lunes, 1 de agosto de 2022

CAPITULO VI. (a)- “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS"

 “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS"

POR J. MOISÉS DELEON LETONA

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño.)

IMPRESIONES DE UN GUATEMALTECO EN SU VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO DURANTE LOS AÑOS DE
1922 A 1924.

Es el libro que a continuación leeremos y es debidamente apreciado a nivel mundial. Se encuentra en las siguientes bibliotecas

Librería del Congreso de  los Estados Unidos de América

Biblioteca Teológica "Lorenzo Boturini" de la Basílica de S.M. de Guadalupe. Ciudad de México

Bibliotheca Generalis Custodiae Terrae Sanctae-Ciudad de Jerúsalen

Libro que forma parte del Patrimonio Literario de España-Secret. Part. De S.M. el Rey -Dedicación del autor a S.M. el Rey D. Alfonso XIII-XIV.

—65—            CAPITULO VI.

Francia (conclusión): Verdún, Marsella, Lyon;
La Costa Azul, Niza.

Verdún.

No podíamos estar en suelo francés sin hacer una visita a Verdún, el teatro de la célebre batalla que, iniciada el 21 de Febrero de 1916, estaba destinada a durar más tiempo que la guerra Franco-Alemana de 1870.

En esta plaza militar nuestro cerebro fué absorbido por las visiones sangrientas de la Guerra Mundial, de la epopeya en que el espíritu latino fué tan decisivo factor para contener la avalancha que amenazaba destruir la Civilización.

 Nosotros, preciso es confesarlo, participábamos, como ha dicho Gómez Carrillo, de "la noción romántica" de un campo de batalla. Nos imaginábamos encontrar fortalezas, cañones, muros... signos visibles de la concentración militar. Pero nada de esto ocurre. La guerra moderna se hace en subterráneos, en fosos, como si dijéramos con la menor ostentación posible. Los campos de batalla de Verdún presentan el más acabado aspecto de desolación. Donde antes existían enormes florestas y pequeñal poblaciones ahora sólo quedan ruinas, campos arra­sados, troncos negruscos, tierra revuelta mezclada con cenizas obscuras y blanquecinas; tristes huellas del demonio de la gue­rra, cuyo hálito parece respirarse todavía.

Se creyera escuchar aún en el aire el estallido de las gra­nadas, el tropel de la caballería, el eco de los clarines; el bra­mar de los cañones, el ruido de los aeroplanos derramando la muerte y el triste relinchar de los corceles de guerra. Se cre­yera tener la visión apocalíptica de los tanques de guerra que pasan arrollando los bosques enteros, y oír el tronar de la fusilería.

Verdún es una plaza fuerte de primera importancia, situa­da frente a los campos de Metz.

En la época de la guerra de 1870 era tan sólo una pequeña y anticuada fortaleza, pero en la línea del Meuse, creada en

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1875, Verdún quedó constituido en centro de este campo de fortificaciones. La severa lección de 1870 fué aprovechada y los franceses cubrieron de fuertes todas las alturas del lugar.

Los turistas pueden llegar a la ciudad ya sea vía Bar le Due o por Saint Menehould; y entrar a Verdún por el punto llamado la Porte de France.

De la Puerta de Francia, cuya arcada tiene toda la ele­gancia arquitectónica de los monumentos que legó Luis XIV a los franceses, se recorre la calle de Saint Maur que conduce a la Plaza del Gobierno. Esta plaza debe su nombre al edificio llamado "Le Gouvernement" o "Ancien Logis du Roi," residen­cia del Ministro de la Guerra M. Louvois en 1687; actualmente cuartel de gendarmes y uno de los que más sufrieron con el feroz bombardeo alemán. De la plaza del Gobierno se llega a "La Place d'Armes" pasando por la calle Chevert. En estos últimos lugares también se observan los daños atroces causados por el bombardeo de los teutones.

Pasando después por las calles de "St. Pierre" y "St. Paul," el turista se encuentra frente a "Le Collége." Esta iglesia es una joya arquitectónica de estilo jónico y fué la primera que dañó el bombardeo en 1915, mucho antes de la gran ofensiva contra Verdún.

Volviendo sobre la "Rue St. Paul" y penetrando a la "Rue de Chausés" encontramos hacia el fin de esta calle la histórica "Chaussée Gatée" cuya arquitectura presenta gran semejanza con la del tenebroso edificio de la Bastilla de París.

Cruzando un puente tendido sobre el Meuse, se penetra al "Boulevard de la République" que pasa por el "Cercle Mili­taire" (club Militar) ; y, después de recorrer la "Rue du Puty" y la "Rue des Tanneries" y cruzar un nuevo puente, se está frente a la Iglesia del Salvador, interesante por sus vidrieras esmaltadas y por encerrar la tumba del fundador de dicha igle­sia, el obispo Bousnard, muerto en 1584.

La impresión más general de la ciudad la obtuvimos desde la "Place Chevert," situada en el banco derecho del río Mosa. Notable por todos conceptos es aquí la estatua del General Chevert que nacido en Verdún en 1695 llegó a ser una de las más visibles figuras militares de su época, habiendo tomado Praga por asalto en 1741. Esta hermosa estatua fué removida en 1916 para preservarla del bombardeo y guardada en las bó­vedas de la Ciudadela. Causa a la vez tristeza y satisfacción al recorrer las calles de esta histórica ciudad en donde el patrio­tismo francés resistió la más formidable embestida del enemigo

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durante la guerra mundial. Por doquiera se ven muros derri­bados, fachadas mutiladas, torres en ruina—tristes recuerdos del salvajismo del siglo XX—que serán contemplados con dolor y sorpresa por las generaciones venideras.

 

El "Hótel de Ville," la Catedral, el Palacio Episcopal, la Ciudadela que sirvió, con sus profundas bóvedas, de refugio seguro para la población no combatiente, guardan por todos lados las huellas de la metralla. Fué en las bóvedas de esta ciudadela, transformada en "Salle des F¿tes" donde el Presi­dente de Francia, M. Poincaré, presentó, en nombre de los Jefes de las Naciones Aliadas, las condecoraciones otorgadas al Muni­cipio y habitantes de Verdún por su gloriosa resistencia.

He aquí la lista de esas condecoraciones: Cruz de San Jor­ge, Rusia; Cruz Militar, de Gran Bretaña; Medalla de Valor Militar, de Italia; Cruz de Leopoldo I, de Bélgica; Medalla Ohilitch, de Montenegro; y Cruz de la Legión de Honor y Cruz de Guerra, de Francia. Además, el Gobierno Francés con­firió a la ciudad una Espada de Honor.

Los Generales Joffre, Petain y Nivelle, el Gobernador Militar Dubois, el Ministro de la Guerra de Francia y repre­sentantes de todas las naciones aliadas, estuvieron presentes en esta imponente ceremonia que consagró la heróica resistencia de las guarniciones de Verdún y la derrota del ejército alemán.

En el centro de aquel campo desolado y no lejos del "Ba­rranco de la Muerte" se alza una especie de capilla cuyas pare­des son de madera. Sobre ella extiende sus brazos una sen­cilla cruz de madera también. Entrando a visitar esta modesta iglesia—que se parece a la del Señor de las Misericordias del Hospital General de Guatemala—vimos que en el fondo surge la silueta del Nazareno que fué crucificado por los hombres en el árido peñón del Calvario; y pareciera que aquel rostro divino estuviese agobiado por una tristeza sin fin, como si las fúne­bres circunstancias de que está rodeado le comunicara todo su dolor.

A ambos lados y a los pies del Cristo, están colocados muchos sarcófagos que contienen los restos de héroes anónimos, de guerreros no identificados que cayeron al golpe de la metra­lla con la visión de la Patria en sus pupilas.

Aquí se congregan los deudos de aquellos que murieron sin dejar una cruz que señale el sitio donde descansan. Es un su­premo culto hijo de un supremo dolor. La pena está duplicada por el hecho consternante de que esos familiares no saben si­quiera el propio lugar en que sus lágrimas deben correr. La

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generalidad tiene el consuelo de ir a regar con flores las tumbas te los suyos; estos deudos no saben a donde llevar sus flores y tienen que conformarse con asociar su dolor al de tantos otros que acuden a esta capilla y que no conocen tampoco la última morada de sus séres queridos.

De tres de estos sarcófagos fueron extraídas las cenizas que se depositaron bajo el arco del Triunfo en París, para hon­rar en ellos el heroísmo del "soldado desconocido" (Le Poilu).

La llama que perennemente sale de esta tumba mantiene vivo el recuerdo de aquellos esforzados paladines que ofren­daron su existencia para que la Patria pudiese vivir.

Por todas partes saltan a la vista del visitante los recuer­dos de aquella titánica resistencia que tan trascendentales resul­tados tuvo en el desarrollo de la guerra mundial.

El Alto Comando Alemán jamás previó ni la intensidad ni la duración de esta tremenda batalla.

En "el plan alemán," Verdún sería "fácilmente dominado" por un ataque en masa de los gruesos cuerpos de ejército acu­mulados de antemano en sus cercanías.

En el lapso comprendido entre el 21 de Febrero de 1916 y el 10 de Febrero de 1917, ochenta y dos divisiones alemanas tomaron parte en el ataque contra Verdún, plaza a la que habían pensado aplastar en pocos días con diez o doce divisiones.

Como dijo Monsieur Poincaré al entregar al Alcalde de Verdún las condecoraciones conferidas por los aliados, "fué bajo las murallas de Verdún que murió la suprema esperanza del Imperialismo Alemán." Fué en Verdún donde Alemania buscó una "Kolossal" victoria que había de esclavizar el Mundo a sus plantas, donde recibió la más tremenda lección infligida a su loca soberbia. El nombre de Verdún seguirá sonando en los oídos de la Humanidad como el eco de la Victoria y la Libertad.

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