LOS NAZIS NO LOGRARON DOBLEGARLO
POR LAWRENCE ELLIOTT
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST MAYO DE 1986
Por más torturas que inventaron, sus verdugos no pudieron con el espíritu de este indorneñable canadiense.
EL 11 de junio de 1940, mientras las divisiones panzer avanzaban acribillando a Francia, cuyos caminos se atestaban de refugiados, un canadiense llamado Frank Pickersgill salió de París en bicicleta. Al no poder alcanzar a la legación canadiense, que se retiraba, fue a refugiarse a Bretaña. Allí, los alemanes detuvieron y encarcelaron a este joven estudiante y periodista independiente. Tras 18 meses de cautiverio, logró aserrar los barrotes de una ventana y escapar a la Francia no ocupada.
Su familia esperaba que entonces regresara a salvo al hogar. Su hermano Jack, que era secretario del primer ministro canadiense Mackenzíe King, le comunicó por cablegrama que le esperaba un buen empleo en Canadá. Pero Frank, que ya se había ido a Londres, explicó sentirse "demasiado beligerante para estar a gusto a 6500 kilómetros de los nazis". Se ofreció de voluntario para una misión del espionaje inglés detrás de las líneas enemigas, y así inició su solitario camino hacia la gloria.
La adversidad hizo que la misión de Pickersgill estuviera condenada al fracaso aun antes de que él se lanzara en paracaídas en Francia; lo detuvieron seis días después; no había logrado nada. Pero, como a todos los agentes secretos, se le había encargado una segunda responsabilidad, más grave aún: no hablar. Y por su trascendente valentía al cumplir este cometido, por su tenacidad al soportar las atrocidades de la Gestapo sin delatar a sus compañeros, sigue viviendo hoy, figura infinitamente atractiva, encarnación de lo mejor de su intrépido mu,ndo de hace 41 años.
FRANK Pickersgill, nacido en 1915, creció en una granja de Manitoba; fue el menor de cinco hermanos. En las universidades de Winnipeg y de Toronto, se negó a tomar en serio los estudios; siempre estaba dispuesto a irse al cine, a tomar cerveza o a charlar durante interminables veladas. Sin embargo, tuvo un brillante historial académico.
En julio de 1938 su hermano Jack consiguió para él una beca, de un año de posgrado en Europa. Frañk estaba en Munich aquel septiembre, poco antes de que los líderes de Inglaterra y de Francia fueran allí a ceder ante las violentas exigencias de Hitler sobre Checoslovaquia. Se fue entonces a Polonia, a informar sobre la crisis internacional para varios periódicos canadienses, y cuando el Ejército alemán cruzó la frontera, en septiembre de 1939, encendiendo así la mecha de la Segunda Guerra Mundial, apenas logró escapar.
Diez meses después, en Francia, no pudo eludir la Blitzkrieg ("guerra relámpago)". En la cárcel, pasó hambre y lo obligaron a trabajar hasta agotarse, como a otros miles de prisioneros. Pero tuvo el consuelo de captar, por fin, la verdad suprema de su tiempo: que nada importaba más que liberar a la humanidad del cáncer nazi. Se evadió de la cárcel para empuñar las armas; realizó la transición de ser un neutral canadiense no violento en el extranjero, a soldado plenamente comprometido y dispuesto a luchar-por sus valores vitales.
EL NUEVO teniente del Ejército canadiense Pickersgill hizo su presentación sensacional, en uniforme. Entre su ignorancia del atuendo militar reglamentario y un sentido muy desarrollado del ridículo, tuvo la ocurrencia de salir a la calle en Londres en uniforme de color caqui, hermoseado con camisa de civil, azul, y corbata que ostentaba todos los colores del arco iris. La policía militar, casi cegada al verlo, lo quitó de la circulación.
Antes de empezar su entrenamiento, y cuando estaba franco, el teniente vivió en la buhardilla de un apartamento que compartían Kay Moore, amiga suya de Winnipeg, la escocesa Mary Mundle, y una atractiva joven de Toronto: Alison Grant. Las tres trabajaban para el Servicio Secreto británico. Él se enamoró de Alison Grant, y ella de él; pero, debido a la inminente misión que tenía ante sí, no quiso hacer planes.
La preparación del puñado de escogidos para servir en el Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE, por sus siglas en inglés) estaba des- inada a enseñar a hombres y mujeres normalmente apacibles cómo colarse en territorio enemigo y organizar redes de espionaje y sabotaje. Como agentes secretos, soldados sin uniforme, no podían esperar clemencia si caían en manos de los alemanes.
Una calurosa noche de junio de 1943, Pickersgill se despidió de Alison Grant en una esquina de Londres, y desapareció en la negrura del oscurecimiento general. Después escribiría Kay Moore: "No pienso que ninguna despedida haya dejado el corazón de tres muchachas tan tristes por sí mismas, pero, extrañamente, tan felices por él. Se fue muy animoso, sin nerviosismo ni i aprensiones, seguro de su misión y de sí mismo".
Condenado a muerte. El 16, a altas horas de la noche, Pickersgill y otro canadiense, John Macalister (que sería su operador de radio),iban sentados en un bombardero de la Real Fuerza Aérea, observando una luz roja, por encima de la escotilla abierta. Frank llevaba las ropas del nuevo personaje que encarnaba: Bertrand, obrero francés.
Volaban sobre el valle del Loira, 160 kilómetros al sudoeste de París, y pronto se lanzarían en paracaídas. Iban provistos de documentos falsos, de una suma considerable en francos franceses y dos pequeños radios. Sus órdenes eran hacer contacto con una red clandestina conocida como PROSPER, y organizar su propia red, debían crear células de resistencia, servir como instructores de sabotaje y manejo de armas, y establecer el esencial enlace radiofónico con Londres para el suministro continuo de armas y explosivos. No podían saber que en la red PROSPER se habían infiltrado agentes del contraespionaje alemán, ni que los nazis estaban cercando a docenas de agentes aliados. Al encenderse la luz verde, saltaron.
La operación salió bien. Los recibieron dos agentes veteranos, Pierre Culioli e Yvonne Rudellat, y quedaron ocultos en una aislada quinta de veraneo. A temprana hora del día 21, sus escoltas clandestinas los recogieron en un viejo Citroén, para llevarlos a Beaugency, donde tomarían el tren matutino rumbo a París. Pero en una barrera de control, catearon e interrogaron minuciosamente a Pickersgill y a Macalister, y se les encontró un equipo de trasmisión. Culioli y Rudellat corrieron, pero los capturaron.
Trasfirieron a los canadienses, al cuartel general de la Gestapo, en Blois. Tras golpearlos, los interrogaron durante cinco días, con sus noches. Una investigación en tiempos de posguerra reveló un elocuente testimonio de los alemanes, "sobre la extraordinaria fortaleza de estos oficiales, ninguno de los cuales reveló el menor dato",.
Condujeron al teniente a la gran prisión de Fresnes, cerca de París, y lo sentenciaron a morir, ejecución que se llevaría a cabo el 7 de julio. Pero luego se descubrió que el día 8 aún estaba vivo, pues garabateó su nombre y la fecha en la pared de su celda.
¿Por qué se aplazó su ejecución? Porque alguien llamado Bertrand estaba operando en la red de PROSPER: los alemanes habían descubierto las claves de Macalister y sus controles de seguridad, y estaban utilizando su equipo trasmisor para enviar señales al SIOE, en Londres, pidiendo más armas y más agentes. En los diez meses que siguieron, los ingleses, que habían mordido el anzuelo, hicieron 15 lanzamientos de paracaidistas, todos los cuales cayeron directamente en manos enemigas,,y enviaron a ocho agentes a la perdición. Los alemanes estaban encantados, por supuesto. Y tal vez decidieron que en algún momento podrían obligar a Pickersgill a desempeñar el papel de Bertrand.
Trabajaron en él durante todo el verano de 1943, golpeándolo y aplicándole diversos tormentos que lo llevaban siempre al borde de la muerte. Pero Píckersgill se negaba tenazmente a colaborar. En octubre, lo enviaron al campo de concentración de Rawicz, en Polonia.
Le ofrecen vino. El mortífero jego de las trasmisiones proseguía. Un oficial de las ss, Josef Placke, que sabía francés y algo de inglés, había asumido la identidad de Pickersgill; pero sus trasmisiones empezaron a delatarlo. En diciembre, Kay Moore logró enviar a Pickersgill, un mensaje, diciéndole que la tetera estaba en ebullición, en espera de su regreso. La respuesta fue: "Feliz Navidad a todos", trivialidad impersonal que podía proceder de cualquiera... menos de Pickersgill.
El 2 de marzo, cuando otros seis agentes se lanzaron en paracaídas sobre suelo francés, el comandante Gerry Morel, oficial de operaciones del SOE, les ordenó enviar mensajes de prueba sobre su llegada. Pero unas cuantas horas después de despedirse de él, a los seis les echó el guante la Gestapo. Al no recibir noticias, en Londres se supuso lo peor, pero se resolvió hacer un último intento de comunicarse con Pickersgill. More informó que volaría bajo sobre la posición de Bertrand a principios de mayo, y que trataría de establecer contacto directo mediante radio de corto alcance.
Los alemanes, al comprender que su engañifa radiofónica se hallaba de pronto en peligro, sacaron a Pickersgill de Rawicz y lo trasladaron por avión a París. Era ya sólo la sombra del hombre al que capturaron seis meses antes: demacrado y los ojos hundidos, lo habían reducido a ese estado de degradación física en que puede empezar a borrarse la línea entre el bien y el mal.
En la prisión de la Gestapo, situada en la Place des États-Units, alimentaron a Pickersgill y le dieron ropas limpias. En una oficina del tercer piso, unos solícitos oficiales, con una botella de vino en la mesa, parecían velar por su comodidad. Le dijeron que necesitaban de él una pequeña ayuda; a cambio, prometían darle buena comida y asegurarle un lugar preferente de confinamiento en París, hasta que terminara la guerra. Lo único que tenía que hacer era radiar unas cuantas palabras a sus superiores, afirmando que la red a su cargo estaba operando normalmente.
Pickersgill escuchó con atención, y luego rechazó el trato.
Los alemanes lo sacaron por segunda vez, y una tercera. Se mostraban razonables, y la botella de vino seguía en la mesa. La respuesta de Pickersgill fue siempre la misma: no.
A veces, mientras una mano ociosa acariciaba la botella de vino, Pickersgill parecía vacilar. Pero, en realidad, en esos momentos repasaba su entrenamiento para escapar (actúa con rapidez) y, en el momento oportuno, en el trascurso de aquellas charlas amistosas, empuñó la botella, la rompió por el cuello y salió corriendo al vestíbulo, decidido a huir.
Dos guardias de las ss corrieron tras él. Pickersgill hundió la botella rota en el cuello del primero, como se le había enseñado; le rompió la yugular y lo mató; luego, la dejó caer sobre la cabeza del segundo, al que dejó sin sentido. A continuación, corrió escaleras abajo; pasó junto a un puesto de guardia, derribó a un grupo de guardias de las ss, y se lanzó contra los cristales de una ventana del segundo piso, hacia la calle.
Cayó pesadamente; se fracturó un brazo, pero siguió adelante. Mas los meses pasados en Rawicz finalmente empezaron a surtir efecto. Sufriendo de quemaduras, y mal herido, pudo seguir avanzando por pura fuerza de voluntad, pero, como dijo un prisionero francés que presenció el incidente, "no podía moverse con rapidez".
Esposados. A la ventana rota se precipitaron las ss. Una metralleta hizo fuego. Dos balas alcanzaron a Pickersgill, que cayó, se levantó y Siguió adelante. Entonces, una segunda ráfaga le dio en las piernas, el fugitivo se desplomó en el pavimento. Cuando los nazis acudieron a toda carrera, aún seguía arrastrándose, avanzando, sobre los codos.
No se habría necesitado mucho para liquidarlo. Pero los alemanes lo enviaron a un hospital para curarle el brazo y atender las heridas de bala, convencidos, por desesperación o por terco optimismo, de que aún podrían obligarlo a pactar.
Vana esperanza; la noche de la cita, tuvieron que recurrir a un soldado alemán que hablaba un mal inglés aprendido en la escuela. Volando sobre ellos, el comandante Morel hizo unas cuantas preguntas, escuchó las torpes respuestas y el inconfundible acento teutónico, y supo que, si Pickersgill estaba vivo, los alemanes lo tenían preso. Hizo una seña al piloto, para que regresara. El juego radiofónico ya había terminado.
En julio, el canadiense, cojeando y con el brazo en cabestrillo, fue llevado al cuartel general de la Gestapo, en la Avenida Foch. Se reunió allí con Macalister, cuyo rostro estaba ensangrentado a resultas de una paliza reciente; junto con otros 35 agentes capturados, les colocaron grillos en los pies. Los esposaron unos con otros, aun para dormir. Su única esperanza se cifraba en los ejércitos aliados, que ya avanzaban combatiendo hacia París. Pero, un día, a los 37 los metieron en dos pequeños compartimientos de tren, sin asientos. Se dirigían al tristemente célebre campo de la muerte de Bucheriwald. La fecha: 8 de agosto; el 20, París fue liberada.
El viaje equivalió a una pesadilla de ocho días. Sólo cuatro prisioneneros —esposados por parejas— podían tenderse en el suelo a la vez; los demás tenían que ir de pie. El hambre y la sed, en medio del agobiante calor de agosto; el hedor de cuerpos sucios y sudorosos, apretujados... afectaba a los nervios; el comandante de la Real Fuerza Aérea Yeo-Thomas, el oficial aliado de más alto rango, llegó a temer que comenzaran a golpearse.
Entonces, Pickersgill empezó a
contar chistes. Nadie en el grupo estaba en peor estado que él; sus heridas le dolían constantemente, y sus chistes no gustaron mucho al principio. "De pronto, comprendimos que sólo estaba tratando de evitar que enloqueciéramos", recordaba Yeo-Thomas, "y todos nos dominamos".
En Buchenwald, a los recién llegados, rapados y con uniformes manchados y zuecos de madera, se les llevó marchando a la oscura y maloliente Cabaña número 17.
Pickersgill se negó a aceptar dócilmente la muerte en vida de Bucheriwald. Iba cojeando a la cabeza de su mísero grupo a buscar las raciones, con la cabeza en alto y los hombros hacia atrás; cuando empezaba a cantar, también los que marchaban detrás coreaban la canción. Una vez, vio a lo lejos a un oficial alemán, y dispersó a su sección tras una cabaña, para que no tuvieran que saludarlo. Hizo una baraja con pedazos de cartón, y organizó un torneo de bridge. Desafió a los guardias de las ss en todas las formas posibles: todo ello, con el fin de que sus compañeros se animaran y conservaran una apariencia de hUmanidad hasta que el terrible programa terminara.
El 9 de septiembre, por los altavoces del campamento llamaron, ominosamente, a 16 del grupo, Pickersgill y Macalister, entre ellos, a la torre de vigilancia. Los hombres se formaron e iniciaron la marcha; era una banda harapienta que trataba de parecer una escolta. De pron to, Pickersgill, a la cabeza, empezó a marcar el paso con los brazos, y quienes se habían quedado aguardando en la Cabaña número 17, oyeron que los condenados entonaban la marcha Tipperary.
En la torre, leyeron a los prisioneros la sentencia de muerte, y luego los refundieron en una casamata. Un sacerdote que trató en vano de administrar la extremaunción a los católicos que hubiese entre ellos, oyó que los apaleaban salvajemente.
Pero ya nada podía quebrantar su espíritu. Cuando los llevaban al crematorio, a través de las puertas de hierro se oyeron sus voces: Vive la Franco! Vive l'Angleterre.1 Vive le Canada! Luego sólo se escucharon los terribles sonidos de hombres a los que estaban colgando de ganchos de carnicería, que se estrangulaban lentamente con cuerdas de
piano, hasta que, por fin, la muerte los liberó.
La guerra en Europa terminó ocho meses después. El comandante aviador Yeo-Thomas, uno de los cinco o seis agentes capturados que sobrevivieron al cautiverio en Buchenwald, aseguró posteriormente que Pickersgill fue un hombre que supo vivir y morir con dignidad. "No se encuentran muchos como él", declaró. "No deben olvidarlo en Canadá".
Por supuesto que no lo olvidaron. Nadie que hubiera conocido a Frank Pickersgill —o que supiera de él— lo ha olvidado. Como han hecho los hombres civilizados desde el principio de los tiempos con los mejores y más brillantes de cada generación, siguen conmemorando su gesta heroica, y así, pervive para siempre.
El conocimiento de la valía personal puede Proporcionarles la fortaleza interior necesaria parasuperar los infortunios durante el crecimiento
AUTOESTIMA EL MEJOR REGALO PARA LOS HIJOS
POR JAMES DOBSON
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST JULIO DE 1986
BLAKE nunca obtiene buenas notas en matemáticas ni en sus trabajos. de lectura. Sus condiscípulos le dicen que es tonto, y Blake no lo discute; está convencido de que tienen razón, de que él va a fracasar en todo lo que intente hacer. A sus nueve años, para Blake la vida carece de sentido.
Janet es una niña obesa que cursa el quinto año de primaria; no tiene amigos y carga con el apodo de "Porky"; sus compañeros, por burlarse cuando hablan de ella, tartamudean e imitan los roncos sonidos del famoso cerdito de los dibujos animados y de las historietas. Janet aborrece al mundo... y a sí misma.
Un niño de siete años le escribió una vez al doctor Richard Gardner, especialista en psicoterapia:
Querido doctor Gardner:
Lo que me molesta mucho es que uno de los muchachos me llamó tortuga, y ya sé que me dijo así porque me hicieron la cirugía plástica. Yo creo que Dios me aborrece por el labio que tengo.
Cariñosamente, Chris
Niños como estos son víctimas de las deficientes normas que la sociedad aplica para juzgar la valía de los niños. No a todos se les acepta favorablemente ni se les considera dignos. Por lo contrario, se reservan las alabanzas y la admiración para los contados niños que desde su nacimiento tuvieron la buena fortuna de mostrar las características que los adultos, erróneamente, más apreciamos: la belleza, la inteligencia y las riquezas. Es un sistema defectuoso, y debemos contrarrestar sus nocivos efectos ayudando a los niños y a los jóvenes a cultivar la autoestima.
Todo niño es apreciable y se le debe reconocer su derecho al respeto y a la dignidad personales. Pero, ¿cómo podremos, en nuestra condición de padres de familia, forjar un ego fuerte y un espíritu indomable en nuestros hijos, a pesar de las fuerzas sociales predominantes? Existen estrategias por medio de las cuales podemos infundir confianza y conciencia de la valía personal, aun en los chicos a quienes sus compañeros hacen menos.
Estrategia 1
Analicemos nuestros propios valores. ¿Nos sentimos secretamente defraudados porque nuestro hijo es común y corriente? ¿Lo hemos rechazado a veces por carecer de gracia o por desmañado? ¿Lo consideramos estúpido?
Buena parte forma del concepto que de sí mismo se forma el niño es producto de la idea que tiene él de cómo lo juzgamos, y llega incluso a interpretar correctamente nuestras actitudes silenciosas. Sí está convencido de que sus padres lo quieren y lo respetan, tiende a reconocer lo que vale como persona.
Muchos niños se saben queridos de sus padres, pero no creen que los tengan en gran estima. Bien puede un chico saber que daríamos la vida por él y, sin embargo, percibir nuestras dudas acerca de la aceptación que puede tener: nos mostramos nerviosos al hablar él con alguna visita; nos da por interrumpirlo para explicar lo que trata de expresar, o por reír cuando sus comentarios nos parecen tontos.
Los padres deben tener cuidado con lo que dicen en presencia de sus hijos. En mi carácter de psicólogo, es frecuente que alguien me consulte respecto al problema de un hijo. Mientras la madre describe los detalles desagradables, el niño tema de esta conversación se halla a corta distancia, escuchando una franca relación de todos sus defectos.
Los padres deben también darse tiempo para hacer conocer a sus hijos las buenas lecturas, para volar cometas y jugar a la pelota con ellos, escuchar con atención el episodio en que uno de ellos se raspó la rodilla, charlar acerca del pájaro que tenía un ala rota. Estas actitudes son los materiales que forman la estimación.
Estrategia 2
Enseñemos a los hijos a "no hacerse menos". Cosa característica de la persona que se siente inferior es que suele hablar de sus deficiencias con todo el que esté dispuesto a oírle. Mientras parlotea de sus ineptitudes, el que escucha se va formando una impresión. Más adelante habrá de tratar a esa persona según las pruebas que le ha proporcionado. Si uno expresa con palabras sus sentimientos, aquellas acaban por solidificarse en la mente y convertirse en realidad.
Por tanto, deberemos enseñar a los hijos a que no se hagan menos. La autocrítica constante puede trasformarse en hábito derrotista.
Estrategia 3
Ayudemos a los hijos a compensar. Nuestra misión de padres de familia consiste en servir a nuestros hijos como confidentes y aliados suyos, y alentarlos cuando se muestren descorazonados, intervenir menos cuando las amenazas resulten abrumadoras y proporcionarles los medios para superar los obstáculos.
Uno de tales medios es la compensación. El individuo compensa sus debilidades explotando sus puntos fuertes. A los padres nos toca ayudar a nuestros hijos a descubrir cuáles son sus puntos fuertes.
Quizá un niño pueda conquistarse un sitio en el campo de la música; acaso sea capaz de construir modelos de aviones, criar conejos o destacar en el basquetbol. Nada hay más arriesgado que permitir que un niño inicie la adolescencia desprovisto de alguna habilidad, de un conocimiento especial, de todo medio de compensación. Al llegar a esa edad, deberá hallarse en condiciones de decir: "Tal vez no sea yo el alumno más popular de la escuela, ¡pero soy el mejor trompetista de la banda!"
Por mi parte, recomiendo que los padres de familia analicen los puntos fuertes de cada uno de sus hijos y determinen luego cuál de sus aptitudes es la que mejor oportunidad le dará de alcanzar el éxito. Deberán cuidar de que rebasen la primera etapa. Premien los esfuerzos del hijo, estimúlenlo, recurran al soborno si es necesario, pero háganlo aprender esa primera etapa. Si descubrimos que nos equivocamos, procuremos que el chico emprenda otra cosa. ¡Pero nunca permitamos que la inercia nos impida impulsar a nuestros hijos a que cultiven alguna aptitud!
Estrategia 4
Ayudemos a los hijos a competir. El padre de familia que se opone a la importancia que se da a la belleza, al vigor físico y a la inteligencia, sabe muy bien que su hijo se ve forzado a competir en un mundo que venera tales atributos. ¿Deberá ayudar a su hijo a volverse físicamente tan atractivo como sea posible? ¿Deberá alentar a su hijo, de inteligencia ordinaria, a que destaque en los estudios?
Yo no puedo dar al lector otra cosa que mi opinión. Me considero obligado a ayudar a mi hijo a competir lo mejor que pueda en el mundo que le rodea. Si tiene torcida la dentadura, veré que se la enderecen. Si reprueba en la escuela, le buscaré un profesor particular. Mi hijo y yo somos aliados en su lucha diaria por sobrevivir.
Pero, a la vez que lo ayudo a competir, también lo instruyo en lo que se refiere a los verdaderos principios de la vida: el amor por la humanidad, la integridad, la autenticidad y la devoción a Dios.
Estrategia 5
Disciplina y respeto. ¿El castigo, y en particular una zurra, quebranta el temple de un niño? La respuesta a esta pregunta depende de la actitud y la intención de los padres. Una zurra como reacción a un obstinado desafío del niño es un medio apropiado, pero creer en el castigo corporal no es excusa para desahogar nuestras frustraciones en el pequeño, ni nos da licencia para castigarlo delante de otras personas ni a tratarlo irrespetuosamente.
Sin embargo, resulta importante reconocer que prescindir por completo de toda disciplina es un modo de menoscabar la autoestima. Los padres son símbolos del orden y la justicia, y el niño se preguntará por qué sus progenitores, si en verdad lo quieren, le permiten salirse con la suya al cometer una mala acción.
Estrategia 6
Atendamos a sus estudios. Los padres deberán asegurarse de que su hijo ha aprendido a leer al terminar su segundo año escolar. Se ha arruinado la autoestima a causa de problemas de lectura más que por cualquier otro aspecto de la vida escolar.
La ayuda de un profesor particular puede sacar adelante al niño que se vea en situación apurada. A veces, un cambio de escuela (o de maestro en la misma escuela) resulta benéfico para el chico.
El niño tardo en aprender será el que más probablemente pase por problemas en lo que hace a la autoestima. ¿Qué pueden hacer entonces los padres? Restar importancia a los logros académicos. A cualquier cosa que nuestro hijo no pueda lograr a pesar de que haga sus mejores esfuerzos, se le deberá restar importancia. Nunca se nos ocurriría exigirle a un chico lisiado que se convierta en estrella del atletismo; no obstante, muchos padres insisten en que sus hijos de inteligencia "normal" lleguen a distinguirse en los estudios.
Estrategia 7
Evítese la protección excesiva. La preparación para una edad adulta responsable se deriva de la educación recibida en la infancia. Al niño ha de animársele a progresar de acuerdo con un programa ordenado y en un nivel de responsabilidad apropiado a su edad.
Cada año, el pequeño deberá ser capaz de tomar por sí mismo más y más decisiones. Por ejemplo, a los siete años ya es apto, generalmente, para seleccionar sin ayuda la ropa que vestirá ese día. Ya deberá de arreglar su cama y de conservar en orden su habitación.
El padre excesivamente protector permite que su hijo se retrase en su programa normal. A los diez años, al niño le resulta difícil tomar decísienes o practicar la autodisciplina. Pocos años después se iniciará trabajosamente en la adolescencia, sin estar preparado para la libertad y la responsabilidad que tendrá en tal etapa de su vida.
UN BUEN número de estudios ha confirmado lo valioso del papel de los padres en el desarrollo de la autoestima en los niños. En uno se establecieron tres importantes características que distinguen a los niños con el más alto grado de autoestimación: 1) gozan en casa de mayor cariño y comprensión; 2) sus padres les fijan normas de conducta; 3) su hogar se caracteriza por la franqueza y el espíritu democrático.,
Las estrategias descritas son los medios para enseñar al niño a estimar su genuina significación, sin tener en cuenta la forma de su nariz, el tamaño de sus orejas o su eficiencia mental. Todo chico tiene derecho a llevar alta la cabeza, con seguridad y confianza en sí mismo. ¡Es algo que puede lograrse!
CONDENSADO DE 'HIDE OR SEEK—, POR EL DOCTOR JAMES DOBSON. (0 1974. 1979 POR FLEMING H. REVELE COMPANY: PUBLICADO POR LIFE PUBLISHERS INTERNATIONAL. MIAMI. FLORIDA. ILUSTRACIÓN: C. S. EWING.
POR TREVOR ARMBRISTER
"Aquí", afirma el padre Oswaldo Mondragón,"hay que pagar un precio por creer en Cristo".
RESISTENCIA DE UN SACERDOTE NICARAGUESE
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST JULIO DE 1986
ARMADA de cadenas y machetes, la turba sandinista ataca a pedradas el edificio de un piso con techo de lámina acanalada de la iglesia de El Calvario, en Managua. El líder grita: "¡Tiene quince minutos para salir; de lo contrario, entraremos por usted!"
Un feligrés toca las campanas de la iglesia, y al poco tiempo acuden fieles procedentes de cada rincón del barrio para defender a su sacerdote. Recogen las piedras que los sandinistas habían arrojado y responden a la agresión. La batalla dura horas, entre el ruido de cristales rotos y gritos de dolor. Desde su altar, el padre Oswaldo Mondragón induce a su temerosa grey a la oración. Por fin se retiran los atacantes.
ESTE INCIDENTE ocurrió en mayo de 1985. Era la sexta vez, desde 1982, que las "turbas divinas" de los sandinistas iban por Mondragón, robusto sacerdote de 49 años que usa anteojos. Los líderes marxistas de Nicaragua lo acusan a él y a casi 330 sacerdotes más que son leales al papa Juan Pablo II de ocuparse sólo de los ricos, de ser "contras" (contrarrevolucionarios) . Unos comités de barrio al estilo cubano in forman de todos los movimientos del sacerdote. Los agentes de la Seguridad del Estado graban sus servicios religiosos y amenazan a los feligreses con hacerles perder sus empleos o cupones de racionamiento de comestibles, si asisten a misa.
Casi siete años después de la revolución que derrocó al dictador Anastasio Somoza, los sandinistas siguen haciendo la guerra a la religión. Han cerrado iglesias protestantes y expulsado a los pastores bajo la acusación de ser espías de la CIA. Han deportado a misioneros y decomisado la sinagoga de Managua; casi todos los judíos que había en la ciudad han escapado.
"Por accidente". Ahora los comandantes la han emprendido contra la Iglesia Católica, a la que pertenecen la mayoría de los nicaragüenses. El gobierno sandinista deporta sacerdotes bajo acusaciones sin fundamento. Promueve el ateísmo en las escuelas, trata (le impedir la celebración de festividades como la Navidad y la Pascua y da impulso al desarrollo de la llamada Iglesia Popular, cuyos sacerdotes abogan por la violencia armada y opinan que "no hay contradicciones" entre el marxismo y el cristianismo.
El padre Bismarck Carballo, vocero de la arquidiócesis, explica: "Los sandinistas quieren acabar con la Iglesia; piensan que es un muro que detiene su avance. Todos los sacerdotes han estado sufriendo".
Pocos han sufrido más que Mondragón, porque pocos han corrido más riesgos. Como miembro de la Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua, envía informes detallados al presidente Daniel Ortega sobre los abusos del Gobierno. En su calidad de "cura de vendedoras", defiende a las mujeres comerciantes del Mercado del Este contra los esfuerzos gubernamentales por eliminar uno de los pocos grupos de empresa privada que quedan. Y como clérigo que odia la guerra, desafía los decretos del Gobierno predicando en contra de la ley del servicio militar, que manda a jóvenes sin adiestramiento a combatir y morir en la frontera norte.
El resultado es que la vida de Mondragón está amenazada. Declara: "Sé que en cualquier momento puedo aparecer muerto en algún lugar, por accidente".
¿Consideraría la posibilidad de irse del país? "Jamás", responde al tiempo que sacude la cabeza para enfatizar. "Estoy donde debo estar".
Al fin libre. Mondragón se pasa las mañanas supervisando las clases en el Seminario de la Inmaculada Concepción, ocho kilómetros al sur de Managua. Después de la comida, conforta a los feligreses enfermos y necesitados en El Calvario, y con frecuencia echa mano a su bolsillo y les "presta" dinero para que satisfagan sus necesidades urgentes. Trata de calmar los temores de las vendedoras callejeras, que se preguntan de qué van a vivir cuando los sandinistas cierren el Mercado del Este.
Después, por la tarde, si no tiene matrimonios, ni funerales, ni feligreses que visitar en el hospital, recorre los barrios. Los niños andan descalzos y tienen inflamado el estómago, la mirada indiferente, inanimada... hasta que ven a Mondragón; entonces sus ojos se llenan de esperanza, y corren hacia él.
Mondragón se crió en la ciudad de Granada, en el sur de Nicaragua, en una casa llena de libros. Su padre, ranchero, aparentemente los había leído todos y la ambición de Oswaldo era llegar a ser tan erudito como él.
Primero fue maestro de filosofía en una escuela secundaria y, después, en la Universidad Centroamericana, en Managua. En 1975, lo ordenó sacerdote el arzobispo Miguel Obando y Bravo (a quien el papa Juan Pablo 11 ordenó cardenal en la primavera de 1985) y lo asignó a El Calvario, parroquia que abarca unas 50 manzanas que colindan con el centro de Managua al oriente.
El Calvario estaba aún en reconstrucción tras el devastador terremoto de 1972. Los 40,000 habitantes del lugar se encontraban en la más desesperante pobreza; algunos vivían en chozas de una sola habitación, sin agua ni electricidad. El hambre y las enfermedades se abatían sobre la gente, y Mondragón hacía todo cuanto podía para ayudarla a obtener atención médica y escuelas, y para dar capacitación a las viudas a fin de que consiguieran trabajo. Como no había dinero para comprar materiales y construir una iglesia nueva, los feligreses tardaron cinco años en construirla con sus propias manos.
Para el invierno de 1978 a 1979, los sentimientos antisomocistas habían estallado en guerra civil. Por lo menos una vez cada semana, Mondragón presidía los funerales de algún joven feligrés muerto en la lucha. Poco después empezó a celebrar misas por los muchachos del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) y a asistir a manifestaciones políticas. Los agentes de seguridad estatal de Somoza lo encarcelaron tres veces.
La gente le preguntaba: "¿No le preocupa que los sandinistas sean comunistas?", y contestaba que no. Los marxistas eran una insignificante minoría, y en una democracia debería oírse su voz. Lo importante era detener la matanza.
Finalmente, el 17 de julio de 1979 huyó el dictador. Los nicaragüences se abrazaron y bailaron en las calles hasta el amanecer. La gente creía que al fin era libre.
Conversos por caramelos. Los dos años siguientes trajeron amargas desilusiones a Mondragón. Un sacerdote franciscano abrió un "Centro Ecuménico", que canalizaría hacia el nuevo Gobierno las preocupaciones de la Iglesia; pero Mondragón descubrió que el Centro era poco más que una máquina de imprimir propaganda marxista. Un día oyó decir que los sandinistas torturaban prisioneros, y pidió al Centro que investigara. "No se permite criticar al Gobierno", le respondieron. Disgustado, abandonó el Centro.
En 1980, los sandinistas trajeron miles de maestros cubanos, supuestamente para erradicar el analfabetismo; pero, en vez de eso, promovían el ateísmo. Entraban en las aulas y gritaban: "Niños, cierren los ojos y pídanle a Dios que les mande caramelos". Entonces remachaban: "Ya lo ven, niños: Dios no les da caramelos. Griten ahora: FSLN, queremos caramelos". Y los cubanos se los daban.
Los sandinistas prescindieron de los viejos libros de texto y los sustituyeron por otros, hechos a semejanza de los de Cuba y Alemania Oriental. En un libro de texto de matemáticas para primaria el padre Mondragón encontró una ilustración que le pareció que representaba piñas, pero al mirarla con detenimiento descubrió que eran granadas de mano.
Entonces empezaron los ataques contra los protestantes. Mondragón se indignó y protestó en su carácter de presidente del Consejo de Sacerdotes. La respuesta sandinista: "Los cristianos pueden vivir siembre en este país, a condición de que sean revolucionarios".
"Dios está con nosotros". En 1982 se intensificó la lucha contra el clero. Luego vinieron los ataques de la turba. Una noche de agosto de 1982, Mondragón asistió a una junta escolar, no lejos de El Calvario. Al terminar la reunión, los sandinistas empezaron a arrojar piedras. Golpeado y sangrante, se arrojó dentro de un minibús; los jóvenes que estaban dentro lo cubrieron con sus cuerpos, y el chofer aceleró para alejarse.
Una tarde, semanas después, las mujeres del mercado corrieron a decirle que venían los sandinistas. "¡Al paredón!", oyó que gritaba el líder, y comprendió que iban por él. Una mujer tocó las campanas mientras las otras, cuchillo en mano, se plantaron en la puerta de la iglesia. Los dos grupos se enfrentaron a pedradas, hasta que las turbas retrocedieron. Las mujeres del mercado hicieron guardia durante los 15 días siguientes.
En el otoño de 1983, Mondragón se estremeció al saber que la Seguridad del Estado había formado un expediente que contenía la lista de sus intereses, amigos, visitantes y "debilidades". La misma sensación tuvo en junio de 1984, cuando el Gobierno encarceló al padre Luis Amado Peña y, luego, expulsó a otros diez sacerdotes que acudieron en defensa de este.
En mayo de 1985, otro amigo de Mondragón —Sofonías Cisneros Leiva, presidente de la Asociación de Padres de Familia de Escuelas Cristianas— denunció las políticas educativas de los sandinistas. Cinco noches después, los soldados irrumpieron en el dormitorio de Cisneros y lo llevaron a rastras a la penitenciaría de El Chipote, donde lo desnudaron, lo golpearon y lo amenazaron de muerte "si vuelve a hablar".
Cisneros, hombre valeroso, informó de lo ocurrido a la Comisión de Derechos Humanos de Nicaragua, y Mondragón presentó una enérgica protesta ante Ortega y los ocho comandantes sandinistas del Directorio Nacional.
En octubre de 1985, el presidente Ortega anunció la aplicación de nuevas y generales medidas restrictivas de las libertades ciudadanas. La policía secreta sandinista tomó por asalto seminarios religiosos del país y reclutaron por la fuerza a los estudiantes para que prestaran servicio militar. En noviembre, se citó a Mondragón en la estación de policía de Palo Alto, donde lo fotografiaron, le tomaron las huellas digitales y le advirtieron que lo encarcelarían durante 30 años si tomaba parte en alguna protesta pública o hablaba con periodistas extranjeros.
Un domingo, no mucho antes de ese incidente, asistí a una misa matutina en El Calvario. La iglesia, de gran tamaño, estaba llena. Había agentes de la Seguridad del Estado mezclados entre los fieles, y se palpaba la tensión.
Había serenidad y determinación en el rostro de Mondragón mientras hablaba. Dijo: "Dios está siempre con nosotros, cuando sufrimos y cuando triunfamos. Aun en las ocasiones en que creemos no estar cerca de Él, Él está cerca de nosotros".
¿Cuánto tiempo más, pensé, le permitirán hablar los sandinistas?
A fines de enero de 1986 regresé a El Calvario. En los meses en que estuve ausente, las motoconformadoras sandinistas habían arrasado el Mercado del Este y destruido las carreteras y los puestos de la mayoría de las vendedoras callejeras, que así quedaron privadas de su medio de subsistencia. Ya no se permitía a la Comisión de Derechos Humanos publicar sus informes en el país. La policía había metido en la cárcel de El Chipote a Francisco Quiroz, el joven ayudante de Mondragón en la iglesia, y lo tuvo allí 18 días sin que mediara ninguna acusación. Y los funcionarios de la Seguridad del Estado anunciaron que acababan de aplastar un complot contra el Gobierno, y que uno de los conspiradores era Mondragón, a quien buscaba la policía.
La acusación era ridícula, y cuando la oímos, Mondragón frunció el entrecejo. Desde luego, se presentaría a las autoridades, pues no tenía nada que ocultar. Pronto volvió a su rostro la sonrisa contagiosa, y cuando iba él saliendo, recordé lo que me había dicho: "Aquí hay que pagar un precio por creer en Cristo. Se deben correr muchos riesgos".
Una
Revelacion Divina
del Infierno
Queda Muy Poco Tiempo!
por
Mary Katherine Baxter
Capítulo 9: Los horrores del infierno
Yo entiendo porque la gente en estas celdas del vientre del infierno eran diferentes a otras en otros lugares de tormento. Había muchas cosas que yo no entendía. Yo simplemente escuché a Jesús e hice un registro de todo ho que escuché y oí para la gloria de Dios.
“Esta mujer,” dijo Jesús, “fue el equivalente de un predocador para satanás. De la misma forma que el verdadero evangelio se nos es predicado por un verdadero ministro, así también, satanás tiene sus ministros falsificados. Ella tenía un tipo de poder satánico muy poderoso, que para recibirlo fue necesario que ella vendiese su alma. Los dones malignos de satanás son como el otro lado de la moneda de los dones Espírituales que Jesús otorga a los creyentes. Este es el poder de las tinieblas.
Muchas personas entregan sus almas a satanás. Ellos escogen servirle a él y no a mi. Su decisión significa la muerte, a menos de que se arrepientan de sus pecados y clamen a mi. Yo soy fiel y los salvaré de sus pecados. Muchos le venden sus almas a satanás creyendo que van a vivir para siempre. Pero sufrirán una muerte horrible.
Después que esta mujer murió, se fue derecho al infierno. Los demonios la trajeron delante de satanás, donde muy airada preguntó el porque los demonios tenían poder sobre ella, pues en la tierra ella pensó que era ella quien los controlaba a ellos. Allí ellos hicieron lo que ella les pidió. Ella también le pidió a satanás el reino que él le había prometido.
Pero al final, satanás se burló y la despreció. El le dijo, ‘Yo te engañe y te usé durante esos años. Yo jamás te dare mi reino.’ El diablo batió sus manos delante de la mujer, y tal parecía que toda su carne estaba siendo arrancada de sus huesos. Ella grito de dolor cuando un libro negro y grande fue traído para satanás. El lo abrió y corrió sus dedos por las páginas hasta que encontró su nombre.
Cuando se muere en la tierra, si usted ha nacido de nuevo por el Espíritu de Dios, su alma va al cielo. Si usted es un pecador cuando muere, va inmediatamente a un fuego ardiente. Su alma será arrastrada por demonios con cadenas inmensas por las puertas del infierno y donde será lanzado en las fosas y atormentado. Más tarde, serás tirado delante de satanás. Ud. conoce y siente todo lo que le pasa en el infierno.
Jesús me dijo que hay un lugar en el infierno llamado el “centro de placer.” Las almas asignadas a las fosas no pueden ser llevadas a ese lugar. El también me dijo que aunque los tormentos son diferentes para cada persona, todos son quemados con fuego.
En ese tipo de tormentos escondían huesos espírituales que habían sido cortados y enterrados en diferentes partes del infierno. El alma fué literalmente rasgada en pedazos y las partes esparcidas por todo el infierno era como un tipo de juego a las escondidas demoníaco. Las almas mutiladas sintieron dolores tremendos. Los espectadores les tiraban piedras a los que se encontraban en el centro.
Jesús dijo, “Yo le quite la llave del infierno a satanás hace muchos años. Yo vine y abrí estas celdas y dejé salir a mi gente, pues en el tiempo del Antiguo Testamento, antes de haber dado mi vida en la cruz, el Paraíso estaba situado cerca del infierno. Estas celdas estaban en el Paraíso; pero ahora satanás las usa para sus malos propósitos y ha hecho más.
Oh lector, te arrepentirás de tu pecado antes que sea demasiado tarde? Pues todos vendrán delante de mí en el juicio. El Paraíso fue movido de su proximidad al infierno cuando yo morí y resucité otra vez por el poder de Dios, mi Padre.
De las celdas salían gritos que quebrantaban el corazón, así como grandes gritos de dolor. Las almas encarceladas estaban siendo quemadas vivas por este lago de fuego más caliente, sin embargo no podían morir. Los demonios, también se unieron a las carcajadas cuando satanás iba de celda en celda torturando a los perdidos.
Jesús dijo, “Satanás se alimenta con la maldad. El se gloría en el dolor y el sufrimiento y gana poder con eso.”
Yo ví cuando satanás ascendió en una nube de humo, llevando la corriente de fuego hacia la parte alta del vientre del infierno. Lo escuché cuando dió la vuelta y con una voz fuerte anunció que si todas las almas no lo adoraban, él les daría un turno en el centro de placer.
Jesús dijo, “todos los que ocupan las celdas del infierno escucharon el verdadero evangelio cuando vivían en la tierra. Muchas veces les ofrecí mi salvación. Muchas veces mi Espíritu los atrajo, pero no me escucharon o vinieron a mi para ser salvos.”
Jesús dijo, “Mi salvación es gratis. El que quiera, que venga y será salvo de este lugar de castigo eterno. Yo no lo echaré fuera. Si has sido una bruja o un mago, aún si tienes un acuerdo escrito con el diablo, mi poder lo romperá y mi sangre derramada te salvará. Yo quitare la maldición maligna de tu vida y te salvaré del infierno. Dame tu corazón para poder quitarte las cadenas y ponerte en libertad.
Capítulo 10: El corazón del infierno
En las noches iba con Jesús al infierno. Durante el día, el infierno siempre estaba delante mio. Yo traté de contarle a otros lo que estaba viendo, pero no me creían. Me sentí muy sola y fue solamente por la gracia de Dios que pude continuar. Toda la gloria pertenece al Señor Jesucristo.
En forma atónita yo me preguntaba cual era el objetivo de este corazón maligno. Jesús dijo, “Estas ramas, que se parecen a las arterias de un corazón, son como carreteras que suben hasta la tierra para hechar la maldad sobre ésta. Estos son los cuernos que vio Daniel, y estos representan reinos de maldad en la tierra. Algunos ya han pasado, algunos vendrán y otros están ahora mismo. Se levantarán reinos malignos y el anticristo reinará sobre mucha gente, pueblos y cosas. Si es posible, hasta los escogidos erán engañados por él. Muchos se apartarán y adorarán la bestia y su imágen.
Estas son las palabras que me habló Jesús. El me ordenó escribirlas y a ponerlas en un libro para contárselas al mundo. Estas palabras son verdaderas. Estas revelaciones me fueron dadas por el Señor Jesucristo para que todos sepan y entiendan las obras de satanás y las cosas malignas que él está preparando para el futuro. Jesús dijo, “sigueme.”
Yo grité “Jesús dónde estás? Por favor, regresa Señor.” Clamé y llamé, pero nadie me respondió.
Un gran temor —el más grande temor— se apoderó de mi alma. Por primera vez desde que Jesús me dejó, comencé a darme cuenta que estaba perdida sin ninguna esperanza. Comence a sollozar llamando a Jesús una y otra vez.
En la celda siguiente la voz de una mujer me dijo, “Estás perdida en este lugar de tormento no hay salida.”
Yo le grite a las tinieblas, “Yo no pertenezco aqui, yo soy salva y le pertenezco a Dios. Por qué estoy aqui?” Pero no había respuesta.
Un fuego ardiente apareció delante mio, pero se paró antes de tocarme. Ahora yo sentía como que mi carne estuviera siendo arrancada de mi cuerpo. El dolor mas cruel que me pudiera imaginarme corrió sobre mi. Algo invisible rasgaba mi cuerpo, mientras que espíritus malos en formas de murciélagos me mordían por todo el cuerpo.”
Otra vez las mismas carcajadas malignas salían de él. “He esperado por ti mucho tiempo, y al fin te tengo,” me dijo con un placer malicioso. “Tú trataste de escapar de mi, pero al fin te tengo.”
Yo grité otra vez, “Oh Señor Jesús, qué ha sucedido? Jesús, dónde estás?”
Satanás dijo, “Yo soy tu señor ahora,” y levantó sus brazos para llamar a un demonio a su lado. Enseguida, un espíritu feo y malo vino a la plataforma donde estaba parada y me agarró. El tenía un cuerpo grande con una cara como de un murciélago, en vez de manos tenía garras y un olor maligno salía de él.
Yo estaba muy triste y cansada. Me desmayé en las manos de Jesús. Y aunque El me restauró por completo —yo me quería ir lejos, muy lejos— de Jesús de mi familia y de todo el mundo.
Capítulo 11: Las tinieblas de afuera
Noche tras noche Jesús y yo regresamos al infierno para que yo pudiera testificar de estas verdades tan terribles. Cada vez que pasábamos por el corazón del infierno yo caminaba muy cerca de Jesús. Un enorme temor se apoderaba de mi corazón cada vez que me acordaba de lo que me había sucedido allí. Yo sabía que tenía que salir hacia adelante para salvar almas. Pero fue solamente por la misericordia de Dios que pude regresar.
Nos paramos delante de un grupo de demonios que estaban cantando, rezando y alabando al diablo. Parecía que se estaban gozando inmensamente. Jesús dijo, “Yo te dejaré escuchar lo que están diciendo.” “Iremos a esta casa hoy y atormentaremos a los que están en ella. Recibiremos más poder del señor satanás si lo hacemos bien,” dijeron ellos. “Oh si, causaremos mucho dolor, enfermedades y muchas pruebas a todos.”
Un demonio dijo, “tenemos que velar cuidadosamente a aquellos que creen en Jesús, pues nos pueden hechar afuera.” “Si,” dijo otro, “al oir el nombre de Jesús tenemos que huir “, entonces el último espíritu malo dijo:” nosotros no vamos donde los que conocen a Jesús y el poder de su nombre.”
Jesús dijo, “Mis angeles protegen a mi pueblo de estos malos espíritus y su trabajo no prospera. Yo también protejo a muchos que no son salvos, aunque ellos no lo saben. Yo tengo muchos angeles empleados para impedir los planes malvados de satanás.”
Jesús dijo, “Hay muchos demonios en los aires y en la tierra. Yo te he permitido ver algunos de esos demonios pero a otros no. Por eso es que la verdad del evangelio tiene que ser predicada a todos. la verdad hará a los hombres libres y los protegera de la maldad. En mi nombre hay liberación y libertad. Yo tengo todo poder en el cielo y en la tierra. No le temas a satanas; teme a Dios.”
Según caminábamos en el infierno, Jesús y yo encontramos a un hombre grande y que estaba envuelto en oscuridad y tenía la apariencia de un ángel y sostenía algo en su mano izquierda.
Jesús dijo, “Créeme, si usted peca tiene un abogado con el Padre. Si te arrepientes de tus pecados, yo seré fiel en limpiarte de toda maldad. Pero si no te arrepientes, yo vendré en una hora que no crees, y seras cortado con los incrédulos y echado a las tinieblas de afuera.”
Había un fuego en el centro del disco, y gente salía y entraba, sobre y debajo de las olas de fuego. No habían demonios o malos espíritus en este lugar, solamente almas quemándose en un mar de fuego.
Yo miraba horrorizada, pensando si conocia algunos de los sirvientes caídos del Señor que marchaban hacia adelante. Yo no podía mover mi cabeza para dejar de mirar las almas marchando dentro del fuego sin que nadie tratara de pararlos.
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