EL SALMO DEL PASTOR
THE SHEPHERD PSALM
B. MEYER, B
1895
EL SALMO DEL PASTOR *MEYER* 103-108
En esos momentos, Él no se descuida de los suyos; y aunque parezca que hemos perdido todo derecho a su cuidado, Él es nuestro pronto auxilio en tiempos de angustia.
No nos permite cosechar lo que sembramos. Evita el castigo total de nuestros errores y fechorías.
Nos persigue en el desierto, sin detener su pie hasta descubrir el hoyo en el que hemos caído, del cual no deja de sacarnos; nos coloca sobre sus hombros si estamos demasiado débiles para caminar, y nos trae de vuelta; no satisfecho con otra recompensa que nuestra seguridad.
Así dice el Señor Dios: «He aquí, yo mismo buscaré y cuidaré de mis ovejas. Como un pastor cuida de su rebaño el día que está entre sus ovejas dispersas, así yo cuidaré de mis ovejas y las libraré de todos los lugares donde han sido dispersadas en el día nublado y oscuro».
¡Oh, la paciencia sufrida de Cristo, quien no permitirá que seamos abrumados por las penas y los castigos que hayamos sufrido, sino que extenderá su cayado para rescatarnos de la muerte que nos afligió!
Con el cayado, el Pastor también corrige a sus ovejas. Al principio, parece poco consuelo. No es agradable para ninguno de nosotros ser corregido. El golpe del cayado es doloroso
. Sin embargo, hay consuelo en la reflexión de que Dios debe cuidar de nosotros, o no consideraría que vale la pena dedicar tiempo y reflexión a nuestro castigo. ¿Quién se molesta en usar pedernales y piedras comunes en la rueda del lapidario,? en cambio se utilizan allí gemas de gran valor.
La piedra profundamente tallada, el diamante cuidadosamente pulido, el metal sometido a intenso calor durante semanas e incluso meses, deben haber demostrado ser de gran valor.
¿Qué jardinero dedicaría tiempo y esfuerzo a un árbol que, tras repetidas pruebas, se ha negado a dar fruto? ¿No es acaso la rama que ya ha dado racimos exuberantes la que recibe la atención incesante del esposo?
"El Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soporta la disciplina, Dios os trate como a hijos".
¡Bienvenidos, pues, hijos de Dios, cada golpe del cayado del Pastor! Consuélate de cada herida con el pensamiento: (Mi Pastor debe amarme tiernamente, o nunca me trataría así;» y luego vuelve tu corazón hacia Él con el deseo de conocer la lección que Él enseñaría, y de no perderte nada de los beneficios que Él pretende.
Así que viajamos lentamente por el valle, aprendiendo muchas lecciones de consuelo que guardamos en nuestros corazones. Casi nos conformamos con sufrir por la rica fuente de bendiciones que se acumula. Con nosotros, como con la ostra, cada herida se convierte en el origen de una perla.
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