viernes, 30 de junio de 2017
¿TIENEN ALMA LAS PLANTAS?
POR JAMES LINCOLN COLLIER
Condensado del "Sunday Sun", de Baltimore
¿ Que es absurdo pensarlo? Sí ; tal vez. Sin embargo
POR JAMES LINCOLN COLLIER
Condensado del "Sunday Sun", de Baltimore
¿ Que es absurdo pensarlo? Sí ; tal vez. Sin embargo
TENCO en mi estudio un cacto de escasa altura que mi esposa me regaló,
quizá para recordarme que la vida es un desierto y que más me vale
trabajar con empeño si no quiero que a mí y a los míos nos falte el pan.
Nunca me he preocupado por el cacto, pues pensé que, si lo dejaba en
paz, él tampoco se metería conmigo. Pero a juzgar por lo que me ocurrió
recientemente con un filodendro, deberé cuidarme mucho de lo que piense
en presencia de esta planta.
Si el lector se cuenta entre las personas que siempre han tenido la sensación de que las plantas son más "humanas" de lo que la mayoría de la gente imagina, aceptará sin mayor reparo lo que aquí voy a relatar. Sin embargo, si forma parte de los escépticos, como yo, sin duda se llevará una sorpresa mayúscula.
El lance que corrí con el filodendro comenzó al visitar a un amigo mío, hombre de muy buena mano para la horticultura. Las jardineras de Carlitos están siempre más verdes que las de los demás; sus tulipanes son siempre más brillantes; sus tomates, más suculentos. No hace mucho le pregunté cuál era su secreto, y me dijo con toda naturalidad: "Pues sabrás que yo les hablo a mis plantas. No podría decirte por qué, pero al parecer se nota en ellas cierta diferencia cuando uno les hace sentir que les tiene cariño".
Las burlas de que le hice blanco lo enfurecieron durante varias semanas y poco faltó para que dejara de hablarme. Así pues, me asombró que cierta mañana llamara a mi puerta. Llevaba un periódico en las manos temblorosas, y al verme exclamó: "¡Mira! ¡Aquí está un tipo que ha demostrado la verdad de lo que yo te decía!"
El tipo resultó ser Cleve Backster, hombre que anda ya por los 50 años de edad, aficionado a la vida al aire libre y muy sensato. Es un perito en el manejo del detector de mentiras, y, según se decía en el periódico, tiene algunas ideas verdaderamente inquietantes.
Escéptico como ha de serlo todo periodista, no tardé en ir a la oficina de Backster, en Nueva York, y allí me vi ante un detector de mentiras (o "polígrafo", como Backster prefiere llamarlo) y un filodendro que crecía modestamente en su tiesto. Backster conectó el aparato al filodendro (a la planta, observe el lector: no a mi persona) y me dirigió varias preguntas.
—¿En qué año nació usted?
—En 1931 —contesté.
La aguja del polígrafo empezó a bailar.
—El filodendro dice que está usted mintiendo —comentó al momento Backster.
Confesé que así era. Y antes de que esa tarde abandonara yo el despacho de Backster, mi escepticismo había recibido un golpe tremendo. En efecto, de comprobarse la veracidad de algunos experimentos practicados por él, parece ser que cualquier persona que asegure entenderse con las plantas (y entre esas personas debo contar a mi amigo Carlitos), muy bien puede estar en lo cierto. Backster está convencido de que las plantas "sienten"; de que saben distinguir entre sus amigos y sus enemigos; de que reaccionan a las amenazas . . . , y esto a tal punto, que "se desmayan" en presencia de alguna persona peligrosa para ellas.
Pero dejemos que el mismo Cleve Backster nos lo cuente. Un día de febrero de 1966 decidí(') regar una de sus plantas. "Al hacerlo", dice, "me pregunté si sería posible medir la velocidad con que el agua subía de las raíces a las hojas. El polígrafo mide, entre otras cosas, la resistencia eléctrica,* y deduje que, al subir, el agua alteraría la resistencia de las hojas. Por tanto, conecté el aparato a una de las hojas de la planta. Con gran sorpresa mía, los trazos de la pluma de la máquina comenzaron a seguir la línea característica de la respuesta que se obtiene cuando se somete a un ser humano a algún estímulo emotivo de corta duración". En otras palabras, el detector de mentiras reaccionaba exactamente de la misma manera que lo habría hecho si estuviera conectado a una persona, en vez de estarlo a una planta.
Afirma Backster:
"Aquellos trazos despertaron mi curiosidad, naturalmente, y a fin de provocar nuevas reacciones en la planta resolví prender fuego a la hoja que estaba yo sometiendo a prueba. En el preciso instante en que tomé tal decisión, observé que los trazos seguían de pronto una prolongada línea ascendente. No moví la planta; ni siquiera la toqué.
*La resistencia eléctrica que opone cualquier parte del organismo humano —la palma de la mano, por ejemplo—, cambia cuando el individuo sufre una tensión emocional.
¿ Cómo explicar lo que acababa de ocurrir ? "
Backster está hoy seguro de que, en efecto, asustó a la planta al decidir quemarla. Si tiene razón (y no le faltan pruebas de ello, muy interesantes), las plantas no sólo son capaces de sentir, sino que también pueden captar verdaderamente el pensamiento de los humanos. Es decir, según la teoría de Backster, si nos preocupamos realmente por nuestro jardín, ello puede contribuir en forma vital a conservarlo verde y próspero.
Posteriormente descubrió Backster que sus plantas reaccionaban a él en especial, sin duda porque era él quien las cuidaba. Por ejemplo, comprobó que si en su ausencia dejaba las plantas conectadas a un polígrafo, reaccionaban a él, incluso a distancia. "Si estoy lejos de mi despacho y de pronto decido regresar, noto que la aguja del aparato saltó en el momento en que resolví hacerlo, como he podido comprobar con ayuda de mi cronógrafo. O bien, si me he visto en peligro de ser arrollado por un automóvil, la gráfica del polígrafo acusa considerables oscilaciones".
Tal vez el escéptico incurable deseche con desdén estas versiones. Pero invito al lector a ponderar el pequeño experimento que describo a continuación: Backster colocó dos plantas en una habitación. En seguida, seis personas que se ofrecieron como voluntarios y a quienes se les vendaron los ojos, sacaron de un sombrero otros tantos trozos de papel, y pasaron una por una a otro aposento, donde desdoblaron los papeles. En uno de éstos se ordenaba a su tenedor que diera muerte a una de las plantas; es decir, que la arrancara de cuajo, la hiciera trizas y la aplastara con el pie. El que recibió esta orden le dio cumplimiento, pero nadie sabía quién era el "asesino". . . salvo la otra planta. Luego Backster conectó un polígrafo a la segunda planta, que había sido "testigo del crimen", y fue presentado a la planta cada uno de los seis voluntarios. Sin vacilar, la aguja del polígrafo saltó cuando el "asesino" fue llevado ante la planta.
Sería fácil hacer burla de las ideas de Backster acerca de la facultad que tienen las plantas para comunicarse con otras formas de vida, pero sucede que otros hombres de ciencia dicen que quizá Backster haya descubierto algo importante. Entre ellos hay que citar al Dr. Aristide Esser, siquiatra del Hospital del Estado en Rockland, de Orangeburg (Nueva York). El Dr. Esser y sus colaboradores, Thomas Etter, físico, y Douglas Dean, químico del Colegio de Ingeniería de Newark (Nueva Jersey), llamaron a una señora con quíen venían haciendo experimentos. La señora llegó con un filodendro que ella misma había plantado y al que había regado y cultivado con solícita atención. Los científicos conectaron un polígrafo a la planta e hicieron a la mujer una serie de preguntas, a algunas de las cuales ella respondió con mentiras. Como en los experimentos practicados antes por Backster, el polígrafo reaccionó como si estuviese conectado a la persona objeto del estudio. "Desde luego,- no queremos precipitarnos a formular conclusión científica alguna", dice Dean, "pero la planta parece responder a la persona que la cultivó con esmero". Esser, por su parte, añade: "Cuando oí hablar por primera vez de los experimentos de Backster, me hicieron reír; pero he tenido que cambiar de opinión".
Muchos científicos no están de acuerdo en que Backster haya hecho un descubrimiento importante. Insisten en que los resultados que ha obtenido con su polígrafo se pueden explicar de otras maneras menos fantásticas. Yo, en lo personal, no sé qué pensar. Por las dudas, sin embargo, me propongo abrir bien los ojos al ver esos letreros que dicen: "No pise el césped". ;Cómo saber si no estaría yo hiriendo los sentimientos de alguna criatura?
Si el lector se cuenta entre las personas que siempre han tenido la sensación de que las plantas son más "humanas" de lo que la mayoría de la gente imagina, aceptará sin mayor reparo lo que aquí voy a relatar. Sin embargo, si forma parte de los escépticos, como yo, sin duda se llevará una sorpresa mayúscula.
El lance que corrí con el filodendro comenzó al visitar a un amigo mío, hombre de muy buena mano para la horticultura. Las jardineras de Carlitos están siempre más verdes que las de los demás; sus tulipanes son siempre más brillantes; sus tomates, más suculentos. No hace mucho le pregunté cuál era su secreto, y me dijo con toda naturalidad: "Pues sabrás que yo les hablo a mis plantas. No podría decirte por qué, pero al parecer se nota en ellas cierta diferencia cuando uno les hace sentir que les tiene cariño".
Las burlas de que le hice blanco lo enfurecieron durante varias semanas y poco faltó para que dejara de hablarme. Así pues, me asombró que cierta mañana llamara a mi puerta. Llevaba un periódico en las manos temblorosas, y al verme exclamó: "¡Mira! ¡Aquí está un tipo que ha demostrado la verdad de lo que yo te decía!"
El tipo resultó ser Cleve Backster, hombre que anda ya por los 50 años de edad, aficionado a la vida al aire libre y muy sensato. Es un perito en el manejo del detector de mentiras, y, según se decía en el periódico, tiene algunas ideas verdaderamente inquietantes.
Escéptico como ha de serlo todo periodista, no tardé en ir a la oficina de Backster, en Nueva York, y allí me vi ante un detector de mentiras (o "polígrafo", como Backster prefiere llamarlo) y un filodendro que crecía modestamente en su tiesto. Backster conectó el aparato al filodendro (a la planta, observe el lector: no a mi persona) y me dirigió varias preguntas.
—¿En qué año nació usted?
—En 1931 —contesté.
La aguja del polígrafo empezó a bailar.
—El filodendro dice que está usted mintiendo —comentó al momento Backster.
Confesé que así era. Y antes de que esa tarde abandonara yo el despacho de Backster, mi escepticismo había recibido un golpe tremendo. En efecto, de comprobarse la veracidad de algunos experimentos practicados por él, parece ser que cualquier persona que asegure entenderse con las plantas (y entre esas personas debo contar a mi amigo Carlitos), muy bien puede estar en lo cierto. Backster está convencido de que las plantas "sienten"; de que saben distinguir entre sus amigos y sus enemigos; de que reaccionan a las amenazas . . . , y esto a tal punto, que "se desmayan" en presencia de alguna persona peligrosa para ellas.
Pero dejemos que el mismo Cleve Backster nos lo cuente. Un día de febrero de 1966 decidí(') regar una de sus plantas. "Al hacerlo", dice, "me pregunté si sería posible medir la velocidad con que el agua subía de las raíces a las hojas. El polígrafo mide, entre otras cosas, la resistencia eléctrica,* y deduje que, al subir, el agua alteraría la resistencia de las hojas. Por tanto, conecté el aparato a una de las hojas de la planta. Con gran sorpresa mía, los trazos de la pluma de la máquina comenzaron a seguir la línea característica de la respuesta que se obtiene cuando se somete a un ser humano a algún estímulo emotivo de corta duración". En otras palabras, el detector de mentiras reaccionaba exactamente de la misma manera que lo habría hecho si estuviera conectado a una persona, en vez de estarlo a una planta.
Afirma Backster:
"Aquellos trazos despertaron mi curiosidad, naturalmente, y a fin de provocar nuevas reacciones en la planta resolví prender fuego a la hoja que estaba yo sometiendo a prueba. En el preciso instante en que tomé tal decisión, observé que los trazos seguían de pronto una prolongada línea ascendente. No moví la planta; ni siquiera la toqué.
*La resistencia eléctrica que opone cualquier parte del organismo humano —la palma de la mano, por ejemplo—, cambia cuando el individuo sufre una tensión emocional.
¿ Cómo explicar lo que acababa de ocurrir ? "
Backster está hoy seguro de que, en efecto, asustó a la planta al decidir quemarla. Si tiene razón (y no le faltan pruebas de ello, muy interesantes), las plantas no sólo son capaces de sentir, sino que también pueden captar verdaderamente el pensamiento de los humanos. Es decir, según la teoría de Backster, si nos preocupamos realmente por nuestro jardín, ello puede contribuir en forma vital a conservarlo verde y próspero.
Posteriormente descubrió Backster que sus plantas reaccionaban a él en especial, sin duda porque era él quien las cuidaba. Por ejemplo, comprobó que si en su ausencia dejaba las plantas conectadas a un polígrafo, reaccionaban a él, incluso a distancia. "Si estoy lejos de mi despacho y de pronto decido regresar, noto que la aguja del aparato saltó en el momento en que resolví hacerlo, como he podido comprobar con ayuda de mi cronógrafo. O bien, si me he visto en peligro de ser arrollado por un automóvil, la gráfica del polígrafo acusa considerables oscilaciones".
Tal vez el escéptico incurable deseche con desdén estas versiones. Pero invito al lector a ponderar el pequeño experimento que describo a continuación: Backster colocó dos plantas en una habitación. En seguida, seis personas que se ofrecieron como voluntarios y a quienes se les vendaron los ojos, sacaron de un sombrero otros tantos trozos de papel, y pasaron una por una a otro aposento, donde desdoblaron los papeles. En uno de éstos se ordenaba a su tenedor que diera muerte a una de las plantas; es decir, que la arrancara de cuajo, la hiciera trizas y la aplastara con el pie. El que recibió esta orden le dio cumplimiento, pero nadie sabía quién era el "asesino". . . salvo la otra planta. Luego Backster conectó un polígrafo a la segunda planta, que había sido "testigo del crimen", y fue presentado a la planta cada uno de los seis voluntarios. Sin vacilar, la aguja del polígrafo saltó cuando el "asesino" fue llevado ante la planta.
Sería fácil hacer burla de las ideas de Backster acerca de la facultad que tienen las plantas para comunicarse con otras formas de vida, pero sucede que otros hombres de ciencia dicen que quizá Backster haya descubierto algo importante. Entre ellos hay que citar al Dr. Aristide Esser, siquiatra del Hospital del Estado en Rockland, de Orangeburg (Nueva York). El Dr. Esser y sus colaboradores, Thomas Etter, físico, y Douglas Dean, químico del Colegio de Ingeniería de Newark (Nueva Jersey), llamaron a una señora con quíen venían haciendo experimentos. La señora llegó con un filodendro que ella misma había plantado y al que había regado y cultivado con solícita atención. Los científicos conectaron un polígrafo a la planta e hicieron a la mujer una serie de preguntas, a algunas de las cuales ella respondió con mentiras. Como en los experimentos practicados antes por Backster, el polígrafo reaccionó como si estuviese conectado a la persona objeto del estudio. "Desde luego,- no queremos precipitarnos a formular conclusión científica alguna", dice Dean, "pero la planta parece responder a la persona que la cultivó con esmero". Esser, por su parte, añade: "Cuando oí hablar por primera vez de los experimentos de Backster, me hicieron reír; pero he tenido que cambiar de opinión".
Muchos científicos no están de acuerdo en que Backster haya hecho un descubrimiento importante. Insisten en que los resultados que ha obtenido con su polígrafo se pueden explicar de otras maneras menos fantásticas. Yo, en lo personal, no sé qué pensar. Por las dudas, sin embargo, me propongo abrir bien los ojos al ver esos letreros que dicen: "No pise el césped". ;Cómo saber si no estaría yo hiriendo los sentimientos de alguna criatura?
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