lunes, 14 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS Parte 25

 

 EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS Parte 25

con todo mi corazón durante los servicios. Durante esos preciosos momentos de adoración, me desconecto de aquello que me rodea.

Usualmente veo al Señor caminando alrededor del frente de la iglesia con una cara de felicidad. Es por esto que frecuentemente me río a carcajadas durante la adoración. En esos momentos, entrego cada onza de mi energía y atención al Señor, y creo que de eso se trata la adoración.

PERMANECER QUIETA HASTA EL,
MOMENTO OPORTUNO

En enero de 1999, estaba yo bajo instrucciones del Señor de no com­partir con ninguna persona las cosas que Él había hecho en mí y por . Él me había dicho que revelaría esas cosas a las personas cuando el momento oportuno llegara. En ocasiones, esto era difícil para mí, especialmente cuando tenía que ver con mi familia y mi pastor, pero no tenía otra alternativa, sino obedecer al Señor porque sabía que perdería su bendición si no lo hacía.                  

A veces, esta comprensión me hacía desear dejar mi iglesia e ir a otro lugar donde nadie me conociera. Casi deseaba esconderme de los demás, porque soy una persona muy sensible, y me molesta que otros piensen que los estoy evitando.

Todo esto requería una paciencia sobrenatural. Percibía que muchas personas no creerían mi revelación del cielo, pero no me pre­ocupaba este asunto, porque sabía que mi Señor Jesús tendría cuidado de eso, así como Él dijo que lo haría. Ahora sé lo que Jesús sentía cuan­do nadie le creía durante su tiempo en la tierra. Comprender lo que Él tuvo que atravesar por mí, siempre me hace sentir mejor cuando soy malentendida o juzgada por otros.

UNA VASIJA PULIDA

Para principios de enero de 1999, el Señor me mostró un barro áspe­ro de color marrón, y me dijo: "Hija mía, tú eras así antes de que yo comenzara a trabajar en tu cuerpo físico y la mente. Tú eres ahora una vasija perfectamente pulida" Me mostró el barro otra vez, y entonces se veía brillante y reluciente. Esta revelación me hizo sentir humillada una vez más, pues nuevamente comprendía lo que Dios había hecho en mi vida.

El 23 de enero de 1999, el Señor me dijo que en el próximo día (un domingo) a las seis de la mañana, comenzara a orar en lenguas por todas sus promesas, y que continuara hasta que el fluir cesara. También me dijo que me fuera a la iglesia treinta minutos más temprano; que primero alabara al Padre y orara en lenguas hasta el comienzo del ser­vicio de adoración.

Tuvo cuidado en advertirme que no permitiera que nadie me inte­rrumpiera. Sus direcciones eran claras: "Puedes irte antes, pero no después de las 9.-30" 'Comprendí que esta debió ser la razón de la nueva lengua que me había dado hacía diez días.

Una semana después, el Señor me dijo que volviera a hacer esto mismo. Alrededor de diez minutos antes de que la adoración comen­zara, vi al Señor sentado en la plataforma. Llevaba puestos la hermosa corona y túnica que siempre usa en ocasiones especiales. Se veía muy feliz, y al instante de haber notado su presencia, experimenté una fuerte unción espiritual.

Apenas podía mantenerme de pie durante el tiempo de adora­ción. Al llegar a mi casa después del culto, oré como de costumbre, y le pregunté al Señor por qué llevaba puesta esa mañana su vestidura especial. El me respondió: “He abierto la puerta para que tu trabajo comience':

E TRABAJO COMIENZA

El 7 de febrero de 1999, el Señor me despertó alrededor de las dos de la mañana, para dejarme saber que mi trabajo había comenzado. Me explicó que este era un día muy especial para mí. Así que, yo esperaba que Él me llevaría al frente de la iglesia a danzar, tal como Él me había prometido que lo haría hacía mucho tiempo, pero esto no sucedió.

Me sentí muy decepcionada, y al regresar a la casa, lloré y me quejé e delante de Él. El Señor me escuchó por alrededor de una hora, y cuan­do terminé de desahogarme, me humillé en arrepentimiento delante de Él. El Señor simplemente me dijo que debí haberlo malentendido. A pesar de todos mis sentimientos negativos, había sentido una unción más fuerte que nunca durante el tiempo de adoración.

El 11 de marzo de 1999, después de mi tiempo de oración matuti­na, mis manos comenzaron a tocar mis ojos, y el Señor me mostró las piedras hermosas otra vez. Yo no quería abrir mis ojos. Un pensamiento vino a mí, y le dije al Señor que si nunca más volvía a ver nada o a nadie mientras estuviera en la tierra, que aun así quería ser usada po rÉl, como Él lo había prometido, para que los espiritualmente ciegos de la tierra pudieran ver.

He visto lo suficiente de este mundo, y todo lo que tiene para ofre­cer palidece en comparación con la luz de la visión celestial que Dios en su gracia me ha dado. Al darme cuenta que sólo ver a mi Señor y servirle por el resto de mis días es suficiente para mí, comencé a llorar. Mis palabras eran ciertas, y el Señor conocía mis pensamientos. Él me dijo: "Hija mía, eres doblemente bendecida».

A pesar de no saber exactamente lo que eso significaba, sabía que le había dicho al Señor que me sentiría honrada si tenía que canjear mi vida por este libro. Ahora la vida en este mundo tiene poco significado para mí. Sólo deseo que todos lean este libro, y descubran lo que toma entrar en el reino de Dios.

Capítulo 21

UNA NECIA PARA DIOS

Lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios...

1 CORINTIOS 1:27

E1primer día de la primavera de 1999, el Señor me dijo muchas cosas durante la adoración, y casi cometo una tontería. Generalmente, durante la adoración, mis manos se mueven en cada dirección mien­tras participo en danza y cánticos espirituales, pero este domingo en particular, ni siquiera pude levantar mis manos durante todo el servi­cio, aunque mi cuerpo fue poderosamente ungido en esos momentos. Estaba confundida por este cambio de eventos.

De hecho, la experiencia en general me hizo sentir miserable. Esta era la cuarta vez que me no me sentía feliz desde que el Señor había comenzado a mostrarme las visiones celestiales. Sentía paz, pero mi mente estaba turbada, aun después del servicio, cuando estuve en ora­ción en la presencia del Señor.

Después del servicio, me quejé delante del Señor, y lo hice otra vez antes de la comida, pero el Señor permanecía en silencio. Cada vez me sentía más miserable. De repente, un pensamiento vino a mí de que este era un ataque de Satanás, así que reprendí al diablo en el nombre de Jesús, y el gozo retornó a mi vida instantáneamente.

Me regocijé y sonreí de felicidad; entonces le pedí perdón al Señor. Él me respondió: «Hija mía, tú no sabes cómo protegerte. Muchos cristia­nos no saben cómo echar fuera al enemigo como lo acabas de hacer, y debes incluir esta experiencia en el libro".

«Es muy importante para cada cristiano saber cómo echar fuera al enemigo. Cuando estás enferma o tienes problemas en tu vida, primero echas fuera al enemigo, y entonces oras al Padre en mi nombre'

 ¡Qué importante fue esta enseñanza para mí! Esta experiencia fue seguida por otra enseñanza acerca del juzgar a los demás. Me pre­guntaba por qué algunos creyentes llenos del Espíritu tienen tantos problemas con las cosas terrenales. No pensaba mal de ellos, pero debo admitir que a veces me cuestionaba acerca de esto. Pensaba que quizá estos cristianos estaban viviendo fuera de la voluntad de Dios, y por esa razón, les sucedían cosas malas a sus seres queridos. Entonces, Dios usó a mi propia hija para enseñarme algo acerca de esta actitud.

Mi hija y yo teníamos una relación muy cercana, y éramos las mejores amigas hasta que —de repente— nuestra relación se rompió; esto hace alrededor de tres años. Ella es una cristiana llena del Espíritu, y Roger y yo pensábamos que tenía un buen matrimonio, pero súbita­mente ella y su esposo comenzaron a tener problemas.

Eventualmente, mi hija se divorció de su esposo. Ellos tienen dos niños. Parecía que ellos tenían todo lo que necesitaban y querían —más que la mayoría de las personas— pero lo perdieron todo como resultado de sus problemas matrimoniales y subsiguiente divorcio. A pesar de mi hija tener éxito en su trabajo, ella estaba rodeada de per­sonas incrédulas, y comenzó a vivir una vida completamente impía. Como resultado, ella tenía toda clase de problemas.

Antes de que los problemas matrimoniales comenzaran, noté cómo mi hija se alejaba del Señor. Cada vez que le mencionaba al Señor, no quería escuchar ni hablar de Él. Asistía a la iglesia con sus hijos una vez por semana, leía la Biblia y oraba, pero aparte de esto, vivía una vida mundana.

Antes de que sus problemas comenzaran, escuchaba mis consejos, pero de repente ella ya no quería escuchar nada de lo que yo le decía. Era una persona completamente cambiada. Roger y yo sentíamos que realmente no la conocíamos. Sentimos que había perdido todos sus principios.

En alguna medida, me sentía confortaba de saber que el Señor veía su comportamiento, pero sabía que Él no haría nada por ella hasta que ella se arrepintiera y entregara totalmente a Él. Dios nunca nos obligará a hacer ninguna cosa que nosotros no queramos hacer.

El Señor nos enseñó muchas cosas a través de nuestra hija. Desde que me convertí, no creo en el divorcio ni en hacer cosas malas  deliberadamente. Así que me sentía muy avergonzada por el divorcio de mi hija y su vida mundana. Me rompía el corazón ver cómo ella hería el corazón de nuestro Señor Jesús. Esta era la situación más difícil que nos había sucedido desde que fuimos salvos, pero nunca culpamos al Señor. Sabíamos que Él tendría cuidado de todo en su tiempo per­fecto.

Creo que al Señor no le gustaban mis pensamientos vergonzosos en este respecto, pero Él no me dio otra alternativa, sino la de incluir la historia de mi hija en este libro. Yo le había prometido que le obede­cería todos los días de vida, sin importar la situación. Así que nunca le cuestioné por qué tendría que hacer esto. Solamente dije: "Si eso es lo que tú deseas, Señor, yo lo haré".

Ahora la vida de mi hija se ha estabilizado, y nuestra relación volvió a ser como antes, pero su vida está tan ocupada que no tiene tiempo para ella ni para los demás. Me preocupa que ella no tenga tiempo para el Señor.

Después de recibir y experimentar la visión del cielo, el Señor me mencionó en varias ocasiones que habrá muchos divorcios, muchas familias rotas y muchas muertes. Entre ellos, muchos cristianos.

Aprendí que las cosas que les suceden a nuestros hijos no siempre tienen que ver con la vida que tienen sus padres en Dios. El Señor me lo explicó de esta manera:”Les pueden suceder cosas malas en ocasiones, aun a muchos cristianos fieles y sus seres amados. Juzgar a los demás es uno de los peores pecados. Nadie tiene el derecho de juzgar a otro, no importa cuál sea la situación, y hasta que aprendas esto a través de tu propia expe­riencia, esta será una verdad dura de entender"

 De ese momento en adelante, no importa lo malo que suceda en la vida de otra persona, escojo nunca pensar mal de ellos. En lugar de eso, escojo tenerles compasión, como Pablo enseñó: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo" (Gálatas 6:1-2).

TIEMPOS DE ADORACIÓN

Desde el 7 de febrero de 1999, el Señor se me revela cada domingo, siempre entre la una y dos de la mañana. Él usa este tiempo para

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