lunes, 30 de octubre de 2023

LA TRAMPA 26-27

LA BÚSQUEDA FINAL

Rick Joyner

1997

Sin embargo, cualquiera que no fuese parte de ninguno de estos dos ejércitos, los no cristianos, veían su gloria y comenzaban a acercarse a la montaña para obtener una mejor percepción. Los que se

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LAS HUESTES DEL INFIERNO ESTÁN MARCHANDO

acercaban a verlos también comenzaron a entender de qué trataba realmente la batalla. Esto fue de gran motivación.

El regocijo de la victoria continuó creciendo en todos nosotros.

Sentía que el estar en este ejército, en esta batalla, tenía que ser una de las aventuras más grande de todos los tiempos.

Después de haber destruido a la mayoría de buitres que habían estado atacando nuestra montaña, comenzamos a quitar los buitres que aún cubrían a los prisioneros. A medida que la nube de oscuridad comenzaba a disiparse y el sol brillaba encima de ellos, comenzaron a despertarse como si hubiesen estado en un sueño profundo; inmediatamente sintieron repulsión por su condición, especialmente por el vómito que todavía los cubría, y comenzaron a limpiarse a sí mismos.

A medida que contemplaban la Fe, la Esperanza y el Amor, también vieron la montaña y corrieron hacia ella.

La hueste maligna enviaba flechas de Acusación y Calumnia a sus espaldas, pero no se detuvieron.

En el momento en que llegaron a la montaña, muchos tenían una docena o más de flechas penetradas en ellos, sin embargo parecía que no se daban cuenta.

A medida que comenzaron a escalar la montaña, sus heridas comenzaron a sanar. Con la nube de depresión disipada todo parecía más fácil

LA TRAMPA

Los que habían sido prisioneros tenían gran gozo en su salvación.

Parecían estar sobrecogidos con aprecio por cada nivel a medida que comenzaron a escalar la montaña, lo cual nos dio un mayor aprecio de aquellas verdades.

Pronto la determinación firme de luchar contra el enemigo también surgió en los que habían sido prisioneros.

Se pusieron la armadura provista y rogaban que se les permitiera regresar para atacar al enemigo, quien los había tenido cautivos y había abusado de ellos por tanto tiempo. Pensamos acerca de esto, pero después decidimos que todos debíamos estar en la montaña para luchar. Nuevamente la voz del Señor habló diciendo:

«Por segunda vez has optado por la sabiduría. No se puede vencer si se procura luchar contra el enemigo en su propio terreno; deben permanecer en mi Monte Santo.»

Estaba aterrado de que hubiéramos tomado otra decisión importante, simplemente pensando y discutiendo brevemente. Luego

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LA BÚSQUEDA FINAL

resolví dar lo mejor de mí para no tomar otra decisión, con ninguna consecuencia sin la oración. La Sabiduría se acercó a mí rápidamente, tomó mis hombros firmemente y me miró a los ojos, diciendo: «¡Esto debes hacer!»


 

sábado, 28 de octubre de 2023

SE INICIA LA BATALLA 18-19

 LA BÚSQUEDA FINAL

Rick Joyner

1997

  Supe entonces que había hecho esto prematuramente y que había sido un error muy tonto.

SE INICIA LA BATALLA

Me di vuelta y vi el ejército del Señor de pie, detrás de mí. Había miles de soldados, sin embargo eran grandemente excedidos en número por el enemigo. Estaba conmovido y desalentado, ya que parecía que en realidad los cristianos utilizados por el malvado eran muchos más que los que había en el ejército del Señor. También sabía que la batalla que se iba a iniciar, se percibiría como La Gran Guerra Civil de los Cristianos, porque muy pocos comprenderían los poderes que estaban detrás del inminente conflicto.

A medida que observaba de cerca al ejército del Señor, la situación parecía más desalentadora. Solo un número pequeño estaba completamente vestido con su armadura. Muchos solo tenían puesta una o dos piezas de la armadura; algunos no tenían nada. Una gran cantidad ya estaba herida. La mayoría de los que tenían su armadura completa portaban un escudo muy pequeño, el cual sabía que no les protegería del ataque violento que vendría. Para mi sorpresa, la gran mayoría de estos soldados eran mujeres y niños. Muy pocos de los que estaban completamente armados se hallaban entrenados adecuadamente para usar sus armas.

 Detrás de este ejército había una multitud que los seguía, similar a los prisioneros, quienes seguían a las huestes malvadas. Pero estos eran muy distintos en naturaleza. Parecían extremadamente felices, como si estuviesen intoxicados. Estaban jugando, cantando, celebrando y deambulando de un pequeño campamento al otro. Estos me recordaron al festival de Woodstock.

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LA BÚSQUEDA FINAL

Corrí hacia el ejército del Señor para escapar del ataque violento que sabía vendría contra mí desde las huestes malvadas. Desde cualquier ángulo parecía que estábamos a punto de ser masacrados con una masacre unilateralmente. Estaba particularmente preocupado por este gentío que seguía al ejército, así que intenté levantar mi voz por encima del clamor para advertirles que la batalla iba a comenzar. Solo unos pocos podían oírme. Aquellos que respondieron me hicieron la señal de la paz con sus manos, y dijeron que no creían en la guerra, que el Señor no permitiría que nada malo les sucediera. Procuré explicarles que el Señor nos había dado armadura porque la necesitábamos para lo que iba a suceder, pero simplemente respondieron que habían venido a un lugar de paz y de gozo, donde nada podría sucederles. Comencé a orar sinceramente para que el Señor incrementara el número de escudos de aquellos con armadura, para ayudar a proteger a los que no estaban listos para la batalla.

Luego un mensajero vino a mí, me dio una trompeta y me pidióque la tocara rápidamente. Lo hice y aquellos que al menos tenían parte de su armadura puesta inmediatamente respondieron, prestando firme atención. Les trajeron más armadura y se la pusieron rápidamente. Me di cuenta que los heridos no se pusieron la armadura sobre sus heridas, pero antes que pudiera decir algo acerca de esto, las flechas del enemigo comenzaron a llover hacia nosotros. Toda persona que no tenía la armadura completa fue herida. Los que no habían cubierto sus heridas recibieron nuevas cortaduras en ellas.

viernes, 27 de octubre de 2023

LAS HORDAS DEL INFIERNO ESTÁN MARCHANDO -18-19

 LA BÚSQUEDA FINAL

Rick Joyner

1997

 Cuando uno de los prisioneros comenzó a hacer esto, un demonio que estaba esperando por un recorrido se montó sobre él y lo condujo hasta una de las divisiones delanteras.

 Peor que el vómito de los buitres era una sustancia mucosa repugnante que los demonios orinaban y defecaban encima de los cristianos sobre los cuales montaban. Esta sustancia mucosa era Orgullo, Ambición Propia, etc., naturaleza que caracterizaba la división. Sin embargo, la sustancia mucosa hacía que los cristianos se sintieran mucho mejor que la condenación que ya sentían, de manera que fácilmente creían que los demonios eran mensajeros de Dios y estaban convencidos que esta sustancia mucosa era la unción del Espíritu Santo.

 Me había sentido tan asqueado por el ejército malvado que quería morir.

  Luego la voz del Señor vino a mí diciendo: «Este es el comienzo del último ejército del enemigo. Este es el engaño final de Satanás. Su último poder de destrucción se desencadena cuando utiliza a los cristianos para atacarse unos a otros. A lo largo de la historia él ha empleado este ejército, pero nunca ha podido utilizar a tantos para sus propósitos malvados como lo está haciendo ahora.

 No temas; yo también tengo un ejército. Debes ponerte de pie y luchar, porque no hay ningún lugar para esconderse de esta guerra.

Debes luchar por mi reino, por la verdad y por aquellos que han sido engañados.»

 La palabra del Señor fue tan motivadora que inmediatamente comencé a gritar llamando la atención de los prisioneros cristianos, diciéndoles que estaban siendo engañados, creyendo que me iban a escuchar.

 Cuando lo hice pareció que todo el ejército se volteó a mirarme, y el temor y la depresión que estaba sobre ellos comenzó a venir en contra mía.

  Continué gritando porque pensé que los cristianos se despertarían y se darían cuenta de lo que les estaba sucediendo, pero por el contrario, muchos de ellos comenzaron a buscar sus flechas para dispararme. Los otros simplemente se detuvieron como si no supiesen qué hacer o pensar de mí.

LAS HORDAS DEL INFIERNO ESTÁN MARCHANDO 17-18

LA BÚSQUEDA FINAL

Rick Joyner

1997

 LAS HORDAS DEL INFIERNO ESTÁN MARCHANDO

Los prisioneros

Siguiendo tras las primeras divisiones estaba una multitud de cristianos, quienes eran prisioneros del ejército. Todos ellos estaban heridos y eran vigilados por pequeños demonios del temor. Parecía que había más prisioneros que demonios en el ejército. Sorprendentemente, estos prisioneros tenían sus lanzas y sus escudos, pero no los usaban. Era impresionante ver que muchos eran mantenidos cautivos por unos pocos y pequeños demonios de temor muy pequeños

y escasos. Si los cristianos solo hubieran usado sus armas, fácilmente hubiesen podido librarse y, probablemente, hacerle daño a la hueste entera del mal. Por el contrario, marchaban sumisos.

 Encima de los prisioneros, el cielo estaba negro de buitres, llamados Depresión. Ocasionalmente estos aterrizaban sobre los hombros del prisionero y vomitaban sobre él. El vómito era Condenación.

Cuando el vómito caía sobre un prisionero este se ponía de pie y marchaba un poco más recto por un tiempo; luego se doblaba con mayor debilidad que antes. Nuevamente, me preguntaba por qué los prisioneros no mataban a estos buitres con sus lanzas, lo cual hubieran podido hacer fácilmente.

 Ocasionalmente, los prisioneros más débiles tropezaban y caían. Tan pronto golpeaban el piso, los otros prisioneros comenzaban a enterrarles sus espadas y al mismo tiempo los despreciaban.

Los buitres venían y comenzaban a devorar a aquellos que habían caído, incluso antes que estuviesen muertos. Los demás prisioneros cristianos se paraban a su lado mirando esto con aprobación y punzando ocasionalmente con sus espadas a los caídos.

 A medida que observaba me di cuenta que estos prisioneros pensaban que el vómito de la condenación era verdad de Dios. ¡Luego comprendí que los prisioneros realmente creían que estaban

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LA BÚSQUEDA FINAL

marchando en el ejército de Dios! Este es el motivo por el cual no mataban a los pequeños demonios de temor, ni a los buitres; ¡pensaban que estos eran mensajeros de Dios! La oscuridad de la nube ocasionada por los buitres tornaba difícil que los prisioneros vieran que estaban aceptando ingenuamente todo lo que les sucedía, como si viniese del Señor. Creían que aquellos que se tropezaban estaban bajo el juicio de Dios, motivo por el cual los atacaban así. ¡Creían estar ayudando a Dios!

El único alimento provisto para estos prisioneros era el vómito de los buitres. Aquellos que se rehusaban a comerlo simplemente se debilitaban hasta caer. Los que lo comían eran fortalecidos durante un tiempo, con la fortaleza del maligno. Luego se debilitaban, a menos que tomaran de las aguas de Amargura que continuamente se les ofrecía.

 Después de tomar de las aguas amargas comenzaban a vomitar sobre otros.

 

EL TESORO DE LOS INCAS 50-52

 EL TESORO DE LOS INCAS

EMILIO SALGARI

ITALIA

50-52

—¿Pero de dónde sale toda esta agua? —preguntó Burthon.

—¿Quién va a saberlo? Probablemente de los grandes depósitos que se esconden bajo la corteza terrestre y que forman las corrientes de los ríos.

—¡Silencio! —exclamó en aquel instante O’Connor—. Se oye un rumor especial.

El ingeniero aplicó el oído, inclinándose sobre la superficie del agua. A lo lejos oíase un sordo fragor producido, al parecer, por caída de aguas.

—¿Habrá aquí una catarata? —Preguntó Burthon.

—No sería imposible —respondió el ingeniero.

—¿Y si no pudiésemos salvarla?

—Si pasaron los incas, pasaremos también nosotros.

La corriente, que poco antes apenas era perceptible, tornábase rapidísima conforme iban avanzando, y el fragor hacíase realmente formidable. Los cuatro exploradores, no sabiendo con certeza la causa de todo ello, sentían cada vez mayor inquietud. Aquel peligro desconocido, quizá insuperable para su barco, tal vez terrible, aterraba al mismo ingeniero.

Pronto aparecieron a diez o doce metros de proa innumerables escollos, espesos, negros, agudos y altísimos. Estaban situados de modo que casi detenían la corriente, la cual se estrellaba contra ellos crujiente y espumosa.

—Despacio, Morgan —dijo el ingeniero—. Si chocamos se hará trizas el Huascar.

El maquinista se apresuró a disminuir la velocidad del vapor, el cual,

guiado por la mano de hierro de O’Connor, avanzó con prudencia buscando un paso. Después de haber recorrido unos doscientos metros ante aquella formidable barrera, detrás de la cual divisábanse otras no menos formidables, el bote penetró en un angosto y tortuoso canal por

donde el agua se precipitaba con furia irresistible. Tres veces rozó el Huascar con metálico estridor aquellos peligrosos escollos, pero al fin pasó sin percance alguno.

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Detrás de aquellas barreras la corriente era rapidísima e irresistible y producía tal fragor que el ingeniero viose obligado a gritar para dar sus órdenes.

—¿Pero dónde estamos? —preguntó O’Connor, que gobernaba con gran trabajo el timón.

—Sin duda cerca de una catarata —respondió el ingeniero, que se hallaba en pie a proa con una palanca en la mano—. ¿No la oyes mugir?

—¿La salvaremos?

—Si es posible, sí. Burthon, prepara una tea de bengala.

El mestizo fijó en medio del barco un asita de hierro, a cuya punta ató fuertemente la tea.

Al poco rato una lluvia sutil cayó sobre el bote; el ingeniero, a la luz de las lámparas, vio a proa una inmensa columna de vapor que parecía salir de un abismo.

—¡La catarata! —gritó—. ¡Dad contra máquina!

Mientras la hélice giraba en sentido inverso, Burthon prendió fuego a la tea de bengala; inmediatamente en los labios de los cuatro hombres vibró un grito a un tiempo de admiración y de terror.

A sólo quince pasos de la proa del bote las aguas del lago, teñidas de rojo por la viva luz de la bengala, se desplomaban por una rápida pendiente con incontrastable ímpetu; empinándose, hirviendo, bramando con intensidad espantosa; del fondo surgía una inmensa nube de vapor, teñida también de rojo, estrellándose contra las rocas y cayendo convertida en menudísima lluvia.

A derecha e izquierda o pendientes de la bóveda veíanse rocas colosales roídas, destrozadas, transparentes como alabastro las unas, negras como el carbón las otras, o relucientes como si estuviesen tachonadas de piedras preciosas o veteadas de oro. Ni el ingeniero ni Burthon, ni O’Connor ni Morgan habían visto jamás un espectáculo como aquél.

SE ROMPIERON LAS CADENAS 11-12

 SE ROMPIERON LAS CADENAS

libro autobiográfico del ex-sacerdote

Herman J. Hegger

Yo también conseguí ayudar a misa. No fue cosa fácil, porque el herrero se hacía rogar. Lo conseguí un día que lo sorprendí en la puerta de la Iglesia; dirigí a él mis ojos con mirada tan suplicante, que por fin cedió.

Ayudar a misa era una tarea que los demás envidiaban. Se aprendía bellas frases latinas; se podía tocar la campanilla casi a voluntad y se podían poner a prueba las fuerzas propias en el traslado del misal. Especialmente los días festivos, esto resultaba un magno acontecimiento. Entonces vestíamos sotanas bellas y fajines de seda roja. Durante la Semana Santa, después del Gloria del jueves, recorríamos las calles con una carraca para anunciar el ángelus, porque a partir de aquel momento las campanas no podían sonar más. Todas ellas, en efecto, se habían ido a Roma, si era verdad lo que se nos decía.

Sufrí mucho en aquella capilla. Tenía un viejo altar de estilo barroco presidido por un cuadro de Cristo crucificado, desnudo hasta la cintura. Yo creía que era una irreverencia contemplar el ombligo del Señor y apartaba avergonzado mis ojos del cuadro. Pero era tan grande y estaba tan céntricamente situado que siempre mis ojos tropezaban con él. Fue un gran combate el que hube de librar. No es que la imagen produjera en mí la menor idea sexual; pero el temor de mirar a Jesús con miradas poco castas me llenaba de espanto y de turbación. Llegué incluso a sentir repugnancia física en la boca y hasta en el estómago. Nunca revelé a nadie esta angustia. Como una muda bestezuela aguanté diariamente estas ansiedades y estos tormentos. ¿Pasaron otros por esta misma experiencia? Lo ignoro.

Yo era de un talante muy religioso. Recuerdo que un día, el más pequeño de mis hermanos se mofó del Nombre de Jesús. Estaba tendido sobre la cama, porque aun no iba a la escuela. Juzgué espantoso su atrevimiento. ¿Cómo osaba hablar así? Le hice vivos reproches pero él continuó la burla, irreverente, sin inquietarse por mis palabras. En otra ocasión en que me hallaba jugando con un mozalbete de mi misma edad, al ver que tenía todas las de perder, lancé defectuosamente la bola. Irritado pronuncié un juramento. Inmediatamente, me encogí aterrado. Mi compañero observó mi abatimiento, y aunque él tenía la costumbre de jurar hasta blasfemar pareció adivinar que una simple palabrota era para mí mucho más terrible que para él una grosera blasfemia. Se me acercó y mirándome me dijo: <¡Tú no puedes jurar!> A pesar de sus frecuentes blasfemias no pude replicarle. Creí que Dios me habló por su boca y comprendí que era grosero, vulgar y feo jurar por una simple jugada desafortunada.

Yo no era mejor ni peor que los demás, pero tenía una conciencia muy sensible al pecado. Desde luego aspiraba sinceramente a la santidad, especialmente después de haber leído varias vidas de santos. Tras la lectura me volvía extremadamente servicial y obediente. Hacía el signo de la cruz con mucho respeto y compostura.. Ayudaba a mi madre en su trabajo y ordenaba el granero. Un día en que me hallaba trabajando en él a la hora del ángelus, sonó la campana de la Iglesia. Antiguamente existía la costumbre de suspender en esos momentos el trabajo para elevar al cielo una plegaria, pero la costumbre había caído en desuso y yo la conocía sólo a través de la lectura de los libros piadosos. No obstante, en aquella ocasión interrumpí mi trabajo,

uní mis manos y, sentado sobre un saco de harina recité una oración. En general esos periodos de extrema piedad no eran muy perdurables. Una mofa por parte de alguno de mis hermanos bastaba para derribar por tierra, como un castillo de naipes, todas mis buenas disposiciones en este sentido.

Fundatión En la Calle Recta (ECR)

Se Rompieron las Cadenas 12 Herman J. Hegger

ENTRADA DESTACADA

UN AGUILA EXTRAORDINARIA

 Sam era un águila excepcional y la gente de Melbourne del Sur nunca olvidará su presencia UN AGUILA EXTRAORDINARIA POR JOHN POWERS ...