viernes, 30 de junio de 2023

EL MISTERIO DE "DULCE ORACIÓN"

 DULCE ORACIÓN

 Entre Marzo/Abril del año 2016, después de estar a un solo paso de perder mi vida, me fue compartida una hoja con un texto de un canto.

Me gusto tanto y especialmente  me impactó mucho la siguiente estrofa

Hasta el momento en que veré
francas las puertas de Sión;

entonces me despediré

feliz de ti dulce oración.

Hoy , Viernes 30 de Junio, Dios me permite compartirlo en este blog, y al investigar el autor para darle el crédito, ya que  en la hoja , no aparece autor me encontré con la siguiente información en internet.

Señor quien le regaló a la humanidad un canto que reivindica el poder de la oración

Thomas Salmon, un pastor americano, conoció en Inglaterra en 1842 a un predicador ciego, llamado William W. Walford, quien acababa de terminar un poema sobre la oración en su mente. Entonces, como en un misterio sin resolver, este le preguntó a Salmon si podía escribirlo en un papel. Pese a que Salmon, tres años más tarde, logró publicar la oda en el diario estadounidense "New York Observer", jamás hasta el día de hoy se comprobó la existencia de algún seguidor de Cristo llamado William W. Walford.

la canción en un libro de himnos, sólo con palabras, se produjo en 1859 en una edición de melodías evangélicas compilada por los autores Robert Turnbull y Thomas Hastings. Posteriormente, en 1861, el texto llegó a manos del compositor norteamericano William Bradbury Batchelder y alcanzó su formato definitivo con una bella y armónica melodía.

De allí en más, como un diestro alpinista, "Dulce Oración" escaló hasta el techo de la popularidad y se revistió con la notoriedad.

Después, cuando logró renombre, el tema fue investigado por un sinfín de himnólogos.

Sin embargo, pese a los denodados esfuerzos de los estudiosos que analizaron su origen, nadie pudo localizar en Inglaterra las huellas de su supuesto autor: el pastor invidente Walford. Apenas se recabaron vagas referencias y el enigma jamás fue resuelto. Pero eso no evitó que el himno siguiera moviéndose por el camino del prestigio y que, con el correr del tiempo, adquiriera talla mundial gracias a su masiva difusión

DULCE ORACIÓN

Dulce oración, dulce oración,
de toda influencia mundanal
elevas tu mi corazón
al tierno Padre celestial.
¡Oh cuántas veces tuve en ti
auxilio en ruda tentación
!
¡Y cuántos bienes recibí
mediante ti, dulce oración!

Dulce oración, dulce oración,
al trono excelso de bondad
tú llevarás mi petición

a Dios, que escucha con piedad.
Por fe espero recibir

la gran divina bendición,
y siempre a mi Señor servir

Por tu virtud, dulce oración.

Dulce oración, dulce oración,
Que aliento y gozo al alma das;
en esta tierra de aflicción
consuelo siempre me serás.
Hasta el momento en que veré
francas las puertas de Sión;

entonces me despediré

feliz de ti dulce oración.

miércoles, 28 de junio de 2023

CARTA DE JORGE GARCIA GRANADOS AL DICTADOR UBICO

 CARTA DE JORGE GARCIA GRANADOS AL DICTADOR UBICO, SOLICITANDO EL PERDÓN DE SUS OPOSITORES.

Investigado y digitalizado por un huehueteco apasionado por la historia/ el autor del blog.

Guatemala, 17 de Septiembre de 1934.-

Señor Presidente de la República.

 General don Jorge Ubico.

Presente.-

Señor Presidente:

Es la segunda vez, durante su período presidencial que me dirigo a Ud. en graves y solemnes momentos. Recordará mi carta solicitándo el perdón para varios individuos acusados de un complot comunista. Entonces Ud.clarividente,otorgó la gracia a los condenados y con ello escribió una página de serenidad en nuestra historia entristecida antes por horribles orgias de sangre.

Otra vez han sido condenados a muerte varios hombres convíctos de haber conspirado contra la vida de Ud. Y otra vez vuelvo a pedirle un acto de magnanimidad, difícil ciertamente, pero útil y aun necesaria para el hombre político, que aparecerá así, ante los ojos de los guatemaltecos, de las naciones extranjeras y de la posteridad, como un ser de espíritu generoso y tolerante y de corazón bien puesto.

Existen razones de verdadero peso para que no se cumpla la sentencia dictada: En primer lugar, legalmente, la sentencia no corresponde al delito, que no fue consumado, sino quedó en tentativa.

La ejecución de los reos daría motivo para que más tarde se acusara a Ud. De crueldad y se le llamará tirano. Estas son armas que Ud. No debe dar a la historia.

Una conspiración una vez fracasada y enérgicamente develeda, no es ya de temer ni puede tampoco retoñar.

Por otra parte, a Ud lo faltan solamente poco más de dos años para terminar su período presidencial.

Con un Gobierno como el suyo y un sistema político de vigilancia como el actual todo complot está llamado a abortar. Ejemplo patente es ea conspiración que dió con sus iniciadores en la cárcel sin que jamás hayan tenido la más lejana probabilidad de éxito. Y es que en Guatemala solo pueden ser derribados los Gobiernos que como el de Herrera, voluntariamente  aceptan que se les mine. Pero Ud.sabe que Orellana,  con toda su impopularidad, se mantuvo inconmovible, no   obstante que los descontentos estuvieron durante su Gobierno fraguando siempre planes que nunca se llevaron a efecto.

Tiene Ud, pues, asegurado con el fracaso de este movimiento y el efecto descorazonador que el tendrá, el término pacifico de su período. ¿A qué, pues violentas medidas represivas que no tendrán otro efecto que ensangrentar al país, echar sobre Ud. odios y maldiciones y llenarlo de enemigos que, cuando abandone, el solio pre­sidencial, le harán molesta la vida del ciudadano pacífico y respetado que Ud. Aspirarará  a  llevar?

En cambio si Ud otorga  un generoso perdón, vivirá honrado de todos y tendrá derecho a que se le diga: que su clemencia fue más grande que su justicia. Y para perdonar tiene Ud. un magnífico motivo.

Estos hombres que ahora conspiraron contra Ud., fueron en tiempos difíciles sus más  sinceros amigos y propagandistas.

Humberto Molina encabezó a los estudiantes progresistas de Occidente,y yo como representante de la liga nacional  estuve- en 1926 en la misma mesa electoral en que Efraín Aguilar Fuentes representaba. al Partido Progresista y pude verle enfermar de cólera y pesadumbre al ver que triunfaba la candidatura del General Chacón,

Sea magnánimo, olvide los nuevos agravios y recuerde nada más los antiguos servicios. Un perdón humillará a los amigos que desatendiendo los afectos se volvieron contra Ud.  La  muerte en cambio hará de ellos mártires eternamente llorados.

Al presentarle mis respetos me suscribo su muy atento servidor

Jorge  García  Granados.

martes, 27 de junio de 2023

FOTOS DEL RECUERDO 1989

 FOTOS DEL RECUERDO 1989

Paseando con otros maestros en la hacienda ganadera “Rancho Palmeras”, límite entre Hueehuetenango y Quiche, a pocos metros del río Ixcán.

   

 



 



 

FOTOS DEL RECUERDO Mayo-Junio 1986

 FOTOS DEL RECUERDO 1986

En el año de 1986, con un amigo profesor (ahora Pastor de Iglesia) abrimos con  nuestros recursos propios, sin financiación de terceros , solo de Cristo, una oficina dedicada a distribuir  información turística sobre Huehuetenango y sobre todo  fomentar y difundir el aprecio y amor por el pueblo y  Estado de Israel.  ¡A Cristo sea la alabanza¡



 

 

FOTOS DEL RECUERDO , MADRE Y YO

 FOTOS DEL RECUERDO , MADRE Y YO

 Recibiendo diploma de Sexto Grado de Primaria  con el ángel que me trajo al mundo, mi  bella madre Marta  Cándida López Palacios ( En la presencia eterna de nuestro Salvador Jesucristo)


Mi Maestra de sexto Primaria Julia del Carmen Castillo. Y mi maestra de primero primaria, quien me enseñara las vocales y a leer y a escribir, Marta Piedad Villatoro de Rios. Escuela de Jumaj,Huehuetenango.

Recibiendo título de  Maestro de Educación Primaria


 

lunes, 26 de junio de 2023

“…Y VUELVEN LAS GAVIOTAS A VOLAR…”

 …Y VUELVEN LAS GAVIOTAS A VOLAR…”

"SEA YO UN VIOLÍN PARA TODOS TUS CANTARES"

LUNES 26 JUNIO DE 2023

   Cuando venga la calma, y la lluvia  y el tiempo enfrie mi sufrimiento después crecerán allí en esa fértil tierra: manzanos, 🌹mandarinas, naranjos de Azahares en  flor exhalaran sus  fragantes aromas, creceran azucenas de la más inmaculada blancura, uvas muy dulces brotaran allí ,cascadas de increible pureza.  las gacelas asomarán sus tiernas y esbeltas figuras. las palomas habitaran allí por siempre y elevarán sus  alas al cielo azul..


 

domingo, 25 de junio de 2023

JUAN ORTIZ Y LA HIJA DEL CACIQUE

 JUAN ORTIZ

Y LA HIJA DEL CACIQUE

(Condensado de “The Everglades”)

Por Marjory Stoneman Douglas

 

Cuando, el día tres de junio de 1539, Hernando de Soto tomó posesión de la estrecha faja arenosa que se extendía al este de la región pantanosa de los Everglades

Un indio le hizo saber que muy al interior había un cautivo cristiano que era español y conocedor del país. De Soto, ávido de informes directos sobre aquella tierra selvática y codicioso de sus posibles riquezas, despacho inmediatamente una expedición que no tardó en regresar con un hombre bronceado, desnudo y tatuado como un salvaje, que tenía porte y aspecto de indio.

Al principio  el hombre no acertaba a recordar su propia lengua nativa, pero poco a poco fue haciendo memoria y contó la asombrosa aventura de su vida. Se llamaba Juan Ortiz y era nacido y criado en Sevilla. Hidalgo pero pobre, había venido al Nuevo Mundo en busca de fortuna, formando parte de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1528.

Pero cuando Narváez y trescientos hombres que lo acompañaban no regresaron de un viaje de exploración que habían emprendido hacía el norte, Ortiz y otros sobrevivientes embarcaron para la habana. Poco después, sin embargo, unos veinticinco  españoles, entre los cuales se contaba Ortiz, volvieron a la Florida para reanudar la expedición.

Al llegar a la playa donde Narváez había desembarcado, sólo se ofrecieron a sus miradas unas cuantas chozas con techo de paja y dos o tres indios en inmóvil expectativa. Algo más  vieron, sin embargo; algo que pudiera haber dejado un  blanco__ una caña clavada en la arena y cuya punta hendida sostenía lo que en apariencia era una carta.

Juan Ortiz, pletórico de vida, valor y entusiasmo, bien parecido y seguro de su estrella, no quiso esperar a que todos desembarcaran  para apoderarse de aquella carta. Solo permitió que le acompañase otro hombre en el bote de remos. Sus compañeros intentaron disuadirle recordándole la conocida ferocidad de aquellas gentes de la  Florida. Pero nada detuvo a Juan Ortiz.

Remó hasta dejar el bote en la arena, y saltando a la playa corrió alborozado hacía la carta, con una sonrisa de satisfacción por estar pisando la tierra de aquel mundo nuevo. Pero no tardó en verse detenido por una muchedumbre de hombres altos, oscuros y tatuados , que lo agarraron con brazos tan duros y fuertes como ramas de árboles. Oyó golpes y vio como el otro español conseguía desasirse para caer a los pocos pasos muertos a palos. El barco de vela en que había llegado la expedición ponía a toda prisa proa al mar.

Juan Ortiz fue llevado a una aldea donde una multitud de gentes de piel oscura y pintarrajeada empezó a surgir de las casas sostenidas en pilotes sobre los estrechos canales. Corrieron tras él lanzando  

Gritos hostiles, hasta que llegaron a una especie de plaza cortadas en la maleza, donde varios hombres sentados en troncos rodeaban al gran jefe bronceado. El jefe, que estaba cubierto de tatuajes y cuyo rostro parecía tallado magníficamente en un trozo de madera curtida a la intemperie, permaneció inmóvil mientras llevaban al cautivo a su presencia.

El joven español miró lentamente en derredor, un tanto aminorada la fiereza de sus ojos por la actitud extraña y amenazadora de las gentes; a ambos lados tenía grupos de hombres adustos y silenciosos; detrás atisbaban murmurando las mujeres_-viejas de caras amarillentas y marchitas, hermosas madres con sus hijos en brazos, doncellas gentiles de  piel suave y grandes ojos tímidos. La multitud estaba ahora inmóvil y silenciosa, atenta a la deliberación del consejo, una serie alternada de murmullos y silencios. El calor era asfixiante y el sol deslumbrador; la piel de Juan Ortiz ardía bajo la gruesa ropa de España y un sudor frío le corría por la espalda. Oía el zumbido de las moscas   

En el denso  silencio. De pronto vio que el  jefe ponía fin a la sesión con un simple movimiento de la mano.

Ortiz pasó la noche amarrado en una choza y al amanecer vinieron unos hombres que lo condujeron por la arena pisoteada hasta un lugar donde había clavados en el suelo sobre viejas cenizas  unos postes bajos. Mientras la bronceada muchedumbre lo contemplaba, le arrancaron la ropa hasta dejarlo desnudo, con el blanco cuerpo luciendo extrañamente al sol. Lo extendieron sobre una especie de parrilla hecha con leños a la cual lo ataron con correas, imposibilitado todo movimiento. Aplicaron  un palo encendido y Juan Ortiz oyó el chisporroteo de la leña que tenía debajo, sintió taladrante dolor de quemaduras en la espalda, y lanzó un grito angustioso, grito de protesta que le arrancaba aquella muerte espantosa__! Madre de Dios¡

Pero de  pronto empezaron a separar  los ardientes leños y alguien cortó las ligaduras de cuero que le inmovilizaban pies y manos.  Lo pusieron rudamente en pie y avanzó a empellones, vacilante, cegado por el sol y la angustia,  hasta llegarse de nuevo ante los hombres del consejo. Vio vagamente a una de las muchachas que le habían parecido gentiles, en pie ante los jueces, hablándoles animadamente. Era bronceada y dulce, iba desnuda de cintura arriba y la falda de hierba le llegaba a las bien formadas rodillas. Pendían de su cuello brillantes adornos y hacía un gracioso movimiento al echar hacía atrás la larga cabellera negra.

Luego el jefe levantó la cabeza para mirar al cautivo, _ así como éste  último recordaba haber visto a los negreros españoles mirar al indio que les ofrecían en venta.._ A una señal de asentimiento que hizo el jefe, los hombres se llevaron a Juan Ortiz, atormentado por el dolor de sus quemaduras pero sabedor de que no iba a morir, de que la muchacha le había salvado la vida. Más adelante sabría que tanto ella como otras mujeres  habrían creído que era demasiado joven y hermoso para perecer, y que la muchacha había convencido a su padre, el jefe Ucita, de que él y la tribu podían enorgullecerse de tener un cautivo blanco.

Algunas mujeres de edad cuidaron de él en una de las chozas con techo de hojas_-poniéndole  emplastos  en la espalda y llevándole agua y comida_ Hasta que Juan Ortiz  volvió a tenerse en pie, lleno de ánimo y esperanza, agradecido de poder respirar el aire puro a plenos pulmones. Aprendió a saborear la comida india, a no usar otra ropa que un taparrabo, y se le bronceó el cuerpo por la constante exposición al sol.  Aprendió palabras indias y las artes de pescar con arpón y red ; trabajó con las mujeres haciendo vasijas, raspando pieles, cortando leña y transportando agua constantemente. La muchacha que lo había salvado le dirigía dulces miradas y tal vez se deslizase alguna noche en su cabaña para consolarlo amorosamente, lo cual no se consideraba impropio que hiciesen las muchachas indias antes del matrimonio.

Pero al cabo de algún tiempo no bastó que ayudase a las mujeres en sus tareas. Juan Ortiz fue conducido cierto día lejos de la la aldea a un lugar situado en el corazón de la selva donde había troncos apilados en tosca imitación de túmulos. Era allí donde aquellas gentes exponían  a sus muertos. Bajo una pila reciente de troncos pequeños yacía el cadáver de un niño, hijo de uno de los jefes. El cuerpecillo había de ser guardado durante cuatro días con sus noches contra las bestias feroces.

Juan Ortiz debía cuidar de la hoguera encendida al pie del túmulo, sentose junto al fuego, pensando en la casa de su padre y en las animadas calles de Sevilla. Arriba entre los árboles, oyó  chillidos trémulos y voces que ululaban. Poco a poco, sin darse cuenta, se fue quedando dormido.

Al despertar oyó algo que  se arrastraba furtivamente entre la maleza. Más allá de los rescoldos de la hoguera unos ojos verdes lo miraron y desaparecieron.

Con el corazón palpitante corrió en aquella dirección y arrojó su lanza entre los arbustos. Luego escuchó atentamente, pero no volvió a oír nada. La oscuridad se hizo más densa en derredor suyo  se volvió a cuidar el fuego, encomendándose al cielo A la primera claridad del día fue a examinar la pequeña pila de troncos y vió que estaban separados como por una fuerte garra. ¡El cuerpo del niño había desaparecido¡  El relente matinal no estaba más frio que la piel de Juan Ortiz.     Aquello suponía su condena a muerte.No tardaron en llegar los hombres de la tribu y, entre ellos, el padre del niño, que le lanzó una mirada de odio. Las viejas cicatrices de la espalda le dolían cuando les explicó lo ocurrido. Algunos hombres corrieron hacia donde les indicó mientras otros empezaron a amarrarle las muñecas. En esto sonó un grito. Los que habían corrido volvían triunfantes trayendo en alto el cuerpo del  niño y arrastrando un enorme lobo que tenía clavada en la garganta la lanza

De Juan Ortiz. Este pensó que nunca había asestado una lanzada con tanta fortuna.

Los tres años que siguieron a aquel suceso fueron bastante buenos para  Juan Ortiz, pues gozó de la protección del jefe Ucita e hizo la vida que correspondía a un guerrero indio, sujetándose la larga cabellera con flechas, afeitándose la barba con afiladas conchas de mariscos y hasta dejándose  tatuar y ser iniciado en un clan.

Los indios respetaban a todo el que supiese mostrar su hombría entre ellos, y el ex cautivo tomó parte en las fiestas de la tribu, corriendo y riendo en torno a la hoguera con sus nuevos iguales.

Entonces sobrevino por el noroeste un ataque incontenible de otro  jefe indio, llamado Mococo que incendió el poblado de Ucita y algunas de sus gentes se escaparon al sur.

Ucita creyó a pie juntillas lo que el sacerdote de la tribu le dijo en secreto: su desgracia y la de los suyos era debida al hombre blanco.

Aquella noche, cuando Juan Ortiz dormía, la muchacha que lo había salvado, la hija del jefe, se deslizó en la choza y le susurró al oído que su padre tenía la intención de hacerlo matar en las ceremonias de expiación del siguiente día, para que cambiase la suerte de su pueblo.

La joven le aconsejo que se levantase inmediatamente y corriera a presentarse al victorioso Mococo. Se ha dicho por algunos que la joven huyó con Ortiz a pesar de  estar prometida en matrimonio a un joven jefe. Pero la leyenda original dice que solamente fue en su compañía hasta medio camino para enseñarle el sendero que había de seguir.

Ortiz llegó por la mañana a un río donde estaban pescando dos de los hombres de Mococo, cuando les dirigió la palabra, echaron a correr dando la voz de alarma a los guerreros que le hubieran dado muerte si alguien no hubiese comprendido sus gritos en demandes de auxilio. A poco se presentó el mismo Mococo, curioso por ver al cristiano que venía a el del campo enemigo. Recibiolo con generosidad. Ortiz prometió servir lealmente al gran jefe y éste , en cambio, le dio palabra de que , si llegaba a la costa algún navío con cristianos, quedaría en libertad de irse con ellos.

Así fue como un mensajero indio pudo hablar a de Soto del cautivo español, y como Mococo, fiel a su palabra, permitió a Ortiz unirse a sus compatriotas. También fue así como esta dramática historia de Juan Ortiz y su salvación por la hija de un jefe indio fue incluida en la clara y auténtica historia de la expedición de De Soto por un caballero portugués, vecino de la ciudad de Elvas, que la oyó al mismo Juan Ortiz, y la escribió y publicó en Portugal el año de 1557.

La narración del caballero de Elvas fue traducida al inglés y publicada en Londres a principios del siglo diecisiete. Poco después el capitán John Smith publicó la historia de su romántica salvación por Pocahontas en la segunda versión de sus aventuras de 1607

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