martes, 16 de agosto de 2022

COMPARACIONES (4) “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS”

POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

POR J. MOISÉS DELEON LETONA

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño.)

IMPRESIONES DE UN GUATEMALTECO EN SU VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO DURANTE LOS AÑOS DE
1922 A 1924.

Es el libro que a continuación leeremos y es debidamente apreciado a nivel mundial. Se encuentra en las siguientes bibliotecas

Librería del Congreso de  los Estados Unidos de América

Biblioteca Teológica "Lorenzo Boturini" de la Basílica de S.M. de Guadalupe. Ciudad de México

Bibliotheca Generalis Custodiae Terrae Sanctae-Ciudad de Jerúsalen

Libro que forma parte del Patrimonio Literario de España-. -Dedicación del autor a S.M. el Rey D. Alfonso XIII-XIV.

 

 Yendo de Dijón para la Alta Saboga, en Francia, tuvimos ocasión de ver cerca de la línea férrea en un pequeño valle encerrado por montañas y rocas enormes, empinadas, una gran fábrica de pólvora para la que aprovechan la caída o salto de un río que desciende precipitadamente desde la más alta cima del lugar. La mencionada factoría consagrada a Marte, es res­petable: ocupa un área como de ocho manzanas cuadradas; tiene espaciosos edificios de varios pisos y conexiones con los ferrocarriles para dar salida a sus mortíferos productos, espe­cialmente a la dinamita, que es la que más elaboran ahí. Incon­tables cuñetes bien repletos se almacenan en sus depósitos que guardan la muerte y que la reparten durante las guerras. Parece mentira que de aquel escondite defendido por la propia Natu­raleza y aprovechado por el hombre en su sed de civilización, salgan toneladas del invento de Rogelio Bacon, para segar las vidas en vez de emplearlas en abrir túneles y dinamitar los terrenos duros y secos o cansados, por ejemplo. Ya se sabe que en la industria tiene variada aplicación. ¡ Cómo el hombre labora, construye allá para ir por los cuatro rumbos de la tie­rra.a destruir su propia vida y su propia morada!

 El buen Agricultor debe gozar no sólo con el dinero que su trabajo le produce cultivando la tierra, sino con todo lo que de ella se, deriva: con sus siembras cuyas primeras briznas asoman, con sus trigales que semejan el movimiento de las ondas marinas, con el delicioso perfume de sus cafetos en flor, con la blancura de sus algodoneros, con el aroma agradable que des­pide su café almacenado, con la llanura cubierta de dulce caña, con sus maizales floreciendo, con una mata de chilacayotes bien desarrollada; en fin, contemplando con alegría y admira­ción cuanto los surcos le dan en cambio de unas pocas semi­llas, disfrutando en los campos del sabio proceso, de la evolu­ción que ahí nos enseña prácticamente la Naturaleza, si exami­namos con detención las plantas. Es necesario, es indispen­sable sentir, apreciar la belleza de los vegetales a la par de nosotros y no únicamente estar en atalaya del fruto que van a dar. Imitemos a nuestros literatos que comparten sus facul­tades con la Agricultura, a nuestros poetas que van a tempora

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POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

 da a las fincas, que se apartan del bullicio social para ir al bosque, a la colina, al caserío, donde encuentran inspiración. Aprendamos a sentir y a pensar como ellos al mismo tiempo que seguimos nuestras faenas campestres, seguros de que en nuestro espíritu mucho bien nos hacen ellos puesto que "no sólo de pan vive el hombre"

 Dediquemos siquiera 15 minutos de la mañana y 30 de la tarde o de la noche para que, como un recreo, como un descanso del trabajo físico tan agradable, cultivemos las letras junto a los arbustos con quienes debemos hermanarlas, porque ellos igualmente atesoran poesía; leamos a los hombres del día porque ellos, los Maestros, en sus periódicos y en sus libros más fecundos que la tierra porque desarrollan el cerebrocondensan inteligentemente el pensar y el sentir de los hom­bres de ayer y nos ponen al frente el espejo del mañana; con la sana lectura algo aprendemos de los clarividentes y nos persuadimos que la vida es hermosa, que el presente nos brinda sus delicias para vivirla con la alegría indescriptible del cora­zón y que cada cual lleva como un relicario dentro de su pecho, mientras la sangre agite su existencia.

 jamás olvidaremos el feliz encuentro que tuvimos con el Señor Don Benedicto Argueta, en la estación ferrocarrilera de Mazatenango, cuando veníamos de México, a nuestro regreso del Viejo Mundo: nos impresionó mucho porque, dicho caba­llero, además de ser un agricultor práctico que tiene la finca dé café mejor cultivada de toda la zona de Suchitepéquez, y de ser hombre de mucha entereza (como que ha hecho com­prender sus deberes a algunos jefes Políticos siendo él Alcal­de de San Antonio), nos trajo gratas reminiscencias de nuestra niñez, pasada en uno de los Departamentos de Los Altos

 ­Quezaltenango—de donde el Señor Argueta es nativo también. Bajaba a pie, viniendo de la plaza de aquella cabecera depar­tamental (Mazatenango), después de haberse aperado de clavos, creolina y alquitrán que necesitaba y que traía consigo dentro de un par de alforjas para "Las Leonas" (su propiedad). Andaba de prisa para que el tren no lo dejase; sudaba a consecuencia del calor y el ejercicio; su ropa blanca formaba contraste con su color moreno, y su cabeza grande y echada para atrás, la cubría un texano nuevo que se encargaba de librarlo de los rayos del sol, que parecían ennegrecer más sus cabellos, como confirmando más, de esta manera, la firmeza de sus convicciones de varón

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 J. M. DELEON LETONA

 libre e independiente y defensor de la Justicia. Este ciuda­dano modelo, que con la Ley en la mano—sin ser letrado sino campesino trabajador y amigo del progreso—ha dado buenas lecciones a sus superiores, hizo su finca poco a poco, compran­do lote por lote, sembrando personalmente sus cafetos y dando eficientes ejemplos a sus propios hijos, quienes, como benéfico resultado de ese trabajo constante y de ese proceder honroso, ocupan distinguido puesto en el comercio capitalino y están ya para recibirse de Médicos en Guatemala.

 Finqueros vecinos y lejanos, del país y extranjeros—todos ­llegan a consultar asuntos agrícolas al Señor Argueta; los pro­pios técnicos se inclinan ante su experiencia, pues sus plantíos y sus abundantes cosechas hablan muy alto, sosteniendo el bien conquistado prestigio del inteligente cultivador de la tierra, que da todo lo bueno.

 Al platicarnos de Salcajá, de Quezaltenango, de nues­tras encantadoras y hacendosas paisanas, del Santa María, del Samalá; de los pinares, cipresales, trigales, vegas, colinas ; de todo lo bello que tiene Occidente, aquel hombre sincero, trans­parente—a pesar de su color moreno—nos ponía en sus manos férreas la primera etapa de nuestra vida, pues éstas comple­taban con su acción el significado de sus palabras sonoras y bien timbradas. Desde Mazatenango hasta "Palo Gordo" vini­mos admirando las raras cualidades de este conterráneo. En esta última estación bajó diciéndonos "adiós" y montó en su mula andadora, briosa, para irse hacia arriba, hacia San Anto­nio Suchitepéquez.

 Cabalgaba alegremente con rumbo al Norte ... Nosotros seguimos al Oriente meditando sobre todo lo descrito en esta observación nacional y preguntándonos: ¿Quién tiene más visi­tantes en aquella población, el célebre Doctor Sardá como Mé­dico, o el Señor Argueta como Agricultor?

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