Los programas de adopción de menores y de donación altruista están en peligro en todo el mundo a causa de esta patrañaT
TRÁFICO DE ÓRGANOS: ANATOMÍA DE UNA MENTIRA
POR RUDOLPH CHELMINSKI SELECCIONES DEL READE7S DIGEST • Agosto 1996
SITUADO AL PIE de las montañas de Guatemala, el pueblo de San Cristóbal se preparaba para la procesión de Pascua. Mientras los lugareños se congregaban para la celebración, June Weinstock, turista de 51 años procedente de Fairbanks, Alaska, bajó de un autobús y empezó a tomar fotografías. Luego de hacerle señas a un niño de que se acercara para tomarle una foto, vio con sorpresa que el pequeño corría a refugiarse en su vivienda. Instantes después oyó que alguien gritaba: "¡La gringa se quiere robar a mi hijito!" Desconcertada y a la vez temerosa, la turista regresó al autobús.
En cuestión de segundos se reunió una multitud. Los habitantes hicieron bajar a la mujer del vehículo y la arrojaron al suelo. Luego la pusieron de pie de un tirón, la llevaron a la oficina de la autoridad del lugar y la encerraron en una celda improvisada. Fuera, el encono de la muchedumbre iba en aumento.—¡Es una bruja! —gritó alguien.
La policía huyó en tanto la turbamulta echaba abajo la puerta. Weinstock se quedó sola, temblando de miedo detrás de la puerta cerrada de un baño. De repente ésta cedió con estrépito y varias manos arrastraron a la mujer a la calle, donde estaba el gentío.
La patearon y la golpearon hasta que cayó al suelo como una muñeca rota. Le destrozaron las costillas a puntapiés, y los brazos se le fracturaron al tratar en vano de protegerse la cabeza. Al dispersarse la multitud, la mujer quedó tendida en el polvo, aparentemente muerta.
]UNE WEINSTOCK fue víctima de una perversa mentira que desde hace diez años le ha dado vuelta al mundo. Según esta patraña, hay personas que roban, raptan y compran niños en los países más pobres para después matarlos y extraerles órganos. Estas partes vitales ` corazones, hígados, riñones, ojos y otras supuestamente se "cosechan" para trasplantárselas a hombres, mujeres y niños ricos de Estados Unidos, Israel y Europa Occidental.
He aquí algunos de los informes falsos difundidos al respecto:
• En Bogotá, Colombia, se cuenta que una niña de cuatro años fue raptada cuando jugaba en la calle. La hallaron más tarde... sin ojos. "Gracias por el regalo", decía una nota que le habían prendido del vestido con un billete de 500 pesos.
• Se rumora que en un suburbio de Sác, Paulo, Brasil, dos hombres vestidos de payasos engatusaban niños para llevarlos al interior de una camioneta, donde los asesinaban para posteriormente vender sus órganos a los ricos.
• Otra historia cuenta que un pequeño que se extravió en el parque de diversiones Euro Disney, situado en las cercanías de París, fue encontrado más tarde con una incisión quirúrgica en la espalda. Le habían extirpado un riñón.
• Según un informe del periódico guatemalteco El Gráfico, la policía descubrió una casa donde dos hombres preparaban niños pequeños para enviarlos a Israel y Estados Unidos, donde los mataban para extraerles los órganos. (El mismo diario aclaró más tarde que esta noticia carecía de fundamento.)
Estas historias y otras parecidas son falsas; no hay nada que las sustente. Con todo, la mentira persiste, alimentada por rumores difundidos por periodistas perezosos o negligentes que no se molestan en verificar los hechos. La consecuencia es un clima de odio y temor que pone en riesgo los programas de adopción de menores y de donación altruista de órganos en todo el mundo.
El origen de la calumnia
CASI TODOS estos infundios son imposibles desde el punto de vista médico. Extirpar y transportar órganos humanos requiere rigurosas condiciones de asepsia, así como equipo hospitalario avanzado. Los órganos no pueden congelarse ni conservarse con sustancias químicas en un laboratorio; es necesario implantarlos en un lapso extremadamente breve: entre 48 y 72 horas en el caso de un riñón; 24 horas si se trata de un hígado, y cuatro o cinco horas si es un corazón o un pulmón. Además, debe haber compatibilidad sanguínea entre donador y receptor.
Más aun, los hospitales y el personal médico que realizan trasplantes están sometidos a una vigilancia estricta. En Estados Unidos, por ejemplo, es ilegal comprar y vender órganos humanos. La Ley Nacional sobre Trasplantes de Órganos de ese país, promulgada en 1984, regula todos los aspectos del procedimiento, y, además, la Red Unida para la Donación de Órganos de esa misma nación lleva un registro tanto de los donadores y receptores como de los órganos trasplantados.
Los informes falsos comenzaron a aparecer en los diarios en 1987, cuando Leonardo Villeda Bermúdez, secretario general de un grupo conocido como Comité Hondureño de Bienestar Social, declaró a los medios de comunicación de su país que había quienes vendían niños pobres a norteamericanos. Luego de una protesta de la embajada de Estados Unidos, Villeda se retractó de inmediato y reconoció que lo que había dicho era sólo un rumor. La agencia de noticias Reuters recogió la declaración original de Villeda y la difundió por todo el mundo. Pese a que la agencia desmintió unos días más tarde la noticia que había propalado, el daño ya estaba hecho.
Para abril de 1987, los diarios de Nicaragua y Cuba, países apoyados por la ex Unión Soviética, habían publicado ya el rumor. La noticia apareció después en Pravda, así como en Izvestia, que se refirió al asunto en estos términos: "Entre el desprecio racista de Estados Unidos hacia los latinoamericanos y la libertad para exterminarlos sólo media un paso".
Muro de silencio
EN ENERO DE 1988, Maité Pinero, corresponsal en Latinoamérica del diario parisiense L'Humanité, órgano oficial del Partido Comunista Francés, escribió un reportaje cuyo encabezado decía: "Bebés raptados, asesinados y descuartizados". En otro artículo de agosto de 1988 Pinero afirmó que Estados Unidos era "el puntal del puente para el tráfico de sangre, órganos y carne humana". En un artículo titulado "Niños usados como piezas de recambio", la revista semanal católica de tendencia izquierdista Témoignage Grétien afirmó que se estaban vendiendo niños latinoamericanos a estadounidenses ricos por entre 20,000 y 50,000 dólares. Y Le Monde Diplomatique, revista mensual del prestigioso periódico francés Le Monde, deploró las "abominaciones" cometidas por "redes criminales apoyadas por cómplices de muchos gobiernos", desde Argentina hasta Estados Unidos.
Alarmada por los horrores divulgados por la prensa, la Federación Internacional de Defensa de los Derechos Humanos, con sede en París,envió investigadores a Haití y Guatemala en el verano de 1988. Al cabo de un mes de indagaciones, empero, no habían hallado pruebas del supuesto tráfico de órganos.
Rony Brauman, ex presidente de la organización internacional Médicos sin Fronteras, también realizó pesquisas a través de sus contactos en la comunidad médica. "Investigué en Honduras, El Salvador y Guatemala", declaró a Reader' Digest. "Cada vez que surgía el rumor, yo hacía preguntas concretas: ¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, pero siempre me topaba con un muro de silencio. Nunca obtuve pruebas fidedignas".
La televisión se une al rumor
EL SIGUIENTE PASO en la propagación de la mentira fue recibir confirmación oficial. En el otoño de 1988, la fracción comunista del Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, Francia, atizó el fuego con una resolución condenatoria del tráfico de menores, "vendidos por 75,000 dólares a familias estadounidenses e israelíes con niños que requieren trasplantes de órganos".
En 1991, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el documento "Principios Normativos del Trasplante de Órganos Humanos", en el cual afirmaba que "hay pruebas convincentes de la existencia del tráfico [de órganos]... Es urgente proteger a los menores de edad". La OMS no ofreció pruebas de dicho delito, y hoy en día reconoce que no sabe de un solo caso.
En 1994 el rumor llegó a la Oficina de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la cual solicitó más tarde al tailandés Vitit Muntarbhorn, profesor de derecho, elaborar un informe sobre la venta y prostitución de menores y la pornografía infantil. Muntarbhorn mencionó que "cada vez hay más pruebas de que existe un mercado para la venta de órganos de niños". Sin embargo, el informe consignaba, sin citar nombres ni fechas, un solo caso ocurrido en Nepal: el de un niño y un adolescente que fueron enviados a la India con "fines ilícitos". Myriam Tebourbi, quien colaboró con el profesor en la preparación del informe, declaró más tarde a la revista Newsweek: "Nunca tuvimos pruebas indiscutibles".
Al poco tiempo la noticia del tráfico de órganos se difundió por televisión. Dos documentales de 1993 —una producción anglocanadiense titulada The Body Parts Business ("El negocio de los órganos humanos") y otra francesa titulada Oigan Snatchers ("Ladrones de órganos")— mostraban crudas imágenes de niños latinoamericanos pobres. Ambos filmes incluían un tétrico acercamiento de las cuencas vacías de Pedro Reggi, joven argentino retrasado mental. Este afirma en esas películas que unos médicos le extirparon los ojos cuando se encontraba internado en un hospital psiquiátrico.
En realidad Reggi aún tenía ojos, pero se le habían atrofiado debido a una infección. Esta revelación, empero, no impidió a Marie-moniqu,Robín, directora de Organ Snatchers, realizar una versión corta del documental con el título de Eye Thieves ("Ladrones de ojos"). "Robín fue la propagandista perfecta", señala la especialista francesa Véronique Campion-Vincent, quien está escribiendo un libro acerca del rumor sobre el tráfico de órganos. En 1995 Eye Thieves obtuvo el Premio Albert Londres, máxima distinción periodística que se otorga en Francia. Cuando salieron a la luz los errores e inconsistencias de Robín, el premio le fue retirado, pero, por increíble que parezca, se lo volvieron a otorgar en marzo de 1996.
La directora se negó a conceder una entrevista para este artículo. Maité Pinero y Michel Raffoul, dos periodistas que escribieron virulentos reportajes sobre este embuste, declararon a Readers Digest que no tenían pruebas. Lo mismo ocurrió con Janice Raymond, profesora de ética médica y de estudios sobre la mujer de la Universidad de Massachusetts, la cual insinuó en Organ Snatchers que en ciertas clínicas privadas de Estados Unidos se estaban efectuando trasplantes ilícitos en gran escala. Cuando se le preguntó acerca de sus fuentes, Raymond dijo: "Es solamente una conjetura".
Lamentables secuelas
"ESTOS RUMORES han tenido graves consecuencias en la donación altruista de órganos", explica Christian Cabrol, cirujano francés especializado en trasplantes. "Varias personas me han revelado que no piensan donar sus órganos porque han oído decir que irán a parar a manos de los traficantes".
En Bogotá, Ana María Torres de Cadena, directora ejecutiva de la Asociación Panamericana de Bancos de Ojos, tuvo que esforzarse para no romper en llanto al recordar la drástica reducción en el número de donaciones de córneas que se produjo tras la proyección de Eye Thieves en la televisión colombiana. De 120 pares de córneas que en promedio se donaban cada mes, señaló, el número disminuyó repentinamente a sólo dos pares al mes.
El rumor también ha perjudicado los programas internacionales de adopción de menores. Todd Leventhal, veterano analista político de la Oficina de Información de Estados Unidos, señala que Brasil, Turquía, Honduras y Guatemala han suspendido sus programas de adopción para extranjeros.
Dos rostros del daño
HOY EN DÍA, dos de las personas más afectadas por la mentira del tráfico de órganos humanos viven muy cerca una de la otra.
En las cercanías de la aldea de Joy, Alaska, una linda chica de 15 años llamada Galia vive con los otros 13 hijos adoptivos de Joe y Nancy Carlson. Aun cuando apenas lleva un año y meses con la familia, Galia ya es una de las mejores estudiantes de la escuela del lugar.
Búlgara de nacimiento, la chica pasó sus primeros años en un orfanatorio de las afueras de la ciudad de Sofía. Durante años había deseado viajar a Estados Unidos, pero el temor empañaba esa ilusión.
"En el orfelinato todos hablaban de los ladrones de órganos", reveló a Reader' Digest. "Todos me decían que si viajaba a Estados Unidos, me matarían y me sacarían los órganos para dárselos a otros niños. Pero tenía tantos deseos de ir, que lo hice de todos modos. Ahora quiero regresar a Bulgaria a decirles a los otros chicos que todo era falso".
En Fairbanks, 105 kilómetros al sur de Joy, June Weinstock, hoy de 54 años, es testigo mudo de la misma mentira. A tres años del ataque que sufrió en San Cristóbal, yace en una cama de una clínica de terapia intensiva. No puede caminar sin ayuda ni hablar con claridad, y recibe sus alimentos por medio de una sonda. Los médicos no saben si algún día se restablecerá.
Con todo, Weinstock pervive, como la mentira que estuvo a punto de costarle la vida y que tanto daño ha causado a muchas otras víctimas
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