martes, 29 de junio de 2021

EL PADRE DE LA COMPUTADORA

 EL PADRE DE LA COMPUTADORA

Por john Dornberg

Selecciones del Reader,s Digest Abril de 1990

Tal vez su nombre no sea muy conocido, pero su invento
trasformó al mundo.

A PRIMERA vista, los cientos de relés eléctricos de la consola cubierta de cristal semejan un anticuado conmutador telefónico. Hay inclusive una consola con teclas y una serie de botones blancos, con números y símbolos inscritos.

Llamada Z3 la máquina –que se exhibe en el Museo Alemán de Munich— es réplica de la primera computadora en el mundo comple­tamente funcional y controlada por programas. El  modelo original,capaz de hacer 20 complejos cálculos matemáticos por minuto, fue inven­tado y construido por el alemán Konrad Zuse, en 1941.

Aunque actualmente las compu­tadoras son aparatos comunes en fábricas, oficinas, hospitales y hoga­res, casi nadie conoce la historia del inventor que pasó años de ar­duo y penoso trabajo construyendo los primeros modelos. Es más: has­ta mediados de los sesentas, los ex­pertos relacionaban confusamente la historia de estas máquinas con el estadunidense Howard Aiken, que había presentado en 1944 la computadora electromecánica Mark I. El papel de pionero de Zuse fue reconocido sólo hasta que Aiken aceptó públicamente los logros del alemán en una carta personal.

El Museo Alemán exhibe tam­bién la Z4, una de las computadoras originales de Zuse. El catálogo de todos los certificados, premios y honores conferidos al inventor lle­na 13 páginas, impresas —natural­mente— por computadora.

No obstante, cuando visité a Zu­se en su casa, en la pequeña pobla­ción de Hünfeld, 130 kilómetros al noreste de Francfort, parecía deseo­so de hablar tanto de arte como de computadoras, pues, tras su retiro en 1966, había reanudado su afición a la pintura. En su estudio me mos­tró algunas de sus obras, que han sido expuestas en varias muestras artísticas y vendidas a precios no menores de 1000 marcos. Escudri­ñando a través de sus gruesos anteojos con armadura de carey, el alto y canoso Zuse me contó: "En mi juventud, no sabía qué me gustaba más: si. la pintura o las computado­ras. Ahora, después de muchos años de gran dedicación a las mate­máticas, encuentro enorme placer al crear algo sobre el lienzo".

Nacido en Berlín el 22 de junio de 1910, Zuse pasó su niñez en Braunsberg, Prusia Oriental, y Ho­yerswerda, Silesia, donde su padre trabajaba en la administración lo­cal de correos. Pronto floreció su genio, tanto en el arte como en la tecnología. Llenó carpetas inmensas con bocetos y caricaturas. Su ju­guete favorito era un equipo de construcción que crecía continua­mente; con él, construyó grúas que llenaban habitaciones enteras, y otras máquinas.

Cuando Zuse se graduó en la pre­paratoria a los 17 años, su dilema era: ¿debía estudiar arte, o ingenie­ría mecánica? Como esta última ofrecía más oportunidades de em­pleo, ingresó en la Universidad Técnica de Berlín, aunque su con­flicto seguía asediándolo. "Los tra­bajos de dibujo y diseño eran casi todos de rutina, pero yo deseaba hacer algo creativo", rememora.

Al año, Zuse abandonó los estu­dios, con la idea de hacerse artista comercial; pero en 1930, primer año de la Gran Depresión, millo­nes de personas quedaron cesantes. Por tanto, tras 12 meses de andar a la deriva, regresó a la universi­dad, pero cambió de carrera y estu­dió ingeniería civil. Se graduó en 1935 y obtuvo em­pleo como ingeniero en estática y analista de tensiones en la Compa­ñía Aeronáutica Henschel de Ber­lín. Ahí tenía que efectuar muchos Cálculos. Utilizaba calculadoras me­cánicas y observó que su trabajo consumía muchísimo tiempo. Le aburría pasar los resultados de una operación matemática a otra parte del problema, anotar los resultados intermedios y etiquetarlos para po­der recuperarlos después. Empezó a preguntarse si no sería posible que toda aquella labor rutinaria la eje­cutara una máquina.

Aunque dominaba la mecánica y el dibujo técnico, sabía poco de in­geniería eléctrica, menos aún de los principios de las calculadoras me­cánicas y virtualmente nada de lógica matemática. Dis­cutió la cuestión con sus amigos de la época de estu­diante, entre los cuales esta­ban Walther Buttmann, Flelmut Schreyer y Andreas Grohmann. Juntos, frecuen­taban las bibliotecas para lle­nar las lagunas en sus cono­cimientos. Al mismo tiempo, Zuse renunció a su empleo en la Henschel e instaló un taller en el apartamento de sus pa­dres en Berlín.

Cuanto más aprendía, tanto más rechazaba el método em­pleado en las máquinas calcu­ladoras. Los números estaban representados por equivalentes mecánicos de los dígitos decimales; por ejemplo, ruedas dentadas que podían tomar ciertas posicio­nes, del cero al nueve. Zuse, en cam­bio, optó por el "sistema binario", con elementos que ocuparan dos posiciones, como un interruptor eléctrico que sólo se enciende o se apaga.

Para construir la máquina, fue preciso hacer a mano miles de placas de metal para la memoria. Cuando Zuse estaba diseñando las formas, se le unieron sus amigos, quienes no sólo realizaron el traba­jo mecánico, sino que también apor­taron dinero que les habían presta­do sus familias para comprar los materiales necesarios.

La operación infalible de la máquina dependía principalmente
de la precisión de mi trabajo manual", explicaría Groh‑

El inventor, deleitándose con su pasatiempo preferido: la pintura

mann después. "Pegué los diseños de Zuse en madera chapeada, puse el número requerido de placas me­tálicas entre dos tablas, que ator­nillé para unirlas, y luego recorté las formas con una pequeña sierra eléctrica de vaivén".

A principios de 1937 ya habían terminado la memoria mecánica funcional, y ese mismo año Zuse logró acoplarla a una unidad arit­mética mecánica. Un motor eléctri­co hacía funcionar la máquina. Zu­se llamó zi a su primera y tosca computadora, y la programó perfo­rando claves de ocho agujeros en una vieja película cinematográfica de 35 milímetros.

A pesar de que la zi tenía tan­tos defectos que nunca funcionó adecuadamente, Zuse y sus colabo­radores estaban entusiasmados. En­tonces, junto con Schreyer, inge­niero en telecomunicaciones, Zuse empezó a hacer experimentos con relés eléctricos para remplazar la unidad aritmética mecánica. Los grandes obstáculos eran el dinero y el tamaño; a fines de los trein­tas, hasta el relé más sencillo cos­taba varios dólares. Para una com­putadora con suficiente potencia y capacidad, Zuse necesitaría miles de relés, y como cada uno ocupaba un espacio de varios centímetros cúbi­cos, se figuró que una computadora electromecánica llenaría toda una habitación.

Cuando Schreyer obtuvo baratos unos relés de segunda mano, que luego reconstruyó para sus propó­sitos, Zuse resolvió armar un modelo de prueba que sólo constaría de 200 relés y tan pequeño que cu­piera en su diminuto taller. En el verano de 1939, la 72 estaba casi terminada.

Pero cuando empezó la Segunda Guerra Mundial Zuse fue llamado al Ejército. Seis meses después se le permitió regresar a su antiguo empleo en la Henschel, porque los aviones eran de vital importancia para el esfuerzo bélico. En su tiem­po libre, siguió trabajando en la computadora.

Al cabo, en 1940, la z2 quedó a punto para su presentación. Y fun­cionó tan bien que Alfred Teich­mann, del Instituto Alemán de Investigación de la Aviación, se interesó en el proyecto. Teichmann era una autoridad en la "ondula­ción" de las alas de los aviones, y vislumbró que una computadora co­mo la Z2 agilizaría en gran medida los cálculos que resolverían los pro­blemas planteados en su área, y prometió ayuda económica.

Entonces Zuse fundó su propia empresa, y hacía fines de 1941 con­cluyó la z3, que podía realizar el trabajo de 20 personas. Cada una de sus dos unidades de memoria estaba en un gabinete de cerca de 1.5 metros de anchura y dos me­tros de altura; la unidad aritmética y de control eran aproximadamente del mismo tamaño. El costo de los materiales ascendió a 25,000 Reich­marks (marcos del Tercer Reich, unos 10,000 dólares). "La Z3 era plenamente funcional, y constituía, en realidad, una computadora para

cualquier propósito", comenta el historiador estadunidense Paul Ce­ruzzi, curador de tecnología de computadoras en el Instituto Smith­soilian (le Washington, D.C.

zuse usó la z3 como modelo has­ta que durante un bombardeo, fue destruida. No obstante, recibió va­rios pedidos, y en 1944 ya tenía 20 empleados. Entre otras cosas, produjo la Z4, que pesaba cerca de tres toneladas y podía efectuar mil cómputos matemáticos por hora.

En febrero de 1945 Zuse to­mó a su esposa Gisela (se habían casado el mes anterior), a sus tra­bajadores y un gran número de ca­jas que contenían las piezas de la Z4, y huyó de Berlín, destrozada por la guerra, a Gotinga. Ahí, en el Instituto de Aerodinámica Experi­mental, la computadora fue remon­tada y sometida a varias pruebas. "Mostrar mi máquina a los profe­sores constituyó el momento para el cual había trabajado y esperado durante diez años", declara Zuse.

El triunfo fue efímero. Al acer­carse el frente de guerra, el peque­ño grupo de berlineses se retiró a una aldea de los Alpes bávaros, donde la Z4 quedó guardada en un establo.

El siguiente avance no se le pre­sentó a Zuse hasta cuatro años des­pués de que terminó la guerra. A principios de 1949, el profesor Eduard Stiefel, del Instituto Fede­ral Suizo de Tecnología (ETH), de Zurich, que había oído hablar de la z4, fue a la aldea para ver la má­quina. Inmediatamente se dio cuen­ta de que era mucho más práctica que las demás grandes computado­ras, electrónicas o de relés, que se habían inventado en otras partes. Firmó un contrato de alquiler de la Z4 para el Instituto de Matemáti­cas Aplicadas.

El contrato con el ETH propor­cionó a Zuse la base financiera que necesitaba para volver a instalar su empresa en Neukirchen, Hesse, en 1949. En los años siguientes, dise­ñó, perfeccionó y construyó nume­rosas computadoras pequeñas y me­dianas para institutos científicos y tecnológicos, autoridades estatales y empresas privadas. La z5, por ejemplo, fue solicitada por la firma Ernst Leitz Co., de Wetzlar, que producía lentes para cámaras y otros aparatos ópticos. En los cincuentas y sesentas, las autoridades estata­les de Alemania Occidental com­praron el modelo zii, programado para efectuar cálculos relacionados con estudios geodésicos y de agro­nomía; y, entre quienes adquirie­ron la Z22 —una de las computado­ras más rentables de Zuse, de la cual se construyeron unas 50 uní­dades en sólo cinco años—, esta­ban varias universidades técnicas.

A principios de los sesentas, Zu­se ya era un serio competidor de la IBm en el mercado de Alemania Occidental, pues realizaba negocios hasta por 25 millones de marcos anuales y ocupaba a mil personas. Sin embargo, ya se vislumbraban problemas a futuro, porque no ha­bía logrado construir computadoras comerciales más pequeñas, contaba con socios tan poderosos como Brown Boveri et Compagnie y la Siemens AG.

En 1966 Zuse pensó en jubilar­se, y su empresa quedó a cargo de la Siemens. Además de tener un contrato de asesoría, daba clases y dictaba conferencias . . . y regresó a su primer amor: el arte. En sus pin­turas, realizadas con colores brillan­tes, se combinan elementos expre­sionistas, surrealistas y abstractos.

Todavía sigue atentamente el de­sarrollo de las actuales computadoras, tan diferentes de las que él di­señó. "Mi intención inicial fue encontrar un instrumento útil que liberara a la gente de los cálculos que le quitan tanto tiempo", ad­vierte. "Nunca soñé con los avan­ces sociales, científicos y tecnológi­cos que han sido posibles con la ayuda de las computadoras. Su per­feccionamiento revelará muchos otros secretos de la naturaleza y re­solverá algunos de los complejos problemas de nuestro mundo ... pa­ra beneficio de toda la humanidad".

2 comentarios:

  1. Tengo una copia aqui, con las fotos de la revista, saludos. https://onedrive.live.com/view.aspx?cid=6947794B0D2461EA&resid=6947794B0D2461EA!387

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    1. Se agradece el comentario y el saludo. Bendiciones y gracias por visitar el blog.

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