viernes, 4 de noviembre de 2022

EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS Parte 20

EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS Parte20

EL CIELO ES AMOR

Fue el Señor quien cerró la brecha entre el amor que debí haber reci­bido de mis padres y el amor que realmente recibí. Para mí, Él es puro amor. El Señor me dijo:"Hija mía, has estado viviendo para mí por tanto tiempo, y has sido muy fiel a mí durante los pasados meses. Todo será hecho pronto. Necesitas descansar"

 "No estaré feliz con ninguna cosa en esta tierra, Señor, si tú no estás ahí."

Después de la muerte de mi madre, sentí que nadie me amaba de verdad. Ciertamente, ninguna cosa se asemejaba al amor que mi madre había mostrado por mí. Necesitaba ser amada, pero pasado un largo tiempo, parecía que no había amor en el mundo para mí. Después de casarme y tener hijos, disfruté grandemente el amor de familia que compartíamos, pero aunque el amor de ellos era maravilloso para mí, todavía extrañaba el amor de mi madre. Parecía que dentro de mí había un vacío que necesitaba ser llenado.

Ese vacío lo llenó el inmenso amor de Dios. Después de entregarle mi corazón a Jesús, me sentí segura y confiada en su amor. Conocí la verdad del himno que dice: "Nadie me ama como Cristo".

Recuerdo que cuando niña, a veces me caía y golpeaba, y mi  me levantaba, mimaba y curaba las heridas. De la misma manera, siendo una joven cristiana me tropezaba, Jesús me levantaba y traía sanidad a mis heridas. Nuestro Señor fue ungido para hacer eso.

La Biblia describe la unción que Jesús recibió de la siguiente mane­ra: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebranta­dos de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor" (Lucas 4:18-19).

Jesús me había traído buenas nuevas. Él había sanado mi quebrantado corazón. Me había libertado de mis temores, mi autoestima negativa y mis inseguridades. Me había abierto los ojos del espíritu y levantado mi opresión. Y ahora proclamaba el "año agradable del Señor" para mí. Ese "año agradable" está al doblar de la esquina.

Aún cuando algunas personas tratan de hacerme quedar mal o chismear de mí, me siento segura en el amor de Jesús. Él es mi lugar seguro, mi fortaleza, mi torre fuerte, mi amparo y mi refugio. Cuando alguien me lastima de forma intencionada o involuntariamente, puedo ir al Señor en oración, y su paz y gozo vuelven a mí. Yo sé que Dios me ama. Él nunca me dejará, ni me desamparará.

Me gusta reflexionar en las promesas de la Palabra de Dios. Una de mis favoritas se encuentra en los Salmos: "Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios el Dios de nuestra salvación" (Salmo 68:19). Su amor por nosotros no tiene fin: "Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia" jeremías 31:3).

Sé que nada me puede separar del maravilloso amor de mi Dios y Rey. "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38-39).

Su perfecta paz está siempre conmigo. "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Isaías 26:3). Su Palabra es el cofre de un tesoro lleno de regalos que Él desea compartir con todos sus hijos, y estos regalos serán nuestra porción diaria en el cielo.

Veamos lo que Pablo escribió a los Efesios:

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado."

—EFESIOS 1:3-6

Dios ya nos ha bendecido con toda bendición espiritual en Cristo. Aún en esta vida podemos disfrutar los "lugares celestiales en Cristo".

De hecho, Pablo añade en el próximo capítulo de su carta a los Efesios:

"Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.'

—EFESIOS 2:4-1

Espiritualmente, ya hemos sido resucitados para estar sentados en los lugares celestiales con Cristo Jesús.

Cuando el Cuerpo de Cristo entienda esta realidad con toda certe­za, su vida cambiará. El mundo dice: "Ver para creer", pero el cristiano dice: "Creer para ver". La verdadera realidad es espiritual, no temporal. La mayoría de las personas piensa que la "realidad" sólo se encuentra en lo que podemos ver, escuchar, gustar, oler y sentir. Pero la verdadera realidad está en el mundo espiritual.

Hay cuatro clases de amor: ágape (el amor de Dios), storge (el amor de la familia), fileo (amor de hermanos) y eros (amor sexual). Lamentablemente, el mundo pone al eros primero y muy pocos alguna vez encuentran el amor ágape. El sistema del mundo trabaja poniendo sus prioridades a la inversa del sistema de Dios. Dios nos creó a su imagen. Él es una Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), y nosotros somos tripartitas (cuerpo, alma y espíritu).

La palabra griega pneuma es la palabra que ha sido traducida como "espíritu," y esta es la parte real de nosotros, pues es el hálito de vida, el corazón de corazones, el lugar donde el Espíritu de Dios busca encon­trar morada. La palabra griega para alma es psuche, y esta es la parte de nosotros donde residen el intelecto, las emociones y la voluntad.  Es aquí donde muchos de nuestros problemas aparecen.

Por último, la palabra soma es la parte física de nosotros: los órga­nos y sistemas de nuestro cuerpo. Aquí también el mundo ha revertido el orden. Mientras que Dios quiere que pongamos nuestro espíritu primero, muchos les dan atención primero a sus cuerpos, segundo a sus sentimientos, y, si queda tiempo, a su espíritu en último lugar. Nos olvidamos que somos más que seres humanos en un viaje espiritual; la realidad es que somos seres espirituales en un viaje humano.

Dios ya nos ha bendecido con toda bendición espiritual y celestial en Cristo Jesús, porque Él nos ama con amor eterno. Cuando comencé a entender estas verdades, sentí que quería dejar toda cosa mundana para simplemente agradar al Señor por el resto de mi vida.

Desde ese momento, le he puesto primero en mi vida, muy por encima de cualquier otra persona o cosa. Esto es lo que Él espera de cada uno de nosotros. Su Palabra nos promete: "Mas buscad primera­mente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadi­das" (Mateo 6:33).

Dios, en su gran misericordia, me ha permitido encontrar su reino, y Él ha tomado cuidado de todas mis necesidades. Como resultado, puedo obedecer su Palabra que dice: "Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán" (Mateo 6:34).

La preocupación, que solía ser mi constante compañía, ha sido reemplazada por seguridad, paz, confianza y amor. No me importa lo que la gente diga de mí, y no temo lo que pueda sucederme. Mi gozo más grande está en agradar y servir al Señor. Sólo amarle a Él me da un increíble gozo.

Él me ama, no importa lo que haga bien o mal. Me ha dicho tantas veces: "Quiero que seas feliz, hija mía. " En este día en particular, 13 de mayo de 1996, sentía una gran felicidad y paz, aún viendo los escena­rios relacionados a los tiempos del fin que se desarrollaba delante de mis ojos espirituales, en la forma de una visión sobrenatural. El Señor me recordó: "Hay muchas bendiciones especiales en camino para ti".

No podía imaginar cómo podría haber más bendiciones de las que ya disfrutaba. Sabía la verdad de la Palabra que declara: "Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Romanos 14:17). ¿Qué más podría desear? Estas bendiciones, y tantas más, eran mías ya, en el aquí y ahora, y yo sabía que también continuarían para siempre en el cielo.

El Señor dijo: "Sé que estás cansada, hija mía. Te llevaré de regreso  ahora".

Esa mañana fue muy intrigante para mí. Había pasado dos horas y media con el Señor, y luego estuve en oración por una hora y media. Sentía que ya estaba en el cielo, donde el amor de Dios es el aire que respiramos.

ENCERRADA CON DIOS

Desde el 19 de febrero de 1996, he pasado cada minuto con el Señor. Mi vida social ha sido limitada a los servicios de adoración y las com­pras básicas de alimentos para mi familia. El resto del tiempo es de D¡os. Los únicos que nos visitan a nuestro hogar son los miembros de nuestra familia. El Señor me ha dejado saber claramente que así es como Él quiere que yo viva, enfocada en Él, su Palabra y su voluntad. EL me está preparando para la próxima etapa del ministerio.

A pesar de que parezco estar "enclaustrada," la realidad es que mi "lugar secreto" se ha convertido en una puerta abierta al reino de los cielos. En lugar de estar encerrada, he sido lanzada a la más alta dimen­sión de gloria que jamás haya conocido.

Con frecuencia, ha sucedido que cuando la gente llama con planes de visitarme, vuelve a llamar para decir que surgió alguna cosa que le impidió venir a visitarme. Creo que esto sucede porque Dios quiere que pase tiempo a solas con Él, para así poder continuar su trabajo de preparación en mi vida. Desde un principio, Él me dijo que por un tiempo no debía salir a ningún sitio, especialmente fuera de la ciudad, hasta que el libro se finalizara. Realmente, aunque hubiera deseado salir a algún lugar, no hubiera podido, porque la unción era demasiado fuerte. La unción del Señor me tiene de rodillas en su presencia.

Había sentido su unción desde antes de la Semana Santa de 1995, pero desde entonces, mi cuerpo comenzó a temblar cada vez que la unción de la presencia del Señor venía sobre mí. Desde enero de 1996, esa unción ha sido tan fuerte que no puedo controlar el temblor y las manifestaciones físicas en mi cuerpo.

Por ejemplo, ni siquiera puedo entrar a la habitación donde Roger trabaja en la computadora, porque la presencia del Espíritu Santo es muy fuerte allí. Roger está implementando las correcciones al manuscrito para el libro. Él tomó una semana de vacaciones para este propósito, y estoy muy agradecida por su ayuda.

Cuando me acerco al cuarto de la computadora, mi cuerpo comienza a brincar de gozo. Esta es una respuesta física que viene del Señor, y no tengo control sobre la misma. No es algo que voy "creando"', por mí misma. De hecho, es más una manifestación espiritual que una emocional.

El Todopoderoso Dios, mi Padre y mi Señor, ha pasado tanto tiem­po conmigo, que es un privilegio el devolver un poco de mi tiempo. Disfruto cada momento de mi obra para Él. No es difícil para mí trabajar para Él porque lo amo más que a mi vida. Creo en las palabras del salmis­ta que dicen: "Porque mejor es tu misericordia que la vida" (Salmo 63:3).

LA INQUIETUD ES PREOCUPACIÓN

Como he mencionado en varias ocasiones, a través de mi vida he sido'' propensa a la preocupación. Esto quizás nació debido a una confusión que sufrí durante mi niñez. Cualquiera que fuera la razón, sin embargo, muchas veces lucho con la preocupación, temor e inseguridad. Sabía que esto no era la voluntad de Dios para mí. De hecho, el Señor me había dicho en varias ocasiones: «No te preocupes, hija mía".

Comencé a mirar a mi preocupación de una manera diferente, y la llamé inquietud en vez de preocupación. De algún modo, cuando decía que estaba "inquieta" en vez de "preocupada," me hacía sentir bien. El 20 de mayo de 1996, estuve con el Señor desde las 5:40 A.m. hasta las 7:50 A.M. Mi cuerpo tembló desde las 5:40 A.M. hasta las 6:10 A.M., y mis gemidos espirituales duraron por treinta minutos. El Señor caminó hacia mí y me dijo: "Mi preciosa hija, Choo Nam, debo hablar contigo':

Su mano se extendió hacia mí, e inmediatamente vi mi cuerpo i transformado caminando con Él en la playa. Él parecía estar muy feliz, y yo estaba realmente disfrutando su presencia. Mientras caminábamos por la arena, le dije: "Señor, te amo y extraño".

Él respondió sin vacilar: "Te amo, mi híja»

El gozo de aquel momento me hizo acelerar el paso, y me le adelanté al Señor. Él comenzó a reír, y yo hice lo mismo. Luego nos sentamos en nuestro lugar de costumbre.

veo que estás trabajando continuamente en mi libro.

"Sí, Señor. Roger está trabajando muy duro en él. Mi inglés no es tan bueno, así que él está corrigiendo muchos de mis errores ortográficos y problemas gramaticales."

«Sé que ambos están trabajando muy arduo. "

Sabía que el Señor conocía todos mis pensamientos, sentimientos y acciones. Sabía que no podía esconder nada de Él, y no deseaba ocul­tarle nada. Él sabía que yo había estado preocupada acerca del libro. Me preguntaba cómo saldría, quién lo escribiría, y quién lo publicaría.

El Señor sabía todo esto, así que me dijo: "Choo Nam, te estás preocupando por el libro otra vez, a pesar de haberte dicho que no debes preocuparte"

"No, estoy preocupada, sólo inquieta", le respondí mientras, aver­gonzada, bajaba mi cabeza.

El Señor levantó mi rostro y me dijo: "Hija, estás avergonzada".

Reconocí la verdad de su observación con una sonrisa que se con­virtió en una carcajada. Él comenzó a reír, y me dijo: "Hija, la inquie­tud es preocupación. De ahora en adelante, no quiero que te preocupes por nada. Este es mi libro; yo tendré cuidado de todo. ¿Acaso no lo he hecho así hasta ahora?»

"Oh, sí, Señor. Lo siento tanto. Por favor, perdóname por no obe­decerte."

Él respondió con alegría. Parecía tomar gran placer en mi hones­tidad y humildad. Sabía que me había perdonado. Sentí una gran paz en mi alma, y me sentí libre de la preocupación que había pretendido negar, al decir que sólo era inquietud.

Ese día, aprendí otra importante lección del Señor: Él desea que nosotros seamos totalmente honestos con Él, los demás y nosotros mismos. No podemos usar los medios mundanos para justificar, racio­nalizar o cubrir nuestros pecados. Sabía que la preocupación era un pecado, y había tratado de pretender que no lo sentía.

Aunque esto parezca ser algo insignificante para algunos, yo sabía que era muy importante para mi Maestro. Él no quería que me pre­ocupara. De hecho, nos invita a cada uno de nosotros al decir: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11:28-30).

Es de humanos preocuparse. Es de Dios confiar. "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:5-7). ¿Por qué vamos a escoger preocuparnos cuando nuestro Padre nos promete tanto?

El Señor parecía querer borrar mi preocupación, mostrándome por segunda vez algunas de las cosas que Él tiene preparadas para mí. Me dijo: "Quiero que veas esto otra vez".

Nuevamente, la voz sobrenatural brotó de mí, y después de un largo rato, vi en visión la casa que Él ya me había mostrado. La última vez, el Señor no me había mostrado el nivel superior de la casa, pero en esta ocasión vi cuatro cuartos de huéspedes y un cuarto de oración en el segundo piso. Vi un retrato que colgaba en una pared del cuarto de oración; era un retrato del Señor. Aunque no podía verlo con claridad, sentía que había algo particularmente llamativo y atractivo de su retrato.

La visión me llevó por cada cuarto de la casa, el hogar que Él había prometido me daría a mí y mi familia. El Señor preguntó: ",-Te gusta la casa?"

"Sí, gracias, Señor. Pero realmente no necesito otra casa. Todo lo que quiero es agradarte, hacer tu trabajo, y ver que mi familia sea más fiel a ti.

"Todas las cosas que me has mostrado son tan hermosas, pero son cosas mundanas, y ya no me interesan. Roger piensa lo mismo, Señor."

"Hija mía, déjame decidir lo que quieres y necesitas. Amo vuestros corazones. Debemos irnos ahora. »

Después de visitar el cielo por nueve ocasiones, el Señor me dijo que ya no me iba a volver a despertar, y Él cumplió su promesa. Yo me despertaba pocos minutos antes o después de las seis, luego de una noche completa de descanso.

Era un tiempo de profunda paz y gozo. No había preocupación ni inquietud. El Señor me abrazó y me dijo: "Te hablaré más tarde" Me sentí completamente relajada.

¿EL CIELO O EL INFIERNO?

Desde esa visita en mayo, he estado orando por los futuros lectores de este libro. Estoy orando por usted, querido lector. Deseo que Dios prepare su corazón para recibir la verdad de todas las cosas que he expe­rimentado y escrito. El cielo es muy real, y yo quiero que usted crea en Él más de lo que se ha atrevido a soñar. Esto es lo que Dios desea de usted, porque Él lo ama con amor eterno.

El Señor me llevó al cielo en muchas ocasiones diferentes, para que i yo pudiera decirle cuán maravilloso será para cada uno de nosotros los que le amamos y vivimos para Él. Él y yo deseamos que pueda ir a la gloriosa mansión que ha preparado para usted. Las cosas que el Señor me ha mostrado y hablado, son verdaderas y completamente bíblicas, y son una realidad que excede nuestra experiencia terrenal. Sé que las cosas celestiales son más reales que las cosas de esta tierra, y yo deseo que usted conozca esta realidad.

Antes que el Señor me bendijera con tantas revelaciones de ver­dades celestiales, y a pesar de que lo amaba y creía en Él con todo mi corazón, a veces sentía dudas acerca de que hubiera un cielo. No entendía con claridad las cosas del cielo, y sé que algunos cristianos tampoco las entienden. Ahora sé cuán real es. Para mí, ya no es siquiera una cuestión de fe, sino de conocimiento real, la clase de conocimiento que nadie puede quitar. Es conocimiento verdadero.

Antes solía temerle a la muerte, y me preocupaban muchas cosas acerca de mi vida, pero después de lo que experimenté en el cielo, no hay nada en este mundo que importe ya para mí. Sé a donde iré cuan­do esta vida termine. Estaré con Jesús para siempre en su paraíso. No existen palabras para explicar cuán perfecto es el cielo. Allí sólo sentí puro gozo.

Después de los viajes al cielo, le supliqué al Señor que me llevara a mi hogar celestial, pero Él con voz desilusionada me dijo: "No te mostré mi reino y el abismo del infierno para traerte a tu hogar ahora. Te mostré todas estas cosas para que ayudes a salvar a los perdidos, y les digas a todos lo que se requiere para entrar en mi reino"

 Después de decirme esto, me sentí sumamente avergonzada por mi egoísmo, y le pedí perdón. Ahora sólo puedo pensar en servirle hasta el últmo día. Le agradaré, no importa lo que cueste.

Como una de sus hijas especiales, ¿por qué iba Él a herirme usando el ejemplo de mi madre en este libro, si no fuera importante para su pueblo entender que ser bueno no los salvará si no conocen a Jesús? Alguien me dijo en cierta ocasión, "Si Él te ama, ¿por qué usó a tu madre para herirte de esa manera? Me sentí perpleja por esta pregunta un escéptica.

A pesar de ser un recuerdo muy doloroso para mí, luego de ver a mi madre y a otros en el infierno, tuve que entender que nada los va

 

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