jueves, 3 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL –Parte 019

EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS –Parte 019

poco tiempo. Sé que muchos cristianos no creen lo que  mis profetas les están
diciendo. Es por eso que te mostraré esto. »

 Mi otra voz irrumpió como usualmente sucede, en preparándome para la visión sobrenatural de parte del Señor. Este parece ser el medio que Él utiliza para prepararme, para que vea las cosas que desea mos­trarme. En esta ocasión, la voz duró por un largo tiempo. Después de más de media hora de cantar en el Espíritu con mi voz sobrenatural, comencé a ver las cosas que Dios quería mostrarme.

La primer parte de la visión era más una impresión que una expe­riencia visual. Parecía que todo el mundo estaba muy emocionado. El ambiente de la tierra estaba alborotado, y había mucho movimiento. Entonces comencé a ver de qué trataba tanta actividad.

El aire estaba lleno de objetos blancos en movimiento. Cuando la visión se aclaró, vi personas con túnicas blancas volando a través de los aires. La gente salía de todos lados de la tierra, y volaba hacia arriba en el aire. El cielo estaba literalmente lleno de personas volando, como aves en migración.

Era algo tan inusitado como impresionante. Para entonces, yo estaba cantando en alta voz, y mis manos se movían con mis puños cerrados en movimientos rápidos y alternos. No me había sentido tan emocionada en toda mi vida. Mi cuerpo estaba brincando por causa de la unción y el temblor. Sentía como si yo también estuviera volando con la gente que veía vestida de blanco. El movimiento de mi cuerpo y  voz eran tan fuertes, que estoy segura que me podían escuchar por toda la casa.

Había escuchado una descripción del rapto, pero nunca había imaginado cuán asombroso será este espectáculo. Me preguntaba qué pensarán esas personas que no conocen a Jesús cuando contemplen esta escena. Yo me sentía impresionada y emocionada, pero estoy segura que ellos se sentirán aterrorizados.

Esta había sido la sorpresa más grande que el Señor me había mos­trado. Era lo más atemorizante que había visto jamás, seres humanos volando por los aires como aves en vuelo. Ellos se remontaban con la velocidad de un cohete. Algunos parecían remontarse como cometas en el viento de un claro y hermoso día.

Vi a mi nieta de un año. Ella llevaba puesta una túnica blanca, y su cabello le había crecido hasta los hombros. Se veía que había crecido.

Primero la vi en su casa con ropa normal. Entonces, de repente, la vi vestida con una túnica blanca y volando a través de los aires. Yo estaba boquiabierta por la visión. Ciertamente parecía confirmar que el Señor regresará en un futuro cercano.

Entonces vi a mi nieta de diez meses. No tiene mucho pelo ahora mismo, pero en la visión su cabello le llegaba hasta los hombros, y al igual que mi otra nieta, ella volaba a través de los aires.

Comencé a llorar y gritar. El ruido en mi habitación debió haber sido ensordecedor. Fue bueno que Roger estuviera en su trabajo, por­que seguramente se hubiera sentido alarmado y preocupado por el ruido.

Al principio, no sabía si mi llanto era producto de alegría o tristeza. Mi nieta más pequeña también parecía estar más crecida. Sentí que el Señor tenía una buena razón para mostrarme las niñas. Primero, estoy segura que Él deseaba que yo supiera que ellas estarán con Él en el cielo para disfrutar la eternidad con Jesús. Segundo, sé que Él quería que yo viera cuánto ellas habrán crecido para el tiempo de su regreso. Es más pronto que lo que muchas personas piensan.

La alegre visión cambió. Comencé a ver personas que no ascendían como las otras. Hubo lugares de la tierra que se trastornaron; algunos lugares parecían estar virados al revés. Había alboroto por todos lados, y personas en un innegable estado de pánico. El terror estaba escrito en todos los rostros.

La gente corría como salvaje. Sobre la tierra, reinaba un total pan­demónium. Parecía que cada persona buscaba a alguien o algo que no podía encontrar. Yo comencé a llorar como una niña mientras obser­vaba la gente correr y gritar por las calles. Algunos echaban sus pocas pertenencias en sus carros y botes. Había miles de botes en el océano. la gente estaba tratando de escapar.

Muchos hombres uniformados entraban violentamente a las casas, saqueando y tomando las pertenencias que encontraban. Pude ver una familia de cuatro o cinco tendidos en el piso de una casa, la mayoría de ellos boca abajo, sobre un charco de sangre que cubría el piso.

Cientos de personas huían corriendo hacia las montañas, y en su huída, los guardias uniformados les disparaban y algunos se caían. Los que estaban más cerca de los guardias eran golpeados con palos y  garrotes.

Vi personas destruyendo iglesias. Un hombre tiró una piedra a una hermosa ventana en vitrales que mostraba a Jesús con sus ovejas. La ventana se rompió, y los vidrios volaron en todas direcciones. Yo grité con más fuerzas.

Una mujer, que parecía estar buscando a su hijo perdido, corría por toda su casa, y gritaba de pánico y temor. Gritaba el nombre de su hijo, y caminaba de un lado a otro en total frustración y desesperación. Yo deseaba ayudarla, pero no había nada que pudiera hacer.

Lloré y lloré, por ella y por los demás.

Entonces vi una familia que conozco personalmente. El padre corrió adentro de la casa, y buscaba apurado de cuarto en cuarto, lla­mando los nombres de su esposa e hijos. Encontró un miembro de su familia, y ambos se sentaron acurrucados en una esquina del cuarto, abrazándose el uno al otro y llorando. Yo sé quienes son, pero no tengo la libertad de mencionar sus nombres en este libro.

La visión se disipó y continué llorando . El Señor secó mis lágrimas.

"Hija", me dijo, 'debo mostrarte estas cosas para que puedas decirle a todo el mundo lo que va a suceder. Amo a todos mis hijos, y quiero que ellos se den cuenta de que vendré pronto por ellos, pero no puedo traer a quienes no viven de acuerdo a mi Palabra, porque ellos no están preparados para mí.

«Muchos cristianos serán sorprendidos cuando llegue el tiempo final. Lo que acabas de ver es sólo una pequeña parte de lo que sucederá muy pronto. Será mucho peor de lo que puedas imaginar para aquellos que no me conocen. Es por eso que quiero que todos mis hijos puedan venir con­migo a mi reino.

"Hija, te he mostrado parte del reino y las cosas que van a suceder en este mundo, porque el tiempo es corto. Volveré pronto. Es por eso que este libro es tan importante para mí. Es para mis hijos. Tú has visto lo que va a suceder en la tierra en un futuro cercano.

"Yo estoy listo para mis hijos, pero hay muchos de mis hijos que no creen y viven para las cosas de este mundo. Yo los amo a todos, y deseo traerlos a todos al cielo conmigo, pero no puedo traer quienes no están listos para mí. Aquellos que vengan a mi reino, tienen que ser puros de corazón y obedientes. "

Mi corazón se compadeció por todos los que no conocen al Señor, y comencé a orar por su salvación. Mencioné cada nombre que conozco, y le pedí a Dios que interviniera en sus vidas, que llamara su atención. Entonces oré por los cristianos que no están viviendo para Jesús. Le pedí que los trajera de regreso a Él.

Me determiné a completar el libro tan pronto como pudiera, y le prometí al Señor que iría a donde Él me enviara. Me sentía verdade­ramente honrada de ser una sierva de los últimos días, trabajando en los campos de la mies del Señor. Recordé un pasaje de la Biblia que muestra exactamente lo que Jesús está sintiendo ahora mismo:

"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Enton­ces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies."

-MATEO 9:36-38

¡El cielo es tan real! Pablo lo describe de la siguiente manera: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido a corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Corintios 2:9). La Gima de mostrarle nuestro amor a Dios es a través de la obediencia, tal como dijo Jesús: "si me amáis, guardad mis mandamientos" Juan 15). Capítulo 16

El, GRAN AMOR DE DIOS

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.

1 JUAN 4:18-19

Mis experiencias en el cielo, con el Señor, me han ayudado a entender lo que el apóstol Juan quiso decir en estos versos. Dios es por el destino eterno de mis padres.

Cuando me convertí al Señor, oraba constantemente por mis padres. Le imploraba al Señor, pidiéndole que no los enviara al infier­no, y le recordé cuán buenos amor, y el cielo es un lugar donde el amor es la parte dominante del ambiente, la luz y vida del cielo.

Los eventos que precederán el rapto de la Iglesia, sin embargo, serán aterrorizantes y horrorosos. A pesar de que el Señor había borra­do de mi mente la memoria de mi madre en el infierno, todavía tenía un vago recuerdo de que ella estaba allí, y sentía un gran dolor en mi corazón por el destino eterno de mis padres.

Cuando me convertí al Señor, oraba constantemente por m padres. Le imploraba al Sefior, pidiéndole que no los enviara al infiel no, y le recordé cuán buenos ellos eran. Lloré y oré tantas veces pc ellos, que de alguna manera me sentí segura de que el Señor no le echaría al abismo del infierno. También le pedí a Dios que me perm riera agradarle por el resto de mi vida para así reparar cualquier erre de mis padres.

Mi madre había sido una buena persona. Parecía muy pura inocente en muchos aspectos. Yo siempre pensé que mi madre nunc supo lo que era ser malo. Ella había estado enferma la mayor su vida, y murió a la edad de cuarenta años. Su última preocupación al morir había sido por mí.

Cuando mi madre murió, sentí que yo también me quería morir. Ella era el ártico amor que conocía en aquel tiempo. Yo odiaba a mi Padre porque sabía que, durante la enfermedad de mi madre, él estaba con otra mujer.

A pesar de ser parte de las costumbres orientales el qué algunos hombres buscaran otra mujer cuando su esposa estaba enferma, yo permanecía profundamente perturbada por el comportamiento de mi padre. Sabía que él traicionaba a su esposa, y yo sentía el dolor de ella.

Yo cargué este odio hacia mi padre por mucho tiempo, pero cuan­do me convertí al Señor lo pude perdonar, porque comprendí que él no lo conocía. Tuve que recordarme a mí misma que es sólo la gracia de Dios la que nos mantiene libres de pecar.

Con frecuencia, me había preguntado si vería a mi madre después que yo muriera. Este pensamiento era recurrente en mí después de su muerte, contando yo con catorce años de edad.

 

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