hallados en Ozette, corres­ponde a la composición del metal forjado en Japón más o menos en la misma época.

·       Lo más sorprendente de las misteriosas similitudes es un método de fabricación de papel y de tela de corteza que utilizaban los pueblos del sudeste asiático y de Mesoamé­rica. En ambas regiones, muchos de los procedimientos empleados pare­cían tradicionales, pues había opcio­nes para modificar algunos de los pasos esenciales. Y los batidores de piedra que usaban en el proceso de elaboración de telas de corteza los pueblos del sur de Mesoamérica ha­cia el año 1500 a. de C., eran casi idénticos a los que se usaban en Tai­wán hacia el año 2400 a. de C.

·       Las plantas proporcionan otras pistas. El camote, o batata, parece haberse propagado de Sudamérica a Polínesia en tiempos precolombinos. Se ha descubierto que el cacahuate americano se cultivó en ciertas par­tes de las provincias de Kiangsié y Chekiang, entre los años 3300 y 2800 a. de C., llevado probablemen­te a China en uno de los primeros viajes.

La mayoría de los eruditos no dis­cuten que haya habido visitas pre­colombinas procedentes de Asia. La cuestión principal es si fueron signi­ficativas en el aspecto cultural.

Tomemos, por ejemplo, la cultura olmeca, en México, la primera gran civilización de América, que influyó en las culturas posteriores de toda Mesoaméríca. Esta civilización, con sus imágenes artísticas semejantes a dragones, su repentina destreza para trabajar el jade hacia el año 1100 a. de C., y ciertos conceptos arquitec­tónicos y urbanísticos, fue notable­mente parecida a la de Shang, en China, la civilización de la Edad del Bronce que surgió en el siglo xviii a. de C. Aproximadamente en la época en que los olmecas adquirie­ron de pronto sus habilidades artís­ticas, la dinastía Shang fue derrocada por la dinastía Chou. Quizá la élite y los artesanos de la civilización Shang huyeron al Nuevo Mundo.

Cuando Moriarty y Pierson  co­menzaron a estudiar el lugar del pre­sunto naufragio, enviaron algunas muestras a otros eruditos para que las evaluaran. Un escéptico, el histo­riador Frank Frost, sostuvo que las anclas procedían de barcos del siglo xix, construidos por chinos que lle­garon a América para servir de obre­ros en minas y ferrocarriles, y que después volvieron a su tradicional medio de vida: la pesca. Sin embar­go, hay fotografías extraordinarias de esas embarcaciones que muestran sólo sistemas de anclaje americanos: anclas de hierro, y no de piedra. Y varios científicos en la República Po­pular China consideran que las pie­dras son pruebas de los antiguos via­jes de los chinos.

Se trata sólo de unas cuantas rocas con agujeros en el centro, pero constituyen un descubrimiento im­portante, de un profundo significa­do. Cuando se unan las piezas de este

emocionante rompecabezas, se verá con claridad un cuadro definido.

Ciertamente, Cristóbal Colón no perderá jamás su lugar en la historia del Nuevo Mundo; pero el crédi­to del descubrimiento, o por lo me­nos de las costas occidentales, acaso corresponda a comerciantes, fugiti­vos y aventureros procedentes del Lejano Oriente.

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