lunes, 16 de agosto de 2021

IV - VI PLATERO Y YO

PLATERO Y YO


POR 

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ 

BY 

GERTRUDE M. WALSH 

NORTH HIGH SCHOOL. COLUMBUS, OHIO 

FEDERICO DE ONÍS 

ILLUSTRATED BY 
MAUD AND MISKA PETERSHAM 


D. C. HEATH & CO., PUBLISHERS 

BOSTON NEW YORK CHICAGO 

Copyright, 1922 
By D. C. Heath & Co. 

 IV LA ESPINA

 Entrando en la dehesa, Platero ha comenzado a cojear. Me he echado al suelo . . . — Pero, hombre, ¿ qué te pasa ? Platero ha dejado la mano derecha un poco levan tada, mostrando la ranilla, sin fuerza y sin peso, sin  tocar casi con el casco la arena ardiente del camino. Con una solicitud mayor, sin duda, que la del viejo Darbón, su médico, le he doblado la mano y le he mirado la ranilla roja. Una espina larga y verde de naranjo sano , está clavada en ella como un redondo puñalillo de esmeralda. Estremecido del dolor de Platero, he tirado de la espina; y me lo he llevado al pobre al arroyo de los lirios amarillos para que el agua corriente le lama, con su larga lengua pura, la heridilla. 15 Después, hemos seguido hacia la mar blanca, yo delante, él detrás, cojeando todavía y dándome suaves topadas en la espalda . . 

V.EL NIÑO TONTO

Siempre que volvíamos por la calle de San José, 
estaba el niño tonto a la puerta de su casa, sentado 
en su sillita, mirando el pasar de los otros. Era 
uno de esos pobres niños a quienes no llega nunca el 
don de la palabra ni el regalo de la gracia; niño  
alegre él y triste de ver; todo para su madre, nada 
para los demás. 
Un día, cuando pasó por la calle blanca aquel mal 
viento negro, no estaba el niño en su puerta. Cantaba 
un pájaro en el solitario umbral, y yo me acordé de io 
Curros, padre más que poeta, que, cuando se quedó 
sin su niño, le preguntó por él a la mariposa gallega: 
Volvo reta d'aliñas domadas. . . 
Ahora que viene la primavera, pienso en el niño 
tonto, que desde la calle de San José se fué al cielo. 
Estará sentado en su sillita, al lado de las rosas 
viendo con sus ojos, abiertos otra vez, el dorado 
pasar de los gloriosos. 
 VI EL CANARIO VUELA 

Un día, el canario verde, no sé cómo ni por qué, 
voló de su jaula. Era un canario viejo, recuerdo triste 
de una muerta, al que yo no había dado libertad por 
miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de 
 que se lo comieran los gatos. 
Anduvo toda la mañana entre los granados del 
huerto, en el pino de la puerta, por las lilas. Los 
niños estuvieron, toda la mañana también, sentados 
en la galería, absortos en los breves vuelos del pa- 
jaríllo amarillento. Libre, Platero, holgaba junto a 
los rosales, jugando con una mariposa. 
A la tarde, el canario se vino al tejado de la casa 
grande, y allí se quedó largo tiempo, latiendo en el 
suave sol que declinaba. De pronto, y sin saber 
 nadie cómo ni por qué, apareció en la jaula, otra vez 
alegre. 
¡ Qué alborozo en el jardín ! Los niños saltaban, 
tocando las palmas, arrebolados y rientes como 
auroras; Diana, loca, los seguía, ladrándole a su 
20 propia y riente campanilla; Platero, contagiado, 
igual que un chivillo, hacía corvetas, giraba sobre 
sus patas, en un vals tosco, y poniéndose en las manos, 
daba coces al aire claro y tibio . . . 

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