domingo, 29 de octubre de 2017

LA PREFERIDA- Por Federico Mistral

LA PREFERIDA
Federico Mistral
LIBRO QUINTO DE LECTURA
EL NUEVO SEMBRADOR
MADRID , ESPAÑA
Una  vieja leyenda provenzal __que tuvo la fortuna de ser recogida por la gloriosa pluma de Federico Mistral, el poeta de aquella región de la dulce tierra de Francia__Cuenta que un día un joven pastor dijo a la anciana madre de su madre, mujer llena de sabiduría y de  bondad:
-Abuela, querida abuela, estoy ya en edad y condición de casarme; dígame qué clase de muchacha debo buscar para hacerla mi esposa.
-Según eso no amas a ninguna.
-No tengo predilección cierta, abuela, pero, si he de decir la verdad entera, confieso que, en nuestro pueblo, hay tres a quienes por igual estimo y distingo.
La abuela meditó brevemente, y luego dijo:
-Véndate un brazo, muchacho, y pasa esta noche por las casas de estas tres niñas que te interesan. Diles que te has lastimado el brazo, y que te he recetado, para curar pronto, emplastos hechos con los restos de masa que suelen quedar en la batea después de amasar el pan. Y ven a verme mañana, que yo sabré entonces decirte cuál es la novia que te conviene, mi nieto.
Al día siguiente, la anciana sonreía oyendo, con la vista baja, el relato que, de las visitas hechas por él a las casas de sus jóvenes amigas, le hacía el obediente muchacho.
-Sí, señora –decíale el nieto-, anoche acudí a casa de Blanca. Estaban de fiesta. Amigos y amigas bailaban y cantaban, Blanca escuchó mi petición, y me despachó con esta respuesta:
“En casa no amasamos, nos evitamos trabajos y preocupaciones comprándole al panadero”.
Fui en seguida, en busca de Magdalena, quien, muy satisfecha de poder servirme, exclamó:
“¿Restos de masa? Corre a pedírselos a mi madre, que es quien amasa aquí” y, sin hacerme mayor caso, volvió a enfrascarse en la lectura de un libro que había dejado por un minuto en su falda. Le di las gracias, pero, en vez de recurrir a la laboriosa madre de Magdalena, me encaminé hacia la casa de mi amiguita Isabel. La pobrecilla me escuchó muy afligida, pues no sabía cómo arreglárselas para ayudarme, y, casi a punto de llorar, murmuró: “¡Pues sí que sí que es lástima, amigo mío! Casualmente hoy mismo he amasado, pero en seguida, según me ha enseñado mi madre, dejé la batea limpia como un espejo. ¡Si lo hubiera sabido!...”
La abuela sonrió, y dijo:
-Ya puedo darte el consejo que de mí esperas, mi nieto.
Cásate con la que tiene la batea limpia como un espejo. Será buena esposa.

 
 



 

domingo, 22 de octubre de 2017

LA MADRE, LA MEJOR OBRA DE DIOS-Por ERMA BOMBECK

 LA MADRE, LA MEJOR OBRA DE DIOS
Por ERMA BOMBECK
Selecciones del Reader´s Digest
Mayo de 1979
 DIOS QUE estaba ocupado en crear „a las madres, llevaba ya seis días trabajando horas extraordinarias cuando un ángel se le presentó y le dijo:
—Te afanas demasiado, Señor. Y el Señor repuso:
—¿Acaso no has leído las especificaciones que debe llenar el pedido? Esta criatura tiene que ser lavable de pies a cabeza, pero sin ser de plástico; llevar 180 piezas movibles, todas remplazables, funcionar a base de café negro y de las sobras de la comida, poseer un regazo que desaparezca cuando se ponga de pie, un beso capaz de curar todo, desde una pierna rota hasta un amor frustrado, y seis pares de manos ...
Y el ángel, confundido, observó: —¿Seis pares de manos? Eso no es posible.
—No son las manos el problema —agregó el Señor—, sino los tres pares de ojos.
—¿Y eso es para el modelo normal? —inquirió el ángel.
El Creador asintió.
Uno 'para ver a través de la puerta siempre que pregunte: "¡Niños! ¿Qué andan haciendo ahí dentro?" aunque ya lo sepa muy bien. Otro detrás de la cabeza para-ver lo que más le valiera ignorar pero que precisa saber. Y, desde luego, los de adelante, para M'irar' a un niño en apuros y, decirle, sin pronunciar siquiera una palabra: "Ya entiendo, hijo, y te quiera mucho".
El ángel le tiró de la manga y advirtió mansamente:
—Vale más que te vayas a la cama, Señor. Mañana será otro día...
—No puedo. Y, además, me falta poco. Ya hice una que se cura por sí sola cuando enferma, que, es capaz de alimentar a una familia, de seis personas con sólo medio kilo de carne molida y, de persuadir a un chiquillo de nueve años para que se esté quieto hijo la ducha.
Lentamente el ángel dio la vuelta en torno de uno de los modelos maternales.
Me parece demasiado delicada —comentó con un suspiro.
¡Pero es muy resistente! —aseguró Dios, emocionado— No tienes idea de lo que es capaz de hacer y de sobrellevar.
—¿Podrá pensar?
—Claro. Y razonar y transigir.
Por último, el ángel se inclinó y pasó un dedo por la mejilla del modelo.
—¡Tiene una fuga!
—No es fuga. Es una lágrima. —¿Y para qué sirve?
—Para expresar gozo, aflicción, desengaño, pesadumbre, soledad y orgullo.
—Eres un genio, Señor.
Y DÍOS,  con un perfil de tristeza, observó:
—Yo no se la puse.

 

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