domingo, 18 de abril de 2021

EL SAQUEO DE AUSTRIA

 

Kinderfifi: Las fuerzas aéreas estadounidenses facilitan a los desven­turados niños de Berlín vacaciones saludables y alegres

Alfombra mágica, para

los niños tristes de Europa

SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Junio 1956

Por George Kent

Condensado de «The Rotarían»

HACE POCO más de tres años llegó al Berlín Occidental una visitadora social con el objeto de ob­servar los barrios miserables en que se apiñaban las familias menestero­sas. Objeto especial de observación debían ser las condiciones en que se hallaban los niños. Acostumbrada a ver de cerca la indigencia, no creyó la visitadora social encontrar nada que pudiera impresionarla. Sin em­bargo, tales cosas presenció en los dos primeros días, que hubo mo­mento en que le nubló el llanto la vista mientras suspiraba: «¡Pobreci­tos niños, ay, pobrecitos!» Poco des­pués, en carta dirigida a un capellán castrense, concluía diciendo: «Por favor, indíqueme qué puedo hacer por ellos: son los niños más infelices de Europa.»

Las condiciones en que se halla­ban los niños indigentes en Berlín hasta el año de 1953 habrían conmo­vido el corazón más insensible. Eran niños sin niñez, tristes criaturas con­denadas a vivir entre adultos desalo­jados por la guerra o que habían huido del comunismo. Casi todas esas criaturas pesaban menos de  Casi todas esas criaturas pesaban menos de lo  normal, las más estaban anémicas, se sentían desgraciadas, inseguras.

En 1953 apareció en Berlín el más original de los pediatras: la fuerza aérea de los Estados Unidos. Reu­niendo a los niños, les proporcionó la medicina que más necesitaban: una temporada entre gente que lle­vaba una existencia normal, libre de preocupaciones y angustias constan­tes. En el primer año los aviones de la fuerza aérea trasportaron a la Ale­mania Occidentál 1500 niños de seis a 14 años de edad, que disfrutaron por cuatro o cinco semanas de co­modidades y libertad en los hospita­larios hogares de familias alemanas y estadounidenses. En los años si­guientes al de 1953 han efectuado ese benéfico viaje 5000 niños.

Los resultados del Kinderlift (puente aéreo de los niños) han si­do poco menos que milagrosos. Al regresar a Berlín, los niños han ga­nado peso, gozan de mejor salud, tienen buen color, están más robus­tos. La mudanza cala más hondo. Han vuelto súbitamente a ser niños. Desapareció de su- semblante aquella expresión que los envejecía, ríen con frecuencia, les entusiasman las cosas propias de su edad. Acaban de pasar varias semanas en un ambiente sano, entre compañeros de su misma edad con los cuales bromearon, disputa­ron, travesearon, compartieron ju­guetes y diversiones hasta entonces desconocidos para ellos.

Lo notable del cambio experimen­tado por algunos niños justifica a ve­ces que se le considere caso clínico. Ejemplo de ello es lo acontecido con un muchachito tartamudo. La con­formación de la lengua y del pala­dar eran normales: el mal estaba en que el niño se sentía infeliz. En otro ambiente, cerca de Wiesbaden, pa­só los días jugando en el jardín de la casa; a la caída de la tarde hizo de jardinero regando las flores con una vasija marcada con su nombre. La bondadosa alemana que le servía de madre durante esa temporada lo besaba y abrazaba diciéndole que era un niño muy bueno y muy listo.

Un buen día el muchachito cesó de tartamudear. Verse hablando co­mo todos los demás le dio confianza en sí mismo; de tímido y retraído que fuera hasta entonces, se volvió emprendedor y comunicativo. Cuan­do regresó al lado de su madre, la emoción de ella al oírle hablar fue tan grande que no halló palabras con que expresarla.

Una y otra vez ha ocurrido que las madres de estos niños manifies­ten, con asombro casi incrédulo, que han desaparecido como por encanto los síntomas que les hacían temer que su hijo no fuese una criatura normal. Hasta ha habido madres que se lamenten, pero con mal disi­mulada satisfacción, de que el niño antes tan apático se haya vuelto un diablillo insoportable.

Para apreciar debidamente la trasformación que gracias al Kinderlift experimentan los niños de las fami­lias menesterosas en el Berlín Occi­dental, hay que haber visto las con­diciones en que viven. El hogar de muchos de estos niños se halla en edificios que más tienen de barracas y en los cuales hormiguea a toda ho­ra la gente. Ninguna familia dispo­ne de cocina propia, ni tampoco de espacio donde vivir en intimidad. Rodea a todas un ambiente de deses­peración.

Funcionarios de la radioemisora del noroeste alemán se condolieron de tan lamentable estado de cosas en términos que dieron origen a la creación del Kinderlift. «Pensemos dijo uno de ellos— en los infelices que aislados en el Berlín Occidental carecen de lugares de recreo y no tienen la menor esperanza de irse de vacaciones. Muchos no pueden viajar al oeste en tren sin exponerse a caer en manos de los rusos, que los pondrían presos en calidad de rehe­nes. ¿De qué manera podríamos no­sotros ayudar a esos alemanes?»

—¿ Por qué no sacarlos en avio­nes? —dijo otro—. ¡Tendamos un puente aéreo sobre la Zona Rusa!

La idea propuesta llegó a oídos del teniente general William Tun­ner, comandante de las fuerzas aé­reas estadounidenses de Europa y creador del puente aéreo. En los días de la guerra había trasportado me­dio millón de toneladas de víveres y equipo en aviones que trasvolaban el Himalaya. En 1949 había roto con sus aviones el bloqueo ruso de Ber­lín. Más adelante había organizado el trasporte aéreo a Corea.

Al organizar el Kinderlift, este te­niente general de 47 años de edad procedió con empeño y cuidado iguales a los que le habría merecido una importante operación militar. Los pilotos de los aviones debían te­ner no menos de 2000 horas de vue­lo. Gran número de aviadores mili­tares ofrecieron su concurso. Uno de ellos, que cumplido el tiempo de ser­vicio en Alemania estaba a punto de ser repatriado, aplazó por dos sema­nas el viaje a fin de ver cumplido su vehemente deseo de pilotear un avión del Kinderlift.

La Cruz Roja Alemana escogió del Berlín Occidental a los niños que parecían hallarse en peores con­diciones de salud y los sometió a examen médico. Al propio tiempo soli­citó el concurso de las familias ale­manas y estadounidenses residentes en la Alemania Occidental que estu­vieran dispuestas a hospedar en sus hogares a esos infortunados niños. Del sinnúmero de las que se brin­daron a ello, escogió las mejores, previa cuidadosa investigación.

Cuando todos los hogares a que debían enviarse los niños estuvieron prontos a recibirlos (el año pasado se necesitaron unos 2000) los auto­buses de la fuerza aérea recorrieron las calles de Berlín para recoger a los infantiles viajeros. Patético era el as­pecto de esos grupos de niños con trajes llenos de remiendos y cuyo mísero equipaje consistía en cajas de cartón o bolsas de papel. Algunos pequeñuelos estaban asustados y lloraban.

En el aeropuerto de Tempelhof se reanimaron al oir la banda de música. El alcalde Ernst Reuter les dirigió la palabra. Acto continuo, de dos en dos y asidos de la mano, formaron sendas hileras para dirigirse a los 14 aviones que estaban esperándolos. A bordo de cada avión un empleado de la Cruz Roja les repartió chicles y chocolate. Despegaron los avió nes ... los niños más infelices de Europa volaban en una alfombra mágica hacia lo que para ellos era un país encantado: la Alemania Occidental.

Las cartas que los niños del Kinderfilt escriben a sus padres —conmovedoras, pero poco informativas— dan escasa idea del efecto que están surtiendo en ellos las vacacio­nes. No mencionan siquiera lo fun­damental del cambio que en ellos se opera; lo que les impresiona, y de lo que dan noticia, es lo episódico, pe­ro tan nuevo e importante para ellos. «Todos los días voy a bañarme y a nadar ...» «Tenemos un automóvil y todas las tardes damos un pa­seo ...» «En esta granja hay vacas, y caballos, y cerdos, no es como allá donde no hay ni siquiera un gato ...» «Esto es lindo y vive uno muy tran­quilo...»

Sin embargo, cuando los niños vuelven al lado de sus padres y no­tan éstos cuánto han mejorado, com­prenden que el Kinderfift proporcio­nó al niño algo más que una simple temporada de vacaciones, y no ha­llan cómo agradecerlo. «Es asombroso el cambio que uno advierte en los niños —dice el capi­tán Raymond Priest, piloto desde hace tres años del Kinderlift—. En el viaje de ida los vemos alicaídos y amedrentados. Van quietos como estatuas. Casi da compasión verlos. Pero en el viaje de regreso ... ¡qué cambio! Brincan en el asiento, se sientan en el suelo, corren de un lado a otro. ¡No les cabe la alegría en el cuerpo!»

A veces el niño trasmite a sus pa­dres algo del recién adquirido bie­lnestar. Ejemplo típico es el de la viuda de un hombre a quien fusila­ron en la Alemania Oriental «por espía de los estadounidenses.» Rara vez sonreía la pobre mujer, lloraba casi de continuo, descuidaba el arreglo de 'su persona. Ahora bien, al volver de la temporada de vacacio­nes en casa de una familia estado­unidense, el hijo le entregó un es­tuche de manicura y unos pocos ar­tículos de tocador, diciéndole: «To­ma, mamá, que quiero verte boni­ta.» Aunque con desgana al princi­pio, la madre se miró al espejo, usó el lápiz labial y las cremas faciales, se preocupó un tanto por el peinado y el vestido. Hoy es una mujer atrac­tiva, animada, para quien el ayer es un recuerdo melancólico, pero no la vida entera. Y atribuye tan feliz mu­danza a la temporada de vacaciones que pasó su hijo en el hogar de una familia estadounidense.

En el territorio comunista vecino han estado observando con vigilante interés los resultados del Kinderlift y las actividades de una sociedad denominada «La mano amiga» que halla hogares en Alemania Occi­dental para los niños menesterosos. El año pasado los comunistas inicia­ron la campaña para la conquista moral de la niñez alemana. Cerca de 100 millones de marcos destinó la Alemania Oriental a campos de ve raneo lujosamente dotados con pis­cinas y diversiones de varias clases,. y en los que dan una alimentación que dajaría boquiabierto de envidia al niño comunista común y corrien­te. Cuando, todo estuvo listo, empe­zaron los rojos a invitar a los niños de Alemania Occidental.

Entre los muchos que acudieron, había niños de familias que en mo­do alguno simpatizan  con el comunismo; pero es que resulta difícil para padres que ven que sus hijos están necesitando unas vacaciones rehusar la invitación que proporcionará al niño días de saludable esparcimien­to, aunque a ello acompañe una bue­na dosis de propaganda roja.

En contraposición a esa campaña de los comunistas, los ciudadanos de la Alemania Occidental han pedido a sus compatriotas de la Alemania Oriental que dejen a sus niños pasar temporadas de vacaciones en el Oes­te. Pero las autoridades de la Zona Rusa no consienten que los niños viajen más allá del Berlín Occiden­tal. Temen los comunistas que des­cubran las delicias de vivir fuera de un estado-policía.

Sea cual fuere el resultado de la lucha empeñada para la conquista moral de la niñez, el Kinderfift ha de considerarse, y por más de un título, experimento sobresaliente en el campo de las relaciones humanas.

Crónica de la bárbara ocupación rusa deun país que ni siquiera fue enemigo

EL SAQUEO DE AUSTRIA

Por George Kent SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Junio 1956

EL 28 de octubre de 1955 el último soldado ruso salía de Austria, con lo que terminaba una dé‑cada de increíble van­dalismo. Las campanas repicaron y las orquestas vienesas tocaron el himno nacional. Pero no hubo dan­zas por las calles. Las gentes se li­mitaron a frotarse las manos como diciendo: «¡De buena nos hemos li­brado!» y en seguida se aplicaron a poner orden y limpieza en el su­cio revoltijo que sus «libertadores» les dejaban.

La actitud de este pueblo eminenemente civilizado fue muy semejante a la de una gran dama queviera invadida su mansión  p  or           -----rufianes-----Austria  había tenido que pre­senciar indefensa cómo los rusos le robaban sus tesoros, le violaban a sus hijas, le destruían su propiedad; pero nunca les concedió el honor de su odio. Simplemente los despre­cia, y nunca olvidará las canalladas que le han hecho.

«Antes de la guerra solíamos mi­rar a los comunistas con algo de in­dulgencia —me de cía Uno de los miembros del actual gobierno aus­triaco— mas no hoy en día. Nues­tro país da patente testimonio de que el mejor remedio contra el co­munismo es haber vivido Con el co­munismo.»

Los últimos rusos escogieron para escabullirse las sombras Y la no­che, cuando los habitantes estaban entregados al sueño, en parte para evitar una posible explosión de ven­ganza popular, pero, princípalmen­te, para ocultar de ojos escrutadores la magnitud de sus rapiñas, Perpe­tradas en casas particulares,   palaciosy museos, y que ahora colmaban sus camiones, carromatos y caretillas. Su saqueo no perdonó nada de nada. Par a par con el robo de cosas importantes, como automóviles, jo­yas, muebles y dinero, arramblaron con los tiradores de las puerta', las tazas de inodoros, las tuberías del agua, los hilos eléctricos, hasta el empapelado de las paredes si los po­dían despegar. Una nube de langosta no causaría más minuciosa de­vastación.

Durante sus 10 años de ocupa­ción, los rusos se llevaron de Aus­tria alrededor de 25.000 millones de chelines (mil millones de dólares) en numerario, maquinaria y diver­sos materiales ... sin contar que no pagaron el alquiler de los edificios en que se alojaron. Durante el mismo período, los Estados Unidos, también potencia ocupante, propor­cionaron al Austria casi el doble de aquella suma en auxilios y pagos de instalaciones militares, alquileres, y gastos de las tropas. Entre las mu­chas dádivas estadounidenses com­pletamente gratuitas, figura Camp Roeder, una extensión de 145 hec­táreas con centenares de casas mo­dernas, buenas calzadas, tiendas, co­medores y canchas de tenis. Todas esas obras se han hecho con la co­laboración de los arquitectos del país, y teniendo en cuenta desde el principio que posteriormente serían ocupadas por los mismos austriacos. Camp Roeder no es sino una entre las numerosas obras públicas (alre­dedor de 200) construidas por los estadounidenses y regaladas a los austriacos.

Los rusos no sólo perpetraron el robo en masa, sino que destruyeron todo lo que resultó imposible tras­portar. Trágica muestra de su pro­ceder fue lo que hicieron con el bello palacio de verano de Laxenburgo, cerca de Viena. Construi­do hace dos centurias por la empe­ratriz María Teresa, este palacio te­nía un enorme valor sentimental para los austriacos, que lo visitaban reverentemente. Era una joya de decoración interior: los cielos rasos cu­biertos de frescos por grandes maes­tros, y pendientes del techo, sala tras sala, suntuosas arañas de oro y cris­tal. Ricas colgaduras, lienzos famo­sos, espejos con marcos dorados, exornaban los muros tapizados de seda. Por su precioso teatrito desfi­laron en otras épocas las más céle­bres compañías de comedia y ballet.

Los rusos desguarnecieron el tea­tro y lo usaron como garage. Con­virtieron el comedor en taller de re­paraciones. Cientos de soldados se desbandaron por las demás estan­cias. Bajo los efectos de la embria­guez, agujerearon a tiros los cielos rasos; y los frescos se resquebrajron y se desprendieron.

Recientemente el burgomaestre de Laxenburgo me guió a través de los aposentos de este hermoso pala­cio. No podía mi acompañante con­tener las lágrimas. Todo había sido saqueado: las arañas de cristal, las colgaduras de seda, los cuadros; los tapices, alfombras y valioso mobilia­rio; hasta los pisos de finísimo par­quet. Un ala entera quedó arrasada por un incendio pues los rusos, fas­tidiados con los bichos que había en sus colchones de paja, resolvieron prenderles fuego ... ¡y los quema­ron dentro de los salones!

En Bad Vóslau, los rusos se alo­jaron en los dos hoteles de lujo de la ciudad. Durante el invierno, cuan­do los soldados tenían frío, hacían leña de la ebanistería, de las puer­tas y de los finos pisos, y atestaban las estufas con tal combustible. Si un grifo perdía su arandela, quedábase sin ella, goteando; si un sumi­dero se atascaba, que rebosara el agua sobre el piso. Así, lo que no destruyeron acabó por pudrirse.

En la misma ciudad de Bad Vós­lau una venerable anciana de ilustre abolengo, pulcramente vestida, frau Anna Pilken, me estuvo enseñando su casa, en la cual habían vivido 10 años oficiales rusos y sus familias. La parte baja de la fachada apare­cía toda desconchada y picoteada de agujeros: los oficiales habían pin­tado círculos en el muro, que les servían de blanco en sus prácticas de tiro de pistola.

«Aquí —me decía frau Pilken cuando pasábamos por la sala de re­cibo— acostumbrábamos tener haus­musik una vez por semana.» Es fá­cil imaginarse un hogar acogedor y feliz donde la familia se congrega alrededor del piano para tocar la música de Schubert y Mozart. Mas todo eso desapareció: ni piano, ni una sola mesa, ni un alambre eléc­trico, ni una bombilla. De la cocina se llevaron la estufa, las tuberías, el vertedero; de los cuartos de baño arrebataron las tinas y todas las pie­zas sanitarias.

Nadie sabe qué hicieron los hués­pedes rusos con este botín. Sin em­bargo, la clave del misterio la pue­de dar cierta anécdota que ha corri­do mucho por la que fue Zona Soviética: Los soldados ocupantes, en su mayoría campesinos, habían vivi­do en su tierra en chozas desprovis­tas de toda comodidad. Para ellos, un grifo del que sale agua cuando se le da a la llave era un enigma no menos desconcertante que el de la radio. Cuando los rusos tenían que mudarse, se llevaban los grifos con un pedazo de tubería a su nue­va vivienda, donde, incrustado el tu­bo en la pared, daban vuelta a la llave y esperaban que saliera el agua ...

Tocante al recipiente del inodoro, por increíble que parezca, el hecho es que lo confundían con la taza del lavabo; y uno de ellos se quejaba diciendo: «Este sistema de ustedes no es eficiente; cuando uno tira de la cadena, el agua lo salpica todo Una de las mujeres rusas riñó a su casero porque el pescado que ella estaba limpiando en el inodoro se le había ido sumidero abajo.

Mucha gente quizás haya olvida­do que Austria no era para los alia­dos nación enemiga. En Yalta, los Cuatro Grandes acordaron que no fue cómplice sino víctima de Hitler. Los rusos descartaron esa distinción al penetrar en Viena en 1945. No hubo violencia ni crimen propios de hordas soldadescas (desde los hunos de Atila hasta las tropas de asalto de Hitler) que los rusos no come­tieran contra este amable país du­rante los seis primeros meses de la ocupación.

El horror de las violaciones no tu­vo freno ni limitaciones. No hay estadísticas para vergüenzas seme­jantes, pero muchos calculan que, sólo en Viena, 70.000 mujeres y mu­chachas fueron atropelladas. Las que escaparon al ultraje arrastraron una vida de terror en buhardillas, sótanos y covachas. Perecieron ase­sinados los hombres que intentaron ampararlas. A los seis meses, lo peor de la orgía terminó, pero nunca, du­rante la larga ocupación rusa, pudo una mujer arriesgarse a ir sola des­pués de anochecido por la Zona So­viética.

Respecto al número de paisanos asesinados por los rusos, tampoco hay cifras. A otros ciudadanos los secuestraron y los enviaron hacia el Este. En una ocasión los rusos entraron en un hospital en busca de un hombre a quien se iba a operar de urgencia. Lo sacaron de la cama, lo metieron en un jeep ... y nunca más se ha sabido de él.

En Baden, cuartel general del ejército rojo, los rusos levantaron un trayecto de vía pública para ten­der los hilos de la red de comunica­ciones soviética; y hasta el fin de la ocupación, nunca reconstruyeron el pavimento. En el Museo de Baden, los soldados rojos arrancaron las pá­ginas de valiosos manuscritos y des­cabezaron las estatuas. Baden, que fue en otro tiempo una de las ciu­dades más limpias y relucientes de Austria, convalece del estrago, an­drajosa y miserable. El butlomaestre calcula que se necesitarán por lo menos tres años y 375 millones de chelines para reparar los daños.

Parte del pillaje soviético fue ofi­cial. El Convenio de Potsdam con­cedió a Rusia el derecho a los «bie­nes de los alemanes» en Austria. Casi todos estos bienes habían sido austriacos hasta la invasión de los nazis en 1938, y debieron, en jus­ticia, restituirse a sus originales pro­pietarios. Entre esos bienes se incluían unas 300 fábricas, yacimien­tos petrolíferos, millares de hectá­reas de granjas y bosques, centena­res de tiendas y almacenes. Los es­tadounidenses, ingleses y franceses cedieron su derecho a reparaciones en Austria. Los rusos se obstinaron en ejercerlo.

Mediante el simple expediente de tacharlas de «alemanas,» desmante­laron veintenas de fábricas y tras­portaron su maquinaria a Rusia; de otras, quedaba encargado un custo­dio de propiedad extranjera sovié­tico, y su producción se embarcaba para la U.R.S.S. Los rusos jamás re­pararon nada ni repusieron nada; por consiguiente, las más de esas fá­bricas no pueden hoy afrontar la competencia en el mercado mun­dial. Sus productos son tan medio­cres que sólo pueden venderse en Oriente, que era precisamente lo queel Kremlin buscaba, como par­te de su plan para hacer a Austria depender de Rusia en la esfera eco­nómica.

Grandes fincas forestales, posesio­nes de 1200 a 1600 hectáreas, han quedado sin un árbol. De un solo predio, los rusos se llevaron made­ras finas por valor aproximado de 25 millones de chelines, sin replan­tar absolutamente nada.

Cuando los rojos se instalaron allí creyeron que podrían convertir la nación al comunismo y hacerla un satélite igual que Hungría; pero la suave Austria, la tierna enamo­rada de la música, fue capaz de mantenerse inconmovible. No era de fáciles de «convertir» unos hombrea quienes se había despojado de sus mas preciosas pertenencias, a cuyos amigos se había asesinado, a cuyas esposas e hijas se había violado. Bien expresaron esos hombres sus senti­mientos en las elecciones generales del 25 de noviembre de 1945, al ce­rrarse el primer período del terror soviético: los comunistas sólo consi­guieron el cinco por ciento de los sufragios. Y aunque el proceder de los rusos se suavizó relativamente con el trascurso de los años, los vo­tos comunistas han seguido men­guando. En las últimas elecciones quedaron reducidos tan sólo al tres por ciento.

Hay gentes cavilosas que se pregustan si podrá el tiempo cicatrizar las heridas de la ocupación y permi­tir que Austria vaya cayendo gra­dualmente en la órbita soviética. Oskar Helmer, recio y valeroso mi­nistro de lo Interior de la República Austriaca, quien iba una vez por se­mana a la Zona Soviética para pre­dicar a sus compatriotas contra los males del comunismo, dice al res­pecto lo siguiente:

«Los rusos se portaron bien du­rante los tres últimos meses de la ocupación. Mas no engañaron a na­die. Si se hubiesen conducido así a lo largo de la década que aquí acamparon, la cosa sería distinta. Como no fue así, el Occidente tiene al Austria segura. Al Occidente per­tenecemos, económica, ideológica y culturalmente.»

Un hecho que se reproduce dia­riamente en Viena simboliza el sen­tir de los austriacos de hoy. En la Plaza de Schwarzenberg los rusos dejaron un tanque conmemorativo. Ida la guardia soviética, los niños juegan a deslizarse alegremente cos­tado abajo de la máquina; con el continuo rozamiento infantil, la amenazante estrella roja, que du­rante una década solía repintarse to­dos los años, va desapareciendo len­ta pero seguramente.

AS DE LOS DETECTIVES DEL AIRE

Por Laurence Leader

Condensado de “Airs Facts”

 Así, en la noche señalada, Fish y otros 13 agentes de Scotland Yard se escondieron convenientemente de­trás de los escritorios y cajas del de­pósito. Siguiendo la inveterada tra­dición policial británica, no iban ar­mados más que de sus porras ... temeridad peligrosa si los atracado­res se presentaban armados.

Lo que en verdad sucedió fue que cada bandido traía una pesada ba­rra; y cuando los policías saltaron de sus escondites sobre aquéllos, se entabló una pelea que duró 20 mi‑nulos. «De lo único que me acuerdo —refiere Fish— es de los restallantes gritos y garrotazos que se entre­chocaban en aquella lóbrega oscuri­dad. Yo estaba al final cubierto de sangre (afortunadamente no mía).»

Pasada la tormenta, los ocho ban­didos yacían por el suelo. Se les mandó subsecuentemente a presidio SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Junio 1956Capítulo 16: El centro del infierno

Una  Revelacion  Divina
del Infierno

Queda Muy Poco Tiempo!
por
Mary Katherine Baxter

Otra vez, el Señor y yo fuimos al infierno. Jesús me dijo, “Mi hija, tu naciste para este propósito, para escribir y contar lo que te he dicho y enseñado. Pues estas cosas son fieles y verdaderas. Yo te he llamado para decirle al mundo por medio de ti que hay un infierno, pero yo he preparado un medio de escape. Yo no te enseñaré todas las partes del infierno. Hay cosas escondidas que yo no te puedo revelar. Pero te enseñaré mucho. Ahora, ven y ve, los poderes de las tinieblas y su fin.”

Regresamos otra vez al vientre del infierno y comenzamos a caminar hacia una pequeña apertura. Me puse a mirar por donde estábamos entrando y encontré que estábamos en una repisa. cerca de una celda en el centro del infierno. Nos paramos delante de una celda en la cual estaba una hermosa mujer. Sobre la parte alta de la celda estaban las iniciales “A.C.”

Escuché a la mujer que dijo, “Señor, yo sabía que un día vendrías. Por favor déjame salir de este lugar de tormento.”
Ella estaba vestida con la ropa del tiempo antiguo y era muy hermosa. Yo sabía que había estado aqui por muchos siglos y no podía morir. Su alma estaba en tormento. Comenzó a jalar las barras y a llorar. Suavemente Jesús dijo, “Sea la paz.” El le habló a ella con tristeza en su voz. “Mujer, tu sabes porqué estás aquí.”

Si,” dijo ella, “pero yo puedo cambiar.” Yo me acuerdo cuando dejaste salir a los otros del Paraíso. Yo me acuerdo de tus palabras de salvación. Ella exclamó, “Yo seré buena ahora y te serviré.” Ella apretó las barras de la celda con sus pequeños puños y comenzó a gritar, “Déjame salir! Déjame salir!

Después de eso, comenzó a cambiar delante de nuestros ojos. Su ropa se comenzó a quemar. Su carne se le cayó y todo lo que quedo fue un esqueleto negro con agujeros quemados en vez de ojos y un cascarón hueco por alma. Yo miré con terror mientras la mujer anciana caía en el suelo. Toda su belleza desapareció de momento. Se me estremeció el entendimiento al pensar que ella había estado aquí desde antes del nacimiento de Jesús.

Jesús le dijo, “Tú sabías en la tierra cual sería tu fin. Moisés te dio la ley y tu la escuchaste. Pero en vez de obedecer mi ley, escogiste ser un instrumento en las manos de satanás, una adivina y una bruja. Tu enseñaste el arte de la brujería, amaste las tinieblas en vez de la luz, y tus obras eran malas.

Si te hubieras arrepentido de corazón, mi Padre te hubiera perdonado. Pero ya es muy tarde,” le dijo El.
Con tristeza y gran pena en nuestros corazones, nos apartamos de ella. Nunca terminará su dolor y sufrimiento. Mientras nos alejábamos, sus manos delgadas trataron de alcanzarnos. “Mi hija,” dijo el Señor, “Satanás usa muchas artimañas para destruir hombres y mujeres buenas. El trabaja día y noche, tratando de conseguir que la gente lo sirva.”

Si usted fracasa en escoger servir a Dios, Ud. ha escogido servir a satanás. Escoga la vida y la verdad lo hará libre.

Después de caminar una corta distancia, nos paramos delante de otra celda. Escuché la voz de un hombre que llamaba, “ ¿Quién está ahí? Quien está ahí?” Yo me pregunté la razón por la cual llamaba.
Jesús dijo, “El está ciego.
Escuché un sonido, y miré a mi alrededor. Delante de nosotros estaba un demonio grande con alas largas que parecían estar rotas. El pasó sin mirarnos. Yo me paré cerca de Jesús.
Nos paramos juntos a mirar al hombre que había hablado. El también estaba en una celda y nos daba la espalda , el tenía la forma de un esqueleto en fuego y tenía el olor de muerte sobre él. Daba golpes en el aire y gritaba “Ayúdenme, alguien, ayúdenme.”
Jesús dijo tiernamente, “Hombre, sea la paz.” El hombre se volvió y dijo, “Señor, yo sabía que vendrías por mi. Yo me arrepiento ahora. Por favor déjame salir. Yo se que fui una persona horrible y que usé mi minusvalidad para ganancias egoístas. Yo se que fui un brujo y que engañé a muchos para satanás. Pero Señor, yo me arrepiento. Por favor déjame salir. Dia y ñoche soy atormentado en estas llamas, no hay agua. El exclamó, tengo mucha sed, no me puedes dar una poco de agua.” El hombre seguía llamando a Jesús, mientras nos alejábamos. Yo miré hacia atrás con tristeza.

Jesús dijo, “Todos los hechiceros y obradores de maldad tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre. Esta es la segunda muerte.

Llegamos a otra celda que estaba ocupada por otro hombre. El dijo, “Señor, yo sabía que tu vendrías a soltarme. Me he arrepentido hace mucho tiempo.” Este hombre, también era un esqueleto lleno de llamas y gusanos.
Oh hombre, estás todavía lleno de mentiras y de pecado. Yo sé que tu eras un discípulo de satanás, un mentiroso que engañaste a muchos. La verdad nunca estaba en tu boca y la muerte fue siempre tu recompensa. Tu escuchaste mis palabras muchas veces y te burlaste de mi salvación y mi Santo Espíritu. Tu mentiste toda tu vida y no me escuchaste. Tu eres de tu padre el diablo. Todos los mentirosos tendrán su parte en el lago de fuego. Tu has blasfemado contra el Espíritu Santo.”

El hombre comenzó a maldecir y a decir muchas cosas malas en contra del Señor. Seguimos hacia adelante. Esta alma estaba perdida para siempre en el infierno.

Jesús dijo, “todo el que quiera puede venir en pos de mi, y el que pierde su vida por mi causa encontrará vida, y vida en abundancia. Pero los pecadores tienen que arrepentirse mientras están vivos en la tierra; es muy tarde para arrepentirse cuando llegan aquí. Muchos pecadores quieren servirle a Dios y a satanás o se creen que tienen tiempo ilimitado para aceptar la gracia que ofrece Dios. Los verdaderamente sabios escogerán hoy a quien servir.”

Pronto llegamos a la próxima celda de donde salió un grito desesperado de dolor, miramos y vimos el esqueleto de un hombre acurrucado en el suelo. Sus huesos estaban negros del fuego y su alma por dentro era de un color gris sucio. Observé que le faltaban partes de su cuerpo a donde subían humo y llamas. Los gusanos se arrastraban dentro de él.

Jesús dijo, “Los pecados de este hombre fueron muchos. El fue un asesino y tenía odio en su corazón. El no se quería arrepentir o aún creer que yo lo perdonaría. Si solamente hubiera venido donde mi.”

Le pregunte al Señor, “ quieres decir que él pensó que tu no lo perdonarías de su homicidio u odio?”

Si,” dijo Jesús, “Si solamente hubiera creído y venido a mí, yo le hubiera perdonado todos sus pecados, grandes y pequeños. Por el contrario, el continuó pecando y murió pecando. Por eso es que está donde está hoy. Le dieron muchas oportunidades para que me sirviera, para que creyera el evangelio, pero él rehusó. Ahora es muy tarde.

La próxima celda a la cual llegamos estaba llena de un terrible olor. Yo podía escuchar los gritos de los muertos y sus ayes de remordimiento en todo lugar. Me sentí tan triste que estaba casi enferma. Yo decidí que iba a hacer todo lo que pudiera para decirle al mundo de este lugar.

La voz de una mujer dijo, “Ayúdame.” Miré a un par de ojos reales, no las cuencas quemadas que eran señal de haberse quemado. Yo estaba tan triste que me dió escalofrío y sentí una gran pena y dolor por esta alma. Quería intensamente sacarla de la celda y correr con ella. Ella dijo, “Es tan doloroso, Señor, yo haré lo correcto ahora. Yo te conocí una vez y tu eras mi Salvador.” Sus manos apretaron las barras de la celda. “ Porqué no quieres ser mi Salvador ahora?” Grandes pedazos de carne en fuego caían de ella y solamente sus huesos apretaban las barras.,“Tu hasta me sanaste de cáncer,” dijo ella. “Tu me dijiste que me fuera y no pecara más, no sea que me viniera algo peor. Yo traté, Señor; Tu sabes que traté. Yo hasta traté de testificar en tu nombre. Pero Señor, pronto aprendí que los que predican tu palabra no son populares. Yo quería que la gente me quisiera. Lentamente regresé al mundo y la concupiscencia de la carne me devoró. Los clubs nocturnos y las bebidas alcohólicas se hicieron mas importante que tú. Perdí el contacto con mis amigos cristianos y pronto me encontré siete veces peor de lo que estaba antes.

Y aunque llegué a ser amante sexual de hombres y mujeres, no era mi intención perderme. Yo no sabía que estaba poseída por satanás. Todavía sentía tu llamamiento en mi corazón que me arrepintiera y fuera salva, pero no quise. Seguí pensando que todavía tenía tiempo. Mañana regresaré a Jesús, y El me perdonará y me libertará. Pero yo esperé demasiado tarde y ahora es demasiado tarde,” exclamó ella.Sus ojos tristes se derramaron en fuego. Y desapareció. Yo grite y me apoyé de Jesús. Yo pensé, “Oh Señor, cuán fácil pude yo o uno de mis seres queridos, haber sido como ella! Por favor pecadores, despierten antes que sea muy tarde.

Caminamos a otra celda. En esta había otro hombre con una forma de esqueleto y un alma por dentro de color gris suelo. Gritos de dolores agudos y remordimiento salían de este hombre, que yo sabía que jamás los olvidaría.

Jesús dijo: “Mi hija, muchos de los que van a leer este libro lo van a comparar con una historla de ficción o a una película que han visto. Dirán que esto no es verdad. Pero tu sabes que estas cosas son verdaderas. Tu sabes, que el infierno es real, pues yo te he traído aquí muchas veces por mi Espíritu. Yo te he revelado la verdad para que des testimonio de ella.”

Alma perdida, si no te arrepientes y te bautizas y crees en el evangelio de Jesucristo, seguramente que éste será tu fin.El Señor dijo, “Este hombre está aquí debido a su rebelión. El pecado de rebelión es como el pecado de hechicería. Es más, todos los que conocen mi Palabra y mis caminos y han escuchado el evangelio y todavía no se arrepienten, están en rebelión contra mi. Muchos están en el infierno hoy debido a este pecado.” 

El hombre le dijo a Jesús, “Una vez pensé en hacerte el Señor de mi vida, pero, no quería caminar por tu camino angosto y derecho. Yo quería el camino ancho. Era mucho más fácil servir al pecado. Yo no quería tener que ser justo. Yo amaba mis maneras pecaminosas. Yo deseaba beber bebidas intoxicantes y hacer las cosas de este mundo más que obedecer tus mandamientos. Pero ahora quisiera haber escuchado a los que me enviaste. Al contrario, hice lo malo y no quise arrepentirme.” Grandes sollozos estremecieron su cuerpo, mientras gritaba de remordimiento. “Por años he sido atormentado en este lugar. Yo se lo que soy y se que jamás saldré de este lugar. Soy atormentado día y noche en estas llamas y estos gusanos. Yo lloro, pero nadie viene a ayudarme. Nadie se interesa por mi alma aquinadie se interesa por mi alma.”

Se cayó al piso en un montón y continuó llorando.

Jesús exclamó,Mi padre, mi Padre ten misericordia.

Caminamos hacia otra celda. Una mujer estaba sentada quitándose los gusanos de sus huesos. Ella comenzó a llorar cuando vió a Jesús “Ayúdame Señor,” dijo ella. “Yo seré buena. Por favor, déjame salir.” Ella, también se paró y apretó las barras de la celda. Yo sentí gran pena por ella. Mientras ella lloraba, sus sollozos estremecieron su cuerpo.

Ella dijo, “Señor, cuando yo estaba en la tierra, yo adoré al dios de los Hindúes y muchos ídolos. Yo no creí en el evangelio que los misioneros me predicaron, aunque lo escuché muchas veces. Un día morí, yo clamé a mis dioses para que me salvaran del infierno —pero no podían. Ahora, Señor, yo deseo arrepentirme.”

 Jesús Le dijo, “Ya es muy tarde.” 

 Las llamas cubrían su forma, mientras nosotros seguíamos hacia adelante; todavía sus gritos se sienten en mi alma. Satanás la ha enganado.”Con tristeza en su voz, Jesús dijo, “Ven, regresaremos mañana. Ya es hora de irnos.”

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