EL AMOR MÁS PURO -
Miércoles, 17 de mayo de 2017
“NADIE TIENE
MAYOR AMOR QUE ESTE”- RICHARD WURMBRAND
TORTURADO
POR CRISTO
RICHARD
WURMABRAND
CAPITULO
DOS
“NADIE
TIENE MAYOR AMOR QUE ESTE”
Trabaje en forma oficial y
también oculta, hasta el 29 de febrero de 1948. Era domingo, un hermoso
domingo. En ese día en camino hacia la iglesia, la
Policía Secreta me secuestro.
Muchas veces me
había preguntado el significado de lo que era “los que hurtan a hombres” o
“secuestradores”, que se mencionan en la Biblia (1 Tim. 1:10). Los comunistas
se encargaron de enseñarnos.
En esos días muchos
fueron raptados de ese modo. Frente a mi se detuvo un furgón de la Policía
Secreta, saltaron cuatro hombres a la calle y me arrojaron al interior del
vehículo. Fui encerrado por muchos años. Por ocho años y medio y nadie supo si
estaba vivo o muerto. La Policía Secreta hizo que
algunos de sus miembros se hicieran pasar por prisioneros recién libertados
para visitar a mi esposa. Le dijeron que habían visto mi funeral. Le
destrozaron el corazón.
Miles de fieles de
todas las denominaciones cristianas fueron encarcelados durante esa época. No
solamente los ministros fueron encarcelados, sino también simples miembros, y
jóvenes que habían testificado su fe. Las
cárceles estaban repletas, y en Rumania como sucede en todos los países
comunistas, estar en prisión significa ser torturado.
Las
torturas eran a veces horribles.
Prefiero no hablar mucho de aquellas que experimente en carne propia. El solo recordarlas me hace pasar noches enteras sin
dormir. Es demasiado doloroso.
En
otro libro: “Cristo en Prisiones Comunistas”, relato
muchos detalles de nuestras experiencias con Dios en la cárcel.
Un pastor cuyo nombre era Florescu, fue torturado con
cuchillos y hierros al rojo vivo. Lo golpearon salvajemente. En seguida
introdujeron enormes ratas hambrientas a través de un caño en su celda. No
podía dormir porque tenia que defenderse. Tan pronto se descuidaba y cabeceaba,
las ratas lo atacaban.
Los comunistas
querían obligarle a denunciar a sus hermanos en la fe, pero el resistió
firmemente. Por ultimo trajeron a su hijo, de catorce años, y comenzaron a
azotarlo en su presencia, advirtiéndole que el castigo continuaría hasta que
entregara la información pedida. El pobre hombre ya casi había perdido la
razón. Resistió todo lo que pudo, pero al final cuando no podía mas, se dirigió
a su hijo: “Alejandro, debo decirles lo que quieren. ¡No puedo soportar que te
sigan torturando!” Su hijo le respondió: “¡Papa, no
cometas conmigo la injusticia de tener por padre a un traidor. Sopórtalo. Si me
matan, moriré gritando: Jesús y mi patria!” Los comunistas, enfurecidos por tal
respuesta, se lanzaron sobre el muchacho y lo mataron a golpes. Murió alabando
a Dios, mientras su sangre salpicaba las paredes de la celda.
Después de ver aquello, nuestro querido hermano Florescu
nunca pudo ser el mismo de antes.
Se nos engrillaban
las muñecas con esposas cuya cara interior tenia puntas agudas. Si nos
manteníamos totalmente quietos, las puntas no nos herían; pero al tiritar de frío en aquellas heladas celdas,
nuestras muñecas eran destrozadas por los clavos.
Los
cristianos eran colgados de los pies y golpeados en forma tan salvaje que sus cuerpos cimbreaban en el aire a causa de los
golpes. Se introducía a los cristianos en “celdas refrigeradas” tan
tremendamente heladas que el hielo cubría las paredes. Yo mismo fui lanzado casi desnudo a una de ellas. Los
doctores de la cárcel nos observaban a través de una mirilla, para avisar a los
guardias ante los primeros síntomas de congelamiento. Entonces nos sacaban para
revivirnos mediante el calor. Tan pronto como dábamos señales de recuperación,
nos metían nuevamente en la celda. Nos deshelaban para luego prácticamente
congelarnos, hasta que estábamos casi al borde de la muerte, y este proceso se
repetía una y otra vez. Aun en la actualidad no puedo abrir un refrigerador sin
estremecerme.
Los cristianos
éramos puestos en cajas de madera solo un poco más grandes que nuestros
cuerpos. Esto nos dejaba sin espacio para movernos. Docenas de clavos agudos
traspasaban las cajas por todos lados. Mientras permanecíamos de pie y sin
movernos, no pasaba nada. Si la fatiga nos vencía,
al buscar apoyo nuestros cuerpos eran perforados por aquellas púas. Si nos
movíamos, o si nos temblaba un músculo, allí estaban aquellos horribles clavos.
Lo que los comunistas han hecho a los cristianos sobrepasa
toda posibilidad de comprensión humana.
He visto comunistas cuyas
caras, al torturarnos, parecían brillar con alegría satánica, mientras
exclamaban: “¡Somos el diablo!”
No luchamos contra
carne y sangre sino contra “principados y potestades del mal”. Vimos que el comunismo no emana del hombre sino del diablo.
Es una fuerza del mal, que solamente puede ser combatida con una fuerza
espiritual mayor, el Espíritu de Dios.
A menudo pregunte a
nuestros torturadores: ”¿No tienen Uds. piedad en
sus corazones? Por lo general respondían con citas
de Lenin: “No puedes hacer tortillas sin
quebrar los huevos. No puedes cortar la madera sin que
vuelen las astillas” Yo insistía: “Conozco esa cita de Lenin; pero hay una
diferencia. La madera no siente nada cuando se le corta, pero Uds. están
tratando con seres humanos”. Pero todo era en vano; son materialistas. Para ellos no existe mas que la materia; el hombre no es mas que
madera; o como las cáscaras de huevos. Esta creencia los hace descender a las
más increíbles profundidades de la crueldad.
La crueldad del ateismo es difícil
de creer. Cuando un hombre no tiene fe en que lo bueno será
recompensado y que lo malo será castigado, no tiene motivo para comportarse
como un ser humano. No hay algo que lo detenga de
caer en las profundidades del mal que cada hombre lleva en si. Los
torturadores comunistas podían decir: “No hay Dios. No hay Mas Allá, ni hay
castigo para el mal. Podemos hacer lo que nos de la gana”.
Uno de ellos llego a declarar: “Doy gracias a Dios en quien no
creo, que haya vivido hasta esta hora en que puedo expresar
todo el mal que hay en mi corazón.” Expresaba ese mal en la increíble
brutalidad y tortura que infligía a los prisioneros.
Siento pena si un
cocodrilo se come a un hombre, pero no se lo puedo reprochar. Es un cocodrilo,
no un ser humano. Por ello no se puede reprochar a los comunistas. El
comunismo ha destruido todo sentimiento de moral en esas mentes. Se
vanaglorian de no tener piedad en sus corazones.
Aprendí
de ellos. En vista de que no dejan lugar en sus corazones para Jesús, decidí no darle el más mínimo lugar a Satanás en el mío.
Yo he testificado
ante el Sub-Comité de Seguridad Interior del Senado de los Estados Unidos. Allí
he descrito todas las cosas más espantosas, como por ejemplo, como los
cristianos son amarrados a cruces durante cuatro días y cuatro noches. Las cruces eran colocadas en el suelo, donde cientos de
reclusos tenían que hacer sus necesidades fisiológicas, encima de sus rostros y
cuerpos. Luego levantaban las cruces
nuevamente y los comunistas se burlaban, diciendo: “Miren a su Cristo! ¡Que hermoso es! Que magnifica
fragancia trae del cielo.” Descubrí como un sacerdote, al borde de
la locura a causa de las torturas, fue obligado a consagrar su orina y
excrementos humanos y darlo en comunión a los cristianos. Esto ocurrió
en la prisión rumana de Pitesti. Pregunte al
sacerdote, después, porque no prefirió la muerte antes de participar de esa
farsa. Me respondió: “No me juzgue, por
favor, he sufrido mas de lo que
sufrió Cristo.” Todas las descripciones bíblicas del infierno y las penas del
infierno de Dante son nada en comparación con las torturas en las
prisiones comunistas.
Esto es solamente
una pequeña parte de lo que sucedió un domingo, y muchos otros domingos, en la
prisión de Pitesti. Otras cosas sencillamente no pueden contarse. Se que mi
corazón fallaría si tuviese que volver a repetirlas. Son demasiado terribles
y obscenas para ponerlas por escrito. Todo esto es lo que tuvieron que
sufrir sus hermanos en Cristo, y aun sufren.
Uno de los héroes
realmente más grandes de la fe fue el pastor Milán
Haimovici.
Las prisiones
rumanas estaban tan colmadas que los guardias ni siquiera nos reconocían por
nuestros nombres. En muchas oportunidades, cuando venían a buscar a los que
habían sido sentenciados para recibir azotes por haber quebrantado algún
reglamento carcelario, el pastor Milán Haimovici
se presentaba para recibir el castigo en lugar de alguno de los otros. Con
esto gano el respeto de los demás prisioneros no solo para si, sino también
para Cristo, a quien representaba.
Si yo siguiera
contando todo los horrores y las atrocidades cometidas por comunistas y los
sacrificios de los cristianos, seria algo de nunca acabar. No solo las torturas
fueron conocidas, sino también los hechos heroicos. El heroísmo de aquellos en
prisión, inspiro aun más a los hermanos que todavía vivían en libertad.
Una de nuestras obreras era
una jovencita de la Iglesia Subterránea. La Policía Secreta había
descubierto que ella repartía secretamente Evangelios y que enseñaba a los
niños acerca de Cristo. Decidieron arrestarla,
pero para hacer el arresto lo más doloroso y terrible posible, postergaron la
detención por algunas semanas, esperando al mismo día en que
contraería matrimonio. En el día de
su boda, ya se había puesto su traje nupcial. Para cualquier mujer es el día más
maravilloso y alegre de su vida. Repentinamente se abrió
la puerta de su casa, precipitándose al interior la Policía Secreta. La novia,
al verlos, extendió los brazos para ser esposada. Las esposas le fueron
colocadas rudamente en sus muñecas. Mirando a su amado beso las cadenas, exclamando: “Agradezco a mi Novio celestial esta joya que me
obsequia en el día de mi boda. Le agradezco que me haya considerado digna de
sufrir por El”. Fue sacada de allí en medio del llanto de su novio y de los
presentes.
Todos sabían perfectamente la suerte que
aguardaba a las jóvenes cristianas en manos de los comunistas. Después de 5 años fue puesta en libertad, destruida y físicamente
arruinada, aparentando tener treinta años mas de los que tenia.
Su novio la había esperado. Ella se limito a decir que era lo menos
que podía haber hecho por su Cristo. Tan magníficos cristianos están en la
Iglesia Subterránea.