domingo, 20 de diciembre de 2020

AQUÍ TIENEN USTEDES AL CUERVO-AVE DE TRETAS

 19-6-20

Aquí tienen ustedes al cuervo...
(Condensado de
«Nature Magazine»)
Por Alan Devoe
AVE DE TRETAS... DE PLUMAS PRIETAS
  SELECCIONES DEL READER'S DIGEST    Mayo de 1948

HENRY WARD BEECHER* *Teólogo y predicador estadounidense famoso por sus conferencias y sermones, que le valieron ser tenido por el orador más elocuente de su época en la América de habla inglesa. Fue tino de los jefes del movimiento que abogaba por ¡a abolición, de la esclavitud en los Estados Unidos.dijo en cierta ocasión que si los hombres echasen alas y plumas muy pocos tendrían suficiente viveza para igualarse con el cuervo. Pudo añadir que muy pocos lo igualarían en lo ocurrente, lo travieso y lo imprevisible. Porque el cuervo común es un genio con plumas y un pájaro de cuenta que nunca acaba de dar sorpresas.
Del que una señora tenía domesticado en su casa cuentan que era tan escrupuloso que lavaba las lombrices antes de echárselas al gaznate. Otro cuervo, ratero habilísimo, no solamente le limpiaba los bolsillos al más precavido, sino que, de no hallar nada que llevarse, gritaba « ¡Vete al diablo!» y salía volando muy colérico. El dueño de un alambique clandestino adiestró a un cuervo para que montase guardia y le diera aviso cuando se aproximaran los guardas. Extralimitándose en sus funciones, el pajarraco dio en gritar picarescamente apenas le echaba la vista encima a una buena moza: « ¡Ayayay!... ¡Peligro grave!»
Desde luego, no todo cuervo aprende a hablar; pero algunos, domesticados desde muy jóvenes, han llegado a saber un centenar de palabras sueltas y hasta unas cincuenta frases. Aun de los cuervos que viven libres en los campos se dice que haya habido quienes les oigan interjecciones como «¡Arre!» «¡So!» y otras semejantes aprendidas de labriegos y arrieros.
Como el cuervo es animal sociable, con frecuencia anidan varias parejas—tal vez 50 ó 60—en una corta extensión de terreno. Los habitantes de esas colonias satisfacen su astucia y travesura hurtándose unos a otros los materiales con que fabrican sus nidos. Aprovechando los ratos en que el vecino sale en busca de comida, alguno le sustrae del nido, para esconderlas en el propio, las mejores hebras de liquen y las raicillas más escogidas. El así despojado aprovecha por su parte la ausencia del ladrón para recobrar cuanto éste le quitó, y alzar, además, con una docena de lo mejorcito que haya en el nido ajeno.

Estas mutuas raterías son probablenente un juego más que otra cosa; pues, en realidad, los cuervos se llevan muy sien unos con otros. He sido testigo en repetidas ocasiones del modo como se conduelen del compañero lastimado o herido, al cual procuran alimentar Para que luego se restablezca. El ornitólogo Edward Forbush refiere el caso siguiente. Un cuervo incapacitado de volar cayó en mitad de un río. A los lastimeros y penetrantes graznidos con que pedía auxilio acudieron varios cuervos que se turnaron para sostenerlo a flote e irlo llevando poco a poco hasta la orilla.
Individualistas y un tanto rebeldes a todo yugo, estos pájaros suelen ser víctimas-durante el celo de las complicaciones del eterno triángulo amoroso. Raro es, sin embargo, que resulten de ello peleas. Los tres interesados acaban por arreglárselas para vivir en paz y concordia. No hay nada de extraño en que dos machos alimenten la misma nidada; y me ha tocado ver dos hembras que empollaban en compañía y compartían las atenciones de un solo cuervo.
Los polluelos permanecen en el nido alrededor de tres semanas, durante las cuales engullen diariamente una cantidad de alimento igual a su propio peso. Trascurrido ese tiempo empiezan a ejercitarse en mover las alas y en ensayar los diversos movimientos del vuelo bajo la mirada vigilante de los cuervos machuchos, que los instruyen en las leyes de la comunidad corvina. Los corvatos se aprovechan del período de aprendizaje para sacar la tripa de mal año, comiendo de gorra todo lo más que pueden. Aunque perfectamente capaces de procurarse el alimento por sí mismos, acosan a los padres pidiéndoles a chillidos que les den de comer, y a veces se fingen enfermos a fin de lograrlo.
El cuervo se alimenta principalmente de verduras, frutas, y nueces. Pero llegado el caso come cualquier otra cosal avispas, ratones, sapos, carroña, todo, en fin, lo que halla al alcance de su pico. Como ejemplo curioso merece citarse el del cuervo perteneciente a un naturalista. Este voraz pajarraco devoró en cierta ocasión un bote de pintura... y sobrevivió a tan peregrino festín.
Las estratagemas que emplean los cuervos para proporcionarse algunos de sus bocados favoritos no tienen cuenta. Como cazar ratones es bastante cansado, hallan más cómodo subirse en el lomo de un cerdo que ande hozando por el campo. Cuando el cerdo desencueva un ratón, maese cuervo lo atrapa y echa a volar lanzando alegres graznidos. Si ve un zorro que va con su presa, grazna y grazna para que acudan cuantos cuervos se hallan e las cercanías, los cuales revolotean hostigando al zorro, que al cabo opta por soltar lo que lleva en la boca y salir huyendo.    »
Todos los cuervos poseen, en grado mayor o menor, el don de imitar la voz de otros animales. Los que más sobresale en esto remedan a maravilla el cacareo de la gallina, el canto del gallo, el gañido del perro. Vi un cuervo que astutamente oculto en un corral cloqueaba y cacareaba sin descanso tratando de alejar a una clueca del nido. Al convencerse de que no lo conseguiría, salió de su escondite y empezó a pasar y repasar, con desesperante insistencia, frente a la gallina, que al fin acabó por embestirle. Mientras él esquivaba ágilmente los picotazos, otros dos cuervos que había al acecho cayeron sobre el nido y se llevaron un pollito cada uno.
El buho grande, llamado también gran duque, visita en una que otra de sus nocturnas correrías los nidos de los cuervo, y mata al que sorprende dormido. En justa correspondencia, cuando los cuervos tropiezan durante el día con un gran duque le caen *encima todos a una acompañando el ataque con insultantes graznidos. En igual forma se lanzan sobre gavilanes, mapaches, mofetas, gatos monteses o cualquiera otros animales capaces de causar daño a sus nidadas.
Pájaros tan precavidos y marrulleros como éstos pueden reírse hasta del mismo rey de la creación. Mientras come la bandada, varios de ellos apostados en lo más alto de un árbol pueden ver a diez cuadras de distancia si el hombre que se acerca trae en la mano un bastón, una caña de pescar o la temible escopeta. En este último caso, a la señal de alarma, la bandada levanta el vuelo en el más completo silencio y huye a una velocidad de 72 kilómetros por hora. El cuervo parece poseer un lenguaje compuesto hasta de 25 sonidos o conjunto de sonidos que le sirve para comunicarse con sus semejantes. Dotado de finísimo oído, percibe el ruidillo  más leve, como el crujir de una rama, con mayor prontitud que ningún otro animal, salvo el venado.
Poco expuesto a morir por falta de alimento o víctima de enemigos, vive por término medio unos 25 años, de los cuales emplea la casi totalidad en retozos y bromas. Una de sus diversiones predilectas es el picaresco juego de «Despiertadormidos.» En los mediodías calurosos, échase a volar a ras de tierra por los campos, y aquí se abate sobre un conejo adormilado para darle un picotazo en la cabeza, y allá se posa sigilosamente en el lomo de una vaca que está sesteando, a la cual asusta con súbitos y ensordecedores graznidos.
Otro juego es el escondite. Un cuervo joven, oculto en el hueco de un tronco, grazna pidiendo auxilio. Acude la bandada, busca inútilmente, se aleja. Grazna de nuevo el que dio la alarma, y de nuevo torna la bandada a buscar, sin ningún resultado. Ocasiones hay en que esto se repite hasta doce veces. A la última, sale el que estaba escondido y grazna como burlándose de los demás, que en vez de enojarse, graznan también ruidosamente celebrando la broma.
Los cuervos son aficionadísimos a reunir conchitas y guijas blancas, ya para regodearse en ellas como avaro en sus monedas, ya para emplearlas en una especie de juego de pelota. El que da comienzo a la partida se desprende de la rama donde estaba posado llevando en el pico la guija o la conchita. Los otros cuervos lo acosan tratando de obligarlo a que la suelte. Cuando lo consiguen, uno de ellos la atrapa en el aire y huye perseguido por los demás, que lo acosarán como al anterior a fin de que deje caer lo que lleva en el pico y continúe así el retozo.

La más extraordinaria de las costumbres de estos pájaros es el «juicio» que le siguen al cuervo que falta a las leyes de la bandada. En tanto que el culpado permanece a cierta distancia, los demás deliberan reunidos, a veces durante horas enteras. De súbito cesa la discusión; y tras unos instantes de silencio, la bandada alza el vuelo, bien para alejarse de allí, bien para caer en masa sobre el delincuente, al que sacan los ojos a picotazos y golpean hasta que muere.

En el otoño, las pequeñas bandadas de los meses de verano van agrupándose en otras mayores que emigran a los lugares donde pasarán el invierno. Un naturalista del Instituto de Johns Hopkins calcula en 230.000 los cuervos que invernara anualmente cerca de Baltimore; según otro naturalista, no bajan de too.000 los que acuden todos los años a las inmediaciones de la ciudad de Perú, en el estado de Indiana. Los relatos de los primeros colonizadores demuestran que la antigüedad de algunos de esos cuarteles de invierno de los cuervos se remonta a la época del descubrimiento de América.
Muchos son los casos curiosos que se cuentan de los cuervos domesticados. El naturalista William Crowder tenía uno que contrajo la mala costumbre de jugar con los fósforos de la cocina. No queriendo ver la casa incendiada el día menos pensado, Crowder reemplazó la caja de fósforos corrientes por otra de fósforos de seguridad. Un día, al entrar en la cocina, halló al cuervo muy atareado en tirar uno por uno esos fósforos. Al ver a su amo, el pájaro, sin interrumpir la faena, ladeó la cabeza y empezó a gritar: «Ja, ja, ja!»
Estas hazañas del cuervo no pueden, naturalmente, atribuirse a nada que se asemeje a la   inteligencia  del hombre; son cosa de astucia instintiva y travesura innata, pero constituyen para quien las observa una fuente de diversión y sorpresa.

 


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