domingo, 31 de enero de 2016

HIGOS Y NUEGADOS HERENCIA HISPANA HUEHUETENANGO GUATEMALA

HIGOS Y NUEGADOS 
HERENCIA HISPANA
 HUEHUETENANGO GUATEMALA

 Hace una hora compré unos bocadillos llamados en Huehuetenango  nuégados, chilacayote, empanadas, higos y toronjas cristalizadas...
Desde hace mucho tiempo los niños y adultos  huehuetecos han saboreado estas dulzuras.Sin lugar a dudas estos bocadillos son producto de la antigua presencia española en la cabecera departamental de Huehuetenango

 "La ciudad de Huehuetenango, también es conocida  por su comida regional  que goza de sabor muy especial al paladar, ejemplo de ello, es el Pepián de carne de pavo, (Chompipe o Guajolote)El jocón, los tamales y chuchitos acompañadas de champurradas y el  delicioso chocolate y la horchata, así como la llamada “bebida”, hecha de maíz quebrado.  Carnes, adobada, cecina. Longanizas y chorizos de auténtico sabor criollo huehueteco. Dulces de repostería  espumillas o turrones, nuegados, también los deliciosos buñuelos bañados con miel hecha de la hoja de la higuera y rapadura; tradicionales en la época navideña. Igualmente exquisito el pan de Semana Santa, servido juntamente con la “miel” elaborada con frutas tales como, higos, duraznos, garbanzo, plátano, chilacayote y otras en almíbar, únicas y  especiales en toda la República de Guatemala.!
                     La Visión de las Generaciones Perdidas  



 


 
 
 
 
 


viernes, 29 de enero de 2016

JOSE EFRAÍN RIOS MONTT, SIERVO O DICTADOR?--Joseph Anfuso y David Sczepanski

  Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976, allowance is made for fair use for purposes such as criticism, comment, news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal use tips the balance in favor of fair use
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José Efraín Ríos Montt-Imagen de libro Efraín Rios Montt SIERVO O DICTADOR?

 EFRAIN RIOS MONT

SIERVO

O

DICTADOR

La Verdadera Historia del Controversial Presidente de Guatemala

 

Por

JOSEPH ANFUSO   Y   DAVID SCZEPANSKI

PROLOGO POR PAT ROBERTSON

 

SIERVO O DICTADOR

DIOS DA,…DIOS QUITA

 

 SIERVO

O

DICTADOR

_________________________

DIOS DIÓ…

DIOS QUITÓ

Job 1,21

 

RIOS MONTT


PROLOGO

 

Conocí al Presidente Ríos Montt apenas cinco días después del incruento golpe de estado dado por los oficiales jóvenes del Ejército de Guatemala que lo elevó al poder.

En un país conocido por su corrupción, opresión y violencia había ahora alegría y esperanza. Un régimen corrupto había sido depuesto y un hombre cristiano renacido, había sido nominado como Presidente de la Junta de Gobierno.

Pero, ¿quién era este nuevo líder? Encontré que era un hombre humilde, sencillo; de impecable integridad personal y con una profunda fe en Jesús. Sabía en mi corazón que Ríos ofrecía a su pueblo —e igualmente a todos los pueblos de la América Latina— una verdadera alternativa entre la opresión de oligarquías corruptas y la tiranía del totalitarismo comunista.

Sabía igualmente que sólo Dios podría sostener a su endeble gobierno, pues los recursos financieros de Guatemala habían sido agotados. La guerrilla comunista asediaba desde las montañas. El gobierno de los Estados Unidos rehusaba toda ayuda aduciendo violaciones a los derechos humanos por parte del régimen anterior. La prensa mundial frecuentemente de orientación izquierdizante estaba presentando a Ríos Montt como a un bufón piadoso.

El único recurso era la oración. Urgentemente solicitamos a millares y millares de evangélicos en todos los Estados Unidos que oraran, pidiendo a Dios concederle seguridad física y Su Bendición sobre el nuevo gobierno.

Poco a poco el milagro empezó a realizarse. El país comenzó a estabilizarse. Los procesos democráticos empezaron a tomar forma. Pero muy especialmente la tan persuasiva y perpétua "mordida" y la corrupción fueron eliminadas junto con el miedo del pueblo a los escuadrones de la muerte.

Luego vino la mañana del 8 de Agosto de 1983. Ríos Montt fue depuesto por un grupo de militares Superiores inquietos por su manera franca de expresar su fe religiosa y motivados por el deseo de recobrar el poder. El breve "experimento" de Ríos Montt había terminado.

Pero las interrogantes persistieron: ¿Quién era este General cristiano, cuyo estilo emocional y creencias religiosas habían acaparado, aunque fuera momentáneamente, la atención mundial? ¿Había él verdaderamente representado una esperanza para la gente de Guatemala y de la América Central?

La historia de Efraín Ríos Montt —General, político, candidato, embajador, director de escuela, líder nacional y cristiano fervoroso—— constituye una lectura fascinante.

Pat Robertson

Club 700 y CBN Network

 

INTRODUCCION

 

Conocimos a Efraín Ríos Montt cuando él, su esposa María Teresa y su hija Zury visitaron Eureka, California, en 1979. Su apariencia era la de un hombre no muy alto, bien vestido, con cabello y ojos negros, bigote un poco canoso y de modales corteses y gentiles. Al principio nos pareció reservado y callado, cosa normal para quien habla poco inglés, pero cuando se paró frente a la congregación de nuestra Iglesia se transformó una personalidad expresiva y animada. Saltaba a la vista que estaba acostumbrado a hablar frente al público.

El hecho de ser un General del Ejército de Guatemala era algo muy interesante, aunque en ese entonces no sabíamos qué implicaba eso en Guatemala. Tal vez lo que más nos impresionó fue saber que había sido candidato a la presidencia de su país en 1974 y que, según los informes de ese entonces, las elecciones le habían sido robadas. Sin embargo, el hecho más grato para nosotros fue saber que teníamos en él a un hermano en Cristo, de quien amigos mutuos de Guatemala se expresaban positivamente, como un hombre dedicado a servir al Señor.

Tres años después, en la tarde del 23 de marzo de 1983, el teléfono de nuestra iglesia en Eureka sonó y oímos la voz de la secretaria de la iglesia en Guatemala, Mary Jo, que nos decía "Díganle a todos que oren por Efraín, Francisco y Tom. Hubo una especie de golpe de Estado esta mañana y algunos militares se comunicaron con Efraín y le pidieron que hablara con ellos. Se fue con Francisco y Tom y desde entonces no sabemos nada. Podría ser algo serio".

El 24 de Marzo muchos quedamos sorprendidos al ver en las noticias de la noche la figura de Efraín Ríos Montt frente al Palacio Nacional de Guatemala, vestido con traje militar de campaña, dirigiéndose a los corresponsales extranjeros como el portavoz de la Junta Militar que había depuesto al gobierno derechista del General Romeo Lucas García.

Estábamos estupefactos preguntándonos: "¿Qué estaba haciendo Ríos Montt ahí?"  ¿No había renunciado a la política? ¿Habría organizado él mismo el golpe?"

Nosotros no éramos los únicos que nos hacíamos esas preguntas. Puesto que los sucesos de Centro América eran de interés mundial, el golpe fue noticia importante. Los periodistas de todo el mundo especulaban sobre Ríos Montt: ¿Quién era él? ¿Cómo había llegado al poder? ¿Qué pensaba hacer? ¿Qué habría respecto a su franca postura religiosa? Y ¿podría él, como algunos decían, ofrecer una verdadera esperanza para lograr una "nueva Guatemala"?

Conforme transcurrieron los dieciséis meses del extraño y controvertido gobierno de Ríos Montt, muchas de estas preguntas parecieron cada vez más difíciles de responder.

Algunos dijeron que fue un genocida, arquitecto de una brutal campaña antiguerrilla que dejó a miles de inocentes muertos. Otros, que era un hombre bueno —tal vez actuando sólo como un caudillo sin poder manipulado por fuerzas muy poderosas. Pero había otros que creyeron que Ríos Montt y su administración fueron una oportunidad única, ahora perdida, de lograr un cambio profundo y perdurable en Guatemala.

La historia que aquí relatamos sobre este hombre y su país es el resultado de varios viajes a Guatemala, docenas de entrevistas y meses de investigación. Ofrece algunas respuestas a esas preguntas cruciales sobre Ríos Montt.  Ofrece también un breve vistazo, dentro del explosivo territorio que es la América Central y dentro de la vida de un hombre, cuyo paso por la presidencia de Guatemala sucedió en uno de los momentos más difíciles de la historia
de ese país.

Joseph Anfuso

David Sezepanski

 

  CAPITULO I

¿Un Dictador Cristiano?

 

Viniendo de El Salvador, la carretera Panamericana llega a un punto en donde desemboca en el valle de la ciudad de Guatemala. Blancas torres de apartamentos, edificios de oficinas y residencias privadas refulgen contra el marco verde de la vegetación de Guatemala, "el país de la eterna primavera". La Capital aparece rodeada de profundos barrancos bordeados de árboles. Una cadena de volcanes vigilan silenciosamente a distancia, mientras una leve neblina descansa sobre la ciudad tranquila.

Es difícil imaginar a este país fabuloso y verde, con sus derruidas iglesias coloniales, sus volcanes humeantes y sus ancestrales ruinas Mayas  como un sitio de violencia, terror y corrupción. Sin embargo, en los últimos años, los asesinatos, el terrorismo, los secuestros y el caos político han sido parte integrante de la vida de Guatemala.

"La situación de Guatemala está empeorando", escribió un corresponsal de Le Monde de París, en la edición de Marzo de 1982 del World Press Review. "En las últimas veinticuatro horas, cuando menos treinta y seis personas han sido asesinadas, víctimas de la violencia política. La explosión de un automóvil con bombas caza-bobos ocasionó siete muertos en un pueblo del interior. En la ciudad de Guatemala los grupos de extrema derecha colgaron a dos personas acusándolas de "ladrones". Una gran parte del país, incluyendo la Capital, quedó sin electricidad a causa de la actividad terrorista. . . La muerte impera en todas partes y las cifras lo corroboran: 30,000 muertes políticas desde 1954, 3,000 sólo en 1980; de 50 a 60 diariamente en las últimas semanas".

Sin embargo, en el contexto de la región centroamericana, herida por los movimientos revolucionarios, la situación de Guatemala en esa primavera de 1982 no era nada extraño. En Nicaragua una revolución sangrienta había derrocado al régimen de Anastasio Somoza y la presencia inmediata de Cuba y la Unión Soviética en Managua, a seguidas de la victoria Sandinista, obligó a los otros dirigentes de Centro América a tomar acciones más severas en contra de los insurgentes izquierdistas. En El Salvador, la opresión derechista y el terrorismo izquierdista ya habían llegado al punto de una devastadora guerra civil. Y en Guatemala se informaba que la guerrilla operaba sobre el 60 o/o del pais. El 22 de Marzo la revista Business Week publicó un artículo advirtiendo que "la batalla Centro América podría estarse librando en Guatemala".

La lucha contra los insurgentes izquierdistas era sólo uno de los problemas que afrontaban los líderes guatemaltecos. Estaba también el déficit monetario, de proporciones gigantescas, agravado por la fuga de capitales y la acelerada inflación mundial. El turismo, una de las principales fuentes de la economía guatemalteca, prácticamente se había extinguido, y las exportaciones agrícolas, vitales para el país, se habían reducido debido a la baja de sus precios. Y para empeorar el cuadro, la corrupción gubernamental y la violencia política iban en ascenso.

En 1982 la mordida y el soborno se habían hecho prácticas corrientes en el mundo de los negocios de Guatemala y, tristemente, sus máximos promotores se situaban en las altas esferas del gobierno. El sistema judicial de Guatemala yacía en ruinas, impartiéndose justicia sólo a aquellos que podían pagar por ella o que querían matar por ella. Cada semana, docenas de cadáveres, víctimas de torturas y del asesinato político, aparecían a lo largo de los caminos por todo el país. Los escuadrones de la muerte, sancionados por el gobierno con nombres como Ojo por Ojo y La Mano Blanca, recorrían las ciudades buscando venganza en contra de sus oponentes políticos. Los terroristas izquierdistas volaban puentes, bancos, gasolineras y negocios particulares con una regularidad que infundía miedo. Los secuestros, especialmente de hombres de negocios y de políticos importantes, se multiplicaban. Guatemala estaba al borde del desastre.

Y llegó entonces la mañana del 23 de Marzo de 1982. Un grupo de Oficiales jóvenes del Ejército amargados por una corrupción en el gobierno que llegaba hasta las más altas esferas, rodearon el Palacio Nacional en la ciudad de Guatemala conminando al Presidente, General Romeo Lucas García, a dimitir del cargo.

Al filo del medio día Lucas se había ido y Efraín Ríos Montt, un General en disponibilidad, que gozaba de reputación de honradez, fue llamado por los Oficiales golpistas para hacerse cargo de la presidencia. En ese momento los Oficiales quizás ignoraban que el General Ríos Montt era un "cristiano renacido" profundamente comprometido con su fe.

No siendo parte del golpe, Ríos Montt asombró al mundo y a los jóvenes Oficiales ese mismo día cuando mencionó a Dios en su primer discurso. "Estoy confiando en Dios mi Señor y Rey, para que El me guíe, porque sólo El dá y sólo El quita la autoridad", declaró en la conferencia de prensa la misma noche del golpe.

Aunque algunos dudaron del "fundamentalismo ferviente" de Ríos Montt, todos estuvieron de acuerdo en que las primeras semanas de su gobierno fueron diferentes por la tranquilidad general que se extendió por toda Guatemala y por la tan necesitada eliminación de los abusos gubernamentales. El Embajador de los Estados Unidos, Frederic Chapín, declaró a los pocos días del golpe: "El gobierno de Guatemala ha salido de la obscuridad a la luz. Y estamos a años luz de distancia de lo que era antes".

 EIogiado por la rápida remoción de los funcionarios públicos implicados en la anterior corrupción y en los escuadrones de la muerte, Ríos Montt parecía destinado a guiar a Guatemala por un sendero enteramente nuevo. Se sentía comprometido, declaró, de construir "la nueva Guatemala". La opinión pública respondió con entusiasmo.

La revista Time, en su edición del 19 de Abril, afirmó que "en Guatemala, el grupo de Oficiales jóvenes que depusieron el mes pasado al gobierno represivo del General Fernando Romeo Lucas García han producido un cambio dramático de ambiente. Ríos Montt parece dispuesto a cambiar a su país de la noche a la mañana".

Otro artículo en el diario Washington Post añadía lo siguiente: "Ríos Montt desafía el concepto corrupto y autoritario del General guatemalteco. Se ha lanzado a una limpieza del gobierno que tiene todas las trazas de una cruzada espiritual contra los abusos de poder y la corrupción, que desde hace tantos años tipificaban al oficialismo guatemalteco".

Por su parte, la publicación Christian Science Monitor ratificaba esos conceptos escribiendo que: . . ."Ríos Montt ha logrado, cuando menos temporalmente, el apoyo de la mayor parte de su país; en la ciudad capital, en los departamentos y en todas las áreas rurales se oye muy poca crítica en contra de este General cristiano".

Un    político    guatemalteco, entrevistadopor el Washington Post, declaró "El no es el Mago de Oz y sus maneras de explicar las cosas son algo raras, pero hasta ahora es difícil culparlo por lo que está tratando de hacer. Está tratando de limpiar el gobierno y nuestra deteriorada imagen ante el mundo: No podemos estar en contra de eso".

La revista Time también expresó un sentir similar: "Nadie está diciendo que Ríos Montt ya esté resolviendo los problemas endémicos de Guatemala como la miseria, el hambre y la guerra civil; pero ha hecho una labor excelente al ganarse la confianza del pueblo y haber restablecido el orden en la ciudad. Tiene la oposición de algunos políticos... pero hay muchos guatemaltecos que se preguntan si no sería mejor darle a este General Cristiano una oportunidad para que demuestre lo que puede hacer".

En los siguientes tres meses, de Abril a Junio, la opinión pública de Guatemala le continuaba siendo favorable. En la capital la violencia política prácticamente había desaparecido y la corrupción a niveles de gobierno se había cortado. Para Mayo, la deteriodada imagen de Guatemala parecía que estaba cambiando.

De pronto, a principios de Julio, las noticias sobre Guatemala en la prensa mundial empezaron a cambiar negativamente. De repente, Ríos Montt se convirtió en el blanco de graves y serias acusaciones.

Un artículo del Washington Post, del mes de Julio, decía lo siguiente: "Cuatro meses después de ascender al poder por medio de un golpe de Estado militar que hizo surgir la esperanza de reformas democráticas, el presidente de Guatemala, Efraín Ríos Montt se quiere perpetuar en el poder. Sus primeros discursos, salpicados con pintorescas y máximas de sus creencias protestantes fudamentalistas, dieron lugar a que  se creyera que no se le tomaría en serio como lider. .. En lugar dé ello, Ríos Montt ha orquestado su propio golpe de Estado en el Palacio, declarandose a sí mismo Presidente y forzando a los otros dos militares con quienes había llegado al poder a que se retiraran". Más adelante este mismo artículo atacaba a Ríos Montt, por haber impuesto el estado de sitio en Guatemala y "restricciones sobre las libertades personales y políticas, tan duras como bajo cualquier dictadura de América Latina".

Aun más inquietantes eran los informes sobre la brutalidad del Ejército en las áreas rurales. Este mismo diario escribió  que "en las remotas áreas del norte del país, en el Quiché y huehuetenango, vecinos entrevistados han declarado que el Ejército ataca los pueblos matando a las mujeres, niños y hombres desarmados sospechosos de colaborar con la guerrilla; estos ataques son frecuentes y no han tenido ningún cambio desde que Ríos Montt tomó el poder".

E'n el mes de Agosto un informe especial de /Amnistía Internacional, la poderosa organización que vela por los derechos humanos, acusó al Ejército de Guatemala de matar a más de 2,000 personas en el período comprendido (le] 23 de Marzo a finales de julio, en una forma nada diferente a la de los gobiernos anteriores".

En Octubre de 1982 los informes sobre la brutalidad del Ejército de Guatemala aparecían por todas partes. El diario New York Times, citando a Amnistía Internacional y basándose en entrevistas hechas a refugiados guatemaltecos en México, decía en un editorial: "Los subversivos más peligrosos en la Guatemala de Ríos Montt son los que usan el uniforme militar".

Aun Visión Mundial, la respetada agencia Cristiana de servicio, publicó un artículo en su revista mensual acusando a Ríos Montt de tener en su historia un pasado "intrincadamente involucrado en el ordenamiento de masacres de campesinos". ¿Cómo podría un Cristiano, empezaron a preguntarse algunos observadores, haber orquestado tan brutal reino de terror?

Muchos otros, sin embargo, salían a la defensa de Ríos Montt. Numerosos líderes cristianos de gran respeto, que visitaron Guatemala en los meses siguientes al golpe, hablaron públicamente en apoyo de él y de su gobierno.

Luis Palau, el renombrado evangelista latinoamericano, dijo en Guatemala, después de una cruzada evangelista a mediados de Octubre: "Encontramos que una bien concertada campaña de desinformación contra el gobierno de Guatemala está siendo financiada en los Estados Unidos por grupos que apoyan la insurgencia comunista en Guatemala. Esta es una campaña en la que se ignoran las masacres y la violación de los derechos humanos por parte de la guerrilla".

El editor de Christianity Today, señor V. Gilbert Beers, escribió así de Ríos Montt: "El no se parece mucho a sus retratos. Había visto muchos retratos de él antes de ir a Guatemala y todos lo mostraban como a un hombre fuerte y duro, carnuflageado con un uniforme del ejército. Me sorprendió mucho encontrarme con una persona cálida, agradable y sonriente, qm, asistía a su iglesia los domingos por la mañana entrando y saliendo casi desapercibido".

Aún el Presidente Reagan, después de una gira relámpago a la América Latina, a principios de Diciembre, dijo a los periodistas que Guatemala estaba teniendo un resurgimiento y que Rios Montt era un hombre "de gran integridad personal.

Luego, el 16 de enero de 1983, diez meses después del golpe de Estado que había llevado a Ríos Montt al poder, uno de los principales periódicos de los Estados Unidos, The San Francisco Chronicle, corroboró este mismo sentimiento en uno de sus editoriales al decir lo siguiente: "Tenemos que concluir reconociendo que en verdad un cambio real y para bien ha estado sucediendo en Guatemala. Este presidente guatemalteco, un cristiano nacido de nuevo, está ganando estimación en los niveles de toma de decisiones en los Estados Unidos por sus esfuerzos y progresos hacia la restauración de los derechos humanos en su país".

Sin embargo, cuando se cumplió el primer aniversario del golpe, el 23 de Marzo de 1983, otros observadores extranjeros de los sucesos en Guatemala no pudieron llegar a conclusiones definitivas. Algunos denunciaban a Ríos Montt como a un dictador brutal y derechista, responsable de asesinar a miles de personas inocentes. Otros lo elogiaban como a un hombre de gran compasión e integridad, cuyo gobierno había sacado a Guatemala de la obscuridad hacia la luz.

¿Quién estaba diciendo la verdad? ¿Qué clase de hombre era este que simultáneamente atraía admiración y amor y acusación y denuncia?

De repente, el 8 de Agosto de 1983, estas preguntas perdieron importancia. Esa mañana un grupo de Generales y Coroneles —aduciendo que "el Presidente estaba siendo manipulado por un grupo de fanáticos religiosos"— depuso a Ríos Montt con un golpe de estado que abruptamente terminó con su controvertida y enigmática manera de gobernar.

Para muchos, en ese momento, Ríos Montt dejó de ser una figura y pasó a ser sólo una mención transitoria en la turbulenta y trágica historia política de la América Latina. Un sacerdote católico, en su euforia por la caída de Ríos Montt, llegó incluso a decir que él había sido "un accidente en la historia de Guatemala".

Pero si la historia que sigue es cierta, la vida de Efraín Ríos Montt, incluyendo su desconcertante y discutida presidencia, podrán no ser sólo una "mención transitoria" o un "accidente". Al investigar tras los titulares sensacionalistas y las noticias conflictivas generalmente cargadas de ideología, encontramos la historia poco común de un hombre que sinceramente creyó que Dios le había dado la autoridad y el poder para dirigir a su país y que cuando esa autoridad y poder le fueron quitados también lo aceptó como un hecho de Dios.

Al revisar su vida, sus luchas durante su carrera militar, su súbita ascención al poder, la tormenta de controversias en torno a su breve término presidencial y su inesperado derrocamiento, encontramos que hay mucho más respecto a Rios Montt que lo que la prensa o cualquiera  de sus críticos estuvieron anuentes a reconocerle. En verdad  una  imagen dramática y diferente surge en contraste con la que la prensa creó dentro de las mentes de mucha gente.

¿Cual es entonces la verdad respecto a RiosMontt? ¿Quién es este hombre? ¿Quién le dió la seguridad de creer que Dios le dió y le quitó el poder para gobernar a Guatemala? ¿Y cuál es la verdad respecto a su breve pero controvetiido mandato?

Estas son algunas de las preguntas que surgende  la búsqueda de la verdad respecto a Efraín Rios Montt. Para tratar de responderlas debempos buscarlas en él, como persona, y en las fuerzas que lo forjaron.

Nuestra historia principia en el año de 1933, en  la ciudad de Huehuetenango, en la República de Guatemala.

Buscar la continuación en entradas de este mismo blog en  Noviembre de 2023 Hispan 1; y en entradas de blog Hispan 2.


viernes, 22 de enero de 2016

A ORILLAS DEL RIO KWAI- UNA MUJER EN SHANGRI-LA

A ORILLAS DEL RIO KWAI-
 Ernest GORDON

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LA IGLESIA SIN PAREDES
No sabría decir cuándo se construyó la iglesia de Chungkai. Quizá "construir" no sea la palabra adecuada, porque no se trataba más que de un claro en la selva. Tenía por techo la gran bóveda del firmamento, y por paredes el bosque de bambú. No había puertas. Uno podía entrar por cualquier parte. Todo era puerta.
No era fácil distinguir cuándo estaba uno en la iglesia y cuando no. Recuerdo haber observado a' dos prisioneros de guerra que llevaban una carga de bambú a través del vecindario. Mientras iban andando, uno de ellos le dijo al otro: "Quítate el sombrero, Joe, que estás en la casa de Dios."
La iglesia era una fraternidad de los que venían, en libertad y en amor, a reconocer su debilidad, a buscar la presencia de Dios, y a orar por sus hermanos. El único requisito de membresía era confesar a Jesucristo como Señor. La iglesia incluía a metodistas, bautistas, episcopales, presbiterianos, congregacionalistas y ex agnósticos.
Entre los bautizados, había dos chinos. Las tropas británicas los habían encontrado, todavía vivos, en una playa donde los japoneses habían realizado una masacre. Los soldados los trajeron a Changi, los vistieron con uniformes británicos y los equiparon con documentación falsa. Quedaron incorporados a la vida del campamento y continuaron con nosotros a Chungkai. Aquí quedaron tan impresionados por lo que habían visto y oído de los ejemplos de sus compañeros cristianos quo pidieron ser admitidos en la iglesia.
Al menos según podíamos ver la mayoría de nosotros, podían darse tres definiciones de "iglesia". Estaba por un lado la iglesia compuesta por leyes, prácticas, libros, bancos, púlpitos, paredes y campanarios; la iglesia adornada con todas las galas del estado. Estaba también la iglesia compuesta de credos, catecismos, profesores de teología, una iglesia caracterizada por un gran volumen de palabras.
Finalmente, estaba la iglesia del espíritu, llamada a salir del mundo para vivir en él en razón de su gozosa respuesta a la iniciativa del amor de Dios. Esa iglesia no tenía el ambiente de tribunal ni de aula magistral sino de una divina humanidad. Existía dondequiera que estuviera el amor de Cristo. El templo físico y el conocimiento doctrinal son necesarios, pero ambos son materia muerta sin la iglesia que es comunión, la fraternidad del pueblo de Dios.
La nuestra era una iglesia del espíritu. Era el corazón palpitante que le daba vida al campamento y en gran medida había transformado una masa de individuos atemorizados en una verdadera comunidad. De ella recibíamos la inspiración que hacía posible la vida. Esa inspiración no era meramente una agradable sensación de optimismo y fervor sino literalmente el Espíritu Santo inspirando a los hombres y capacitándoles a vivir vidas más nobles, a ser vecinos bondadosos, a crear el mejoramiento para el bien de los demás, incluyendo aspectos tan terrenales como aprender a cocinar mejor el arroz. Los frutos del Espíritu Santo eran claramente visibles, "amor, gozo, paciencia, benignidad, paz, bondad, y fe".
En uno de los extremos del claro, manos piadosas habían tallado una mesa de comunión hecha con bambú, sobre la cual había una cruz y una lámpara. La cruz era un pedazo de madera tallada; la lámpara era un envase de lata con un cordón de zapato como mecha. Unas palmeras protegían este sector de las inclemencias del tiempo.
Estos símbolos eran muy significativos para nosotros. La mesa de comunión nos recordaba la sagrada fraternidad a la que pertenecíamos, una comunidad que existía por el sacrificio de quien es Señor de la Iglesia y de los que le habían seguido como apóstoles y discípulos. Nos congregábamos en torno a la mesa con la visible evidencia de su presencia entre nosotros para sanar, restaurar y salvar. La cruz nos señalaba al Padre celestial y a la vez abría su brazos para abarcarnos a todos como expresión de ese amor del cual nada nos puede arrebatar.
Cuando la luz de la lámpara titilaba en la oscuridad tropical, brindándonos la única claridad de que disponíamos para nuestro culto, nos recordaba la vida de quien es la luz de los hombres, "aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre% la luz que no se apaga.
No tomé conciencia de la existencia de esta iglesia hasta que el reverendo Alfredo Webb llegó con un contingente de prisioneros de otro campamento. Inició un eficiente ministerio y rápidamente se ubicó como pastor sabio y afectuoso de una congregación en permanente crecimiento. Se enteró de mis charlas y actividades de grupo y me invitó amablemente a colaborar con él.
 
 

miércoles, 15 de marzo de 2017

LA IGLESIA EN LA JUNGLA- 2 GUERRA MUNDIAL

A ORILLAS DEL RIO KWAI
LA IGLESIA SIN PAREDES 
ERNEST GORDON

Recuerdo a un compañero de prisión en mi barraca que se estaba muriendo de malaria cerebral. Mientras se daba vueltas y se retorcía en el jergón, mantenía una conversación con alguien ausente. Aparentemente, se le había dado la orden de matar a un malayo, acusado de espía, por razones de seguridad.
Su conversación era algo así: "Por supuesto que tenía que matarlo. No había otra cosa que hacer. Pero antes que le disparara a la cabeza, me miró, y sus ojos suplicaban misericordia. No tuve compasión de él cuando me la pedía. El no puede perdonarme; su esposa no puede perdonarme; nadie puede perdonarme?'
Seguía así durante horas, reflexionando en este tenor. A medida que se aproximó a las profundidades más oscuras del valle se acalló y de pronto exclamó: "Pero sí estoy perdonado. Tú me has dado la paz."
Estaba en paz, y en paz murió.
Para darnos tranquilidad, ante experiencias como esta, nos reuníamos en torno a la oración de clausura en nuestro culto vespertino:
"Oh, Señor, susténtanos durante todo el tiempo de esta vida de molestias, hasta que las sombras se alarguen y llegue la noche y se aquiete el mundo bullicioso y la fiebre de la vida se calme, y nuestra obra esté cumplida. Luego, Señor, en tu misericordia, bríndanos refugio seguro, un santo reposo y paz; por Jesucristo nuestro Señor."
Cuando pronunciábamos el Padre Nuestro, tropezábamos con la frase: "Y perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores." [En inglés se usan los términos "ofensas" y "ofensores" en lugar de "deudas" y "deudores".] No sólo porque algunos de nosotros éramos de procedencia escocesa y acostumbrábamos a decir "deudas" y "deudores". Era también porque significaba que debíamos perdonar a los japoneses.
Habíamos aprendido en nuestra lectura de la Biblia que Jesús también tenía sus enemigos del mismo modo que nosotros teníamos los nuestros. Pero había una diferencia: El amaba a sus enemigos.
El oraba por ellos. Aun mientras traspasaban sus manos y sus pies con clavos, exclamó: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen."
Nosotros odiábamos a nuestros enemigos. Habíamos pasado mucho tiempo maquinando una interesante variedad de castigos que nos satisfacían. Podíamos maravillarnos ante la manera en que Jesús perdonaba. Pero hacerlo nosotros mismos estaba más allá de nuestro alcance.
La primera vez que participé de la comunión fue inolvidable. Con el corazón expectante, los hombres habían venido para recibir la fortaleza que sólo Dios puede dar. Los símbolos eran nuestro sustento diario: arroz horneado como un pan y agua de arroz fermentado. Se dijeron las solemnes palabras:
Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
Partíamos el pan- a medida que lo íbamosrecibiendo, pasándolo luego a nuestro compañero.
Los símbolos fueron colocados nuevamente enla mesa, se dijo una oración de acción de gracias,
se cantó un himno y se dio la bendición. Nos deslizamos quedamente hacia el silencio melodioso de la noche, atesorando, mientras nos íbamos, nuestra experiencia de comunión con los santos. El Espíritu Santo nos había hecho uno con nuestro prójimo, con nuestras familias, con los creyentes de todas las naciones y de todas las épocas, uno con los discípulos.
Mientras tanto, nuestro futuro era imprevisible. No sabíamos qué podían estar reservándonos los japoneses. No teníamos ninguna seguridad de que volveríamos a nuestros hogares y a ver a quienes amábamos.
Pero sucediera lo que sucediese, sabíamos que nuestro líder Jesús no nos fallaría nunca. Tal como había sido fiel a sus discípulos en el primer siglo, nos sería fiel a nosotros en el siglo veinte

domingo, 10 de enero de 2016

ARBENZ Y YO- Oro judío- Carlos Manuel Pellecer

ARBENZ Y YO- 
Carlos Manuel Pellecer

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Tendría que redondear la personalidad de Salomón Pinto en París que, si bien pintoresca, fue igualmente misteriosa. Asociado con otro agregado militar, se dedicó a viajar a la Alemania ocupada y destruida, donde los militares de América Latina, bajo la protección de las autoridades militares de los Estados Unidos, gozaban de privilegios de meros ocupantes, es decir, como Mario Puzo describe en su magistral novela "La Arena Sucia", "Sólo deseamos dar una vueltecita por la ciudad. Ver si conseguimos alguna ganga... que pueda hacernos ganar algunos centavos". Y la ganga que el agregado militar hallara en las calles de Berlín y otras ciudades, fue el oro barato, con que alemanes y judíos conservaban sus ahorros. Urgidos por la necesidad y las reglas del mercado negro, por muy pocos dólares o cigarrillos, adquirían objetos de estimable valor. También oro, al que Pinto llamaba "El oro de los muertos". Nadie ignoraba que los europeos hacen sus ahorros en monedas o en lingotes de oro, particularmente los judíos. En tiempo de los nazis por arrebatarles su oro se cometieron increíbles crímenes. Un embajador mexicano en Estocolmo, me refirió una vez, cómo él, el dominicano Porfirio Rubirosa y el guatemalteco Gregorio Díaz, con la oferta de que el judío les daría el 10% del valor de su tesoro, llevándolo, viajaban a Suiza a depositarlo a uno de los bancos indicados, en Zürich, Ginebra o Lucerna. Después conforme la represión nazi se agudizó, ellos subieron sus tarifas hasta el 50% o más. Y en los tiempos, cuando Alemania fue quedándose sin relaciones con determinados países de América Latina, pues recibían el oro de las tunos ansiosas de un judío perseguido, y ya ni se molestaban en viajar. Simple y llanamente, se quedaron con el oro. Sabían que la persona de buena fe que les entregara su fortuna, pronto acabaría en los hornos crematorios de cualquiera de los muchos campos de exterminio establecidos por Hitler en Alemania y fuera de ella. "El más ambicioso —me decía— fue Porfirio (Rubirosa). Cuando Trujillo que fuera su suegro, rompió con Alemania, lo encerraron domiciliariamente en un chalet a la orilla del mar. Ahí pasó los años de la guerra, y cuando los americanos lo liberaron, fue directamente a Suiza a comprobar que se había convertido en millonario". "No puedo quejarme. Goyo y yo también nos hicimos ricos", agregaba el embajador Aguilar, cuyos grados los ganara en la revolución, pero la riqueza la obtuvo de los desventurados judíos, numerosos de los cuales tienen judicialmente emplazados a los bancos, donde creen fue depositado su oro.
Los alemanes que de su parte, durante la guerra, robaron oro a los judíos, por la necesidad de sobrevivir, vendían este mismo oro a bajísimos precios a quienes como los militares, podían comprarlo. Y Pinto tenía razón al llamarlo "El oro de los muertos". Este oro que él compraba, había sido lavado con lágrimas, sangre y cenizas de los muertos en el Holocausto.
Enrique Muñoz Meany hubo de llamar suavemente la atención al agregado militar. Sus actividades apestosas, trascendían el corrillo diplomático. "¿Y por qué, licenciado, no voy a hacer yo, lo que mis colegas hacen?", replicó furioso. "Por el buen nombre de Guatemala, capitán", reconvino Enrique. "¡Usted no va a darme lecciones de patriotismo, después de lo que yo hice el 20 de octubre, licenciadito pinche!", gritó Salomón y pretendió golpear al indefenso Muñoz Meany. Pero, yo que había acudido a los gritos de la discusión, hube de encararme con Pinto. Éste, conociendo mis habilidades boxísticas, no pasó de unas cuantas injurias y se largó ofendido.
No volvió a aparecer por la embajada en mucho tiempo. Volvimos a verlo solamente, cuando llegó a exigir que le apoyara en el allanamiento que había realizado de un apartamento de la avenida Marceau, en cuya ocupación legal le había precedido nada menos que el Mariscal Alphonse Juin, entonces gobernador militar de Argelia. Salomón, todo poderoso, puso resistencia a salir por las buenas y como echara mano a la pistola, los guardianes del Mariscal lo desarmaron y de viva fuerza lo pusieron en la calle.
El Encargado de Negocios que, era yo, no pude hacer nada, salvo cuando iban a declararlo non gratum, que Enrique Muñoz Meany, Ministro de Relaciones Exteriores, me telefoneó a nombre propio y del coronel Arbenz, para evitar que tal fuera a ocurrir. Recomendome ver a sus amigos del Quai d'Orsay(Ministerio de Relaciones Exteriores), quienes ya lo habían prevenido, y que con promesa del Presidente Arévalo, a Pinto lo trasladarían a Italia, retirándolo inmediatamente de París. Gracias a aquellos amigos, mis gestiones fueron exitosas.
Salomón, echando rayos y centellas contra Muñoz Meany y a mí mismo, acusándonos de haberlo "intrigado", hubo de viajar a Roma. Ni Enrique ni yo habíamos hecho otra cosa que beneficiar al grotesco agregado militar.
Y para colmo de mala suerte, suya o mía, en el mes de julio de 1949, después de la muerte del coronel Francisco Javier Arana y la insurrección de la Guardia de Honor, no recuerdo por cual razón tuve necesidad de ver al coronel Arbenz en su Despacho de Ministro de la Defensa. Cuando estaba para retirarme, Jacobo sonriendo maliciosamente, dijo:
Oye Pelle, aquí está Salomón Pinto... Anda hablando cosas terribles contra Enrique y contra ti... No vayas a pegarle si lo ves.
— Algo por el estilo me advirtió hace un momento, el Tesorero General de la nación con quien acabo de estar —le confié.
    Salí del Despacho. Algo urgente debía hacer aquella mañana, e iba descendiendo la escalera principal del Palacio, y... ¡Zas! que a mi encuentro aparece ¡subiendo Salomón Pinto! A la altura del primer rellano, me lancé sobre él sin el menor comedimiento. Le golpée la cara y sangró de la nariz. Le hubiera dado más, pero intervino la guardia del Palacio y lo libró de mis puños. Mi amigo el coronel Corzo, me salmonió porque no cargara arma alguna.
    Pasaron los años. Se. hizo plantador de algodón y luego de café. Tenía mucho dinero. Además estudiaba leyes. Una o dos veces debió encontrarse conmigo en la calle, pero cambió de ruta, o cuando menos de acera.
   Ascendió Arbenz a la- presidencia de la República. Salomón apareció por ahí, recordándole "los vicios servicios prestados a la Revolución". Jacobo le tenía afecto. Lo nombró embajador en Suiza.
 A la caída del régimen arbencista, Jacobo en 1954 hubo de salir desterrado de México, en seguida viajó a Francia y a Suiza.
Sin ninguna necesidad, sólo por saludar al amigo y tener alguna noticia de Guatemala, Jacobo, en Berna, buscó a Pinto. Indefectiblemente éste se le escondía. Nunca pudo encontrarlo. En cambio la esposa Tatiana Sulga Onelchenko de Pinto —rusa blanca exiliada en Suiza, donde Pinto la conoció— frecuentemente buscaba a María Vilanova de Arbenz para saber si podía ayudarla en algo. Más de una vez comentó haber dicho a su marido: "Salomón, ellos fueron buenos contigo, debes visitarlos y servirlos. Tú recibiste sus favores". Mas nunca hubo manera de convencerlo. El otro había sido su protector, pero ahora político caído, ya no le servía.
Menos quiso verlo, cuando un tío de Jacobo, el Arbenz hermano de su padre que aún vivía, quiso exigir a Jacobo se declarara ciudadano suizo, pues lo era por sangre, pero Jacobo siempre rechazó tal ciudadanía, entonces el viejo comenzó a atacar públicamente a su sobrino, e hizo injustas declaraciones contra Guatemala, a las que Pinto evadió responder.
No le valió demasiado. Castillo Armas, quien el 20 de octubre de 1944, de alta en el Castillo de San José, fue el último de lo jefes en rendirse, según el propio Jacobo que estuvo en eso—, Castillo Armas sabía bien de la defección de Pinto Juárez, y no ignoraba quién fuera el autor de la masacre de inocentes soldados y oficiales, bajo el fuego de obuses y charpnelles.
"Dios tarda, pero no olvida", reza el viejo adagio popular que numerosas veces vino a mi mente cuando la prensa informó del asesinato de la señora Tatiana Omelchenko de Pinto, consumado por desconocidos sin que le robaran nada y dejando exenta de todo daño físico a la hija del mismo nombre.
No mucho después, también Salomón Pinto Juárez fue asesinado por desconocidos igualmente. En este caso los vengadores entraron al palacete de habitación y, sin vacilar, descargaron sus armas sobre Pinto, cuando éste se disponía a desayunar.
El misterio sigue reinando sobre ambas muertes. ¿Cuántos y cuáles habrán sido los móviles de los asesinatos tan sin inmediata explicación? ¿El "Oro de los muertos", como los hombres del mercado negro llamaban al oro que había sido robado o extorsionado a los judíos, habrá dado en cobrarse venganza de quienes directa o indirectamente los despojaron de sus fortunas durante y a raíz de la Segunda Guerra Mundial?
Hay ciertos espacios oscuros en la vida de Pinto, como el origen de su riqueza que habrían de ser escrutados internacionalmente, a fin de hallar huellas que conduzcan a la verdad o a las razones de esas muertes misteriosas.
Mas, ahora interesa sobre todo, que volvamos a situarnos en los días de 1951, cuando Arbenz asumió la presidencia de la República, de manos del demócrata y patriota, singular en cuanto a talento y valentía, doctor Juan José Arévalo Bermejo, quien a cabalidad cumplió su período constitucional en la Presidencia de la República y transmitió este poder al mayoritariamente elegido, coronel Jacobo Arbenz Guzmán.
 

martes, 1 de noviembre de 2016

ARBENZ Y YO- 
CARLOS MANUEL PELLECER-

El viejo Ministro, general don José Reyes, leyó  previamente la solicitud de autorización para expulsar a los cadetes prisioneros, que implicaba degradar previamente al magnífico sargento primero Jacobo Arbenz. El anciano frunció  el ceño, levantó del  papel su vista clarísima para clavarla con ira en los ojos del coronel. Los bigotes blancos le temblaron, cuando después de toser, un párpado medio cerrado, chillante la voz enérgica, pudo decir:
— ¡No! ¡No, señor! ¡Nada contra ese patojo Arbenz, coronel! ¡Qué fácil para usted este chingado juego!... ¿No? ¡Castíguelo si eso le da la gana, pero hasta ahí! ¡Cuídese coronel!... El muchacho Arbenz debe graduarse en la Escuela y usted me responde de ello. ¿Me escuchó?
Mérida tuvo miedo de los gritos del Ministro. Mantuvo agachada la cabeza creyendo que de interrumpir las exclamaciones, iría a darle con la charpa como a un recluta torpe recién llegado al cuartel.
—Me trae usted sus cuadernos de clases donde consten las calificaciones conseguidas por Arbenz, durante todos los exámenes que los cadetes hayan tenido... ¡Ah!, también su hoja de servicio donde aparezcan los méritos y faltas o delitos, que durante los años haya cometido ese muchacho... ¡En todos los años! ¿Oyó? Le prevengo que eso es urgente.... ¡Retírese! — ordenó el Ministro con impaciencia, como si la imagen del coronel le molestase.
Para el sargento primero Jacobo Arbenz, en aquel mundo de arbitrariedades e intrigas, hubo varias circunstancias que le favorecieron. El general de división don José Reyes, nativo de San Carlos Síja, Quetzaltenango, en el curso de los años había hecho buena amistad con el suizo don Jacobo Arbenz, padre de Jacobo, y era asiduo cliente de la farmacia de su propiedad. De modo que el Ministro guardaba gran consideración para la familia Arbenz, en todos sus miembros. Desde el ingreso de Jacobo a la Escuela Politécnica, había seguido la carrera del muchacho, dispuesto siempre a estimularlo. Quería que ese simpático patojo coronara los estudios militares para los que mostraba gran aptitud. No iba a permitir que esa carrera quedara trunca, -------------------------------------------------------------------------

   Un cuarto de hora después de las 2:00 p.m. el coronel mérida, bastante incómodo, regresó al despacho del Ministro.con impaciencia pasaba un pañuelo blanco entre el cuello de la guerrera y su propio cuello, secándose el sudor que por ahí manaba abundantemente.
—¿Da su permiso, mi general? —hubo de pedir cuando la puerta del despacho del Ministro se abrió para que él pasara. Frente  a la terrible mirada del general, muy comedidamente, casi con humildad, añadió:
—Señor, aquí está lo que usted me ordenó traerle... quería decirle que el sargento primero Jacobo...
— ¡Aténgase a mis órdenes! ¡No me explique nada, coronel!; ¡Diga las cosas cuando se le pregunte! Y con siniestro sarcrmo, preguntó:
—¿De manera que usted no chupó el día del cumpleaños delPresidente Ubico?... ¿No se echó usted sus farolazos?
Mérida, encendida de rubor la cara y de fuego la cabeza, ibo de responder:
—    ¡Claro que sí, mi general! A la hora del almuerzo tomamos una copita a la salud del Presidente Ubico...
El ministro tuvo la sensación de que su subordinado le estabá mintiendo, y lo observó con mayor severidad.
Entonces ¿,por qué tanta babosada? —Iba añadir alguna ilabrola... Movió hacia los lados la cabeza y explotó:
Sudando frío el sub-director de la Escuela Politécnica se introdujo a su despacho y de inmediato quiso saber la suerte que corran los encerrados en quíricas. Ordenó que les subieran las cobijas que tuviesen en sus camas. –¿Cómo está la salud del Sargento Arbenz? –y cuando le dijeron ignorar su estado, añadió: –Que mañana temprano el doctor Penedo lo examine y me haga un informe circunstanciado. ¡Me lo traen a mí
directamnete
Cuando estuvo solo se alarmó por lo que había hecho al sargento Arbenz. "Qué podría yo saber que el Ministro se interesara tanto por él? —Se dijo, yendo de un lado al otro de su oficina. -¿Cómo voy a encontrar solución a este error? Esto me puede costar el cargo de que disfruto y hasta la carrera... ¡Ah, Dios mío! —Se secó la frente.
El coronel Mérida, no quiso comer ese día ni el siguiente. Estaba bajo una fuerte tensión emocional, pendiente de que lo llamaran de nuevo al Ministerio.
El criterio del presidente Jorge Ubico, fue bastante equilibrado. No deseaba disminuir la autoridad de Mérida que era su adicto muy zalamero, pero bastante menos la de su incondicional Ministro de Guerra, obediente como un perro guardián. Estuvo de acuerdo con que se expulsara sólo a Morazán y a Micheo. Los dos nicaragüenses deberían volver a la normalidad del Establecimiento en menos de una semana. Tacho Somoza, su gran amigo, podría lastimarse si sus dos sobrinos eran molestados en Guatemala. En cuanto a Arbenz, sus altas notas como estudiante, le impresionaron al extremo de felicitarse porque fuera el Abanderado, no había que ser tan estúpido de arruinar la carrera de quien prometía ser un brillante oficial...
– Pero, en fin, que pase a las filas como cadete raso, se quede en bartolinas hasta el último día de su carrera. Allí puede preparar sus exámenes, es un lugar tranquilo. Debe dársele buena alimentación, sin que sea pan y agua. Ya el teniente Gereda Asturias, su amigo, me ha dicho los méritos de ese cadete... General, amoneste al coronel Mérida, para que no vaya a cometer un desatino.
Las órdenes seguidas al pie de la letra. Cuando Morazán y Jorge Micheo fueron expulsados, la Compañía de Cadetes vivió gran inquietud imaginando que Arbenz correría suerte semejante. El sentimiento de angustia disminuyó, cuando los dos nicaragüenses volvieron a la vida normal de la Escuela. "¿Qué pasará con el Canche?", se preguntaban todos, amigos o no, de Jacobo. Nadie sabía nada respecto a él, salvo que ya tenía sus cobijas quitadas a la cama y su alimentación había mejorado notablemente, a raíz que el doctor Penedo, médico del establecimiento, señalara la debilidad general que padececía.
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 LAs vacaciones fueron decretadas por la orden general. Los cadetes quedaban en libertad de salir adonde quisieran, icluso viajar a la provincia porque antes habían recibido la autorizución quienes así lo solicitaron. Los que ya no verían en la Escuela a su querido Jacobo, reclamaban de él el abrazo de "adios" Hasta que llegó a rescatarlo su primo, el teniente Eduardo  Waymann Guzmán, de notorios rasgos alemanes,pequeño y fortachón. Los muchachos que con Arbenz habían recibido los, despachos de subtenientes, vestían ya sus uniformes nuevos, de paño verde oliva y las botas federicas, todavía duras, difíciles de domar. Jacobo no tenía tal uniforme. Vistiendo el de gala, como en la mañana ceremonial, y sin nada bajo el mismo,llegó a casa de los tíos donde su mamá y hermanas lo esperaban orgullosas.
En aquella casa de los Waymann, hubo buenos ratos de alegría con recuerdos del pasado y también la viuda de Arbenz, doña Octavia, derramó lágrimas, diciéndose cuán feliz hubiese sido su esposo de estar vivo, participando en la pequeña y brillante ceremonia, donde su hijo ganara los despachos de subteniente del ejército, de lo que tanto hablaba antes de cometer suicidio.
 

martes, 1 de noviembre de 2016

ARBENZ Y YO Por CARLOS MANUEL PELLECER 12-13

Con un pequeño ahorro conservado por doña Octavia y un préstamo que le hicieran los parientes, hubo bastante para que el Maestro Jurado, hiciera a la medida el uniforme indispensable para devolver el de gala a la Escuela Politécnica, que no podía seguir usando ad-eternum. En la zapatería "Granados", se compró las botas federicas, el correaje, la charpa para la espada que le regaló el general Cossidinne, director estadounidense de la Politécnica, y hasta la cartuchera, aún antes de tener pistola. Jacobo tenía ahora 22 años, como buen hombre debía ganar su vida y en lo posible ayudar a la madre, muy urgida de dinero. El 15 de enero de 1936 debía presentarse al Ministerio de la Guerra, a fin de recibir su nombramiento y sentar plaza en alguna guarnición del país. Le habían dicho que en el Castillo de San José, en la propia capital. La orden del Ministro por escrito, solamente podía sacarlo de dudas. Cuando llegó ese día, comprobó varias veces su apostura en el armario de grandes lunas venecianas de su tía. Los parientes y la servidumbre aplaudieron al joven oficial que sonreía dichoso. Con el uniforme azul y grana de la Escuela Politécnica, semejaba un príncipe de leyenda, cuando no, un actor de cine o un cantante de opereta. Como oficial, se plantaba más viril y maduro. Usaba el kepí un poco de lado, lo cual, aunque antirreglamentario, le daba un aire muy particular que a él
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Al entrar al Ministerio, le causó desconcierto que le dijeran que el Ministro, general Reyes, iba a entregarle sus órdenes, porque además deseaba verlo. Lo pasaron al Despacho Ministerial. "¿Da su permiso mi general?" con un leve taconazo. El general lo quedó viendo, pero en aquella cara severa y arrugada, no se podía descubrir sonrisa alguna, porque eso, absolutamente cierto, el general no sabía sonreír. La mueca irónica bajo los bigotes blancos, el ceño nudoso sobre los ojos claros en la cabeza pequeña, podían significar cien cosas a la vez, a cuales más contradictorias. Arbenz jamás había supuesto que este rudo militar guardara para su familia, y menos para él, alguna deferencia. Recordaba de muy niño haber visto al general conversando con su padre en la farmacia, pero fuele imposible valorar el grado de estima que mediara entre ambos hombres.
Le doy el pésame por su padre, un caballero justo. No me gustó que se matara él mismo... ¡Eso no se hace!... Usted sea buen militar, cumpla con la Ordenanza y obedezca lo que le ordenen. Así ayudará a doña Octavia que necesita de su colaboración.
El nuevo subteniente, escuchó boquiabierto esta arenga inusitada en el rudo general, con mayor asombro destinada a un subordinado. La alusión a la viuda lo emocionó en alto grado. No supo qué responder, pues la familiaridad es incompatible con el servicio. Jacobo ignoraba el interés que este señor había puesto en su carrera, ni podía imaginar la extraordinaria disposición para que se graduara, pese a las medidas disciplinarias del coronel Mérida. Se sintió acosado por las palabras de su alto superior. Hundida la barba en el pecho, como un samurai japonés, pudo balbucear:
— Gracias.... Muchas gracias mi general.
Sintió de pronto enrojecida la cara y que el corazón le palpitaba como un caballo a la carrera. No le vino a la mente ninguna nguna otra expresión de gratitud. Por eso mismo, tuvo gran alivio, cuando su interlocutor puso fin a la entrevista:
—    A cumplir con sus deberes, subteniente Arbenz... ¡Retírese!
—    A la orden de usted, mi general... —enunció reglamentariamente y dando media vuelta, salió del despacho con acentuada marcialidad.
 

ENTRADA DESTACADA

DEL PARTIDO Y CORREGIMIENTO DE TOTONICAPA Y HUEHUETENANGO 44-45

 RECORDACIÓN FLORIDA CAPITÁN ANTONIO DE FUENTES LIBRO     OCTAVO CAPITULO I DEL PARTIDO Y CORREGIMIENTO DE TOTONICAPA Y HUEHUETENA...