"ÁTALA"
DE CHATEAUBRIAND
EN LA VERSIÓN CASTELLANA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, PUBLICADA EN PARÍS, 1801.
—"Tú no sabes todo, exclamó la doncella. Ayer. . .durante la tempestad... tú me estrechabas... tú tienes la culpa ... yo iba a quebrantar mi juramento ... yo iba a sepultar a mi madre en las llamas del abismo . . . Ya su maldición caía sobre mí . . . Ya yo mentía delante del Dios que me ha salvado la vida . . . cuando tú besabas mis labios trémulos, tú no sabías, tú no sabías que era la muerte la que abrazabas". .¡Oh cielos! exclamó el misionero. ¿Qué has hecho, hija mía!
"Un crimen padre mío, dijo Átala, con los ojos vacilantes; pero sólo yo me perdía, y yo salvaba a mi madre".
•—"Acaba. .. ¡Di!... exclamé yo espantado; ¡acaba!...". •—"Pues bien: yo previ mi fragilidad al salir de las cabañas, y traje conmigo . . .
-—¿Qué? repetí yo lleno de horror".
—Un veneno . . . dijo el padre". •—
Ya está en mi pecho respondió Átala".
"La tea se le huye de la mano al solitario, yo caigo casi muerto junto a la desgraciada joven, el viejo nos sostiene en sus brazos paternales, y todos tres quedamos por un momento en tinieblas, mezclando nuestros sollozos sobre el fúnebre lecho".
"Despertemos, despertemos, dijo en breve el valeroso ermitaño, y encendió una lámpara: no perdamos unos instantes tan preciosos: arrostremos como intrépidos cristianos los asaltos de la adversidad: con la soga al cuello, y la ceniza sobre la cabeza, echémonos a los pies del Altísimo para implorar su clemencia, o para someternos a sus decretos: quizá estamos en tiempo todavía . . . Hija, tú me lo debías haber advertido anoche".
¡ Ay! padre mío, dijo Átala. Yo os anduve buscando la noche pasada; pero el cielo en castigo de mis culpas os alejó de mí. Aunque, todo socorro habría sido infructuoso; pues los Indios mismos, tan hábiles en materia de veneno, no conocen antídoto, contra el que yo he tomado. ¡Oh Chactas! considera cual debe haber sido mi
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SIMÓN RODRÍGUEZ
sorpresa al ver que el efecto no se haya obrado con la prontitud que yo esperaba. Mi amor ha redoblado mis fuerzas: mi alma no ha podido separarse de ti tan presto".
"Ya aquí no interrumpí yo la narración de Átala con sollozos;, entonces fue con estos furiosos extremos propios de los salvajes. Me revolqué por el suelo, me torcí los brazos, me mordí las manos . . .
El anciano sacerdote, con una maravillosa ternura, corría del hermano a la hermana prodigándonos mil socorros. Su corazón pacífico, aunque abrumado con el peso de los años, sabía insinuarse a nuestra juventud; y su religión sublime le ponía en los labios unos acentos.
más tiernos y más ardientes que nuestras pasiones mismas. Aquel santo ministro, que contaba ya cuarenta años de sacrificio inmolándose cada día sobre las montañas en, servicio de Dios y de los hombres, me representaba un gran holocausto humeando continuamente en los lugares elevados, delante del Señor".
"Pero, ¡oh desgracia! Todos los remedios que experimentó en Átala fueron inútiles; todos sus cuidados en vano. La fatiga, el pesar, el veneno, y una pasión más mortal que todos los venenos juntos, se reunían para arrebatar aquella flor a la soledad. Al declinar la tarde, los terribles síntomas se manifiestan: un entorpecimiento general se apodera de todos los miembros de Átala; y las extremidades del cuerpo comienzan a enfriársele.
"Toca mis dedos, me dice, ¿no es verdad que los encuentras bien helados?".
Yo no supe qué responderle, y el pelo se me erizó de horror. Luego añade: "todavía ayer, querido mío, tu solo tacto me sobresaltaba, y he aquí que ahora ya no siento tu mano ... ya casi no oigo tu voz . . . los objetos de la gruta se me desaparecen unos tras otros ... ¿no son los pájaros los que cantan? . . .ya es hora que el sol se esté poniendo .. . Chactas que hermosos serán sus rayos en el desierto dando sobre mi sepultura . . . ".
"Nosotros, anegados en un mar de lágrimas, oíamos este discurso; y Átala, que lo advierte, nos dice: "Perdonadme, buenos amigos: yo estoy muy débil; pero quizá voy a fortalecerme . . . No. obstante, morir tan joven ... y cuando mi corazón estaba tan lleno de vida ... de un golpe todo . . . Jefe de la oración ten piedad de mí . . . sostenme . . . ¿Crees tú que mi madre esté satisfecha, y que Dios me perdone lo que he hecho ?".
"Hija, respondió el buen religioso bañado en lágrimas, y enjugándoselas con sus dedos trémulos y mutilados: "hija, todas tus desgracias vienen de tu ignorancia. Tu educación salvaje, y la falta
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de una debida instrucción son las que te han perdido. ¿Tú no sabías que una cristiana no podía disponer de su vida? Sin embargo, consuélate, amada ovejuela, Dios te perdonará por la simplicidad de tu corazón. Tu madre, y el imprudente misionero que la dirigía han sido más culpables que tú: ellos han excedido sus facultades forzándote a hacer un voto indiscreto; pero, la paz del Señor sea con ellos. Vosotros tres ofrecéis un terrible ejemplo de los peligros a que exponen el entusiasmo y la falta de luces en materia de religión. Sosiégate, hija, que el que sondea el corazón y las entrañas de su criatura, te juzgará según tus intenciones que han sido puras, y no por tu acción que es condenable".
"En cuanto a la vida, si el momento de descansar en el Señor ha llegado; ¡oh amada hija! qué poco pierdes en perder este mundo. Ya ves que, a pesar de la soledad en que has vivido, has experimentado pesadumbres, ¿qué dirías, pues, si hubieses presenciado los males de la sociedad? ¿Si al llegar a las riberas de la Europa, el grito universal de dolor que se levanta de aquella antigua tierra hubiese penetrado tus oídos? ¡Ah! hija ¡todos padecen, todos gimen en este valle de miserias, el habitante de las cabañas lo mismo que lo mismo que el de los palacios! Las reinas se han visto llorar como simples mujeres, y los pueblos se han admirado de ver la cantidad de lágrimasque encerraban los ojos de los reyes".
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