sábado, 24 de abril de 2021

LA LECTURA, ESE PROCESO MAGICO

 LA LECTURA,

ESE PROCESO MAGICO.

POR JEAN-MARIE JAVRON

READER'S DIGEST             Octubre

 

Ninguna máquina es capaz de reproducir la portentosa complejidad de esta secuencia de fenómenos que ocurre entre ojos  y cerebro.

 

Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Medai hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, hora  es un montón de hojas impresas  que el señor abandona en un banco  de plaza.

  Al leer estas líneas del libro His­torias de cronopios y de famas, del escritor argentino Julio Cortázar, no habrá  pensado el lector que realiza­ra proeza extraordinaria. Con todo durante unos cuantos segundos hacía practicar a su cerebro ejercicios gimnásticos tan complejos que  ningún científico ha logrado de­scribirlos satisfactoriamente. En verdad, tratar de entender lo  que sucede cuando leemos pone en juego  a disciplinas científicas como oftalmología, la pedagogía, la neurologia, la lingüística, la psicología, la cibernética, la informática y otra más.

Nuestro trabajo, nuestros actos como ciudadanos, las actividades que realizamos en nuestras horas de ocio; casi todo se fundamenta en la palabra impresa. Hasta salir a dar una caminata nos hace leer anuncios publicitarios, los nombres de los comercios, los de las calles. Pero la lectura, tal como ahora la practicamos, no llegó a difundir­se hasta hace relativamente poco. Los antiguos griegos y romanos se valían de lectores profesionales, quienes les leían en voz alta, y en los inicios de la Edad Media los monjes seguían haciendo lo mismo. Como en aquella época se acostum­braba escribir juntando las palabras una tras otra, a menudo en forma abreviada, sin espacios que las se­pararan y sin puntuación, había que recurrir a los servicios de un lec­tor profesional a fin de captar el sentido del texto. Trate el lector de seguir todo un libro escrito así: unseñortomaeltranviadespuesdecomprareldiarioyponerselobajoelbrazomedialioramastardedesciendeconelmisomodiariobajoelmismobrazo.

Según el lingüista francés Lionel Bellenger, no fue sino hasta alre­dedor del año 1000 de nuestra era cuando la lectura se hizo más vi­sual que oral, gracias a que había mejores manuscritos. La invención de la imprenta, hacia 1440, incre­mentó más la legibilidad; pero has­ta el siglo xix siguió siendo privi­legio de una pequeñísima minoría. En Hispanoamérica, la lectura em­pezó a generalizarse en la segunda mitad del siglo xix, cuando algu­nos países establecieron la enseñan­za primaria obligatoria y gratuita.

Sin embargo, anacrónicamente, la lectura se enseña demasiado a me­nudo en forma oral, sílaba por sí­laba, como hace 1200 años, en la época de Carlomagno; incluso mu­chos adultos no logran romper el hábito de pronunciar lo que van le­yendo. En tanto que una persona promedio puede leer cerca de 500 palabras por minuto, y un consu­mado lector es capaz de leer hasta 1000, las personas que necesitan pronunciar cada palabra alcanzan apenas una velocidad de 100 a 150.

Lectura a saltos. Poco antes de 1900, el oftalmólogo Émile Javal descubrió que, cuando leemos, nuestros ojos no se desplazan re­gularmente de izquierda a derecha a lo largo de una línea impresa, si­no más bien a saltos fulgurantes. Sin darnos cuenta, con los ojos dividimos cada línea en seis o siete partes de unas diez letras cada una, y los hacemos saltar de un segmen­to al siguiente en el increíble lapso de cuatro millonésimas de segundo.

Basta sólo un cuarto o un tercio de segundo para identificar cada grupo de letras. ¿Qué hacemos con cada una de las letras? ¡Nada! Ni siquiera las miramos. Al leer el fragmento de Cortázar trascrito, no sumamos t+r+a+ri+v+í+a, pues reconocimos inmediatamente la forma de la palabra "tranvía". Las palabras que no nos son familiares son las únicas que leemos le­tra por letra. En efecto, en 1843 el notario público Leclair descubrió que si se cortan las palabras por la mitad horizontalmente es suficien­te ver la parte superior para reco­nocer su significado.

¿Cómo entiende el cerebro lo que leemos? La retina, la sensible mem­brana del ojo humano, compuesta de 500 millones de células recepto­ras, identifica las palabras casi instantáneamente. Trasmite en segui­da estas imágenes por medio de impulsos eléctricos al cerebro, que consta a su vez de miles de millo­nes de células nerviosas, llamadas neuronas. Con su asombrosamente intrincado sistema de circuitos, y su "voraz apetito" de velocidad, el cerebro registra de manera directa las imágenes de las palabras en grupos de dos o tres.

Es más: gracias al enorme cúmu­lo de información que se archiva en las neuronas, nuestro cerebro es capaz, con gran frecuencia, de pre­ver la conclusión de una frase cuando los ojos acaban de captar el ini­cio. El filósofo francés del siglo xvii René Descartes escribió: "Al ver un sombrero desde nuestra ven­tana, deducimos que un hombre pasa por la calle". De igual modo, nos explican hoy los lingüistas, ex­presiones cortas como "y", "para", "así", "pues", "en efecto", obran como postes indicadores que nos advierten qué viene después, y aceleran notablemente nuestro avan­ce en la lectura.

Capacidad ilimitada. Al cerebro se le compara a menudo con la computadora. Pero la computadora no hace sino aquello para lo que está programada, en tanto que la capacidad del cerebro para impro­visar es en verdad ilimitada. Por otra parte, la computadora, a di­ferencia del cerebro humano, tiene que descifrar las palabras letra por letra. Tomemos la siguiente frase como ejemplo de la clase de acer­tijos que el cerebro es capaz de resolver: "En aquel banco me es­peraban varias personas".

En español, banco puede enten­derse como mueble de varios asien­tos, o bien como el establecimiento donde cambiamos los cheques por dinero en efectivo. Es probable que el 50 por ciento de los lecto­res interprete banco en el sentido de mueble, y que el otro 50 por ciento tenga la imagen de un edi­ficio o local con ventanillas y cajeros que cuentan dinero. Pero si añadimos que se trata del "lugar donde siempre me cambian los

cheques>', nuestras neuronas captan el significado exacto de "banco" en una fracción de segundo. Enten­der lo que leemos significa coordi­nar constantemente el texto con lo que podemos encontrar en nuestra memoria.

Todavía sabemos muy poco en cuanto al funcionamiento de la me­moria, sí bien podemos distinguir dos clases de memoria. Lo que los hombres de ciencia denominan "memoria a corto plazo" es lamen­tablemente débil. Por ejemplo: so­mos incapaces de recordar más de unas 15 palabras durante más de 20 segundos, luego de haberlas leído. Por esta razón olvidamos a veces el principio de una frase antes de haber llegado a su término, so­bre todo si tenemos que volver la página a mitad de la frase.

Por otra parte, nuestra "memo­ria a largo plazo" es algo que nos deja verdaderamente perplejos. Al leer un texto, esta memoria nos ayuda a filtrarlo; a rechazar lo que nos parece inútil; a simplificar, pa­ra almacenarlo, aquello que se re­laciona con nuestras preocupacio­nes personales, a compararlo con lo que ya sabemos, a alterarlo o pasarlo por alto si tropieza con blo­queos del inconsciente. Esta inmen­sa tarea de separar, mezclar, dedu­cís, asimilar y archivar es algo que nuestra memoria a largo plazo eje­cuta con rapidez inconcebible, a tiempo que seguimos con los ojos las líneas del texto y que nuestro cerebro se anticipa a lo que vamos a leer a continuación.

En el extremo final de esa complejísima cadena de operaciones, por lo común sólo retenemos el sentido general de lo leído, pero meses después, y aún años después, el más leve incidente puede evocar lo que leímos alguna vez. El semió­logo Roland Barthes observó que un escrito, al hacer que entren en juego todos los recursos de la inteligencia, "hace de un lector, no un consumidor, sino un productor".

Imágenes verbales. Muchas per­sonas "ven", literalmente, lo que leen. Michel Denis, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, de Francia, ha hecho experimentos respecto a las imáge­nes que visualizamos al leer. "Lo que es notable", dice, "es que la frase resulta siempre menos des­criptiva que lo que ve el lector". Por ejemplo, al leer: "El águila se lanzó en picada sobre el hombre", la mayoría de nosotros veremos al águila lanzándose con las garras ex­tendidas, y tal vez al hombre que se protege con los brazos. La frase no dice nada de esto.

Tan misteriosa aptitud para des­cubrir la realidad tras unos peque­ños símbolos impresos no tiene nada que ver, necesariamente, con la in­teligencia. Constituye una aptitud, como la de ser capaz de correr ve­lozmente, y los lectores que más visualizan son dueños de la mejor memoria. También se ha demostra­do con experimentos que quienes leen con rapidez diez veces mayor que la del lector promedio recuer­dan lo leído dos veces más.

Quienes leen con rapidez son también, por lo general, lectores voraces. De Balzac, el famóso no­velista francés del siglo xix, se de­cía que "devoraba" los libros, y al parecer leía a prodigiosa velocidad. El presidente norteamericano John Kennedy, digería documentos de Estado con vertiginosa rapidez, y al ocupar la Casa Blanca instó a sus colaboradores a aprender la téc­nica de la lectura rápida. Actual­mente tales técnicas se pueden ad­quirir con facilidad, y aunque no hagan un Balzac o un Kennedy de cada uno de nosotros, sí pueden, bien aplicadas, mejorar en forma considerable nuestra velocidad de lectura.

Pero incluso sin haber estudiado ninguna técnica, todos solemos leer más rápidamente de lo que habla­mos. Mientras que un locutor de radio o de televisión habla a razón de 9000 palabras por hora, el in­dividuo promedio es capaz de leer a una velocidad tres veces mayor. Así pues, 20 minutos de noticias trasmitidas por televisión represen­tan apenas el equivalente de la in­formación contenida en tres colum­nas de un periódico. Ya esto por sí solo bastaría para explicarnos cómo la radio, el cine y la televi­sión no han logrado sustituir a los libros. En realidad, jamás se habían publicado tantos libros como en los' años trascurridos desde que la televisión entró en los hogares. Sólo en México y Argentina, el nú­mero de libros publicados aumentó de 25 millones en 1965 a 171 mi­llones en 1983.

El poder de la lectura. "Al abrir­nos el camino hacia el hallazgo de nuevos conocimientos y experien­cias humanas", afirma Elisabeth Badínter, filósofa e historiadora, "la lectura es una forma de vivir más plenamente y con mayores sa­tisfacciones".

Podríamos añadir que tal vida más rica pertenece a cada indivi­duo. "Cuando mis alumnos me co­mentan sobre algún programa de televisión", observa una profesora de segunda enseñanza, "advierto que todos emplean esencialmente las mismas palabras para expre­sar las mismas opiniones. Pero ja­más he conocido a dos estudiantes que lean un libro de igual manera".

Françoís Richaudeau, especialista en comunicación, opina: "La inven­ción de la imprenta nos permitió escapar de la tiranía de la palabra hablada, y ha reforzado el libre al­bedrío y el sentido crítico. Todas las grandes conquistas del pensa­miento moderno han sido fruto de estos dos privilegios".

 

 “MUCHAS GRACIAS, SEÑORA CALABAZA"

Para aquel pueblecito, que Pasaba por una época misteriosa, esta misteriosa señora de edad avanzada y sus sobres de dinero se convirtieron en símbolode solidaridad Y esperanza.

POR CHRISTOPHER PHILLIPS

 SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Octubre DE 1984

 LA PRIMAVERA de 1982 fue amar­gamente fría para los ciudada­nos de Midland, Pensilvama, y para las comunidades vecinas de Ohio y Virginia Occidental. En marzo, los propietarios de Colt Industries, Inc., anunciaron que su División de Fundición de Acero Inoxidable y Aleaciones, la única industria im­portante de la región, estaba en venta. De no encontrarse comprador, la fábrica de Midland tendría que ce­rrarse. En el verano, la empresa que había empleado a 5000 trabajadores en su época de auge tenía ya me­nos de 1000. Las posibilidades de los cesantes de obtener algún otro empleo en la región eran escasas.

Los dirigentes de la Sección 1212 del Sindicato de Trabajadores Uni­dos del Acero resolvieron crear un "banco de alimentos" en beneficio de las familias más necesitadas. Se reunieron varios miles de dólares procedentes de cuotas de cenas de caridad y de donaciones de iglesias y comercios; a los organizadores, sin embargo, aún les faltaban 2000 dó­lares para hacer el primer reparto de víveres.

El 5 de agosto, a mediodía, Jack Conway, director del banco de ali­mentos, se hallaba en la oficina de la Sección 1212 en conferencia con Dick Fink, el representante del sin­dicato, estudiando diversas formas de conseguir aquella suma. Conway pensaba también en otros proble­mas. Después de trabajar durante 17 años en la fundidora, el corpu­lento Conway, de 1.83 metros de estatura, había sido despedido en mayo, y tendría que ver la manera de pagar la educación universitaria de sus dos hijos.

Sin que ellos lo supieran, a la puerta del edificio estaba alguien que habría de alterar de modo im­presionante la triste situación de es­tos dos hombres. Una diminuta señora, que parecía contar más de 70 años de edad, si bien su terso cutis le daba apariencia más joven, lanzó una mirada indecisa al letrero colocado en las puertas de cristal de las oficinas sindicales, y que decía: "Sección 1212". En seguida, entró en el vestíbulo y preguntó: "¿Po­dría usted decirme dónde están las oficinas del sindicato?"

Se le dijo que en el tercer piso, y una vez allí siguió por el largo pasillo hasta el recinto donde ha­blaban Jack Conway y Dick Fink. La señora, de pie en el umbral, los miró.

¿En qué puedo servirle? —le preguntó Fink.

Aquí traigo esto para el banco de alimentos —repuso la anciana, y le entregó un sobre blanco y abul­tado que llevaba entre las manos enguantadas— No es mucho…

Toda cantidad nos es útil—de­claró Fink. Y pensó: Serán billetes de un dólar, que esta señora, habrá juntado entre sus vecinos—. Le ex­tenderé un recibo, para que este donativo se le deduzca de sus impuestos.

—El recibo no me interesa —re­plicó la señora—. Lo único que de­seo es ayudar con lo poco que puedo a los trabajadores despedidos.

Tras decir aquello, se volvió brus­camente y se fue.

Fink abrió el sobre y sacó un grueso fajo de billetes atados con una fajilla, como las que utilizan los bancos. A medida que los contaba los ojos se le saltaban de asom­bro. Eran billetes de 20 dólares, y sumaban 100 en total. " i Jack! ", ex­clamó con voz ahogada, "¡esa an­cianita nos ha regalado dos mil dólares!"

Tal cantidad era, con mucho, la mayor que nadie hubiera aportado. Fink y Conway temieron que su desconocida benefactora se hubiese dejado ganar por un arranque de generosidad, al extremo de dar los ahorros de toda su vida. Fínk llamó por teléfono al banco cuyo nombre venía en la fajilla. Descubrió que aquella señora podía hacer ese do­nativo. No era precisamente acau­dalada, pero había ahorrado una su­ma considerable, y prefería vivir con austeridad.

A menos que la señora revelara su identidad espontáneamente, Fink la mantendría en el anonimato. Pero un periodista lo convenció de que algo tendría que decírsele a la gen­te: "Busquémosle algún seudóni­mo", sugirió Fink.

Tras ponderar diversas posibili­dades, recordó que el popular cómi­co norteamericano Jimmy Durante solía concluir sus programas radio­fónicos con una frase en homenaje a una mujer desconocida: "Buenas noches, señora Calabaza", decía. jim­rny en tono reverente, "en cualquier lugar en que esté usted". Pero ja­más le reveló a nadie quién era esa "señora Calabaza".

El diario Times, del distrito de Beaver, publicó al día siguiente un artículo acerca de la inesperada do­nación. Decía el titular en grandes caracteres: "Muchas gracias, señora Calabaza, donde esté usted".

Nadie se imaginó que reaparece­ría la misteriosa dama. Pero el 3 de septiembre, tres días antes de que en Estados Unidos se celebrara ese año el Día del Trabajo, se presentó de nuevo a las oficinas del sindicato y, sin demora, se dirigió al despacho del tercer piso. Como no encontró a nadie allí, se sentó a esperar. Cuan­do llegó Ron Friess, presidente de la Sección 1212, confundió a la se­ñora por la esposa o madre de algu­no de los obreros despedidos, que acudía en busca de una prestación laboral, le preguntó: "¿En qué pue­do servirle?"

La señora Calabaza se levantó y puso en manos de Ron un sencillo sobre blanco y volvió a rehusar un recibo. Cuando ella se fue, él vio que en el sobre había 2000 dólares.

La fundidora de acero cerró sus puertas para siempre el 15 de octu­bre de 1982, y 4500 trabajadores siderúrgicos se quedaron sin em­pleo. El banco de alimentos nece­sitaba fondos urgentemente.

El 18 de noviembre, Jack Con­way y un numeroso grupo de vo­luntarios trabajaban en el sótano de las oficinas centrales del sindicato, apilando 3400 pavos que se distri­buirían el Día de Acción de Gracias entre las familias de los sindicaliza­dos. A eso del mediodía, la señora Calabaza entró en el edificio, bajó al sótano y dio una palmada en el hombro de Conway.

—Perdone usted, ¿podría aten­derme un momento?

Al ver a la señora cubierta con un abrigo negro y un sobre blanco en la mano, Conway se quedó bo­quiabierto.Quisiera hacer un modesto do­nativo —continuó ella, alargándole el sobre y volviéndose en seguida para marcharse. Conway la asió del brazo suavemente y le dijo:

—Quiero darle las gracias por su bondad. Nos ha levantado usted la moral mucho más de lo que puede imaginarse.

—Mi principal preocupación son los muchos jóvenes que están pa­sando días difíciles, ahora que la fundición ha cerrado. Dios ha sido muy bueno conmigo, y ahora tengo la oportunidad de ayudar.

Conway abrió el sobre, en el que se leía: "Feliz Día de Acción de Gra­cias". Como antes, contenía 100 bi­lletes de 20 dólares.

Iba estableciéndose cierta pauta. La señora Calabaza se presentaba siempre poco antes de algún día de fiesta nacional, cuando el banco de alimentos, al disponerse a repar­tir víveres, estaba en graves apuros económicos. Se presentó antes de la Navidad de 1982 y otras seis ve­ces en 1983; instituyó en una de ellas su propio día festivo, ocasión en que escribió en el sobre: "Feliz primavera". A veces entraba en el edificio del sindicato y entregaba el sobre a la primera persona con quien se topaba. Esta circunstancia llevó a Dick Fink a llamarla por te­léfono y advertirle que debía ser más cuidadosa.

"¡Pero es que yo confío en todo el mundo!-, le contestó ella.

Y su fe en la gente se vio justifi­cada, porque sus donativos llegaban siempre a manos de alguno de los dirigentes del banco de alimentos.

El 5 de mayo de 1983, pocos días antes del Día de las Madres, la se­ñora Calabaza acudió al sindicato y dio casualmente con Jimmy Lento, entonces secretario de finanzas del organismo. Le entregó un sobre que contenía 1000 dólares.

Siento mucho que no sea lo acostumbrado —le dijo la señora Calabaza, y se encogió de hombros.

Lento la miró, atónito al ver que pensara en disculparse. Luego, se inclinó y le besó la mejilla.

—Dios la bendiga —murmuró—. Es usted una mujer bellísima.

La señora Calabaza se ruborizó.

—¡Dios mío! —tartamudeó—. ¡Estoy toda despeinada!

Y se alejó apresuradamente.

El banco de alimentos, para ex­presar su gratitud, mandó publicar en el Times del distrito de Beaver un anuncio con esta leyenda: "Feliz Día de las Madres, señora Calaba­za, en cualquier lugar en que esté usted".

En julio de 1983, la señora Ca­labaza había donado un total de 20,100 dólares al banco de alimen­tos, y todos sabían de ella en el dis­trito de Beaver.  El Comité de Feste jos del 4 de Julio de Midland deseaba que la señora encabezara el gran des­file de ese día, el 35 desfile anual del Día de la Independencia.

Conway telefoneó a la señora Ca­labaza para invitarla, pero ella se negó a aceptar, por eludir toda pu­blicidad, como lo había hecho desde el principio.

"Pero le prometo que estaré presente entre la multitud", declaró.

El lunes 4 de julio, 4100 resi­dentes de Midland —o sea casi toda la población— se alineaban en los 13 tramos de la calle principal. Un auto convertible rojo encabezaba el desfile. Era el coche en que se hu­biera querido llevar a la señora Calabaza como comandante del des­file. En vez de ella, iba Anthony Pantoni, empleado en el banco de alimentos, quien vestía como el po­pular Jimmy Durante, el propio "Narizotas", luciendo su estropea­do sombrero de fieltro, su enorme nariz de polichinela y todo cuanto

lo caracterizaba. A ambos lados del convertible, un letrero trazado con pintura blanca decía: "Muchas gra­cias, señora Calabaza".

A los amigos y vecinos que le aplaudían, Pantoni correspondía con frenéticos ademanes; pero al llegar el coche a la altura de la Calle 10, el hombre dejó de pronto de payasear.

Tal vez había visto a la señora Calabaza, tal vez no; Pantoni no lo dice. Pero su actitud cambió de súbito y, con absoluta seriedad y evidente cariño, gritó: "¡Muchas gracias, señora Calabaza, en cual­quier lugar en que esté usted!"

  

 EN EL SINIESTRO MUNDO DEL TRÁFICO DE COCAÍNA

Por NATHAN ADAMS

SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Octubre de  1984

-FRAGMENTOS-

Huida a Eldorado

INCLUSO si los agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o de la Administración Eje­cutora de las Leyes sobre Drogas ( DEA ) hubieran estado al tanto del vuelo de Jano y conocido su verda­dero nombre, no habrían encontra­do antecedentes de su existencia en los archivos. Jano siempre se ha­bía tomado increíbles molestias para no dejar huellas de sus actividades.

Hasta los 21 años de edad, el mundo de Jano se circunscribió a los confines de la ciudad de Boise, en el estado norteamericano de Idaho, donde trabajaba como me­cánico de automóviles. Pero siem­pre se había movido a ritmo dis­tinto que los demás. Le aburría su trabajo, su matrimonio (el cual ter­minó en divorcio a poco de comen­zar) y su terruño mismo. Quería la libertad. volvió a casarse, esta vez con una joven estudiante guatemalteca que conoció en la Universidad de Idaho. Al poco tiempo, fue con su espo­sa de visita a la ciudad de Guate­mala. Tan pronto como llegó, se dio cuenta de que había encontrado lo que siempre buscó: la libertad para hacer exactamente lo que le viniera en gana.

Rodeada por verdes colinas, la ciudad de Guatemala era una co­munidad en la que convivían una docena de nacionalidades y razas: árabes de Oriente Medio, empresa­rios alemanes, banqueros suizos, indios mayas, comerciantes libane­ses y contrabandistas panameños. El olor a madera quemada se mez­claba con el hedor de los desagües de las barracas. Jano aspiró y supo que aquel era el olor de la aventura.

Regresó a Boise sólo para sacar del banco los 8000 dólares ahorra­dos y adquirir el camión-grúa que precisaría en el garaje-taller que pensaba abrir. Cargó sus pertenencias en el camión y volvió a Guatemala. Una semana después, ya había alquilado un local para instalar el taller y contratado a dos mecánicos.

A finales del primer año, el ne­gocio le había producido benefi­cios equivalentes a 20,000 dólares. Además, hablaba español con soltura. Su anhelo de aventuras lo ani­mó a construír y pilotar coches de carreras. Un día se enteró de que una avioneta monomotor Píper Arrow estaba a la venta en un aeroclub local y, a pesar de que no había volado en su vida, la compró. De­cidió hacerse piloto y especializar­se en vuelos sobre la selva. Los peligros del clima y del terreno, tan comunes en Centroamérica, no lo intimidaron. Su fama como piloto creció rápidamente.

Jano sabía que algunos pilotos —socios de su mismo aerocluberan contrabandistas. Era difícil no oír sus fanfarronadas en el bar del club cuando estaban bebidos. Hablaban de vuelos clandestinos a Co­lombia, Venezuela y Brasil, y de enormes ganancias. Aquellas histo­rias inflamaron la imaginación de Jano.

En aquel tiempo, Jano descono­cía la vasta y oculta infraestructu­ra del contrabando, piedra angular de muchas economías latinoameri­canas. No tardaría en disponer de información de primera mano. Una cadena de desastrosos acontecimien­tos no le dejaron otra alternativa que ese negocio delictivo.

Primero, un incendio destruyó su taller, lo que lo obligó a acep­tar un empleo en una agencia de alquiler de automóviles. Cuando los sindicatos comenzaron a quejarse de que el puesto debería ocuparlo un guatemalteco, Jano comprendió que no tardarían en despedirlo. Su situación —que no era un secreto para los que lo conocían— y sus magníficas cualidades como piloto lo convirtieron en el candidato ideal de un conocido contrabandista local.

Omar Malik, sirio de nacimien­to, dirigía una flota de camiones con doble fondo, que trasportaba contrabando entre el puerto fran­co panameño de Colón y Guatema­la. Corruptos militares centroame­ricanos, que le cobraban por sus servicios una elevada tarifa y un porcentaje de las ganancias, colabo­raban con él.

El 13 de marzo de 1973, Malik hizo una oferta a Jano. Contribui­ría a financiar la compra de una avioneta apropiada si Jano se com­prometía a trasportar contrabando para él. Dicha actividad no entra­ñaba ningún riesgo, ya que Malik tenía sobornados a militares y adua­neros. Todos los gastos, incluidos el mantenimiento del aparato y el combustible, correrían por cuenta de él. Y ambos serían socios, a par­tes iguales, en la operación. Jano accedió.

Aquella tarde, Jano y Malik ad­quirieron una avioneta Piper últi­mo modelo. Tres días más tarde, Jano se desplazaba a Colón, en un vuelo de siete horas. La carga era de poca importancia: 1000 relo­jes de pulsera de bajo precio que le entregó un aduanero panameño. En breves minutos, Jano empren­día el vuelo de regreso. Malik es­taba en lo cierto. Siempre que se pagase a las personas adecuadas, aquel trabajo resultaba tan cómodo como lucrativo. Jano había descu­bierto Eldorado para él.

"Líquidos" letales

UNA NOCHE, ya tarde, Malik te­lefoneó a Jano para decirle que quería presentarle a unos "clientes importantes" que venían del ex­tranjero. Jano se dirigió en coche a la villa de Malik, en las frescas colinas que dominan la ciudad. En la sala había varios hombres sen­tados.

—Les presento a mi piloto —anunció Malik al grupo.

A Jano no le gustó el tono de la presentación. Habían quedado en que él era su socio, no su cria­do. Tampoco le gustó el aspecto de los allí reunidos. Uno era un argentino delgado al que Jano apodó mentalmente "El Estilete". Sus ojos estaban en continuo movimien­to. Parecía un hurón atrapado. No me gustaría darle la espalda a este tipo, pensó Jano.

El individuo cincuentón sentado junto a El Estilete vestía con ele­gancia y tenía un costoso maletín de cuero a sus pies.

El doctor Weitz-Goldwas­er, de Chile —dijo Malik— ha accedido a suministrarnos... los lí­quidos.

Jano pensó que se trataba de contrabandear whisky. Pero cuan­do Weitz-Goldwaser dijo: "Cocaí­na, Malik. Cocaína", Jano se quedó estupefacto.

No dijo nada. Nunca había con­fiado en los narcóticos. No obstan­te, escuchó atentamente a Malik cuando hizo las cuentas. Él y Jano pagarían 8000 dólares por kilo de cocaína pura, cristalizada en los la­boratorios de Weítz-Goldwaser, en Arica, Chile. El Estilete traspor­taría la droga en maletas de doble fondo a la ciudad de Guatemala.

Tomaría vuelos regulares de líneas aéreas comerciales.

Desde Guatemala, Jano se en­cargaría de llevar la cocaína a los clientes mexicanos de Malik. Allí le pagarían 24,000 dólares por kilo, es decir, una ganancia de 200 por ciento. (Los compradores se encar­garían de introducir la droga en Es­tados Unidos.) El envío inicial sería de cinco kilos, pero los laborato­rios de Weitz-Goldwaser estaban en condiciones de suministrarles cientos de kilos de droga. Y lo me­jor de todo, Malik señaló, era que Jano no iba a trasgredir las leyes norteamericanas, pues su labor se desarrollaba fuera de la jurisdicción estadunidense.

Jano hizo cálculos. Con los cinco kilos de cocaína ganarían 80,000 dolares que, divididos con Malik, le roporcionarían 40,000.

de acuerdo —dijo Jano Pero no heroína. No llevaré he­roína.

Weitz-Goldwaser se echó a reír. —¿Cree que la heroína es real­mente mala?

Jano respondió afirmativamente.

Engañado por su socio

EN UNAS oficinas de la capital de Estados Unidos, un grupo de funcionarios de la DEA hablaban del inquietante giro que estaba re­gistrando el consumo de drogas en su país. Hasta hacía poco, sólo un sector adinerado de la sociedad consumía cocaína. Ahora, cada vez aparecían cantidades mayores de dicha droga en las calles. Había adictos a las drogas que se inyec­taban una potente —y a menudo mortal— mezcla de cocaína y he­roína. Personalidades del mundo del espectáculo y famosos atletas popularizaban el consumo de co­caína. A menos que se tomasen me­didas, concluyeron los funcionarios de la DEA, la cocaína no tardaría en remplazar a la heroína como la dro­ga más peligrosa en el país.

Las pruebas de que disponían apuntaban a varias importantes or­ganizaciones de tráfico de cocaína establecidas en Perú, Chile y Co­lombia. Se sospechaba que por lo menos 35 laboratorios funcionaban a toda su capacidad. Los embarques llegaban a Estados Unidos proce­dentes de México, Canadá y Sud­américa, la mayoría de ellos por el sur de Florida.

Pero nadie sabía quiénes eran los responsables de este auge repenti­no de la cocaína. Ni los agentes de la DEA ni los de la CIA en Sudamé­rica habían podido conseguir un contacto fidedigno que tuviera in­formación de primera mano.

MIENTRAS tanto, en la ciudad de Guatemala, surgían problemas de carácter totalmente distinto. A mediados del verano de 1974, Jano había pasado de contrabando más de 11 kilos de cocaína pura a los clientes mexicanos de Malik. Sin embargo, había cobrado sólo unos 10,000 dólares. Más que so­cio, se sentía como el recadero.

Para entonces, Jano era ya un contrabandista totalmente profesio nal. Había comprado una pistola Browning de nueve milímetros que disparaba en ráfagas su cargador de trece cartuchos. Ya no lo amedren­taban los pistoleros ni los contra­-bandistas que siempre rodeaban a su socio. Había asimilado el estilo de vida de los grandes traficantes. Llevaba el pelo largo y rizado y lucía collares de oro y llamativos brazaletes. Siempre que podía, pa­saba los fines de semana con atrac­tivas mujeres en lujosos hoteles de México, Costa Rica y El Salvador. Su esposa, cansada de las prolon­gadas ausencias y disgustada por sus amistades, solicitó el divorcio.

Cuando Jano presionaba para que le dieran su acordada participación en las ganancias, Malik le contes­taba que los clientes mexicanos eran lentos a la hora de pagar y que no disponía de dinero. Pero las sos­pechas de Jano se confirmaron un día de octubre, en la capital me­xicana. Cuando salía del hotel para hacer una entrega de cocaína, notó cómo el portero miraba recelosa­mente el maletín. Alarmado, Jano se lo tendió.

—Si tanto le gusta, quédese con él —dijo en broma.

El portero se rió y repuso:

—Bueno, si lleva usted tanto como acostumbra llevar su amigo, el señor Malik, seré rico.

—¿Cuánto suele llevar Malik en el maletín? —preguntó Jano.

El portero calculaba que, en al­guna ocasión, le había visto unos 50,000 dólares.

Jano sintió un escalofrío por dentro. Su socio lo estaba engañando. Prometió solemnemente des­quitarse.

La oportunidad de hacerlo sur­gió la víspera de Navidad. Un importante traficante colombiano, Carlos Estrada, se puso en contac­to con él inesperadamente y lo citó en un hotel de Guatemala. Malik no había sido invitado, pero asistió de todos modos. Estrada le infor­mó que sólo negociaría con Jano. Dirigiéndose a este, el colombiano dijo:

—Si quiere que Malik siga sien­do su socio, es asunto suyo.

Entonces le comunicó que "per­sonas importantes" precisaban los servicios de un piloto discreto. Ha­bía concertado con ellos un encuen­tro para el día siguiente en Aca­pulco, México. Estrada pidió a Jano que lo llevase allí en avión y le preguntó:

—¿Cree que su socio tendrá al­gún inconveniente?

Con una sonrisa burlona, Jano replicó con cierta lentitud: —¿Qué socio?

Algo de acción

JAMO DESPERTÓ la mañana de Navidad en un lujoso hotel de Aca­pulco, con una terrible "cruda", como llaman allí a la resaca, y al lado de una muchacha cuyo nom­bre desconocía. Se la había "facili­tado" Estrada. Aquellas Navidades prometían ser las más fructíferas de toda su vida.

Por la tarde, mientras bebían unas copas en la piscina del hotel,Estrada le detalló sus planes. Que­ría que llevase éter (utilizado en el proceso de purificación de la co­caína en bruto) a unos laboratorios colombianos, que trasportase la droga ya refinada, la dejara caer en un claro de la selva del sur de Mé­xico y que regresara con las gran­des sumas de dinero en efectivo que le pagarían los compradores mexicanos en cuestión.

—No quiero limitarme a tras­portar cocaína, Carlos —subrayó Jano—. Tengo contactos y deseo montar mi propio negocio.Tras un momento de titubeo, Estrada le propuso un trato: por cada carga de cocaína que entregara, le daría tres kilos para venerlos a quien quisiera. Además,podría adquirir coca directamente del proveedor de la organización.

El día 26 de diciembre, Estra­da presentó a Jano a los clientes mexicanos en los lujosísimos apar­tamentos del Acapulco Princess. Sus tarjetas de presentación los identificaban como Juan Manuel Reyes y Luis Roldán. La cocaína, se jactó Estrada, estaría en poder de los importadores norteamerica­nos 24 horas más tarde. Entre sus correos había un prominente ban­quero y varios abogados, hombres que cruzaban diariamente la fron­tera por asuntos de negocios.

Tanto Reyes como Roldán ope­raban desde Tijuana, en la frontera con Estados Unidos. Reyes se ha­cía pasar por agente de bienes raí­ces; Roldán era propietario de una empresa farmacéutica que pensaba utilizar como pantalla para la puri­ficación de cocaína. Ambos, sin embargo, estaban disgustados por la falta de precisión de' los últimos lanzamientos de droga desde avio­nes. Jano sugirió llevarlos en un vuelo de reconocimiento al estado de Chiapas, en el sur de México. Conocía la existencia de una remo­ta pista de aterrizaje en la selva, en la que podría depositar los car­gamentos en vez de arriesgarse a lanzarlos desde el aire.

Aquella misma tarde volaron ha­cia la pista y dieron varias vueltas sobre ella hasta que Estrada quedó satisfecho con su emplazamiento. ¿Podría Jano ir hasta allí en vuelo sin escalas desde Turbo, Colombia? Sí, siempre y cuando llevara com­bustible extra. Estrada pareció que­dar complacido.

Esa noche, ya de vuelta en Aca­pulco, Estrada le pidió a Jano que hiciera su primer vuelo cinco días después. Un total de 31 kilos de cocaína estarían esperándolo en una pequeña pista situada en una plan­tación de las afueras de Turbo. Cuando Estrada recibiese la mercancía en Guatemala, tres kilos se­rían para Jano.

Aquellas nuevas relaciones eran prometedoras. Pero, al día siguien­te, El Estilete le dio inquietan­tes noticias en Guatemala: el ar­gentino, que seguía trabajando con Malik aunque sospechaba que, al igual que a Jano, lo engañaba, ad­virtió a este que Malik había dado orden de que lo mataran por su deserción. Jano se ocultó inmediatamente. Se mudó de apartamento y con­trató los servicios de un guarda­espaldas, un ex policía de Seattle, Estados Unidos, que residía en Guatemala, al que ofreció 2000 dó­lares mensuales por sus servicios.

los 160 kilos de droga se encon­traban a salvo en una pequeña villa alquilada con anterioridad para este fin, en las colinas próximas a Que­zaltenango, Guatemala. Jano tele­foneó inmediatamente a O'Campo, a Medellín. Sí su plan funcionaba, conseguiría independizarse. Si no, sería hombre muerto. Su carrera como simple piloto había acabado. El Hombre le había prometido

En realidad, gracias a la colaboración de Jano, esas aguas han retrocedi­do y dejado al descubierto el tras­fondo del tráfico de dicha droga. Esto, por sí solo, constituye un gran paso adelante.

Jano ha iniciado una nueva vida ---con una nueva identidad— en un país lejano. Hoy, apartado del escenario de su pasada actividad,

casi ha llegado a pensar que todo aquello nunca ocurrió.

Mientras, unos 50 acusados si­guen en libertad. Dos se han decla­rado culpables y han sido conde­nados por los tribunales de justicia. Y hay órdenes de arresto prepara­das para los demás. Los agentes de la Administración Ejecutora de las Leyes sobre Drogas están con­vencidos de que, antes o después, muchos fugitivos caerán en manos de la Ley. Saben que ninguno logra permanecer oculto para siempre.

 Una  Revelacion  Divina
del Infierno

Queda Muy Poco Tiempo!
por
Mary Katherine Baxter

 Capítulo 13: El brazo derecho del infierno

Después de la primera visión, Jesús y yo fuimos a una parte diferente del infierno. Jesús dijo, “Estas cosas que estás viendo son para el fin de los tiempos.” Otra visión apareció delante de mi.

Caminamos por una colina alta y seca. Yo miré desde lo alto de la colina hacia abajo y vi la corriente de un río. No habían fosas de fuego, ni demonios o malos espíritus, solamente el río grande fluyendo entre orillas escondidas. Jesús y yo nos acercamos al río y vi que estaba lleno de sangre y fuego.
Al acercarme y mirar de cerca, vi muchas almas, cada una encadenada con otra. El peso de las cadenas las arrastraba hacia abajo de la superficie del lago de fuego. Las almas en el infierno estaban en el fuego del infierno. También vi que estaban en formas de esqueleto con almas de un color gris sucio.
Qué es esto?” Le pregunte al Señor. “Estas son las almas de los incrédulos y de los impíos. Estos fueron mas amantes de su propia carne que amantes de Dios. Ellos eran hombres amando hombres y mujeres amando mujeres, que no quisieron arrepentirse y ser salvos de sus pecados. Ellos se gozaron de su vida de pecado y despreciaron mi salvación.” 
Me paré junto a Jesús y miré adentro del lago de fuego.
 De pronto, el fuego comenzó a rugir como un gran horno, moviéndose y devorando todo lo que estaba en su camino. En poco tiempo llenó casi todo el brazo derecho del infierno.

El fuego se acercó a nuestros pies, pero no nos quemó. El río estaba devorando todo lo que había en su camino. Miré el rostro de Jesús y se veía triste y tierno.

El todavía tenía escrito sobre su rostro amor y compasión por estas almas perdidas. Comencé a llorar y deseaba salir de ese lugar de tormento, el tener que continuar era casi insoportable.

Miré otra vez las almas en el fuego. Eran de un color de fuego rojo y sus huesos estaban negros y quemados. Escuché sus almas gritar de remordimiento.

El Señor dijo, “Este es su tormento; amarrados juntos con cadenas tras cadenas. Estos deseaban la carne de su propio sexo, hombres con hombres y mujeres con mujeres, haciendo lo que no era natural. Ellos llevaron a muchos jovencitos y jovencitas a actos de pecado. Ellos lo llamaban amor, pero al final era pecado y muerte.”

Yo sé que muchos jovencitos y jovencitas, hombres y mujeres fueron obligados en contra de su voluntad para cometer actos tan terribles, yo lo sé y no cargaré este pecado contra ellos.” Acuérdense de esto, sin embargo, dijo Jesús, “Yo conozco todas las cosas, y las personas que causaron que estos jóvenes pecaran tienen el pecado mas grande. Yo juzgaré con justicia. Al pecador Le digo, ‘Arrepiéntete, y tendré misericordia. Clama a mi y te escucharé.’

En repetidas veces les pedí a estas almas que se arrepintieran y que vinieran a mí. Yo los hubiera perdonado y limpiado y en mi nombre podrían haber sido liberados. Pero ellos no me escucharon y ellos deseaban la codicia de la carne antes que el amor del Dios vivo. Porque yo soy santo tenéis que ser santos. No toquen las cosas inmundas y los recibiré,” dice el Señor. Yo me sentí muy enferma mientras veía las almas en el lago de fuego.

Jesús continuó, “Si solamente se hubieran vuelto a mi antes que fuera muy tarde. Mi sangre fue derramada para que todos vinieran a mi. Yo dí mi vida para que el peor de los pecadores viviera.”
Multitudes de almas pasaron por el río de llamas ardientes y sobre ellas pasaban las olas de fuego sin poder salir y dejar de nadar en ese lago de fuego. Yo escuché gritos de remordimiento cuando el río de sangre pasaba delante de nosotros.
Caminamos hacia arriba por un camino cerca del río. Delante de nosotros, había una mujer grande sentada sobre una colina. Se mecia para adelante y hacia atrás como si estuviera ebria. Sobre ella estaban escritas las siguientes palabras “Misterio de Babilonia.” Ahora sabía que la madre de las abominaciones en la tierra también venía del infierno. De ella emanaba una fuerza maligna, y vi multitudes de gente y lenguas debajo de ella. Ella tenía siete cabezas y diez cuernos. En ella se encontraba la sangre de los profetas, y de los santos y de todos los que fueron asesinados sobre la tierra.
Salíd de ella y sean separados,” dijo el Señor. “En su tiempo será destruida.”
Caminamos hacia adelante pasándo por donde estaba la mujer mala con los cuernos sobre su cabeza. Todo se comenzó a poner oscuro. Ahora Jesús era la única luz. Caminamos hasta que llegamos a otra colina. En la distancia podía ver llamas calientes en el aire. La atmósfera se calentó agobiantemente. Dimos la vuelta alrededor de la colina y llegamos a una puerta grande con ranuras cortadas. Esta estaba colocada al lado de la colina y una cadena grande se encontraba sobre ella y de ella salían llamas. La puerta estaba cerrada con candados grandes. Yo me preguntaba que es los que todo esto significaba.
De pronto, la figura oscura de un hombre vestido con una capa larga y oscura larga, apareció delante de la puerta. Su cara se veía muy vieja y muy cansada. La piel de su cara estaba jalada bien apretada hacia los huesos de su calavera. Parecía que tenía muchos años de edad. Jesús me dijo: “Detrás de esa puerta está el abismo sin fondo. Mi Palabra es verdadera.” Las llamas detrás de la puerta alcanzaban lo más alto hasta llegar a la puerta la cual se hinchaba con la presión del calor. Yo dije, “Señor Jesús, yo me alegraré cuando satanás sea lanzado en el abismo sin fondo, y todas estas cosas cesen por un tiempo
        .”Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, Y sus veredas hacia los muertos;Prov. 2.18  Sus pies descienden a la muerte; Sus pasos conducen al Seol.   Y no te acerques a la puerta de su casa;  Camino al Seol es su casa, Que conduce a las cámaras de la muerte Y no saben que allí están los muertos; Que sus convidados están en lo profundo del Seol.Libro de Proverbios

El respondio: “Ve, oye lo que el Espíritu le dice a las iglesias. El fin está cerca y yo estoy llamando a los pecadores a arrepentirse y ser salvos. Mira ahora.”

Estábamos parados en un lugar al aire libre y estaba con el Señor en el Espíritu. Yo miré y contemplé una visión abierta. En la visión vi una serpiente de fuego rozando que la dejaron atacar el aire con su enorme cola. Yo miraba mientras esta serpiente espíritual se movía con terrible poder. Entonces la ví regresar al brazo izquierdo del infierno y esperar. Yo sabía que no podía atacar la tierra todavía hasta que la Palabra de Dios se cumpliera.
Ví fuego y humo subir desde la tierra y ví un velo extraño mientras éste se formaba sobre la tierra. Vi parches de oscuridad aparecer por todas partes. Sobre la cabeza de la serpiente de fuego comenzaron a crecer cuernos. Estos se esparcieron hasta que cubrieron toda la tierra. Satanás le dió órdenes a la serpiente de fuego. Espíritus malos y diablos se hallaban presentes. Entonces ví la serpiente maligna de fuego salir del brazo derecho del infierno, y comenzar a atacar la tierra con gran fuerza hiriendo y destruyendoa mucha gente.

Jesús dijo: “Esto sucederá al fin de los tiempos. Ven más alto.” Lector, si estás cometiendo algunos de los pecados de los cuales estoy hablando, por favor deja de pecar y clama a Jesús que te salve. No tienes que ir al infierno. Clama al Señor mientras está cercano, El te escuchará y te salvará. Todo el que clame en el nombre del Señor será salvo.

  Capítulo 14: El brazo izquierdo del infierno

Una profecia de Jesús para todos

Jesús dijo, “Estas cosas ya están sucediendo en la tierra, están por ser y pronto vendrán sobre la tierra. La serpiente de fuego es parte de la bestia. Las profecias que vas a leer son verdaderas. Las revelaciones son verdaderas. Velad y orad. Amaos los unos a los otros. Manténganse santos. Mantengan sus manos limpias.Esposos amen a sus esposas como Cristo amó a su iglesia. Esposos y esposas, amaos los unos a los otros como yo os he amado. Yo ordené el matrimonio y lo bendije con mi Palabra. Mantengan el lecho del matrimonio sin mancilla. Límpience de toda maldad y sean puros, como yo soy puro. 
El santo pueblo de Dios ha sido extraviado por engañadores. No se dejen engañar; Dios no puede ser burlado. El entendimiento te será dado si abres tus oídos y me escuchas. Este es el mensaje de Cristo a las iglesias. Cuídense de los falsos profetas que se paran en mi lugar Santo y engañan con piropos. Oh tierra, mi santo pueblo se ha quedado dormido al sonido de la falsa doctrina. ¡Despertad, despertad’ Yo te digo que toda maldad es pecado. Límpience de todo pecado de la carne y del Espíritu. Mis santos profetas vivan una vida santa. Pero ustedes se han revelado contra mi y mi santidad. Han traído el mal sobre vosotros. Ustedes han pecado y se han hecho esclavos de la enfermedad y de la muerte.

Ustedes han cometido iniquidades y han hecho lo malo y se han revelado contra mí. Se han apartado de mis preceptos y de mis juicios. Ustedes no han escuchado las palabras de mis siervos, los profetas y las profetizas.

Maldiciones en vez de bendiciones han venido sobre vosotros, y todavía rehusan retornar a mí y arrepentirse de sus pecados.
Si ustedes regresan, se arrepienten y si me honran con el fruto de la justicia, yo bendeciré vuestros hogares y honraré la cama del matrimonio. Si se humillan y claman a mi, yo escucharé y los bendeciré.
Escuchen, ustedes ministros de mi Santa Palabra. No enseñen a mi pueblo a pecar contra Dios. Acuérdense que el juicio comienza por la casa de Dios; a menos que se arrepientan, yo los quitare por los pecados que le enseñaron a mi pueblo. Creen ustedes que estoy ciego y no puedo ver, o sordo que no puedo oir?

Tú que detienes la verdad con la injusticia y llenas tus bolsillos con oro y plata a costa de los pobres —arrepiéntete, te digo, antes que sea muy tarde. El día del juicio te pararás solo delante mi para dar cuenta de lo que hiciste con mi Santa Palabra; si clamas a mi en arrepentimiento, yo quitare la maldición de tus tierras y os bendeciré. Si te arrepientes y te avergüenzas de tus pecados, yo tendré misericordia y compasión de ti y no me acordaré más de tus pecados. Ora para que seas un vencedor.

Despierta a la vida. Arrepiéntete por la gente que has guiado mal y les enseñaste falsas doctrinas. Diles que has pecado y que has desparramado mis ovejas. Arrepientete delante de ellos.

He aquí, estoy preparando un ejército santo. Ellos harán grandes exploraciones para mi y destruirán tus lugares altos. Es un ejército de hombres, mujeres, niños y jóvenes santos. Ellos han sido ungidos para predicar el verdadero evangelio, para poner las manos sobre los enfermos, y llamar a los pecadores al arrepentimiento.

Este es un ejército de trabajadores, hombres, esposas, hombres solteros, mujeres solteras y niños escolares. Son gente sencilla, pues no muchos nobles han respondido a mi llamado. En el pasado fueron mal entendidos y maltratados, abusados y rechazados. Pero yo los he bendecido dándoles intrepidez en santidad y en Espíritu. Ellos comenzarán a cumplir mis profecias y a hacer mi voluntad. Yo caminaré en ellos, hablaré en ellos y trabajaré en ellos.

Estos son aquellos que se han tornado a mi con todo el corazón, alma, mente y fuerza. Este ejército despertará a muchos a mi justicia y pureza del espíritu. Yo pronto me comenzaré a mover entre ellos, a escoger a los que deseo para mi ejército. Yo los buscaré en las ciudades y los pueblos. Muchos se van a sorprender con los que he escogido. Los van a ver moverse sobre toda la tierra y hacer hazañas por causa de mi nombre. Mirad y ver mi poder en obra.

Otra vez os digo, no manchen la cama del matrimonio. No manchen el cuerpo en el cual mora el Espíritu Santo. Los pecados del cuerpo llevan a pecados del Espíritu.

Mantengan el lecho del matrimonio santo. Yo hice al hombre para la mujer y la mujer para el hombre y he decretado que sean unidos en el santo matrimonio.”

Otra vez os digo, despertad.”
Yo vi muchas otras visiones en el brazo izquierdo del infierno. Yo fuí instruida por el Señor que no debo revelarlas ahora. Muchas de ellas eran visiones del mundo en los últimos días. Cuando muchos del pueblo de Dios se apartarán y se perderán.
En las visiones se me dieron revelaciones sobre el cuerpo de Cristo, el ministerio de los hijos de Dios, los hijos de la bestia, y la eminente venida de Cristo. “Más tarde, las puedes revelar,” dijo El, “pero no ahora.”
Este ejército,” dijo el Señor, “que fue hablado por el profeta Joel, saldrá de la tierra y hará grandes obras para Dios.” El Hijo de justicia se levantará con sanidad en sus alas. El acabará con los malignos y serán cenizas debajo de las plantas de sus pies.” “Serán llamados el ejército del Señor. Yo le daré dones y ellos harán mis grandes obras.

Ellos harán maravillas para el Señor de La gloria. Yo derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán.

Este ejército peleará contra las fuerzas de maldad y destruirá muchas obras de satanás. Ellos alcanzarán a muchos para Jesucristo antes que llegue el día cuando se levante la bestia, dice el Señor.
Jesús, dijo, “Ve, ya es hora de irnos.” Al fin dejábamos las visiones y el brazo izquierdo del infierno. Yo estaba muy alegre. Cuando salimos, Jesús dijo, “Dile a tu familia que los amo y corrígelos con amor. Diles que los libraré del mal si ponen su confianza en mi.”

 

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