miércoles, 3 de agosto de 2022

MILÁN - “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS”

 POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

POR J. MOISÉS DELEON LETONA

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño. Moisés Letona fue hijo de José De León y de Teresa Letona De León,= hija de Hipolito Letona y de Fernanda De León- mis ancestros)

"… sin que por ello perdamos la sensibilidad de poder admirar el cielo azul, los pajarillos,  y por supuesto de admirar ese gran regalo del creador, la belleza esplendida de la mujer en general.  "

IMPRESIONES DE UN GUATEMALTECO EN SU VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO DURANTE LOS AÑOS DE
1922 A 1924.

Es el libro que a continuación leeremos y es debidamente apreciado a nivel mundial. Se encuentra en las siguientes bibliotecas

Librería del Congreso de  los Estados Unidos de América

Biblioteca Teológica "Lorenzo Boturini" de la Basílica de S.M. de Guadalupe. Ciudad de México

Bibliotheca Generalis Custodiae Terrae Sanctae-Ciudad de Jerúsalen

Libro que forma parte del Patrimonio Literario de España-. -Dedicación del autor a S.M. el Rey D. Alfonso XIII-XIV.

CAPITULO VIII.
ITALIA: Milán, Venecia, Roma; Viajando alrededor de las costas italianas; Nápoles, Pompeya y el Vesubio.
Milán.

La lectura de novelas y crónicas con descripciones de Ita­lia, unida a las conversaciones en que la gente francesa nos pintaba los encantos naturales de este país, habían aumentado el entusiasmo que siempre hemos tenido por la Patria del Dante. Sin duda lo opaco del cielo de la Nación Francesa hace que sus habitantes sientan algo así como una secreta envi­dia de su vecina Italia que, en el Mundo entero, goza la fama de ser el país del Sol y de las flores. Natural era, pues, nues­tra emoción cuando, contemplando el lago Neuchatel, que todavía está en territorio suizo, divisamos la boca obscura del túnel "Simplón" en la frontera suizo-italiana.

Esta formidable obra de ingeniería, labrada en el duro granito de los Alpes, con su larguísimo trayecto de 20 kiló­metros, que toma media hora para recorrerla en ferrocarril a toda velocidad, está bajo la égida de las banderas de dos naciones y es el túnel más largo del Mundo.

El registro aduanal de los equipajes, se hace, para como­didad de los pasajeros, mientras el tren va en movimiento den­tro de este gigantesco túnel.

Las escarpadas laderas de las montañas, tan abundantes en esta región, presentan por todas partes muros de granito que forman repechos artificiales llenos de esas tierras calcáreas y vegetales que tan propicias son para el cultivo de la viña.

El panorama que se extiende a los ojos del viajero al salir del "Simplón," es de una sorprendente hermosura. Súbitamente estamos en plena Primavera: valles pintorescos, campiñas fera­ces y lagos plateados se extienden ante nuestra vista bajo un cielo de un purísimo color azul, mientras ráfagas tibias comien­zan a acariciarnos como mensajes cariñosos de las campiñas italianas.

—87— El Italiano, esa lengua melodiosa que se ha hecho la hermana inseparable de la música en las grandes creaciones del Arte, comenzaba a resonar en nuestros oídos; y ahora en las gargantas femeninas, en conversaciones que aquí y allá escuchábamos entre las adorables compatriotas de D'Annunzio, esta lengua adquiría dulcísimas modulaciones hasta entonces no conocidas por nosotros.

Nuestro compañero Monseur Karlstrom, Tenedor de Libros acucioso y poseedor de varios idiomas, tomaba nota de cuanto detalle interesante caía bajo su alcance; y era de oírle, al término de cada jornada, reconstruyendo nuestro viaje con admirables descripciones acompañadas de los respectivos datos numéricos.

En Italia, como en Suiza, para comodidad de los pasajeros, y dando acceso a toda clase de fortunas, los trenes tienen secciones de la., 2a.y 3a., siendo así fácil para el extranjero formarse, a primera vista, opinión respecto a las condiciones económicas y posición social de los viajeros.

Después de pasar muchos preciosos lugares, a eso de las diez de la noche, entrábamos a la estación de Milán, sitio de convergencia de los más importantes ferrocarriles de Italia.

No halla uno por quién decidirse, entre la gran variedad de intérpretes que aturden con sus gritos al viajero. Con la experiencia adquirida, decidimos no tomar ninguno, a pesar de la superabundancia de las explicaciones que, a guisa de "réclame," prodigaban de antemano. Solos, nos dirigimos al Hotel Park que se encuentra en una de las avenidas más importantes de Milán, no lejos de la estación ferroviaria, donde nos dieron alojamiento.

En los días que estuvimos en Milán recorrimos sus principales calles y alrededores conociendo sus edificios y monumentos más notables, habiéndonos llamado la atención el "Arco della Pace" o "del Sempione," construido en 1807 en honor de Napoleón I a la manera de los antiguos arcos de triunfo de Roma. También son notables el monumento erigido al Conde de Cavour, el genio político que realizó la unidad italiana, y los levantados para honrar la memoria de Garibaldi, Napoleón III y Manzoni.

Pero el más notable de los monumentos arquitectónicos de Milán y probablemente de Italia, es la Catedral, soberbio edificio de estilo gótico italiano cuya construcción duró más de cuatro siglos. Es todo de mármol blanco y se caracteriza por sus numerosas y esbeltas torres y por la profusión de estatua-

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ría, llegando a seis mil las imágenes que adornan las cornisas, capiteles, torres y cimborrios.

Entre las construcciones de época moderna se distinguen "las galerías" o "Loggias," edificaciones en que se ha hecho derroche de mármol y del pórfido. Sus techos son de vidrio

Altar típico que suele verse en el frontispiciode algunos establecimientos mercantilesen Italia. foto

y, en lo que respecta a su disposición, tienen cierta analogía con el Pasaje de Aycinena de Guatemala. También en Roma y Nápoles observamos más tarde pasajes de esta misma clase, que regularmente contienen bazares de lujo.

Otro de los templos que atrae la atención del viajero en Milán, es la Iglesia de Santa María de las Gracias que data del siglo XV, con hermosa ornamentación exterior, obra del

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arquitecto Bramante y en cuyo refectorio se guarda la celebé­rrima "Cena" de Leonardo de Vinci.

No lejos de la Catedral se encuentra el célebre Teatro conocido con el nombre de "La Scala de Milán," el primero en el Mundo en cuanto a la calidad de la música que se eje­cuta y a los grandes maestros que en él lucen sus talentos musicales. Tiene una capacidad para 3600 espectadores. Ahí recordamos al notable Maestro centroamericano Herculano Alva­rado (que estuvo en uno de los conservatorios de Italia y que vino también a Milán con el objeto de perfeccionarse.

Notables entre los monumentos de otro género son el Palacio Real, que se levanta en el sitio que ocupa la antigua fortaleza de los Visconti y el castillo Sforcia edificado en 1368 por Galeazzo II Visconti y reedificado en 1450 por la familia Sforcia.

Contemplamos verdaderas obras de arte en el cementerio de Milán. El mármol, el pórfido y el ónice rivalizan por todas partes en las producciones que el Arte coloca sobre las tumbas de los que se fueron para no volver. Infinidad de ángeles, es­tatuas, capillas y mausoleos exhiben ahí los prodigios del cincel ; y leímos en muchas tumbas nombres de familias italianas que son conocidas en Guatemala. Este cementerio se distingue por su aseo y tiene extensas galerías y un crematorio para incinerar ca­dáveres. Coincidió nuestra visita con la incineración de un cadá­ver, detalle lúgubre que consignamos en estas páginas porque, simpatizadores como somos de las ideas modernas, opinamos por la incineración de los restos mortales humanos. Desde cualquier aspecto que se considere este procedimiento, es el más lógico y conveniente, no sólo para el espíritu del fallecido, sino también para sus familiares que pueden conservar indefi­nidamente las cenizas de sus deudos en una ánfora, o en algún pequeño recipiente y que ahorran esos gastos innecesarios de valiosos y, a veces, lujosísimos sarcófagos y mausoleos, que más pueden considerarse como monumentos erigidos a la vani­dad de los que quedan que al recuerdo de los que se fueron de este Mundo.

Una noche que paseábamos por las calles de Milán acer­tamos a pasar por una pequeña casa profusamente iluminada, que se distinguía entre todas las demás. Tentados en nuestra curiosidad inquirimos respecto de ella. Era la casa del vigo­roso Jefe de "los camisas negras," que tan grandes renovaciones ha realizado en el organismo político de Italia, Benito Musso­lini.

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En uno de los museos a que asistimos vimos, además de muchas obras de arte, varias prendas personales y muchos tro­feos gloriosos de guerra del Emperador Napoleón I. Hay que recordar que en Italia se siente no sólo admiración sino vene­ración por el Aguila del Sena que, aunque nacida en territorio francés, es, por sangre y origen absolutamente italiano.

Habíamos visto nevar otras veces en distintas partes de Europa; pero, aquí en Milán, en una opaca tarde de Diciem­bre, mientras charlábamos con nuestro amigo Karlstróm y varios Artistas que se alojaban en el "Hotel du Park" con nos­otros, el espectáculo se nos volvió a presentar en uno de sus aspectos más atractivos. Llovía fuertemente; nosotros desde el recinto confortable de nuestra habitación, veíamos la calle a través de los cristales de las ventanas. De pronto, al mismo tiempo que el agua y con ligeras intermitencias, comenzaron a caer copos blanquísimos de nieve que se dijeran motas de algodón o globitos de blanca espuma. Descendían lentamente en lluvia de figuras caprichosas, como si alguien dejara caer puñados de harina desde lo alto y, a veces, tomaban la forma de diminutos y blancos pétalos de rosa. A medida que los copos caían, los techos se cubrían de una extensa y ondulante capa de nieve, semejante a esas nubecillas del cielo tropical durante las primeras horas de la mañana o las últimas de la tarde, que nuestra gente llama "chivitos." En la superficie de las calles, la nieve se deshacía y el agua corría como jugando. Los transeuntes se defendían con sus capas y paraguas que brillaban con albos y plateados matices. Este sencillo espec­táculo tiene un secreto encanto que difícilmente se borra de la imaginación. Después de haberlo visto, soñamos varias veces que contemplábamos los blancos copos cayendo lentamen­te y diluyéndose, tal como se diluyen las ilusiones al contacto de las groseras realidades de la Tierra.

Fué en un restaurante de esos en que abundan los bohe­mios donde por primera vez disfrutamos los genuinos maca­rrones que, como se sabe, ocupan en la mesa del pueblo italiano el lugar que los frijoles ocupan en la del Centroamericano. Nos parece ver todavía la linda italianita que nos sirvió el plato nacional. Era uno de esos seductores tipos del Norte de la península en cuyo rostro brilla todo el sol de Italia, y en quienes no se sabe si admirar más los labios rojos, las líneas soberbias del desarrollado busto o las negras pupilas en que fulgura una misteriosa luz. Mezclando las frases del italiano a las del francés y con sus diminutas manos en los bolsillos

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del blanquísimo delantal, nos preguntó afablemente si deseá­bamos tomar "Chianti," el famoso vino italiano, tan conocido en el Mundo, ofrecimiento que aceptamos de buena gana, pues hacía bastante frío. Después de pagar y dejando una bue­na propina sobre la mesa, nos despedimos de aquella encan­tadora joven, que era como un símbolo de las campiñas italia­nas que se anticipaba a nuestra curiosidad de viajeros.

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