“SULFATO EL AVIÓN EN LA HISTORIA DE
GUATEMALA"
Por María Luisa Rivera
Introducción
Podemos tomar esta narración
como un cuento más de los abuelos, solamente que en esta ocasión más que eso,
es una historia verídica que mi abuelita María Luisa Rivera Hernandez, muy
entusiasmada y gustosa me contó una de estas tardes que nos visitó en casa, la
tituló “Cuando el Sulfato vuela es porque noticias trae” me dice que trata
sobre la época conocida como la Contra Revolución de 1954 en Guatemala. Este hecho sucedió cuando ella era niña, y
recién llegada con sus padres y hermanitos provenientes de la ciudad de Huehuetenango hacia la ciudad capital de Guatemala. Mientras se ubicaban en una casa propia, fueron a vivir a la casa de sus abuelos
paternos, lugar donde
también vivían sus tíos, hermanos de su padre y primos. Fue en esta casa, donde
se desarrollan las escenas de esta historia.
Desarrollo.
Transcurría el año 1,954,
época en la que yo contaba con cuatro años de edad, siendo la segunda de cinco
hermanos. Mi hermana mayor a quien le llamábamos cariñosamente Canchita, otra
menor que yo, Telmita, y dos hermanos José Luis y Edgar Fernando; más tarde
nacieron otros hermanos.
Por voluntad de Dios, de mi
padre José Luis Rivera y de mi madre Caridad Hernández de Rivera, y por mejoras
salariales para ambos, nos
trasladamos de Huehuetenango a la ciudad capital, llegando a vivir a la casa de mis abuelos paternos, José
Luis Rey Rivera, y Josefina Rivera de García, donde también residían mi tío Paquito, mi tía Anita, y mi
tío Miguel.
Recuerdo que frente a esta
casa situada en la avenida del ferrocarril, pasaba el tren sonando la bocina
fuertemente, que si alguien estaba dormido, lo despertaba al escuchar que el
tren se acercaba. A todos los primos nos gustaba salir a la puerta a verlo
pasar y a decirles adiós a los pasajeros moviendo nuestras manitas y con una
sonrisa en el rostro, pensando que algún día podríamos viajar en él. El tren
era de color verde, y cada vez que pasaba la tierra temblaba.
Vivíamos felices porque
éramos varios los primos aproximadamente unos veinte. Nuestros padres se
llevaban bien y acostumbraban
reunirse por las tardes a tocar guitarra y cantaban “Allá en el rancho grande”
y otras melodías.
A determinada hora
escuchaban noticias por la radio, pues en ese entonces no había televisores.
Un día de tantos, la alegría
de la familia, se convirtió en preocupación cuando se escuchó volar sobre la casa a “Sulfato”, que así le
llamaban al único avión de guerra, que tenía Guatemala, (Según dicen) el cual
aparecía en los cielos cuando sucedía un golpe de Estado o algún acontecimiento
inesperado y alarmante de malas noticias.
Por la radio informaron
que el Presidente de esa época el General Jacobo Arbenz Guzmán había sido
derrocado por un golpe de Estado dirigido por el gobierno de los Estados Unidos; y sustituido
por el coronel Carlos Castillo Armas.
La radio transmitía y
advertía al pueblo guatemalteco que no salieran de sus casas y que por la noche
estaba prohibido encender las luces, para evitar ser bombardeados. Por este motivo tuvimos que dormir debajo de
las camas casi en oscuridad apenas encendían candelas o una linterna con mucho
cuidado.
Recuerdo el ruido de los
aviones, de las bombas y de armas que se escuchaban muy cerca y nos producían
mucho miedo, por lo que nos juntábamos para dormir y dormíamos con ropa.
Nuestros padres no lograban dormir por estar pendientes de alguna novedad.
El ambiente se había
tornado muy peligroso porque cerca de la casa se encontraba y aun permanece el
Cuartel de Matamoros que
era una guarnición de soldados, que rodeaban la mayor parte de toda
la zona uno.
Muchas personas tuvieron la
oportunidad de salir huyendo para lugares seguros dejando abandonadas sus casas
y pertenencias.
Nuestra familia dispuso que
nos trasladáramos al municipio de San Raymundo, lugar de donde eran originarios
mis abuelitos, Luis Rey Rivera García y Josefina Mancilla de Rivera; contrataron con dificultad, debido
a la situación operante, un camión en el cual viajamos todos.
Llegamos a San Raymundo y
nos albergamos en una casa que pertenecía a una de mis tías. La casa tenía
muchas habitaciones, no muy amuebladas, por permanecer la mayoría de veces
desocupada, contaba con una pequeña cocina con poyo y leña. La casita esta
rodeada por árboles frutales
y no faltó quien cortara mangos verdes para comer con limón.
En el lugar nos sentimos
contentos, conocimos el mercado, compramos manías muy sabrosas. No podía faltar
un campo de futbol a donde nos encaminamos con libertad, jugamos pelota,
corrimos, gritamos y fue muy divertido.
A los pocos días hubo un
alboroto en el lugar, los
habitantes anunciaban temerosos que los indígenas del los alrededores se habían
sublevado y venían con machetes y palos contra los ladinos, culpándolos de la derrota del gobierno. Por esta razón, la familia dispuso nuevamente contratar un
camión, para el viaje de regreso a la capital. Recuerdo que ese día llovía tan
copiosamente que tuvieron que cubrirlo con una carpa gruesa para evitar
mojarnos pues la mayoría de los niños veníamos en la parte de atrás del camión
con nuestros padres, nuestras madres fueron acomodadas en la cabina por traer a
los niños pequeños.
Al llegar a la capital
entramos rápidamente a la casa, la encontramos con basura por todos lados y
también había algunas pelotas tiradas en el patio que no pertenecían a la
familia y quizá los soldados las tiraron o dejaron allí.
Ocurrieron algunas otras
anécdotas a consecuencia de la situación, como esta: Una mañana mi mamá me encontró hablando con
un soldado que estaba parado frente a la puerta de la casa, yo le decía que me
regalara cascabillos de los que estaban tirados en toda la calle, mi mamá se enojó y por supuesto me
regañó y me prohibió abrir la puerta.
Esta revolución terminó con
las elecciones del nuevo presidente, Carlos Castillo Armas y con el
derrocamiento y exilio del general Jacobo Arbenz Guzmán.
Esta vivencia de una guerra,
me permitió la oportunidad de vivir algo histórico e importante; dejó recuerdos
también en mis hermanos de algo especial en nuestra infancia, que hoy como
adultos las hemos conversado cuando tenemos oportunidad de reunirnos. Pensamos
que después de la
tranquilidad que siempre hubo en Huehuetenango tuvimos que pasar por esta experiencia
que nunca imaginamos al ir a vivir a la capital.
Gracias a Dios que hoy puedo
compartir con mis hijos y nietos esta parte de mi vida y mostrarles como
evidencia algunas fotos de la casa donde te cuento que sucedieron estas
confrontaciones por la guerra. Y otra donde aparecen algunos de mis primos con
quienes participamos en esta historia.
El mensaje que deseo dar a
las generaciones jóvenes es: que lo que se obtiene con violencia, _refiriéndome
a lo que provocó esta revolución_, solo dejó en los guatemaltecos tristeza, mal
ejemplo y muerte, puesto que se vieron forzados, por el temor a morir, a
aceptar la decisión extranjera; ya que fueron amedrentados y amenazados, al ver que en las calles del centro de la
ciudad aparecieron rótulos que decían: “Los que apoyen a Carlos Castillo Armas,
vivirán, y los que apoyen a Jacobo Arbenz Guzmán morirán”
Carlos castillo Armas murió
asesinado a los tres años de su gobierno en la Casa Presidencial
desconociéndose hasta hoy, quien fue el responsable de su muerte. En cuanto a
Jacobo Arbenz murió en el exilio después de ser difamado y la peor humillación
fue haberlo sacado en calzoncillo, para llevarlo al aeropuerto. Esto afectó
tanto a su familia que una hija suya se quitó la vida.
La historia ha juzgado las
acciones de ambos ex presidentes de Guatemala y de la actitud de partidos
políticos que buscan sus propios intereses. Pienso que si hubieran permitido a
Jacobo Arbenz terminar su mandato, muchas mejoras hubieran beneficiado a sus
habitantes y en especial a los campesinos entre ellas el Proyecto de la Reforma
Agraria que Arbenz pretendía establecer.
Espero que al conocer parte
de esta historia, te formes una opinión sobre hechos que no se deben volver a
repetir en nuestra amada Patria Guatemala y nos ser víctimas de gobiernos
corruptos. Culpables de la muerte de personas civiles y militares inocentes, de
mujeres violadas y niños que se quedaron sin padres. Un guatemalteco amante de
su patria no le hace falta lágrimas al ver a Guatemala siendo devastada. Pero confiemos que Guatemala será una nación
bendecida por Dios.
jueves, 11 de
junio de 2020
CARTA PARA JACOBO ARBENZ GUZMÁN- 1954 Por Escritor
EFRAÍN DE LOS RIOS
4 PUERTAS
CHIRIVISCOS POETICOS
EFRAIN DE LOS RIOS
GUATEMALA 1969
Escritor y Periodista, nacido en la ciudad de
Huehuetenango
EPISTOLARIO POLITICO
"Ni este 25 de junio, ni el otro ... ni el otro". Carta, sin
sobre, para el expresidente Arbenz ...
Ciudad de Guatemala, julio de 1954.
A coronel Jacobo Arbenz Guzmán, exresidente de la República.
Su refugio.
Nunca olvidado coronel Arbenz:
Siento la urgente
necesidad de escribir a usted una carta similar a la que dirigí al general
Ubico, de la ciudad
de México en el
año 1945. En aquella carta dije al general que creí necesario decirle; lo
que ya le había dicho personalmente y él ha de haberme oído. En esta carta que
estoy escribiendo a usted, voy a decirle, en circunstancias bastante difíciles,
lo que usted no hubiera querido oir, si me propongo decírselo cuando era el orgulloso presidente de
Guatemala.
"Cuando
los dioses quieren perder a un hombre, lo enloquecen con el poder", decían
los griegos. Y yo creo, coronel Arbenz, que usted
enloqueció en la altura. Usted no pudo resistir la embriaguez que
producen las alturas. Y con esa euforia que el poder produce, cometió una larga
seriede insensateces que por hoy no me propongo puntualizarle, sino que irán
pasando poco a poco ante sus ojos, en la cinta del recuerdo.
Porque usted,ya sea en el silencio del encierro o del destierro,
recordará estoy seguro. Y recordar, en ciertas ocasiones, es como volver a vivir
lo que se ha vivido...
Mi carta no tiene ningún rencor para usted, ese rencor que sería muy natural y
muy humano en el hombre que ve la ruina de su patria. Mi carta no tiene más
queverdad y sinceridad; y no tiene más objeto que recoger un breve reflejo
de la opinión pública, aquella misma que coincide con mi manera de sentir y de
pensar, y que usted tan olímpicamente despreció
cuando era presidente de Guatemala.
No voy a recordar a usted nada de lo que debe recordar muy bien, ni voy a
reprochar a usted ninguno de los desaciertos que cometió y que ojalá hubieran
producido idetrimento únicamente en su persona.
Sólo le señalaré muy a la ligera, los errores más de bulto que cometió y que
fueron fueron la ruina del país.
Recordará bien que usted llegó a la presidencia de
la República, como producto de un legítimo
fraude electoral. El
primer día de elecciones, creo que el viernes 10 de noviembre de 1950, hubo en
la ciudadanía efervescencia por concurrir a las mesas electorales, pero el
segundo y tercer días, todo entusiasmo decayó. ¿Por qué? Porque los
partidos políticos que lo apoyaban inflaron de tal manera las cifras, se
echaron tanto capote, como se dice o la jerga billarística, que los que
venían atrás ya no se, preocuparon por alcanzarlos, ni ellos corrieron más por
que sabían que no había quién los alcanzara. Yo
mismo tuve oportunidad de hablar con muchos de sus partidarios, quienes se
jactaban en un alarde de suma inconsciencia, comosi hubiesen realizado una
hazaña heroica, de haber votado once y
doce veces por el mismo candidato —usted— en distintas mesas electorales.
La verdad de esta gran mentíra -¿no produce
desaliento indefectiblemente en cualquier ciudadano honrado?
Hago a usted
este breve recuerdo para demostrarle que su
gobierno, asentado sobre bases falsas, no fue producto de la opinión unánime
de su pueblo ; de ahí que, por temor a la repulsa, jamás se haya
atrevido a mostrarse en público ni menos atender a los que le pedían audiencia.
Su sistema de gobierno, llamado democrático a
puerta cerrada, fue peor que el despotismo atribuido al general
Ubico ... Y a propósito, antes de seguir escribiendo, quiero declararle, con
absoluta lealtad —lealtad con la que el hombre se debe conducir ante la virtud
o el pecado—, que si bien es cierto que fui enemigo
del general Ubico durante los últimos siete años de su gobierno,
frente al panorama de la historia, tengo que absolver, como lo he absuelto ya,
a aquel gobernante, en vista de los daños causados a los guatemaltecos durante
los últimos dos meses, los cuales han superado a los que aquel gobernante pudo
ocasionar en catorce años de ejercicio gubernamental.
La persuasión acerca de estos hechos me ha dejado anonadado. Ningún director de Policía, desde la independencia hasta
nuestros días, cometió tantos crímenes como el suyo. ¿En dónde encontró usted este raro espécimen de
criminalidad? Y lo peor del caso es que la responsabilidad de su amigo Rogelio
Cruz Wer, debe compartirla usted, pues, que
toleraba la comisión de aquellos atropellos.
Ningún gobernante dividió tanto a la familia
guatemalteca como usted... i Qué
hermoso hubiera sido que usted, sin plegarse a doctrinas exóticas, se hubiera
propuesto hacer un gobierno nacionalista buscando una armoniosa relación entre
todos los ciudadanos ! Nuestra patria es tan chiquita, que tan sólo con un poco
de buena voluntad y sana intención de los gobernantes, se puede trabajar y
vivir con tranquilidad en ella convirtiéndola en un risueño jardín. Nuestro
territorio tiene de todo, para producir lo que consumimos. Con cierta
habilidad, nuestras relaciones de importación y exportación hubieran aumentado
de volumen y no hubiéramos sufrido ningún deplorable entorpecimiento. Los
Estados Unidos de América del Norte han sido los que han suministrado a estos
pequeños pueblo de Latinoamérica todo lo que necesitan para sus industria y
paras su consumo. Son también los que les compran las materias primas que
ellos necesitan. Entonces, ¿para qué ofendederlos como fueron ofendidos a sabiendas de que, tarde temprano, tomarían una represalia?
La valentía (?) con que se produjo en las conferencias de Caracas el embajador
Toriello, defendiendo a capa y espada, como un buen torero, la postura de
Guatemala, fue una puntilla asestada
directamente a usted en aquella famosa plaza de toros ¿No hubo quién
le señalara esto? Ahora, muchos se preuntan si Toriello fue leal a su gobierno,
o ya estaba de acuerdo con lo que ustedes llamaban imperialismo. La sonrisa de Foster Dulles, en aquella conferencia en la
que se insultó y se desafió de lo lindo a su país, pasará a la
historia. . .
De aquel tiempo para acá, todo está muy fresco, como para que pretenda
hacer evocaciones. La huelga bantti(~i!, de Honduras, problema recién
terminado, a mi juicio, contrtribuyó en mucho a la invasión del ejército libertador.
¿Cuántos hombres atravesaron la frontera? Un puñado de valientes nada más, como
los descamisados de Pizarro. Y estos pocos hombres, decididos y valientes,
apoyados por dos viejos avioncillos de guerra, fueron suficientes para
desconcertar a las filas del ejército guatemalteco ... ! Ah, pero me olvidaba
que una de las consignas fundamentales del mismo comunismo, es la
sistemática destrucción de los ejércitos! Y usted,
coronel Arbenz, agente de Moscú, comisionado en América como presidente de una
república. cumplió fielmente aquella consigna. Pero no tuvo eltino de calcular
las consecuencias. Tomó muy a pecho su cometido y se encegueció.
Ahora la historia, al hacerle justicia será inflexible y le condenará
irremisiblemente por traidor a la patria. Y, ¿qué dirán del desastre sus
correligionarios?
Ningún gobernante, a menos que yo sepa, se retiró del mando de una manera
tan cobarde como usted. Recuerde de que le apellidaban "El Soldado del
Pueblo", sin por su cooperación en el movimiento armado de 1944; pero
ahora se cree que aquella cooperación suya fue como la de aquel espectador que
en la piscina de un baño público, fue arrojado al agua y de casualidad sirvió
de tabla salvadora a una niña que se estaba ahogando. Y cuando preguntaban por
el héroe para premiarlo, él buscaba al que lo había empujado...
Y aquí, frente a mi mesa, todavía estoy viendo los costales de arena que se
hicieron subir a las terrazas del palacio y de la casa presidencial para
protección contra las balas enemigas. Todavía estoy oyendo las frases de
usted trasmitidas por la radio nacional: "¡Ni un paso atrás... !"
"¡ Ni hoy, ni mañana, ni nunca!" (se refería al almuerzo del coronel
Castillo Armas prometido para el 25 de junio); "Palmo a palmo defenderemos
como un solo hombre, el territorio nacional, hollado por el architraidor
Castillo Armas"; "Si la guerra quieren, la guerra tendrán" ... Y
esas promesas hechas al pueblo, contribuyeron a hacer más aparatoso su
derrumbe. Porque usted se derrumbó, lo derrumbaron, "lo rempujaron",
coronel Arbenz, como a un maniqui inservible. Sus
obreros y sus campesinos, únicos a quienes usted reconocía como el pueblo
de Guatemala, lo dejaron solo a la hora de las tempestades. ¿Ya
ve lo que es buscar apoyo en las masas populares? En la hora de ¡hora, ni para
remedio —como dicen las viejas— se encuentra un solo arbencista en Guatemala...
Yo no niego que la intención de usted ha de haber sido buscar el bienestar de
las clases trabajadoras; pero debió de
buscarlo por otros caminos que no fueran los del menosprecio a las otras clases y el de la intransigencia loctrinaria. Su
dogmatismo en materia política fue su perdición y, lo peor, que los pocos
valores que forman la conciencia de un pueblo, fueron pisoteados por usted y
sus partidarios.
Los últimos gobernantes que hemos tenido no tenían hijos. Usted los tiene y ni
siquiera pensó en ellos cuando cometía o toleraba crímenes. ¿No recuerda la
sentencia de Moisés?: "La iniquidad de los padres se castigará en
los hijos, hasta la cuarta o quinta generación." Horrible ¿verdad? Sin
embargo, creo que usted ha prestado un servicio a la patria. Su caso ha de
servir de ejemplo.Como es natural, usted y sus partidarios alimentarán la
risueña esperanza de que el régimen que ahora empieza a estrtucturarse, se
derrumbe de repente. Esto es posible, pero paarán muchos años, quizás un
centenar o más ... Los blos que pretenden dominar al mundo y logran ha —como
nos lo señala la historia—, tardan más o ni quinientos años, y nosotros, en
América, todavía somos masiado jóvenes como para entregarnos a una
dominación ultramarina.
Usted debe reconocer que los principios en que se inspiro la Revolución
de Octubre del 44 —sanos principios para la época en que nacieron—, fueron
pisoteados groseramente y que el desvío operado en aquella trayec luminosa, fue
provocado y aprovechado por elementos izquierdistas que lograron infiltrarse en
sus filas, por tolerancia punible del primer mandatario de la revolución. usted
hubiera sido patriota, no hubiera pretendido
entregar su patria a la dominación extraña. Su apellido, como el de los otros dos más sanguinarios de sus
colaboradores suena a teutón.
Y quizá por un cruel atavismo, por una sangrienta
burla racial, se reflejó en ambos
a la hora de poder.
En un libro que ya no anda por ahí —y
que por cierto fue sensacional en los primeros años de la revolució
describí someramente los crímenes cometidos por el ubiquismo. Y usted me ha
dado; no la ocasión de rectificar sino la oportunidad de establecer un
paralelo. Usted y sus colaboradores, en catorce
días de arbencismo —llamaré a su sistema de gobierno—, cometieron crímenes
mucho más horrendos que el ubiquismo en catorce años de duración. Esta
confesión es dura, pero es efectiva. No podemos sustraernos a una evidencia
palpitante. El silencio o la tolerancia, serían complicidad. El general
Ubico mandaba matar, no lo niego, pero por hechos legítimamente comprobados y
con la sana intención de ejemplarizar. Perseguía a sus enemigos políticos, los
encarcelaba y a los pocos años los soltaba.
Además, Ubico y sus colaboradores eran
responsables de sus actos. Jamás ordenaron secuestros.
Y las familias no fueron inútilmente castigadas con el horrible tormento de la
incertidumbre. El prisionero, cuando así convenía a las intenciones del
dictador, era encontrado en los cuarteles o en la penitenciaría ; pero nunca
desaparecido definitivamente, ni menos desnudo y flagelado más allá de las
fronteras. . .
Pero matar, como lo hizo su amigo el coronel
Rogelio Cruz Wer,y sus secuaces por el solo hecho de pensar opuestamente
al comunismo, eso jamás... Se lo dice en esta hora suprema, de
una amargura singular, un enemigo del general Ubico, que no tiene interés en
defender la memoria de aquel hombre, ni menos ofenderla estableciendo una
repugnante comparación.
Yo no fui enemigo suyo ni opositor de relieve a su política de gobierno. Durante la campaña electoral de 1950, fui
redactor y marginalista del diario "E¡ Pueblo", vocero del partido
del mismo nombre que propiciaba la
candidatura del licenciado Jorge García Granados para presidente de la
República. Como literato y hombre
libre, debía escoger al candidato que me pareciera mejor. Y nadie, si es honrado, me negará que García Granados,
entre los seis o siete candidatos que se lanzaron al palenque electoral, era el más capaz. Y este excandidato y el general Ydígoras Fuentes, deben de tener en su
conciencia la convicción de que los votos que obtuvieron en las urnas
electorales, fueron hermosamente legítimos, espontáneos, sinceros, cabales,
redondos ... En cambio usted, coronel Arbenz, debe haber tenido
siempre la molesta convicción de que los diez o doce
votos que individualmente emitió cada uno de sus inconsecuentes y
perversos turiferarios, tras de conculcar los más bellos
principios de la democracia, sirvieron para elevarlo y colocarlo sobre una base
falsa. Pero de eso no tuvo usted la culpa, sino su juventud y su inexperiencia.
Si usted hubiera conocido, aunque superficialmente, la psicología del pueblo
guatemalteco, no hubiera cometido tanto error; ni se hubiera visto obligado a
huir del poder, como lo hizo. Hubo patriotas desinteresados que a tiempo le
señalaron esos errores, para que los enmendara—porque podía hacerlo— y nunca
quiso oírles ni atenderleles. Si usted tuvo la intención de evitar el mal y no
pudo, era impotente; si no quiso, era perverso. Y
es dolorono pasar a la historia con estos calificativos.
Pero no
hablemos ya del pasado. Vamos al presente ¿Qué será de usted y de los
suyos en el porvenir? A dorad, quiera que vayan, llevarán un estigma. Los ojos
de Ante rica —como el bíblico ojo de Caín—, están fijos y observadores en
ustedes. En el ajedrez internacional de la político. Rusia perdió su mejor
posición en América. Si usted los suyos no eran comunistas, resultan, en el
análisis,traidores a su propia patria, entreguistas voluntarios, falaz rara e
inconsecuentes. Si efectivamente lo eran, han sido traidores a la causa, y
conforme con el dogmatismo del programa soviético, merecedores de la
muerte. Porque los comunistas, a los que se muestran tibios o vacilantes, les
atan una bala de cañón al pie y los arrojan de cabeza al Volga, Volitilcuando
son atrapados en la órbita de las estepas ... Pero cuando son derrotados en
otras partes, entonces suelen matarlos... ¿Dónde? ¿Cómo? Sólo ellos lo saben y
lo hacen . Sobran los ejemplos para que me proponga señalarllos.
De ahí que, dada la negativa de los gobiernos de muchos países amigos de
Guatemala en Latinoamérica paraadmitirlos, cuando el respectivo salvoconducto
les sea tendido, caso de serlo a saber de aquí a cuándo, tendrán que refugiarse
en la propia Rusia o ende los países sometidos a su dominación; mas, en todos
estos pueblos prevalece con toda su intensidad el precepto
dogmático del programa comunista, tendrán ustedes
que ser condenados a muerte o confinados a la Siberia, para morir en los
trabajos forzados, porque los comunistas, los del Kremlin, sólo toleran a
los vencedores, jamás a los vencidos. Y ustedes, ¿qué
dirían a los dirigentes rusos el día que arribaran a sus estepas? Estoy viendo
los semblantes de los unos y de los otros. . . Nuestro pueblo, de suyo
chispeante y burlón, se solaza divulgando chistes ingeniosos alusivos al
desmoronamiento de su gobierno.
Eso del milloncito de quetzales extraído arbitrariamente de la Tesorería
Nacional, dinero de este pueblo pobre, con la
complicidad del mayor Alfonso Martínez Estévez, del coronel Carlos Enrique Díaz
y de otros exfuncionarios conocidos, ha enojado profundamente a la ciudadanía y pide que "a como dé lugar", centavo por
centavo, sea reintegrado al lugar de donde lo sacaron. Lo que ya
no será posible reintegrar, serán las vidas de muchos cristianos guatemaltecos.
Recuerde usted que el 22 de marzo de 1952, dos años atrás, las distintas
agrupaciones anticomunistas de Guatemala, en documento que pasará a I historia,
pidieron a tisted: I, la disolución del partido
comunista, con base en el artículo 32 de la Constitución; II, la separación de
los elementos nacionales o extranjeros que, infiltrados en su gobierno —como
las molestas niguas—, apoyaban y defendían la doctrina comunista; III, la
expulsión de los agitadores extranjeros; IV, rectificación de la política
internacional, retirando a los diplomáticos imprudentes que con su actuación
estaban comprometiendo la soberanía nacional.
No era mucho lo que estos patriotas pedían. Pero usted, con un olímpico
desprecio, ni siquiera les acusó recibo de su queja. Concluían pidiendo a Dios
que no permitiera que su gobierno desoyera el clamor del pueblo guateinalteco,
que se compendiaba en los cuatro puntos de aquella petición, a fin de evitar
una guerra civil que, tarde o temprano, ensangrentaría el suelo patrio; y usted
y los suyos tio quisieron oír aquel aviso oportuno. Lejos de ello, usted y su
ministro de Relaciones Exteriores, el garrido canciller Toriello, dijeron:
"La, batalla de Guatemala ha comenzado', y todos creímos que en' el
horizonte se perfilaban las llamas de un incendio como el de Corea. Pero lo
cierto del caso es que sí se derramó sangre guatemalteca, y Dios hizo-su
voluntad atendiendo los ruegos del pueblo de Guatemala.
Si usted hubiera podido darse cuenta que el comunismo estaba dislocando la
moral cristiana y que la Iglesia, por medio de sus prelados, condenaría
aquellos pasos —condenación que sería recibida en el alma popular con distintas
reacciones, una de ellas, la lucha material—, quizá hubiera dado o, por lo
menos, intentado dar un leve sesgo en la política de su gobierno, viraje que le
hubiera sostenido por algunos años más, evitándole 'amarguras, incomodidades y
humillaciones como las que debe estar padeciendo hoy.
Dicen las gentes que la soberbia de su esposa,
especialmente con las damas cultas de Guatemala, esas que usted desdeñosamente
calificaba de "reaccionarias", le conquistó numerosas antipatías. Que
en un baile del Club Guatemala —y esto lo publicó la prensa de aquel entonces—,
ella dijo a un corresponsal de prensa extranjera, que cuando conoció a usted
"era un muchacho tímido" y que ella le había enseñado de todo, hasta
bailar...
Es muy peligrosa la influencia de las mujeres sobro-la vida de un hombre,
especialmente si éste gobierna un pueblo. Ya lo dijo Pericles, hace muchos
siglos. Generalmente, los hombres dotados de, mayor inteligencia concluyen
haciendo lo que sus mujeres tontas quisieron que hicieran. Y ahora, si la mujer
es más decidida y abachillera que el hombre...
Recordemos a aquella bellísima; austriaca que se llamó María Antonieta y al
infortunado Luis XVI. Me refiero a la influencia de ella sobre él, no al fin
que tuvieron. ¿qué se hicieron los amigos de Guatemala, especialmente los de
México, qu ele enviaban melifluos mensajes de simaptía? ¿Qué s ehicieron
aquéllos que decían y le consideraban a usted "el más heroico de los
paladines de América, capaz de emprender hazañas extraordinarias, como jamás
las habían visto los siglos, ¡caballero de la dignidad!"?
Todas las personas que formaron esos grupos, amigos del diente al labio, lejos
de ofrecer sus buenos servicios a la República —cosa que seguirían haciendo
hoy, si hubieran sido sinceras—, sólo ofreciap, apoyarlo a usted y a su
gobierno, como si usted y los suyos hubieran sido Guatemala. Por eso hay que
desconfiar de esos grupos de personas amigas en el exterior. ¿Dónde están los
treinta mil simpatizantes del Uruguay? ¿Los de'México? ¿Los de Cuba? ¿Los de
Chile?...
Y los partidos políticos que lo apoyaban, los "mayoritarios", ¿qué se
hicieron, coronel Arbenz? ¿Ve usted lo inútiles
que son los partidos políticos a la hora en que deben defender al gobernante a
quien en todo el tiempo dicen apoyar? El
fomento de esos grupos ha sido y seguirá siendo lesivo a los
intereses nacionales, especialmente en un medio tan singular como el nuestro...
Números abstractos, lirismos, alucinamiento, ilusión, espejismo, sueño...
Recuerde usted que cuando los militares del Estado Mayor le invitaron para
cambiar impresiones sobre la política interna, usted les dio respuestas
ambiguas y el cuestionario, conteniendo veintidós puntos, usted lo dejó sin
respuesta categórica. Si en esos momentos usted hubiera podido ver más allá de
la cortina de hierro que frente a sus ojos tendían sus falsos amigos para
desorientarlo, era tiempo todavía de salvarse. Sorprende que siendo usted
militar haya desconocido el hecho de que, cuando el ejército toma cartas en un
asunto, especialmente de suma gravedad como ese, es muy difícil ya salir del
atolladero. Y todo esto sucedía quince días antes de su derrumbe. Si
hubiera atendido a sus compañeros de armas, a estas horas todavía estaría usted
cómoda y tranquilamente sentado en la silla ambicionada y el pueblo entregado a
sus labores como siempre. Y ¡ quién sabe si no hubiera aplaudido sinceramente
su conducta! Pero, coronel Arbenz, por pura fatalidad, se mostró ciego y sordo
ante las reiteradas indi cationes de sus conciudadanos.
El destierro es, a mi juicio, el más benigno de los castigos. Porque el
encierro en la penitenciaría o en un camp de concentración, es amargo ; se lo
dice alguien que lo ha sufrido, y no por pocos años.
El entierro, ese sí no tiene ya remedio. Y usted y lo suyos se hallan
amenazados por el más benigno de los castigos. Y ese castigo, ¿por qué? Por el
capricho, por la terquedad, por la insensatez, por la voluntaria sordera de; no
querer oir el rumor del río humano que amenaza salir-; se de madre si no se le
abre el dique con que torpemente' se le quiere detener.
No podría creer nunca que los terribles asesinatos cometidos en los últimos
tiempos hubieran tenido por mira el mejoramiento de Guatemala. Si usted, como
el genera Ubico, hubiera visitado los pueblos y, mejor, si hubier visitado
alguna vez los barrios de la capital, habría comprobado la miseria de. sus
habitantes, y si hubiera tenid corazón, algo habría hecho por mejorar sus
deplorable condiciones. Porque no es posible suponer que su crueldad haya
llegado hasta el extremo de mostrar indiferencia an el dolor de los
necesitados. Ese gesto le hubiera evita muchísimas antipatías. Para gobernar a
Guatemalalo dije otra vez—, sólo falta un poco de buena voluntad sana intención
; y allá, de vez en cuando, como ahora, por las circunstancias, un poquitín de
mano dura. El pueblo es dúctil y le gusta el trabajo y la paz. Pero no hay q
llevarlo por senderos equivocados, porque entonces resol lo mismo que acabamos
de ver...
Creo, por lo que veo, que usted, coronel Arbenz, leyó mi libro "Ombres
contra Hombres" ; ahora, el conido de ese libro es pura literatura
infantil
Usted nunca me dispensó el más simple favor como gobernante, ni yo le serví
jamás; fuimos completamente indiferentes. Luego, ningún sentimiento, a no ser
el patriótico, ha sido el impulsor de estos renglones.
Yo no conozco a usted, ni usted me conoce a mí. Nunca estreché su mano, ni su
voz oí. No hubo entre nosotros ni siquiera la simple relación de gobernante a
gobernado. Ni la sencillez del saludo callejero...
Quizá algún día nos encontremos en el camino de la vida. Y mientras tanto, sólo
me queda repetir la misma frase que en otra carta dije otro dictador: Sic
transit gloria mundi.
(Tomado del periódico La Idea, No. 13, de
2 de julio de 1954.) Imprenta "La República". Tiraje: 85,000
¿RUINA
ROJA PARA GUATEMALA?
POR MICHAEL
SCULLY
UNA MINORIA
DIRIGIDA POR MOSCÚ DOMINA A TODO UN PAÍS
ANTICOMUNISTA
Guatemala es
una tierra serena, de montes de esmeralda
y lagos de zafir,
con campos tachonados del rojo cereza del café
maduro, habitada en gran parte por
indios pequeños y tímidos que entretejen el arco iris en la trama de sus vestiduras. Allí el vuelo de las aves del trópico borda coloreadas
filigranas sobre las selvas, en tanto que la luz solar rocía la fronda de blancor, en
caprichosa fantasía de lunares; y allí Antigua, la
ex-capital, aún se muestra como la más
encantadora reliquia colonial del hemisferio.
Sin embargo, la vida de Guatemala hoy no es seductora ni' serena. Hay asesinatos, motines y una cínica suplantación de
la voluntad popular. Los comunistas,
explotando mañosamente la inocencia política y el ardiente patriotismo de los guatemaltecos, han hecho de la nación un campo de batalla,
pequeño pero vital, entre las fuerzas del mundo libre, puestas a estimular el
progreso de estas regiones todavía poco desarrolladas, Y el designio comunista de precipitarlas en el caos en que
sólo prospera el comunismo.
El inmediato objetivo comunista es la intervención de las inversiones
norteamericanas: las de la United Fruit Co. (que ya parece definitivamente
sentenciada), por valor de $50.000.000; los $15.- 000.000 de la Empresa
Eléctrica de Guatemala, sucursal de la American Foreign Power; los $60.000.000
de la International Railways of Central America.
Estos no son sino movimientos iniciales. El comunismo está utilizando a
Guatemala como base desde la cual impeler una reacción en cadena, de atentados
contra los 5000 millones de dólares que importan las inversiones de capital
estadounidense en Hispanoamérica,
y después contra sus análogas en el mundo entero. El éxito de semejante
programa, aunque sólo fuera parcial, tendría incalculable valor para Moscú.
Lo irónico es que
Guatemala no es comunista. Entre
los tres millones de habitantes del país, el partido cuenta, a lo más, con 3,000 afiliados (una décima del uno por
ciento). Sin embargo, el comunismo manda.
El presidente de la República, coronel Arbenz, ha
declarado subversiva toda oposición que se le haga. Sus tropas disuelven a
balazos las manifestaciones anticomunistas. Las consignas
comunistas se airean en la prensa'subvencionada por el gobierno. La radio
oficial, dirigida por un miembro del partido,
chilla pertinazmente contra el «imperialismo yanqui.» Tanto el
extremista nuevo Código del Trabajo como la Ley de Reforma Agraria se han
convertido en herramientas de la política roja.
Esta desconcertante contradicción (la de un pueblo anticomunista sujeto a una
política enraizada en Moscú) constituye un ejemplo excelente para entender la
guerra político-económica de nuestros días. Residiendo.
en Guatemala hace nueve años presencié la aparición de este fenómeno, y he seguido su desarrollo desde
entonces con atención asidua.
Hasta 1944 Guatemala venía siendo regida por
dictadores duraderos. El último de ellos, el general Jorge Ubico,
duro y sagaz, hizo del país un modelo de orden y prosperidad fiscal; pero mantuvo los salarios a nivel lastimoso, prohibió los
sindicatos obreros, sometió a los campesinos a la condición de peones casi
irredimibles. En junio del año citado estalló una revuelta
popular. El general Ubico entregó el poder a una junta y escapó.
El período caótico subsiguiente, que incluye una revolución sangrienta (la del
20 de octubre), se caracterizó por el retorno a
Guatemala de un hombre hacia el cual todos los ojos se volvían como a un
salvador, el profesor Juan José Arévalo, de 42 años, a quien Ubico desterrara por sus escritos idealistas y
fogosos. Arévalo cautivaba a las
masas con su sola presencia. Al
celebrarse las elecciones presidenciales, triunfó por una mayoría de 22 a 1.
El Arévalo de los comienzos, con quien yo me
entrevisté antes que tomase posesión de la presidencia, mostrábase como un hombre de buena voluntad, anhelante de serlo todo para todos los guatemaltecos; mas su
política era cándida y nebulosa. «Yo
soy—declaraba—un socialista antimarxista y antimaterialista, que
cree en la básica exaltación del poder espiritual en la vida colectiva.»
Mientras discurseaba Arévalo, un extranjero
empezaba, con planes más positivos, a trazar el futuro de Guatemala: Vicente
Lombardo Toledano, quien había ya empujado el movimiento obrero de su país,
México, hasta.el borde del comunismo. Aunque negaba suavemente su filiación
comunista, Lombardo visitaba periódicamente a Moscú
desde hacía mucho tiempo y era el más fuerte instrumento del Kremlin en Hispanoamérica. Al iniciarse la segunda guerra
mundial, había empezado Lombardo su «lucha contra el fascismo» mediante la
formación de la CTRL (Confederación de Trabajadores de la América Latina), un supersindicato obrero que se extendía por 14
países. Guatemala no estaba incluida en este organismo; Ubico había negado la entrada en el país a Lombardo
Toledano.
Con todo, Guatemala figuraba en los planes de
Lombardo: en su Universidad de los Trabajadores, con sede en la
Ciudad de México, se había adiestrado durante
años a muchos jóvenes izquierdistas hispanoamericanos, guatemaltecos
inclusive, para la misión de futuros dirigentes
obreros en sus respectivas naciones. Poco después de la huida de
Ubico, ya estaban en Guatemala Lombardo y su plana mayor organizando
sindicatos, escogiendo dirigentes y forjando con maña un instrumento
consistente y práctico para el «socialismo espiritual» de Arévalo. Era la cuña
de entrada del comunismo.
Arévalo tenía en su contra dos desventajas. De un lado, su
«socialismo» y el programa de reformas que patrocinaba ante el nuevo Congreso
Nacional le concitaron pronto la enemiga de los
ricos cafeteros del país. Además, como cabeza civil de un estado
tradicionalmente regido por dictadores militares, no podía confiar en el apoyo
del ejército. Desde su incómoda situación,
Arévalo divisaba un solo puntal efectivo en que apoyarse, y ese
puntal únicamente Lombardo se lo podía proporcionar: el concurso de los
trabajadores, a quienes era fácil congregar y
exhibir en impresionantes desfiles, y cuyas exigencias podían
resonar convincentemente, en el Congreso al menos, como expresión de las ansias
populares. En la fecha actual, unos 30.000 obreros
de la ciudad y 75.000 del campo están bajo las órdenes de la Confederación Guatemalteca
del Trabajo, y ésta a su vez está dominada por Lombardo y por Moscú.
Y es lo
singular que ni un dos por ciento de esos 105.000 trabajadores entienden la
ideología comunista; aunque, como es muy humano,
todos ellos ansían lo que les prometen sus líderes rojos: jornales más altos, buena vivienda, tierra propia.
En su inmensa mayoría analfabetos o semianalfabetos, esos trabajadores se dejan conducir con
simple inocencia por personas que saben ocultar habilidosamente sus verdaderos
fines; y, secundados de sus familias, aseguran al gobierno la
mayoría, en los comicios de un país cuyo mayor número de votantes hasta la
fecha ha sido de 375.501.
Con ayuda tal, Arévalo sobrevivió en el poder a
las 28 revueltas y conspiraciones habidas durante su sexenio presidencial.
La constitución guatemalteca de 1945 prohibía la reelección; por lo que, cuando
el mandato presidencial de Arévalo iba llegando a su término, surgieron dos ambiciosos jefes militares que empezaron a
maquinar para adueñarse del mando. Uno, el teniente coronel Jacobo Arbenz, izquierdista; el
otro, el coronel Francisco Arana, conservador.
La candidatura de Arana pronto quedó suprimida.
El 18 de julio de 1949, al regresar este candidato a la capital de la
República, de su inspección en automóvil a un arsenal próximo, tuvo que
detenerse ante otro auto que le cerraba el paso de un estrecho puente. En el
momento en que se echó afuera para ver qué ocurría, el fuego de unas ametralladoras ocultas rasgó el silencio del
mediodía ... Los más de los guatemaltecos convienen en que los
asesinos de Arana fueron unos jefes subalternos del ejército, partidarios de
Arbenz.
Inmediatamente los militares amigos de Arana se lanzaron a la insurrección. Arbenz les hizo frente a la cabeza de las fuerzas leales
al gobierno, y una vez más, el factor decisivo en la contienda fue
alguien que no aspiraba a puestos políticos en Guatemala. En la precisa
coyuntura en que los rebeldes se acercaban ya al Palacio Nacional, comenzaron a llegar a los puntos estratégicos camiones
llenos de obreros, adiestrados para «la defensa de la revolución.»
Este refuerzo aseguró a Arbenz el acceso a la presidencia. En las elecciones,
el candidato izquierdista obtuvo el 65 por ciento de los sufragios.
Desde que Arbenz subió al poder (marzo de 1951), la posición política de
Lombardo Toledano viene siendo el más seguro indicador del rumbo de Guatemala. Tan pronto como apareció clara la identificación de Lombardo
con Moscú, perdió este hombre la
adhesión de las masas de México. En otros países su
Confederación ha ido quedando diezmada, hasta el punto de que hoy en día
sólo tiene ya importancia en cuatro o cinco naciones. En Guatemala, por el contrario, la CTAL lo puede todo, y allí aparece
Lombardo frecuentemente como agasajado huésped y consejero. Es más,
el presidente Arbenz ha establecido un enlace permanente con el jefe de la CTAL
nombrando cónsul en la Ciudad de México a Manuel
Pinto Usaga, discípulo de Lombardo y su colaborador en la
organización del movimiento obrero de Guatemala.
Con todo y su rojo fulgor, el gobierno de Arbenz en
sus más altas esferas no es abiertamente comunista. Es el
producto de un movimiento juvenil. Los cabecillas de la revolución de 1944
andaban entre los 20 y los 30 años de edad; los legisladores de 1945 tenían por
término medio 28 años; Arbenz tiene ahora 39,
y la mayoría de sus ministros le ganan en
juventud. Impetuosos, inexpertos en la política y en el ejercicio del
poder, estos jóvenes se han dejado fácilmente inducir por hombres tan listos como Lombardo, a una acción en que se confunden los legítimos postulados del
nacionalismo con programas que
sirven a los fines comunistas.
Pocos guatemaltecos sostienen que la situación de 1944 no exigiera reformas; y
en verdad, las bosquejadas en la constitución de 1945 pudieron conducir, tanto
a la justicia económica como a la paz política. Mas, en su afán de deshacer
agravios, los jóvenes exaltados que gobiernan a Guatemala permitieron que, en
desarrollo de la constitución, se dictaran una ley de Reforma Agraria y un Código
del Trabajo que, aunque parezcan proteger al trabajador, responden en realidad
a tres designios comunistas:
Expulsar del país a la United Fruit Co., la International Railways y la Empresa
Eléctrica de Guatemala, y dar al gobierno el manejo de las propiedades de
dichas empresas cuyo valor asciende a $125.000.000.
Hacer de todo trabajador guatemalteco, cualquiera sea su religión o filiación
política, un hombre que deba su vivir, y su voto por
lo tanto, a un gobierno guiado por los comunistas.
Crear, para la administración de las propiedades nacionalizadas, una burocracia que tenga a sueldo a millares de personas que
serán firme apoyo del gobierno.
La Ley Agraria, uno de los brazos de la tenaza comunista, proclama primero que los terrenos sin cultivar se repartirán
a los campesinos a fin de que cada uno de éstos, cultivando su pequeña parcela,
pueda hacerse independiente; pero después la
ley, cuyo autor principal fue Víctor Gutiérrez (el camarada comunista que
figura al frente de la confederación obrera), previene que:
1. La tierra es de la nación. Los campesinos tendrán derecho al uso vitalicio
de ella, siempre que paguen como arrendamiento el tres por ciento de las
cosechas; acepten la dirección gubernativa
encomendada al comité agrario local; paguen al gobierno «precios justos» por
los animales, semillas y herramientas que les venda; y produzcan en forma que
el comité considere «racional.»
2. El comité local se compone de cinco miembros, de
los cuales tres han de representar a los sindicatos (dirigidos por los rojos).
Semejante método permite que dos o tres comunistas
bien adiestrados dicten su norma a un número
hasta de 100 familias no comunistas.
Al amparo de esta ley se lleva a cabo la expropiación de los terrenos de la
United Fruit Co.
El Código del Trabajo, el otro brazo de la tenaza comunista, concede a cualquier grupo hasta de tres obreros quejosos el
derecho a declarar una huelga. Por endeble que sea la razón en que la huelga se
funde, nunca podrá perderse porque la ley
obliga al patrono a pagar los jornales devengados durante el paro.
De otra parte, el código hace poco menos que imposible
el despido de un obrero por falta de honradez o por incompetencia.
Este código se viene utilizando constantemente, no para mejorar la suerte de
los trabajadores sino para hostilizar y arruinar a las compañías extranjeras.
El 8 de octubre de 1953, después de una huelga muy bien organizada de 6000
obreros, el gobierno se incautó «temporalmente»,de la International Railways,
el 4~ por ciento de cuyas acciones pertenece a la United Fruit.
En julio último, los obreros de la Empresa Eléctrica (los de salario más alto
en Guatemala) se lanzaron a la huelga. Al cesar la producción de energía, el
gobierno declaró el estado de emergencia, nombró su propio gerente interino y
encargó a unos interventores el examen de los libros de la compañía. La
«emergencia» continuó en tanto que el gerente gubernativo instruía un
expediente de expropiación, actualmente en curso.
Estos no son más que algunos de los hechos de
todo un lapso de tres años de huelgas,
embargos, sabotajes y propaganda «anti-imperialista.» Las consecuencias han sido: pérdidas de valiosas propiedades, descenso agudo del
rendimiento del trabajo, retraimiento absoluto en las inversiones de capital
extranjero, y una evasión de capitales nacionales en cantidad que, según los
comunistas mismos, asciende a 24.000.000 de dólares. La
elevación lograda en los jornales ha quedado anulada por una rápida inflación;
y en tanto que en 1946 visitaron esta tierra
encantadora 45.000 turistas que gastaron 20.000.000 de dólares,
en 1953 el número de turistas no llegó a 5,000.
¿Tiene aún solución el problema? Los
guatemaltecos han hecho esfuerzos repetidos y valerosos para romper los grillos
comunistas. Al conocerse la sustitución del
director y las monjas del hospicio católico por empleados notoriamente
comunistas, se produjo una
manifestación tumultuosa de mujeres del mercado y de estudiantes que
irrumpieron en el local del orfanato y pusieron en fuga al nuevo personal. Luego
la multitud, engrosada hasta el número de 10.000
personas, se dirigió al Palacio Nacional tremolando carteles anticomunistas.
No habiéndose detenido los manifestantes al toque de atención de la policía, los guardias hicieron fuego: resultaron cinco muertos y 60 heridos.
En abril próximo pasado el gobierno hubo de
sofocar en tres ciudades de provincias una revuelta dirigida por
oficiales expulsados del ejército. En los últimos meses han venido surgiendo choques esporádicos entre grupos de
campesinos y algunos de sus presuntos bienhechores, los comités agrarios adiestrados
por los comunistas. La actitud del pueblo aparece más diáfana de día en día.
Queda sólo esperar que esa actitud encuentre los medios de prevalecer.