sábado, 14 de mayo de 2016

LOS PUEBLOS PERDIDOS de ALEJANDRO MAGNO

 LOS PUEBLOS PERDIDOS de ALEJANDRO MAGNO
  Texto y fotografías de Paul Raffaele
Agosto de 2000

 La ciencia está aportando pruebas de una fascinante leyenda 
Niñas Kalashas en una escuela primaria subencionada por la Federación Griega de Maestros

DURANTE SIGLOS, la imponente cordillera de Karakorum, en el norte de Pakistán, ha cautivado al viajero. Marco Polo atravesó los abruptos pasos montañosos de la región en sus viajes a China. Siglos después, Rudyard Kipling situó El hombre que quería ser rey al pie de las majestuosas cumbres nevadas, y Shangri-La, la plácida utopia de Horizonte perdido, de James Hilton, estaba oculta en uno de los valles.
He venido a este territorio agreste atraído por una leyenda. Se dice que aquí, a miles de kilómetros de Europa, se encuentran los pueblos perdidos de Alejandro Magno, descendientes de algunos de los soldados que acompañaron al joven rey macedonio en su campaña militar desde el norte de Grecia hasta el Punjab (en lo que hoy es Pakistán y la India), tres siglos antes de Cristo.

Alejandro se educó a la sombra de los mejores maestros de su época, incluido Aristóteles. Al ser asesinado su padre, el rey Filipo 11, el príncipe, de apenas 20 años, accedió al trono y se apresuró a consolidar el reino. Poco después se enfrentó al poderoso Darío 111 de Persia.
Vencidos los persas, Alejandro emprendió un épico viaje de conquista al mando de unos 70,000 soldados. Sin embargo, en el camino fue dejando a algunos de sus hombres, conforme reclutaba mercenarios jóvenes. Desde entonces, los viajeros que ocasionalmente visitan los remotos valles del actual Pakistán vuelven con noticias de pueblos que probablemente descienden de aquellos soldados.
En 1933, por ejemplo, el explorador inglés R. Schomberg recorrió el tortuoso camino hasta el baluarte del pueblo hunza y la vecina región de Nagar, y refirió que su soberano, el mir, se jactaba de descender de Alejandro Magno. "Se considera un gesto diplomático comentarle que se parece a la efigie de una moneda griega", escribió. "Y lo más extraño es que efectivamente se parece". .
Yo he venido a verlo con mis propios ojos.
El viaje me lleva a unos 560 kilómetros al norte de Islamabad, la capital paquistaní, hasta las entrañas de la cordillera de Karakorum. El vasto valle de Hunza, en la frontera de Pakistán con China, semeja un circo que flotara en el cielo resguardado por imponentes centinelas de nieve que superan los 7600 metros de altura. Estas colosales montañas han aislado durante largo tiempo a sus recios y longevos habitantes.
 Al pie de una escarpada ladera resguardada del viento, las casas de adobe se aferran como peldaños a la cuesta color canela. Más arriba, encaramado en un risco, se yergue el Fuerte de Baltit, estructura de piedra y madera, de 700 años de antigüedad, rodeada de precipicios.En la escalinata me recibe Ghazanfar Ali Khan, hombre de 50 años que es el mir de Hunza.

—Mi familia reina aquí desde hace 900 años —me dice—. Aunque eran originarios de Irán, es tradición que cuatro soldados del ejército de Alejandro Magno vinieron por los desfiladeros a establecerse en nuestra tierra.

A juzgar por su aspecto, los hunzas muy bien podrían descender de los soldados griegos y de otras razas europeas que formaban las huestes de Alejandro
.
El tipo racial que se ve aquí es muy distinto de los paquistaníes morenos de tierras más bajas. La mayoría de los 50,000 habitantes de la región son de tez blanca y mejillas sonrosadas, ojos azules, verdes o grises, y pelo desde rubio hasta azabache.
Me dicen que más adentro en las montañas hay otro pueblo, los kalashas, cuyo parecido con sus supuestos ancestros europeos es aún más notable. Llegar allí me lleva tres días de viaje en un todoterreno.
El valle de Bumboret se encuentra en un cañón abierto por un glaciar, entre dos escarpadas laderas pobladas de cedros y encinos. Cuando nos acercamos, vemos a una chiquilla que va brincando detrás de un rebaño de cabras de pelo largo. Es rubia, de ojos azules y nariz aguileña, y lleva una zampoña, instrumento formado por varias flautas unidas, que es el símbolo de Pan, el dios de los pastores para los antiguos griegos.

Las casas de los kalashas, construidas en las laderas, son de adobe, troncos y lajas apiladas en capas compactas. Las mujeres están sentadas a la puerta, bañadas por el sol de la mañana, hilando lana de cabra, y las niñas pequeñas recogen flores doradas en los prados. Todas llevan trajes bordados y tocados que cuelgan por la nuca como crines. En su mayoría son rubias, y se delinean los ojos claros con un polvo negro hecho, según me dijeron, con cuernos de cabra molidos.
Un narrador congrega a un gentío en torno suyo. "Alejandro Magno pasó por aquí cuando iba a la conquista de la India", dice con orgullo. "En su viaje de regreso a Macedonia dejó a algunos de sus hombres, que se casaron con las mujeres de estos valles y aquí se establecieron. Nosotros descendemos de ellos".
No soy el único forastero que escucha el relato. Athanasios Lerounis, profesor y alpinista que vive en Atenas, vino de visita hace un lustro y desde entonces ha vuelto cada año. "Los dioses de los kalashas tienen muchas semejanzas con los de los antiguos griegos", me dice. "Para ellos, el padre de los dioses y de la humanidad se llama Di-Zau, mientras que el del panteón griego es Dias-Zeus. Además, el dios griego Apolo y el kalasha Balumain tienen los mismos atributos: el sol, la luz, el caballo y el cuervo".
Lerounis añade que la lengua kalasha, del grupo indoario, no tiene alfabeto, y me muestra unos símbolos del sol que los kalashas tallan en pilares de madera fuera de sus casas.
'Filipo II de Macedonia usaba el símbolo del sol", explica. "Los kalashas también tallan en sus puertas unos cuernos de cabra, antiguo símbolo asociado con Alejandro".
Los cantos de los kalashas se parecen a la antiquísima música popular del noroeste de Grecia, y al bailar lo hacen en círculo al modo griego.
"Esta manera de bailar no es común en Asia", señala Lerounis.
En los próximos años quizá la ciencia arroje luz sobre los misterios de los hunzas y los kalashas. El departamento de genética de la Facultad de Medicina de la Universidad Stanford está usando muestras de sangre para determinar el genotipo de un pueblo y compararlo con otros. Es un ambicioso proyecto destinado a reconstruir la genealogía de todos los pueblos del mundo.
El doctor Qasim Mehdi, jefe de la delegación paquistaní del proyecto, ya ha examinado a 18 etnias. "Descubrimos que los hunzas tienen más parentesco con los vascos de España que con cualquier otro pueblo paquistaní y aun con varias etnias europeas", dice. "También parecen estar emparentados con los iranios". En cuanto a los kalashas, señala que tienen rasgos comunes con italianos y alemanes.
Actualmente Mehdi compara el genotipo de los hunzas y de los kalashas con el de griegos y macedonios, y no descarta la posibilidad de que ambas etnias desciendan de los soldados del conquistador. 'Alejandro admitía en su ejército hombres de todas partes, y reclutó a miles de persas", añade Mehdi. .
MI ÚLTIMO DíA entre los kalashas presencio la fiesta de la recolección. Al amanecer llegan unos pastores con queso blanco de cabra y rinden culto en un altar al aire libre, teñido de la sangre de incontables cabras sacrificadas y adornado con cabezas talladas de caballos y hombres.
Al mediodía, los aldeanos se reúnen en una pradera. Ataviadas con sus mejores tocados y abalorios, las mujeres entonan sus lastimeros cánticos y, abrazadas en círculo, bailan, hasta el anochecer al compás de un frenético redoble de tambores.
Me siento transportado a tiempos inmemoriales, y espero que la ciencia acabe de confirmar los fascinan-tes relatos del linaje de estos pueblos.
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