ANGELES EN MISIONES ESPECIALES –Roland Buck-14
Luego le dije
que
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Dios había previsto que de entre los 300 asientos
de aquel avión, su asiento se hallara junto al mío.
Sus ojos me miraron con asombro cuando le dije estas cosas y me contestó:
—¿Cree usted que Dios está realmente interesado en mí, con todo lo que tiene
que hacer? ¿Cree usted que Dios se preocupa realmente de alguien que ni aun le
conoce? —Le contesté:
—Sí, El quiere que usted le entregue su vida a El, a fin de que usted aprenda a
serle agradecido por el interés que tiene por usted, siendo El tan grande, y
usted tan insignificante ante sus ojos.
Allí mismo, este joven aceptó a Jesús como su
Salvador y Señor. Con emoción me dijo:
—Permítame que le hable de mi padre y de mi familia. Recuerdo muchas veces que rni padre miraba hacia el firmamento estrellaado por la noche
para ver las estrellas, y decía: Sin duda debe haber Dios,
en algún sitio. Si le pudiéramos encontrar... —Luego, continuó el joven—:
Ahora voy a regresar y le diré que tenía razón, que hay un Dios, y que yo le
he encontrado.
Entonces le pregunté acerca de su familia. Pensé, cuando se refirió a su
familia que quería decir su familia inmediata. El continuó:
—Toda mi familia va a estar junta. Cuando yo partí hace trece años para los
Estados Unidos, había unos 400 en mi familia. No sé cuántos hay ahora,
probablemente setecientos o más, quizá, pero se
lo voy a decir a todos. ¡Todos van a saber que Dios les ama a cada uno de
ellos!» --Esto me interesó
vivamente, porque luego añadió—: Si los ángeles están interesados en mí, ¿no cree usted que también estarán interesados en mi familia?
¿Está bien si se lo digo?
—Sin duda, esto es lo que Dios quiere que haga. Dios
está tan interesado en su familia que me dio su nombre. Usted vuelve a ellos
como representante de Dios.
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Con gran
emoción, me miró directo a los ojos y dijo:
—Esta es la tarea más importante que he emprendido en la vida.
—Sabía que era especial porque reconoció el
hecho de que yo no tenía manera de saber su nombre a menos de recibirlo de
Dios, y al instante se convirtió en un misionero.
El viaje a las Filipinas fue uno de los 120 sucesos
que Dios me había dicho que iban a ocurrir, pero no ocurrió nada
hasta dos meses antes de mi fecha de partida, cuando recibí una invitación para
ir a las Filipinas. Inmediatamente, pregunté el
coste del viaje y llegué a un total de unos 1.700 dólares. ¿Cómo
había Dios de darme este dinero? No tardé mucho en descubrirlo, porque al día siguiente llegó un cheque por 1.700 dólares, ¡de
origen desconocido!
Gabriel había venido a mi oficina en la iglesia y
me dio instrucciones para esta misión en las Filipinas En estos
momentos parecía muy preocupado, dando grandes
pasos de un lado a otro de la oficina. Reflejaba el interés de
Dios por el hecho de que la gente escuchará el mensaje de ir a todo el
mundo a predicar, pero lo que hacen es irse a dormir. Este viaje no era algo improvisado, sino que estaba
encajado en el plan dr Dios que se iba desarrollando.
Dijo que mi mensaje sería el capítulo 96 de los
Salmos, y el 97:1,2:
«Cantad a Jehová canción nueva; cantad a Jehová; toda la tierra. Cantad a
Jehová, bendecid su nombre; anunciad de día en día su salud. Cantad entre las
gentes su gloria, en todos los pueblos sus maravillas. Porque grande es Jehová,
y digno de suprema alabanza; terrible sobre todos los dioses. Porque todos los
dioses de los pueblos son ídolos: mas Jehová hizo los cielos. »Alabanza y
magnificencia delante de él: fortaleza y gloria en su santuario. Dad a Jehová,
oh familias de los pueblos, dad a Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová
la honra debida a su nombre. Tomad presenles y venid a sus atrios.
»Prosternaos ante Jehová en la hermosura de su santuario, temed delante de él,
toda la tierra. Decid a las gentes: Jehová reina, también afirmó el mundo, no
vacilará: juzgará a los pueblos con justicia.
»Alégrense los cielos y gócese la tierra: retumbe la mar y su plenitud.
Regocíjese el campo, y todo lo que en él está: entonces todos los árboles del
bosque rebosarán de contento, delante de Jehová que llega: porque llega para
juzgar la tierra. Juzgar al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad.
»JEHOVÁ REINA: regocíjese la tierra: alégrense las islas. Nubes y oscuridad
alrededor de él: justicia y juicio son el asiento de su trono.»
El domingo fue un día excepcional. Mi primer
servicio se celebró en la «Holiday Inn», y era parte de «
International Hotel Ministires», una organización mundial. El. auditorio estaba lleno de ciudadanos de gran importancia
del país. Esto me pareció interesante, porque siempre me había figurado las
Filipinas como un lugar de mucha pobreza, un lugar donde iba a ver el evangelio
obrar entre ambientes toscos. Y con todo, esta mi primera introducción en las
Filipinas tenía lugar el más lujoso y adornado de los edificios que yo había
visto en toda mi vida. Los hombres iban vestidos en trajes elegantes
y corbatas y las mujeres en exquisitos vestidos. Tenían su pelo muy negro atado
sobre la cabeza y daban la impresión de ser personas de cultura. Me pregunté si lo que había hecho era sólo dar unas vueltas por el cielo
de América y aterrizado allí. No me
daban la impresión, a mí, de ser de Filipinas.
El segundo servicio que celebré en Filipinas fue el domingo por la noche, en la
Asamblea de la Fe, en Manila. Cuando entré en esta
iglesia, no vi nada parecido a la riqueza que había visto por la mañana,
sino
gente que amaba realmente a Dios, a pesar de su po-
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breza. Este edificio se halla en un área llena de
crimen y de violencia. Cada ventana tenía barrotes, como si fuera una cárcel.
¡Qué diferencia con el servicio de la mañana!
Me hospedaba en la casa de invitados de Wycliff Translators. Era un recinto muy
grande, un conjunto de edificios, en el que cabían hasta 70 huéspedes al mismo
tiempo. Dios me permitió tener allí compañía y ministrar a estas personas que
dedican sus vidas a aprender los lenguajes de las tribus que no conocen la
escritura dándoles un lenguaje escrito y traduciendo la Biblia los mismos. Dios
hizo arreglos para que conociera qu zás al grupo más significativo en el país
para alcanza a las tribus distantes esparcidas. Había médicos, pilo tos,
profesores de college, maestros y otros líderes au nando sus esfuerzos para
alcanzar a la población di las islas.
Más tarde hablé a un grupo de misioneros acerca,
de visitaciones angélicas, durante un servicio por la noche. Cuando
estaba hablando me daba cuenta de que probablemente era algo tan nuevo para
ellos que seríi un poco difícil que lo aceptaran. ¡Dios lo sabía también
exactamente y sabía lo que tenía que hacer en esta situación! Durante la
oración, el presidente de la Escuela Bíblica sintió
una mano pesada sobre su hombro, y pensó que quizá alguien le había puesto la
mano encima para orar por él. Dio una mirada para ver quién era y no vio a
nadie. Dijo a la gente: —
¡Esto es de veras, es de veras! Dios lo ha confirmado. Aunque no puedo verle SE que la mano de un ángel está sobre mi hombro.
El y su esposa se quedaron la mayor parte de la noche hablando de cómo había sentido la mano de Dios cuando el ángel le había puesto la mano sobre el hombro.
No había
visto a Gabriel allí, pero era interesante saber que él estaba allí y había
encontrado el camino hasta las islas Filipinas.
Fue allí que me dieron el plan de reuniones para este viaje. Me quedé turbado
al ver que había siete días destinados a sólo dos iglesias. No había analizado
con anticipación lo que iba a hacer allí, pero esto me sorprendió mucho. Me pregunté por qué había hecho todo este viaje para hablar
sólo en dos iglesias. Si iba para hablar sólo en dos iglesias, podía haberme
quedado en Idaho.
Había estado hablando con la gente de la casa de huéspedes de Wycliff y me
habían contado historias emocionantes de sus estancias entre tribus que no
sabían una palabra de inglés. Eran por completo salvajes Y algunos iban con
taparrabos, si lo llevaban. Todavía usaban arcos y flechas, y dardos venenosos.
Todo esto me interesaba, y consideraba que era la razón para mi viaje, y se
demostró que era una parte importante del mismo, pero no de la manera que
esperaba.
El domingo conocí a un médico, a un profesor de colegio y a dos pilotos. Acababan
de regresar de Mindanao, donde había una tribu que habían descubierto hacía un
año y medio. La tribu estaba en lo profundo de la selva virgen, y mientras este
grupito se hallaba allí, el profesor había podido establecer algún tipo de
comunicación con ellos. Les expliqué que Dios me había enviado a las Filipinas,
y ellos dijeron: «Hemos venido para descansar algo,
pero no necesitamos ningún descanso. Volvámonos
mañana. Usted puede ir con
nosotros, si Dios está metido en esto».
De veras me entusiasmé, hasta que'comprendí que era imposible a causa del
programa que tenía porque estaba destinado para ir a otra parte. Traté de
cambiar mi programa para poder ir. Ellos tenían un avión que iba a partir para
el aeropuerto más cercano a esta tribu. En este campo de aterrizaje tenían un
piloto de helicóptero que me llevaría al interior. Siguieron insistiendo:
«Venga usted con nosotros». Pero no podía, porque
no estaba en el itinerario al cual me había comprometido.
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