domingo, 27 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS Parte 31

 EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS Parte 31

produjo gran emoción escucharle decir que lo había hecho bien.

Mientras estuve ministrando en las calles, sentía un ardiente deseo de repartir los paquetes de material evangelístico a la gente, y casi toda lo aceptaba. Después del Señor decirme que mi ministerio en la calle había terminado, ya no experimentaba ese mismo deseo. Sin embar­go, aún trataba de evangelizar y dar el material a la gente, pero siete personas me rechazaron en un mismo día. Sentí un gran consuelo de saber que todos los que recibieron el material eran escogidos de Dios, y confío que no perecerán.

Disfruté cada momento de mi ministerio en las calles. Aún testifico en cada oportunidad que se presente, pero ya no es el mismo ministe­rio que disfruté durante aquellos ocho meses. Después de evangelizar, sentía un gozo indescriptible. Caminaba con una sonrisa en mi rostro, y las personas me miraban con asombro.

Ahora entiendo por qué los ángeles se regocijan y danzan de gozo cada vez que un pecador se arrepiente. Oré continuamente, por seis días a la semana, por cada persona que tuve el privilegio de llevar al Señor. Esto me recuerda de un granjero que planta una semilla en la tierra, y él sabe que debe echarle agua, fertilizarla y cultivarla para que pueda dar fruto. La oración intercesora es una de las fuerzas espirituales más poderosas que existen.

EL DESEO DE OFRENDAR

Cada sábado en la noche, después de orar para acostarme, y cada domingo después de orar en la mañana, el Señor derrama sobre mí una especial y poderosa unción. Esta unción me cubre por completo, y cosas fuera de lo normal suceden en mi cuerpo durante esos momen­tos. Es difícil explicar con exactitud lo que toma lugar, porque tanto mi cuerpo como mi mente se sienten extraños para mí. Esta poderosa unción siempre me cubre cuando tengo que hacer la danza de obrar milagros los domingos en la mañana.

Desde que me convertí, mi deseo siempre ha sido el de dar. Al principio, envidiaba a quienes podían dar diezmos y ofrendas, porque en aquél entonces yo no podía hacerlo. Recién nos habíamos mudado de California y mi esposo no era salvo.

Fue un año y medio después, cuando Roger aceptó al Señor. En la segunda semana de conversión, él comenzó a dar los diezmos, porque le pedí que lo hiciera. En respuesta, nuestra bendición comenzó a aumentar más cada día. Hasta el presente, nunca hemos tenido que pedir ninguna cosa material. Dios continuamente nos bendice más de lo que esperamos.

No estoy presumiendo acerca de esto. Sólo deseo que cada herma­no cristiano obedezca al Señor en cuanto a esto, porque sé que aquel que lo haga, será bendecido de la misma manera que nosotros hemos sido bendecidos. Nunca puedo dejar de dar al que está en necesidad.

Mi esposo y yo tenemos nuestras limitaciones cuando se trata de dar, pero quisiera dar aún más. Mis planes, cuando el Señor me bendi­ga con sus recursos económicos, son sostener ministerios de misiones y desamparados en el mundo. Le dije al Señor que cuando Él me haga rica, como Él ha prometido que hará, no habrá niños hambrientos en el mundo.

En mi crecimiento en el Señor, he aprendido una lección muy importante acerca del dar. Temprano en la mañana de un sábado en mayo de 2000, pasé por un lavado de automóviles que ofrecían unos niños, y me detuve para ayudarlos. Les hablé de jesús y les entregué un paquete del material de evangelismo.

Al hacerlo, noté que había un grupo de personas adultas en otro lado vendiendo comida. Ellos eran muy amistosos e invitaban a las per­sonas a acercarse. Les hablaban de Rusia y una campaña evangelístico que tendría lugar en el mes de junio. Ellos colectaban ofrendas para la iglesia en Rusia.

Yo tenía cuarenta dólares conmigo, e inmediatamente se los di. Cuando llegué a mi casa sentí un profundo deseo de dar más. Mi espo­so no estaba en la casa ese día. De repente, pensé en $500 que había ahorrado para emergencias. Así que le pregunté al Señor, y Él me dijo que debía darlos.

Cuando regresé al lugar del lavado de carros, les di el dinero, y me sentí muy feliz. Noté en la lista que había firmado, que mi ofrenda había sido la más grande del día.

Cuando regresé a mi carro, comencé a reír con un gozo tan gran­de que no pude parar de reír en todo el camino de regreso a mi casa. Cuando entré en la casa, comencé a reír más fuerte, y brincaba con un gozo indescriptible. Todo ese día experimenté una gran felicidad, y deseé dar aún más.

La razón por la que me sentía tan feliz es porque sabía que mi Señor estaba feliz. Él me dijo que se sentía muy contento por lo que yo había hecho ese día. Desde ese mes, el Señor nos ha bendecido más de lo que pudimos haber imaginado. Por un tiempo, ni siquiera le dije a mi esposo, pero unos meses más tarde le conté lo sucedido, y él se sintió muy complacido.

Generalmente, mi esposo y yo nos ponemos de acuerdo en lo que damos, pero en esta ocasión lo hice con mis propios ahorros. Aprendí que cualquiera que da con amor, será bendecido al ciento por uno. La habilidad de dar me hace desear alabar a Dios cada vez más.

Le he dicho al Señor que quiero que todo el mundo tenga la oportunidad de leer mi libro, especialmente los niños y jóvenes. Puedo imaginar cuán emocionados se sentirán de descubrir lo que les aguarda en el cielo, donde habrá deleites por siempre.

Nuestro Señor tiene un amor especial por los niños, y yo comparto ese amor por ellos. Oro por los niños y adolescentes cada día, pidién­dole a Dios que los salve.

Mi esposo y yo no deseamos tener más de lo que ya tenemos. El Señor nos ha bendecido con todo lo que necesitamos aún antes de conocerle, y siempre hemos vivido cómodamente. Nunca hemos sido ricos, pero tampoco nos ha importado serio. Nuestro deseo es ser ricos sólo para servirle a Él y para que nuestra vida efectúen un cambio en otros.

Por cierto, me sentiría muy incómoda si tuviera una casa y un auto costosos. Me sentiría así porque sé que hay muchos que están murien­do de hambre, y pareciera que no hay fondos suficientes para enviar a las misiones alrededor del mundo. Creo que, aunque no lo desee, el Señor me bendecirá con una mejor casa y auto, porque ya Él me ha mostrado esas cosas.

Antes de convertirme, mi mayor deseo y más agradable actividad era ir de compras. Ahora todo ese deseo ha muerto. Sin embargo, me gusta comprar ropa bonita para ir a la casa de Dios y adorar a mi Señor.

Sé que Él sólo mira los corazones, pero deseo rendirle honor y res­peto en todo tiempo. Cuando estamos delante del todopoderoso Dios, debemos lucir lo mejor posible. Me sentía muy culpable cuando lucía joyas y ropa bonita para la iglesia, porque sabía que algunas personas no podían poseer tales cosas. Sin embargo, el Señor me dijo que no me sintiera culpable de usar las cosas con las que Él me había bendecido.

A pesar de que me comunico con el Señor en el Espíritu, siento que Él es real para mí y que cuida de mí tanto por dentro como por fuera. Por lo tanto, siento temor de desagradarle. Yo le digo: «Ya no me importa lo que yo deseo, porque agradarte a ti es todo para mí. Mi vida en esta tierra no significa nada para mí si no puedo agradarte".

Él ha contestado mi oración de esta manera: "Hija, lo que dices me agrada mucho" Sus palabras son muy pocas.

Esto concierne a todo cristiano. Si usted tiene ropa bonita o joyas, no se sienta culpable de ponérselas. El Señor me ha dicho que no debe­mos esconder las cosas que Él nos ha dado para bendecirnos. Es bueno que los pecadores conozcan que los cristianos somos bendecidos. He notado que muchas hermanas cristianas se sienten culpables de usar lo que tienen para ir la iglesia. No nos preocupemos por las otras perso­nas, porque mostrar las cosas con las que Dios nos ha bendecido, les da esperanza a ellos de recibir también las bendiciones de Dios para su vida.

Una cosa sé: El Señor se agrada cuando lucimos lo mejor para ir a su casa. Muchas veces el Señor me ha dicho: 'Mi amada, hoy te veías hermosa en la iglesia". Después de todo, ¿qué no conoce Él de nosotros?

ADORAR Al, SEÑOR

Después de llegar a la Iglesia Betel, dancé en sólo cuatro ocasiones durante el servicio de la mañana. Luego, de junio a noviembre de 1999, comencé a danzar sólo los viernes en la noche.

Al mudarnos a nuestro nuevo templo, la Iglesia Para Todas las Naciones, no hice la danza de obrar milagros por algún tiempo, pero en el tiempo de recoger las ofrendas, el Espíritu Santo llevaba mi cuerpo al altar para danzar. No había sido adiestrada para esta danza, pero el Espíritu Santo movía mis manos y mi cuerpo al son de la música. Cada movimiento era repetido tres veces.

Muchas personas no comprenden cuán importante es la adoración para nuestro Señor. Mientras adoramos, recibimos la unción, los frutos del Espíritu, la sanidad, los deseos de Dios, el bautismo del Espíritu Santo, el gozo inexplicable, la paz y la liberación. Quien adora con sin­ceridad de corazón, acción de gracias a nuestro Señor y busca su rostro sin distracciones, recibirá bendiciones asombrosas.

 UN LARGO PERÍODO DE PREPARACIÓN

Le pregunté al Señor por qué cada una de sus promesas para mi trabajo y la publicación de libro estaban tomando tanto tiempo para ser cum­plidas.

Él me dijo: "Hija, te estoy demostrando con esto, que tu trabajo es muy importante para estos últimos días. Tu danza de milagros involucra muchas cosas y a muchas personas. De modo que, be tenido que preparar a todas estas personas que van a trabajaren tu ministerio, y poner otras cosas en su lugar. Y más importante aún, tuve que purificarte por completo, por dentro y por fuera. Tu compasión por los demás y las demás áreas de tu vida, están siendo transformadas para ser más como yo era cuando estaba en la tierra.

"No importa la situación, tu corazón debe estar dispuesto para mí en todo momento, para que puedas obedecerme como yo obedecí a mi Padre cuando estaba en la tierra. Esta danza que creé para ti, debe ser completa­mente pura en todo momento, para que el Espíritu Santo pueda moverse. Tuve que adiestrarte en público todo este tiempo, para ayudarte a ser más atrevida, confiada y no tengas temor de pararte delante de ninguna persona.

-No importa cuanto ruido haya alrededor de ti  o cuantas personas te rodeen, debes ser capaz de concentrarte solamente en mí. Ningún ruido ni ninguna persona debe interrumpir tu mente. Es por eso que tus ojos perma­necen cerrados y te pones tapones en los oídos mientras danzas. Cuando esté completamente satisfecho con tu preparación para el ministerio, entonces podré mover todas las cosas como un arbusto ardiente. Nada estorbará el camino':    á

LANZAMIENTO DEI, MINISTERIO

... no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos
que por la fe y la paciencia heredan las promesas.

HEBREOS 6:12

Los días 22, 23 y 24 de diciembre de 2000, el Señor me despertó a las 3:30 A.M., y mi cuerpo tembló por treinta minutos. Entonces  su presencia apareció y me habló por alrededor de treinta minutos, en todos y cada uno de estos días. Él me dijo que mi ministerio de danza para obrar milagros comenzaría pronto. También me dijo que este había sido un largo período de entrenamiento, y me dio las gracias por mi paciencia y obediencia.

Al mismo tiempo, yo sabía que había algunas personas en la iglesia que se estaban quejando de mi danza. Creo que si una persona está realmente llena del Espíritu Santo, no debe quejarse de lo que otros hacen bajo el poder o la unción del Espíritu Santo. Cuando el cuerpo de una iglesia recibe una unción especial, muchos miembros hacen cosas extrañas. La Biblia nos da muchos ejemplos de esto.

Mi esposo y yo deseamos que nuestra iglesia sea bendecida. Oramos fielmente dos veces al día, siete días a la semana. Mi esposo ora también antes de cada comida. Estamos muy agradecidos por nuestra iglesia haber permitido que el Espíritu Santo dance libremente con mi cuerpo, y el Señor continuamente me dice: «Bendeciré esta iglesia. El pastor principal, el pastor Wolfson, es uno de mis hijos favorecidos".

Él le agrada a Dios. Creo que esa es la razón por la que fui enviada a esta iglesia después que fui reprendida en la iglesia anterior.

UNA DANZA FELIZ

La mañana del domingo, 24 de diciembre de 2000, mientras oraba en el santuario antes de danzar, sentí sobre mí una unción más fuerte de lo acostumbrado, entonces vi al Señor con su especial corona y atuendo de Navidad. Él estaba parado en el púlpito, sonriendo, y yo le sonreí también a Él.

Le dije: "¡Señor!".

Él respondió: 'Amada, estoy celebrando mi cumpleaños contigo». Inmediatamente lo vi, ya no pude orar más, porque mi mente y mis ojos estaban fijos en Él, y no podía enfocar mi mente en la oración. El Señor conocía mis pensamientos. Entonces su presencia desapareció. La danza de esta mañana en particular, fue más alegre que en otras ocasiones.

Cuando terminé esta danza feliz, el Señor me dijo que debía des­cansar por dos semanas. Me dijo que durante este tiempo no debía hacer la danza de obrar milagros, pero podría hacer la danza de las ofrendas.

CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD

Era la noche de Navidad de 2000. Después de orar para acostarme, el Señor y yo hablamos por un rato, y, de repente, una unción especial vino sobre mí, y la voz sobrenatural surgió de mí por unos momen­tos. Vi al Señor vestido con su corona y túnica de Navidad. Él estaba parado frente a mí con una sonrisa en sus labios, y entonces me dijo: Amada, estoy celebrando mi cumpleaños contigo". Al momento de decir estas palabras, unos cánticos celestiales salieron de mí, y comencé a danzar por aproximadamente treinta minutos.

El gozo que experimenté esa noche fue verdaderamente indescrip­tible. La danza terminó y la presencia del Señor con su atuendo espe­cial de Navidad desapareció. Entonces, la presencia del Señor apareció frente a mí con su túnica normal. Él me dijo: Amada, tú eres mi hija especial para estos últimos días».

AÑo NUEVO 2001

Después de orar antes de acostarme la noche de Año Nuevo de 2001, el Señor se me reveló ataviado con su corona y túnica doradas, como lo había hecho por cuatro ocasiones anteriores. Cada una de estas oca­siones, Navidad y Año Nuevo, era igual.

La única diferencia era que en cada una Él me daba diferentes canciones y danzas. En esta Navidad y Año Nuevo, pasé un largo tiem­po danzando y cantando, más que en ninguna otra ocasión.

EL PRESIDENTE GEORGE W. BUSH

Después del servicio del 4 de febrero de 2001, el Señor me dijo que muchas cosas debían cambiar. Él me dijo que no orara para que sus promesas se cumplieran en mi ministerio. Había estado orando las mismas palabras relacionadas con sus promesas por casi dos años.

Desde que el Señor me mostró la visión del cielo, hasta el día de hoy, oro cuatro veces al día, siete días a la semana. Nunca he fallado a mi tiempo de oración. No puedo dejar de hacer nada que Él no me lo pida. Esta es la razón por la que el Señor removió de mi vida a toda persona que conozco. Nada ni nadie podía turbar mi mente mientras Él me estaba preparando para el ministerio.

El Señor me había dicho durante el pasado año de elecciones nacionales en los Estados Unidos, que George W Bush era su hombre escogido para ser presidente en los últimos días. Yo sabía la razón de que el proceso eleccionario fuera tan dificultoso, con tantas disputas y problemas tocante a los votos. Era porque Satanás sabía que George W Bush haría una diferencia para los cristianos de nuestro mundo, y el enemigo estaba en contra de eso.

En la mañana del 27 de enero de 2001, el Señor me dijo que a través del presidente Bush, Él atraería muchas almas hacia Él en estos últimos días, y que el enemigo trataría de ganar. Por esto, el Señor me dijo que cada iglesia debía echar fuera al diablo y orar por el Presidente. Las personas que componen su gabinete oran por él diariamente, y yo estoy orando por él cada mañana como el Señor me dirige. Deseo que todo cristiano ore por él; también por los niños y todas las almas per­didas de este mundo en conflicto.

DANZAS ESPECIALES Y UN VESTIDO BLANCO

En la mañana del 11 de febrero de 2001, cuando entré al santuario de nuestra iglesia, mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Era una unción muy especial para mí. Después de la danza, el Señor me dijo que le dijera al pastor Wolfson que la danza que yo hacía era muy importante para el Señor y para la iglesia, y que Él estaba desatando una bendición sobre la iglesia. Le dije que esperara y recibiera. Después del servicio, el 4 de marzo de 2001, el Señor me dijo: "Hija, debes conseguir un vestido blanco para el domingo, 11 de marzo".

La noticia me impresionó, pero no lo interrogué. Sé que al Señor no le gusta que le discuta cuando Él me manda a hacer algo. Me sentía muy emocionada, porque cuando el Señor comenzó su trabajo en mi cuerpo me había dicho que usaría un vestido blanco al comienzo de mi ministerio de obrar milagros. Él me mostró una visión en la que yo me veía parada sobre una gran roca y danzaba frente al océano vestida de blanco.

El Señor me había dado poco tiempo para conseguir un vestido blanco, pero yo sabía que era extremadamente importante para mí obedecerle en esta y todas las demás cosas.

Así que el 5 de marzo de 2001, fui a cuatro tiendas tratando de conseguir un traje blanco, pero fue muy difícil encontrar el tamaño apropiado, a menos que pudiera hacerse a mi medida. Finalmente, compré uno, pero no era mi tamaño.

El 11 de marzo, lloré todo el camino hasta la iglesia, en humi­llación delante de Dios. Me preguntaba como un Dios tan poderoso podía permitirle a alguien como yo llevar un vestido de novia para danzar delante de Él.

Entre lágrimas, le pregunté al Señor si sería posible que me raptara como a Elías, mientras danzaba. De esta manera, todos en la iglesia sabrían que estaba con el Señor. Sabía que mi esposo se ocuparía del libro ¡El cielo es tan real.! y lo publicaría. Entonces todos creerían, y la gente en todos lados se prepararía para la venida del Señor. Pero el Señor me dijo que debía permanecer en la tierra hasta el último día.

Esa mañana, por primera vez, me sentí realmente bonita mientras danzaba delante del Señor con mi vestido blanco. Me sentí realmente como su novia. En ocasiones, he notado que cuando los cristianos se reúnen, una sola persona a la vez es ungida para el ministerio.

Cuando danzo, estoy bajo una fuerte unción de la presencia de Dios, pero nunca veo ocurrir ningún milagro, porque el Señor no me ha lanzado aún para este servicio. Él tiene que asegurarse de que yo esté lista para el mundo. Yo sentía que estaba lista para mi ministerio desde hacía mucho tiempo, pero mi opinión no cuenta.

No importa el costo, obedeceré a mi Señor y esperaré en Él hasta mi último suspiro o mi último día. Mi vida en esta tierra no significa nada para mí, sino para agradarle a Él. Hay muchas cosas que Él me pide que haga y yo no deseo hacer, pero lo amo tanto, que nunca le puedo desobedecer. Creo que cualquiera que realmente ama al Señor, no puede desobedecerlo.

Después del servicio del 11 de marzo de 2001, el Señor me dijo que en lo sucesivo, debería vestir solamente vestidos blancos para cada danza de milagros. Me dijo que no usaría ningún otro color, pero que en un principio no tenía que usar vestidos muy elaborados.

SOLTAR LA PROMESA DEI, MINISTERIO

El 25 de marzo de 2001, después de haber orado en el santuario, vi la presencia del Señor en su vestido dorado parado en el púlpito. Al momento que lo vi, comencé a llorar. El Señor me dijo sonriendo: Estoy soltando la promesa de tu ministerio' Él apareció en su vestimenta regular y comenzó a hablarme sobre otras cosas.

Después del servicio, el 27 de mayo de 2001, oré como de cos­tumbre. El Señor me dijo: "La próxima vez que ores, hablarás una nueva lengua"

 Dos horas más tarde, comencé a orar otra vez. Una unción especial vino sobre todo mi cuerpo. No era común que yo recibiera una unción como esta durante el tiempo de oración de la tarde. Entonces recordé que esa tarde el Señor me había dicho que recibiría una nueva lengua durante mi tiempo de oración.

La unción era tan fuerte, que no podía hablar, y lo que salió de mí fue la nueva lengua que el Señor me había dado. Anteriormente había recibido varias lenguas, pero esta era una lengua muy extensa. Me fue necesario orar más tiempo que de costumbre. Al hablar esta nueva lengua, no podía entender nada de lo que decía. El Señor me dijo que no me preocupara por eso. Él me aseguró que Él entendía todo lo que yo decía, y me dijo que estaba abriendo puertas para cada área de mi ministerio de obrar milagros.

El Señor me dijo que de ese día en adelante, no oraría por quienes había estado orando por tanto tiempo. Él me dijo que debía orar sola­mente por mi familia, mi pastor y mi iglesia. Desde entonces, he estado orando por los demás en mi tiempo libre, en lugar de orar por ellos en mis períodos de oración regular.

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