miércoles, 30 de noviembre de 2022

LA CASADA FIEL - HISTORIA REAL

 HISTORIA REAL

LA CASADA FIEL

John Wheeler

  UN GRAN avión de la Eastern Air Lines se disponía a aterrizar en el aeropuerto de La Guardia, en Nueva York.
El capitán hizo la pregunta de rutina:
—¿Listo el tren de aterrizaje, John?
Tras de echar una mirada al tablero de instrumentos, el copiloto se asomó a la ventanilla para cerciorarse de que el tren de aterrizaje estaba en posición. Una ráfaga de viento le arrebató la gorra.
—Listo—respondió volviendo hacia el capitán la desgreñada cabeza.
Y el avión aterrizó sin novedad a las 6 y 30 de la mañana.
 Joe Higgins, camionero de una lechería de Long Island, habitaba con su esposa en una casita de Queen's Village, lugar cercano al aeropuerto de La Guardia. Estaba recién casado, y había conseguido hacía poco su empleo, en el que le tocaba trabajar de noche.
   En la melancólica y silenciosa soledad de las madrugadas, Joe cavilaba a veces en lo que estaría haciendo su mujer a esas horas. En un artículo titulado Consejos para la felicidad conyugal había leído recientemente que el marido debe trabajar de día y permanecer de noche en el hogar. Esto y sus propias cavilaciones preocupaban a Joe ese día al llegar, a las siete de la mañana, a la puerta de su casa.
 Iba ya a abrir cuando reparó en algo que había en el suelo, cerca de los escalones de la entrada, y se agachó a recogerlo. Era una gorra con el escudo de la Eastern Air Lines. Abrió Joe violentamente la puerta e irrumpió en la casa gritando:
—Jane! ¿Qué estuviste haciendo anoche ?
—Fui al cine y me acosté en cuanto volví a casa—repuso Jane bastante sorprendida.
¿Y no andarías también volando . . . por todo lo alto?—preguntó él a tiempo que tiraba en la cama la gorra de aviador—. Tu amigo dejó esta tarjeta en la puerta. Ahí dentro puedes leer el nombre: John Bell. Jane miró con ojos llenos de asombro la gorra de aviador; miró después a su marido, que le gritaba dirigiéndose hacia la puerta de la calle:
—¡Guárdate la gorra, y que te sirva de recuerdo! ¡Tú y yo hemos terminado!
 Jane había oído hablar del capitán Eddie Rickenbacker,  director de la Eastern Air Lines, piloto veterano y hombre muy cortés y servicial. Le escribió explicándole lo sucedido, fue sin pérdida de tiempo a las oficinas de la Eastern en Nueva York, y entregó la carta y la gorra de aviador a la secretaria del capitán.
El capitán Rickenbacker no es amigo de dejar las cosas para luego. Salió inmediatamente con Jane Higgins para el aeropuerto de La Guardia. Una vez allí, el director de circulación entregó al capitán el cuaderno de vuelo del avión y mandó llamar al copiloto Bell, que se presentó a los pocos minutos. Todos se trasladaron a casa de los Higgins, en donde hallaron a Joe haciendo las maletas. Por supuesto, el cuaderno de vuelo y lo que le contó el propio Bell convencieron a Joe de su equivocación. Con esto, John Bell recuperó su gorra de aviador y Joe Higgins a su esposa.
 
—Se acabaron las caras agrias, amor mío—le dijo al abrazarla prolongadamente—. Y de todos modos, buscaré otro empleo en que no haya que trabajar de noche.

sábado, 28 de enero de 2017

LAS SIETE VIDAS DE EDDIE RICKENBACKER -AS DE LA PRIMERA Y SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

 REGALO DEL CIELO

EDDIE RICKENBACKER

SIEMPRE he estado plenamente consciente de la existencia de un Gran Poder superior. Aprendí a orar en las rodillas de mi madre, y nunca me acuesto de noche sin antes arrodillarme a dar gracias. Pero la religión había sido siempre para mí cuestión reservada, personal, y no había practicado desde la niñez ninguna forma exterior del culto. Ahora, por primera vez en tantos años, comprendí que debía compartir mi fe con otros, y ayudarles a encontrar la fortaleza a través de Dios.
Les insinué que arrimáramos las balsas y orásemos juntos. Bartek llevaba consigo un librito con el Nuevo Testamento; leyó de él un pasaje y pasó el libro. Cada cual fue hojeándolo hasta encontrar algo adecuado a la situación. El Salmo 23, que estaba citado en el texto, era particularmente adecuado. Bajo el sol ardiente del Pacífico sin límites, encontré nueva belleza en sus palabras familiares.
Realizábamos aquellas reuniones dos veces al día, y cada sesión concluía con una oración que alguno de nosotros recitaba. Las palabras eran a veces vacilantes, la gramática imperfecta, pero los sentimientos siempre sinceros. Después cantabamos himnos. No conocíamos bien la letra de todos, pero lo hacíamos lo mejor que podíamos.

Entre nosotros había algunos cínicos y descreídos; pero después del octavo día cambiaron. Porque ese día nos ocurrió un pequeño milagro.

Cherry leyó los servicios esa tarde y terminamos las oraciones con un himno de alabanza. Hubo alguna conversación pero por el calor opresivo se fue apagando.  Con el sombrero calado hasta las orejas, trataba de guarecerme del resplandor. Me había adormecido sin darme cuenta .
Algo se me  paró en la cabeza. Supe que era una gaviota; no tenía manera de saberlo, pero lo sabia con toda certeza.
Todos la habían  habían visto, pero permanecieron inmóviles y absolutamente callados. Mirando bajo el ala del sombrero, pude ver las expresiones de sus caras. No quitaban la vista del ave. Debía ser nuestro sustento.

Milímetro a milímetro comencé a mover la mano hacia el sombrero, lenta,lentamente.  Sentía temblar todo mi cuerpo, pero tal vez sólo me lo imaginaba porque el pájaro permanecía allí. Ya llevaba la mano a la altura del ala del sombrero. Fue muy grande la tentación de lanzar un manotazo repentino, pero no podíaarriesgarme.  no sabía en que punto preciso se hallaba posada la gaviota.  Subí poco a poro la mano abierta hasta donde calculaba que debía de estar. luego cerré los dedos y la spatas me quedaron apresadas en la mano.

La operación de retorcerle  cl pescuezo duró aproximadamente un segundo, y la de desplumada otro tanto. La cortamos dcspués en ocho partes iguales. La carne cruda era oscura, musculosa, dura, con cierto sabor a pescado . . . pero deliciosa. La masticamos lentamente, con huesos y todo.
Eso fue tan solo el primer plato. Reservé los intestinos para usarlos de carnada. Cherry, para que pesara más el sedal, le puso una sortija, y echó el anzuelo sobre la borda. Inmediatamente picaron la carnada. Era una macarela de unos 30 centímetros de largo. Yo eché el mío y cobré un robalo pequeño. Después puse manos a la obra de repartir la macarela. También estuvo deliciosa, mucho más que la gaviota, y pareció aplacarnos la sed además del hambre.
Para nuestros estómagos encogidos, tal cena de dos platos fue un banquete opíparo:/Nos levantó el ánimo. Hasta los más enfermos, Alex y Hans, comieron su porción, y al parecer les sentó muy bien. Todo a causa de una pequeña gaviota a centenares de kilómetros de tierra. Y no hubo ninguno de nosotros que no estuviese consciente de que el pájaro apareció inmediatamente después de terminar nuestras oraciones.
Para algunos pudo ser mera coincidencia. Para mí, fue un regalo del cielo.

martes, 29 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS Parte 32

EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS Parte 32

NUEVAS CANCIONES CELESTIALES

A la siguiente mañana, comencé a adorar al Señor en mi casa de una manera diferente a lo acostumbrado. Después de orar, comencé a can­tar los nuevos cánticos celestiales que Él me había dado el día anterior. Me dio también las palabras de la canción.

Entonces comencé a danzar una danza celestial. Yo siempre adoro en danza una vez al día antes del almuerzo, pero esta mañana, la adora­ción era muy diferente. Sentí que estaba en el cielo con el Señor. Creo que Él prefiere que yo le adore a Él, en lugar de orar por otros. También me dijo que ya había escuchado cada una de mis oraciones.

He estado orando los siete días de la semana por varios años. El Señor siempre me ha dicho que cuando comience mi ministerio de obrar milagros, debo enfocarme en Él primeramente, entonces en su obra, y por último en descansar, hasta el último día. Esto me hace com­prender que nunca tendré una vida social. De hecho, mi ministerio, una vez comience, será uno muy corto.

DOS TIPOS DE DANZA Y CÁNTICOS

Desde esa mañana, he estado haciendo dos clases de danza y cánti­cos. La primera danza es en visión con Él en la playa en mi cuerpo espiritual. En esos momentos, canto sin palabras. El Señor y yo nos hablamos de corazón a corazón, y puedo alabarlo con entendimiento. Medito en lo que Él me ha mostrado, y en lo que me mostró en el cielo. También pienso en lo que deseo hacer cuando vaya al cielo.

Entonces Él me dice lo que significo para Él, y comparte muchas promesas conmigo, promesas que guardan relación al tiempo que yo esté en la tierra y mi futuro en el cielo.

La segunda danza contiene palabras que yo no puedo entender. Esta danza es exactamente igual a la danza que hice en la iglesia hace dos años atrás. El Señor la llama la danza de milagros. En cada una de estas danzas, la presencia espiritual del Señor está delante de mí. Durante cada danza, Él me dice que nada es más alegre que ese momento particular. Esto siempre me hace sentir tan feliz, que siento que puedo volar. Cada una de estas danzas toma alrededor de una hora.

UNA PUERTA ABIERTA PARA El, MINISTERIO
En la mañana del 30 de mayo de 2001, después de haber orado me dijo:
Estoy depositando una unción especial sobre tí» Al instante, sentí un fuego

sobre todo mi cuerpo, entonces la voz de visión surgió de mí, y pude ver la presencia del Señor con su corona y túnica doradas.

Fue entonces que el Señor dijo: "Hija, estoy abriendo la puerta para cada área de tu ministerio': Él me habló sobre muchas cosas, enton­ces me dijo que extendiera mis manos hacia Él. Cuando extendí mis manos, Él puso sus manos sobre las mías y dijo: "Te bendigo».

Para entonces, mi cuerpo ardía y estaba sin aliento, y mis manos estaban cerradas tan fuertemente que se pegaron a mi pecho. Después de esto, mis manos comenzaron a aplaudir de gozo por al menos diez minutos.

APLAUDIR DE MANOS

La noche del sábado, 16 de junio de 2001, después de orar para acos­tarme, el Señor movió mis manos de diferentes maneras. Al siguiente día, después de orar en la mañana, sucedió lo mismo, e hizo que mis manos tocaran mis ojos diez veces. El Señor me dijo que la danza de esa mañana sería diferente, y lo fue. Yo lloraba esa mañana, antes de comenzar la adoración, y lloré casi todo el tiempo que duró la danza. La danza fue la más alegre que jamás había danzado.

Al final de la danza, mis manos comenzaron a aplaudir incontro­lablemente. Cuando este fluir cesó, comencé a decir: "Te amo, Señor". Decía esto una y otra vez, siempre con mis manos extendidas hacia Él.

El Señor me permitió descansar de la danza de milagros por dos semanas, desde el 8 hasta el 15 de julio de 2001. Pero Él me permitió danzar la danza de las ofrendas durante esos dos domingos.

Entonces el 22 de julio de 2001, el Señor me dijo que debía danzar sobre el primer escalón de la plataforma.

UN PASTOR COMPRENSIVO

El 19 de julio de 2001, después de haber orado en la mañana, mis manos tocaron mis ojos os catorces veces. Veía muchos destellos. Mis manos y mis brazos se sentían en fuego. Inmediatamente que entré a la iglesia, pude sentir la presencia del Señor. Mientras oraba, vi al Señor sentado en el primer escalón sobre el cual yo estaba supuesta a danzar, y ambos sonreímos.

Una unción muy especial vino sobre mi cuerpo. Era la unción más poderosa que había sentido alguna vez al danzar. También me sentía diferente a como me sentía cuando danzaba sobre el piso. Después del servicio, le dije al pastor Wolfson que había danzado en el primer escalón. Él no lo sabía, porque había llegado tarde, y me dijo: "Tienes que hacer lo que Dios dice". Él también me preguntó si alguna persona había dicho algo. Amo tanto a mi pastor. Sé cuánto él ama y teme al Señor. También me gusta su predicación. No muchos pastores pueden compararse con su predicación. Algunos dicen que él es una bola de fuego. Él tiene un amor especial para los jóvenes. El Señor siempre me dice cuán especial es este hijo para Él.

Le respondí que no, nadie había dicho nada. Le dije que había estado danzado desde que comenzó la adoración. No importa si hay alguien allí o no, tengo que ir al frente cuando el Espíritu Santo me mueve. Esta danza es sólo para agradar al Señor, no a la gente. Cuando Él esté satisfecho, entonces los milagros comenzarán a suce­der. Él Señor pasó horas incontables en un esfuerzo por adiestrarme para esta danza. Cuando hago esta danza, Él siempre sonríe. Este libro menciona la danza con frecuencia, pero esto es muy importante para el Señor.

La noche del 4 de agosto de 2001, el Señor me dijo que la danza de la siguiente mañana sería mi danza final en el piso del santuario. Todas las danzas que había hecho en el piso era parte de mi entrenamiento.

Me dijo que se siente completamente satisfecho con mi entrena­miento. Continuó explicando: "No podía hacer los milagros mientras te estabas entrenando para tu ministerio. La próxima danza será en la plataforma. Toda la plataforma tiene que ser para ti". Cuánto hubiera deseado que Él me hubiera dicho esto antes, para yo no haber estado a la expectativa de ver milagros ocurrir en cada danza.

BUSCA EL ROSTRO DEL SEÑOR

La noche del 4 de agosto, después de haber orado, el fuego de Dios entró a través de todo mi cuerpo e hizo que mis manos tocaran mis ojos muchas veces. La voz evangelizadora surgió de mí, y comencé a ver nuestra iglesia. Mientras danzaba, la presencia del Señor estaba de pie delante de mí con una sonrisa. Él se veía más alto que en otras ocasio­nes, y me dijo: "Mi presencia estará contigo durante cada danza de obrar milagros. Es para esto que te entrené, para que puedas enfocarte sólo en tu Señor mientras estás danzando».

Él también me dijo: 'En cada lugar donde dances, alguien le debe decir a la gente lo que esta danza significa. Diles que traten de no mirar

la danza. Ellos deben cerrar sus ojos y buscar mi rostro y alabarme con iodo su corazón desde el comienzo de la danza hasta el final, si quieren ser bendecidos"

Él también me dijo que debo danzar cuando termine la adoración y que tuviera música de adoración instrumental. Me explicó que toda la plataforma debe estar llenar de su presencia, y que yo estaría dan­zando delante de Él. En cada danza que he hecho, he sabido que la presencia del Señor está delante de mí, pero era muy difícil verlo.

Yo solía orar: "No permitas que me caiga en el piso mientras danzo', porque cada vez que iba al altar, mi cuerpo deseaba caerse. El Señor respondió mis oraciones, porque durante cada danza, aún a pesar de la fuerte unción y que mi cuerpo se siente en fuego, nunca me he caído. Esta es una de las razones por las que el Señor estuvo acumulan­do el poder en mi cuerpo por tanto tiempo.

UNA DANZA DE GOZO

Después de haber orado, en la mañana del domingo, 5 de agosto de 2001, recibí una unción más especial de lo acostumbrado. Esto sólo sucede cuando tengo que danzar la danza de milagros los sábados en las noches y los domingos en la mañana antes del culto. En estas ocasiones, mis manos tocan mis ojos catorce veces. Después de cada toque, mis manos hacen el símbolo de la cruz.

Al llegar a la iglesia, a pesar de conocer que esta sería la última vez que haría la danza de milagros en el piso, me sentía en paz. Mientras danzaba, me sentía gozosa, y sentí un gran alivio de no tener que volver a danzar en el piso. Supe entones, como sé ahora, que el Señor tendrá perfecto cuidado de todas las cosas.

De hecho, el Señor ha trabajado muy duro y ha pasado miles de horas entrenándome para esto. Después de danzar, el Señor me dijo que lo había hecho bien, y que ya no tendría que danzar en el piso otra vez. Él me dijo: 'Ahora podrás pararte frente a millones, porque estás perfectamente entrenada".

Desde el 9 de enero de 2000 hasta el 5 de agosto de 2001, descansé sólo ocho veces entre danzas, por dos semanas cada vez.

RISA SANTA

El domingo, 12 de agosto de 2001, durante el servicio de adoración,
un Inerte poder vino sobre mí durante el tiempo que estuve en el altar, y no me podía poner de pie. Durante toda la adoración, sólo podía estar allí riendo. Aunque deseara parar de reír, lo que realmente no deseaba hacer, estoy segura que no hubiera podido hacerlo. Esto es porque era un don sobrenatural que llamo risa santa.

Capítulo 28

EL LIBRO, MI TESTIMONIO

Como casi todos saben, las Torres Gemelas del Centro de Comercio Mundial en Nueva York, fueron destruidas por terroristas el 11 de septiembre de 2001. Desde que esta tragedia ocurrió, he estado oran­do y llorando continuamente por aquellos que perdieron a sus seres queridos. Siento gran compasión por aquellos que quedaron atrapados y no pudieron escapar o que no pudieron ser encontrados, y también Por sus familias. En un sentido, no me siento apenada por aquellos que murieron y que eran salvos, porque sé que están en un mejor lugar; pero siento tristeza por aquellos que murieron sin conocer al Señor Jesús, porque también sé dónde ellos están.

El 14 de septiembre, continuaba llorando profusamente, al pensar en cuánto dolor estas personas tenían que pasar. Pensaba especialmente en los niños que perdieron a sus padres, y al pensar en estas cosas, mi corazón sentía dolor por ese sufrimiento.

Mientras adoraba al Señor, comencé a llorar otra vez. Lloraba muy fuerte, y no podía parar de hacerlo. Una fuerte unción de la presencia del Señor vino sobre mí, y noté que mi Señor Jesús también lloraba conmigo. Pude entender que Él estaba muy triste, y sentía que su cora­zón estaba dolido por aquellos que sufrían.

Recuerde, nuestros pensamientos están en Cristo. Él comenzó a hablarme, y dijo: Hija,  puedo ver cuanta compasión sientes por los demás. Mi corazón está dolido por aquellos que sufren la pérdida de sus seres queridos".

Él me explicó: "Debo decirte que ellos deben preocuparse por aquellos que aún están con ellos. Nadie puede vivir por sus muertos. Los que murie­ron y no me conocieron, no pudieron ser míos, pero a través de su muerte sus familias pueden ser salvas. Aquellos que murieron sin conocerme, tuvie­ron oportunidad de ser salvos, pero ignoraron mi evangelio. Está escrito, no vivas para mañana, vive de día en día.

 

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