miércoles, 25 de agosto de 2021

PLATERO Y YO - XXI- XXII

 PLATERO Y YO

POR

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

BY

GERTRUDE M. WALSH

NORTH HIGH SCHOOL. COLUMBUS, OHIO

FEDERICO DE ONÍS

ILLUSTRATED BY

MAUD AND MISKA PETERSHAM

D. C. HEATH & CO., PUBLISHERS

BOSTON NEW YORK CHICAGO

Copyright, 1922

By D. C. Heath & Co.

 

XXI 
SARITO 
Para la vendimia, estando yo una tarde roja en la 
viña del arroyo, las mujeres me dijeron que un negrito 
preguntaba por mí. 
Iba yo hacia la era, cuando él venía ya vereda 
abajo: 
— ¡ Sarito ! 
Era Sarito, el criado de Rosalina, mi novia portorriqueña.
 Se había escapado de Sevilla para torear 
por los pueblos, y venía de Niebla, andando, el capote 
dos veces grana, al hombro, con hambre y sin dinero. 
Los vendimiadores lo miraban de reojo, en un mal 
disimulado desprecio; las mujeres, 
más por los hombres que por ellas, lo evitaban.
 Antes, al pasar por el lagar, se había peleado 
ya con un muchacho que le 
había partido una oreja de un mordisco. 
Yo le sonreía y le hablaba afable. Sarito,
 no atreviéndose a acariciarme a mí mismo, acariciaba a 
Platero, que andaba por allí comiendo uva, y me miraba,
 en tanto, noblemente . . . 
XXII 
ALMIRANTE 
Tú no lo conociste. Se lo llevaron antes de que tú 
vinieras. De él aprendí la nobleza. Como ves, la 
tabla con su nombre sigue siempre sobre el pesebre 
que fué suyo, en el que están su silla, su bocado y su 
cabestro. 
i Qué ilusión cuando entró en el corral por vez 
primera, Platero ! Era marismeño y con él venía a 
mí un cúmulo de fuerza, de vivacidad, de alegría. 
¡ Qué bonito era ! Todas las mañanas, muy temprano 
me iba con él ribera abajo
 y galopaba por las marismas levantando las bandadas de grajos 
que merodeaban por los molinos cerrados. Luego, subía 
por la carretera y entraba, en duro y cerrado trote corto,
 por la calle Nueva. 
Una tarde de invierno vino a mi casa monsieur Dupont,
 el de las bodegas de San Juan, 
su fusta en la mano. Dejó sobre el velador de la salita unos 
billetes y se fué con Lauro hacia el corral. Después, 
ya anocheciendo, como en un sueño, vi pasar por 
la ventana a monsieur Dupont con Almirante enganchado 
en su charret, calle Nueva arriba, entre la lluvia. 
No sé cuántos días tuve el corazón encogido. 
Hubo que llamar al médico y me dieron bromuro y 
éter y no sé qué más, hasta que el tiempo, que todo lo 
borra, me lo quitó del pensamiento, como me quitó 
a Lord y a la niña también, Platero. 
Sí, Platero. ¡ Qué buenos amigos hubierais sido 
Almirante y tú !

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