martes, 8 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS Parte 23

 EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS Parte 23

hasta tus pies. Tu cuerpo será ungido con fuego' '

Al instante de Él comenzar a derramar el contenido de la botella dorada sobre mí, todo mi cuerpo se sintió en fuego, y mi voz parecía la de una persona enferma, y comencé a llorar. Entonces comencé a cantar, y mis manos se estiraron a ambos lados, y levanté mi cabeza.

Mientras esto sucedía, yo decía: "Padre, gracias por todo lo que me has prometido". No podía bajar mis manos hasta que dijera: "En el nombre de Jesús".

Luego, mis manos se levantaron al Padre siete veces diferentes, y dije cosas que quería decir en el nombre de Jesús. Entonces caí postrada en el piso, y mi cara tocó el piso mientras me humillaba delante del Padre. Descubrí que no podía levantar mi cabeza hasta decir: "En el nombre de Jesús".

Muy pronto aprendí que no podría hacer estas cosas por mí misma. Hasta que dijera: "En el nombre de Jesús", mis manos no se bajaban, y mi cara no se movía. Creo que el Señor me estaba enseñando la impor­tancia de orar al Padre en el nombre de Jesús.

Siempre oro por todas las cosas en el nombre de Jesús, y creo que Él desea que incluya esto en el libro para que quienes no usan el nombre de Jesús, entiendan su importancia. El Señor me dijo entonces que el ángel que le había asistido había sido Miguel.

EL ANGEL MIGUEI,

Temprano en la mañana del 3 de abril de 1998, luego de mi tiempo de oración, el Señor me aconsejó que recordara todo lo que me había dicho la noche anterior. Le pregunté si podría ver a Miguel, el arcángel.

Él dijo: Miguel es un ángel muy hermoso. Él mide siete pies de alto, pesa 300 libras, tiene ojos azules y cabello rubio".

A través de la comunicación de corazón a corazón que habíamos establecido, le pregunté al Señor si yo podría ver a Miguel con claridad. Justo entonces, mis ojos se cerraron herméticamente, y el gemir de mi espíritu subió muy fuerte. Mi cuerpo comenzó a moverse hacia atrás contra la cama. Entonces vi a Miguel parado en el patio de atrás.

En cuestión de segundos, él estaba parado delante de mí, y su cabeza casi tocaba el techo. Justo como el Señor lo había descrito, Miguel tenía cabello rubio y profundos ojos azules. Su tez era muy clara, su cara dibujaba una maravillosa sonrisa.

 Él dijo: "Choo Nam, tú eres la hija preciosa de mi Señor, y estás agradándole" Entonces, él sonrió

vez más y se fue. Lo que más claramente recuerdo de él son sus profundos y brillantes ojos azules. Su bella sonrisa me hizo sentir gozo

OTRA VISITA DEL, CIELO

El 28 de abril de 1998, después de mi oración de la noche, el Señor me  mostró todas las cosas que Él ya previamente me había mostrado en  mis viajes al cielo. Él también me recordó todas las cosas que van a suceder en la tierra en un futuro cercano.

Algo que no me volvió a mostrar fue el infierno. Creo que no quiso que  yo volviera a experimentar las horribles escenas. Verdadera-mente, nunca podré olvidar nada de lo que el Señor me ha mostrado o ha dicho.

Jesús dijo a sus discípulos: "Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os enseñará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:25-26).

Esto era exactamente lo que estaba sucediendo en mi vida, y la obra del Espíritu Santo, de hacerme recordar estas cosas, continúa en ni¡ vida hasta el presente.

 Capítulo 19

AUMENTA LA  CONFIANZA

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis
perfectos y cabales,sin que os falte cosa alguna. SANTIAGO 1:4

El 7 de marzo de 1998, el Señor apareció ataviado con una corona y túnica doradas. Él se detuvo frente a mí, y mi cuerpo cayó bajo una unción tan fuerte, que me sentí atemorizada. Vi la mano derecha del Señor levantada, y mis manos se extendieron hacia Él. Me dijo: "Te estoy bendiciendo para la obra que te he preparado para hacer».

Desde el 11 de julio de 1996 hasta el presente, el Señor ha realiza­do un gran trabajo en mi vida. He tratado de detallar todo en este libro, escribiendo todos los pasos. El Señor me dijo que escribiera su trabajo y sus palabras, bajo la dirección del Espíritu Santo. Al principio, todo parecía muy difícil de creer, los dones especiales, las maravillosas visita­ciones, las visiones proféticas, los viajes al cielo y los eventos sobrena­turales. Todo parecía demasiado bueno para ser verdad.

Al echar una mirada atrás, hacia todo lo que he experimentado, me doy cuenta que el Señor me estaba llevando a través de un crecimiento especial y un proceso de aprendizaje en preparación para el ministerio. Como resultado, mi fe se ha remontado, y la esperanza ha estallado dentro de mí. Ahora creo todo lo que Él me dice y muestra. Él ha sido fiel a cada promesa, incluyendo todas las promesas acerca del libro. Él me dio el título para el libro, y me guió hacia un escritor lleno del Espíritu, quien me ha ayudado a pulir algunas de mis palabras y frases.

Saber que todo lo que Él me ha dicho es cierto, hace la espera más dificultosa.

Después de la visión del cielo, el Señor cumplió todas las cosas que necesitaban hacerse hasta el momento. Su presencia siempre aparecía después de mis tiempos de oración. Esa fue su promesa, y fue comple­tamente fiel en cumplirla. Hace alrededor de dos años, sintiéndome entristecida por situaciones en mi iglesia, oré al Señor con fervor. Yo necesitaba su sabiduría y dirección.

Sabía lo veraz de la promesa que dice: "Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra" (Santiago 1:5-6).

A pesar de creer en esta promesa, los cielos parecían de bronce cuando oraba. No podía ver al Señor, ni escuchar su voz. Me pregun­taba si alguna vez volvería a verlo, y comencé a llorar. Después de haber llorado y gritado en alta voz, llamando a Jesús una y otra vez, por un período de quince minutos o más, el Señor volvió a aparecer.

Ese día, aprendí algo de vital importancia. Él me mostró que, para poder experimentar su presencia y escuchar su voz, mi corazón debe estar alegre y limpio. Creo que esa fue la razón por la cual el Señor quitó de mi vida todo contacto con las personas que conocía, desde que Él comenzó a llevarme al cielo hasta el presente. Él no quiere que ninguna cosa perturbe mi mente mientras me entrena para la obra que tiene para mí.

LA ORACIÓN Y LA PRESENCIA DE DIOS

Amo al Señor, y sé que Él me ama. Oro muchas veces durante el día, casi siempre a las mismas horas cada día. La presencia del Señor siem­pre se allega a mí cuando oro; entonces Él y yo hablamos. Esto sucede todos los días, y en ocasiones, nuestras conversaciones duran un buen tiempo. El Señor me recuerda todas las cosas importantes que Él me ha mostrado y que ha compartido conmigo.

Siempre que termino de orar, mi estómago se tensa, mi cuerpo tiembla, mi espíritu gime y entonces el Señor aparece. Cuando Él desaparece, mi cuerpo atraviesa las mismas manifestaciones que experi­mentó antes que Él apareciera.

Cuando todo el trabajo de mi cuerpo fue completado, el Señor comenzó a visitarme todos los días a la hora de la cena. Mi esposo, Roger, siempre ora antes de la comida, y yo me pongo de acuerdo con él en la oración, hablando en otras lenguas. El Señor siempre aparece mientras oramos, y luego desaparece al final de la oración. Él siempre comenta algo acerca de la comida, y en ocasiones bromea conmigo. Yo siempre me río de su maravilloso sentido del humor.

El Señor normalmente me dice que coma todo lo que desee, y me explica que en el cielo no podré comer muchas de las cosas que disfruto aquí en la tierra. Roger sabe lo que experimento en esos momentos, porque mi cuerpo comienza a temblar. Cuando esto sucede, la unción es tan fuerte, que mi cuerpo se siente como en fuego. Cuando la comi­da consiste en pescado y vegetales, el Señor siempre me comenta que son muy buenos y nutritivos.

QUIÉN ES EL SEÑOR PARA Mí

Muchas personas opinan que el Señor es un individuo muy estricto. Para mí, Él es una persona bondadosa, divertida, comprensiva, pacien­te, amorosa y compasiva. Él siempre me habla con gentileza, excepto cuando le cuestiono sobre algo que me ha mandado a hacer. Entonces se enoja conmigo. He aprendido que al Señor no le gustan los cuestio­namientos y las quejas.

Él es un oyente muy paciente, no importa lo mucho que yo hable. Él nunca me interrumpe. Descubrí que él conoce todo acerca de mí. Por eso, muchas veces me recuerda mis planes para el día.

Hace cerca de dos años y medio que vivo bajo el control del Señor. Siempre procuro obedecer sus caminos en lugar de los míos, y encuentro que estoy muy a gusto, pero aún así, a veces lucho con la impaciencia.

Jesús es mi mejor amigo, y encuentro que es una persona muy humana. Puedo hablar con Él en todo momento y en todo lugar. Él me ha dicho que puedo hacerle cualquier tipo de pregunta, pero no debo cuestionarlo cuando Él me pide que haga algo.

A pesar de que es mi mejor amigo, siento profunda reverencia y me humillo en su presencia. Le temo y respeto, porque sé que Él es Dios. Al principio, le pedía que pudiera contemplar su presencia y escuchar su voz con más claridad. Él me respondió: "Hija mía, tú ves mi espíritu".

Por cuanto Él es espíritu, no puedo verle con toda claridad.

Cuando su presencia se hace más vívida ante mí, me siento abrumada por el fuerte poder de su unción sobre mi vida.

Durante algunas de las sesiones de trabajo en mi cuerpo, he podi­do distinguir la presencia del Señor con más claridad de lo normal. Cuando esto sucede, la unción que la acompaña es tremendamente poderosa.

Desde que el Señor me mostró el cielo y el abismo del infierno, no he vuelto a ser la misma. Ahora, cuando veo los inconversos o noto la tibieza en la vida de un cristiano, mi corazón se conduele por ellos, porque sé lo que se requiere para entrar en el reino de Dios.

La urgencia que siento por las almas perdidas me mantiene motiva­da en todo tiempo. Ahora quisiera ayudar aun a mis enemigos, siempre que me sea posible. El Señor me ha repetido en varias ocasiones lo que va a sucederle a mucha gente después del juicio.

Él me explicó que sólo un veinte por ciento de los cristianos procu­ran agradarlo de todo corazón. Él me ha asegurado, sin embargo, que le dará a su pueblo una última oportunidad para purificarse, antes que Él vuelva por nosotros. Él me explicó que esa es la razón por la que Él me escogió para escribir este libro.

Él quiere que yo sea una prueba viviente de lo que habla la Biblia y sus profecías, porque muchas personas no creen lo que dice la Biblia, y tampoco creen que Él venga pronto por su pueblo. También me dijo que este libro sería una herramienta de salvación para millones de almas.

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