Están en todas partes... sólo hay que saber dónde buscarlos.
ANGELES POR DOQUIER
Por NANCY MCGUIRE
Selecciones del Reader´s Digest Julio de 1998
A LA EDAD DE TRES o cuatro años me obsesioné con los
ángeles. Mi madre me dijo que tenía yo
un ángel
de la guarda que me cuidaba y se lo
creí, literalmente. Me sentaba en el borde de las sillas a fin de dejar espacio para "mi ángel", y le hablaba cuando me iba a acostar. Ardía en
deseos de verlo e imaginaba con toda claridad cómo debía de ser: increíblemente
bello, ataviado con una túnica blanca y
dotado de grandes alas y una
aureola.
A los seis años supe por fin lo que era ser un ángel... en una obra navideña de la escuela; representar ese papel era el mayor logro que había alcanzado hasta entonces. Mi madre avivó mi fantasía con relatos sobre los milagros y deseos que esos seres celestiales supuestamente concedían casi a diario en su natal Irlanda, y, como ella, me volví soñadora y optimista.
Mi abuela, en cambio, no creía más que en el trabajo arduo, en la subsistencia diaria. Mamá era dulce y hermosa; mi abuela, dura e incansable.
Esta mujer, la más amable y a la vez la menos sentimental que he conocido, creía en las acciones, no en las palabras. En cierta ocasión en que una vecina sufrió un conato de aborto a media noche, mi madre no supo qué hacer más que sentarse a llorar con ella; mi abuela, en cambio, caminó dos kilómetros y medio para conseguir un médico.
En el barrio bajo de Londres donde vivíamos se volvió famosa porque todo lo arreglaba. Siempre había quien requería ayuda y ella a nadie se la negaba. Sé que les llevaba leche y comida a algunas familias, que aceptaban un poco intimidadas por su carácter firme y seguro. Con el escaso dinero que tenía, nos hacía ropa y nos daba de comer.
Con el paso del tiempo mi fascinación por los ángeles se volvió un interés serio. Quería escribir un libro revolucionario que probara su existencia. Hablé con algunas personas que aseguraban haberlos visto y que contaban historias de cómo se habían recuperado milagrosamente de una enfermedad o salvado de una desgracia.
Un niño pequeño me contó que había llorado y gritado para impedir que su familia subiera a un tren que sufrió un grave accidente. Según él, un ángel que se le apareció en su cuarto lo previno para que hiciera eso.
Incrédula, mi abuela comentó: "Si eso fue verdad, ¿por qué el ángel no salvó a todos?"
Ella murió hace ya nueve años y su ausencia me afectó profundamente; sentía haber perdido una parte esencial de mí y que jamás podría reemplazarla. De pronto no parecía haber más que noticias de crímenes y tortura. Me sentía vulnerable y tenía miedo hasta de caminar por la calle a plena luz del día. Aunque era un temor irracional, imaginaba que secuestraban o asesinaban a mi hija, que entonces tenía tres años, así que no la dejaba sola ni por un instante.
Un día, quizá un año después de la muerte de mi abuela, fui a un establecimiento a comprar un poco de gasolina. Cuando me disponía a pagar, me busqué la billetera en el bolso y no la encontré. No sabía si me la habían robado o si la había perdido, pero pensé que aquello era el colmo. Estaba a punto de echarme a llorar cuando un hombre que estaba detrás de mí puso un billete en el mostrador y me dijo:
—No se preocupe. A todos nos pasa de vez en cuando.
Entonces, sin que pudiera decirle gracias, se encaminó hacia la puerta. Salí corriendo a alcanzarlo, pero había desaparecido.
Esta experiencia cambió mi vida. Me hizo comprender que había estado buscando pruebas de la existencia de los ángeles en los lugares incorrectos.
Ellos están por doquier, y se dedican a realizar pequeños —y a veces no tan pequeños— milagros en beneficio de amigos, familiares y extraños Cuando uno se vuelve consciente de esto, los ve en todas partes, y las habilidades de beneficiarse de su influencia aumentan en el acto. No visten de blanco ni tienen alas (al menos no los que yo he visto): más bien parecen camareras, maestros o mecánicos, y se comportan como... bueno como mi abuela.
En ocasiones mi hija todavía pregunta por ella. No hace mucho me dijo:
—Tu abuela es un ángel ahora?
Yo respondí con la verdad: —Cariño, siempre lo ha sido.
1996 POR ROBERT HARDING SYNDICATION. CONDENSADO DE OPTIONS (DICIEMBRE DE 1996
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